viernes, 28 de abril de 2017

¡Arranca Sevilla!


Abril, Sevilla y su feria, sobra decir lo que esto significa en el calendario taurino y la responsabilidad y exigencia que supone para cuantos allí van a comparecer en los próximos días, tanto ganaderos como toreros. Triunfar en Sevilla es mucho, abrir la Puerta del Príncipe uno de los sueños más grandes de cualquier torero y ese es también el sueño de cualquier aficionado, verles salir a hombros y disfrutar con su arte. 
Cada día serán muchos los sevillanos y cuantos se acerquen a esta maravillosa ciudad en los días de feria los que podrán verlo en la propia Real Maestranza. Otros lo haremos a través de las extraordinarias retransmisiones de Canal Toros, lo que es un auténtico lujo ya que nos hacen sentir casi como si estuviéramos en uno de los tendidos de Sevilla. Y de momento han sido dos las corridas que he visto a través de la televisión, con independencia del Domingo de Resurrección que este año ha sido incluida dentro de la feria, al igual que la del pasado domingo 23 de abril, con sensaciones dispares. 
El miércoles se lidió una buena corrida de Torrestrella seria y muy bien presentada, de buenas hechuras, con tres toros notables por su comportamiento, destacando por encima de todos el cuarto, al que José Garrido cortó una oreja de peso con una faena compacta en la destiló torería a raudales, una faena cuajada de buen gusto, echando la muleta alante, llevando al toro largo y con la mano baja, intercalando los redondos y naturales profundos y templados con trincherazos de enorme belleza, dibujando sobre la arena lances de máxima expresión, dicen que toreo muy de Sevilla, gustándose a cada lance, torería pura, pero yo creo que ese es el toreo que nos gusta a todos, sevillano o no, toreo bueno, toreo puro, toreo caro. Torería que ya había dejado patente con el capote, sensacional en sus dos toros, verónicas acompasadas ganando terreno, medias de remate de auténtico cartel, un galleo por chiquilinas para llevar al toro al caballo y un quite por delantales templadísimos, supremo toreo de capa que encandiló a toda la afición.  Oreja incontestable y fuerte ovación al Torrestrella en el arrastre. No estuvieron mal Ginés Marín y Álvaro Lorenzo esa misma tarde, comprometidos, tratando de hacer las cosas bien pero es cierto que con altibajos en sus faenas, intercalando muletazos hondos con fases más deshilvanadas. Falta de continuidad y un excesivo metraje de sus faenas fruto de las ganas por triunfar y agradar posiblemente fueron las notas dominantes de sus actuaciones. Lo mejor de ambos también vino con el capote. En el caso del toledano Álvaro Lorenzo en un ceñidísimo quite por chicuelinas al primero y en el caso de Ginés Marín un quite por gaoneras al segundo y el saludo al sexto con verónicas de enorme gusto enlazadas con chicuelinas y una brionesa de remate preciosa. Por tanto, el miércoles vimos a un gran José Garrido, como el que vimos triunfar en Bilbao en las pasadas Corridas Generales y al que espero ver torear igual de templado en el próximo San Isidro, sin la sensación de ansiedad que me ha transmitido tanto en el pasado otoño como en Resurrección, y a un Álvaro Lorenzo y Ginés Marín que creo llevan dentro más toreo que el que pudieron desplegar ante los Torrestrella.
Lo de ayer jueves es otra historia. Cartel de lujo, lleno de "no hay billetes" para ver a Morante de la Puebla, Julián López "El Juli" y Alejandro Talavante frente a toros de Garcigrande y Domingo Hernández. Hace un momento hablaba de sensaciones dispares en este arranque de Sevilla. Magníficas con Garrido, esperanzado con Lorenzo y Marín, buena corrida de Torrestrella... pero ayer se cruzaron sensaciones que pienso deben llevar a una reflexión muy en serio sobre distintos aspectos fundamentales para la Fiesta. Lo primero de todo decir que ayer volví a ver a un auténtico maestro, a un figurón del toreo que responde al nombre de Julián López. Una vez más demostró lo que es mando, lo que es poderío, lo que es técnica, lo que es conocimiento del toro y de los terrenos, en definitiva, lo que es ser figura máxima del toreo. Lo demostró ante el quinto, curiosamente el toro de menos peso de toda la corrida, "solo" 555 Kg, y el único que dio opciones. Porque aquí es donde entra la reflexión de la que hablaba anteriormente, una reflexión dirigida al peso y hechuras de los toros, un reflexión dirigida al tipo de cada encaste y una reflexión dirigida a una tendencia inexplicable al toro grande, ande o no ande y con cornamentas descomunales. Ayer lo repetían una y otra vez el maestro Emilio Muñoz y David Casas durante la retransmisión de la corrida. Era descomunal el volumen y el peso de los toros lidiados ayer en La Maestranza. Basta decir que el peso medio de la corrida fue 597´5 Kg, una barbaridad para toros de procedencia Juan Pedro Domecq, un encaste cuyo peso para estar en tipo debe rondar entre los 500 y los 520 ó 530 Kg. Pero como apuntaba con gran acierto el maestro Muñoz, durante muchos años ese tipo de toro no pasaba los reconocimientos de algunas plazas, lo que ha obligado al ganadero a buscar en la genética la manera de ganar volumen y desarrollar unas encornaduras también exageradas, con lo que llegamos a lo que tarde tras tarde vemos, que los toros no se mueven, que están agotados a las primeras de cambio al tener que desplazar tal masa de carne, kilos y kilos que se confunden con trapío, pero que parece ser la exigencia del guión para poder lidiar en ciertas plazas de primera. Es un debate abierto ya hace tiempo en el que hay diferentes puntos de vista, matices y gustos. El mío, desde luego, es el toro entipado, bien hecho y rematado, cuajado y sin exageraciones ni estridencias, armónico y proporcionado, lo que siempre se ha definido como auténtico trapío, que se mueva y embista, y si para eso hay que rebajar la romana, pues que se rebaje. Pero es que aún hay más, es que ese nunca ha sido el toro de Sevilla, el toro del gusto de la afición maestrante, más bien siempre ha sido un toro con hechuras y tipo reconocible, el Domecq en Domecq, el Nuñez en Nuñez, el Atanasio en Atanasio, los Albaserrada en Albaserrada, Miura en Miura y así hasta describir cada procedencia, cada encaste y cada hierro. Nunca, insisto y al menos así lo he oido desde siempre, el peso y el tamaño han sido obsesión de la afición sevillana, que de esto sabe muchísimo y siempre ha gustado del toro con trapío y que tuviera movilidad, no confundir con el medio toro ni el anovillado, que eso es bien distinto. Como digo, el debate está ahí y daría para horas y horas de conversación y para folios y más folios de opinión, pero merece la pena pararse un poquito y ver qué y quién está haciendo algo mal, y probablemente cierto sector de la afición y de alguna plaza tiene mucha culpa de ver lo que ayer se vio en La Maestranza, elefantoros que eran marmolillos, muy grandes eso sí, vastos, con unos pitones que llegaban a Triana y que no sirvieron para nada. Y si no que se lo digan a Morante y a Talavante que se chocaron contra un inmenso muro de carne ante cualquier intento de lucimiento era ciencia ficción. Imposible el mínimo asomo de lucimiento. El único que tuvo opciones fue, como ya he comentado, Juli frente al quinto. Aunque sea pesado lo repito, el de menor peso y el de hechuras reconocibles a su procedencia Juan Pedro Domecq; ¿casualidad?. Y no fue un toro fácil, ni mucho menos, pero cayó en las manos de un maestro que una vez más nos mostró lo que es torear: dominar y someter a un toro para hacerle pasar por donde quiere el matador. Toro gazapón y reservón en cierto modo, incómodo en los inicios de la faena de muleta ante el que había que tener paciencia, ponerle la muleta, enseñarle a embestir y luego llevarlo como Juli lo llevó. Ya había dejado muestras de su torería con el capote, una serie de verónicas templadas, lentas, acompasadas, rematadas con una media garbosa y elegante de órdago, una auténtica oda a la suavidad y la belleza. Pidió calma Juli en los primeros lances, el toro gazapeaba, había que pararlo y buscarle la distancia. ¡Cuántos toros así hemos visto que a los dos o tres trapazos han desarrollado sentido y se han ido al desollador sin pena ni gloria!. Pero Juli es otra historia, Juli es mando y poder, es técnica y valor, que también había que tenerlo para medir los parones y las miradas del toro. Y una vez sometido vino el recital. Toreó  Juli despacio, poniéndole la muleta en la cara, sin quitársela, para ligar un redondo tras otro, un natural tras otro, todo suavidad, todo temple. Impresionante Juli, figura Juli, maestro Juli en una nueva lección magistral, otra más. Una estocada entera algo trasera, motivo por el que el animal no dobló con prontitud, y un certero golpe de verduguillo fueron avales más que suficientes para cortar una oreja de mucho peso y enorme valor, solo había que ver la expresión de máxima alegría de Juli paseando la oreja por la elipse que conforma la Real Maestranza.
Dos tardes, diversas sensaciones y una preocupación, pero en el fondo un deseo; que esta misma tarde los toros de Juan Pedro Domecq que van a estoquear Enrique Ponce, José María Manzanares y Alberto López Simón embistan y permitan el lucimiento de la terna. 

Antonio Vallejo

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