domingo, 18 de abril de 2021

Un rayo de esperanza para romper la soledad



 Poco ha cambiado hasta la fecha, queridos amigos. Más de un año sin toros, más de un año con las plazas cerradas a cal y canto salvo unas pocas que con gran esfuerzo, de la mano de la Fundación Toro de Lidia y el apoyo inconmesurable de Canal Toros, pusieron en marcha la Gira de Reconstrucción que, al menos, trajo hasta nuestras casas la magia del toreo en directo. Con ese poco nos hemos tenido que conformar los aficionados, hasta nos parecía magnífico verlo,  pero en casa, sin poder vivir esa sensación única que es sentarse en un tendido para disfrutar de un arte sin igual. Demasiado poco, sinceramente.  La tauromaquia ha sido sido la gran olvidada en estos meses. Mejor dicho, la gran repudiada en este mundo del pensamiento único, del buenismo, lo fácil, lo cómodo y lo políticamente correcto. Lo demuestra el hecho que, como ya hemos comentado tantas veces, otros espectáculos hayan reanudado su actividad con una serie de restricciones y limitaciones, pero al fin y al cabo volviendo a funcionar y recibiendo, además, ayudas de fondos públicos. Los toros no, los toros apartados, expulsados de cualquier ayuda, abandonados a conciencia, sin que parezca importar que sea el espectáculo que más público atrae cada año, por delante incluso del fútbol, no digo ya teatros, cines o conciertos, sin que a algunos parezca importarles el daño inmenso que se está haciendo al campo bravo, las pérdidas económicas millonarias que van a lleva a la ruina de cientos de miles de familias y la probable desaparición de una especie única si seguimos por este camino. Y ante eso estamos solos.
El mundo del toro es cierto que tiene mucho de solitario. La soledad es una constante y se vive con ella. La soledad del campo, la soledad del entrenamiento, la soledad del sacrificio,  la soledad ritual de un hombre en una habitación de hotel antes de vestirse dispuesto para enfrentarse a un toro, cara a cara, sin miedo el dolor  y la muerte. Una soledad rota por todos esos aficionados a la puerta de los hoteles, a la entrada de las plazas, en los tendidos llenos, rota también con los ecos de los olés, las ovaciones, otras veces los silbidos, incluso cuando una multitud saca en hombros al triunfador. Tan solo son instantes, efímeros, luego volverá la habitación del hotel, el campo, el entrenamiento, el sacrificio, de nuevo la soledad. Lo saben y lo asumen desde niños, desde el día que entran en una escuela taurina,  cuentan con ello, es la soledad de la verdad y tienen fortaleza de sobra para afrontarla. Lo han demostrado, sobreponiéndose a todo, preparándose como si tuvieran que torear cada tarde, aunque no fueran de los pocos que tuvieron la oportunidad de pisar los escasos ruedos que abrieron sus puertas manteniendo viva la llama del toreo. Unos y otros, todos por igual, por respeto a su profesión y a los valores que representa, esperando ver un halo de luz, un rayo de esperanza que rompiera la oscuridad de su soledad. Y aunque fuertes necesitan sentir nuestro apoyo para también vencer a esa otra soledad que  los enemigos de la Fiesta  tratan de imponer, la soledad del ninguneo, del desprecio y del insulto. Pero hasta para afrontar esos ataques tienen la hombría suficiente.
Se esperaba con inquietud este 2021, con deseos de que la situación mejorara y el panorama se aclarara, pero el paso de los primeros meses derrumbaba las posibles ilusiones. Una y otra iban cayéndose del cartel las primeras ferias, Valdemorillo, Castellón, Valencia... iban anunciando cambios de fecha o directamente la suspensión. Tan solo Ubrique con dos festejos atrasados de la Gira de Recostrucción, Mérida, Jaén, Morón de la Frontera, Torija, Villanueva del arzobispo y Sanlúcar ayer han roto el vacío de toros en este primer trimestre. Muy poco, prácticamente nada. Tan solo Sevilla y su Real Maestranza dieron un paso adelante en estos meses y propusieron una temporada que debía haber arrancado hoy mismo con la corrida del Domingo de Resurrección. Aquel anuncio y los carteles confeccionados por la empresa Pagés sin duda nos ilusionaron a todos - tan solo había que ver las largas colas de aficionados en las taquillas en busca de un ansiado abono o localidades sueltas - aún sabiendo que por las restricciones de movilidad impuestas era casi imposible que nadie fuera de Sevilla pudiéramos sentarnos en los tendidos maestrantes. Pero el hecho que la Real Maestranza abriera sus puertas significaba mucho para el toreo. Podía ser la llama que encendiera la mecha de una temporada más que necesaria. Pero todo se ha venido abajo ante la falta de entendimiento entre la empresa sevillana y la Junta de Andalucía por las medidas restrictivas de aforo. No tengo criterios para entrar a valorar quién tiene razón o no, de quién es más o menos la culpa, pero sí puedo opinar y me parece increíble que ambas partes no hayan podido alcanzar un acuerdo, sobre todo porque se supone que ambos están del  mismo lado. El caso es que quien pierde es el toreo, nuestra Fiesta, muy triste.
Mientras tanto Madrid callaba. Bueno, Madrid no, Las Ventas sí, Simón Casas y su equipo para ser más concreto, ni mú, ni una palabra. Una actitud a mi modo de ver censurable, indigna y que para nada encaja en todo ese discurso rimbombante y engolado con el que hace unas temporadas desembarcó como empresario de la primera plaza del mundo. El motivo parecía claro, la no rentabilidad económica de abrir la plaza con aforo limitado y un número de festejos también restringido. Ojo, que lo puedo entender e incluso admitir y disculpar. Comprendo que un empresario busca rentabilidad para su empresa, pero luego que no se llene la boca con el arte, la cultura y un amor al toro y a la tauromaquia del que parecía ser el único poseedor. Era el momento de haber demostrado ese amor tan apasionado. Como iba diciendo, Madrid sí que habló, hace unas semanas, porque Madrid es muy grande, en todos los sentidos. Habló Vistalegre, y vaya si habló, ¡nada más y nada menos que un San Isidro!, un serial de 11 festejos, 9 corridas de toros, una novillada y una de rejones  con unos carteles rematadísimos, tanto el elenco ganadero como todas las figuras del  escalafón. Once tardes para ir a los toros de Carabanchel, once tardes para no perderse ni una, once tardes que pueden significar mucho más que una Feria de San Isidro adaptada a las circunstancias, once tardes que pueden ser esa mecha que Sevilla no ha podido encender para lanzar una temporada que saque de la UVI a nuestra Fiesta.
Tras la publicación en el BOCM ayer sábado 17 de abril de las normas que regirán en Madrid la celebración de espectáculos taurinos ese rayo de esperanza tan ansiado, capaz de iluminar la senda de la temporada, puede ser una realidad. Más aún si esa publicación viene de la mano de un anuncio espectacular; un festival benéfico en Las Ventas el 2 de mayo organizado por la Comunidad de Madrid cuyos fondos irán destinados a ayudar a los sectores del mundo taurino más afectados en estos meses de pandemia y un  cartel para volverse loco: Enrique Ponce, Juilán López "El Juli", José María Manzanares, Miguel Ángel Perera, Paco Ureña, Diego Ventura y el novillero de la escuela José Cubero "Yiyo" Guillermo García que se enfrentarán a reses de El Capea, Juan Pedro Domecq, Garcigrande, Victoriano del Río, Fuente Ymbro, Jandilla y El Parralejo. Todo un acontecimiento que por la fecha y por quien lo organiza creo que va a suponer mucho más que un festival taurino para recaudar fondos  con un noble fin. Que esos tendidos tan vacíos hasta hoy vuelvan a verse con público para que poco a poco y en no mucho recuperen la imagen que nos gusta, esa que ilustra esta entrada.
Una vez más siento la ilusión por ver cercano el día en que pueda sentarme de nuevo en un tendido, una vez más empiezo a sentir el cosquilleo que me recorre el cuerpo soñando el toreo, una vez más imagino lances de capote, muletazos, pares de banderillas, tercios de varas, estocadas, arte supremo para saciar el hambre de toreo que todos los aficionados tenemos. Solo espero que nada trunque toda esta ilusión, que todos cuantos navegamos en este barco de la Fiesta rememos en el  mismo sentido, juntos, sumando fuerzas, sin que cada uno haga la guerra por su cuenta, deponiendo frente a los supremos intereses toda mira personal. Es la única manera de salir adelante, de transmitir a nuestros hijos lo que siempre hemos sido, nuestras raíces, nuestra esencia. Es, sin duda, el rayo de esperanza que tanto necesitábamos para romper el silencio y la soledad de estos meses.

Antonio Vallejo