domingo, 26 de febrero de 2017
El rey David
Volvían los toros a Madrid, a Vista Alegre, en lo que ya se está convirtiendo en un clásico, la feria o corrida de invierno, un festejo que marca el arranque del año taurino de la capital. Y parece que también lleva camino de convertirse en clásico el triunfo del madrileño David Mora en esta tarde de sábado del mes de febrero. El pasado año abrió la puerta grande al desorejar al primero de Parladé y este año ha cortado una oreja a cada uno de sus toros para salir de nuevo a hombros, continuando de esta manera el idilio que mantiene con la afición madrileña.
Un idilio basado en el gusto, la clase, la elegancia y la torería, un idilio al que sumar el drama y la épica del madrileño. El drama de aquel terrible 20 de mayo de 2014 en Las Ventas donde a punto estuvo de perder la vida, y la épica de su tesón, su fuerza de voluntad y su valentía para recuperarse de las duras secuelas de la cornada. Y eso no lo olvida la afición madrileña, se nota cada vez que Mora ha pisado la arena venteña o la de Carabanchel, el cariño, casi devoción con que es recibido. Y el madrileño sabe responder con lo que mejor que tiene, su clase, su buen gusto,su arte, torería al fin y al cabo. Desde el saludo capotero al primero, a la verónica, templadas, suaves, acompañando el viaje del toro con el cuerpo, haciendo eco con los olés de los tendidos, se notaba en el ambiente que algo bueno estaba por llegar. Toro bravo y noble, repetidor y que humillaba, con transmisión, que no es lo mismo que decir fácil y cómodo, quede claro, al que había que someter primero para luego torear con el gusto que lo ha hecho David Mora. Redondos profundos, largos y con la mano baja, especialmente una segunda tanda rotunda, rematada con un sensacional pase de pecho. Por el pitón izquierdo el de Palmosilla no metía la cara con la misma clase, pero Mora le ha sacado algunos naturales magníficos, con hondura, ligados, merced a la buena colocación del madrileño y a una técnica fuera de serie. Al final de la faena retorna al pitón derecho y por ahí vuelven los muletazos profundos que dejan a los tendidos en estado de efervescencia ante la suerte suprema. Estocada entera y una oreja de ley con fuerte petición de la segunda y merecida ovación al toro en le arrastre. Media puerta grande estaba abierta. La otra media tenía que llegar en el cuarto, un toro noble pero falto de raza y bajo mínimos en lo que a fuerza se refiere. Y aquí el madrileño se ha inventado una faena, haciendo magia, sacando pases de una chistera con forma de muleta en un número de prestidigitación, de hipnosis colectiva, que al principio nadie podía ver. No sé de donde ha sacado los redondos, de donde han surgido tres naturales magníficos, de donde han venido los pases de pecho para rematar lo que parecía un imposible, ligar una sola tanda. Magia pura. Poco a poco, lance a lance, nos ha metido en su muleta y nos ha sumido en un estado de ensoñación del que solo hemos despertado con el estoconazo con el que ha hecho rodar al toro sin puntilla. Una vez certificado que lo visto no era ilusionismo sino toreo de verdad la media puerta que aún quedaba por abrirse lo hacía de par en par al cortar la oreja de este cuarto de la tarde que cayó en manos de un mago, de nombre David, no Copperfield, Mora.
El segundo atractivo del cartel de esta tarde era otro de los nombres que por derecho se han hecho con un espacio muy importante en el corazón de la afición madrileña. El murciano Paco Ureña regresaba a España tras su extraordinaria temporada americana. Sin ir más lejos, el pasado 12 de febrero confirmó alternativa en la Plaza México dejando un sensacional sabor de boca en la afición azteca, que hubiera sido un triunfo rotundo de no haber fallado con los aceros. Allí vieron al torero poderoso y con mando que es Ureña, pero también al torero artista y con enorme clase que lleva dentro el de Lorca, algo que en Madrid ya llevamos comprobando desde hace años cada tarde que hace el paseíllo en Las Ventas. Sin rodeos, es un torerazo. Y eso que esta tarde ha visto como sus dos toros han tenido que ser devueltos por inválidos y en su lugar han salido dos sobreros también del hierro titular. Magnífico con el capote con las verónicas de saludo y un quite ceñidísimo por gaoneras en el segundo, así como dos largas de rodillas llenas de emoción en el quinto. Por desgracia solo ha servido el segundo, porque el quinto ha sido un toro deslucido, de embestida descompuesta y brusca, sin clase alguna ante el que Ureña puso todo lo que se podía poner, incluso algo más, pero era imposible cualquier lucimiento ante las nulas cualidades del sobrero de La Palmosilla. Lo mejor de este quinto ha sido el espadazo hasta la bola con el que ha pasaportado al toro, tirándose como si de esa estocada dependiera toda su faena, dejando clara una disposición, una entrega y una profesionalidad digna de todo elogio. Una lástima porque venía de haber cortado una oreja al referido segundo bis de la corrida, un buen toro, con calidad, ante el que hemos vista la auténtica dimensión del toreo de Paco Ureña. Lección magistral de temple para conducir la noble embestida del de La Palmosilla, lección magistral de colocación para ligar los muletazos sin prácticamente rectificar la posición, lección magistral de hondura en muletazos largos y bajos, barriendo la arena de Vista Alegre, y lección magistral de como detener el tiempo con un trozo de tela en varios redondos eternos, en los que parecía que lo veíamos fotograma a fotograma, despaciosidad máxima, belleza suprema. Y no digo nada de los pases de pecho con los que ha rematado las series, de pitón a rabo, enormes, de auténtica locura. Es increíble el reposo y la madurez que muestra Ureña en su toreo, es prodigiosa su capacidad para someter la embestida de los toros y es magistral su técnica y conocimiento de los terrenos. Faena exquisita rematada con una certera estocada y que vale una oreja de mucho peso. No hay duda que en esta temporada que está dando sus primeros pasos vamos a ver muchas tardes de triunfo del murciano. Si no, al tiempo.
Imposible, infumable, horrible el lote que ha correspondido al joven Varea, ante el que solo ha sido posible poner entrega y disposición a dosis altísimas por parte del castellonense. Conviene recordar que Varea toreó su última novillada el 9 de mayo de 2016 en Las Ventas y que seis días después, el 15 de mayo, se doctoraba en Nimes. Es decir, que se ha presentado en Vista Alegre con nueve meses de alternativa, por tanto creo hay que medirle como corresponde. Y bastante ha hecho con ponerse y exponerse, como en el sexto, en el que hemos vivido segundos de angustia con el torero a merced del toro junto a las tablas que gracias a Dios han quedado en susto. Dos toros desrazados, sin clase alguna, deslucidos y descompuestos que han hurtado a varea cualquier posibilidad de triunfo. Arrebatado ha salido a recibir de capa al tercero, no en vano sus dos compañeros de terna habían cortado sendas orejas y no quería quedarse atrás. Muy buenas verónicas de saludo y dos medias extraordinarias al tercero, pero poco más ha sido posible sacar porque, para su desgracia, no ha tenido toros. Voluntad a raudales, entrega máxima, poniéndoles la muleta adelantada, tratando de llevarlos en largo, intentado hacer las cosas bien, con limpieza, queriendo sacar lo que tuvieran por poco que fuera, pero ninguno de sus dos oponentes tenían absolutamente nada dentro, carentes de fondo, sin recorrido, ambos cortaban el viaje y se revolvían soltando tornillazos, sin clase alguna. Menos mal que el público se lo ha reconocido con sendas ovaciones premio a su entrega y sus ganas, con cariño y justicia. Espero que tenga oportunidades a lo largo de la temporada, porque madera hay, pero necesita que los toros embistan y le permitan construir su toreo.
El único lunar que en mi opinión ha ensombrecido esta tarde de toros que con tanta ilusión esperaba ha sido la pobrísima entrada que ha registrado Vista Alegre. Un tercio de plaza, de una plaza cubierta, cómoda, confortable, en la que no hace frío ni te mojas si llueve y con un cartel lo suficientemente atractivo. Preocupante y para hacérselo mirar. Eso sí, los que hemos estado allí hemos visto salir a hombros por segundo año consecutivo a un gran torero, un torero que ocupa un trono en el corazón de la afición madrileña, el rey David, Mora.
Antonio Vallejo
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