sábado, 16 de diciembre de 2017
México: Luces y sombras
México sigue a toda marcha, la Temporada Grande no para en una semana que ha tenido doble ración de festejos puesto que se anunciaron dos corridas para el domingo 10 y martes 12. Dos corridas monstruos, de esas de ocho toros que este año parece que están marcando la pauta en el coso de Insurgentes. Insisto, ocho toros me parece demasiado, especialmente si uno tras otro salen toros que no prestan opciones. El tedio se llega a apoderar de los tendidos y esa me parece que es la peor noticia para el toreo.
El domingo se anunció un encierro de Xajay remendado con dos ejemplares de Villar del Águila para el galo Sebastián Castella, el español Ginés Marín y los mexicanos Sergio Flores y Luis David Adame. Si nos fiamos de la entrada, 11.000 espectadores según cifras oficiales, no parece que este festejo dominical despertó especial entusiasmo entre la afición de La México. Y no me extraña si tenemos en cuenta que venía encuadrado entre la antología torera de Ponce y la Corrida Guadalupana anuncia para el martes 12 y de la que luego hablaré y les daré mi opinión. Pobre, muy pobre aspecto el de los tenidos de La México el domingo para una corrida que se salvó por la oreja cortada por Sergio Flores, las dos muy buenas faenas de Castella que perdió una oreja con la espada en el quinto, la disposición y entrega de Ginés Marín y la firmeza de Luis David Adame frente al único de su lote que tuvo algo, porque si hubiere dependido de los toros el naufragio hubiera sido absoluto. malo, pésimo el comportamiento de los astados lidiados, salvando el sexto y algo del primero. Un toro de ocho es muy pobre balance y no me extraña que el desánimo inundara los tendidos. Muy por encima el cuarteto de matadores, dispuestos, con ganas y tratando de hacer lo imposible por sacar el máximo de unos toros sin fondo, así discurrió la tarde del domingo, madrugada española en la que tuve que hacer auténticos esfuerzos por no ceder a las tentaciones de Morfeo. Castella estuvo sobrado, muy superior, algo nada nuevo, que ya lo viene demostrando desde hace tiempo. El momento que traviesa el francés me parece extraordinario, seguro, dominando en todo momento la situación, mandando sobre los toros, artista cuando se prestan, fiel a su estilo arrebatador que
tantas tardes nos ha encogido el corazón con los cambiados por la espalda y los estatutarios de infarto, con gusto cuando sus oponentes se le permiten, arriesgado y valiente, acortando las distancias para pisar unos terrenos comprometidísimos cuando los toros se paran y todo ello como si anduviera por el pasillo de su casa, en una madurez y plenitud torera de la que lleva disfrutando varias temporadas. Una lástima que fallara con la espada ante el quinto porque hubiera cortado una oreja tras una faena de enorme gusto, clase y arrojo cuando hubo de ponerlo. Ginés Marín se estrelló ante dos ejemplares imposibles ante los que demostró que todo lo sucedido en la temporada española no fue casualidad sino roto del gran torero que lleva dentro. Mucho hizo ante su lote, lo intentó de todas las maneras, se la jugó ante el peligroso tercero, porfió con el séptimo y en ningún momento se escondió dando una imagen de firmeza, entrega y dignidad encomiable. Igual que Luis David Adame, que tan solo ante el manejable cuarto tuvo alguna opción tras una faena de mucha clase, con fases de toreo de muchos quilates por ambos pitones demostrando temple y gusto, amén de un valor descomunal pasándose los pitones a milímetros de la taleguilla. Faena importante del de Aguascalientes que se fue al limbo por la tardanza en doblar del de Xajay tras entrar a matar. Pero Luis David dejó de nuevo una magnífica sensación de cara al futuro. El que se llevó el mejor toro fue Sergio Flores, el lidiado en sexto lugar, un animal con movilidad y transmisión al que el mexicano causó una excelente faena basada en le temple, la largura y la ligazón, siempre bien colocado, hilvanado las ríes con gusto y emoción, una faena que hizo vibrar a los poco poblados tendidos de Insurgentes y que se premió con una oreja de ley tras el espadazo con el que pasaportó al de Xajay.
Todo esto tan solo fue el aperitivo de lo que se tenía preparado para el martes. No sé si en México tendrán esa costumbre tan española del aperitivo dominical, pero desde luego que lo parecía. La gran cita de la semana era sin duda la del martes, la corrida del siglo, la corrida de todos los tiempos, la corrida más grande la historia, ya ni sé con la cantidad de calificativos y epítetos con la que he leído y oido anunciar el festejo del martes 12 y que prácticamente llenó las 50.000 localidades de la Monumental mexicana. Razón no les falta a quienes así lo proclamaban a los cuatro vientos. El cartel era de lujo, sin duda alguna, ocho toros de distintas ganaderías, otra vez más ocho toros, otra vez más una corrida de larga duración, para un rejoneador y siete espadas: Pablo Hermoso de Mendoza, Joselito Adame, José Tomás, El Payo, El Juli, Sergio Flores, José María Manzanares y Luis David Adame. A nadie se le escapa que el cartel era de auténtico lujo, aunque falta un nombre que debía haber estado en esa tarde y que por diversas razones, mejor dicho, por una única razón, no estaba incluido: Enrique Ponce. Llámenle veto, llámenle como quieran, yo le llamo no querer enfrentarse al mejor, pero la realidad es que, en mi opinión, era una mesa a la que le faltaba una pata, la más importante. El resultado del festejo es posible que lo conozcan todos ustedes, triunfo grande de Joselito Adame y Sergio Flores quien desde que descerrajó la puerta grande de La México el pasado febrero está bueno para en su tierra. También he leído y he visto que José María Manzanares puso la clase y la elegancia, la torería y el gusto, el arte con mayúsculas, que Juli no tuvo opción alguna anta su toro y que José Tomás debió perder veinte orejas y ocho rabos ante su toro. Bromas y exageraciones aparte, algo de eso sí que pienso que Habo el martes. Me explico. José Tomás ha sido un grandísimo torero, uno de esos que estaba llamado, a mi juicio, a cambiar la historia del toreo, a generar una revolución en la tauromaquia. Ninguno olvidaremos aquellas antológicas tardes de junio de 2008 en Las Ventas, ninguno olvidaremos la emoción de su toreo, el sitio en el que se colocaba, ninguno olvidaremos los que nos hizo sentir. Negarlo ser mezquino. Pero también me parece que alguien de su importancia para la Fiesta, aún más en estos años tan complicados que llevamos vividos, tenía que haber estado más comprometido con lo que para mi es ser torero, dentro y fuera de la plaza, dando la cara cada tarde ante todos los públicos y aficiones. En su momento decidió tomar el camino que ha elegido, aparecer y desaparecer a su antojo, anunciarse cuando le parece, en la plaza que quiera y con los toros que elija. Y no me parece mal, cada cual es libre de decidir lo que quiere hacer y si se le permite, pues fenomenal para él. Personalmente creo que José Tomás ha montado un circo en el que es el presentador, el trapecista, el equilibrista y el domador, es la estrella absoluta, todo debe girar alrededor de su figura y arrastra a miles de seguidores tras él. Pero al menos yo no estoy dispuesto a participar de ese circo, porque la única manera de participar es seguir su estela como un rebaño sumiso. Lo digo sin ánimo de ofender ni faltar al respeto a cuantos son capaces de gastar mucho dinero y tiempo en desplazarse donde el de Galapagar tenga a bien anunciarse porque para verle torear hay que ir a la plaza que decida ya que no permite que se le retransmita por televisión. ¿Motivo? Ni idea, pero sea el que sea, económico o de otro tipo, me parece que hace mucho más mal que bien al toreo. Es más, me parece una actitud egoísta y caprichosa que va contra la difusión de la grandeza del toreo, que es lo que precisamente ahora se necesita. A mi no me vale con ver tres minutos de video editado con su faena del martes en La México. De acuerdo, tuvo capotazos y muletazos excelentes, vibrantes, templados y ligados, pero eso hubiera querido verlo en directo, desde que salió el toro, en el tercio de varas, el de banderillas, toda la faena. Y me hubiera gustado verle torear en La México, como también me hubiera gustado verle torear cada año en Sevilla, en Madrid, en Pamplona, en Bilbao, en Zaragoza, en Nimes, en Arles... Pero no solo en plazas de primera, también en Granada, en Albacete, en Salamanca, en Valladolid y así de una en una hasta completar toda la geografía de plazas de primera, segunda y tercera de España, Francia o América. Por eso decía con sorna lo de las veinte orejas y ocho rabos, porque donde decide anunciarse lleva a una legión de adeptos, auténticos fans que rozan el hooliganismo en algunos casos, que enloquecen con cuanto haga José Tomás y que, insisto que lo digo con el máximo respeto, valoran con un criterio muy laxo y permisivo todo cuanto le vean hacer. Ojo, que esto no quiere decir que reste mérito al toreo del madrileño, pero que pienso que sus faenas se magnifican, sí, y no me ruborizo al decirlo aunque a muchos que lean esto les parezca poco menos que un sacrilegio. Repito una vez más que quien estaba llamado a ser una figura de leyenda para mi se quedó en el camino al elegir esa vía, que para se un torero de época hay que serlo año tras año, en todas las plazas y frente a todos los encastes, no solo anunciándose un día en Granada, otro en Huelva y el tercero en México llenando la plaza con fieles sumisos y entregados, por muy respetables que sean esas plazas y esas aficiones. Madrid, Sevilla y Bilbao, por citar las que para mi son las tres plazas más importantes de España deben ser cada temporada el lugar en el que las auténticas figuras deben demostrar que realmente lo son. Allí se les mide y se les juzga a veces con excesiva dureza, pero precisamente allí es donde los triunfos lo son de verdad. ¿Lo han tenido fácil en esas plazas Manzanares, Juli, Morante y Ponce por poner varios ejemplos? En absoluto, han pasado las de Caín muchas tardes, pero han seguido, han dado la cara y al final han puesto a sus pies a las aficiones más exigentes. Así se forjan las grandes figuras, las que marcan la historia y las que hacen grande a nuestra Fiesta. A todas ellas las vemos en todas las plazas y también por televisión, contribuyendo de esa manera a la difusión del toreo a todo el mundo. ¿Por qué José Tomás no? Enigma sin descifrar. Pero igual que el maestro ha elegido ese camino, igual que muchos van dóciles tras sus pasos, permítanme que yo me niegue a participar de ese montaje y que me rebele ante la injusticia que me parece tener que conformarme con ver un mísero resumen de quince minutos de lo que fue una corrida de casi cuatro horas y que, de haber sido transmitida en directo, hubiera tenido una audiencia espectacular a pesar de las horas de madrugada intempestiva en España. La Fiesta necesita difundirse y se mostrada al mundo, de nada vale cerrarla a una plaza. Dije hace tiempo que en mi opinión José Tomás se equivocaba con el camino elegido y hoy me reafirmo más que nunca. Lo del martes en La México me parece que hace un flaco favor al toreo, por muchas orejas y rabos que le pidan cada tarde que toree.
Titulaba esta entrada luces y sombras y así acabo. Luces las de Sergio Flores, Joselito Adame, Manzanares, Castella en esta semana de Temporada Grande en La México. Sombras, y muy grandes, las del apagón televisivo ordenado por José Tomás que nos robó la posibilidad de ver un festejo que podía haber sido realmente histórico al que solo hemos accedido por los que nos han contado y lo poquito que se nos ha permitido ver. La Fiesta necesita vida, color y luz, entre sombras se muere.
Antonio Vallejo
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