lunes, 27 de febrero de 2017

San Isidro toma cuerpo


Poco a poco hemos ido conociendo las composiciones de las primeras ferias de la temporada. La Feria de la Magdalena de Castellón y la de Fallas de Valencia están a la vuelta de la esquina y ya se hicieron oficiales hace unzas semanas. Por su parte Sevilla también es oficial, como lo es el Domingo de Ramos en Las Ventas y el de Resurrección tanto en Madrid como en Sevilla. 
Pero lo que todo el  mundo taurino está esperando con ganas es la composición de los carteles de San Isidro, los carteles de la primera feria del  mundo en la primera plaza del mundo, especialmente tras el cambio de empresa y las promesas que Simón Casas dejó en el aire el día de su presentación. Y parece que se perfilan combinaciones realmente atractivas de cara al mes de mayo, al menos es lo que se desprende de la noticia que he leído en Mundotoro.com y que, de confirmarse, promete un gran mes de toros en La Monumental. Según avanza este medio los carteles sobre los que se está componiendo el ciclo quedarían de un modo parecido a esto:

Curro DíazIván Fandiño y David Mora (Parladé)
Curro Díaz, Paco Ureña y Lopez Simón (Montalvo)
Antonio FerreraJuan BautistaManuel Escribano (Adolfo Martín)
Juan BautistaTalavanteDavid Mora (Núñez del Cuvillo)
Javier Jimenez (La Quinta)
El CidDiego Urdiales y Paco Ureña (Victorino Martín)
El Cid, Joselito Adame y Juan del Álamo (Alcurrucén)
Joselito Adame, posible Luis David Adame (conf.) (El Torero)
El JuliGinés Marín (conf.) y Alvaro Lorenzo (conf.) (Alcurrucén)
El JuliAlejandro Talavante y José Mª Manzanares (Victoriano Del Río) Beneficencia
Enrique PonceDavid Mora y Varea (conf.) (Garcigrande)
Sebastián CastellaLópez Simón y Javier Jiménez (Jandilla)
José Mª ManzanaresJoaquín Galdós (conf.) (Juan Pedro Domecq)
Sebastián CastellaAlejandro Talavante (El Puerto)
Miguel Ángel PereraLópez Simón y Roca Rey (Victoriano del Río)
El Fandi, Miguel Ángel PereraJosé Garrido (Fuente Ymbro)
Iván Fandiño (José Luis Pereda)
MoranteCayetano y otro (Nuñez del Cuvillo) Cultura
Juan del ÁlamoFortes (Lagunajanda)

Realmente esperanzador si estas combinaciones de toros y toreros se confirman. A destacar también lo que me parece una gran idea, volver a sacar Beneficencia del ciclo, aunque supongo y espero que se ofrezca con el abono. Eso es lo que ha sido prácticamente siempre, una fecha muy especial para una corrida extraordinaria que merece brillar con luz propia. Como también puede ser una gran idea la Corrida del Arte o de la Cultura, no sé cómo la llamarán al final, confeccionada alrededor de Morante de la Puebla y en la que se pretende aunar diferentes ámbitos de la cultura alrededor del toreo. Aunque habrá que ver lo que se ofrece en ese festejo, ya sabemos cómo es la plaza de Madrid y a lo mejor alguna innovaciones no son muy del agrado del público, o de parte de él. En cualquier caso saldremos de dudas en breve puesto que parece ser que dentro de una semana, el día 8 de marzo se presenten los carteles definitivos. Hasta ese día soñemos con lo que nos espera.

Antonio Vallejo

domingo, 26 de febrero de 2017

El rey David


Volvían los toros a Madrid, a Vista Alegre, en lo que ya se está convirtiendo en un clásico, la feria o corrida de invierno, un festejo que marca el arranque del año taurino de la capital. Y parece que también lleva camino de convertirse en clásico el triunfo del madrileño David Mora en esta tarde de sábado del mes de febrero. El pasado año abrió la puerta grande al desorejar al primero de Parladé y este año ha cortado una oreja a cada uno de sus toros para salir de nuevo a hombros, continuando de esta manera el idilio que mantiene con la afición madrileña. 

Un idilio basado en el gusto, la clase, la elegancia y la torería, un idilio al que sumar el drama y la épica del madrileño. El drama de aquel terrible 20 de mayo de 2014 en Las Ventas donde a punto estuvo de perder la vida, y la épica de su tesón, su fuerza de voluntad y su valentía para recuperarse de las duras secuelas de la cornada. Y eso no lo olvida la afición madrileña, se nota cada vez que Mora ha pisado la arena venteña o la de Carabanchel, el cariño, casi devoción con que es recibido. Y el madrileño sabe responder con lo que mejor que tiene, su clase, su buen gusto,su arte,  torería al fin y al cabo. Desde el saludo capotero al primero, a la verónica, templadas, suaves, acompañando el viaje del toro con el cuerpo, haciendo eco con los olés de los tendidos, se notaba en el ambiente que algo bueno estaba por llegar. Toro bravo y noble, repetidor y que humillaba, con transmisión, que no es lo mismo que decir fácil y cómodo, quede claro, al que había que someter primero para luego torear con el gusto que lo ha hecho David Mora. Redondos profundos, largos y con la mano baja, especialmente una segunda tanda rotunda, rematada con un sensacional pase de pecho. Por el pitón izquierdo el de Palmosilla no metía la cara con la misma clase, pero Mora le ha sacado algunos naturales magníficos, con hondura, ligados, merced a la buena colocación del madrileño y a una técnica fuera de serie. Al final de la faena retorna al pitón derecho y por ahí vuelven los muletazos profundos que dejan a los tendidos en estado de efervescencia ante la suerte suprema. Estocada entera y una oreja de ley con fuerte petición de la segunda y merecida ovación al toro en le arrastre. Media puerta grande estaba abierta. La otra media tenía que llegar en el cuarto, un toro noble pero falto de raza y bajo mínimos en lo que a fuerza se refiere. Y aquí el madrileño se ha inventado una faena, haciendo magia, sacando pases de una chistera con forma de muleta en un número de prestidigitación, de hipnosis colectiva, que al principio nadie podía ver. No sé de donde ha sacado los redondos, de donde han surgido tres naturales magníficos, de donde han venido los pases de pecho para rematar lo que parecía un imposible, ligar una sola tanda. Magia pura. Poco a poco, lance a lance, nos ha metido en su muleta y nos ha sumido en un estado de ensoñación del que solo hemos despertado con el estoconazo con el que ha hecho rodar al toro sin puntilla. Una vez certificado que lo visto no era ilusionismo sino toreo de verdad la media puerta que aún quedaba por abrirse lo hacía de par en par al cortar la oreja de este cuarto de la tarde que cayó en manos de un mago, de nombre David, no Copperfield, Mora.

El segundo atractivo del cartel de esta tarde era otro de los nombres que por derecho se han  hecho con un espacio muy importante en el corazón de la afición madrileña. El murciano Paco Ureña regresaba a España tras su extraordinaria temporada americana. Sin ir más lejos, el pasado 12 de febrero confirmó alternativa en la Plaza México dejando un sensacional sabor de boca en la afición azteca, que hubiera sido un triunfo rotundo de no haber fallado con los aceros. Allí vieron al torero poderoso y con mando que es Ureña, pero también al torero artista y con enorme clase que lleva dentro el de Lorca, algo que en Madrid ya llevamos comprobando desde hace años cada tarde que hace el paseíllo en Las Ventas. Sin rodeos, es un torerazo. Y eso que esta tarde ha visto como sus dos toros han tenido que ser devueltos por inválidos y en su lugar han salido dos sobreros también del hierro titular. Magnífico con el capote con las verónicas de saludo y un quite ceñidísimo  por gaoneras en el segundo, así como dos largas de rodillas llenas de emoción en el quinto. Por desgracia solo ha servido el segundo, porque el quinto ha sido un toro deslucido, de embestida descompuesta y brusca, sin clase alguna ante el que Ureña puso todo lo que se podía poner, incluso algo más, pero era imposible cualquier lucimiento ante las nulas cualidades del sobrero de La Palmosilla. Lo mejor de este quinto ha sido el espadazo hasta la bola con el que ha pasaportado al toro, tirándose como si de esa estocada dependiera toda su faena, dejando clara una disposición, una entrega y una profesionalidad digna de todo elogio. Una lástima porque venía de haber cortado una oreja al referido segundo bis de la corrida, un buen toro, con calidad, ante el que hemos vista la auténtica dimensión del toreo de Paco Ureña. Lección magistral de temple para conducir la noble embestida del de La Palmosilla, lección magistral de colocación para ligar los muletazos sin prácticamente rectificar la posición, lección magistral de hondura en  muletazos largos y bajos, barriendo la arena de Vista Alegre, y lección magistral de como detener el tiempo con un trozo de tela en varios redondos eternos, en los que parecía que lo veíamos fotograma a fotograma, despaciosidad máxima, belleza suprema. Y no digo nada de los pases de pecho con los que ha rematado las series, de pitón a rabo, enormes, de auténtica locura. Es increíble el reposo y la madurez que muestra Ureña en su toreo, es prodigiosa su capacidad para someter la embestida de los toros y es magistral su técnica y conocimiento de los terrenos. Faena exquisita rematada con una certera estocada y que vale una oreja de mucho peso. No hay duda que en esta temporada que está dando sus primeros pasos vamos a ver muchas tardes de triunfo del murciano. Si no, al tiempo.

Imposible, infumable, horrible el lote que ha correspondido al joven Varea, ante el que solo ha sido posible poner entrega y disposición a dosis altísimas por parte del castellonense. Conviene recordar que Varea toreó su última novillada el 9 de mayo de 2016 en Las Ventas y que seis días después, el 15 de mayo, se doctoraba en Nimes. Es decir, que se ha presentado en Vista Alegre con nueve meses de alternativa, por tanto creo hay que medirle como corresponde.  Y bastante ha hecho con ponerse y exponerse, como en el sexto, en el que hemos vivido segundos de angustia con el torero a merced del toro junto a las tablas que gracias a Dios han quedado en susto. Dos toros desrazados, sin clase alguna, deslucidos y descompuestos que han hurtado a varea cualquier posibilidad de triunfo. Arrebatado ha salido a recibir de capa al tercero, no en vano sus dos compañeros de terna habían cortado sendas orejas y no quería quedarse atrás. Muy buenas verónicas de saludo y dos medias extraordinarias al tercero, pero poco más ha sido posible sacar porque, para su desgracia, no ha tenido toros. Voluntad a raudales, entrega máxima, poniéndoles la muleta adelantada, tratando de llevarlos en largo, intentado hacer las cosas bien, con limpieza, queriendo sacar lo que tuvieran por poco que fuera, pero ninguno de sus dos oponentes tenían absolutamente nada dentro, carentes de fondo, sin recorrido, ambos cortaban el viaje y se revolvían soltando tornillazos, sin clase alguna. Menos mal que el público se lo ha reconocido con sendas ovaciones premio a su entrega y sus ganas, con cariño y justicia. Espero que tenga oportunidades a lo largo de la temporada, porque madera hay, pero necesita que los toros embistan y le permitan construir su toreo.

El único lunar que en mi opinión ha ensombrecido esta tarde de toros que con tanta ilusión esperaba ha sido la pobrísima entrada que ha registrado Vista Alegre. Un tercio de plaza, de una plaza cubierta, cómoda, confortable, en la que no hace frío ni te mojas si llueve y con un cartel lo suficientemente atractivo. Preocupante y para hacérselo mirar. Eso sí,  los que hemos estado allí hemos visto salir a hombros por segundo año consecutivo a un gran torero, un torero que ocupa un trono en el corazón de la afición madrileña, el rey David, Mora.

Antonio Vallejo

lunes, 6 de febrero de 2017

Morante y Juli: ¡Apoteosis maestra en La México!


¡Qué grande es el toreo!, ¡qué bello es este Arte!, ¡cuanta pasión y sentimiento encierra!. Aún sin reponerme de la antológica actuación del Maestro Enrique Ponce el sábado, un tornado de toreo vuelve a sacudir las emociones de todos los aficionados. Juli y Morante, Morante y Juli, otros dos Maestros, dos figuras de época, el duende y el mando, las musas y la técnica, nos han hecho volver a soñar en otra madrugada de magia torera que será difícil de olvidar.
La Monumental mexicana de nuevo llena para ver la confirmación de alternativa de Luis David Adame, algo que se esperaba con ansiedad por parte de la afición azteca que tiene depositada en los hermanos Adame todas sus esperanzas de ver de nuevo a un mexicano encumbrado como figura mundial del toreo. Los prolegómenos del festejo, coincidiendo con el 71 aniversario de La México, anuncian día grande. La parafernalia con la que adornan el paseíllo resulta impactante. Cinco charros a caballo portando la bandera mexicana, los matadores y sus cuadrillas formados en el centro del ruedo y el himno de México cantado por todos los aficionados puestos en pie en los tendidos abarrotados. ¡Ay si en España pudiéramos ver algo así!, aquí que el himno se silva y se insulta cuando suena en espectáculos públicos. ¡Cuanto me gustaría vivir algo así en Las Ventas!, el respeto y el amor a nuestra Patria y a nuestra Fiesta. Pero por desgracia me parece que me voy a quedar con las ganas.
En los corrales esperaban a ser lidiados seis toros de Teófilo Gómez. Dos de ellos, Muchacho y Don Marcos, fuero sorteados por la mañana y les correspondió el cuarto y quinto turno, lo que es lo mismo, les correspondió el inmenso honor de ser lidiados por los Maestros José Antonio Morante de la Puebla y Julián López El Juli. Cuando ambos toros saltaron a la arena se desató el huracán taurino de Juli y se destapó el tarro de las esencias de Morante, inundando La México de duende y de mando, de Arte puro, de toreo del mejor, otro frenesí taurómaco como el vivido el sábado.

El primero en desatar esa tormenta de las emociones fue Morante. El sevillano sacó al duende a pasear y el pellizco volvió en su máxima expresión para hacerse dueño de cuantos estaban en la plaza viéndolo en vivo y cuantos estábamos en nuestras casas viéndolo a través de Toros Tv. Lo que hizo ayer Morante de la Puebla hizo volar la mente a imágenes en blanco y negro, a pasajes de otro siglo, toreo de la época de oro, con suertes y lances de sabor añejo y de gusto profundo, la manera de andar, de moverse, de citar y ejecutar las suertes rezumaron aroma de romero  por los cuatro costados. Todo expresión, todo inspiración, todo surgía del alma, fluyendo de lo más profundo del sentimiento, nada preparado ni previsible, el Maestro Morante abstraído, dejando que el duende tomara al asalto el ruedo. El toreo de capa de Morante embriaga, las verónicas lentas, eternas, meciendo las manos, acunando al toro, acompañando el lance con todo el cuerpo, metiendo abajo la barbilla, sevillanía pura, Romero del mejor. Las chicuelinas garbosas, bajas y ceñidas duran una eternidad, la manera elegante, toreo de antaño, el modo de llevar y colocar al toro en suerte ante el caballo con un recorte antológico, todo en Morante es único, personal, inimitable, aparece en el momento, no es ensayado, es Arte. Todo eso lo ha disfrutado Muchacho, que se ha dormido y también ha soñado en el capote y en la muleta de Morante disfrutando las caricias de las telas, la suavidad de los engaños, la exquisitez de cada lance. Durante los primeros compases de la faena nos transporta el sevillano a principios del siglo XX en un mágico viaje en el tiempo, pegado a las tablas, erguido, el codo apoyado, relajado, pasándose al toro con una suavidad y una tranquilidad pasmosa, una estampa irrepetible. Los muletazos van surgiendo etéreos por ambos pitones y Muchacho siente que el tiempo se para en la muleta de Morante. Por bajo, templados, ligados, largos, a una velocidad que a su lado la cámara superlenta parecería ir acelerada, enroscándose al toro, acompasando el viaje con la cadera, belleza máxima, creatividad e improvisación, genio y figura, el duende invade todo. La cara del Maestro refleja su alma torera, entregado, abandonado al Arte que va surgiendo con naturalidad y una cadencia mágica. Todo tiene un sentido, cada redondo, cada natural, cada adorno, los detalles agitanados, todo tiene magia, todo está impregnado de torería en una faena para saborear dulcemente, el morantismo al que estoy rendido en toda plenitud. Son las dos de la madrugada en España, no sé si lo que estoy viendo es real o es un sueño. Me levanto, me cercioro de estar despierto y al comprobar que es así una corriente me recorre de pies a cabeza. ¡Qué grande es el toreo!. El estoconazo fulminante, arriba, volcándose sobre el morrillo, hace rodar al de Teófilo Gómez sin puntilla. Dos orejas, triunfo grande de Morante bajo el clamor de ¡torero, torero! y un regusto que llena el alma y la mente de todos los que amamos esta Fiesta. ¡Olé!.

La locura y el delirio volvían a los tendidos de La México, el duende se había encargado de recuperarlo tras la antología poncista del sábado. Y no se iba a ir porque tenía que saltar Don Marcos, ordenado en quinto lugar y cuya lidia corría a cargo de otro torerazo, otro figurón de época, El Juli. Ya desde salida dejó claro que no tenía intenciones de dejar ni un segundo de reposo a los aficionados, que no quería que el frenesí abandonara los tendidos ni la locura la cabeza de los aficionados. Magistral con el capote, desde las verónicas extrasuaves, de estética y belleza suprema, hasta las lopecinas y cordobinas, todo un recital capotero con el que monta un alboroto en los tendidos, puestos en pie, rompiéndose las manos a aplaudir y frotándose los ojos ante lo que estaban viendo, como yo frente al televisor, asegurándome que estoy despierto y que todo es real. La media de cartel con la que remata el quite es el no va más, un lujazo para los sentidos. El madrileño brinda al público sabedor de lo que tenía  guardado y del lío que iba a montar para culminar un fin de semana de éxtasis torero. Nos esperaba una lección magistral de mando, de poderío, de técnica y de conocimiento de los terrenos y las querencias. Clava las zapatillas en el centro del anillo y pega cuatro cambiados por la espalda ceñidísimos que hacen saltar por los aires las leyes del espacio y la impenetrabilidad de los cuerpos. Toreo en redondo templado, con la muleta adelantada, abriendo el compás para llevar al toro largo, tirando de él, despatarrado, con la mano baja, bajísima, más baja aún en cada muletazo, con la muleta a ras del suelo, ¡que digo, casi en el subsuelo!, ligando los derechazos de manera magistral con un derroche de técnica fuera de serie, siempre la muleta en la cara del toro, tapándole la salida y corrigiendo así la tendencia de Don Marcos a irse suelto al final del lance. Magisterio de Juli al que se le ve relajado y firme, dominador, toreando en largo y con hondura extrema hasta que el toro acabó rendido, claudicando ante tanto mando y poder. ¡Lo que vino a partir de entonces! Si Juli nos deleitó con un magisterio de mando cambió de asignatura y nos impartió una lección magistral de conocimiento del toro, las querencias y los terrenos. El de Teófilo se vio podido y buscó el refugio de las tablas. Allá que se fue el de Velilla y planteó la faena anclado a la arena, en una baldosa, sin moverse, pasándose al toro por ambos pitones, derechazos, naturales, por la espalda, trincherazos, arrucinas, desplantes, todo un recital y un auténtico alboroto en unos terrenos inverosímiles, dándole toda la ventaja al animal. Borrachera de toreo de Juli, los tendidos embriagados, gritos de ¡torero, torero!, en pie, rotos a aplaudir, incluso llegando a pedir el indulto, excesivo a todas luces por cuanto fue un toro que si bien metía la cara con clase y nobleza se rajaba, le faltaba un punto de casta y no se empleó en el caballo. Pinchazo al primer encuentro y estoconazo que revienta al toro. Dos orejas de ley y vuela al ruedo apoteósica sin que importara si había pinchado o no, sin sacar escuadra y cartabón para medir al milímetro la colocación de la espada, sin tics tiquismiquis y absurdos que tantas tardes hemos padecido en Madrid sin ir más lejos. Nueva lección de los aficionados mexicanos premiando lo que habían visto y sentido, una faena grande, enorme, una faena de Maestro, otra faena más para la historia de este bendito Arte.

Es cierto que Morante de la Puebla y Juli, al igual que  Enrique Ponce el sábado, se han llevado por méritos propios todos los titulares y todos los elogios, es lo mínimo ante tres faenas de antología de tres Maestros con una tauromaquia diferente y particular en cada caso, pero unas tauromaquias de época. Pero también es cierto que, al igual que el sábado, en la corrida de ayer domingo sería tremendamente injusto no reconocer la muy buena actuación del confirmante Luis David Adame. Desde que tomó el capote en el toro de su confirmación dejó claro que venía a por todas. Toreo clásico a la verónica para adornarse en un vistoso quite por zapopinas (que es así como llaman en México las lopecinas rescatadas por Juli del olvido) y una chicuelinas al paso llevando al toro al caballo con suma elegancia. Toreó francamente bien a su primer oponente, muy firme, mostrando una maneras y una madurez más allá de lo que se podía espera de un debutante. Buen toreo en redondo y al natural, encajado, templado, llevando largo al toro, bajando la mano, con gusto, muletazos hondos y profundos, en una faena compacta y bien estructurada siempre bajo un concepto clásico de la lidia. Los compases finales con pases por la espalda y adornos sirven para poner a La Monumental como una caldera en ebullición. La espada le privó de un trofeo al colocar un pinchazo hondo y precisar de dos golpes de descabello para finiquitar al primero de Teófilo Gómez. Justa la atronadora ovación que recogió el hidrocálido desde el tercio. Ninguna opción tuvo Adame frente al sexto, un toro descastado, suelto, sin fijeza y escaso de fuerzas. Embestida deslucida, siempre con la cara arriba, defendiéndose, con muy corto recorrido. Muy digno y dispuesto estuvo Luis David pero no había nada donde sacar. Por eso pidió el de regalo, mostrando unas ganas y una entrega encomiable. Tampoco tuvo suerte con el sobrero de Fernando de la Mora que saltó en séptimo lugar, un animal feo de hechuras y sin raza, que no se empleó en ninguno de los tercios, con tendencia a irse al final de cada muletazo. Por encima anduvo Adame en una faena pulcra y aseada pero que no llegó a despegar por la falta de emoción y transmisión del animal. Pero aún le queda mucho recorrido a Luis David y en no mucho tiempo le vamos a ver triunfar y darnos grandes tardes de toros, porque ganas no le faltan y cualidades las tiene a raudales.

En definitiva, un fin de semana de auténtico éxtasis en La Monumental con tres Maestros, tres auténticas bestias del toreo que nos han hecho sentir lo grande que es este Arte y que refuerzan aún más nuestra convicción en que la Fiesta no morirá jamás. ¡Viva el toreo!


Antonio Vallejo

domingo, 5 de febrero de 2017

ENRIQUE PONCE: Hasta el infinito…¡Y más allá!


El diccionario se queda corto, no encuentro calificativos para describir y expresar lo que sentí esta pasada madrugada al ver la enésima aunque penúltima faena de antología, faena para la historia, faena de otra galaxia, faena sublime, faena de cátedra, faena de locura, faena de éxtasis, faena cumbre…. de Enrique Ponce. De todas esa maneras he visto recogida en diferentes medios de comunicación tanto taurinos como generalistas la manera de referirse a la nueva obra maestra del que considero ya, y sin ningún rubor, el mejor torero de la historia. Penúltima, insisto, porque el maestro de Chiva aún nos tiene reservadas más tardes de ensoñación torera en la que abrirá de nuevo la caja de los sentimientos y nos llevará, como dice Buzz Lightyear, el personaje de la película Toy Story, "hasta el infinito y más allá", descubriéndonos un universo torero que no tiene fin en su capote y su muleta. No se me ocurre mejor forma de describir lo de ayer en La Monumental mexicana que esa frase, el infinito de un Maestro que el pasado 11 de octubre cuajó en Zaragoza lo que calificamos en su día como obra cumbre de su carrera y que ayer volvió a superar todos los registros del Arte, si es que el Arte se puede medir. Y lo hizo en La México, la plaza más importante de América y, junto a Las Ventas, del mundo, a las que recordemos que hay que ir a confirmar alternativa, tal es su magnitud dentro de la Fiesta. Y lo hizo el día en que otro maestro, Eulalio López "Zotoluco", el máximo exponente del toreo azteca en los últimos 20 años, decía adiós a una carrera plagada de éxitos, el día de su adiós a los ruedos. Y lo hizo con La Monumental por fin hasta arriba, con unos tendidos llenos de una afición que enloqueció con el toreo sublime, exquisito y elegante del Maestro Ponce. Una afición que ayer también tenía que haber salido a hombros por la Puerta Grande, una afición de matrícula de honor que nos dio una lección de conocimiento, educación, saber estar y sensibilidad de la que debiéramos tomar nota en España, concretamente en las Ventas. Ayer la afición mexicana contribuyó a hacer aún más grande la Fiesta, ¡olé por ellos!.
Corría el segundo de la tarde, de nombre Venadito, al que recibió Ponce con verónicas llenas de clase y gusto, templadas, acariciando al toro, con suavidad y dulzura, con una elegancia natural en el galleo para llevar al toro al caballo, rematando con una media de cartel, de belleza máxima. Tanta belleza como la que se desprendió de las chicuelinas desmayadas, con los hombros bajos , lentísimas, en un quite inolvidable rematado con una revolera que puso en pie a los tendidos. No podía ser de otra manera, Enrique brindó su toro al maestro Zotoluco. Siempre lo he dicho y lo mantengo, el Ponce torero y el Ponce persona son superlativos, un hombre íntegro dentro y fuera del ruedo. Ya lo había demostrado al romperse el paseíllo. El público pedía con fuerza que ambos matadores salieran al tercio a saludar. Enrique cedió ese honor a quien realmente lo merecía en la tarde de ayer, a quien se despedía de los ruedos, aquel de quien era la tarde y que debía recabar todo el protagonismo, quedándose él en un segundo plano, discreto, elegante, como es Ponce. Hace unas semanas he tenido la oportunidad de conocer y confirmar la categoría humana de Ponce quien se desplazó hasta a Madrid en plenas Navidades para visitar a alguien a quien tiene mucho aprecio, otro hombre íntegro que atravesaba un momento crítico de salud y con el que comparte algo que hoy en día está en desuso, la fidelidad a unos principios y unos valores. Esa es la dimensión del Maestro, más allá de los toros. El inicio de faena es torerísimo, por bajo, relajado, trincherazos exquisitos llevando al toro en largo, temple absoluto en su muleta. Ruge La México y se pone patas arriba con la primera tanda en redondo, desmayado, templado, lento, en largo, enroscándose  al toro, con un toque final de muñeca sublime, una auténtica maravilla. Yo no había visto jamás algo como lo que ocurrió en esos inicios de faena, la plaza en pie gritando ¡torero, torero!. ¡Y no había hecho más que empezar!. A partir de ahí la locura, el delirio, el éxtasis, ¡cómo sonaban los olés!. Ponce con la figura erguida, pasándose al toro enroscado a su cintura, desmayado, relajado, toreando para todos pero, sobre todo, toreando para él, disfrutando, con una suavidad y un ritmo inconmensurable. Los cambios de mano son infinitos, los naturales hondos, el toreo celestial. En su muleta toda una tauromaquia, colocación, distancia, altura, temple, largura, expresión, improvisación, elegancia y, como no, técnica y conocimiento. Nueva antología del valenciano, nueva lección magistral, penúltima cátedra de Ponce, ante un toro bueno, noble y repetidor, pero al que le faltaba un punto de casta que en otras manos quizás hubiera hecho irse abajo la faena. Por eso creo que aún es mayor el valor de lo que hizo Ponce, más allá de lo puramente estético. Belleza y pasión que alcanzó la estratosfera con las poncinas finales, eternas, una trinchera y un cambio de mano que vuelven aún más locos a los aficionados, si es que eso era posible a esas alturas, que no paraban de gritar ¡torero, torero!. Nunca he visto a Ponce tan relajado, todo en él surge de manera natural y elegante, como he señalado antes se le ve disfrutar y con ello nos hace disfrutar. Todo estaba hecho, faltaba rematar. No lo dudó Ponce y entró a matar recto para dejar un estoconazo arriba que hizo rodar sin puntilla a Venadito. Dos orejas y petición de rabo - yo se lo hubiera dado, sin ninguna duda - y una vuelta al ruedo apoteósica en medio del delirio general.  Faena redonda, rotunda,  histórica que quedará en el recuerdo de todos…hasta la próxima.
De no haber sido por la espada, el reinado de la faena a Venadito hubiera durado un toro, porque en cuarto lugar saltó al ruedo de La México Tumba Muros, un ejemplar de Fernando de la Mora, hierro titular del encierro, descompuesto y suelto de salida, con la cara alta, sin humillar y que no se emplea en el capote. Lo lidia más que torea Ponce. Sin fijeza, se va suelto, a su aire, al caballo, derribando al picador de manera aparatosa. No presagiaba nada bueno el comportamiento de Tumba Muros, pero enfrente estaba la muleta de un Maestro dispuesta a tumbar, a derrumbar, todos los muros y barreras de la lógica taurina.  El Maestro de Chiva inicia la faena flexionando las rodillas, elegante y estético, junto a las tablas, tirando del toro para ir metiéndolo en la muleta. Toro reservón, que mide y echa la cara arriba, complicado, al que Ponce va sometiendo y metiendo en los vuelos de la muleta a base de técnica, de temple y de muñeca, ¡enorme Ponce!, enroscando al toro a la cintura, metiendo los riñones para finalmente embarcarlo en la muleta. Lección de mando y poder que acusa Tumba Muros, acobardado, se raja y busca las tablas. Allí le planta cara el Maestro y en esos terrenos comienza la que va a ser una sinfonía del toreo auténticamente maravillosa. Una tanda por el pitón derecho templada, ligada, desmayando los muletazos, con los pitones cosidos a la tela, sin quitarle el engaño de la cara, para culminar con un cambio de mano majestuoso, eterno, que desata de nuevo la locura absoluta en los tendidos. Se suceden los muletazos por ambos pitones, cada cual mejor al anterior, los olés resuenan como pocas veces se habrán oído, el clamor de ¡torero, torero! es contínuo, muletazos eternos, algunos hasta 360º, cambios de mano, trincherazos, faena impensable, a un toro rajado y manso que solo quería huir del poderío de Ponce, pero que siempre se encontraba con la muleta ofrecida por el Maestro de Chiva en el hocico. ¡Cómo sería que al final de la faena trató de saltar al callejón huyendo de tanta demostración de mando y técnica!. Si en el segundo fue apoteósico, en este cuarto lo fue elevado a la enésima potencia por el mérito de torear de esa manera, con ese temple y esa belleza a un animal de las características de Tumba Muros. Los adornos finales, de nuevo flexionado, como al inicio de faena, son un canto a la estética más pura, una oda a la belleza suprema, poesía de verdad, torería en su máxima expresión. De nada importaron los pinchazos repetidos y los dos avisos hasta que el toro dobló las manos, los aficionados en pie, rompiéndose  a aplaudir, pidieron la vuelta al ruedo del Maestro, que resultó apoteósica y tremendamente emotiva, quizás aún más que la del segundo. ¡Ole, ole y mil veces ole por la afición mexicana!, ¡qué lección nos han dado!. Vieron Arte, gozaron del Arte, soñaron con el Arte y valoraron el Arte y con su actitud hicieron inmensa nuestra Fiesta. Ni un pito, ni un reproche por el fallo con la espada, tan solo reconocimiento y entrega a un torero de época, de historia, ¡qué digo! me quedo corto, ¡el mejor de todos los tiempos!. Dos orejas y rabo se merece la afición mexicana por su magnífico comportamiento en la tarde de ayer, sabia y justa, un ejemplo a seguir. ¡Gracias!.
Espero que me perdonen los aficionados mexicanos que se asoman a este blog. Ya sé que la tarde de ayer era la de la despedida de los ruedos del maestro Zotoluco, pero la actuación de Ponce eclipsa casi todo y no puedo evitar contar lo que vi y lo que sentí al ver triunfar de manera tan rotunda a Enrique. No tuvo nada de suerte Eulalio López con sus tres toros. Cortó una oreja de mucho peso al tercero, un toro en el que desplegó toda su tauromaquia de poderío y vergüenza torera, entregado, con un pundonor inmenso, siempre poniendo la muleta adelantada y tratando de llevarlo en largo y por bajo. Solo sirvió el pitón derecho y por ahí surgieron los mejores muletazos abriendo el compás, despatarrado, bajando la mano y alargando el viaje, con un cambio d emanó excelente y unos pases de pecho antológicos para rematar las series. Mató de certera estocada y paseó una oreja más que merecida. Pocas opciones dio a Zotoluco el que abrió plaza, un toro que no rompió en ningún momento y al que el mexicano cuidó y mimó hasta límites máximos. Faena pulcra, cargada de técnica, templada, pero que no llegó a tomar vuelo por lo deslucido del animal. Algo similar ocurrió con el toro que hacía quinto y cuyo nombre venía que ni pintado para la ocasión. El toro con el que Zotoluco cerraba su carrera como torero llevaba por nombre Toda Una historia. Dispuesto y enrabietado con el capote lo recibió con chicuelinas garbosas a manos bajas rematadas con una revolera preciosa, sensacional saludo capotero que hacía soñar con algo grande  a tenor de como metía la cara el de Fernando de la Mora. Pero fue tan solo un espejismo porque el animal se rajó a las primeras de cambio. Tan solo el inicio de faena junto a las tablas con ambas rodillas en el suelo y el molinete para ligar una tanda por el pitón derecho templada, con mucha clase y torería, junto a otra al natural con muletazos hondos que hicieron sonar los olés con fuerza aguantó el toro. Se vino abajo el de Fernando de la Mora, todo ello al son de las notas de "Las Golondrinas", imprimiendo al ambiente un tono de melancolía muy propio de esa tierra ante el que Zotoluco claudicó por momentos derramando alguna que otra lágrima mientras toreaba. Sin duda vivimos momentos sumamente emotivos durante ese quinto toro. Los referidos compases de "las Golondrinas" acompañando los lances de Zotoluco, el emocionado brindis a su mujer y sus dos hijos y, por encima de todo, el momento en que su hijo Álvaro le cortó la coleta en medio de una atronadora, sentida y emocionare ovación. Momentos de máxima intensidad emocional a los que se sumó con elegancia y cariño Enrique Ponce, fundiéndose en un prolongado abrazo en las rayas del tercio, un abrazo sentido, un abrazo de amigo, un abrazo de verdad. Debo decir que veo con cierta envidia la manera que tienen en México de despedir a sus figuras, a todas ellas en La Monumental, reconociéndoles su trayectoria, en tardes inolvidables. La imagen de los dos matadores saliendo a hombros, uno por haber cortado dos orejas y el otro por su extraordinaria carrera, son un auténtico ejemplo de lo que debe ser la Fiesta, lejos de la crispación, el falso purismo y la intransigencia absurda que tantas tardes sufrimos por parte de un sector de aficionados que debieran replantearse algunas actitudes nada beneficiosas para el futuro de este Arte que tanto amamos.
¡Viva el toreo!

Antonio Vallejo

Ganas de toros en Valdemorillo


Se notaba en el ambiente previo a la corrida. Tarde fría, despacible, lluviosa y ventosa, totalmente invernal, la de hoy en Madrid. A pesar que la climatología no invitaba precisamente a moverse y menos a ir a los toros ha resultado justo todo lo contrario. Muchas ganas de toros en la localidad madrileña de Valdemorillo, muchas ganas de toros en general en la afición madrileña que hasta esa localidad se ha desplazado par llenar en algo más de tres cuartos los tendidos de la cómoda y coqueta plaza cubierta de Valdemorillo. De no haber sido por las cualidades de la plaza el festejo de esta tarde se hubiera suspendido o hubiera sido un infierno tanto para los toreros como para los aficionados por el viento, el frío y la lluvia. Quizás debiera servir como ejemplo y empezar a plantearse muy en serio estudiar la manera de cubrir y proteger de las inclemencias del tiempo las plazas de toros. Resultaría muy beneficioso para el espectáculo y todos saldríamos ganando sin perder un gramo de pureza en la Fiesta.
Está claro que si uno encuentra comodidades para ver toros va a acudir a la plaza, pero si no se le ofrece un cartel atractivo no sirve de nada. En Valdemorillo se han reunido ambas condiciones, y el resultado ha sido más que notable. Seis toros de la ganadería madrileña de Monte la Ermita, procedencia Torrestrella, la mítica ganadería creada por D. Álvaro Domecq Díez en 1954, magníficos de presentación, de buenas hechuras, armónicos, muy serios, amplios de pitones pero sin exageraciones por delante, una corrida digna de una plaza de primera por peso y trapío en mi opinión  destacando el quinto, un auténtico tío que, el segundo y el cuarto. En cuanto a comportamiento creo que hay que destacar al primero por su fondo, nobleza y clase, el quinto por bravo y calidad y el cuarto, bueno pero que duró poco. Para lidiar este encierro una terna realmente atractiva, la compuesta por Manuel Jesús El Cid, Luis Antonio Gaspar "Paulita" e Iván Fandiño. Así es fácil comprender el sensacional aspecto que han presentado los tendidos de Valdemorillo y lo bien que lo hemos pasado, porque ante todo, repito, había muchísimas ganas de ver toros en Madrid. Por cierto, tarde en la que la afición no ha olvidado lo que hace un año ocurrió en esta misma plaza. En febrero de 2016, en esta misma feria, Víctor Barrio cortó dos orejas a un toro de Cebada Gago y resultó triunfador de la Feria de San Blas y la Candelaria del pasado año. Imposible era, por tanto, apartarlo de nuestra memoria. Un azulejo descubierto en el patio de cuadrillas en los previos de la corrida y una pancarta en un tendido así lo recordaban. En una contrabarrera han visto la corrida el padre y la hermana del torero segoviano, visiblemente emocionados, especialmente en el momento en que Fandiño le ha brindado el sexto de la tarde al padre de Víctor. 
El triunfador de la tarde ha sido el zaragozano Paulita, torero muy querido en Valdemorillo y que ya sabía lo que es salir a hombros en esta feria, algo que consiguió en 2014 al desorejar a un toro de Cebada Gago, dándose la casualidad que también estuvo presente el pasado año precisamente compartiendo cartel con Víctor Barrio. Mucho me ha gustado el aragonés en esta tarde, tanto por su entrega como por su toreo. Muy firme ante el primero de su lote, un toro deslucido, descastado, que no humillaba y que se defendía echando la cara arriba, sin opciones, de embestida descompuesta, dando arreones a diestro y siniestro. Muy seguro Paulita, poniéndose por ambos pitones, tragando mucho, exponiendo una barbaridad, muy digno. Mató de un estoconazo fulminante y recibió una merecida y cariñosa ovación que reconocía su entrega, valor y disposición en este toro. Nada que ver el quinto, un toro bravo, con fondo y clase al que Paulita ha cortado las dos orejas. Sensacional inicio de faena sobre el pitón derecho, tres tandas rotundas, templadas, con largura y ligadas. Muletazos hondos con mucho empaque. Es cierto que tras ese magnífico inicio ha bajado algo el tono de la faena, quizás porque al de Zaragoza le han podido las ganas de triunfar y agradar y ha encimado algo al de Monte la Ermita. Particularmente creo que el toro pedía más distancia para sacar todo lo que llevaba dentro, pero tampoco me parece justo ponerlo en el debe del torero, que ha mostrado un toreo de entidad y, sobre todo, una entrega encomiable. La sensacional estocada con la que ha pasaportado sin puntilla a este quinto ha sido motivo suficiente para que se pidieran con mucha fuerza las dos orejas, aunque algún disconforme ha habido en la plaza que ha protestado la concesión de los trofeos. Pero tiene que haber "gente pa tó".
El peor lote se lo ha llevado Iván Fandiño, que ha estado muy por encima de ellos. Brusco, con genio y peligro el tercero, un toro que en ningún momento humilló, que se revolvía y buscaba constantemente, y eso que en los primeros lances a la verónica, con mucho gusto y clase en el capote de Fandiño, parecía todo lo contrario. Puro espejismo. Firme y valiente el de Orduña, poniéndose por ambos pitones, siempre adelantando la muleta, tratando de llevar al toro metido en los vuelos, faena de mucho mérito en la que ha demostrado firmeza y superación, pero el de Monte la Ermita no se dejaba hacer absolutamente nada. Al entrar a matar el susto es tremendo al ver como le prende del vientre cayendo desplomado al suelo y quedar inmóvil unos angustiosos segundos. Gracias a Dios solo es un susto sin consecuencias y Fandiño coloca una sensacional estocada que acaba con la joyita que le había caído en suerte. El saludo capotero al sexto es también extraordinario. Verónicas templadas, ganado terreno al toro, desde el tercio a los medios, en cada lance lo saca un par de metros, con suavidad y un gusto exquisito. Toda la clase que ha demostrado el vizcaíno le ha faltado al toro. Otro ejemplar que no ha humillado y que no se ha entregado en ningún momento ante el que Fandiño ha estado de nuevo firme y seguro, mostrando un despliegue de recursos técnicos que han conseguido que veamos una faena de gran mérito en la que el torero ha tirado del toro exprimiendo lo poco que llevaba dentro, sobre todo en las primeras tandas por el pitón derecho, muy toreras, por bajo, flexionando las rodillas y con cierta largura. Una estocada casi entera algo trasera y atravesada y un descabello terminan con el sexto, recibiendo una calurosa y unánime ovación en reconocimiento a su, creo yo, muy buena actuación en esta tarde.
Aunque parezca difícil de creer Manuel Jesús El Cid hacía hoy su primer paseíllo en esta plaza. Sensacional debut el del sevillano, que ha cortado una oreja de peso al primero de la tarde, un toro con clase y nobleza que de salida no parecía tanto. Algo distraído y sin emplearse demasiado, pero al que El Cid ha visto claro desde el principio. Casi no se le ha picado por indicación del matador y así ha llegado entero a la muleta. Faena compacta y con mucho gusto a un toro con fondo que ha humillado y al que El Cid ha toreado con una facilidad y un gusto fuera de serie. Lances profundos por ambos pitones, relajado, con una suavidad extrema, temple máximo, la mano baja, perfectamente colocado para ligar los muletazos, tanto en redondo como al natural. Faena rotunda con adornos finales en forma de trincherazos de gran belleza para matar de estocada casi entera volcándose sobre el morrillo. Oreja de ley para el de Salteras que invitan a soñar de cara a lo que resta de temporada. El cuarto también fue un buen toro, con clase y sobre todo movilidad, pero que no se entregó ni llegó a romper como el primero. Muy dispuesto y firme Cid, los mejores pasajes han venido al inicio de la faena y por el pitón derecho con una tanda de redondos largos bajando la mano, único pitón del toro, ya que por el izquierdo se quedaba corto y se defendía echando la cara arriba. Nada que reprochar al Cid que ha aprovechado lo que tenía el de Monte la Ermita y que ha demostrado unas ganas y una disposición que otras muchas veces hemos echado de menos. De nuevo mata entrando por derecho y recibe una clamorosa ovación a la que responde con saludos desde el tercio y que premia su actuación en esta tarde de Valdemorillo. 
Y no quiero terminar sin hacer una mención especial a dos toreros de plata que para mi gusto han estado excepcionales en esta tarde de sábado. El primero de ellos es alguien ya muy conocido, un magnífico subalterno, Curro Robles, de la cuadrilla de El Cid, quien ha bregado a las mil maravillas al primero de la tarde y que ha colocado dos sensacionales pares al cuarto de la tarde, viéndose obligado a desmonterarse para saludar la tremenda ovación que ha recibido. El otro es Manuel de los Reyes, tercero de la cuadrilla de Paulita. ¡Vaya recital en banderillas!. Ha colocado un par a cada uno de los toros del lote de su matador de una manera portentosa. Andando despacio hacia la cara del toro, las manos bajas, dejándose ver, para arrancar y reunir de poder a poder, sin ventajas, asomándose al balcón, dos pares antológicos. Siempre hablamos de los matadores, muchas veces de los toros, pero muy pocas de los toreros de plata, que es como a mi más me gusta llamarlos, piezas fundamentales en le desarrollo de la lidia y de cuyo buen hacer depende que el toro llegue en las mejores condiciones a la muleta del matador. Desde aquí mi reconocimiento una vez más para ellos, hoy en las figuras de Curro Robles y Manuel de los Reyes.
Y sin pausa, tras dejar atrás Valdemorillo, cómodamente acoplado en el sofá frente al televisor, empiezo a ver el mano a mano de La México entre Zotoluco y Enrique Ponce, con una Monumental por fin llena para ver al maestro mexicano en el día que se despide de los ruedos. Tarde de toros y madrugada de toros, sesión continua, como antiguamente en los cines, una maravilla para los aficionados.

Antonio Vallejo

miércoles, 1 de febrero de 2017

Feria de Fallas: Carteles de lujo


37 días, poco más de un mes, para prender fuego a la mecha de las Feria de Fallas valenciana. El próximo 11 de marzo abrirá sus puertas el coso de la calle Játiva y el primer paseíllo de la primera de las ferias grandes españolas echará a andar.
Hace tiempo que con cuentagotas se han ido anunciando posibles combinaciones de toreros y ganaderías, y lo que días atrás eran rumores ya son hechos confirmados. A la vista de la confección de los carteles no hay duda que nos encontramos ante una feria muy atractiva y con argumentos para soñar con grandes tardes de toros. Se echa de menos la presencia de Morante de la Puebla y José Garrido, una pena, pero lo que se viene no está nada, pero que nada, mal:

CORRIDAS DE TOROS

Sábado, 11 de marzo: Toros de Alcurrucén para Juan Bautista, Fortes y Álvaro Lorenzo.
Domingo 12: Toros de Fuente Ymbro para Juan José Padilla, Curro Díaz y Manuel Escribano.
Miércoles 15: Toros de Jandilla para David Mora, Paco Ureña y Javier Jiménez.
Jueves 16: Toros de Victoriano del Río para Sebastián Castella, Miguel Ángel Perera y Román.
Viernes 17: Toros de Núñez del Cuvillo para El Fandi, Manzanares y Roca Rey.
Sábado 18: Toros de Juan Pedro Domecq para Enrique Ponce, Cayetano y Ginés Marín.
Domingo 19: Toros de Garcigrande para El Juli, Alejandro Talavante y López Simón.

CORRIDA DE REJONES
Domingo 19: Matinal. Toros de Fermín Bohórquez para Diego Ventura, Manuel Manzanares y Lea Vicens.

NOVILLADAS PICADAS
Lunes 13: Leo Valadez, Diego Carretero y Jorge Rico.
Martes 14: Cristian Climent, Andy Younes y Marcos.

Ahora solo queda que los toros embistan y veamos grandes faenas. Y que el que no quiera que no vaya, ¡pero que nos dejen disfrutar de nuestra Fiesta!

Antonio Vallejo