miércoles, 16 de agosto de 2017

Morante, hasta pronto


La noticia corrió como la pólvora el pasado domingo día 13 tras la corrida de El Puerto de Santa María: Morante deja el toreo por tiempo indefinido. Algunos titulares hablaban del adiós de Morante. No, ni mucho menos, no es un adios, es un hasta pronto, es un periodo de reflexión que el de La Puebla considera que debe tomar, y creo que más de uno debiera hacer lo mismo. Porque más de uno se está cargando el toreo. Dice el maestro que está harto de toro mastodóntico, de presidentes y de veterinarios, y no le falta razón. Es más, creo que aún le queda un punto más que añadir a su hartura, cierto sector de la afición también merecía pena ser incluido en ese saco. Desde hace bastantes años se está imponiendo una moda que a muchos nos parece negativa y peligrosa para el futuro de la Fiesta. El tamaño de los toros cada vez se hace más descomunal, el peso y volumen de las reses hace que un porcentaje elevadísimo de los animales que se lidian carezcan de movilidad y con ello de emoción y transmisión. Se está sacando de tipo a la gran mayoría de las ganaderías que para cumplir con las exigencias impuestas por un sector  se ven obligadas a criar animales que no responden al tamaño, morfología y defensas propias de su encaste. Una exigencia que lleva a situaciones grotescas y ridículas en algunas plazas, y Las Ventas posiblemente sea su principal exponente, como pitar a un toro de salida porque "sólo" pesa 500 Kg, aunque tenga un trapío impresionante. Lo he dicho mil veces y no me apeo del burro. El peso y el volumen de los toros no es precisamente lo que más me interesa de una corrida de toros. Pido un toro armónico, proporcionado, serio y astifino, entipado, lo que realmente creo que es el trapío, y eso se puede tener con un ejemplar de 490 Kg, ¿por qué no?, porque no es lo mismo Domecq que Nuñez, ni Atanasio, Albaserrada, Saltillo o Miura, cada encaste tiene su tipología y debe respetarse. ¿Es o no grotesco ver a un toro de Domecq cargado con 600 Kg?, ¿o un Albaserrada rondando tal volumen?. Insisto, esa creo que es la pureza de la fiesta y la base para que un toro embista. Siempre se ha dicho que las hechuras no hacen que un toro embista, pero que los toros que embisten son curiosamente los que tienen buenas hechuras, y las buenas hechuras son las de los toros entipados y con trapío, con independencia de los kilos que marque la tablilla. La ecuación es bastante fácil, ¿no?.
No sé si en realidad esta es la causa que ha llevado a Morante a tomarse un período de alejamiento de los ruedos, pero si lo es le aplaudo y le apoyo, aunque me duela perder a un maestro, a un genio del toreo, a un matador único, sin igual, personalísimo y un hombre que lo único que ha hecho es ser fiel a sus conceptos, principios y valores, sin engañar a nadie, un pilar fundamental para el arte que se ha dejado la vida en la defensa activa de la Fiesta, llegando a no dudar en plantarse cara a cara con esos grupúsculos anti taurinos que cuando se lo encontraron de frente no supieron qué decir ni qué hacer ante la integridad de un maestro que desmontó uno a un todos sus absurdos argumentos. 
Como digo, se va temporalmente un genio, uno de esos tocado por la varita mágica del arte, un maestro que a nadie puede dejar indiferente en su concepto de tauromaquia, un duende que pisa la plaza y que deja fluir la inspiración y el sentimiento en cada lance. Nada de lo que hace es preconcebido, nada viene preparado del hotel, todo es imaginación e improvisación, por eso emociona y hace rugir a los aficionados con un trincherazo, con un natural, ¡no digo ya con sus verónicas lentas, acompasadas, deteniendo el tiempo, paralizando los relojes!, ¡y con esas medias con sabor a toreo añejo, cada una un cartel!. Por eso su toreo es eterno y se recuerda por mucho tiempo que pase. Un torero de época con sabor añejo, con aroma a romero y azahar, alejado, en las antípodas, de tanto toreo mecanicista y previsible, pases y pases todos cortados por el mismo patrón, un guión que conocemos antes de verlo, muy técnico, muy de escuela, incluso con alardes de valor pero que no enamora, toreo con fecha de caducidad que no resiste al paso del tiempo ni puede perdurar en la memoria de los aficionados como el arte del de La Puebla.
Es cierto que en esta temporada las cosas no estaban saliendo como a Morante le hubiera gustado, que en Sevilla no redondeó sus tardes como esperábamos pero dejó ese aroma exquisito del que antes hablaba, que en Madrid no tuvo toros y además el comportamiento de cierto sector fue realmente grosero y despreciable, algo que dije ya aquella desgraciada tarde del 17 de junio en la corrida de la cultura, que el pasado domingo se fue de vacío de El Puerto mientras un enorme Juli cortaba cinco orejas y un rabo. Es posible, quizás todo eso haya pesado demasiado en el ánimo del maestro, pero por el contrario nos queda vivo el recuerdo de su faena en La México en el mes de enero, una auténtica obra de arte que enloqueció a la afición mexicana y los que vimos aquella corrida a través de Canal Toros, la tarde de Zaragoza en la pasada Feria de El Pilar, tantas y tantas tardes más en las que el sevillano nos llenó de emociones, llevó nuestros sentimientos al paraíso del toreo y nos culminó de sentimientos imborrables. Sea cual sea la causa de su decisión la entiendo, la respeto e incluso la comparto, porque puede ser un revulsivo para despertar conciencias, aunque me genere un dolor inmenso pensar en que no pueda ver de nuevo al duende y sentir ese pellizco que genera en mi su toreo. 
Aún es muy temprano y nadie puede saber cuando regresará de Morante, ni siquiera si se producirá tan ansiado retorno a los ruedos. Pero si este último escenario se cumpliera la pérdida sería irreparable y supondría una puñalada mortal a la Fiesta. El toreo necesita a Morante y Morante necesita el toreo.
¡Hasta pronto, Maestro!

Antonio Vallejo

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