domingo, 30 de abril de 2017
Antonio Ferrera, ¡TORERO!
Mucho se podría hablar y contar de la corrida de esta tarde, de los victorinos, sus buenas hechuras, en tipo, muy Albaserrada, del tercero, cuarto y quinto que destacaron sobre los demás por juego, de la buena pelea de toda la corrida en el caballo, de Cobradiezmos y su imborrable recuerdo, de Manuel Escribano que se fajó con un peligroso primero y que casi cortó una oreja toreando a las mil maravillas al quinto pero que emborronó con la espada, de una oreja ganada por Paco Ureña en una faena de menos a más con una final cargado de torería y un estoconazo fulminante, de una tarde sevillana previa al alumbrao de esta noche. De todo eso y mucho más se podría hablar, pero hoy hay algo que para mi eclipsa todo: Antonio Ferrera, que se ha mostrado como un maestro y que, al menos a mi, me ha emocionado y me ha puesto los pelos de punta.
Antonio Ferrera, nacido en Buñolas (Mallorca), que con siete años se trasladó a Badajoz con su familia y es en esa tierra extremeña donde creció y se formó como torero. Curtido en mil batallas, experto en estos encastes, miles de tardes se las ha visto con hierros de los denominados duros, Victorino, Adolfo, Miura, Cuadri, Palha, etc, etc. Un hombre que siempre ha dado la cara y que en 2016 sufrió una grave lesión que le ha tenido apartado de los ruedos durante meses que parecían que nunca iban a tener fin, un hombre que hoy volvía a Sevilla para matar el encierro de Victorino Martín, ¡casi nada!, con la responsabilidad que ello conlleva y un hombre que se ha mostrado en plenitud torera, cumbre, en una madurez dorada como los bordados de su vestido, con una verdad y una entrega tan pura como el azul purísima de su vestido.
Ha sido en el cuarto, un negro entrepelao de 570 Kg y de nombre Platino. Un toro de buenas hechuras, muy en el tipo de la casa, encastado, repetidor, exigente y con peligro, uno de esos toros que, como solemos decir, te piden el carnet. Y Ferrera le ha enseñado el carnet en regla, sin fecha de caducidad... y un par de cosas más que las tiene bien puestas. Desde los primeros compases, desde el saludo capotero ha surgido la emoción. Toro para someter y dominar, al que Ferrera le presentó el capote a ras del albero, lo lidió (¡qué término tan poco al uso!) a la antigua, con los pies, andándole hacia atrás y por bajo, sometiéndolo. Excelente, magistral, con una belleza que casi tenemos olvidada y que nos retrotrae a imágenes en blanco y negro del siglo de oro del toreo, a Joselito, al Gallo, a Gallito, a los que en aquellos años veinte hicieron tan grande la Fiesta. Lidiar, eso es lo que ha hecho Ferrera con el capote. Lidiar, un concepto que a veces parece olvidado ante tanta verónica, chicuelina y gaonera al uso y que en esta tarde sevillana ha rescatado Antonio Ferrera aunando belleza, emoción y torería suprema. ¡Y cómo lo ha llevado al caballo!, siempre por bajo, sin quitarle el capote del hocico, de nuevo lidiando, para rematar con garbo y gracia en un recorte a una mano y así dejar a Platino perfectamente colocado y poner en pie a los tendidos. Y el de Victorino ha respondido con una extraordinaria pelea en el caballo de Antonio Prieto, metiendo los riñones, empujando con codicia, mostrando casta hasta derribar a la cabalgadura y seguir encelado en el peto, tanto que llegó a montarse sobre el lomo del caballo sin dejar de cornear el peto en una imagen que nunca había visto antes y que creo será muy difícil que vea repetirse. Una vez más queda demostrado que el tercio de varas, cuando se ejecuta como se debe resulta de extraordinaria emoción y belleza. Así lo ha dejado patente Ferrera colocando en largo al toro ante el caballo y Prieto agarrando un buen puyazo delantero, como debe ser. Si hasta ese momento la emoción venía de la torería en la lidia, en banderillas las emociones y los sentimientos han surgido de un gesto que dice mucho de Antonio Ferrera como persona, un gesto que también es reflejo de lo que es el toreo, del respeto que todos los toreros que se juegan la vida ante un toro se tienen entre ellos, más allá del escalafón, la pura competencia o la rivalidad. Se cumplen veinticinco años de la trágica muerte en La Maestranza del gran Manolo Montoliú, quien por entonces formaba a las órdenes del maestro José María Manzanares. Fue aquel dramático 1 de mayo de 1992 en que resultó empitonado en el tórax al banderillear a Cabatisto, un toro de Atanasio Fernández que abría plaza. Unas imágenes que me dejaron impactado y marcado, las recuerdo perfectamente y creo que nunca las olvidaré. Yo tenía quince años y estaba viendo la corrida que era retransmitida por Fernando Fernández Román en TVE, en aquellos años 90 en los que se retransmitían toros a diario tanto en la cadena pública como en las privadas recién nacidas por aquel entonces, años de locura pero también de libertad para poder ver toros y disfrutar de nuestra Fiesta. Jamás olvidaré las imágenes de Montoliú inerte sobre el pitón del toro, la voz entrecortada de Fernández Román, las lágrimas y los gestos de horror de los aficionados, aún me parece que fuera ayer. Cosas de la vida, resulta que a las órdenes de Antonio Ferrera forma esta temporada José Manuel Montoliú, hijo del gran Manolo. El detalle, el gesto, la gallardía que ha mostrado Ferrera ofreciendo banderillear a Montoliú hijo este cuarto toro es muestra de la calidad humana de un auténtico maestro. De verdad que se ma ha hecho un nudo en la garganta viendo a José Manuel Montoliú colocando un par de banderillas en los mismos terrenos del 9 en los que murió su padre hace 25 años. Emociones y sentimientos a raudales, máxime cuando ambos toreros se han abrazado en los medios tras parear y han brindado al cielo un vibrante tercio de banderillas. Eso también es el toreo, que lo sepa todo el mundo.
En la muleta lo ha tenido muy claro Ferrera. toda la faena ha sido una lucha entre el toro y el hombre, un pulso cara a cara en el que cualquier cosa podía pasar. Toro encastado, exigente, duro, con genio, que repetía con codicia pero que sabía perfectamente lo que había, comportamiento muy en la línea que caracteriza a los de Victorino. Un toro complicado ante el que había que estar y ante el que había que tener muchos más de cinco sentidos para someterlo. Hombría, valor, coraje y un par de razones más ha desplegado Ferrera ante el victorino. Eso y una técnica extraordinaria para buscarle la distancia, ponerle la muleta en la cara y llevar metido en la tela. ¡Increíble los redondos y naturales que ha llegado a sacar!, incluso en algunos pasajes ha llegado a abandonarse y pegar unos pases relajado, casi desmayado de enorme belleza, todo eso ante un toro que, repito, se revolvía tras el lance y que rápidamente volvía la cara buscando de nuevo la muleta de Ferrera y quizás algo más. Toreo de muchos quilates, toreo hecho con una pureza y una verdad infinita, toreo que transmite y emociona. El esfuerzo y la concentración que ha tenido que desarrollar el extremeño ha sido brutal, ni una milésima de segundo podía perder la cara a Platino, y ese esfuerzo, esa entrega ha llegado a los tendidos que finalmente se han puesto en pie reconociendo el enorme valor de lo que estaban viendo. Solo restaba culminar la gran faena con la espada. Se tiró con toda a matar, volcándose, tanto que el espadazo hasta la yema cayó trasero, lo que hizo que el toro tardara algo más en doblar. Una oreja de mucho peso y de enorme valor que para mi, y lo digo sin ningún rubor, vale por dos, es más, tenían que haber sido dos. ¿Por qué?, sencillamente porque Ferrera me ha emocionado desde la lidia con el capote, la colocación del toro ante el caballo, el tercio de banderillas con el gesto de auténtico caballero hacia Montoliú y el toreo puro, de verdad, sin trampa ni cartón, sometiendo y pudiendo a un toro exigente y complicado que pedía mucho. Por todo eso y porque se ha tirado a matar también de verdad, sin aliviarse, entregándose, y porque me da igual que la espada haya caído un palmo alante o atrás, porque entiendo el toreo como un arte, un sentimiento y unas emociones que Ferrera me ha transmitido, no como matemáticas de escuadra y cartabón, ¡que al fin y al cabo el toro ha doblado sin necesidad de descabello!. De verdad, si después de lo que Ferrera ha hecho ante Platino, de la entrega, la torería, la pureza y la verdad que ha exhibido no tenemos los aficionados la suficiente sensibilidad para premiar como creo que se merecía hoy, lo que realmente tenemos es un problema.
¡Enhorabuena maestro!, ¡TORERO!
Antonio Vallejo
sábado, 29 de abril de 2017
A mejor....pero...
Un problema, muchas preguntas, un debate y mucha necesidad por resolverlo quedaban en el aire tras la corrida del pasado jueves. Volumen y peso, toro mastodóntico frente a toros en tipo, de buenas hechuras y con movilidad. Ayer era día para aclarar ideas y despejar dudas y alejar sombras. De nuevo un cartel de auténtico lujo. Un torero de leyenda, de época, quizás el mejor de todos los tiempos, Enrique Ponce, un maestro consagrado, figurón del toreo, Jose Mª Manzanares, y un torero que desde hace dos sanisidros es la revolución y uno de los llamados junto a Roca Rey a liderar el toreo en los próximos años, Alberto López Simón, quien ya no es un valor emergente sino una auténtica realidad que ha puesto patas arriba la Fiesta. Si la terna es de postín no menos lo era el hierro elegido para la ocasión, Juan Pedro Domecq. Tras lo ocurrido el jueves todas las miradas estaban dirigidas hacia el ganado y hay que reconocer que la presentación de los toros fue excelente, magníficas hechuras, proporcionados, armónicos, serios, reunidos, muy en tipo, ¡olé por la elección en el campo!, bravo por el ganadero, seis toros de bellísima lámina. Por lo menos un respiro de alivio al contemplar animales con esa estampa, es lo primero que hay que pedir. Además, en general, aportaron nobleza, clase y calidad....pero,¡ay si hubieran tenido más empuje!. En esta bendita Fiesta que tanto nos gusta estamos dominados por los peros. Un día sale el toro bravo y encastado pero el torero no está o está mal. Otro día el torero hace todo lo posible pero el toro "no vale". Otra tarde el toro "vale", el torero está pero el viento o la climatología adversa (como ayer ocurrió con la lluvia incesante y desagradable a más no poder) lo echa todo por tierra. En definitiva, que estamos a merced de los posibles peros que puedan surgir a lo largo de la corrida. Y la de ayer no fue una excepción a la regla de los peros. Toros serios, bien presentados, buenas hechuras, nobles y con clase, matadores de calidad que estuvieron a la altura, pero...a la corrida le faltó empuje, un punto de fuerza para romper hacia delante y que se formara el lío. De verdad que fue una lástima que la calidad en la embestida de cinco de los juampedros, el único que no dio opción alguna fue el cuarto, se agotara rápido y se vinieran abajo en la muleta, porque de haber durado más estoy convencido que no se habría quedado la tarde en las dos orejas que Manzanares cortó y hubieran sido algunas más. Y es que así es esto, siempre sale algún pero que estropea una tarde que estaba llamada ser redonda.
Sensacional saludo a la verónica al precioso primero por parte de Enrique Ponce, verónicas templadas, acompasadas, ganado terreno para llevarse al juampedro a los medios y rematar con una media y una larga a una mano enroscados el capote a la cintura de enorme belleza. El toro tiene clase y mete bien la cara, humilla en el capote y va alegre al caballo, encastado. Lo cuida Enrique y se le castiga poco en varas para tratar de aprovechar al máximo las buenas condiciones del toro en la muleta. Lo ve claro el valenciano y brinda al público. Con mimo, con máxima suavidad al inicio de faena, muletazos templados sin obligarle demasiado con un par de trincherazos bellísimos. Extraordinario Ponce, con que delicadeza conduce la embestida del toro por el pitón derecho a la vista de que se está apagando con rapidez evidenciando una falta de fuerzas y de empuje que hace que la faena decaiga a pesar del magnífico hacer de Ponce que entiende a la perfección como hay que llevar al juampedro, midiendo la altura justa de los naturales para que no pierda las manos y calibrando las pausas para sacar el máximo de lo poco que le quedaba al juampedro. Auténtica magia lo que Enrique es capaz de hacer con casi todos los toros. ¡Cómo era el cuarto que ni siquiera a Ponce le valió para nada! Un toro imposible, vacío, sin casta, ni fijeza, ni movilidad, ni clase, ni nada, al que Ponce hizo lo único que había que hacer tras intentarlo de todas las maneras posibles poniéndolo todo de su parte, abreviar y pasaportarlo lo antes posible. Tengo claro que si su primero hubiera tenido más fuerzas una oreja podía haber caído porque clase y calidad tenía y Ponce lo toreó como él sabe, con esa maestría y esa torería que lleva dentro.
Toro con movilidad el segundo, que remata en burladeros y que mete la cara abajo pero que se queda algo corto y echa las manitas por delante sin permitir excesivo lucimiento en el capote de Jose Mª Manzanares. Muy bien picado por Paco María que recibe una gran ovación por dos sensacionales puyazos, como magnífico fue el quite de López Simón por saltilleras y una revolera de remate y como extraordinarios fueron los pares de Luis Blázquez y Jesús González "Suso" que saludaron desmonterados al finalizar el tercio de banderillas. Con pocas energías llegó este segundo a la muleta, pero ahí encontró a un maestro que le supo dar la altura y el ritmo que necesitaba. La elegancia y la naturalidad de Manzanares es suprema, la plasticidad de su figura, los redondos bajando la mano, los pases de pecho de pitón a rabo, los naturales largos, ¡cómo vacía la embestida!, dejando la muleta en la cara, ligando los pases, toreando despacio y con un gusto exquisito, todo en su toreo difunde belleza, arte en su máxima expresión, emoción y sentimiento. El estoconazo fulminante en la suerte de recibir, con el toro cerrado en la primera raya, que lo hace rodar sin puntilla vale por sí solo la oreja incontestable que corta a este segundo.
Preciosa lámina también la del quinto, un toro bajo y de magníficas hechuras que mete la cara abajo en el capote de Manzanares que lo torea a la verónica con temple y despaciosidad. Otro que tiene clase pero que tampoco da muestras de ir sobrado de fuerzas por lo que también se le dosifica muy mucho en el caballo. Como hizo en el anterior toro del alicantino tampoco perdona López Simón su turno de quites, en esta ocasión por chicuelinas correctas, sin más historia. De nuevo gran tercio de banderillas a cargo de Rafael Rosa que responde desmonterado la ovación del público. Inicio de faena por bajo barriendo Manzanares el albero sevillano con el juampedro oliéndolo con el hocico. Supremo el toreo en redondo de Manzanares, perfectamente acoplado, templado, ligando los muletazos para rematar con los de pecho larguísimos, eternos, inmensos, a los que nos tiene acostumbrados Jose Mª. Por el pitón izquierdo la faena no decae, magnífico toreo al natural del alicantino, largos y hondos con los remates de pecho extraordinarios. Maestría de Manzanares no solo en los lances, más aún sabiendo dar la distancia, el sitio, la altura, la velocidad y la cadencia que este toro noble, con calidad pero también algo justo de fuerzas, pedía. Otro estoconazo, esta vez al volapié volcándose sobre el morrillo, que fulmina sin puntilla al animal. Otra oreja de ley para Jose Mª que agranda aún más su romance con Sevilla y su leyenda como torero.
Impresionetes hechuras las del tercero, ¡qué preciosidad de animal!, ¡cómo está rematado!, ¡qué armonía!, al que recoge López Simón con verónicas pausadas y una buena media. Mucho se le mide en le caballo, casi no se le castiga, dos puyazos prácticamente señalados, y a pesar de eso el juampedro pierde las manos al salir del simulacro de tercio de varas. Muy justo de fuerzas en la muleta, se defiende y echa la cara un poquito arriba pese a lo que López Simón saca una buena tanda en redondo con dos muletazos limpios que mejora en la siguiente por ese mismo pitón, tanda templada y lenta, bajando la mano y ligando los muletazos, siempre en el sitio, corriendo bien la mano a la que el juampedro responde con clase humillando y metiendo la cara con nobleza. Por el pitón izquierdo se queda más corto y los naturales salen sueltos y con algún enganchón al desfondarse el animal. La faena va a menos y decide López Simón acortar las distancias y meterse entre los pitones como tantas tardes le hemos visto hacer dando muestras de gran valor. Incluso se pone de rodillas, algo que ya se sabe no gusta demasiado al público sevillano que prefiere el toreo clásico y puro, sin alardes rocambolescos, escuchando algunos pitos de protesta. Mal manejo de la espada que diluye cualquier esperanza de oreja para el madrileño que sin embargo recibió una fuerte ovación.
Repetidor el sexto, otro de extraordinarias hechuras y muy serio, en el capote de López Simón que lo recibe con verónicas acompasadas. Prácticamente no se le pica, algo que empieza a ser preocupante, no ya solo por que los toros tengan más o menos fuerzas, sobre todo porque desde hace tiempo venimos asistiendo a la minimización de este tercio de varas fundamental para la lidia y que da la sensación de convertirse en un mero trámite que hay que cumplir porque el reglamento lo exige. De igual manera que hay que resaltar que durante toda la corrida las cuadrillas han rayado a gran altura, lidiando muy bien, sin dar capotazos de más, colocando los pares de banderillas con pureza y rectitud, labor también fundamental para que el toro llegue en las mejores condiciones posibles a la faena. ¿Cuantas veces hemos oido que la labor de los subalternos puede hacer bueno o estropear a un toro según se lidie?. Desde aquí el reconocimiento para los toreros de plata que ayer estuvieron extraordinarios. Inicio de faena de López Simón muy en su estilo, clavado en los medios, pasándose al juampedro por la espalda para continuar con una buena tanda por el pitón derecho con redondos ligados y bajo ante un toro pronto y repetidor que transmite. Poco a poco va templando la embestida y surge un toreo más templado en la muleta del madrileño. Muy bien colocado López Simón, sin quitarle la muleta de la cara cuaja dos buena series por el pitón derecho. Va a menos por el izquierdo, falta algo de acople y parece que el madrileño va acortando quizás demasiado pronto las distancias, lo que hace decaer el nivel de la faena. El final de faena con el toreo vertical en las cercanías de los pitones desluce un tanto lo que se prometía y de nuevo aparecen las protestas por parte de los aficionados sevillanos que reclaman el toreo en largo dando distancia al animal. Gran estocada que fulmina al juampedro y ovación tras tibia petición como despedida de la tarde.
Una tarde que ha ido a mejor respecto a la del jueves, una tarde en la que hemos visto de nuevo toros de magníficas hechuras, armónicos y proporcionados, serios, con trapío, que además han mostrado clase y calidad, magníficas cualidades, una tarde con tres grandes matadores que han sacado todo lo que llevaban dentro los de Juan Pedro Domecq, aunque la tarde ha estado presidida, como tantas y tantas veces, por el pero. Y el pero ayer viernes se llamó falta de fuerzas y de empuje.
Antonio Vallejo
viernes, 28 de abril de 2017
¡Arranca Sevilla!
Abril, Sevilla y su feria, sobra decir lo que esto significa en el calendario taurino y la responsabilidad y exigencia que supone para cuantos allí van a comparecer en los próximos días, tanto ganaderos como toreros. Triunfar en Sevilla es mucho, abrir la Puerta del Príncipe uno de los sueños más grandes de cualquier torero y ese es también el sueño de cualquier aficionado, verles salir a hombros y disfrutar con su arte.
Cada día serán muchos los sevillanos y cuantos se acerquen a esta maravillosa ciudad en los días de feria los que podrán verlo en la propia Real Maestranza. Otros lo haremos a través de las extraordinarias retransmisiones de Canal Toros, lo que es un auténtico lujo ya que nos hacen sentir casi como si estuviéramos en uno de los tendidos de Sevilla. Y de momento han sido dos las corridas que he visto a través de la televisión, con independencia del Domingo de Resurrección que este año ha sido incluida dentro de la feria, al igual que la del pasado domingo 23 de abril, con sensaciones dispares.
El miércoles se lidió una buena corrida de Torrestrella seria y muy bien presentada, de buenas hechuras, con tres toros notables por su comportamiento, destacando por encima de todos el cuarto, al que José Garrido cortó una oreja de peso con una faena compacta en la destiló torería a raudales, una faena cuajada de buen gusto, echando la muleta alante, llevando al toro largo y con la mano baja, intercalando los redondos y naturales profundos y templados con trincherazos de enorme belleza, dibujando sobre la arena lances de máxima expresión, dicen que toreo muy de Sevilla, gustándose a cada lance, torería pura, pero yo creo que ese es el toreo que nos gusta a todos, sevillano o no, toreo bueno, toreo puro, toreo caro. Torería que ya había dejado patente con el capote, sensacional en sus dos toros, verónicas acompasadas ganando terreno, medias de remate de auténtico cartel, un galleo por chiquilinas para llevar al toro al caballo y un quite por delantales templadísimos, supremo toreo de capa que encandiló a toda la afición. Oreja incontestable y fuerte ovación al Torrestrella en el arrastre. No estuvieron mal Ginés Marín y Álvaro Lorenzo esa misma tarde, comprometidos, tratando de hacer las cosas bien pero es cierto que con altibajos en sus faenas, intercalando muletazos hondos con fases más deshilvanadas. Falta de continuidad y un excesivo metraje de sus faenas fruto de las ganas por triunfar y agradar posiblemente fueron las notas dominantes de sus actuaciones. Lo mejor de ambos también vino con el capote. En el caso del toledano Álvaro Lorenzo en un ceñidísimo quite por chicuelinas al primero y en el caso de Ginés Marín un quite por gaoneras al segundo y el saludo al sexto con verónicas de enorme gusto enlazadas con chicuelinas y una brionesa de remate preciosa. Por tanto, el miércoles vimos a un gran José Garrido, como el que vimos triunfar en Bilbao en las pasadas Corridas Generales y al que espero ver torear igual de templado en el próximo San Isidro, sin la sensación de ansiedad que me ha transmitido tanto en el pasado otoño como en Resurrección, y a un Álvaro Lorenzo y Ginés Marín que creo llevan dentro más toreo que el que pudieron desplegar ante los Torrestrella.
Lo de ayer jueves es otra historia. Cartel de lujo, lleno de "no hay billetes" para ver a Morante de la Puebla, Julián López "El Juli" y Alejandro Talavante frente a toros de Garcigrande y Domingo Hernández. Hace un momento hablaba de sensaciones dispares en este arranque de Sevilla. Magníficas con Garrido, esperanzado con Lorenzo y Marín, buena corrida de Torrestrella... pero ayer se cruzaron sensaciones que pienso deben llevar a una reflexión muy en serio sobre distintos aspectos fundamentales para la Fiesta. Lo primero de todo decir que ayer volví a ver a un auténtico maestro, a un figurón del toreo que responde al nombre de Julián López. Una vez más demostró lo que es mando, lo que es poderío, lo que es técnica, lo que es conocimiento del toro y de los terrenos, en definitiva, lo que es ser figura máxima del toreo. Lo demostró ante el quinto, curiosamente el toro de menos peso de toda la corrida, "solo" 555 Kg, y el único que dio opciones. Porque aquí es donde entra la reflexión de la que hablaba anteriormente, una reflexión dirigida al peso y hechuras de los toros, un reflexión dirigida al tipo de cada encaste y una reflexión dirigida a una tendencia inexplicable al toro grande, ande o no ande y con cornamentas descomunales. Ayer lo repetían una y otra vez el maestro Emilio Muñoz y David Casas durante la retransmisión de la corrida. Era descomunal el volumen y el peso de los toros lidiados ayer en La Maestranza. Basta decir que el peso medio de la corrida fue 597´5 Kg, una barbaridad para toros de procedencia Juan Pedro Domecq, un encaste cuyo peso para estar en tipo debe rondar entre los 500 y los 520 ó 530 Kg. Pero como apuntaba con gran acierto el maestro Muñoz, durante muchos años ese tipo de toro no pasaba los reconocimientos de algunas plazas, lo que ha obligado al ganadero a buscar en la genética la manera de ganar volumen y desarrollar unas encornaduras también exageradas, con lo que llegamos a lo que tarde tras tarde vemos, que los toros no se mueven, que están agotados a las primeras de cambio al tener que desplazar tal masa de carne, kilos y kilos que se confunden con trapío, pero que parece ser la exigencia del guión para poder lidiar en ciertas plazas de primera. Es un debate abierto ya hace tiempo en el que hay diferentes puntos de vista, matices y gustos. El mío, desde luego, es el toro entipado, bien hecho y rematado, cuajado y sin exageraciones ni estridencias, armónico y proporcionado, lo que siempre se ha definido como auténtico trapío, que se mueva y embista, y si para eso hay que rebajar la romana, pues que se rebaje. Pero es que aún hay más, es que ese nunca ha sido el toro de Sevilla, el toro del gusto de la afición maestrante, más bien siempre ha sido un toro con hechuras y tipo reconocible, el Domecq en Domecq, el Nuñez en Nuñez, el Atanasio en Atanasio, los Albaserrada en Albaserrada, Miura en Miura y así hasta describir cada procedencia, cada encaste y cada hierro. Nunca, insisto y al menos así lo he oido desde siempre, el peso y el tamaño han sido obsesión de la afición sevillana, que de esto sabe muchísimo y siempre ha gustado del toro con trapío y que tuviera movilidad, no confundir con el medio toro ni el anovillado, que eso es bien distinto. Como digo, el debate está ahí y daría para horas y horas de conversación y para folios y más folios de opinión, pero merece la pena pararse un poquito y ver qué y quién está haciendo algo mal, y probablemente cierto sector de la afición y de alguna plaza tiene mucha culpa de ver lo que ayer se vio en La Maestranza, elefantoros que eran marmolillos, muy grandes eso sí, vastos, con unos pitones que llegaban a Triana y que no sirvieron para nada. Y si no que se lo digan a Morante y a Talavante que se chocaron contra un inmenso muro de carne ante cualquier intento de lucimiento era ciencia ficción. Imposible el mínimo asomo de lucimiento. El único que tuvo opciones fue, como ya he comentado, Juli frente al quinto. Aunque sea pesado lo repito, el de menor peso y el de hechuras reconocibles a su procedencia Juan Pedro Domecq; ¿casualidad?. Y no fue un toro fácil, ni mucho menos, pero cayó en las manos de un maestro que una vez más nos mostró lo que es torear: dominar y someter a un toro para hacerle pasar por donde quiere el matador. Toro gazapón y reservón en cierto modo, incómodo en los inicios de la faena de muleta ante el que había que tener paciencia, ponerle la muleta, enseñarle a embestir y luego llevarlo como Juli lo llevó. Ya había dejado muestras de su torería con el capote, una serie de verónicas templadas, lentas, acompasadas, rematadas con una media garbosa y elegante de órdago, una auténtica oda a la suavidad y la belleza. Pidió calma Juli en los primeros lances, el toro gazapeaba, había que pararlo y buscarle la distancia. ¡Cuántos toros así hemos visto que a los dos o tres trapazos han desarrollado sentido y se han ido al desollador sin pena ni gloria!. Pero Juli es otra historia, Juli es mando y poder, es técnica y valor, que también había que tenerlo para medir los parones y las miradas del toro. Y una vez sometido vino el recital. Toreó Juli despacio, poniéndole la muleta en la cara, sin quitársela, para ligar un redondo tras otro, un natural tras otro, todo suavidad, todo temple. Impresionante Juli, figura Juli, maestro Juli en una nueva lección magistral, otra más. Una estocada entera algo trasera, motivo por el que el animal no dobló con prontitud, y un certero golpe de verduguillo fueron avales más que suficientes para cortar una oreja de mucho peso y enorme valor, solo había que ver la expresión de máxima alegría de Juli paseando la oreja por la elipse que conforma la Real Maestranza.
Dos tardes, diversas sensaciones y una preocupación, pero en el fondo un deseo; que esta misma tarde los toros de Juan Pedro Domecq que van a estoquear Enrique Ponce, José María Manzanares y Alberto López Simón embistan y permitan el lucimiento de la terna.
Antonio Vallejo
martes, 18 de abril de 2017
Domingo de Resurrección, fiel a la tradición
Domingo de resurrección, día grande, día de especial significado para cuantos somos católicos y taurinos. Día clave en nuestra Fe; Resurrección, el hecho que da sentido a nuestra vida y a nuestra muerte; Resurrección, la Victoria de Cristo ante la muerte y el pecado; Resurrección, la puerta a la Vida Eterna junto al Padre. Esa es nuestra Fe, esa es nuestra razón de vivir y la que da sentido a nuestro paso por este mundo. Un día de tal relevancia en una nación que, aunque a muchos les moleste, hunde sus raíces en la Fe católica merece ser celebrado por todo lo alto. Y si hablamos de raíces y de tradiciones, pocas tan profundas en España como los toros, aunque también a muchos les moleste, por lo que a nadie debe extrañar que el Domingo de Resurrección sea uno de los días especialmente señalados en el calendario taurino. Y si seguimos con las tradiciones, hablar de Domingo de Resurrección es hablar de Sevilla y de Madrid, que desde el siglo XIX anuncian un festejo especial para celebrar este día grande. Y este año tampoco se ha faltado a la cita. Madrid y Sevilla, Sevilla y Madrid, pilares fundamentales de la fiesta, catedrales del toreo abrieron sus puertas y con ellas las ilusiones de los aficionados, al menos la mías que no fallé a la cita en Las Ventas y que he tenido la oportunidad de ver la corrida de La Maestranza grabada gracias a la retransmisión de Canal Toros.
Carteles atractivos, cada uno digamos que al gusto de la afición madrileña y sevillana. Si en La Monumental se anunciaba un mano a mano entre Curro Díaz, torero muy del gusto de la afición y con enorme cartel, y José Garrido, en La Maestranza hacían el paseíllo nada más y nada menos que Morante de la Puebla, llamado a ocupar el lugar del maestro Curro Romero, el dueño de Resurrección, José María Manzanares, otro de los considerados toreros de Sevilla y que tantos triunfos ha cosechado sobre el albero maestrante, y la gran sensación del momento, Andrés Roca Rey. Más de media entrada en Las Ventas y lleno de "no hay billetes" en La Maestranza, que lucía espléndida, con un público elegante que dio luz y brillo a la magnitud el festejo. Da gusto ver los tendidos con los caballeros perfectamente vestidos con traje y corbata y las damas perfectamente arregladas para la ocasión. Si los matadores suelen estrenar terno ese día por la relevancia del acontecimiento, lo mínimo es que los aficionados se presenten de igual manera, acorde a la ocasión, ¿por qué no se toma ejemplo en tantas plazas en las que los tendidos parecen más una verbena a altas horas de la madrugada que un evento de la importancia de nuestra Fiesta?. Y añado un detalle que solo puedo percibir gracias a la televisión en los mementos previos al paseíllo. Ver la cara de los matadores, seria, concentrada, metidos en sí mismos, reflexivos, reflejo de la enorme responsabilidad de torear en Sevilla y en esa tarde, ver al maestro Manzanares rezando durante el minuto de silencio por Manolo Cortés, Pepe Ordóñez y el niño Adrián, impresionan, sobrecogen y emocionan. No puedo imaginar lo que pasa por la mente de esos hombres en esos instantes previos a que se abra la puerta de toriles y salte el primero de los toros, porque detrás de eso nunca saben si les espera la gloria, el dolor o incluso la muerte.
Con todo esto arrancaron ambos festejos en Madrid y Sevilla en una tarde primaveral radiante, que si nos ceñimos a lo estrictamente taurino podríamos decir que resultaron decepcionantes, porque el juego de los toros de Montealto y de Nuñez del Cuvillo no fue el que nos hubiera gustado. Pero en una fecha y en una ocasión como esta me niego a hablar de decepción, me niego a pensar y hablar en negativo y prefiero quedarme con lo bueno que hubo, aunque fuera poco, pero lo hubo, con los detalles, dos corridas de detalles, ¡pero qué detalles!, de los que valen su peso en oro, porque el Domingo de Resurrección es motivo de alegría y de ganas por seguir adelante, es un día de Luz y no de sombras.
En Madrid el encierro de Montealto me pareció muy desigual de presentación (basta decir entre el de menor peso, 505 kg, y el de mayor peso, 680 Kg, la diferencia era tremenda, 175 Kg nada menos), vastos y grandotes en general, con dos que me gustaron más por hechuras, el primero y el cuarto, más reunidos y cuajados para mi gusto y más en tipo Domecq. Deslucidos en general, faltos de raza y fondo y que, salvo el quinto, no sirvieron en la muleta. Como ya he dicho fue una tarde de detalles, con el capote Garrido y con la muleta Curro Díaz. El pacense José Garrido anduvo extraordinario con el segundo y el cuarto en su toreo de capa. Verónicas con sumo gusto flexionándo las rodillas en el segundo, largas y templadas, que arrancaron los olés de los tendidos. Mejor aún el saludo al cuarto, verónicas acompasadas, suaves, con enorme sabor, rematadas con una media a pies juntos de cartel. Pero aún quedaba un extraordinario quite por chicuelinas a ese cuarto, ceñidas, a manos bajas, rematadas con una larga de rodillas que puso en pie a los aficionados. Fue sin duda lo mejor de su actuación, ya que en la muleta pocas opciones tuvo con su lote, aunque tengo la impresión que Garrido es un torero al que en Madrid aún no le hemos visto en toda su dimensión y al que ayer vi quizás un punto ansioso, acelerado y encimando algo a sus toros. El jienense Curro Díaz es un torero muy reconocido y valorado en Madrid, mérito que se lo ha ganado a pulso gracias a su toreo de pellizco, del que engancha y enamora cuando se deja y abandona frente al toro. Ante el primero anduvo firme y pulcro, llevando la sosa embestida del de Montealto templada y a media altura por la falta de fuerzas del animal. Todo lo hizo bien, con suavidad pero carente de emoción por la falta de empuje del animal. Algún muletazo suelto con sabor y poco más. El quinto fue otra cosa, un animal con movilidad, que repetía, aunque con tendencia irse al final del muletazo. Desde el primero en redondo se vio al Curro Díaz desmayado, la muleta planchada, templando y ligando los pases, con la mano baja y un gusto exquisito que levantó el ánimo de los aficionados e hizo que los olés sonaran con fuerza en Las Ventas. Más aún con tres naturales hondos y de enorme clase que dejaron el aroma de toreo caro del jienense. Mató de una entera fulminante algo caída que creo fue el motivo para no cortar una oreja que personalmente me hubiera parecido justa y merecida. Saludó desde el tercio una cariñosa ovación para despedirse de Madrid hasta dentro de unos días en San Isidro.
Y si detalles hubo en Madrid, más los hubo en Sevilla, sobre todo si el duende está rondando y ese duende tiene nombre, Morante de la Puebla. Lo intentó en sus dos toros con la muleta, se la puso en la cara, pero los Cuvillos no respondieron. Pese a ello algún muletazo suelto con el sabor que el sevillano impregna a su toreo. Pero el capote de Morante tenía que resplandecer en un día como este, y así fue en un extraordinario quite al tercero a pies juntos, con el gusto y el empaque con el que el sevillano mece a los toros en el capote, verónicas de ensueño rematadas con una media soberbia, de las que vale una tarde. Dispuesto y entregado toda la tarde, lo puso todo el de La Puebla, matando a la perfección al cuarto, marcando los tiempos y ejecutando una sensacional estocada tras la que reciben una calurosa ovación saludada desde el tercio. José María Manzanares es uno de los toreros más queridos en La Maestranza, donde ha cosechado rotundos triunfos, ha abierto la Puerta del Príncipe y ha indultado a un toro. Y este Domingo de Resurrección ha vuelto a demostrar el porqué de sus éxitos. Fue en el quinto, el de mejores condiciones del encierro de Nuñez del Cuvillo, un toro con cierta clase y más fondo que sus hermanos y que permitió a Jose María torear con la elegancia, la naturalidad y la calidad con que lo hace. Magníficas las series en redondo, acoplado, en largo y bajando la mano, ligando los multados Pero donde la faena rompió fue al natural, con dos tandas excelentes por despaciosidad y hondura en las que desató la locura en los tendidos. Ver torear al alicantino es un canto a la belleza, todo surge natural, todo resulta elegante, una auténtica delicia. No tengo ninguna duda que si el toro hubiera tenido algo más de fuerza y empuje y si hubiera acertado al primer encuentro con la espada habría cortado una oreja de ley. De cualquier manera, también dejó el sabor y el regusto de su toreo en la memoria de los aficionados. El tercio en discordia era Andrés Roca Rey, la sensación del momento, el llamado a heredar el cetro del toreo, el que nadie quiere perderse y el que va a por todas allá donde toree y con el toro que le salga, despreciando al miedo, al riesgo y a las leyes de la física y el espacio por dónde y cómo se pone y los terrenos que pisa. Demostró a lo que venía en un gran quite por chicuelinas al segundo al que replicó Manzanares con otro quite también por chicuelinas ceñidas y a manos bajas marca de la familia y del gen Manzanares. Lo mismo que ocurrió en el tercero con un magnífico quite por saltilleras y gaoneras con el que respondió al ya referido sensacional quite a pies juntos de Morante. Lo dicho, va a por todas y no tiene inconveniente en plantar cara a maestros de la talla de Morante y Manzanares. En la muleta lo puso todo el peruano, lo intentó de todas las maneras posibles, en largo y en corto, por un pitón y por el otro, pero los Cuvillos no respondieron y faltó emoción y transmisión, lo que fue la nota dominante en los toros de Nuñez del Cuvillo, una lástima porque eran animales de muy buenas hechuras, toros muy de Sevilla pero que no dieron el juego esperado.
Lo dicho, dos tardes de detalles, que es con lo que me voy a quedar, algo que a muchos les parecerá poco, a otros incluso ridículo y alguno quizás comparta esa idea de quedarme con lo bueno que, aunque fuera poco, fue muy bueno. Lo mejor, que ayer fue Domingo de Resurrección y que, pese a quien pese, seguiremos celebrando en España fieles a nuestras tradiciones porque somos católicos y taurinos.
Antonio Vallejo
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