lunes, 30 de enero de 2017

¡Oh la la, Monsieur Castella!


Se veía venir. Antes o después tenía que ocurrir, era cuestión de tiempo que Sebastián Castella lograra un triunfo de peso, no en vano lo venía anunciando desde la pasada temporada en la que terminó como un cañón y en la que, a mi juicio, se les minusvaloró en plazas de tanto significado como fue Madrid, plaza en la que creo que brilló a gran altura pero en la que se le midió con un rasero exagerado y muy injusto si tenemos en cuenta lo que el francés hizo en las Ventas en cinco tardes en las que se sobrepuso a las escasas condiciones de los toros y en las que anduvo muy por encima de sus toros. Y fue ayer en La México donde de nuevo se mostró como lo que es, un torero portentoso, una figura en un momento de madurez espléndida. Solo hay que verle andar delante de la cara de los toros, relajado, cómodo, tranquilo, reposado, con las ideas claras y la mente despejada, entendiendo a la perfección a cada uno de sus oponentes, mostrando un conocimiento de los terrenos y un poder y mando sobre los toros difícil de ver. Toreó como los ángeles, todo temple, despacio, a compás, midiendo perfectamente las pausas, la velocidad de la muleta, todo suavidad, la altura de la muleta, las distancias que en cada momento se requerían, ritmo magistral. Desde el saludo capotero al segundo de la tarde era fácil presumir que era el día. El toreo a la verónica con las manos bajas, los brazos desmayados, ganado terreno en cada lance para rematar con una media de cartel, rozó cotas de belleza máxima, la misma que alcanzó en el quinto con un quite por chicuelinas ceñidísimas en las que el toro rompió para rematar con una revolera de gran plasticidad. Si con el capote anduvo magistral, aún más lo estuvo con la muleta. El torerísimo inicio de faena al segundo puso ya a los tendidos a mil. Por bajo, andándole al toro, ganando pasos para sacarlo a la segunda raya con trincheras y trincherillas de enorme gusto, con el colofón de un pase de desdén supremo. Hay que decir que este segundo toro de la tarde fue un animal noble y que metía bien la cara, pero había que llevarlo toreado, ¡y vaya si lo hizo el francés!. Por ambos pitones desarrolló una faena de temple, ligazón y largura, perfecta de colocación, con muletazos profundos y la mano baja, alcanzando un nivel extraordinario al natural, lentos, suaves, para soñar una vez más con la belleza infinita del toreo. Lo mismo se podría aplicar a la faena al quinto de la tarde, esta con el añadido de la quietud, que se sumó al temple, la largura, la ligazón y la mano baja. Enterró las zapatillas en la arena, se quedó clavado Castella y se pasó al toro por ambos pitones rozándole la barriga, algo antológico, increíble que sin mover un milímetro los pies compusiera tandas ligadas y con largura de la manera que lo hizo. A esas alturas de la tarde la afición mexicana estaba entregada al toreo del francés. Más aún cuando a sus toros les empezaron a fallar las fuerzas y se metió en esos terrenos en los que se encuentra increíblemente a gusto. Entre los pitones dio un recital de circulares por la espalda, cambios de mano y trincherazos que subieron la temperatura de La México a punto de ebullición. La guinda al pastel fueron las manoletinas finales al quinto, ceñidas, de verdad, no sobraban como tantas veces hemos visto, al revés, era lo que había que hacer. Estoconazo en todo lo alto que hace rodar sin puntilla al toro y que suponen dos orejas de ley, que hubieran sido tres de no haber matado de estocada defectuosa por trasera y caída más un descabello al segundo. Repito, triunfo merecido y de gran peso para Castella, crónica de una puerta grande anunciada y merecida desde hace tiempo, puerta grande en plaza de primera, de primerísima, La Monumental mexicana, en la Temporada Grande, triunfo rotundo que pone muy alto el listón para lo que resta de temporada en América y, si me apuran, para la temporada española que acaba de echar a andar este fin de semana en Ajalvir con la primera oreja de la temporada cortada el sábado por Sánchez Vara a un toro de Alberto Mateos y la primera puerta grande abierta en la localidad madrileña a cargo del novillero Amor Rodríguez al desorejar a un utrero de Antonio López Gibaja.
Corrida seria la de ayer en La México con seis toros de Los Encinos para la terna compuesta por el ya referido Sebastián Castella, el mexicano Octavio García “El Payo” y el peruano Andrés Roca Rey, y un toro de El Vergel para el rejoneador mexicano Jorge Hernández Gárate. Por fin una entrada más que digna, tres cuartos de plaza en la zona numerada, afluencia más escasa en la zona general, pero los tendidos de la México presentaron un buen aspecto para ver una corrida que tuvo en la presencia y las hechuras su mejor baza. Seis toros parejos, de bonitas hechuras, armónicos, serios y astifinos, aunque su comportamiento no fuera acorde a su morfología. Bajos de raza en general y con el denominador común de la falta de fondo y fuerza. Del encierro destacó el magnífico quinto al que Castella desorejó y el que hizo segundo, un animal noble y con clase pero que duró poco y que también tocó en suerte al galo. Cartel por tanto que despertó el interés de los aficionados azteca, y ya era hora. Posiblemente el próximo fin de semana con la presencia de Zotoluco, Enrique Ponce, El Juli, Morante y la duda de Luis David Adame también se registren buenas entradas en la Monumental, o al menos eso espero, atractivos los hay más que de sobra.
El que abrió plaza fue un magnífico toro de El Vergel que mantuvo fijeza en las cabalgaduras de Jorge Hernández Gárate y que sirvió para que el mexicano realizara una faena de calidad basada en la ortodoxia y la pureza, ejecutando las suertes y llevando la toro cosido a los lomos de sus caballos con clase y elegancia, sin excesos ni alardes de cara a la galería, con vistosidad pero sobriedad al mismo tiempo. Reunió y colocó francamente bien los rejones de castigo así como las banderillas largas y cortas, y le vi hacer algo que yo nunca había visto antes, torear a caballo con un sombrero charro en la mano dando pases cual si de una muleta se tratara, curioso y bonito, algo realmente distinto a lo que estaba acostumbrado en el rejoneo. Mató de un certero rejón de muerte pero el toro se amorcilló y tardó en doblar, haciendo necesario que Hernández Gárate tuviera que descabellar sin demasiado acierto perdiendo una oreja que seguramente hubiera cortado de haber sido más rápida la muerte del de El Vergel. Recibió una cálida ovación que recompensaba su buena actuación.
Octavio García “El Payo” es uno de los nombres de la temporada mexicana. Su evolución ha sido más que notable y se encuentra ahora en un momento extraordinario, demostrando una personalidad y un mando que le está llevando a sacar de sus toros faenas que parecen imposibles. No será raro que le veamos en este 2017 en las principales ferias y plazas de España y Francia, desde luego méritos está haciendo el hidrocálido. Ayer lo repitió ante dos toros sin fondo y sin fuerzas, dos toros que no transmitían pero a los que El Payo toreó con paciencia y técnica mayúsculas. El tercero era un ejemplar de magníficas hechuras, ancho de cara, abierto de pitones, muy serio, musculado, más en tipo al toro que nos gusta en España y menos en el tipo de toro mexicano. Magníficas las verónicas y la media de remate en el saludo capotero, plenas de clase y gusto. Desde salida da muestras el de Los Encinos de no ir sobrado de fuerzas, perdiendo las manos en el único encuentro con el caballo. Deslucido en la muleta, sin emoción ni transmisión, parecía que la faena iba a pasar sin pena ni gloria, y eso que el mexicano lo condujo templado, sin tirones, enseñándole la tela, primero por el pitón derecho en dos tandas en las que todo lo puso el matador, para posteriormente tomar la muleta con la mano izquierda y generar lo imposible, naturales mágicos salidos de la nada, a cámara lenta, acoplándose a la perfección al ritmo y la embestida del toro, templadísimo, relajado, con la mano muy baja. Se pueden imaginar la locura en los tendidos, extasiados con lo que estaban viendo de su compatriota. Sensacional El Payo, con el único borrón de matar de algo más de media estocada al segundo viaje. No hubiera sido descabellado pensar que si hubiera manejado mejor la espada bien podía haber cortado una oreja. Desde luego que los naturales que dibujó lo merecían. En el que hacía sexto vimos el mejor puyazo de la tarde, por no decir el único. Una vara bien colocada, con el toro encelado en el peto, metiendo los riñones y empujando con codicia, porque una vez más el tercio de varas fue un triste simulacro, cinco pinchacitos y nada más, pero por allí eso se valora en positivo. Toro con movilidad y repetidor aunque exigente, con la cara arriba, incómodo, ante el que había que estar. Precisamente esa movilidad la aprovecha El Payo en los primeros compases de la faena para citar en largo y sacar una tanda en redondo templada, bajando la mano para dominar el temperamento del de Los Encinos. Por el izquierdo era realmente complicado, cortando el viaje, con la cara alta y derrotando a mitad del muletazo. Claramente por encima del toro el mexicano, pero la falta de emoción y transmisión del astado restó valor a lo que hizo El Payo, llegando incluso a escuchar algunos pitos de impaciencia de un sector del público que le reclamaba abreviar la faena. Pero repito, la imagen que dejó ayer Octavio García fue de torero encajado, con las ideas muy claras y que sabe muy bien lo que quiere y lo que hace.
De Andrés Roca Rey poco se puede añadir que no se haya dicho ya. Su tauromaquia particular, su estilo valiente, despreciando al miedo y a las leyes de la física y el espacio, esas que dicen que si te pones en la trayectoria de un cuerpo en movimiento te arrolla, menos en el caso de Roca Rey que se interpone en la trayectoria de los toros y les hace pasar por la muleta, son sus señas de identidad, y los aficionados saben que cuando él está en la plaza no se van a quedar indiferentes, aunque los toros no embistan, como en el caso de ayer, porque ya se encargará el peruano de hacerlo. Ninguna opción tuvo Roca Rey frente a un lote infumable. Verónicas casi delantales de recibo en el cuarto, poniéndolo todo ante la falta de emoción y transmisión del toro, al igual que en el quite por chicuelinas y tafalleras rematadas por una cordobesa de gran belleza. Lección de entrega y pudonor con la muleta, ante un toro sin raza ni fuerza que no decía nada. Inteligente Roca Rey se fue a buscar los únicos terrenos donde podía sacar algo en claro y diseña una faena junto a las tablas, acortando las distancias y metiéndose entre los pitones para componer muletazos por ambos pitones a milímetros de la taleguilla, de enorme mérito no solo por el riesgo, sino por su capacidad para torear pisando terrenos imposibles haciendo que el toro pasara con emoción para levantar el vuelo de una faena que parecía iba a naufragar desde el inicio. Mató de estoconazo fulminante y cortó una oreja  premio a su valor, entrega y vergüenza torera  El séptimo fue el peor de la tarde, y eso que Roca Rey lo recibió con chicuelinas ceñidísimas y una revolera de remate coreada con sonoros olés desde los tendidos. Como en el cuarto, no se esconde el peruano y al salir del caballo ejecuta un quite por gaoneras y caleserina rematada por una media de mucho gusto que también caló en los tendidos. Y no hubo más porque el toro se vino abajo estrepitosamente. Sin fuerza alguna, protestaba cada muletazo, con la cara arriba, defendiéndose, y cuando se le obligaba perdía las manos de manera estrepitosa. Bastante hizo Roca Rey exponiendo ante un toro tan sumamente malo y sobra decir que estuvo muy por encima de su lote. Lo que está claro es que no ha perdido ni un gramo de esa frescura y ese estilo arrebatador  que le ha hecho ser un torero al que se espera en todas las plazas en esta temporada 2017 que ya está aquí.
Será este próximo fin de semana cuando la primera feria con empaque de la temporada abra sus puertas. Valdemorillo nos espera, pero La México sigue a toda máquina con el mano a mano entre Zotoluco y Ponce el sábado, quedando para el domingo la terna Juli, Morante y espero que un Luis David Adame recuperado. Será un apasionante fin de semana taurino…¡aunque haya que dormir poco!


Antonio Vallejo

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