domingo, 13 de marzo de 2022

Illescas, el principio y el fin


 Dos años han pasado, dos años que pesan como una eternidad, dos años desde aquel 7 de marzo de 2020 en que un grupo de amigos pasamos un día maravilloso disfrutando de una buena comida, una mejor sobremesa y la afición que nos une, el toreo. Era la de aquel día una corrida de José Vázquez para la terna compuesta por Morante de la Puebla, José María Manzanares y Pablo Aguado que resultó triunfal y nos hizo salir de la plaza soñando con una temporada llena de faenas inolvidables, triunfos y puertas grandes. Lo que jamás podíamos imaginar aquella tarde era que nuestros sueños se iban a convertir en una pesadilla. De repente todo se vino abajo, lo que siempre había sido nuestra vida se desplomaba y de un plumazo se nos robaba toda nuestra libertad. No hay mal que cien años dure, reza el dicho, y así parece ser, ya que hoy, 12 de marzo, hemos vuelto a Illescas los mismos amigos, repitiendo el mismo ceremonial; comida, sobremesa muy animada y divertida, rematada con esta afición inmortal que es el toreo,  para disfrutar de una corrida de José Vázquez para Morante de la Puebla, Roca Rey y Pablo Aguado. ¿A qué les suena?. Mismos toros y dos integrantes de aquella terna de 2020. ¿Casualidad?. No, ninguna, al revés, significado, emoción, sentimientos, simbolismo y ritual, lo que es el toreo, dejando claro a quienes pretenden prohibir lo que es nuestra tradición, nuestra esencia, que nada ni nadie podrá jamás con nosotros, que seguimos igual que siempre, inasequibles al desaliento, que si una pandemia devastadora no ha acabado con la que, aunque les pese, es nuestra Fiesta Nacional, ellos nunca podrán robarnos otra vez la libertad de elegir lo que nos gusta y cómo queremos vivir, como siempre, como lo hemos hecho desde generaciones atrás. Así hemos regresado a donde todo comenzó y donde hoy he sentido que todo ese paréntesis horrible en nuestras vidas está a punto de acabar. Ya solo queda quitar la obligatoriedad de la  pu... mascarilla y todo volverá a ser como lo hemos conocido desde que nacimos.
Una corrida de José Vázquez a mi modo de ver bien presentada, con buenas hechuras y trapío más que suficiente para una plaza de tercera como es la de Illescas, con seriedad y bien armada por delante - el primero cornidelantero tenía dos puñales que asustaban -  un tercer toro que en cuanto a presencia ha bajado la media, pero a la que no le pongo ningún pero en este apartado. Una corrida que aunque ha sido noble y ha tenido clase en cuatro de los seis toros lidiados, ha fallado en raza y fuerza, siendo sin duda el lote de Pablo Aguado el de peores condiciones, manso de libro el tercero, deslucido y descompuesto el sexto, por lo que muy poco ha podido hacer en la tarde de hoy. Pese a ese handicap ha dejado el sevillano muestra de su toreo templado y cargado de naturalidad, suave trazo, delicado manejo de las telas, todo muy despacio y con gusto. Así recibió por verónicas al tercero, jugando las muñecas con sentimiento, acariciando y acompasando la embestida de este manso que solo buscaba las tablas huyendo de los capotes y los caballos. Magistralmente lo llevó al peto andándole hacia atrás, metido en los vuelos del capote, la única manera posible de encelarle. Con la muleta tuvo que buscar los terrenos del tercio y allí, al abrigo de la tablas, compuso un par de series en redondo templadas y llenas del sabor que impregna su toreo. Poco más pudo hacer ya que el sexto no permitió nada. Con las manos por delante desde que salió, la cara alta, sin emplearse en los primeros tercios, y con todo eso llegó completamente desfondado a la muleta. Por si faltaba algo se pegó un topetazo monumental contra las tablas al salir del tercer par de banderillas que le dejó aún más inválido para la faena. Lo intentó Aguado de todas las maneras, le cuidó la altura, trató de conducirlo con la mayor suavidad, ni una brusquedad, todo temple, pero el animal daba lo que daba, no humillaba y pasaba por allí al tran-tran, descompuesto y deslucido. Digno y con suficiencia el sevillano dejándonos detalles de lo que es su toreo pero sin opción alguna para el triunfo.
Si nos fijamos en lo numérico y nos quedamos con el valor de los números la tarde de hoy ha tenido un claro triunfador, sin discusión alguna, el peruano Andrés Roca Rey, que ha cortado tres orejas y ha salido a hombros por la puerta grande. Si he hablado de la personalidad del toreo de Pablo Aguado, lo mismo tengo que hacer con Roca Rey. En mi opinión esta tarde ha sido él en estado puro, con ese toreo electrizante y escalofriante que maneja a las mil maravillas y que engancha a la casi totalidad de aficiones. Al segundo lo ha saludado a la verónica, bien, acompañando la embestida, pero donde ha empezado a calentar la caldera ha sido en su quite a la salida del caballo con uno por saltilleras muy ceñidas que han puesto en pie a la plaza entera. Ese calentamiento ha llegado casi a ebullición con el arranque de faena, ambas rodillas en tierra, toreando en redondo, la gente medio enloquecida y lo que les faltaba para el delirio llegó con un cambiado por la espalda de rodillas de infarto. Ya en pie la faena se estructuró sobre el pitón derecho, sin duda el mejor del toro. Un par de tandas ligadas con temple y profundidad fueron sensacionales, la mano baja y trazo largo, compactas y reunidas. Lo probó por el izquierdo pero por ahí no se empleaba, naturales sin continuidad y menos emoción por lo que vuelve al derecho y dibuja una última tanda en redondo profunda y con mucha emoción rematada con un pase de pecho larguísimo que casi acabó en circular y que puso la caldera de los tendidos en estado de explosión. Las bernadinas con las que abrochó la faena llevaron todo a estado de erupción, ajustadísimas, un nudo en la garganta en cada pase, a milímetros de la taleguilla, despreciando al miedo, desplegando esos recursos de arrojo y valora rayando en lo temerario que sabe manejar y con los que engancha a las aficiones allá donde torea. Si mata a la primera dos orejas hubieran caído seguro, pero el pinchazo previo dejó el premio en un apéndice. Conociendo al limeño ninguno dudábamos que en el quinto iba a salir con el cuchillo entre los dientes para cortar orejas como fuera. Así arrancó la faena con estatuarios hilvanados a un cambiado por la espalda y uno de desdén que pone al público en efervescencia. De nuevo fueron dos las tandas en redondo las que tuvieron enjundia, ligadas a mano baja, con recorrido y profundidad, pero hasta ahí duró el toro. Por el izquierdo protestaba y echó la cara arriba, sin fijeza, distraído a la salida del muletazo, toro claramente a menos también por el pitón derecho. ¿Qué hizo Roca Rey?. Lo que tantas veces he comentado, que si el toro no embiste será él quien embista. ¿Y cómo lo ha hecho?. Como tantas veces he comentado, acortando las distancias, metiéndose entre los pitones para arrancar muletazos por uno y otro pitón sin enmendarse, pasándose los pitones por la barriga como si nada. Ese toreo también conecta con el público y sabe cuando recurrir a él, y hoy sin duda ha logrado su objetivo. Ojo, que no se interprete esto como una crítica, a ver quién es el guapo que se pone en esos terrenos, pero creo que es un recurso, muy lícito y respetable, más que otra cosa. Se ha tirado a matar con todo dejando una entera que a mi me ha parecido caída pero que no ha sido obstáculo para que se pidieran las dos orejas con mucha fuerza y el presidente así lo ha considerado. Para mi una oreja me parecía suficiente, la faena ha sido buena, sí, pero en mi opinión peor que la primera en cuanto a profundidad y duración, y la colocación de la espada, en fin, ha sido como ha sido. Ahora bien, el público estaba encantado con lo que ha visto, pues no me parece mal que le hayan dado las dos orejas, prefiero pecar de generoso que de tacaño, más aún un día como hoy.
Decía que no hay discusión numérica en la tarde de hoy. Pero cuando sobre el ruedo está Morante de la Puebla se van al cubo de la basura los números, las matemáticas, la aritmética, la geometría, la estadística, todo sobra, y manda el sentimiento, el duende, la pasión, la magia del toreo eterno, ese pellizco que te recorre y penetra hasta lo más profundo del alma taurina. Han bastado las verónicas de saludo al que abría plaza para que toda la catarata de emociones contenidas en estos meses se desataran para gritar los olés más roncos que pudiera imaginar. ¡Qué verónicas!, a pies juntos, pegado a las tablas, hundido el mentón, cadenciosas, seda en la muñecas, aromas de primavera sevillana, acompañadas con la cintura, para morirse e ir al cielo a contarlo, más después de ver la chicuelina y los delantales por los que ha llevado al toro al caballo, toreo en su máxima expresión, ARTE. Y con la muleta, ¡ay mi Morante!, la que ha líado. El inicio por alto a dos manos ha sido para enmarcar, una joya digna de exponerse en el mejor museo, cosidos a toreo por bajo repleto de gusto y sentimiento, andándole con elegancia, hacia los medios, sublime, para seguir con tandas en redondo de las que hacen crujir el corazón, temple y ligazón, enroscándose al toro, muy despacio, deteniendo el tiempo una vez más, apoteosis al natural, hondos, supremos, y las agujas del reloj hipnotizadas, cada pase una eternidad, la mano muy baja, la locura. Epílogo por el mismo palo que el prólogo, por alto, a dos manos, ayudados imborrables para rubricar la sinfonía maestra por abajo, garboso, trincherazos que te parten en dos, torería elevada a la máxima potencia, Morante, solo Morante, único Morante. No sé qué hubiera sido si mete la espada a la primera, no sé qué hubiera sido si el toro no hubiera tardado tanto en doblar tras el segundo espadazo, pero me da igual, me importan poco los números y cualquier ciencia, Morante está por encima de cifras y datos. El toreo es mucho más que todo eso, el toreo es todo lo que he sentido en ese primer toro, el toreo es Morante. El que hacía cuarto poco permitió. Suelto de salida, sin fijeza, descompuesto, sin emplearse en el capote, la cara alta, sin recorrido, esperando en banderillas, deslucido, para llegar a la muleta sin entrega, haciendo presagiar que la faena iba a ser un visto y no visto, más no fue así. Lo probó Morante por todas partes, le buscó las cosquillas y probó todas las teclas, paciente, poniéndole la muleta, tratando de sacar algo, casi misión imposible, pero a base de temple y conocimiento robó algunos derechazos sueltos de mucho mérito y en los compases finales del trasteo una vez más surgió la magia del toreo con dos naturales bajando la mano y alargando el viaje que sabían a gloria pura. Enorme el tesón y el compromiso de Morante frente a este imposible toro al que acabó pudiendo, muestra de ello es cómo se rajó tras un pase por bajo lleno de mando. Eso también es Morante.

Antonio Vallejo






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