domingo, 30 de abril de 2017

Antonio Ferrera, ¡TORERO!


Mucho se podría hablar y contar de la corrida de esta tarde, de los victorinos, sus buenas hechuras, en tipo, muy Albaserrada, del tercero, cuarto y quinto que destacaron sobre los demás por juego, de la buena pelea de toda la corrida en el caballo, de Cobradiezmos y su imborrable recuerdo, de Manuel Escribano que se fajó con un peligroso primero y que casi cortó una oreja toreando a las mil maravillas al quinto pero que emborronó con la espada, de una oreja ganada por Paco Ureña en una faena de menos a más con una final cargado de torería y un estoconazo fulminante, de una tarde sevillana previa al alumbrao de esta noche. De todo eso y mucho más se podría hablar, pero hoy hay algo que para mi eclipsa todo: Antonio Ferrera, que se ha mostrado como un maestro y que, al menos a mi, me ha emocionado y me ha puesto los pelos de punta.
Antonio Ferrera, nacido en Buñolas (Mallorca), que con siete años se trasladó a Badajoz con su familia y es en esa tierra extremeña donde creció y se formó como torero. Curtido en mil batallas, experto en estos encastes, miles de tardes se las ha visto con hierros de los denominados duros, Victorino, Adolfo, Miura, Cuadri, Palha, etc, etc. Un hombre que siempre ha dado la cara y que en 2016 sufrió una grave lesión que le ha tenido apartado de los ruedos durante meses que parecían que nunca iban a  tener fin, un hombre que hoy volvía a Sevilla para matar el encierro de Victorino Martín, ¡casi nada!, con la responsabilidad que ello conlleva y un hombre que se ha mostrado en plenitud torera, cumbre, en una madurez dorada como los bordados de su vestido, con una verdad y una entrega tan pura como el azul purísima de su vestido.
Ha sido en el cuarto, un negro entrepelao de 570 Kg y de nombre Platino. Un toro de buenas hechuras, muy en el tipo de la casa, encastado, repetidor, exigente y con peligro, uno de esos toros que, como solemos decir, te piden el carnet. Y Ferrera le ha enseñado el carnet en regla, sin fecha de caducidad... y un par de cosas más que las tiene bien puestas. Desde los primeros compases, desde el saludo capotero ha surgido la emoción. Toro para someter y dominar, al que Ferrera le presentó el capote a ras del albero, lo lidió (¡qué término tan poco al uso!) a la antigua, con los pies, andándole hacia atrás y por bajo, sometiéndolo. Excelente, magistral, con una belleza que casi tenemos olvidada y que nos retrotrae a imágenes en blanco y negro del siglo de oro del toreo, a Joselito, al Gallo, a Gallito, a los  que en aquellos años veinte hicieron tan grande la Fiesta. Lidiar, eso es lo que ha hecho Ferrera con el capote. Lidiar, un concepto que a veces parece olvidado ante tanta verónica, chicuelina y gaonera al uso y que en esta tarde sevillana ha rescatado Antonio Ferrera aunando belleza, emoción y torería suprema. ¡Y cómo lo ha llevado al caballo!, siempre por bajo, sin quitarle el capote del hocico, de nuevo lidiando, para rematar con garbo y gracia en un recorte a una mano y así dejar a Platino perfectamente colocado y poner en pie a los tendidos. Y el de Victorino ha respondido con una extraordinaria pelea en el caballo de Antonio Prieto, metiendo los riñones, empujando con codicia, mostrando casta hasta derribar a la cabalgadura y seguir encelado en el peto, tanto que llegó a montarse sobre el lomo del caballo sin dejar de cornear el peto en una imagen que nunca había visto antes y que creo será muy difícil que vea repetirse. Una vez más queda demostrado que el tercio de varas, cuando se ejecuta como se debe resulta de extraordinaria emoción y belleza. Así lo ha dejado patente Ferrera colocando en largo al toro ante el caballo y Prieto agarrando un buen puyazo delantero, como debe ser. Si hasta ese momento la emoción venía de la torería en la lidia, en banderillas las emociones y los sentimientos han surgido de un gesto que dice mucho de Antonio Ferrera como persona, un gesto que también es reflejo de lo que es el toreo, del respeto que todos los toreros que se juegan la vida ante un toro se tienen entre ellos, más allá del escalafón,  la pura competencia o la rivalidad. Se cumplen veinticinco años de la trágica muerte en La Maestranza del gran Manolo Montoliú, quien por entonces formaba a las órdenes del maestro José María Manzanares. Fue aquel dramático 1 de mayo de 1992 en que resultó empitonado en el tórax al banderillear a Cabatisto, un toro de Atanasio Fernández que abría plaza. Unas imágenes que me dejaron impactado y marcado, las recuerdo perfectamente y creo que nunca las olvidaré. Yo tenía quince años y estaba viendo la corrida que era retransmitida por Fernando Fernández Román en TVE, en aquellos años 90 en los que se retransmitían toros a diario tanto en la cadena pública como en las privadas recién nacidas por aquel entonces, años de locura pero también de libertad para poder ver toros y disfrutar de nuestra Fiesta. Jamás olvidaré  las imágenes de Montoliú inerte sobre el pitón del toro, la voz entrecortada de Fernández Román, las lágrimas y los gestos de horror de los aficionados, aún me parece que fuera ayer. Cosas de la vida, resulta que a las órdenes de Antonio Ferrera forma esta temporada José Manuel Montoliú, hijo del gran Manolo. El detalle, el gesto, la gallardía que ha mostrado Ferrera ofreciendo banderillear a Montoliú hijo este cuarto toro es muestra de la calidad humana de un auténtico maestro. De verdad que se ma ha hecho un nudo en la garganta viendo a José Manuel Montoliú colocando un par de banderillas en los mismos terrenos del 9 en los que murió su padre hace 25 años. Emociones y sentimientos a raudales, máxime cuando ambos toreros se han abrazado en los medios tras parear y han brindado al cielo un vibrante tercio de banderillas.  Eso también es el toreo, que lo sepa todo el mundo. 
En la muleta lo ha tenido muy claro Ferrera. toda la faena ha sido una lucha entre el toro y el hombre, un pulso cara a cara en el que cualquier cosa podía pasar. Toro encastado, exigente, duro, con genio, que repetía con codicia pero que sabía perfectamente lo que había, comportamiento muy en la línea que caracteriza a los de Victorino. Un toro complicado ante el que había que estar y ante el que había que tener muchos más de cinco sentidos para someterlo. Hombría, valor, coraje y un par de razones más ha desplegado Ferrera ante el victorino. Eso y una técnica extraordinaria para buscarle la distancia, ponerle la muleta en la cara y llevar metido en la tela. ¡Increíble los redondos y naturales que ha llegado a sacar!, incluso en algunos pasajes ha llegado a abandonarse y pegar unos pases relajado, casi desmayado de enorme belleza, todo eso ante un toro que, repito, se revolvía tras el lance y que rápidamente volvía la cara buscando de nuevo la muleta de Ferrera y quizás algo más. Toreo de muchos quilates, toreo hecho con una pureza y una verdad infinita, toreo que transmite y emociona. El esfuerzo y la concentración que ha tenido que desarrollar el extremeño ha sido brutal, ni una milésima de segundo podía perder la cara a Platino, y ese esfuerzo, esa entrega ha llegado a los tendidos que finalmente se han puesto en pie reconociendo el enorme valor de lo que estaban viendo. Solo restaba culminar la gran faena con la espada. Se tiró con toda a matar, volcándose, tanto que el espadazo hasta la yema cayó trasero, lo que hizo que el toro tardara algo más en doblar. Una oreja de mucho peso y de enorme valor que para mi, y lo digo sin ningún rubor, vale por dos, es más, tenían que haber sido dos. ¿Por qué?, sencillamente porque Ferrera me ha emocionado desde la lidia con el capote, la colocación del toro ante el caballo, el tercio de banderillas con el gesto de auténtico caballero hacia Montoliú y el toreo puro, de verdad, sin trampa ni cartón, sometiendo y pudiendo a un toro exigente y complicado que pedía mucho. Por todo eso y porque se ha tirado a matar también de verdad, sin aliviarse, entregándose, y porque me da igual que la espada haya caído un palmo alante o atrás, porque entiendo el toreo como un arte, un sentimiento y unas emociones que Ferrera me ha transmitido, no como matemáticas de escuadra y cartabón, ¡que al fin y al cabo el toro ha doblado sin necesidad de descabello!. De verdad, si después de lo que Ferrera ha hecho ante Platino, de la entrega, la torería, la pureza y la verdad que ha exhibido no tenemos los aficionados la suficiente sensibilidad para premiar como creo que se merecía hoy, lo que realmente tenemos es un problema.
¡Enhorabuena maestro!, ¡TORERO!

Antonio Vallejo

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