Sevilla, feria de abril, mañanas en el Real, fiesta, sol, luz y alegría, tardes en los toros, la Real Maestranza de Caballería, madre y cuna del toreo, todo entre bailes, cantes y buena gente acogedora y hospitalaria con todo aquel que en estos días de feria se acerca a la capital hispalense. Gente como nuestro primo Fernando que ha tenido la inmensa gentileza de llevarme en esta preciosa tarde de primavera sevillana a ver una de las corridas que más expectación habían levantado entre la afición maestrante cuando se anunciaron los carteles. Esta tarde se despedía de Sevilla Francisco Rivera "Paquirri", un torero que despegó como figura precisamente en esta plaza un 23 de abril de 1995, día de su alternativa, y que hoy ha querido anunciarse y despedirse de "su" Maestranza y de esta afición como se merece. Para acompañarle en este bonito gesto completaban la terna Julián López "El Juli" y su hermano Cayetano Rivera con toros de Daniel Ruiz, seis toros bien presentados en general, serios, malo el tercero que debió ser devuelto en los primeros tercios, nobles y con cierta clase en general aunque carecieron de empuje y segundo y sexto se rajaron, y con un muy buen toro, el cuarto, que destacó por encima de todos.
Si hablamos de balance final habría que reseñar que los dos hermanos Rivera han cortado una oreja cada uno, pero resumir a estadísticas una tarde como la de hoy me parece una injusticia imperdonable porque ha sido una tarde de emociones y sentimientos. Desde el paseíllo, con el estremecedor minuto de silencio de la Maestranza al recordar los 25 años de la muerte en esta plaza de Manolo Montoliú, pasando por el gesto de Francisco de irse a recibir a su primer toro a porta gayola y luego banderillearlo como hacía su padre, siguiendo por una nueva lección de poderío y mando de Juli, el abrazo de los dos hermanos al brindarle Cayetano el sexto, hasta la faena de raza y entrega de este que ha terminado acobardando al toro al verse tan podido. Porque eso ha sido la tarde, sentimientos y emociones a flor de piel sobre el albero sevillano en plena feria de abril, demostrando una vez más que esa es la esencia de este Arte que es el toreo, algo que no se puede explicar y que solo se entiende si uno lo siente y lo vive.
A porta gayola se fue Francisco a recibir a su primero, como si fuera el primer día y tuviera que ganarse un sitio en esta profesión. Con una larga cambiada de rodillas lo recibe, seguido de verónicas templadas y una media que arranca los primeros aplausos. Banderillas con los colores de nuestra bandera, el rojo y gualda que su padre utilizaba cada tarde al colocar los pares a sus toros. El corazón en un puño nos ha puesto Francisco en el tercer par, por los adentros, casi sin espacio para pasar, con mucho riesgo, culminando así un comprometido tercio de banderillas que ha resultado brillante. Con la muleta ha estado pulcro, por encima de un toro que se vino abajo muy pronto por sus escasa fuerzas. Nobleza y clase tenía, lo ha llevado bien Francisco, templado, sacando redondos y naturales aislados de calidad, haciéndole las cosas bien, con suavidad, sin obligarle para que no perdiera las manos. Por encima del toro en una faena que no llegó a romper por la falta de empuje del animal. Lo mató de una buena estocada y recibió una cariñosa ovación saludada desde el tercio.
El cuarto curiosamente se llamaba Enemigo. Nada más lejos de la realidad. Fue un gran toro, noble, con clase, pronto y repetidor, con humillación al que Francisco lo llevó cosido a la muleta por ambos pitones tras un inicio de faena por alto que arrancó los primeros olés. Seria en redondo y al natural con temple, por bajo y corriendo la mano para alargar el viaje. Bueno el toro y bueno el torero, olés y emoción en los tendidos para matar de estocada caída que le sirvió para cortar una oreja que paseó con emoción y que brindó al cielo, seguramente a su padre, en el día que se despedía de "su" Sevilla.
Juli nos ha dado de nuevo una lección de lo que es poder y mando sobre los toros, amén de una nueva clase magistral de técnica. Buen toreo de capote del madrileño al segundo por verónicas con el compás abierto y un quite por chiquilinas a manos bajas de gran belleza. Fue este un toro que también mostraba cierta clase, pero que se rajó a las primeras de cambio. Lejos de irse al limbo como tantos y tantos toros supo Juli meterlo en una muleta de la que huía enseguida hacia las tablas. Con ese mando y esa técnica fuera de serie que Juli atesora le plantó la muleta en la cara y no se la quitó en toda la faena. Uno a uno, sueltos pero con gran belleza y emoción surgieron los redondos, lo único, porque por el pitón izquierdo no tragaba ni medio pase. Templado, con la mano baja, sometiendo al toro, compacto y firme, faena importante, de enorme mérito, que supo reconocer el respetuoso, educado y entendido público sevillano. Da gusto ver toros en una plaza en la que la gente, o al menos un sector o tendido, no viene predispuesta contra nadie y con ánimos de reventar a un torero. Creo que no hace falta dar más señas para saber de que plaza hablo y Juli también lo sabe. Una lástima que colocara una media y precisara del descabello porque una oreja seguro que se habría pedido con fuerza, y hubiera sido más que de justicia. Nada tuvo el quinto, un toro soso y aburrido ante el que Juli hizo todo cuanto se podía hacer, pero no había fondo del que sacar algo en claro. Lo mejor fue el tremendo estoconazo al segundo intento con el que pasaportó sin puntilla al de Daniel Ruiz. Pero la sensación que hoy me ha vuelto a dejar Juli es de un torero que está en su plenitud, en un momento de forma extraordinario y que puede con todos los toros. De verdad que tengo muchas ganas del verle en San Isidro y que demuestre una vez más su enorme valía como figura del toreo... si le dejan los que ya sabemos.
La tarde de Cayetano se resume al sexto, porque el tercero fue un toro que no sirvió para nada y que debió se revuelto a los corrales por inválido. Eso que se fue a porta gayola a recibirlo y a punto estuvo de prenderle. Enrabietado le recetó unas verónicas templadas y largas que fueron lo único destacable. Nada en la muleta, perdía las manos y cuando no lo hacía su embestida era más sosa que la dieta de un hipertenso. No quedaba otra que liquidarlo cuanto antes y así lo hizo de una entera baja que fulminó al animal.
El sexto fue otro cantar. Con el capote asistimos a uno de los momentos más emocionantes de la tarde en un quite por gaoneras citando al toro en largo, tirando las zapatillas a un lado y la montera hacia la cara del animal. Le dejó llegar casi hasta donde estaba Cayetano y ahí desplegó el capote para echárselo a la espalda y dejar un quite por gaoneras ceñidísimas que nos pusieron en pie. La brionesa de remate fue, sencillamente, monumental. Uno de los momentos estelares de la tarde lo vivimos en le brindis a su hermano Francisco. La imagen de ambos abrazados en los medios nos puso los pelos de punta y seguro que alguna lagrimita cayó por algún tendido. Sin duda dejó caliente el ánimo de cuantos estábamos en la plaza y los sentimientos a flor de piel, o al menos así pareció demostrarlo al echarse con ambas rodillas en tierra para comenzar la faena por bajo, bellísimos redondos templados y largos con un par de cambios de mano superiores, supremos, que pusieron a la Maestranza boca abajo o patas arriba, como cada uno prefiera. No decayó el nivel al incorporase. Sensacionales, rotundas tandas de derechazos, presentándole la muleta planchada, sometiéndole, toreo de muchos quilates, elegante y relajado, bellísima la estampa de cada muletazo, ligados con gusto y sabor. Por el pitón izquierdo los naturales salieron más sueltos, pero hubo dos o tres magníficos, lentos, templaríamos, naturales hondos como lo olés que surgieron en esos lances. Sensacional Cayetano, con clase, poderoso y dominador, tanto que el de Daniel Ruiz se vio podido y se acobardó. Le presentaba la muleta Cayetano, le daba el pecho, citaba de frente pero el toro reculaba y se encogía ante tal demostración de sometimiento. Grandísima faena de Cayetano que aún sacó algún redondo lentísimo al abrigo de unas tablas a las que acudió el toro a refugiarse del absoluto dominio de un torero que lleva en su sangre raza y casta. Y como no podía ser de otra manera lo mató de un estoconazo que reventó al toro sin puntilla. Oreja de muchísimo peso y fuerte petición de la segunda no atendida por el presidente. Y la eterna polémica, ¿hizo bien o no?, ¿fue justo o injusto?. Realmente, si nos atenemos a una regla no escrita que dice que una faena redonda vale una oreja y un estoconazo vale otra... Vamos, que yo le hubiera dado las dos orejas, creo que lo que Cayetano hizo a este sexto fue portentoso y emocionó a toda la plaza.
Una vez más apelo a las emociones, los sentimientos y las sensibilidades como base y argumento principal de la Fiesta, más allá de la técnica o la espada, sobre todo en un contexto como el de esta preciosa tarde sevillana cargada de emotividad en la que hemos disfrutado del arte y el valor de dos toreros de dinastía, de dos toreros de sangre y raza, Rivera y Ordoñez, Francisco y Cayetano. ¡Y de nuevo un millón de gracias Fernando por permitirme acompañarte y ser espectador de lujo de algo tan emotivo!. Gracias de todo corazón.
Antonio Vallejo
No hay comentarios:
Publicar un comentario