Tarde de lujo, de campanillas, día radiante y por fin la plaza de Las Ventas presentando el magnífico aspecto que muestra la fotografía que he tomado durante el desarrollo del paseíllo. Lleno hasta la bandera, cartel de "no hay billetes", con un público variopinto en le que se mezclaban los aficionados habituales, abonados de la plaza, muchos que se acercan a los toros al reclamo de algunos nombres, famoseo de variado pelaje, gente de la farándula, del deporte, rostros conocidos y mucho glamour en los tendidos para asistir a una de las corridas con más tradición en Madrid, la de la Asociación de la Prensa, que este año reunía en su cartel a los Atanasio-Lisardos de Puerto de San Lorenzo para ser estoqueados por Sebastián Castella, Alejandro Talavante y Javier Jiménez. Muchas, muchísima ilusiones depositadas en esta tarde de campanillas, de claveles, que se han ido cayendo toro a toro, una a una, como hojas de otoño. Tarde que antes de arrancar presumía una ambiente digamos que "cargadito" en el 7 donde asomaron pancartas reclamando la casta y la bravura, rechazando el triunfalismo y reivindicando la máxima seriedad y exigencia en esta plaza de Las Ventas. Y tenían toda la razón, cuando lo hacen bien hay que reconocerlo, porque el inicio de este San Isidro 2017 está siendo realmente decepcionante. Se nos había vendido un gran cambio respecto a ediciones anteriores, se nos había anunciado la presencia de excelentes toros, el propio Simón Casas había pronosticado en el programa de Canal Toros "El Kikirikí" quince faenas de Puerta Grande. Hombre, aún hay tiempo, pero la media hasta ahora no invita al optimismo. Llevábamos siete tardes seguidas de Domecq en lo que a toreo de a pie se refiere, todas excepto la primera de La Quinta (Santacoloma). No era esa la variedad de encestes prometida, aunque es cierto que aún están por llegar y están repartidos a lo largo de la feria, especialmente en la última semana. Empieza a dar la sensación que se ha vendido más humo que otra cosa y que todo sigue más o menos igual que en otras ediciones. Como he dicho se esperaba con ilusión a los Atanasios de Puerto de San Lorenzo y han sido precisamente esos toros los que han marcado para mal una tarde que se ha ido torciendo a cada episodio, en la que poco a poco todo se ha ido poniendo a la contra con parte de los tendidos sin parar de protestar y molestar, caminando sin remedio primero hacia el desorden tras ver como el primero tenía que ser devuelto por manifiesta falta de fuerzas, y luego hacia el caos, representado por el baile de corrales en el quinto turno, con dos toros devueltos por inservibles para la lidia, teniendo que salir el tercer sobrero, en una deriva apocalíptica en la que cualquier desenlace era posible, incluyendo el desorden público, puesto que los ánimos en los tendidos estaban muy encendidos contra el palco. Pero en ese momento surgió la magia del toreo, saltó un sobrero de Conde de Mayalde, puro Juan Pedro Domecq, y Talavante desató la locura con una faena de antología, toreando despacio, más de lo que lo ha hecho parece imposible, con una clase y un sabor inmenso, inconmensurable, componiendo una sinfonía exquisita, una faena de dos orejas que incomprensiblemente ha sido premiada solo con una. Así es el toreo, así es el arte, por eso nos enamora a cada tarde, porque la magia está detrás de un capote, de un par de banderillas o de una muleta esperando a que venga un torero, abra esa caja mágica de los sueños y se desate el delirio olvidándose todo lo anterior por malo que fuese. Aunque hoy no es día para olvidar la decepcionante corrida de Puerto de San Lorenzo que no ha valido para nada. Me da igual si venía bien o mal presentada, me dan igual sus hechuras, su seriedad o no, si eran veletos, acapachados, abiertos, astifinos o lo que fuera, nada de eso merece hoy la pena que ocupe un espacio ni robe un segundo ante su infame comportamiento y nulo juego. Sin raza, sin casta, sin bravura, sin fuerzas, ninguno de los seis, porque los dos únicos toros que han permitido lucimiento por bravura, clase y nobleza han sido dos sobreros, uno de Buenavista y el referido de Conde de Mayalde, cuya lidia y muerte han correspondido a Sebastián Castella y Alejandro Talavante respectivamente. Solo dos toros y que además no eran del hierro titular merece la pena que sea motivo de análisis y reflexión porque la Fiesta solo puede pervivir gracias al toro, y si no hay toro languidecerá y correrá serio peligro de llegar a desaparecer.
Juguetón se llamaba el sobrero de Buenavista que ha salido primero bis. No luce de salida en el capote de Castella, se emplea en el caballo empujando en una buena primera vara bien agarrada por José Manuel Moreno, durmiéndose en el peto con la cara abajo, humillando. Sale bien, con tranco y permite al francés dejar un quite por tafalleras quedándose en el sitio, muy quieto, bonito. Inicia la faena por estatuarios en terrenos del 4, en la primera raya, concatenando dos naturales templados y uno de pecho de mucha calidad. Ve Castella que el toro tiene fondo y cualidades, le da distancia desde los medios y el toro responde pronto, con alegría, galopando y toma una primera serie por el pitón derecho templada, con la mano baja, ligando muletazos de gran nivel, alargando el viaje para aprovechar el largo recorrido del de Buenavista. Toro con fijeza, clase y nobleza que por el pitón izquierdo toma una serie de gran emoción. Lo lleva Castella largo, dándole distancia de nuevo, bajando la mano y ligando los naturales, algunos muy hondos, toreo de muchos quilates. Decía al principio que algunos aficionados del 7 asomaron pancartas reclamando casta y bravura y creo que tenían toda la razón del mundo. Pero desafortunadamente pierden tantas y tantas veces la razón por sus formas, y hoy también ha ocurrido. Se puede pensar que Castella ha estado o no bien colocado, a mi juicio ha estado impecable, es opinable. Lo que no se puede tolerar es la falta de respeto hacia el que se está jugando la vida delante de un toro, y eso ha vuelto a ocurrir una vez más. Dejando a un lado los archiconocidos "miaus" con los que acompañan los lances cuando consideran que el toro es "pequeño", es decir, que no pesa una burrada y tiene un tamaño descomunal, y que no demuestran mas que una total falta de educación y un mal gusto deplorable, lo peor son los gritos y las descalificaciones en momentos críticos de la faena o cuando el torero se perfila para matar, demostrando un total desconocimiento de las normas básicas de comportamiento durante la lidia. Con eso pierden toda la carga de razón que en algunos casos puedan tener. Ese comportamiento a la contra ha tenido que soportar una vez más Sebastián Castella en este primero, sobre todo cuando ha vuelto a tomar la muleta con la diestra y recetar una serie en redondo templadísima, pegando la muleta a la cara de Juguetón, despacioso, muy lento, derechazos largos ligados a la perfección, todo entre reproches y gritos de mal gusto. Se va apagando el toro y recorta las distancias el francés para meterse en esos terrenos de las cercanías, jurisdicción siempre del toro, para dibujar ese toreo vertical y estático tan propio de su repertorio, entre los pitones, sin mover los pies, pasándose al toro por ambos lados sin pestañear, dando la impresión de encontrase incluso cómodo, como con las bernardinas finales con enorme peligro al flamear la muleta por causa del viento. Repito, todo entre protestas que arrecian desde el 7, especialmente desafortunadas cuando una par de espectadores le han echado en cara a gritos que no ha toreado, justo en el momento que estaba perfilándose para entrar a matar. ¿He dicho espectadores?. Miento, eran canallas. ¿He dicho desafortunadas?. Miento, eran criminales. La estocada entera algo trasera y un golpe con el estoque de cruceta han retrasado la muerte del toro y han privado al galo de una posible oreja que me hubiera parecido merecida y justa.
El otro toro que ha permitido salvar a la tarde de la quema ha sido el quinto tris, un sobrero de la ganadería toledana de Conde de Mayalde, de aspecto aleonado, con mucho cuello, acapachado de pitones, que ha saltado al ruedo desentendido de todo y que no apuntaba lo que finalmente llevaba dentro. A esas alturas de la tarde el escándalo era mayúsculo. Alejandro Talavante había visto como se le devolvía el segundo de su lote y un sobrero y todo estaba definitivamente en contra. De repente, cuando creo que nadie se lo esperaba, Butanero, que así se llamaba, ha roto en la muleta del extremeño y ha surgido la magia. Comienza con la zurda, con torería, sobre todo en un remate por bajo de enorme sabor. Cambia a la derecha y dibuja series en redondo tremendamente templadas y ligadas, una de ellas rematada con un cambio de mano sensacional, apoteósico, lento, cadencioso, una maravilla, llevando al toro con una suavidad exquisita, sin forzar nada. Por el pitón izquierdo ha bordado el toreo. Naturales lentos, eternos, hondos, también con la misma naturalidad que en los derechazos, lances que surgían de la mente del torero, fruto de su inspiración, dejándose, sin guiones prefijados, toreando de verdad, bajando la mano, despacio, gustándose, relajado, una auténtica obra de arte. El final de faena citando de frente, dándole pecho, mirando al tendido es antológico, la plaza en pie, una plaza que ha acompañado toda la extraordinaria faena del extremeño con olés roncos, sentidos, nacidos del alma y que se ha roto las manos a aplaudir. El espadazo en todo lo alto que pasaporta sin puntilla al de Conde de Mayalde pone broche de oro de muchos quilates a esta grandísima faena que hay que tener muy en cuenta de cara al premio a la mejor de la feria. Lo que no acaba de cuadrarme es que no se le hayan concedido las dos orejas, para mi lo merecía, una por la faena redonda y otra por el espadazo. Mucho me temo que la táctica presidencial retrasando al máximo la concesión de la primera oreja ha pesado en la no concesión de la segunda, vergonzoso si es así.
Sería injusto no mencionar a Javier Jiménez en la tarde de hoy. Recordemos que el pasado verano este sevillano abrió de par en par la Puerta Grande de Madrid con la corrida de Antonio Bañuelos, elegida a la postre como la más completa de la temporada, y que en los snafermines dejó muestras de sus valor y su pundonor al matar a sus dos toros tras ser cogido con su primero y volver a salir con un esguince cervical en contra del criterio médico. Malísima suerte la del de Espartinas con su lote. El tercero infumable, no valía ni para carne, y eso que lo ha intentado por ambos pitones, se ha puesto y ha tratado de sacar aunque fuera un solo muletazo, pero no había nada, venía absolutamente vacío. Y con el sexto, un toro que punteaba la muleta, sin clase, no ha podido hacer nada ya que le ha herido a las primeras de cambio. Una cornada seca en la parte alta del muslo derecho, a nivel de la ingle que hace que tenga que ser trasladado a la enfermería para ser operado en la misma plaza. Para los del "miau", ahí tienen la prueba de lo maleducados y malos aficionados que son cuando faltan al respeto a un torero. Solo deseo su pronta recuperación y que pronto volvamos a verle en Madrid, se merece una nueva oportunidad.
Las dos caras de la Fiesta se han dado la mano en el epílogo de la tarde, el triunfo de Talavante y el dolor de Jiménez. Muchos no lo entenderán, pero esta es la grandeza de la Fiesta, la lucha cara a cara, de poder a poder entre el hombre y el toro bravo, un encuentro a vida o muerte que se transmuta en arte y belleza y en el que solo puede haber un ganador.
Las dos caras de la Fiesta se han dado la mano en el epílogo de la tarde, el triunfo de Talavante y el dolor de Jiménez. Muchos no lo entenderán, pero esta es la grandeza de la Fiesta, la lucha cara a cara, de poder a poder entre el hombre y el toro bravo, un encuentro a vida o muerte que se transmuta en arte y belleza y en el que solo puede haber un ganador.
Dos sobreros han salvado la tarde, no la corrida, que era de Puerto de San Lorenzo y ha resultado un auténtico fiasco, rayando en el escándalo. Una tarde que prometía mucho, que comenzó a torcerse y complicarse muy pronto, que se dirigía al naufragio sin remedio, sumida en el caos, hasta que surgió la magia del toreo encarnada en Butanero y Alejandro Talavante. Esa es la fiesta, así es el toreo.
Antonio Vallejo
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