Este año se ha hecho esperar la primera de las novilladas. Trece días han tenido que pasar hasta este lunes para ver sobre la arena venteña a los utreros. Lunes de novilladas, como los sábados de rejones, son citas clásicas en San Isidro, pero este año las cosas cambian y veremos la segunda de las novilladas el próximo martes 30 y la última el sábado 3 de junio, algo que se va a hacer extraño a cuantos llevamos muchos años acostumbrados a los lunes de novillos, término que permite hacer un juego de palabras entre la acepción taurina del término y la otra que tanto hemos utilizado en el colegio y la universidad para no ir a clase. Ayer por la tarde, cuando salía de la plaza con el buen sabor de boca de la faena rotunda de Ferrera al quinto y el buen toreo de Escribano al sexto escuché una conversación entre dos abonados de unos cuarenta años que me dejó perplejo:
- ¿Vienes mañana?- Uff, no creo, son novillos.
Alucinante. Mal nos va a ir si tratamos y consideramos así a los que ahora empiezan en esta complicada profesión y que serán los encargados de poblar el escalafón de matadores del futuro, denotando incluso desprecio. No me extraña, por tanto, el pobre aspecto que hoy presentaban los tendidos de Las Ventas. Media entrada justita con los que hemos venido a ver novillos y novilleros y media plaza vacía por los que han hecho novillos y han fallado a la afición.
La verdad es que se han perdido una interesante novillada de El Montecillo muy seria y para mi gusto muy bien presentada, con buenas y variadas hechuras, algunos con tipo de toro, especialmente los tres últimos, con movilidad, nobles los tres primeros aunque con poco empuje, bueno el cuarto, bravo y exigente el quinto, con genio, y horrible el sexto, para ser estoqueados por Jesús Enrique Colombo, Pablo Aguado y Rafael Serna, un venezolano que se presentaba en Las Ventas y dos sevillanos que ya conocen esta plaza y saben lo que es sufrir en este coso dos cogidas escalofriantes, Aguado en la primera novillada de esta temporada y Serna el pasado año con un cornalón gravísimo.
De los tres se ha llevado el gato al agua el venezolano Jesús Enrique Colombo, que ha dejado una buena impresión en su presentación en la primera plaza del mundo. Ha venido a Madrid, como toda la vida s esa dicho, en novillero. Enorme su actitud, su disposición, su entrega, su arrojo y su valor, un diez o incluso matrícula de honor en esos apartados. Pero también hay que reconocer las carencias que tienen por su juventud y sus inmensas ganas de triunfar, y no debemos taparlas con las ganas y la disposición. Ha tenido un cuarto novillo bravo en el caballo, con con movilidad y emoción en banderillas y encastado en la muleta al que no le ha dado la lidia que realmente requería, acelerado, encimando un tanto al novillo, sin demostrar tampoco detalles de gusto y exquisitez, pero ha suplido estas lagunas con pundonor y esfuerzo encomiable. Siempre hemos dicho que a los toreros hay que medirles por el toro que tienen y sinceramente creo que este novillo daba para más y llevaba más dentro de sí, sin desmerecer todo lo que ha hecho el venezolano. Ha toreado bien de capa a sus dos novillos, templando a la verónica y rematando con una buena media en el saludo al cuarto. Ha brillado en banderillas, vibrantes tercios ejecutando la suerte de poder a poder, llegando hasta la cara del novillo para cuadrar con los pitones rozando el chaleco, con máxima exposición y riesgo, siendo fuertemente ovacionado tras colocar los tres pares a cada uno de sus utreros. Su primer novillo se mueve y repite en la muleta, ha dejado una buena serie por el pitón derecho, templada y bajando la mano, pero le falla algo la colocación y la distancia, lo que desluce un tanto los muletazos. Saca tres naturales más templados, hondos y lentos que son lo mejor de la faena a mi gusto, cuando se decelera y pone algo de pausa. Su segundo novillo, cuarto de la corrida mete la cara conclave desde salida, humilla y en el caballo empuja con la cara debajo del peto, buena pelea. En la muleta ha resultado enrazado y con casta, con acometidas que Colombo ha tratado de templar desde los primeros compase de la faena. Bonito y torero el inicio por bajo, doblándose, para rematar con un cambio de mano con mucho gusto. Novillo con genio y fiereza, complicado, al que había que someter templando mucho y por bajo para frenar su violencia. Se plantó delante del novillo con gran valor, le sobró decisión y ganas, pero le faltó serenarse un poco, algo más de colocación a mi modo de ver, un mayor conocimiento de los terrenos y la distancias y detalles de técnica que seguro ganará con los años. La faena va a menos en su segunda parte porque el novillo, ya exigente de por sí, aprende rápido y pone en complicaciones a Colombo. No duda en meterse en terrenos de cercanías y arriesga, en otro alarde de valentía, como las bernardinas finales ajustadísimas. En sus dos novillos coloca dos estoconazos volcándose sobre el morrillo, incluso en el cuarto es enganchado de la rodilla. Y aquí es donde ha surgido la polémica en esta primera novillada tras la no concesión por parte del presidente de una oreja pedida, a mi modo de ver, de manera claramente mayoritaria. El reglamento es claro y debió haberla concedido, es potestad del público. Ahora bien, lo que sí se puede discutir es si era o no merecida. Muchos opinan que el venezolano Jesús Enrique Colombo se la merecía por su entrega y disposición, por su valor y la estocada, y se puede estar o no de acuerdo. Otros además argumentan que a un novillero que viene por vez primera a Madrid no se le puede medir y exigir como a toreros con años de alternativa o a las figuras, y se puede estar o no de acuerdo. Pero también es cierto que un amplio sector opina y opinamos que, como he señalado antes, a un torero hay que medirle siempre por el toro o novillo en este caso que tiene enfrente, con independencia del nombre o los años de alternativa, sin fobias pero sin alegrías exageradas. Y en este cuarto novillo hay un sector que considera que el novillo tenía más, que no se le ha realizado la faena que precisaba para lucir al completo, que han sobrado ganas y ha faltado algo de clase y valor artístico, que si se decide a venir a Madrid sabiendo lo que se exige aquí hay que hacerlo cuando se está preparado en todos los aspectos, no solo en voluntad sino también en técnica, y se puede estar o no de acuerdo. En lo que no puedo estar de acuerdo es en no aplicar el reglamento y que si el público pide la oreja hay que darla, aunque personalmente no esté de acuerdo. La vuelta al ruedo creo que es un gran premio a su actuación, no es nada fácil darla en la presentación en Madrid, y Colombo debe salir con la cabeza bien alta por su actuación, muy satisfecho, pero no debe olvidar que para romper y triunfar en Madrid la entrega se valora mucho, pero otras cosas también.
Pablo Aguado me ha dejado sensaciones desiguales. Por un lado le he visto un tanto dubitativo y sin las ideas claras de lo que quería hacer ante el segundo, un novillo con complicaciones pero que tampoco era una fiera y mostraba cierta nobleza. Alterna muletazos más profundos con fases de trasteo intrascendente, sin continuidad ni ritmo. Lo mejor de esta primera faena surge en unos ayudados por bajos al final del trasteo con mucho gusto. Gusto y buenas maneras que también ha demostrado ante el quinto, un auténtico toro por hechuras, que ha humillado en el capote y ha permitido al sevillano estirarse en unas templadas verónicas, dejar unas gaoneras al paso bellísimas y ejecutar un quite por chicuelinas ceñidísimas al sacar al novillo del caballo de enorme sabor, ese sabor del toreo de Sevilla que Aguado lleva dentro. Lo mejor de la faena de muleta se concentra en las primeras series en redondo, templadas, suaves, en largo y sometiendo por bajo. Torea con gusto, componiendo la figura, pasándose al toro por la cintura en un par de redondos desmayados de gran belleza. Pero algunos enganchones a las telas hacen que el novillo aprenda rápido y cambie su comportamiento, resultando la faena más deslucida y con altibajos, sobre todo por el pitón izquierdo por el que se hace ingobernable y ciertamente peligroso al echar la cara arriba, de hecho casi le empitona en un intento de natural. Le ha faltado ritmo y continuidad, pero ha dejado detalles de torería. Finaliza la faena volviendo al pitón derecho, el único del novillo, por el que consigue aún componer dos buenas series en redondo en la que el novillo retoma su humillación anterior y vuelve a meter la cara con clase, y unos derechazos dándole el pecho templadísimos. Mata de un estoconazo fulminante que revienta al novillo. Ovación con saludos para cerrar su paso algo titubeante por San Isidro.
Rafael Serna solo ha gozado de un novillo, el tercero, porque el sexto no ha permitido nada, echando las manos por delante y la cara alta desde salida, sin emplearse en el caballo, complicado y con riesgo en banderillas, reservón y midiendo en la muleta, sin recorrido. Tampoco es que el sevillano haya estado muy confiado ante este sexto, pero había poco que hacer y se lo ha quitado de en medio en un macheteo por bajo y una estocada atravesada que precisa varios descabellos. El tercero sale con bríos y genio, echa la cara arriba y desarma al sevillano, se frena y echa las manos por delante, mansea, no quiere ni ver al caballo y cuando entra no se emplea. En la muleta de Serna tiene tendencia a salirse suelto, lo saca a los medios andándole e instrumenta una buena serie por el pitón derecho templada bajando la mano. Por el pitón izquierdo logra sacar una serie al natural templada, suave, con clase, posiblemente lo mejor de su actuación. Adornos finales por bajo para colocar una estocada trasera, tendida y desprendida que hace doblar al novillo. Silencio en ambos es el bagaje final del paso de Rafael Serna por San Isidro.
Tarde interesante, en la que hemos visto a un venezolano en auténtico novillero, con sus carencias pero repleto de ganas, a un irregular Pablo Aguado que ha dejado detalles de torería y gusto y a un Rafael Serna que ha pasado inédito, además de la polémica un día más con el criterio presidencial a la hora de no conceder orejas, hoy antireglamentario en mi opinión, aunque a criterio de algunos pueda ser discutible si era o no merecida.
Novillada para ir y no hacer novillos.
Antonio Vallejo
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