domingo, 11 de agosto de 2024

Apoteosis de Manzanares en El Puerto, sentimiento de Aguado y detalles de oro de Morante


 "Quien no ha visto toros en El Puerto, no sabe lo que es un día de toros", célebre frase de Joselito "El Gallo", no puede ser más cierta. Ver toros en cualquier plaza ya es por sí un placer, pero sentir y vivir el toreo en El Puerto de Santa María tiene algo muy especial, y no es ningún tópico ni una exageración. Un año más, otro verano más del sur de nuestra España, he tenido el privilegio de comprobarlo en primera persona gracias a la gentileza y generosidad de Gonzalo y María que de nuevo nos han invitado y agasajado como no sé si merecemos mi mujer y yo. Anfitriones de primera, amables y cariñosos, pendientes de todo y cuidando hasta el último detalle, con los que compartir un fin de semana como este es una delicia. Si le sumamos el marco y el entorno se convierte en un lujo, y si además de sale una corrida como la de este sábado 10 de agosto, se agotan los calificativos. Solo puedo decirles gracias, gracias, gracias y repetírlselo miles de veces, de corazón.
Una corrida de Jandilla y El Freixo bien presentada en líneas generales, buenas hechuras, si bien un tanto desigual de presencia y con un par de toros que podían pecar de cierta falta de remate por delante, pero con la seriedad y el  trapío suficiente. Igualmente desigual en cuanto a juego y comportamiento, con un fondo de clase y nobleza pero a la que le ha faltado poder y empuje para romper. Deslucido y con escasas opciones el lote de Morante de la Puebla, el mejor lote para Manzanares, muy enclasado el segundo de El Freixo, con un pitón izquierdo sensacional, y un gran toro el quinto de Jandilla, bravo y exigente, con mucha entrega en la muleta, mientras que Pablo Aguado tuvo dos ejemplares nobles pero a los que la falta de fuelle les impidió entregarse más y dar continuidad y ritmo a las faena. 
No parecía para nada que el quinto, un imponente Jandilla, preciosa lámina y tremenda seriedad rompiera como lo hizo en la muleta. Manseó en los primeros tercios, la cara alta, huidizo, buscando la salida, malos presagios para todos menos para José María Manzanares que pronto vio cómo y por dónde someterlo. Sin probaturas y con la diestra, entre las dos rayas, el compás abierto, la muleta adelantada, la mano muy baja y el trazo largo, poder y mando para componer series en redondo de una profundidad inmensa, ritmo y ligazón, una belleza insuperable, muñecas de seda que acariciaban cada embestida, para rematar con unos de pecho al pitón contrario eternos. Perfecta comunión toro-torero, el de Jandilla metía la cara con una categoría descomunal y Manzanares lo llevaba con temple magistral, arrastrando la muleta, entre los olés que retumbaban en toda la bahía, la plaza en pie y la música que sonaba celestial, ¡que maravilla de banda!, mejor que una sinfónica. Emoción máxima, el toreo en su máxima expresión, también por el pitón izquierdo, tandas al natural de mucha hondura, dando el pecho, ligadas en un palmo, una obra maestra. Una estocada al volapié que fulminó al bravo Jandilla y dos orejas pedidas por unanimidad que el presidente atendió sin esperas absurdas. Cumbre de Manzanares, de nuevo el mejor Manzanares, poder y arte de la mano, inmensa alegría para quienes, como yo, tenemos al alicantino entre nuestras debilidades y que no fue más que el remate a una gran tarde precedida de una oreja en el segundo, un toro de enorme clase pero al que su fuelle no le dio para acabar de entregarse. Empaque y torería además de una demostración de técnica y conocimiento por parte de José Mari, a favor del toro en los primeros compases, concediéndole la altura, sin obligarle en demasía, sabedor de sus condiciones, para poco a poco bajarle mano y torear con un empaque y una calidad enorme. Buenas fueron las tandas por el pitón derecho, pero por donde el de El Freixo sacó su fondo y Manzanares bordó el toreo fue con los naturales hondos y ligados con temple y trazo suave, repletos de emoción, para pasaportar al animal de un estoconazo marca de la casa y pasear una oreja de ley.
Tuvo el lote de Pablo Aguado clase y nobleza, querían pero no podían por su falta de empuje, lo que impidió que sus faenas mantuvieran el ritmo y la continuidad deseados. Todos sabemos como maneja el capote el sevillano, esa interpretación tan personal de la verónica que pudo sentir en el saludo al tercero, un par de ellas de locura, y otras dos o tres de mucha elegancia al sexto. Pero donde la expresividad fue máxima y el sentimiento desbordó todo fue en el garboso galleo por chicuelinas para llevar al caballo al sexto de El Freixo, un precioso colorado ojo de perdiz, que hizo tronar la ovación. Ambas faenas de muleta tuvieron el mismo sello, un sube y baja en el que se alternaron series con profundidad, por abajo, con ritmo y ligazón en las que los toros se entregaban y la emoción subía enteros, junto a otras en las que se quedaban cortos, no acababan de entregarse ni de pasar, con la cara alta, en las que Aguado mostró firmeza y se expuso con mucha verdad. Para nunca olvidar y volver a soñar el arranque de faena al tercero, unos ayudados por alto divinos de una belleza máxima, con el sevillano abandonado. Repito, creo que estuvo por encima de su lote, demostró mucha capacidad técnica al retrasar la muleta y así componer series templadas aprovechando la inercia del toro así como saber darles la altura que en cada momento requerían. Mató de manera extraordinaria a ambos toros, volcándose, dejando sendas enteras fulminantes que valieron una oreja en cada uno y la salida a hombros junto a Manzanares.
Muy deslucido el lote de Morante, imposible el cuarto de Jandilla, manso y sin un pase, defendiéndose, la cara alta, soltando arreones bruscos. Hizo lo único que se podía hacer y lo mejor en estos casos, abreviar y quitárselo de en medio sin andarse con tonterías ahorrándonos ese festival de pases ficticios que tantas veces aguantamos y que no valen para nada más que para aburrir al personal y consumir minutos sin sentido. Un detalle, el toro fue clamorosamente pitado en el arrastre, una parte nada despreciable de los aficionados aplaudimos al de La Puebla, sobran más explicaciones, así entendemos el toreo. Con el que abría plaza, uno de El Freixo con 570 Kg con enorme presencia y seriedad, paró los relojes, detuvo el tiempo, la eternidad delante de nuestros ojos en un quite a la verónica, acompasadas, hundiendo el mentón, acunando la embestida, muy despacio, de auténtico crujido. Solo eso ya vale una entrada. Bueno, eso y el inicio de faena, genuflexo, por bajo, en largo, muletazos de ensueño junto a las tablas hilvanados a un molinete, un redondo y un trincherazo de cartel con los que puso a la plaza en pie. Por lo demás oca fijeza y celo tuvo ese primero en la muleta, a menos, permitiendo tan solo una serie en redondo llena de naturalidad y suavidad, y algunos derechazos y naturales sueltos con ese porte que caracteriza Morante, relajado, pasándoselo por la barriga con elegancia y mucho temple que sirvieron para una calurosa ovación saludada desde el tercio. Fueron detalles, todos llenos de aromas y sabor, azahar y romero, detalles de toreo eterno y caro, muy caro, para paladares exquisitos. Es Morante, es un genio, es el pellizco, el duende.
En definitiva, una tarde de las que te llenan, de esas en las que la pasión por este Arte se desborda y el toreo se vive par disfrutar y no para reventarlo, sin crispación, sin gritos ni salidas de tono, sin fobias, con respeto y educación, premiando lo bueno y sabiendo cuando y cómo recriminar lo que no está bien. Da gusto ir a esta plaza que sabe mucho, pero que mucho, de toros. A lo mejor es por eso por lo que se comportan como lo hacen. Y no quiero terminar sin destacar a la banda, parece más una orquesta, que maravilla, cómo suena la música, aún se me ponen los pelos de punta recordando los compases de "Suspiros de España"  durante la faena de muleta de Morante, y todas y cada una de las piezas que acompañaron a las de Manzanares y Aguado. Casi por eso también merece la pena una entrada.
Quien no haya visto toros en El Puerto... que haga lo imposible por ir.

Antonio Vallejo