lunes, 13 de marzo de 2017
Simón Casas, Morante y Manzanares, pasión y sentimiento
Intenso, emocionante, gran fin de semana este de marzo que marca el despegue a lo grande de la temporada taurina en tierras de España. Aunque más que fin de semana, me atrevería a decir que semana cargada de emociones y sueños de cara a lo que nos espera. Tras el aperitivo de Valdemorillo, Olivenza y Vistalegre no hay duda que la Feria de Fallas constituye el primer coloso de la temporada, la primera cita en plaza de máxima categoría. Pero este año el serial valenciano ha venido precedido y quizás un tanto eclipsado en su inicio por el que era el acontecimiento más esperado por la afición, la presentación de los carteles de San Isidro, con nueva empresa al mando de la plaza de toros de Las Ventas, un equipo capitaneado por Simón Casas, precisamente el mismo que lleva el coso valenciano, y lo que ello ha conllevado de rumores, intrigas y cábalas. Como ya se ha hablado largo y tendido sobre esta presentación no creo que merezca la pena repetirse mucho, pero sí que hay un aspecto que me gustaría tocar y que aprovecho estas líneas para hacerlo. Los jueves a las diez de la noche hay un programa semanal en ese magnífico canal temático único en le mundo del que tenemos la suerte de disfrutar, "El Kikirikí" de Canal Toros que conduce con gran maestría David Casas y que se estructura en dos partes bien diferenciadas. Una primera en la que David hace una entrevista, mejor dicho, es más una conversación entre amigos que una mera entrevista, a un torero, hablando de lo profesional y lo personal, desenfadada, ágil y tremendamente agradable, un delicia. El personaje invitado el pasado jueves fue Sebastián Castella, un maestro que nos abrió sus recuerdos, sus vivencias y sus sentimientos, así como sus planes de futuro. La segunda parte del programa la constituye una mesa de debate sobre un tema concreto. En esa mesa se han analizado las claves de la nueva temporada, las Fallas, la Feria de Abril, el futuro de la escuela taurina de Madrid… Como era lógico pensar, esta semana tocaba San Isidro y sus carteles, y para su análisis contó con Simón Casas junto a otros tres periodistas taurinos como invitados. Allí se habló de lo bueno y lo malo, de lo que cada uno echa de menos en el ciclo, qué toreros podrían haber figurado y no están, lo que pudiera mejorarse, el debate de por qué algunas figuras cuentan con menos presencia de la que a muchos nos gustaría, si es problema solo de la empresa o si las propias figuras tienen también mucho que ver por sus exigencias no solo económicas, sobre el elenco ganadero, la variedad de encastes, quizás algo menor de lo que se esperaba, incluso se debatió si el diseño difería en muy poco a ciclos anteriores, una primera parte con carteles de matadores de "segunda fila", dicho con todo el respeto, un núcleo central con la figuras y un final con los encastes "duros" o semana torista, el acierto de separar Beneficencia y añadir la Corrida de la Cultura, todo ello en un ambiente sumamente entretenido e interesante. A Simón Casas se le podrá reprochar lo que sea, pero después de verle y escucharle el pasado jueves nadie puede dudar de su pasión y su ilusión. Escuchar su discurso emociona y anima a ser muy optimistas de cara al futuro, desborda alegría y llena el ánimo del aficionado. Su argumento es muy simple pero muy intenso. Él solo busca crear arte y belleza, que la gente disfrute con la Fiesta, quiere que se vuelva a llenar la plaza de Madrid día tras día (lo que también supone un beneficio económico, algo que lógicamente no oculta y que se encargó de recordar con sinceridad y claramente porque es empresario y ha invertido mucho en ello, algo que le honra) y no solo que la llene, sino que salga contando a todo el mundo lo que ha visto, como se decía antiguamente, toreando por la calle, quiere que la imagen de la Fiesta sea la de la alegría, buscando lo positivo y tratando de dejar aparcada, o al menos rebajada, la crispación. Esa postura entusiasta la comparto plenamente, siempre he defendido que la Fiesta necesita la ayuda de todos, y en ese todos estamos incluidos los aficionados. Y si demostramos felicidad posiblemente la contagiemos y el público general se acerque más a los toros. Por supuesto, cuando algo se haga mal, cuando no salgan las cosas como debieran o nos gustaría, hay que decirlo y protestar, ¡cómo no!, pero quizás haya que echar a un lado ciertos prejuicios y fobias que todos sabemos rondan algunos tendidos de Las Ventas manteniendo, como el propio Simón Casas dejó claro, la ortodoxia, la seriedad y la máxima exigencia de la afición venteña, entre la que me incluyo. Así que creo que Plaza 1 merece un voto de confianza y que hay que mirar con esperanza y sobre todo con ilusión a esta nueva temporada en Las Ventas y a este ilusionante San Isidro. Tiempo habrá de criticar si es necesario, de sacar a la luz los errores, si los hay, y los aciertos, que a buen seguro serán bastantes. Pero no tiremos piedras contra nuestro tejado y dejemos que el tiempo, el toro y los toreros dicten sentencia. Ese será el momento de dar nuestro veredicto y aplaudir o censurar a la nueva empresa. Hasta ese día vivamos concentrados en la ilusión.
Y si Simón Casas ponía la nota de pasión e ilusión en un plató de televisión el jueves, el sábado dos maestros recogían el testigo y ponían la emoción, el sentimiento, el arte y el delirio en Illescas. Lo habían bautizado como Feria del Milagro, una idea surgida de la mente de Morante de la Puebla, el único capaz de hacer que Pepe Luis Vázquez se enfundara de nuevo el vestido de luces, se liara el capote de paseo e hiciera el paseíllo en la localidad toledana. Y lo que se vivió el sábado fue más que un milagro, fue la encarnación del Arte supremo en las manos y los trastos de torear de dos hombres, Morante de la Puebla y José María Manzanares. El maestro Pepe Luis Vázquez dejó detalles de su enorme clase, un gusto exquisito en algunos trincherazos, el sabor de su toreo quedó plasmado en algunos naturales y derechazos suaves y lentos, desprendió torería a raudales en sus verónicas y la media de remate, algo con lo que se nace y se muere, dejando un poso de toreo añejo que fue justamente recompensado con una vuelta al ruedo envuelta del cariño de todos los asistentes a la plaza de Illescas. Pero fueron Morante y Manzanares los que el sábado se encargaron de llenar el depósito de la ilusión, la emoción, la alegría de cada uno de los aficionados presentes en Illescas para contemplar dos obras de arte de inmensa magnitud ante el segundo y el sexto de la corrida.
De Morante, ¿qué voy a decir yo?, devoto morantista, sin tapujos, lo reconozco y divulgo sin complejos. Es único, es incalificable y es inclasificable. Es Arte puro. Si fuera escultura sería el David de Miguel Angel, si fuera pintura la Capilla Sixtina, si fuera literatura el Quijote, si fuera mágica la mejor de la óperas de Verdi, pero como es torero es el pellizco, es la magia, es el duende. Una vez más nos dejó las manos rotas a aplaudir y la garganta ronca por los olés profundos y sentidos a cada verónica, el mentón clavado, acompasando el viaje, cargando la suerte, temple y armonía, cadencia y despaciosidad, aliviando por alto cuando lo necesitaba pero con la gracia que solo él tiene, la media de remate más que de cartel, por sí sola un auténtico monumento a la belleza, más verónicas al paso, lentas, mucho más que eso. Y con la muleta bordó el toreo por derechazos y al natural, temple y ligazón, parando el tiempo, eternos muletazos, las trincheras antológicas, con el gusto que impregna el maestro a cada lance, todo fruto de su inspiración, todo surge desde dentro porque lo lleva dentro, torea para sí, abstraído, disfrutando, dejándose, abandonado a la composición de una bellísima obra. Dos orejas apoteósicas que hacen grande al toreo, dos orejas majestuosas que hacen que la felicidad invada el corazón de cada aficionado, dos orejas que muestran que al de la Puebla del Río queremos verle mucho más que una tarde, dicho sea de paso. El delirio que Morante ha generado este sábado es una inyección de ánimo y de optimismo para la Fiesta, lo que se necesita en estos tiempos, la imagen del Arte, la imagen de la belleza del toreo, la imagen de la alegría, que es lo que debe ser nuestra Fiesta.
¡Y Manzanares! Tocado con la varita mágica de las hadas de la Tauromaquia, por sus venas corre sangre con esencias del mejor toreo, y desde el cielo su padre suspira con cada muletazo que ve dar a su hijo, elegancia innata. Toreo a la verónica supremo, largas, templadas, poesía pura, otro canto a la belleza. Las chicuelinas con las manos bajas, sello y calidad Manzanares, son de genética, una reencarnación del padre, desatan la locura en los tendidos. Locura que no iba a parar hasta que el presidente concedió el indulto a Fusilero, un gran toro de José Vázquez. Torería en su máxima expresión, desde los trincherazos de inicio, los cambios de mano y los de pecho, que parecían circulares por lo largos, todo con temple exquisito, suprema suavidad, pausado, con ritmo y la cadencia precisa. Por el pitón derecho y por el izquierdo no se cansaba de embestir humillando el buen Fusilero, José Maria lo llevaba en largo, la mano baja, componiendo la figura con clase y elegancia, ligando cada muletazo, redondos y naturales de máximo nivel, trincherazos y pases de desdén coreados con atronadores olés que surgían de lo más profundo de cada aficionado, más olés nacidos del sentimiento puro, y el maestro que seguía y seguía toreando como los ángeles. El final fue el remate perfecto a una tarde mágica, del milagro, como se anunciaba la Feria de Illescas. El indulto a Fusilero plasma lo que es nuestra Fiesta, emoción, pasión, ilusión y sentimiento, alegría y felicidad, triunfo del torero y triunfo del toro que vuelve al campo para seguir disfrutando de la vida gracias a su bravura.
Esa es la realidad de la Fiesta, esa es la verdad del toreo, la lucha de un hombre frente a un animal bravo y noble para generar belleza, para crear Arte, precisamente lo que el jueves pregonó Simón Casas en un programa de televisión. Y lo llevaron a la práctica José Antonio Morante de la Puebla y José María Manzanares, artistas supremos. Una vez más los medios de comunicación no taurinos, los llamados generalistas, han vivido ajenos a la Fiesta, ignorándola, siendo la única referencia a los toros en sus informativos del fin de semana la grave cornada sufrida por Juan José Padilla en Valencia. Como de costumbre sólo les interesa la sangre y el dolor para intentar distorsionar la verdadera esencia y la imagen de este Arte tan bello que es el toreo y que se basa en la ilusión, la pasión y el sentimiento, virtudes proclamadas por Simón Casas y plasmadas en una plaza de toros por dos maestros, Morante y Manzanares.
Antonio Vallejo
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