martes, 13 de octubre de 2020

Finito y Morante, el sueño encontrado


Mucho se ha quedado en el camino pero no estaba  perdido. Estaban ahí, tan solo había que ir a buscarlos, los sueños, los del toreo eterno, los de un arte inmortal. Estaban dormidos, en Antequera y Córdoba, esperando, tranquilos, sin prisas, para entregarse a quienes mejor podían hacerlos realidad, Finito y Morante, Morante y Finito, tanto monta. Dos tardes, dos maestros, una sola palabra, TORERÍA, y un solo sentimiento, emoción. Por eso el toreo es lo que es, algo imposible de explicar, que solo se puede vivir y sentir, sin atender a las normas de la lógica o la razón, abandonándose a la pasión del arte supremo.
Finito lo hizo el viernes, en Antequera, enmarcado en una de las corridas de la Gira de Reconstrucción de Canal Toros junto a Luis Bolívar, ante  toros de Zalduendo, magníficos de presentación y de muy buen juego, en especial el tercero, Doctor, al que indultó. Desde que tomó el capote para recibir por verónicas al que abría plaza se pudo sentir algo distinto, ese pellizco que anuncia algo grande. Temple, cadencia, ritmo, compás, ganado terreno toreando, meciendo al Zalduendo, rematando con una media llena de sabor. Toro con mucha calidad, bravo y encastado pero al que había que entender y saber llevar, de esos que no te permiten dudar. No lo hizo Finito. Los primeros compases de la faena desprendieron torería por los cuatro costados. Por bajo, trincherazos andándole hacia delante, llevándolo a los medios con suavidad y temple, muy despacio, torería pura. Por ambos pitones supo darle el trato perfecto, primero consintiéndole, dándole la distancia y la altura que pedía, llevándolo en recto para aprovechar sus cualidades, sin quebrarlo. Embebido en la  muleta se sucedieron las series por ambos pitones, cortas, medidas, cuatro muletazos, no más, dándole las pausas que necesitaba para recuperarse, todas con un temple exquisito, ni un toque a las telas, ni un tirón, suavidad exquisita, la mano baja, ligadas en el sitio, derechazos profundos, naturales con hondura, nada forzado, todo surgía de la inspiración, de la mente a las muñecas, jugadas con sutileza, naturalidad y verdad de una faena a la que le dio el metraje exacto, ni un solo pase de más, para pasaportar al toro de una sensacional estocada. Dos orejas al esportón. El tercero, el reseñado Doctor, fue en gran toro, magnífico, quizás con tan solo un defecto, el escarbar en repetidas ocasiones, algo que puede hacer pensar que quizás el indulto fue un tanto excesivo. Salvando eso fue un toro muy bravo, repetidor, que se empleó en todos los tercios si bien fue ne la muleta donde destapó todo el fondo que tenía. Repetidor, con fijeza y humillación, persiguiendo la muleta incansable, con celo y de una duración que parecía no tener fin. Los primeros compases de la faena también llegaron cargados de aromas a toreo de otros tiempos, muy despacio, por bajo, torería. El resto fue una borrachera de toreo celestial, series por ambos pitones templadas, con largura, ligadas por bajo, la figura compuesta, elegante, clase y gusto, abrochadas con pases de pecho antológicos, trincherazos y remates por bajo de ensueño. No sé cuantas series dibujó con unas muñecas de seda que manejaban el capote con una delicadeza sublime, incontables, porque Doctor seguía, repetía y embestía con la misma fijeza y codicia del principio. Poco a poco el rugir de los  olés fue dando paso al runrún y de ahí al flamear de pañuelos solicitando el indulto, quizás excesivo, pero tampoco voy a ser quien ponga peros a esa decisión, especialmente en esta temporada tan complcada y atípica en la que necesitamos alegrías. Dos orejas y rabo para Finito, justo premio a su actuación, rotunda, de principio a fin, llena de naturalidad y temple, con torería desde que pisó la plaza hasta que la abandonó, una delicia ver a Finito andar delante de la cara de los toros, ver como sale de la misma, con el poso y el regusto de la madurez, torería, mucha, el sueño hecho realidad, el del toreo.
Y sin tiempo para despertar ha llegado Morante a Córdoba en el día más indicado, el 12 de octubre, el  día de España, para hacer que el sueño del toreo eterno nunca acabe. Un mano a mano con Juan Ortega ante seis toros de Jandilla-Vegahermosa para mi gusto muy seria y muy bien presentada en el que el duende ha revoloteado por el Coso de los Califas para acabar invadiendo el alma de todos los aficionados de los tendidos y cuantos hemos visto la corrida por televisión. Tarde plena del maestro de La Puebla del Río, por arte, por valor y por decisión, todo lo ha tenido y todo lo ha entregado sin reservas. No era bueno el primer toro, frenado en el capote, con escaso recorrido, sin posibilidad de lucimiento. Pese a esas escasas condiciones del Jandilla he visto a Morante muy decidido con la muleta, presentándosela, con temple y suavidad, conduciendo la embestida con suavidad y el gusto con el que impregna cada pase, pero al toro le faltaba chispa y recorrido, pasaba sin más, sin emplearse y sin entrega, soltando la cara. Por encima Morante, serio, seguro y solvente. Los mismos defectos ha presentado el tercero, sin recorrido ni entrega en el capote no permitiendo lucimiento alguno. Por si faltara algo en la muleta se mostraba el Jandilla reservón e incómodo, apretando para dentro, miraba y medía, haciendo hilo, un toro que no concedía ni permitía nada. Gran disposición y fe de Morante que no ha dudado lo más mínimo, valiente y decidido, además de aportar una técnica portentosa, tragando lo suyo,  para acabar embarcándolo en la muleta con un par de tandas, una por cada pitón, de mucha calidad y temple, echándole la muleta abajo, sometiéndole y alargando el viaje de manera sensacional. Lo que parecía un imposible se hizo realidad, maestría de Morante en derechazos impregnados de torería, con el sello del maestro de La Puebla, toreo largo y profundo, enroscándose al toro, pasándoselo muy cerca, magia pura, adornada con molinetes y remates por bajo de ensueño. Gran ovación, atronadora, que de no haber sido por la espada, hubiera valido una oreja. El quinto saltó con bríos, apretando mucho hacia tablas lo que no permitió a Morante lucir su toreo de capote más que en dos verónicas sensacionales, repletas de aromas, parando el tiempo. Mejoró el toro tras el primer puyazo lo que aprovechó Morante para componer un quite bellísimo por chicuelinas garbosas al paso, ceñidas y a mano baja al que replicó Ortega con otro también por chicuelinas enclasadas y una media de remate de muchos quilates. Bonito duelo que tuvo su precedente en el segundo de la tarde, esta vez por verónicas, en las que ambos matadores llenaron de belleza y emoción cada lance, verónicas acompasadas, muy templadas, rematando los quites con medias que alcanzaron cotas máximas de gusto y elegancia. Momentos de intensa emoción que desataron olés que hicieron temblar los cimientos de la plaza cordobesa, al igual que cuando en ese segundo toro Juan Ortega brindó su toro al maestro que admira y respeta, precioso detalle que refleja lo que es el toreo y los valores que representa, entre ellos el respeto, algo cada día más en desuso. Un inicio de faena cargado de aromas, torería pura, andándole hacia los medios, trincherillas y pases de la firma para romper el alma que preceden a series por el pitón derecho enroscándose al toro, toreo en redondo templado y profundo, emoción intensa, ligazón, componiendo la figura, con ese barroquismo que apasiona, arrebujadito, el duende ante nuestros ojos, el pellizco añorado tantos meses, aromas de azahar del abril sevillano en pleno octubre con los que impregna los naturales en series ligadas con hondura rematadas por pases de pecho antológicos que desatan la pasión torera. Y todo bajo los acordes de "Suspiros de España", ¿se puede pedir algo más?, ¿hay algo más grande?. Pues sí, por ejemplo las manoletinas finales con las que ha rendido homenaje al gran Manolete en su plaza antes de ir a por la espada y sacar al Jandilla a los medios toreando a dos manos por alto, estampas de toreo antiguo repletas de belleza. Un pinchazo hondo arriba y una media también arriba tirándose a matar por derecho pasaportan al toro y arrebatan la posibilidad de lo que hubieran sido dos orejas casi con toda seguridad, pero la vuelta al ruedo ha sido tan apoteósica que vale por todos los trofeos. Esto es para mi el toreo, emoción y sentimiento, lo que han generado Finito y Morante, Morante y Finito, el sueño que echábamos tanto de menos, el sueño encontrado.

Antonio Vallejo



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