sábado, 27 de mayo de 2017

16ª de San Isidro: Sebastián Castella y un Jandilla de indulto


Este toro, Hebrea de nombre, negro, 527 Kg, cinqueño nacido en febrero de 2012, herrado con el número 94, será casi con total seguridad el que se lleve el premio al mejor toro de la feria por bravo, encastado, noble, repetidor y mil cualidades más que se podrían enumerar. Un toro que a mi modo de ver debiera estar a estas horas siendo cuidado por los veterinarios, sanándole de sus heridas, y mañana camino de las fincas Los Quintos y Don Tello en Badajoz para pasar el resto de su vida en el campo, procreando y así transmitir a su descendencia todas esas maravillosas cualidades que esta tarde ha desarrollado sobre la arena de Las Ventas. Desde salida, tomando el capote con celo, humillando, repitiendo, ¡cómo ha entrado al caballo!, un galope ágil, alegre, metiendo la cara abajo en el peto, empujando con los riñones, saliendo con brío, en dos sensacionales varas, en banderillas acudiendo con un tranco excepcional a los cites, siguiendo a los banderilleros sin dudar, entrando con nobleza, y en la muleta no se ha cansado de embestir, siempre humillando, el hocico oliendo la arena, repitiendo con fijeza y codicia una y otra vez, sin cansarse, con una clase infinita, acudiendo a cada toque pronto y con alegría,  con recorrido, volviéndose a buscar la tela de la muleta con insistencia. Un toro completo en todos los tercios que además ha caído en manos de un gran maestro, Sebastián Castella, que lo ha toreado a la perfección, templado, ligando por bajo, con hondura, una maravilla. Insisto, para mi un toro de vacas, que con tristeza he visto como era arrastrado por el tiro de mulillas a su muerte. Por momentos me lo iba imaginando, soñaba despierto con ver el pañuelo naranja asomando en el palco, pero no ha sido así y de verdad que no entiendo el por qué. Un toro indultado en Madrid y en pleno San Isidro hubiera sido algo histórico, un aldabonazo a la Fiesta, un bombazo en la línea de flotación al antitaurinismo que iba a recorrer todo el mundo, en prensa, radio, televisión, la imagen real de nuestra Fiesta, el triunfo del torero por su arte y del toro por su condición de bravo,  símbolo de vida y no de muerte, imagen de alegría y no de crueldad, lo que realmente es el toreo. Pero algo ha fallado o ha faltado para conseguirlo y no ha sido culpa del toro, posiblemente el mejor que he visto en Madrid en mis ya 15 años de abonado y creo que hay que irse muy para atrás en el tiempo para recordar alguno similar, o al menos eso han dicho amigos de tendido de mucha más antigüedad como abonados que yo. Personalmente creo que la mayor parte de la culpa la hemos tenido nosotros, los aficionados, que no el público general, ese poco habitual que solo aparece las tardes de claveles, mucho y variado el que ha acudido hoy en masa al reclamo del cartel y que me da la impresión que la mayoría no saben qué significa el pañuelo naranja, incluso dudo que sepan siquiera si existe y lo que es el indulto. Sí, los aficionados, los que tan fácil y gratuitamente nos permitimos el lujo de criticar, los que sin tener fundamentos y argumentos tantas veces también nos permitimos el lujo de juzgar y,  en ocasiones, de menospreciar sin verdadero conocimiento a quienes cada día se juegan la vida delante de un toro bravo, hoy no hemos estado a la altura, al menos a mi entender. ¿Por qué?, no lo sé. Quizás porque una gran parte se sienta cohibida por un sector ínfimo que pretende dominar con su criterio y mandar a su antojo en Las Ventas y no se ha atrevido a pedir el indulto de manera clara y manifiesta por miedo a la reacción y los gritos de algunos pocos, quizás porque si Castella sigue toreando y le pega un par de tandas más, que sinceramente creo que el toro las tenía y las hubiera aguantado perfectamente, el ambiente se hubiera caldeado y el runrún que corría, al menos en mi tendido, se habría transformado en clamor pidiendo que no se mate al toro, incluso si el francés hubiera hecho ademán de solicitarlo al palco creo que hubiéramos visto algo histórico que guardaríamos para contar a todo el mundo y transmitirlo a nuestros descendientes, "yo estuve en el indulto de Hebrea". Cargar contra el matador sería lo fácil, decir que no ha presionado para que se pidiera el indulto aún más, y así, los que  tan pomposamente se autodenominan aficionados y puristas, los que se autocuelgan la medalla de garantes de la Fiesta, hoy han hecho el avestruz, escondiendo la cabeza y no pidiendo con rotundidad lo que para mi y para muchos era una evidencia.  Por eso decía que he visto con tristeza una vuelta al ruedo a un toro, aparentemente un contrasentido. Algo que parece un honor hoy  ha supuesto un disgusto para mí, y para la Fiesta una ocasión de oro para reivindicarse como lo que es, una lucha de poder a poder entre un hombre y un toro bravo transformada en arte, la manera más rotunda de desmantelar todos los argumentos antitaurinos. Me imagino que habrá gente que comparta esto conmigo, al menos todos cuantos día a día vamos a los toros en el 1 lo hemos pensado igual, y otros muchos que pensarán que no era para tanto y que exagero o veo visiones, seguro, pero me vale mucho la opinión de un profesional que cada tarde acude en su silla de ruedas al balconcito del alto del 1, Vicente Yangüez "El Chano". Un hombre que sabe muy bien de lo que habla porque ha sido su vida y que casi se la deja ante un toro en aquella cogida terrible en Ávila en julio de 2012, la que  le dejó postrado en esa silla de ruedas desde la que no se rinde, como muestra de ello su segundo puesto en el maratón de Nueva York en la modalidad handbikes, y que a lo largo de la faena no se ha cansado de repetir que ese toro era de indulto. Es una delicia escuchar sus comentarios y comprobar cómo ve los toros desde que asoman por la puerta de toriles, y si él opina lo mismo que a mi me ha parecido es que realmente lo era.
Hebrea, un toro de magníficas hechuras, con 527 kg, ¿para qué más?, con un trapío impresionante, vean la foto con la que ilustro esta entrada, muy serio, astifino, cornidelantero, estrecho de sienes, agradable de cara, como dice el maestro Muñoz en las retransmisiones de Canal Toros, un toro sobre el que, como cada día cuando llego a la plaza y comento con mis amigos lo que me han parecido los toros que se han sorteado por la mañana, les he dicho que me había encantado dentro de lo buena de presentación y hechuras que me parecía toda la corrida, pero destacaba a este segundo como el mejor a mi gusto. Y como también dice el maestro Emilio Muñoz, las hechuras no lo son todo pero si un toro está bien hecho es más probable que embista mejor, y este Hebrea lo ha hecho, ¡vaya si lo ha hecho!. Sale con fijeza, metiendo la cara con gran clase en el capote de Sebastián Castella, verónicas templadas, cadenciosas, ganado terreno, el jandilla responde y repite, la media verónica de remate es un canto a la belleza. El comportamiento en el caballo que monta José Doblado es extraordinario, lo deja el francés en largo, se arranca pronto, galopando alegre, coloca la cara abajo en el peto y empuja metiendo los riñones, pelea de bravo. El segundo puyazo es igual, arrancando de lejos y empujando con  bravura. Gran tercio de varas, de enorme belleza, algo cada día más difícil de ver. La ovación a Doblado es unánime, gran picador. En banderillas transmite, acude con prontitud y galope ágil a la llamada de José Chacón y Vicente Herrera, quienes protagonizan un magnífico tercio de banderillas, ejecutando la suerte a la perfección, cuadrando en la cara y reuniendo los seis palos, y el toro sin hacer ni una cosa fea. Ambos toreros de plata escuchan una tremenda ovación que saludan desmonterados. El toro es bravo, tiene mucha movilidad, humilla y es de una clase extraordinaria. Inicia Castella su faena como tantas veces le hemos visto hacer, hundiendo las zapatillas en el mismo centro del anillo, cita al jandilla de lejos, le da mucha distancia, éste se arranca con prontitud y brío, Castella le pega dos cambiados por la espalda ajustadísimos cosidos a unos estatuarios, un molinete con una gracia y  sabor inmenso para rematar con el de pecho que es una maravilla por su largura, de pitón a rabo, acompañándolo con la cintura, una delicia. El toro humilla y repite, responde a los toques a la primera y el galo le pega ni sé las tandas por else pitón derecho, una borrachera de toreo en redondo, templadísmo, largo, ligado, perfectamente colocado al finalizar cada muletazo e hilvanar el siguiente, siempre bajando la mano, arrastrando una muleta a la que nos cansa de seguir el jandilla con celo y codicia. Las series se suceden entre las pausas que con maestría sabe administrar Castella para que respire, pero no lo necesita, Hebrea va y viene sin parar, la emoción y transmisión es total, los olés retumban secos y la plaza se pone en pie tras una serie rematada por un redondo eterno, una cambio de mano arrebatador y un natural que parece un circular, 360º, que parecía no iba a acabar nunca, más un trincherazo supremo, una obra de arte que pone Madrid patas abajo. Por el izquierdo le cuesta algo más pero con temple logra someterlo y dibuja una tanda de naturales hondos, lentísimos, también bajando la mano, a los que el jandilla responde pronto y repetidor, humillando, los olés no paran, uno tras otro a cada muletazo, la locura en Las Ventas, huele a algo grande. Vuelve a tomar la muleta con la derecha en otra sucesión de series en redondo supremas y termina la faena con una torería infinita, por bajo, trincherillas, pases de desdén, mirando al tendido, relajado, desmayando la figura, con una naturalidad máxima, como toda la faena. Ahí es donde yo creía que iba a seguir toreando, la plaza entregada, los olés y las ovaciones ensordecedoras,  todo el público en pie, y se iba a obrar el milagro. Pero para mi desgracia no ha sido así y el francés ha tomado la espada y sea perfilado para matar, ¡y nadie hemos empezado a levantar la voz y pedir el indulto de un animal que se lo merecía!. Es más fácil estar acomodados y no comprometerse. Una pena, una auténtica pena, sin darnos cuenta de que teníamos una oportunidad para hacer algo por nuestra Fiesta, algo histórico, pero no ha sido así. Y como las "desgracias" no viene solas, Castella ha colocado una media estocada trasera defectuosa pero eficaz que ha hecho doblar al de Jandilla, ni siquiera un espadazo acorde a tan magna faena. Se ha pedido la oreja, no sé si una o las dos, la verdad es que estaba bastante fastidiado y no me he fijado si la petición ha sido de una o de dos, el caso es que se ha quedado en un solo trofeo, algo muy pobre para lo que habíamos visto. Para mi eran dos orejas, y me da igual la colocación de la espada, a la porra el purismo y la ortodoxia, vuelvo a lo de ayer, el toreo es emoción y sentimiento y lo que han transmitido Hebrea y Castella está por encima de unos centímetros arriba o abajo, atrás o delante. Repito, para mi dos orejas y Puerta Grande, lo digo sin rubor alguno, como que la vuelta al ruedo a Hebrea nunca debía haber llegado.
Aún le quedaba otro toro a Castella para redondear la tarde y abrir la Puerta Grande, el quinto, Hojeadora, un precioso castaño  de 544 Kg que blandea de salida, pierde las manos  en el capote y de manera mucho más ostentosa en el caballo. El presidente lo mantiene en la plaza, incomprensible porque a todas luces no valía para la lidia, se lo colocan los tres pares de banderillas y ¡justo al colocar  Raphael Viotti el tercero va y el usía saca el pañuelo verde!. La verdad es que no entiendo nada, ¿no podía haberlo hecho antes y nos hubiera ahorrado diez minutos viendo a un toro inválido?. Incomprensible la actitud del palco en esta feria. En su lugar sale un sobrero de Salvador Domecq, León de nombre, protestado de salida desde algún sector por falta de presencia  que echa las manos por delante y muestra escasez de fuerzas. La pelea en el caballo es fea, no se emplea, cabecea. En banderillas espera y pone en apuros a Raphael Viotti y Vicente Herrera que, sin embargo ejecutan los pares con verdad y riesgo, llegándose a la cara del toro, dejándose ver, asomándose al balcón, entre los pitones, máxima exposición, máxima emoción. Magnífico tercio de banderillas fuertemente ovacionado. Inicia la faena por estatuarios, el toro se queda corto, mide, se defiende, cabecea, se para, se revuelve, busca. Toro peligroso y exigente este sobrero al que hay que poder y someter, algo muy fácil de decir pero muy difícil de hacer. Firme y valiente Sebastián Castella, poderoso, con temple a pesar de los tornillazos que soltaba el de Domecq, lo va sometiendo a base de tesón y paciencia, amén de una técnica y un mando portentoso, poniéndole la muleta adelantada, sin quitársela de la cara, bajando la mano, por ambos pitones va robando muletazos, de uno en uno, colocándose, exponiendo una barbaridad para componer una faena basada en el pundonor y la vergüenza torera, valentísimo, tragando lo que no está escrito, aguantando parones y miradas del toro, con una seguridad y una firmeza inmensa. Para mi una gran faena de Sebastián Castella, en otro registro, no el de la plasticidad, sino en el del dominio y el conocimiento, la técnica y el valor ante la exigencia y el peligro del toro. Y de nuevo la espada, ¡otra vez!, la pu...ñetera espada, un pinchazo y una entera desprendida dan al traste con las esperanzas de ver abierta por segundo día consecutivo la Puerta Grande de Madrid, quedando todo en una gran ovación recogida desde el tercio. Pero el sabor que ha dejado Castella esta tarde reúne clase, gusto, mando, valor, emoción, en resumen, torería. Una de esas tardes para recordar por años.
Esta tarde se despedía de Las Ventas un torero de dinastía, Francisco Rivera Ordoñez, Paquirri en los carteles, probablemente uno de los reclamos para el público general que hoy ha acudido en masa para llenar la plaza hasta la bandera. Digamos que la manera como ha transcurrido la tarde no era la soñada por Paquirri. Su primer toro es noblote, pero escaso de raza y con no mucho empuje. En el capote deja unas verónicas cerrado en tablas sin ganarle terreno y sacarlo a las afueras. Pasa este primer jandilla sin pena ni gloria por los primeros tercios, sin lucimiento. En la muleta mete la cara con cierta nobleza, pero es soso a más no poder. Faena pulcra de Francisco, le pone la muleta, lo lleva suave,  pases con limpieza pero sin someterlo por las escasas fuerzas y el corto recorrido del animal y todo resulta deslucido, sin nada de emoción, trasteo intrascendente, sin ritmo, pases por ambos pitones que no llevan a ningún sitio. Además alarga un tanto la faena para justificarse, lo que desespera a más de uno. Mata de dos pinchazos y escucha silencio. El cuarto es un toro también muy serio, astifino, veleto, ligeramente engatillado, estrechito de sienes, muy buenas hechuras. Lo recibe Paquirri a la verónica, con temple. No se emplea en el caballo. Quite de Sebastián Castella por saltilleras con clase, bonito. Es el propio matador quien decide colocar los garapullos, rememorando a su padre. Buen tercio, muy buena ejecución, con elegancia y facilidad para dejar tres buenos pares reuniendo perfectamente. La ovación que recibe es merecidísima por la verdad con la que ha colocado las banderillas. En la muleta es un calco de la de su primer toro, sin lucimiento alguno, faena inconexa, carente de ritmo y emoción. Al menos esta vez mata de una entera arriba que acaba con este cuarto. Silencio en su despedida de Madrid, seguro que no era lo deseado. 
Alberto López Simón volvía a Las Ventas tras su actuación el pasado 15 de mayo, y me da la impresión que la exigencia rayana en intransigencia que aquel día comenté que me había parecido percibir en el sector que quiere poner y quitar y decide a quien protege y a quien machaca, le ha podido al de Barajas. Eso o que está en un ligero bache en su carrera, algo lógico si tenemos en cuenta dónde estaba el madrileño hace dos años y donde está ahora. Lo cierto es que, a mi modo de ver, no ha tenido uno de sus días más afortunados, y eso que ha tenido toros, sobre todo el tercero, Imperial, otro más como toda la corrida, perfectamente hecho y rematado, con trapío. No luce en el capote pero en el caballo toma un sensacional primer puyazo metiendo los riñones y con la cara abajo. El tercio de banderillas, a cargo de Domingo Siro y Vicente Arruga, resulta extraordinario, de poder a poder los tres pares, con limpieza y verdad. Otra gran ovación. El de Jandilla tiene movilidad y fijeza, repite y toma la muleta con clase y nobleza. Primeras series por el pitón derecho, templadas, ligadas, con la mano baja, buen toreo en redondo al que el toro responde con empuje. Suena los olés. Por el pitón izquierdo no va tan claro, pero López Simón templa los naturales y consigue algunos de mucha categoría, lentos, largos. Quiere volver a la diestra pero el toro va a menos, aunque también es cierto que me parece que le ha atosigado un tanto, demasiado encima quizás, sin darle más distancia para llevarle más en largo aprovechando el recorrido, el galope y el buen tranco que tenía este Imperial. Creo que con otra distancia y otro ritmo este buen toro hubiera lucido claramente sus magníficas cualidades, es más, creo que se ha ido al desolladero con las orejas puestas cuando parecía que era uno de esos toros a los que, como suele decirse en lenguaje taurino, se le caen las orejas. Lo cierto es que ha parecido que  López Simón ha desaprovechado un toro de mucha calidad en una faena a la que le ha faltado ritmo y continuidad para romper en emoción y transmisión. Mata de estoconazo entero hasta la yema y ve como el toro es despedido con una sonora ovación mientras él escucha tibias palmas, revelador. En el sexto, Decano, tampoco le ha sonreído la suerte al madrileño. Suelto de salida, sin demasiada fijeza, reservón, echando las manos por delante y la carita arriba, pero que sin embargo en el caballo se ha comportado radicalmente distinto, arrancándose en largo, como un auténtico cohete, impactando con violencia en el peto y empujando con celo. En banderillas se mueve, aunque persiste en el defecto de echar la cara arriba. Brillante y vibrante tercio  a cargo de Vicente Osuna y Jesús Arruga que expone una enormidad dejándose llegar los pitones a la chaquetilla. De nuevo la faena resulta deslucida, sin ritmo ni consistencia, sin conexión entre series y muletazos, deshilvanada, ante un toro exigente al que hay que poder sometiéndolo por bajo. Quizás hubiera tenido que plantear un inicio de faena doblándose, una lidia digamos que a la antigua, con los pies, echando la tela al suelo para así,  una vez sometido, estirarse y buscar los redondo y los naturales, que cada toro precisa su lidia. El caso es que de nuevo le veo un tanto acelerado y encimando al toro, sin tenerlo claro y sin mandar sobre él. Espero que sea circunstancial y que volvamos a ver al López Simón de las dos pasadas campañas, hoy creo que no ha cumplido con lo que esperábamos de él, pero hasta los más grandes han tenido baches, y no olvidemos la juventud del de Barajas y todo el camino que aún tiene por recorrer.
Otra tarde más, tres seguidas ya, en la que nos hemos divertido, emocionado y sentido el toreo en su máxima expresión con una  corrida muy completa de Jandilla -puro Juan Pedro Domecq- en cuanto a presentación y hechuras, con buenas condiciones en general, que ha peleado en el caballo y ha lucido en banderillas, con dos toros por encima de la media, el tercero, Imperial, y sobre todo el segundo, Hebrea, un toro de indulto en manos de un gran maestro, Sebastián Castella. Ojalá esta sea la tónica de la feria en su segunda mitad, la que empezaba hoy, y que  cada día veamos toros como los de Nuñez del Cuvillo, Alcurrucén y Jandilla, y toreros tan grandes como Alejandro Talavante, Juli, Ginés Marín y Sebastián Castella. Hay que soñar y creer en el toreo.

Antonio Vallejo

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