Siguiendo con lo que suele ser tradición en San Isidro ha llegado en este sábado la segunda de rejones y, como también suele ser la norma cada año ha sido un rejoneador el primero en abrir la Puerta Grande de Las Ventas. Ya hemos comentado que la confección y el desarrollo de esta isidrada no está siendo muy diferente a ciclos anteriores, carteles con nombres atractivos para el aficionado pero no los toreros punteros del momento o las grandes figuras que atraen en masa al gran público, ese poco habitual en los tendidos de las plazas de toros el resto de días, predomina abrumador, masivo, del encante Domecq, un tono gris en el que algunos días ha habido que hacer esfuerzos para destacar algo que emocione, falta de fondo en los toros y actuaciones destacables a cuentagotas, con la excepción de la extraordinaria faena de Talavante del viernes y los detalles de Morenito de Aranda, Curro Díaz, Fandi y David Mora. Poco, realmente poco para ocho días de corridas de a pie, descontando la dos de rejones celebradas. Es decir, que la revolución anunciada de momento no asoma por el horizonte. De momento la única revolución fue la que a punto estuvo de producirse el viernes en el quinto toro, a eso ya de las nueve y cinco de la noche y que si no es porque saltó Butanero, del Conde de Mayalde, y Talavante lo torea como lo hizo yo no sé cómo habría acabado la tarde viendo la deriva que llevaba viendo como aumentaba de nivel la crispación en todos los tendidos, no solo los más críticos habitualmente, una deriva hacia el caos, una auténtica tempestad.
Pero tras la tempestad llega la calma, como tantos y tantos años hemos visto en La Monumental. Calma que suelen traer las corridas de rejones, que abarrotan la plaza de un público alegre, entusiasta, con multitud de niños que asomaba este maravilloso y bello mundo del toro a través de estos festejos, una magnífica ventana para que entre en ellos el aire de la afición, una brisa fresca llena de aromas, color y fiesta. Eso ocurrió ayer sábado con los murubes de Los Espartales para Andy Catargena, Diego Ventura y Leonardo Hernández. Es decir, que se mantiene la tradición y ocurre lo mismo que todos los años, nada nuevo, como tampoco lo ha sido que Diego Ventura cortara dos orejas y abriera por vez primera la Puerta Grande para salir a hombros camino de la calle Alcalá, algo que, contando la de ayer, ha repetido ya en trece ocasiones, un auténtico récord que revela la categoría de este maestro del toreo a caballo.
Toreo a caballo, sí, eso es lo que hizo Diego Ventura ayer. Primero con un toro noble, bravo, con fijeza y con clase, que perseguía al caballo con celo y que fue de dulce y más tarde con un toro parado, que manseaba, como toda la corrida, en el que ha dejado patente su enorme maestría con el caballo entrando por terrenos comprometidísmos para sacar las arrancadas del de los Espartales. La faena al segundo de la tarde ha sido extraordinaria, llena de pureza y a la vez vistosidad. Las dos vueltas completas y sin pausa que dio al anillo de Las Ventas llevando los pitones del toro literalmente cosidos a la grupa de Nazarí, ¡qué caballo, Dios mío!, fueron antológicas, ¡qué manera de torear!. El toro humillando, con una clase extraordinaria, siguiendo con celo al caballo que le presentaba su cuerpo como si fuera una muleta planchada, ¡eso es toreo!, con una nobleza extraordinaria, ni un derrote lanzó en las dos vueltas, ni un gesto feo, siempre la cara abajo. ¡lo que nos hubiera gustado ver un toro de semejante clase y calidad en la muleta alguno de estos días pasados!. El recital del lisboeta en banderillas a lomos de Fino resultó espectacular, pisando unos terrenos muy difíciles para llevar al precioso caballo hasta la misma cara del toro, clavando los palos con una limpieza y una pureza en la suerte magistral, abandonado el encuentro con gracia infinita, piruetas y adornos que enloquecieron. los tendidos, no es para menos. Para colocar las banderillas cortas monta a Remate, otro más de los extraordinarios caballos que componen la cuadra de Diego Ventura. El recital en el carrusel de cortas es majestuoso, en un palmo de terreno, bailando alrededor del de Los Espartales, para colocar reunidas la tres banderillas. Un pinchazo y rejonazo fulminante valen una oreja de maestro. Por cierto, que aquí demostró ayer este público que, si bien es alegre, festivo y disfruten, no tiene un pelo de tonto y también sabe dónde está y sabe medir el premio acorde a lo visto. Lo fácil hubiera sido dejarse llevar por la extraordinaria faena y pedir las dos orejas, pero ese público al que muchas veces se le trata incluso de forma despectiva, valoró perfectamente el pinchazo y consideró lo que debía ser en justicia, una oreja. ¡Bien hecho!. El quinto fue otra historia. parado, manoseando, desde salida cantó la gallina y mostró clara su querencia a tablas. En este toro demostró Ventura su maestría y por qué es máxima figura del toreo a caballo. Con Sueño templó al murube, lo fue fijando y metiendo en la grupa, parando al toro en sus acometidas, todo en un palmo de terreno y para los adentros, concediéndole todas las ventajas al astado. Rotundo, clamoroso, supremo el toreo de ensueño sobre Sueño. Sobre Chalana ejecuta las banderillas largas siempre hacia los adentros, con una belleza y un riesgo máximo, con quiebros inverosímiles entrando por donde parecía imposible que pasara, adornándose a la salida con piruetas de extraordinaria belleza y emoción, todo ello ligando la suerte sin retirar la grupa de la cara del toro para evitar que se fuera suelto, una auténtica lección de toreo a caballo. De nuevo Remate es el caballo elegido para las banderillas cortas, también enormemente comprometidas, y para colocar el rejón de muerte. De nuevo un pinchazo y un rejonazo algo contrario pero fulminante hacen que los pañuelos afloren de manera unánime y corta la segunda oreja, de mucho peso y valor, la que le abre por decimotercera vez la puerta del cielo de Madrid y del toreo con toda justicia y valor tras una nueva lección magistral del maestro Diego Ventura.
Andy Cartagena se las tuvo que ver con un primer toro que, si bien tenía cierta nobleza, careció de empuje y raza. Todo lo hizo el alicantino, primero a lomos de Picasso, un caballo que según dice el programa de mano es appaloosa de capa, una maravilla de animal, precioso, elegante a más no poder. Labor de gran esfuerzo y compromiso, dejando llegar al toro hasta la grupa, tanto que alguna vez llegó a tocar con los pitones los cuartos traseros de Picasso. Consigue fijarlo y coloca las banderillas con ligazón y vistosidad, espectacular, templando al toro de costado en una demostración de actitud y entrega. Sobre Jinocente coloca banderillas largas y cortas con mucha emoción, algunas al violín, haciendo muy bien la suerte, algo nada fácil ante la escasa colaboración del toro. Emborronó su buena actuación con el rejón de muerte pinchando hasta en tres ocasiones y la cosa quedó en silencio. También tuvo que pelear Andy Cartagena contra las nulas cualidades del cuarto, muy parado, sin fondo alguno, teniendo que hacerlo todo el caballero. Con Iluso y Luminoso da una lección de doma y monta, el primero para intentar fijar al toro y colocar los rejones de castigo y con el segundo, otro caballo precioso y espectacular con el que recorrió la mitad del ruedo sobre los cuartos traseros para colocar banderillas largas con enorme vistosidad, tirando de repertorio ante la nulidad del toro. Más entrega y disposición no se le pudo pedir al de Benidorm, que esta vez empleó el rejón de muerte con máxima eficacia y mató de manera fulminante montando a Pinta. Una auténtica lástima que no hubiera matado así al primero, en cuyo caso creo que una oreja hubiera caído en su poder.
El pacense Leonardo Hernández volvía a Madrid avalado por su rotundo triunfo del pasado año al cortar cuatro orejas en la misma tarde en una actuación antológica. Venía dispuesto a todo, pero se topó con dos toros descastados y mansos, sobre todo el tercero, que llegó a saltar al callejón allá por los terrenos del cinco con un rejón de castigo puesto, algo que de por sí lo dice todo. Lo dio todo a lomos de Calimocho y Xarope, arriesgando al máximo, exponiéndose hasta el límite, en banderillas largas y cortas, con mucha emoción por la actitud de Hernández y la clase de sus caballos, pero sin la transmisión suficiente por las malas condiciones del toro. Mató de manera rápida y efectiva y el público supo reconocerle el mérito de su actuación ante este toro descastado y manso y le premió con una cariñosa y calurosa ovación que recogió desde el tercio, demostrando una vez más que saben de esto, haciendo caducos viejos tópicos. Ante el sexto resultó imposible el lucimiento, otro que manoseaba y que no quería pelea, que huía del caballo como si viera al diablo. Puso toda la entrega y disposición posible sobre Despacio y Calimocho, espectacular fue un par de banderillas a dos manos arrancándose de lejos, cruzando la galope casi todo el ruedo, llegando a la cara del toro con una pureza extraordinaria para dejar los dos palos reunidos arriba. Sensacional Leonardo, más no pudo hacer. mató de rejonazo trasero fulminante y escuchó una ovación de reconocimiento a su entrega y buen hacer sobre sus cabalgaduras.
Volviendo al inicio de esta entrada podríamos decir que San Isidro sigue discurriendo por los mismos caminos de siempre, con un inicio gris y mediocre, por no decir decepcionante y malo, un segundo tercio de feria en el que aparecerán y se concentrarán las figuras y un final protagonizado por las ganaderías llamadas "duras". Vamos, el mismo guión de todos los años, aún pendientes de la renovación (me gusta más este término que el de revolución) anunciada. Entre tanto, la tarde de ayer resultó un remanso de calma entre la tempestad del día anterior, una tarde para disfrutar.
Antonio Vallejo
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