martes, 31 de marzo de 2020

El silencio y la soledad del respeto


En silencio, vacía, así está mi plaza, con las banderas a media asta, señal de luto por todos los españoles que han perdido la vida a causa de este virus que nos está cambiando la vida. Luto y respeto por todos lo españoles, reitero, todos, sean de donde sean, sin distinción de regiones, porque así es Madrid aunque a algunos parezca molestarles a juzgar por los vomitivos comentarios y mensajes nacidos de quienes ya sabemos y que tan solo buscan rédito político alimentando el odio hacia Madrid por representar lo que representa. Madrid ejemplar, siempre, Madrid acogedora, la que más, siempre, con los brazos abiertos para cualquiera que llegue a sus calles sin importar su origen, Madrid entregada en cuerpo y alma para combatir esta plaga, vanguardia de España en mucho, con un sistema sanitario que cada año recibe sin rechistar a cualquier español que lo necesite gracias a unos hospitales modélicos que están soportando esta crisis precisamente por su capacidad y preparación tanto humana como técnica. Posiblemente ninguna otra  región habría soportado como lo ha hecho Madrid la avalancha de enfermos.  Pena y vergüenza es lo que he sentido al escuchar y recibir mensajes de rechazo a lo que ellos han llamado despectivamente "los madrileños", allá cada uno con sus complejos reflejados en estas reacciones, allá cada uno con el engaño que aceptan y difunden, el tiempo pasará y quien sabe si tendrán que arrepentirse de sus comentarios.
Madrid sigue, en silencio, luchando sin descanso, a media asta toda la ciudad, respeto. Madrid, capital de España y del toreo mundial. Ahí está su plaza, rota de dolor pero manteniendo su gallardía, vacíos los tendidos pero lleno el corazón con el alma de sus aficionados, ¡cuanto la queremos!, sabedora de que no esta sola, sabedora de que volveremos algún día a llenarla y a honrarla como se merece, sabedora de  que el toreo no va a olvidarla, aunque ahora toque silencio, respeto.
Ese mismo respeto que está demostrando cada día el mundo del toro, también en silencio, sin cámaras ni micrófonos, sin comunicados ni reuniones y más reuniones para ver cuanto se rebajan los sueldos millonarios de algunos, no hace falta anunciarlo a bombo y platillo, todo el mundo sabe que la Fiesta está sufriendo un golpe durísimo de consecuencia aún incalculables. ¿Cual es la respuesta?. Arrimar el hombro, poner lo que cada uno pueda, sacrificarse, sumar y no dividir, ayudar y no enfrentar. Y todo en silencio, en la soledad del campo bravo, criando y cuidando de ese animal maravilloso - el toro de lidia - que tanto queremos y respetamos, en la soledad de un salón convertido en plaza para torear, en el gimnasio improvisado para no perder la forma física, en una sastrería que con el raso de los vestidos de luces que ahora no puede confeccionar está fabricando mascarillas y trajes de protección para personal sanitario o para quien lo necesite, sea de donde sea o lo que sea, no hay preguntas, solo esfuerzo y trabajo en pos de un único fin, vencer al dolor y a la muerte, los valores del toreo, luchando contra el virus con esas armas, las mismas que las de los toreros, mascarillas y trajes representan auténticos capotes y muletas al servicio de todos aquellos que los necesiten, para que puedan lidiar con este toro bronco, carente de clase, calidad y nobleza pero que como los toros mansos y malos esconde un inmenso peligro por sus feas intenciones. 
Sí, ya sé que esto es incómodo para quienes por desgracia desgobiernan nuestra España, somos proscritos para ellos, cuasi delincuentes, asesinos nos llaman. Ni una palabra, ni un comentario, ni una imagen en los informativos. Tampoco hace falta, sinceramente, allá cada uno con su conciencia. La nuestra, desde luego, puede estar muy tranquila. Así somos, con nuestros defectos, por supuesto, pero siempre con la verdad y la pureza por delante, como el toreo eterno, sin taparnos, dando la cara, sufriendo y recuperándonos como tantas veces.
Madrid es mi plaza, la primera del mundo, la que creo debe enarbolar la bella bandera del toreo. Pero como Madrid están todas y cada una de las plazas de España y del mundo, iguales, no hay categorías, demostrando la clase y el señorío que encierra este arte inmortal, también el esfuerzo, el sacrificio, la entrega.  Llegarán las ovaciones, el flamear de pañuelos, llegarán las vueltas al ruedo, llegará la alegría, llegará el salir toreando al aire, pero ahora no toca, aún no, es otro momento, el del silencio, la soledad y el respeto.

Antonio Vallejo

domingo, 15 de marzo de 2020

Temple, el camino hacia el triunfo




Quien me iba a decir que, cuando el pasado 19 de enero publicaba una entrada en la que les transmitía mi profunda preocupación por el año que nos venía de cara al nuestra Fiesta pero en la que también quería transmitirles la ilusión que despertaba esta temporada 2020 por los anuncios de las primeras ferias cargadas de figuras, iba tener que sentarme a escribir no para contar lo que un día como hoy estaría pasando en Castellón o en Valencia, o para soñar con la que iba a ser una grandiosa Feria de Abril, o para ir imaginando esa tardes primaverales de San Isidro con Morante, Talavante, Manzanares, Ferrera o Ureña ya confirmados, sino para decir que todo ese castillo de naipes que formaron mis ilusiones se ha venido abajo por un virus.
Vivimos unos dias de desconcierto, de repente nos hemos visto inmersos en una situación difícilmente controlable. Nuestras vidas, nuestros hábitos, nuestras aficiones, todo parece desaparecer del mapa en unas horas. Nadie puede escapar de este estado de shock, nadie es inmune a la profunda preocupación, e incluso angustia, que genera el enfrentarse a lo desconocido. Y este maldito virus lo es, un desconocido que se ha colado para poner patas arriba todo cuanto hasta hoy veíamos como normal, desencadenando una crisis de consecuencias aún imposibles de calcular.
Esta crisis, como todas, lo primero que hace es dejar al descubierto las vergüenzas de algunos y la valía de muchos. Se ha perdido un tiempo valioso por parte de quienes tenían que haber tomado las medidas que se pidieron bastantes días atrás y se desoyeron por motivos de rédito político, ¡qué triste!, pero ese tiempo ya es irrecuperable y lo que nos queda es afrontar esta difícil situación para intentar acortarla cuanto se pueda. Es, por tanto, el momento para que cada uno pongamos nuestro pequeño granito de arena para construir una gran presa que frene la ola de la epidemia. Y no queda más que cumplir escrupulosamente todas y cada una de las recomendaciones y órdenes que nos den. En casa, en nuestros trabajos, donde sea, responsabilidad y orden. Por desgracia hemos visto muchos gestos de irresponsabilidad - ayer mismo nada más y nada menos que el vicepresidente del gobierno - y muchos más de falta de orden, de histeria y psicosis egoísta con gente desbocada comprando todo y algo más de una manera absurda y demencial. Pero, como dijo Rafael Gómez Ortega "El Gallo", hay gente pa tó.
También hemos podido ver la respuesta que se ha ido dando en distintos ámbitos de la sociedad a las situaciones que se presentaban. Hemos asistido a jornadas rayando en el esperpento en las que, por ejemplo, un evento deportivo se jugaba con público, otro a puerta cerrada, toro no se dictaba, una federación decía blanco, otra negro, una organización, otra que no, la de al lado que no sabe no contesta, viajes para allá y para acá, conciertos llenos de público, reuniones políticas y manifestaciones en la calle, etc. Y todo eso en días en los que se veía que la epidemia no se controlaba, que crecía sin freno, días en los que algunas voces, especialmente las autoridades madrileñas, clamaban por la paralización de todo ante la negativa y la cerrazón de un gobierno que no quería ver la realidad por motivos que deberán pasarle factura en el futuro. Menos mal que Madrid tomó la iniciativa y decretó unas medidas que han sido las que han obligado a tomarse muy en serio esta severa crisis, porque si no a estas alturas a lo mejor andaban algunos discutiendo si este domingo se jugaría o no algún partido con o sin público, aquí y en Europa, que no se crean que por ahí fuera se escapan de la quema, en todos los países cuecen habas.
Pero lo que a nosotros nos preocupa es España, siempre España,  y debemos dar ejemplo de lo que valemos, de todo lo bueno que llevamos dentro y del honor que significa ser español. Y, permítanme que les diga, que el mundo del toreo ha dado, en mi opinión, un ejemplo en estos días. Nada de ruido, con serenidad, con sensatez, anulando uno a uno los festejos, las ferias y cuantas actividades y actos tuvieran relación con el toreo, sabiendo el impacto y la enorme repercusión que va atener no solo en la temporada, sino de cara a las próximas. Pero, repito, a mi modo de ver una vez más este llamado mundo del toro ha sido ejemplar en su comportamiento. No ha hecho falta en muchos casos esperar a decretos que obligaran a suspensiones, antes ya se habían producido, no han sido necesarias reuniones y más reuniones, el sentido común ha imperado desde el principio. Un ejemplo que realmente nace de la esencia del toreo. Siempre hemos dicho que se tiene que ser torero dentro y fuera de la plaza, y así ha sido. Que no hay Fallas, no pasa nada, ya veremos si en el futuro puede enmendarse, lo mismo con la Magdalena, y si Sevilla no puede celebrarse no se hará, igual que San Isidro, aún siendo conscientes de lo que todo eso supone. El toreo nunca ha sido egoísta, el toreo siempre ha sido el primero en dar un paso para cualquier ayuda o causa benéfica, el toreo encierra unos valores que hoy en día están en desuso. Pero como somos proscritos los medios de comunicación nos arrinconan y marginan porque no somos políticamente correctos, pero estamos ahí, firmes, siempre dispuesto a ayudar, y ahora más que nunca. Que yo tenga noticia ningún torero de oro o plata, novillero, ganadero, etc ha confirmado positivo, quizás nunca lo sepamos, tampoco es obligatorio difundir nuestra vida en redes sociales, quizás la discreción sea lo mejor en estos momentos. No lo sé, pero sí que me queda claro que el comportamiento de todos cuantos integran esta Fiesta nuestra está siendo, repito, ejemplar. Y no me extraña nada, porque cuando hablamos de toreros lo hacemos de superhombres que cada tarde se visten de luces y miran a la muerte cara a cara, que saben de verdad lo que es el dolor y el sufrimiento, que tienen una capacidad de sacrificio y una voluntad de superación a prueba de todo, a los que nadie les tiene que insistir  en lo que deben hacer por el bien de todos, y lo hacen con normalidad, sin estridencias, sobran, sus valores son distintos.
Es más, pienso que vamos a ver la mejor faena de toda la temporada, una faena redonda y rotunda, verónicas  de saludo que paren al virus, puyazos delanteros para frenar sus ímpetus y evitar que eche la cara arriba, naturales hondos que le dominen, redondos profundos que lo sometan para acabar metido en la muleta de la curación podido, humillado, y rematar esta preciosa faena incluso adornándonos, saboreando el triunfo, con trincherillas, pases de la firma y adornos por bajo, torería y verdad, como nos gusta, dejándolo en suerte para ejecutar un volapié que lo pasaporte sin puntilla para siempre jamás. Y en el palco no quiero ningún presidente - ya saben quien - que venga a emborronar cuanto hagamos, mejor cualquiera de nosotros para sacar los pañuelos que premien esta faena con dos orejas, rabo y una vuelta al ruedo apoteósica.
Sí, será sin duda esa faena soñada que nunca creíamos que íbamos a ver, una faena que no olvidaremos jamás, marcada por la clase, la elegancia, el señorío, la naturalidad, el sentimiento, la mesura, la despaciosidad, en resumen, algo tan maravillosamente, mágico y único que es el temple, la nota dominante en la manera de ser y hacer de este  mundo que es el toreo y que todos conformamos nuestra manera, la verdadera grandeza de nuestra Fiesta que en el fondo es la grandeza de lo que somos, España y españoles.
Con disciplina, con orden, con responsabilidad, con ese temple, sin duda encontraremos el camino hacia el triunfo y cuando nos sentemos de nuevo en un tendido comentaremos por siempre esta gran faena que tenemos por delante y seremos realmente felices.

Antonio Vallejo



domingo, 8 de marzo de 2020

El milagro triunfal del toreo eterno


El toreo es en sí un enigma, de principio a fin. Un animal, el toro bravo, se encuentra frente a un hombre armado con su valor y una telas, el torero, para librar una lucha de la cual emana un arte, una belleza y una emoción tal que desborda los sentimientos racionales y eleva la pasión a la categoría de milagro. Así es el toreo, no le demos más vueltas, un milagro, el que se produce cada tarde que en una plaza  esa conjunción mágica toro-torero se hace realidad. No busquen más respuestas, no son necesarias, ¿para qué?. Abandónense, entréguense a los sueños y dejen el alma libre para vivir y sentir la inmensidad de este Arte.
Todo ha sucedido este sábado en Illescas en la Feria del Milagro, mejor nombre imposible, en una tarde en la que se ha colgado el cartel de "no hay billetes" en la confortable plaza de esta localidad toledana al reclamo de una terna de lujo compuesta por Morante de la Puebla, José María Manzanares y Pablo Aguado para lidiar una corrida de José Vázquez, procedencia Juan Pedro Domecq, variada de hechuras, destacando para mi gusto el primero por lámina y presencia, y de juego dispar, con un gran sexto toro, bravo y con clase, un primero noble y de calidad aunque la faltó un puntito de poder, un segundo con un pitón derecho de escándalo y un cuarto con mucha movilidad y transmisión al que Morante hizo bueno con un inicio de faena antológico pleno de poderío, mientras el tercero resultó soso y el quinto rebrincado y deslucido. 
Ya desde que saltó el serio y cornidelantero primero se podía presumir que la tarde iba a ir para triunfo. Maravilloso ramillete de verónicas de Morante temple, suavidad, gusto y torería en cada lance, meciendo las embestidas,  para rematar el saludo con una media marca de la casa que arranca los olés y la primera gran ovación. Se le veía con ganas a Morante, decidido, regalándonos un quite por chicuelinas a manos bajas ejecutadas al ralentí con sabor a gloria que abrocha con una media para morirse. El inicio de faena desprende torería por los cuatro costados, por bajo, ganando pasos, suavidad y temple, componiendo la figura, muletazos cargados de aromas previos a unas tandas en redondo ejecutadas con trato exquisito, bajando la mano, el toro es noble y responde, repite, pero le falta poder para transmitir y generar emoción. Por el pitón izquierdo protesta, le falta recorrido y tan solo algún natural aislado tiene cierta enjundia. Con el toro venido a menos sigue el sevillano ligando un par de series más por el pitón derecho con buen trazo, suaves, tirando del de José Vázquez, algunos muletazos con profundidad y sabor,  pero escasas de ritmo y transmisión. Por encima Morante que no anduvo fino con la espada pero que recibió una merecida ovación. El cuarto salió con muchos pies, abanto, sin fijeza, con la cara alta, sin entregarse, campando a sus anchas en los primeros tercios, entrando al peto del caballo que se encontraba en su camino pero sin emplearse, un despropósito de lidia, sin orden ni concierto en banderillas, caótico todo. Lo vio claro el maestro al tomar la muleta doblándose por bajo para someter al toro, portentoso arranque de faena lleno de mando y poderío que además aderezó con la torería y el pellizco que lleva dentro. Y el duende del toreo se hizo presente, la imaginación y la inspiración fluyeron para embriagarnos con una faena de las que hacen historia. Series en redondo de locura,  templadas, con largura y profundidad, la mano baja, ligazón, empaque, gusto, jaleadas con olés rotos, adornadas con un molinete garboso, o un trincherazo, o uno de pecho  infinito que pusieron a la plaza en pie. Y los naturales, ¡cómo fueron!, más hondos imposible, algunos aún duran, eternos,  y más temple, una maravilla, todo por bajo, todo aromas y sabor de romero y azahar. Morante entregado y todos rendidos al maestro, con las emociones desbordadas y a más tras otra serie por el pitón izquierdo sobrenatural, otra dimensión de toreo, de ayer y de siempre, la eternidad. Y un cambio de mano celestial, y unos remates por bajo genuflexo como epílogo sevillana pura, y una tanda final de derechazos enroscándose al toro a la cintura con todos los tendidos en pie al grito unísono de "torero, torero" que difícilmente abandonarán nuestra memoria. Se tira a matar recto, por derecho, y deja una estocada que pasaporta al de José Vázquez. Dos orejas sin discusión alguna que son poco comparado con la grandeza del toreo de un genio como es Morante de la Puebla y lo que una vez más me ha hecho sentir.
José María Manzanares es la elegancia hecha torero, naturalidad y clase, una figura cuya presencia llena el ruedo y que esta tarde ha vuelto a mostrarnos su categoría y su mando ante el único toro de su lote que ha valido, el segundo, porque el quinto no ha tenido ni medio pase, rebrincado desde salida, la cara por la nubes, a por más en uno de los primeros pases de muleta le rebana el cuello, de embestida descompuesta, sin una gota de clase pero al que no le ha perdido la cara, al que le ha puesto la muleta por ambos pitones y ha tratado de someter por bajo, pero nada, imposible. Lo mejor ha sido, sin duda, el tremendo volapié con el que lo ha pasaportado sin puntilla. Otra cosa muy distinta había sido su primer toro que desde salida dejó claro cual era su pitón bueno. Por el izquierdo no paró de acostarse y medir tanto en los capotes como en banderillas, pasando por los primeros tercios con más desconcierto que buenos presagios. Pero en la muleta el poder y el mando de Manzanares se hicieron gigantes para componer el toreo en redondo con una profundidad y una largura portentosa. Series por ese pitón derecho presentando la muleta planchada, enganchándolo  alante para conducir en largo y con temple la embestida de este toro repetidor y con humillación, llevándolo muy toreado, ligazón y profundidad, todo por bajo, rematadas por extraordinarios de pecho de pitón a rabo y adornadas con cambios de mano sublimes, lentos, muy largos. Empaque y elegancia, naturalidad, nada forzado, dominador pleno de la escena, Manzanares pleno. Lo probó por el izquierdo, nos lo enseñó y vimos lo que había, nada, tan solo malas intenciones. Epilogó el trasteo en redondo, como no podía ser de otra manera, con los mismos registros de gusto y torería que marcaron toda la faena rematando la magistral obra con una estoconazo en la suerte de recibir que fulminó sin puntilla al de José Vázquez. Un mar de pañuelos y dos orejas sin discusión para el maestro alicantino.
Pablo Aguado es impactante, es un toreo distinto, tocado por una varita que le da un halo especial que nos transporta a otras épocas del toreo evocando a figuras del pasado. la manera de andar en la cara de los toros, su figura, su porte, la manera de citar y embarcar la embestida me recuerda, siempre lo he dicho, a Antonio Bienvenida. Verle torear es una delicia, todo es temple, todo es despaciosidad, todo es gusto, desprende aromas sevillanos por todos los poros, pero además es valiente y no se arruga ni duda cuando, como esta tarde, el toro se le para, mira y mide y él aguanta, o cuando como ante el soso y deslucido tercero, un toro falto de ritmo y entrega al que solo ha podido robarle algún muletazo suelto con cierta enjundia, no duda en capotar distancias y pisar terrenos comprometidos. Ha habido que esperar al sexto, ejemplar de Daniel Ruiz, para sentir la emoción y la pasión que desencadena el toreo de este sevillano. Con el capote es algo único, torea antes de que el toro llegue, juega las muñecas y los brazos con una sutileza y una gracia personalísima, maravillosa verónicas de saludo, templadas, muy lentas, sedosas, más maravillosas si cabe el galleo por chicuelinas y la larga cordobesa para dejar al toro colocado en el caballo y de escándalo el quite por verónicas templadísimas, parando los relojes, que remató con una media arrebujada de rodillas para quitar el sentido. Y con otod este bagaje llegó a la muleta y desde los primeros compases tocó arrebato y anunció emociones fuertes. Arrancó la faena desde el tercio, ayudados por alto, trincherillas, pases de la firma y un pase de pecho que detuvo el tiempo para llevarse la toro a los medios. Todo lo que sucedió en adelante fue una sinfonía de toreo, una obra maestra presidida por el temple, le gusto, la clase y unas muñecas armoniosas  que manejaron la franela como si de seda se tratara. Por el pitón derecho alcanzó una cotas de calidad máximas, componiendo la figura, el compás abierto, encajado, acompañando el viaje con la cintura, sin un gesto forzado, natural y relajado, muletazos eternos, ligados por bajo, profundos, una auténtica delicia. Un molinete lentísimo, no sé lo que duró, un siglo y algo más, le dejó colocado para torerar al natural como los ángeles, a pies juntos, citando de frente, de uno en uno, hondos, lentos, parecían inacabables, y más de pecho para abrochar las series. El final de faena fue apoteósico, toreando en redondo con un empaque y una calidad suprema, remates por bajo que olían a esa primavera sevillana que está a punto de llegar, pases de una belleza sin igual, cada uno un cartel. No podía fallar y no falló, se tiró a matar con todo y las dos orejas cayeron con todo merecimiento.
Esta es nuestra Fiesta, así la vivimos y la sentimos, esta es su grandeza, tardes como la de esta sábado en Illescas. Ese paseíllo que arrancó como un sueño acabó algo más de dos horas después con los tres matadores a hombros saliendo por la puerta grande, cumplidos los deseos, el triunfal milagro del toreo.

Antonio Vallejo