lunes, 11 de abril de 2022

Emilio de Justo: TORERO


TORERO. Con una palabra y un solo toro me vale para resumir toda una tarde, no me hace falta más. Valor, entrega, compromiso, dedicación, sufrimiento, sacrificio, integridad, seriedad, firmeza, pureza, verdad, poder, clase, gusto, armonía, temple… y me faltan palabras para definir a Emilio de Justo hoy en Las Ventas. Y me basta un solo toro, el primero, del hierro de Pallarés, para llenar toda una tarde, a veces no hace falta más ni quiero más. 

Ayer mismo cruzábamos entre aficionados unos mensajes en esa podrida red social que es Twitter – miserables que bloquean la cuenta de Emilio de Justo porque vulnera no sé que normas hipócritas - acerca de la idoneidad o no de la retransmisión de esta corrida de máxima expectación a través de Canal Toros de Movistar en la que había diferentes opiniones y puntos de vista, todos expresados como suele ser norma en el mundo del toreo, con educación y respeto. Soy de los que piensa que la Fiesta de los toros debe ser difundida al máximo, es nuestra cultura, forma parte de nuestra esencia y señas de identidad y por eso debe ser conocida por todos los españoles y mostrada al mundo entero. Luego cada cuál decidirá si le gusta o no e irá o no a los toros, esa es la verdadera libertad. Pero igual que pienso esto también creo que los toros son algo más, tienen una magia y un misterio que sólo se vive en la plaza y  hay tardes que deben sentirse en la plaza y luego contarlas al mundo, diciendo aquello de “yo estuve allí”. ¡Ay esas antiguas crónicas y esos relatos apasionados de los aficionados que nos hacían ver y vivir cada tarde de toros como si hubiera estado allí la televisión!. Quizás me deje llevar por mi romanticismo, quizás sea algo trasnochado y poco práctico, pero sinceramente creo que tardes como la de hoy de Emilio de Justo, como también es la del Domingo de Resurrección en Sevilla, una cita emblemática, deben guardar ese halo cuasi transcendental del toreo, esa liturgia que solo se puede vivir en la plaza y quedarse en nuestra memoria, ajena a tantos planos cortos y  cámaras superlentas.  

Y si hablamos de liturgia nada mejor que un Domingo de Ramos para plasmarla sobre la arena venteña. Igual que hace cerca  de 2.000 años Nuestro Señor Jesucristo fue recibido en Jerusalén entre aclamaciones,  loas, vítores, palmas y ramas de olivo hoy ha sido recibido el maestro en Las Ventas. Ovación atronadora durante y al romperse el paseíllo a la que ha respondido saludando montera en mano desde las rayas del tercio. Era lo previsto y lo que debía ser, la gesta que afrontaba lo merecía, pero nadie podía imaginar que lo  que le esperaba a de Justo era un auténtico calvario, dolor y sufrimiento en forma de cogida que nos dejó a todos con el corazón helado. 

Todos los aficionados sabemos lo que durante años ha sufrido peleándose con lo más duro del campo y las plazas del sur de Francia mientras en España se le negaba el pan y la sal. Sin alzar la voz, tarde  tras tarde, donde fuera y frente al ganado que fuera, a base de trabajo y sacrificio, se fue labrando un nombre y ganándose el respeto  de la afición francesa, esperando paciente la llamada de alguna plaza española. Y esa llamada llegó porque no podía ser de otra manera, y entre otras muchas empresas que abrieron los ojos y vieron lo que durante años se dejaron por el camino estaba Madrid. Seguro que todos los aficionados que se asoman a este blog conocen lo que voy a contar. Era Otoño de 2018, Emilio de Justo ya estaba reconocido en España y se anunciaba con una corrida de Puerto de San Lorenzo y la Ventana del Puerto el 30 de septiembre. Una semana antes, el día 23, toreaba en Monte de Marsan un encierro de Victorino Martín, y esa misma mañana conocía la noticia del fallecimiento de su padre en Cáceres. Dolido pero íntegro se vistió de luces y  a pesar de ser  corneado por el primero de su lote mediada la faena tuvo el valor de matarlo y cortarle una oreja. Operado en la enfermería de la plaza pidió una ambulancia y viajó toda la noche  para llegar a tiempo de  decir adiós a su padre. Y pocos días después, aún fresca la cornada del Victorino en el muslo y la de la muerte de su padre en el corazón, se presentó en la Feria de Otoño madrileña para abrir la Puerta Grande en honor a quién siempre creyó en él y le acompañó a todas las plazas. Este hecho es suficiente para describir a este TORERO que, como decía al inicio, me deja sin calificativos para expresar su inmensa magnitud. Y estoy seguro que a pesar de la gravedad del percance, el parte médico habla de fractura de las dos primeras vértebras cervicales y fisura en la base de cráneo, se repondrá y el próximo 15 de mayo le veremos vencer gracias a su fortaleza de espíritu  estas semanas de pasión que tiene por delante con una salida a hombros camino del cielo del toreo, el de la puerta Grande de Madrid.

Tarde espléndida, cielo radiante vestido de azul y oro, Las Ventas prácticamente llena, todo invitaba a soñar, más aún cuando saltó el que abría plaza, un precioso cárdeno de Pallarés, serio y con trapío que tomó con fijeza el capote de Emilio de Justo en un ramillete de verónicas suaves, acompasadas, cadenciosas, temple, seda pura en sus  muñecas, hundiendo el mentón, ganando pasos, para rematar con una media divina. Buena pelea del santacoloma en varas, arrancándose en largo, empujando abajo con celo, bravo toro, condición que mantuvo en banderillas, movilidad y fijeza, sensacional brega de Andrés Revuelta y magistrales los pares de José Chacón y Jesús Arruga, quienes correspondieron desmonterados la fortísima ovación de una plaza puesta en pie. Lo vio claro de Justo y se echó la muleta a la zurda, sin probaturas, componiendo una serie de naturales de auténtica antología, compacta, reunida, dándole el pecho, encajado, metiendo los riñones, la suerte cargada, temple, ligazón, hondura, todo, lo era todo, y el de pecho para volverse aún más loco de lo que estaba la plaza, todos en pie rotos a aplaudir. Máxima intensidad y emoción desde el inicio que no bajó ni un ápice en todo el trasteo, ritmo y compás, por ambos pitones, fueron cinco tandas, poderosas, repletas de clase, toreo profundo y de verdad, naturales celestiales, redondos con la mano baja enroscándose la embestida, los de pecho con los que abrochaba cada tanda largos, de pitón a rabo, y el de Pallarés que repetía con bravura hasta que en un derechazo de una profundidad infinita se rajó ante tanto poderío, volviendo al pitón izquierdo para epilogar la obra de arte por bajo, trincherillas y remates con un gusto exquisito, y en los tendidos el delirio de una afición entregada. Faena de poco más de veinte muletazos, perfectamente concebida, construida, desarrollada y medida por parte de este figurón del toreo que siempre lleva la verdad por delante. Y así entró a matar, recto y por derecho, como si fuera el último toro que matara en su vida, sin guardarse nada, aún sabiendo todo lo que le esperaba en los corrales y cuanto esperábamos de él en esta tarde de Domingo de Ramos, tal es su entrega. Fueron instantes angustiosos, la manera como el santacoloma le volteó y cómo cayó al suelo fue escalofriante, y la preocupación fue a más cuando le vimos apoyada en el estribo del seis sin casi reaccionar, incapaz de mantenerse en pie teniendo que ser llevado en volandas por su cuadrilla camino de la enfermería. Una oreja pedida con rotundidad fue el premio a su sacrificio. 

Y lo que nos temíamos ocurrió. El anuncio por megafonía indicando que tras la exploración realizada por los doctores Emilio de Justo no podía continuar con la lidia nos dejó deshechos, un auténtico bajonazo y mucha preocupación por su salud. Dios quiera que su recuperación sea total y que San isidro también eche su capote para verle precisamente el día del Santo Patrón. Desde ese instante la responsabilidad de sacar la tarde adelante recayó en el primero de los sobresalientes, el salmantino Álvaro de la Calle, 20 años de alternativa, un auténtico papelón y un trago para muchos pero que, sinceramente debo decir, ha resuelto con mucha dignidad y solvencia. Eso sí, carencias, falta de ritmo y lagunas se le han notado, lógico, es lo mínimo, lo contrarío sería imposible, pero ha afrontado lo que se le venía con firmeza y detalles de calidad. Además debo añadir que el público, en general, ha sido respetuoso, comprensivo y cuando las cosas se le ponían cuesta arriba, hasta cariñoso. Creo que hoy la afición de Madrid merece una ovación rotunda.

Saludó al segundo, de Domingo Hernández, a  la verónica, aseado, tratando de ganar pasos para rematar con una media correcta para rebajar los nervios de la situación. Algo más entonado en un quite por chicuelinas a la salida del primer puyazo mostrando detalles de clase en el manejo de la capa. Muy bonito el detalle de llevar la montera a la puerta de la enfermería al comienzo de la faena de muleta, gesto de respeto y reconocimiento al compañero herido. Faena de altibajos, algo lógico como ya he dicho. Buen arranque doblándose por bajo, con gusto, probando la embestida por ambos pitones. Series tanto en redondo como al natural marcadas por la falta de ritmo, alternando muletazos buenos con otros menos acoplados, intermitencias que restaron transmisión y emoción frente a un animal con clase y nobleza pero al que le faltón empuje y duración para levantar el tono del trasteo. Hundió la espada al primer intento pero su colocación algo trasera y atravesadita hizo que las pasara canutas con el descabello. Menos mal que prácticamente cuando el presidente iba a sacar el pañuelo para el tercer aviso. Menos mal que no ocurrió porque podía haber supuesto un mazazo para el sobresaliente hundiendo la tarde.

El tercero lucía el hierro de Victorino Martín, ofensivo, abierto de cara, astifino, muy en la línea albaserrada, igual que su comportamiento. Humilló desde salida, el hocico por la arena, metido en los vuelos, sin salirse, persiguiendo la tela y exigiendo que se le hicieran bien las cosas. Así llegó a la muleta, siempre con humillación, con clase pero muy justo de fuerzas. Voluntarioso Álvaro de la Calle, algunos muletazos de buen trazo, lo mejor fueron los naturales en las postrimerías de faena con el albaserrada embistiendo al ralentí, hondos, la mano baja, mucho temple y calidad en el trazo. De nuevo aseado el salmantino, esta vez mucho más solvente con los aceros que en su anterior ejemplar.

El que hacía cuarto, el toro de Victoriano del Río, fue un gran toro, de esos para recordar y a final de temporada meter en las quinielas como uno de los candidatos a mejor toro. Bravo, encastado, exigente, con movilidad, calidad, humillación, recorrido, fuerza y duración. Con todas estas cualidades no es de extrañar que se le diera la vuelta al ruedo en el arrastre, merecidísimo premio. Toro muy serio y ofensivo, grande, muy en tipo Victoriano, que saltó con brío y mucha movilidad además de mucha calidad en embestida. Una larga cambiada de rodillas para recibirlo y un ramillete de verónicas arrebatadas rubricadas con una media y revolera  levantan los olés y la ovación encendida para el sobresaliente que ha estado francamente bien en le manejo del capote en este toro. El tercio de varas ha sido, sencillamente, magistral, pleno de emoción y belleza. El toro colocado en largo, tres puyazos arrancándose pronto, hundiendo la cara debajo del peto, empujando con codicia, metiendo los riñones, y Oscar Bernal apoteósico, las tres varas agarradas arriba y delanteras, ejecutando la suerte a la perfección. Toda la plaza en pie, arrebatada con este tercio de  varas para guardar en la memoria. Y para que la emoción no decayera los dos sobresalientes rivalizaron en quites, primero Jeremy Banti por chicuelinas con el compás abierto y una media a mano baja repleta de sabor al que replicó de la Calle por el mismo palo, y los de plata nos brindaron un tercio de banderillas tan apoteósico como el de varas. Lo de José chacón en la brega ha sido magistral, ¡que maravilla cómo coloca al toro con un solo capotazo!, y los pares colocados por Andrés Revuelta y Jesús Arruga la perfección absoluta, por ejecución y colocación, dejándose ver, cuadrando en la cara y dejando los palos reunidos, con pureza y verdad, saliendo de la cara del toro con torería. No perdió ninguna de sus cualidades el de Victoriano al llegar a la muleta. Bravura, empuje, raza, calidad, duración, fijeza, repetición, siempre por abajo, desde las primeras tandas por el pitón derecho, sin duda el mejor toreo del salmantino, buena colocación, presentando la muleta, temple y mano baja, redondos ligados en el sitio, acoplado, incluso relajado en la segunda tanda, pasándoselo por la barriga, metiendo los riñones y los tendidos vibrando y rugiendo en olés a cada muletazo. Se le reclama que pruebe al magnífico toro de Victoriano del Río por el izquierdo, y así lo hace, con un  cambio de mano sublime cargado de aromas para quedarse colocado y componer un par de naturales muy lentos de enorme hondura, buen trato y gusto también con la izquierda. El cierre de faena por bajo también deja retales de torería que gustan. Algo más de media tendida y un par de golpes de verduguillo permiten a Álvaro de la Calle dar una vuelta al ruedo que le ha tenido que saber a gloria y que jamás hubiera imaginado completar. Como decía, el extraordinario toro de Victoriano del Río fue premiado con una apoteósica vuelta al ruedo entre el clamor de todos los tendidos. ¡Ay si este toro cae en manos de Emilio de Justo!, ¡lo que hubiera sido!, ¡el éxtasis! Y estoy seguro que a estas horas estábamos hablando de dos orejas o más y el toreo en su máxima expresión porque era de lo de lío gordísimo. 

Podría decir que ahí acabó la corrida porque el quinto, de Palha, un toro hondo y muy serio, de mazorcas impresionante y una amplitud de cuna espectacular no sirvió para nada. Escaso recorrido y pocas fuerzas, deslucido en el capote, dejándose pegar en el caballo, la cara alta en banderillas, poca movilidad, correosos en la muleta, sin acabar de pasar, la cara alta, soltando derrotes, sin entrega ni clase. Pinchazo al primer intento y otro susto al tirarse con todo al segundo y resultar volteado de la Calle afortunadamente sin consecuencias. Y el sexto, el de Parladé, un precioso colorado serio y con trapío al que fue a recibir a portagayola, tampoco acabó de romper en la muleta. No se le puede negar pundonor y corazón al salmantino con ese gesto y tras el esfuerzo de matar cuatro toros y en la circunstancia que ha sido, incluso nos ha dejado como despedida un bonito quite por delantales tras los dos sensacionales puyazos agarrados por Manuel Quinta, secundado por “El Algabeño” en dos magníficos pares de banderillas. Cierta clase en la muleta pero escasa emoción por la justeza de fuerzas del animal a pesar de los intentos de Álvaro de la Calle por adelantar la muleta y alargar el escaso recorrido de la embestida. Buen trato y voluntad pero el trasteo no levantó el vuelo y se le pidió abreviar, algo que hizo con acierto porque la tarde, ya casi noche, no daba más de sí.

En fin, una tarde de sentimientos encontrados, primero la ilusión, después la emoción del primer toro, a continuación la decepción, luego expectación y comprensión ante los acontecimientos y en el cuarto toro la añoranza del maestro y el sueño de lo que podía haber sido y no fue. Para mi eso es le toreo, sentimientos, así que me quedo con el primer toro, para mi vale por toda una tarde y refrenda lo que para mi es  Emilio de Justo: TORERO.


Antonio Vallejo


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