viernes, 5 de mayo de 2017

¡Ay mi Morante! ¡Genio!


¡Un genio!, ¡único!, ¡un artista por los cuatro costados!, ¡qué gran tarde nos dio ayer el duende!. Morante jamás dejará indiferente a nadie, cuando pisa la plaza todo es posible, las musas y su inspiración marcan los tiempos y lo que surja del capote y la muleta del sevillano tiene la capacidad no solo de emocionarnos, va más allá, es embrujo, es un sueño que nos eleva al cielo del toreo. Su manera de andar, su porte, su torería, verónicas, chicuelinas, redondos y naturales únicos, con un sello particular, con un temple superlativo, toreo suave y lento, meciendo, acunando a los toros, deteniendo los relojes, parando el tiempo en cada lance. Eso lo sabemos, conocemos al maestro y a pesar de saberlo cada tarde, en cada pase, nos vuelve a sorprender con algo que brota de su naturalidad y su inmensa capacidad para crear arte, un remate, un recurso para salir airoso de una apretura, un quite con sabor añejo, un recorte con gracia natural. Pero lo de ayer, ¡ay lo de ayer!. Nadie lo esperaba, no cabía en la imaginación de ningún aficionado, solo se entiende si es Morante de la Puebla quien torea. Fue en el cuarto, un toro de muy bonitas hechuras al que recibió con unas verónicas monumentales, hundiendo la barbilla en el pecho, acompasando el lance, jugando las manos y la cintura con la suavidad y hondura propia del maestro. El posterior quite por chicuelinas moviendo la mano de salida con la gracia que imprime a su toreo fue superlativo. Se disponía a banderillear su cuadrilla cuando Morante les reclama los palos y ¡va a parear el maestro!. Sorpresa máxima e inicio de la locura en los tendidos. Es único, solo él es capaz de hacer algo así y precisamente en ese momento, en el toro que cerraba su paso por esta feria de abril sevillana. ¡Impresionantes pares!, ¡celestiales!, levitando ante la cara del de Cuvillo, con qué gusto, con qué clase clavó y con que torería salió de la cara del toro mientras la banda de música interpretaba Cielo Andaluz, ¡cuanta belleza para los sentidos!. Y para colmo coloca el tercer par al quiebro, junto a las tablas, por los adentros, con máximo riesgo. La locura, el delirio, la Maestranza en pie rompiéndose a aplaudir, frotándose los ojos para estar seguros que lo visto era realidad. Siempre lo he dicho, soy morantista, ¿cómo no voy a serlo después de lo de ayer?. Para muchos será exageración, otros no lo entenderán y algunos lo criticarán, me da igual, pero esos tres pares de banderillas que ayer colocó Morante de la Puebla valen toda una tarde de toros (y si alguien duda, ahí está la foto que ilustra este comentario).
Eso y lo que hizo al primero de la tarde. Una vez más el toreo se debe rendir a la pasión, la emoción y el sentimiento, al arte puro, sin reglas ni mecanicismos, algo que te llena, como la faena a ese primero que inicia por el pitón izquierdo, naturales excelsos, eternos, que no acababan, el torero roto, dejándose, haciendo volar la imaginación, todo ello bajo los compases de Suspiros de España, ¡como se escuchaban los olés!, la Maestranza entregada. Con la derecha compuso la figura, nada forzado, todo natural, para crear una serie en redondo templada, lentísima, durmiendo al toro en la muleta, bajando la mano, profunda, ¡enorme!, como los adornos y los remates, con gusto y sabor exquisito. Faena grande de inspiración, naturalidad, gracia y salero. Para remate se tira a matar por derecho ejecutando la suerte a la perfección y deja un estoconazo hasta la bola algo trasero que hace que el de Cuvillo no doble con prontitud. Petición de oreja que yo esperaba fuera mucho mayor y que el presidente consideró insuficiente. No lo sé, por televisión se veían muchos pañuelos y juraría que había mayoría, pero el palco no lo pareció así. Según comentaba el maestro Emilio Muñoz la petición fue menor en los tendidos 1,2 y 3, al parecer los que mayor influencia tienen sobre la decisión del usía, ¡pero demonios, que quedan nueve tendidos más agitando pañuelos!. Por supuesto que yo le hubiera dado la oreja, ¡cómo no!, porque su arte sin reglas, nacido de las musas, que brota de la imaginación de Morante, ese duende que me provoca el pellizco del que siempre hablo cuando el toreo emociona, además de una estocada monumental, son argumentos más que suficientes para el premio. Decía el gran maestro Curro Romero que las orejas son para los matarifes, que él se quedaba con las sensaciones, los sentimientos y el arte. A Morante una oreja más o menos no le supone nada, lo que ha hecho lo hemos visto y lo hemos saboreado, pero la injusticia duele, por supuesto, y me parece que el palco no fue justo con Morante en ese primer toro, opinión que reafirmo tras ver que Talavante cortó una oreja al segundo con una petición aparentemente similar. Las declaraciones de Morante a las cámaras de Canal Toros son rotundas al referirse al señor presidente: "Deber ser un mal aficionado y le habrán puesto ahí por ser un municipal de la Junta de Andalucía". ¡Olé, maestro!.

Antonio Vallejo

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