miércoles, 18 de agosto de 2021

La imbecilidad humana no tiene límites...pero sí nombre


 Se preguntarán los habituales lectores de este blog, acostumbrados a las fotos que habitualmente ilustran mis entradas, que es este adefesio que posiblemente haya dañado su ojos y por qué aparece en este blog. Este ser se llama Ana González, socialista, no podía ser de otra manera, y resulta ser alcaldesa de Gijón. Resulta que a este ser se le ha ocurrido la brillante idea de ¡prohibir! las corridas de toros en Gijón. ¿Motivo?. Agárrense bien a cualquier asidero que tiene a mano, que la cosa es de traca. Bueno, de traca no, de espanto, de horror, como es el socialismo y comunismo que engendros físicos como ese representan. A este ser le parece que puede prohibir un arte que es patrimonio cultural de todos los españoles porque el pasado domingo 15 de agosto, en la Feria de Begoña de Gijón, se lidiaron toros de Daniel Ruiz que tenían por nombre Feminista, lidiado por el maestro Morante de la Puebla como primero de la tarde y dos Nigeriano, lidiados como segundo por el maestro Juli y como cuarto de nuevo por Morante. En serio, ese es el "motivo", por eso les decía agárrense. A esta tal Ana González eso le parece algo terrorífico, algo dañino para la humanidad, algo que, por supuesto, jamás debe permitirse. Les juro que he buscado y rebuscado declaraciones de este ser que ocupa el cargo de alcaldes de Gijón en las cuales se pronuncie, por ejemplo, por Afganistán y lo que les viene encima a las mujeres de aquel país, pero no he encontrado nada, silencio, callada como una...para eso no tienen lo que hay que tener. Ya sabemos que los socialistas y comunistas, valga la redundancia, conectan muy bien con los terroristas, los islamistas y los talibanes, valga también la redundancia, y que lo que pase a las mujeres por esos lares les parece hasta bien - aún espero la reacción de la ministra Montero o la etarra Belarra, me ha salido rima, qué bien - pero que poner esos nombres a unos toros de lidia es algo que posiblemente acabe con la humanidad. Y ya no les digo si encima los mata Morante, ¡de VOX!, ¡fascista!, ahí seguramente se la pase por la cabeza resucitar las checas.
De verdad, este ser es rematadamente imbécil. Para empezar una inculta de tomo y lomo que desconoce que en las ganaderías, desde hace siglos, a los toros se les pone el nombre de la madre, que para más señas es una vaca, alcaldesa, y eso se mantiene durante generaciones aunque le cueste creerlo. Mire, según me he informado, hace 58 años nacieron unas vacas en la ganadería de Daniel Ruíz dos vacas a las que les pusieron por nombre Feminista y Nigeriana, sin más, y esas vacas engendraron toros que se llamaron Nigeriano y Feminista (porque Feministo no existe en español aunque no se lo crea), y seguramente más vacas que, siguiendo la tradición, adoptaron esos mismos nombres, así hasta llegar a los toros lidiados el domingo en Gijón. Si tuviera un mínimo de sustancia gris, leyera y se informara se daría cuenta que hay nombres de toros legendarios en distintos hierros (hierro es algo equivalente a ganadería, para su información, alcaldesa) que se repiten década tras década, y no pasa nada, es lo normal. Pero a usted, obsesionada como todo socialista o comunista, de nuevo la redundancia, en acabar con España y todo lo que suene a español se le ha encendido una lucecita - me imagino que será la de reserva neuronal, como la de gasolina en los coches - y ha buscado su minuto de gloria prohibiendo los toros en Gijón. A ver, una idiotez la puede decir cualquiera, usted también como ha demostrado, pero es que prohibir algo que es patrimonio cultural porque le sale de donde le sale, del odio puro, puede ser algo peor, porque usted debe saber que prohibir algo a sabiendas que no puede hacerlo creo que se llama prevaricar, y ahí está pisando terrenos cenagosos. Con todos los problemas que tendrá Gijón, con todo lo que habrá por resolver y gestionar, con la situación que estamos viviendo, con los dramas que muchas familias gijonesas han sufrido y sufren por la pandemia,  a esta tipa solo se le ocurre esta tontería. En fin, sobran más palabras.
No sé en qué acabará todo esto pero lo que me queda claro, transparente, cristalino, es que la imbecilidad humana no tiene límites pero por lo menos tiene un nombre, Ana González, alcaldesa de Gijón.

Antonio Vallejo

domingo, 8 de agosto de 2021

Si Morante no hubiera existido tendríamos que habérnoslo inventado

Único, irrepetible, tocado por la varita mágica del toreo, un genio, duende y embrujo, así es Morante, figura inigualable, por encima de las leyes del tiempo, maestro de época, de todas las épocas, a las que cada tarde nos transporta en su capote y su muleta con suertes rescatadas de siglos pasados, torero para la historia y la eternidad. Podríamos decir nombres míticos de cualquier época , podríamos incluso intentar compararle con maestros más o menos lejanos en el tiempo, pero el intento sería vano, jamás encontraríamos otro igual. 

Sí, todo eso es Morante, imprevisible, sin guiones escritos ni tauromaquias teledirigidas por normas y leyes, sin las rigideces de ese falso purismo preocupado por medir hasta el milímetro con escuadra y cartabón  una supuesta perfección, en las antípodas de lo cartesiano, poesía pura, no un manual predeterminado, en el que todo surge desde la imaginación y el sentimiento para transformarlo en emoción y pasión, en arte, en definitiva, el TOREO. Pero sería muy injusto y superficial si me quedara ahí y obviara que Morante es mucho más que todo eso. Morante encierra un conocimiento del toro y los terrenos magistral, solo así es posible llegar a torear como él lo hace. Morante demuestra un compromiso y un valor fuera de toda duda, a pesar de lo que digan por ahí, tanto dentro como fuera de la plaza. Solo así es posible una encerrona como la de ayer en El Puerto de Santa María ante  seis toros de Prieto de la Cal, algo que ningún otro estaría dispuesto a hacer, porque Morante los tiene muy bien puestos, en la plaza frente al toro y en la vida frente a quienes tan solo desean la destrucción de España y el toreo. 

La de ayer en El Puerto significó mucho más que una tarde de toros, precisamente en esa plaza de la que Joselito  dijo en su día que quien no había visto toros en El Puerto no sabe lo que es una tarde de toros. La de ayer no se puede medir y valorar con la matemática, porque sería un cero absoluto si nos atenemos al resultado numérico de trofeos, vueltas al ruedo, ovaciones o toros aplaudidos en el arrastre. No lo fue, al revés, creo que fue una tarde en la que el maestro de La Pueble del Río dio un paso al frente y un golpe en la mesa ante la anestesia de la vulgaridad. Lo hizo él solo, sin miedo, aún sabiendo que la probabilidad de que sobre el albero de El Puerto sucediera lo que sucedió. ¡Dios mío lo que se hubiera oido hoy si los seis toros hubieran sido de otro hierro! Pero no, eran de Prieto de la Cal y salieron como salieron, mejor dicho, como era más que previsible que salieran. Seis animales sin casta ni raza, sin un átomo de poder, imposibles no digo para cualquier lidia, imposibles para el mínimo atisbo de imaginación de algo, ni tan siquiera amago de alucinación. Uno tras otro fueron saltando, vacíos, sin fondo, tampoco sin hechuras que al menos hicieran alegrar la vista, quizás en el tercer hubo un amago de soñar la gloria en las verónicas de Morante, intentó estirarse pero fue un visto y no visto, posiblemente el quinto bis, un sobrero de Parladé bien hecho con más clase y calidad que quizás recibió en el caballo más castigo del que requería, invitó a despertar del letargo en el quite y en las primeras tandas de muleta con profundidad y sabor, pero no llegó a romper. Toros a la defensiva en los que la emoción era imposible de sentir, ni siquiera presentir, que en su falta de todo llevaban un peligro indigno, que se lo digan a Juan José Trujillo o a Lili que las pasaron canutas, incluso el mismo Morante, que finalmente tuvo que torear con los pies, a la antigua, por bajo, doblándose para someter a un toro ingobernable y con mucho riesgo, pero además haciéndolo como él lo hace, un ballet lleno de armonía y aromas lejano al rock and roll acrobático o el break dance callejero en lo que tantas veces se convierte el macheteo vulgar. ¿Es o no tener valor enfrentarse en solitario a una tarde como esta de ayer? 

Para mi mucho, y con esa decisión creo que Morante, además, ha tirado por tierra muchos falsos mantras puristas sobre la variedad de encastes y hierros. Como aficionado que soy me encanta ver todo tipo de toros y toreros, a todos los respeto, valoro y defiendo, creo firmemente que en nuestra Fiesta deben encajar todos y que la grandeza de este arte es que a cada aficionado le llega más un toreo que otro. Pero dicho esto también hay que decir y repetir que tengo mi gusto y que la emoción me llega por el toreo profundo de mano baja y trazo largo, el toreo acoplado y reunido con el toro humillando y repitiendo. Y ese toreo lo he sentido con encaste Domecq, Nuñez o Albaserrada, por supuesto, pero por mala suerte o desgracia han sido tantas las tardes en las que me he tragado corridas "duras", "toristas", "encastes minoritarios", en las que la "emoción" solo estaba en el riesgo y el miedo máximo ante animales prácticamente inlidiables, con la respiración cortada y el corazón en un puño, el "uy" o el "¡ay!" en lugar del olé que a mi sale del corazón cuando la emoción me llena por la belleza de un muletazo hondo, que al final elijo unos carteles antes que otros. 

El cartel de ayer tenía un nombre, Morante de la Puebla, que encarna ese toreo que a mi me llena, aún sabiendo que los toros podían mandar al limbo todas mis ilusiones y sueños, esos con los que siempre voy a la plaza y que el duende y el embrujo de Morante son capaces de colmar con una verónica, una media, un trincherazo o un natural. Sin ese sentimiento no existiría el toreo y si Morante no hubiera existido tendríamos que habérnoslo inventado.

Antonio Vallejo