No era la verbena de la Paloma, no estamos en agosto, es un domingo de febrero, es la feria de invierno, pero era un día marcado en rojo en el calendario taurino de la afición madrileña. Y si lo era para la afición, más señalado aún era para dos hombres, dos toreros de los pies a la cabeza que han sufrido mucho para llegar a un día y una tarde como la de este 21 de Febrero: David Mora y Saúl Jiménez Fortes. Ellos saben lo que cuesta asomar la cabeza en este duro mundo del toreo, lo que cuesta triunfar y lo pronto que todo parece perdido tras una cogida. Meses de operaciones, de dolor, de rehabilitación, de tremendo sacrificio pero con una luz al final de ese túnel, una luz en forma de calendario, una luz con fecha, sitio y hora. Las cinco y media de la tarde del domingo 21 de Febrero en la plaza de toros de Vistalegre. Como dice la letra de la zarzuela, qué mejor motivo para ir "a los toros de Carabanchel".
Al menos eso hemos pensado los aficionados que poblábamos casi la mitad de la plaza. Una lástima, de verdad, que el eco de la convocatoria se haya quedado ahí. La ocasión se merecía más, y el difícil y duro momento que pasa la Fiesta y la afición necesita del respaldo y el apoyo de todos aquellos cuantos aman este arte. Repito, una oportunidad perdida para respaldar a nuestra Fiesta.
El cartel, como ya he dicho, no podía ser más atractivo. Seis toros de Parladé, de buenas y bonitas hechuras, muy bien de presentación, serios, entipados todos, sangre pura Vistahermosa- Parladé, procedencia del encaste Domecq, el predominante en el panorama ganadero actual, y que resultó la gran triunfadora del pasado San Isidro. Bagaje más que suficiente para atraer al público. Para su lidia y muerte un mano a mano entre dos matadores que volvían a los ruedos tras sus percances pasados: David Mora y Saúl Jiménez Fortes. El madrileño 21 meses después de su dramática cornada del aquel trágico 20 de mayo de 2014 que casi le costó la vida y en el caso del malagueño Jiménez Fortes tras su percance aquella misma tarde del 2014, la del pasado mes de mayo en Las Ventas y su tremenda cogida en agosto en Vitigudino (Salamanca). Sé que soy pesado y repetitivo, pero me duele haber contemplado tanto asiento vacío en la cubierta de Vistalegre. El esfuerzo de la empresa y el de los toreros bien merecía un lleno.
La tarde anunciaba emociones. Por todo ello, a nadie debe
extrañarle la tremenda ovación que ambos recibieron no sólo al asomarse por la
puerta del patio de cuadrillas, sino durante todo, absolutamente todo, el
paseíllo. De veras que no recuerdo jamás
que durante todo el recorrido del paseíllo los tendidos estuvieran aplaudiendo a
rabiar. Igual que la tremenda ovación que ambos diestros recogieron tras
romperse el mismo y que devolvieron al público asistente desde la raya de los
tercios montera en mano entre gritos de "torero, torero" . No mentiría si digo que todos cuantos estábamos en
Vistalegre teníamos un nudo en la garganta y era difícil contener la emoción.
La única pena es que debíamos haber sido más los que allí estábamos. Mala suerte para quienes no han venido, se han perdido algo mágico. Pero la realidad es ésta, y no se puede ocultar.
Desgraciada realidad.
El primero de la tarde,
“Insuperable”, 502 kg, es un negro bragado y meano de bonitas hechuras, serio, bien armado y rematado por
delante, con cara. Lo recibe Mora con su capote, pura suavidad en cada lance,
meciendo la embestida del parladé, ganando terreno en cada paso, llevando al
toro hacia las afueras, pura elegancia coreada con los primeros olés, que suben
sus decibelios con la chicuelina y la media de remate que deja el madrileño en
el aire. Chicuelinas garbosas al paso para llevar al toro al caballo de Mario
Herrero, que pica trasero. Quite de David Mora por verónicas, cadenciosas y
elegantes, como su figura. De nuevo los olés y la ovación para el torero. Se
notan las ganas que hay en el público de disfrutar y de ver triunfos. Tercio de
banderillas con oficio. Brinda al público y, de nuevo, gran ovación. Inicia la
faena de muleta con estatuarios, le cuesta acoplarse a la embestida del de
Parladé, que pierde las manos en un par de ocasiones. Lo cuida Mora en una
primera tanda en redondo con la muleta a media altura sin someterle. Coge aire
el animal y mete la cara con más claridad en la siguiente tanda por el pitón
derecho. Le baja la mano y alarga el viaje, todo con mucho temple, rematando la
serie con un cambio de mano lentísimo, eterno, puro lujo para los sentidos. De
nuevo resuenan los olés en Vistalegre. Parece que va de menos a más. Así se
confirma por el pitón izquierdo, buen pitón, sí señor. ¡Qué manera de torear al
natural!. Sube enteros la faena con dos magníficas tandas con la mano baja,
templadas y con ligazón, repletas de clase y gusto, coreadas con más olés de un
público ya entregado al arte de David. Remata la faena por el pitón derecho con
pases desmayados y trincherazos de lujo. Olés y más olés de unos tendidos
rendidos al madrileño. Mata de trasera entera que resulta fulminante. Pañuelos
y más pañuelos pidiendo la oreja, que concede el presidente. Sigue la petición
de segunda oreja sin decrecer ni un átomo. El palco se lo piensa pero al final
concede la segunda oreja. ¿Justa?, ¿excesiva?. Sinceramente, no lo sé. Si
siguiera criterio venteño, diría que una oreja me parecería justa. Pero estaba
en Vistalegre, plaza de segunda, en la feria de invierno y ante una situación
en la que la emotividad cuenta mucho. Por tanto, no me parece nada descabellado
conceder dos orejas que tienen mucho significado, sobre todo de cara a la
imagen de triunfo y alegría que la Fiesta necesita. Cada cosa en su sitio y su
tiempo.
Con la Puerta Grande
asegurada recibe Mora al tercero de la tarde, “Granuja”, un precioso colorado
chorreado de 546 Kg, armónico, buena presentación, serio pero sin excesos, en
tipo a lo que corresponde al encaste Parladé. Sale suelto, con poca fijeza en
el capote de Mora, dos buenas verónicas a un animal al que se ve justito de
fuerzas. Buen puyazo de Antonio Prieto, ¡por fin se pica delantero!. La falta
de gasolina se hace evidente a la salida del caballo. Quite por chicuelinas
ceñidísimas del madrileño, rematadas por dos medias verónicas de ensueño que,
una vez más, levantan al público de sus asientos. Aperitivo de lo que vendría
en el tercio de banderillas. Magistral tercio a cargo de Angel Otero y José
María Tejero con los garapullos y un extraordinario Iván García en la brega.
Pares de poder a poder, cuadrando en la
cara del toro, sensacionales de colocación. Los tres subalternos tienen que
responder montera en mano a la tremenda ovación recibida. Emotivo brindis de David Mora a todo el equipo médico que le ha cuidado y recuperado a lo argo de estos duros meses. Como se preveía, el
de Parladé va con lo justo. Se emplea poco en la muleta y se defiende, con
viaje corto y embestida poco clara. Poco a poco, con técnica lo va metiendo
Mora en la muleta, poniéndosela en la cara, templando el pase y tratando de
bajar la mano. Despliegue de técnica y conocimiento por parte del diestro, con gran mérito lo
que logra sacar por el pitón derecho. Menos condiciones demuestra el animal por
su pitón izquierdo, de escaso recorrido, nulo para el lucimiento,
defendiéndose, cabeceando. Imposible a pesar del tesón del matador. Mata de
entera ligeramente desprendida y escucha una, para mi modo de ver, más que
merecida ovación saludada desde el tercio.
El quinto, “Cantaclaro”,
cerraba el lote de David Mora. Otro ejemplar
en tipo, bajo de agujas, bien hecho, muy serio. Lo recibe Mora con su
gusto y clase habitual, preciosas verónicas. Parece que el parladé mete la cara
con clase. Comportamiento que se ve refrendado en el caballo de Israel de
Pedro. Magnífico tercio de varas, bien agarrado y colocado el puyazo, como también magnífica
la brega de la cuadrilla para llevar y sacar al toro del caballo. Sale bien el
toro, con buen tranco. Lo ve Mora y, en un bonito detalle de torero, cede el
quite al sobresaliente Enrique Martínez “Chapurra”, que torea a la verónica con buen tino, ovacionado por
el público. Replica Mora con un quite por verónicas, bajas y lentísimas, de
lujo, rematadas por una media desmayada, mirando al tendido, de cartel, que
desata la locura en los tendidos. Locura que sigue en el tercio de banderillas. Muy buenos pares de Pedro Calvo y José María Tejero, especialmente este último
colocando un par, como suele decirse, asomándose al balcón, pleno de facultades y
torería. Brinda Mora a sus apoderados, Simón Casas y Antonio Tejero, el que
fuera subalterno de Ponce tantas y tantas temporadas al lado de Mariano de la
Viña y Jean Marie Bourret, conformando una de las cuadrillas históricas que
tantas tardes de triunfo dieron en los años 90. El toro es bueno, muy bueno,
eso ya lo ha visto Mora. Inicia la faena flexionado la rodilla, toreando por
bajo, la muleta adelantada, largo y
profundo, templadísimo, con una clase tremenda, ganado terreno en cada
muletazo, con una plasticidad y una belleza de diez. La locura continúa,
rayando en delirio en los tendidos. Y es en los medios donde la comunión
torero-público es superlativa. El de Parladé va como un tiro, repite y repite,
galopando, metiendo la cara en la muleta del madrileño con clase y bravura,
extraordinario toro. Y Mora aún más extraordinario, con las zapatillas clavadas
en el centro del anillo, citando con la
muleta adelantada, llevándolo largo, templado, cargando la suerte.
Lección magistral de toreo en redondo en dos series de volverse loco. El
magisterio continúa por el pitón izquierdo. Naturales inmensos, todo el público en
pie, nadie aguantamos en el asiento, es un auténtica locura, ¡bendita locura
torera!. Se harta a torear Mora, el toro no se cansa, la perfección absoluta.
Toma la espada, remata la faena con manoletinas ceñidísimas de enorme riesgo y
valor. Literalmente se cae la plaza. Dos orejas seguras, y quien sabe si el
rabo también, a la espera la suerte suprema. Voces en los tendidos piden el indulto
para el magnífico toro de Parladé, que hubiera sido un precioso final para el
torero con los máximos trofeos, para el toro que volvería al campo como semental
y para la Fiesta, que daría ejemplo al mundo entero de la verdad del toreo.
Pero la espada la ha jugado una mala pasada a Mora. Tres pinchazos y una
estocada para pasaportar al gran “Cantaclaro”. ¡Una lástima!. A pesar de ello,
los pañuelos afloran en los tendidos. La petición, a mi juicio, es mayoritaria.
No valoro si es justo o no conceder una oreja tras tres pinchazos. Pero el
reglamento dice que la primera oreja la concede el público, y esta tarde la ha
pedido. Por tanto, mal por el palco, a quien quizás le hayan pesado las dos orejas dadas en el primero. ¿Mi opinión?. Pues yo s ella hubiera dado, me dan igual los pinchazos, lo que he visto me ha llenado como aficionado. De igual manera, tampoco me parece acertado que no
haya concedido la vuelta al ruedo en el arrastre al sensacional toro de
Parladé. Creo que era más que merecida. ¡Bravo, ganadero, enhorabuena!. Pero lo
que David Mora nos ha dejado en la memoria vale tanto como las orejas, y así se
ha demostrado en la apoteósica vuelta al ruedo que ha dado. Vuelta al ruedo que
debe recuperase, que siempre ha tenido gran valor y que, en los últimos tiempos
y no sé por que moda o capricho, está cayendo en el olvido. Como dicen por
aquellas tierras mexicanas que este domingo ha cerrado su Temporada Grande,
¡que bueno que volviste, David!. Gracias por tu ejemplo de superación. Te
esperamos muchas tardes más.
Peor suerte, bastante peor,
la que ha tenido el malagueño Saúl Jiménez Fortes con su lote, más pobre en
condiciones y juego que el que ha correspondido en suerte a Mora.
El segundo de la tarde,
primero del lote de Fortes, es devuelto a corrales por inválido tras ser picado
y gracias a que ha perdido las manos en un quite por chicuelinas del malagueño,
porque de no haber sido así no se hubiera ido para atrás a pesar que todos, menos el
señor Polo, habíamos detectado los defectos del parladé. Por cierto, que a Florito no le ha hecho falta ni sacar a los cabestros, el toro se ha ido él solo a los corrales nada más abrir el mayoral la puerta de toriles. ¡Se ve que su fama recorre las dehesas!. Sale en su lugar el
primer sobrero, “Barrabás”, de Juan Pedro Domecq. Toro en tipo a lo que es este
encaste, bajo de agujas, serio pero sin aparotosidad de pitones. Sale abanto y
justo de fuerzas, lo que desluce los lances de recibo capoteros de Jiménez
Fortes. Tampoco se emplea en el caballo, vara trasera a cargo de Francisco de
Borja Ruiz. Blandea a la salida del caballo, malos presagios. Se luce el
malagueño en un quite por chicuelinas pasándose al toro por la bragueta,
aplaudido por el público. Tercio de banderillas con oficio, eficaz pero alejado
de la espectacularidad de otros. Brinda al público. La embestida del toro es la
esperada a la vista de su escaso fondo. Rebrincado, con la cara arriba, dando
cabezazos sin celo en la muleta. Lo lleva Saúl a media altura para no
castigarle. Poco a poco lo mete en su muleta y le baja la mano, pero el
juanpedro tiene lo que tiene y pierde las manos en el remate de pecho. Por el
pitón izquierdo se queda muy corto. Intenta el toreo al natural pero el animal
no pasa, se revuelve, busca y tiene peligro. Traga una barbaridad el malagueño,
aplausos a la disposición y el valor. El toro está apagado, decide Jiménez
Fortes acortar los terrenos y se mete entre los pitones. Hace buena la máxima
de que si no embiste el toro lo hace el torero. Desplante final arrojando
la muleta al suelo. Muletazos finales
ayudados por alto y un cambio de mano lentísimo, lo mejor de la faena. Mata de
media delantera tendida y tres descabellos. Ovación para el torero por su
disposición y entrega, pitos para el mal toro en el arrastre.
El cuarto de la tarde,
“Linchador”, de 530 kg, presenta un pitón derecho que es un puñal. Toro bien
presentado, armónico, en tipo, como toda la corrida. Como su hermano de camada, da poco juego en el capote y en el caballo que monta Antonio Muñoz. Correcto
tercio de banderillas a cargo de Fernando José Plaza y José Luis Hernández “Zuri”.
El animal es noble, pero carente de emoción. Lo intenta por derecho y por
izquierda, de todas las maneras lo prueba Jiménez Fortes, sin conseguir, como
suele decirse, transmitir. Pases sueltos sin poder ligar a pesar de estar
voluntarioso toda la faena. Finaliza, como en su anterior oponente, acortando
las distancias, metiéndose entre los pitones, con una serie de manoletinas
arriesgadísimas, tanto que es prendido, afortunadamente sin consecuencias. Lo mejor, en estos
casos, irse a por la espada y pasaportar
al toro. Lo hace de entera tendida y caída, fea y defectuosa, pero
tremendamente eficaz. De nuevo, pitos para el toro en el arrastre y ovación
recogida desde el tercio para el matador.
El último de la tarde y del
lote de Saúl Jimenez Fortes, “Lampiño”, es un precioso negro mulato, serio y
bien rematado por delante. Recibo capotero con gusto, lances a la verónica con
mucha torería que despiertan los olés del público. Lleva al de Parladé al
caballo que monta Juan José Esquivel galleando por chicuelinas, con arte y
gusto. Puyazo trasero y bajo que tiene que rectificar el varilarguero, con buen
criterio. Lucido quite por gaoneras del malagueño, con susto incluido al
colarse el toro por el pitón izquierdo. En un bonito gesto de compañero, brinda
el toro a David Mora. Así son estos hombres. No se lo piensa dos veces y toma
decidido la muleta con la mano izquierda en e centro del ruedo. Naturales
largos y limpios en la primera serie. Pero pierde las manos al obligarlo por
bajo y a partir de ahí se vuelve
gazapón, incomodando a Fortes que no consigue acoplarse, sin encontrar el sitio
ni la distancia. Por el derecho va mejor. Sube el tono de la faena con una buena
tanda en redondo, con el de Parladé más encelado en la muleta, metiendo mejor
la cara y humillando. Pero las fuerzas que tiene son limitadas y el fondo
escaso, lo que desluce un tanto el toreo del malagueño quien, de nuevo, acorta
las distancias y vuelve a meterse entre los pitones del animal. Pases con la
muleta retrasada, en la cadera, alarde de entrega, pundonor y valor, por encima
del animal, sin duda, pero sin la emoción del toreo largo. No se le puede
reprochar nada a Jiménez Fortes esta tarde. La entrega ha sido máxima, pero el
ganado no le ha dado grandes oportunidades de lucimiento. Manoletinas finales
que son aplaudidas como reconocimiento a su querer estar toda la tarde. Mata de
dos pinchazos y estocada entera arriba. Es despedido con ovación al abandonar
el ruedo tras una digna actuación en la que sus oponentes le han dado poco
chance para triunfar.
Nos volvemos a casa después
de haber comprobado que estos dos toreros están totalmente repuestos de sus
graves cornadas y convencidos de que les veremos torear muchas más tardes. Es la grandeza del
toreo y de estos hombres, ejemplo de virtudes que hoy en día son poco reconocidas:
sufrimiento, sacrificio, valor, entrega y amor a una profesión. ¡Así es nuestra
Fiesta!
Antonio Vallejo
No hay comentarios:
Publicar un comentario