domingo, 27 de junio de 2021

Volver a Las Ventas, ¡volver a vivir!


 Un soplo de vida, eso es lo que para mi ha sido esta tarde de sábado en Las Ventas, ¡cuanto la necesitaba!. Cierto que el festival extraordinario del pasado 2 de mayo fue algo único por lo emocionante, cierto que esta pasada Feria de San Isidro atípica y especial en Vistalegre fue un aliento de esperanza que invitaba a soñar, pero faltaba algo, faltaba que la primera plaza del mundo por fin diera el paso que demandábamos y tomara las riendas del toreo. Ese paso ha sido este sábado, el próximo domingo 4 de julio será el segundo paso, parece ser que el 10 de julio vendrá el tercero del que esperemos sea un caminar eterno que no encuentre más pausa que la obligada entre temporada y temporada. El toreo necesitaba que Las Ventas tomara el mando y dijera aquí estoy yo, frente a todas las adversidades, poderosa, para dejar claro que esta Fiesta es inmortal mientras haya un toro en el campo, un torero frente a él y un aficionado que quiera verlo. Posiblemente ese sea el mejor resumen de lo vivido en Madrid un caluroso sábado de junio con toros de Victorino Martín, con tres toreros, Manuel Escribano, Sergio Serrano y Fortes, y muy cerca de 12.000 aficionados que hemos llenado el aforo permitido dando a los tendidos un magnífico aspecto. Lo que vendría tras el retumbar de clarines y timbales anunciando el paseíllo, como dice el Evangelio, se nos ha dado por añadidura, y ha sido mucho.
Para empezar hemos visito seis toros de Victorino de excelente presentación, preciosas láminas, muy serios, veletos los seis, astifinos, puntas desafiantes, entipados, albaserradas de pitón a rabo, inconfudibles, que también han mostrado el comportamiento tipo de la casa, duros, complicados y con peligro, sin conceder nada y sin permitir el mínimo fallo el segundo tercero, falto de fondo y fuelle el primero, deslucido el sexto, destacando un encastado y exigente cuarto, y un bravo, con clase y mucha calidad el quinto, dos toros de nota muy alta. No está mal para empezar, digo yo.
A por sus dos toros se ha ido a recibir a porta gayola Manuel Escribano, algo habitual en el sevillano pero que no deja de ser una declaración de intenciones acerca de la disposición con la que ha venido a Madrid. Al primero lo saludó por verónicas templadas y comprometidas ganando pasos tras la larga cambiada clavado de rodillas más allá de la segunda raya. Empuja en el caballo sin demasiada codicia y con un solo pitón el Victorino apuntando señales de debilidad,  pero es tras dejar atrás el peto cuando muestra una evidente falta de fuerzas que levanta las protestas y condiciona el resto de la lidia. Muy corto y reponiendo en el poco lucido intento de quite por chicuelinas de Serrano, sin ritmo en banderillas, tercio que Escribano cumplió con facilidad y solvencia, para llegar a la muleta desfondado, con la cara alta, sin poder ni empuje. Poco pudo hacer el sevillano que  mató de una sensacional entera de efecto fulminante, sin duda lo mejor de este primero. La salida del cuarto, Galapagueño de nombre, nos puso el corazón en un puño, segundos de angustia con Escribano hincado de rodillas y el toro parado en la boca de toriles, mirando, midiendo, avanzando lentamente hacia el sevillano, calibrando, hasta llegar a menos de 2 metros y arrancarse bruscamente buscando la presa. Aún no sé cómo se libró de la cogida el de Gerena, providencial la larga con la que burló el trance. Pelea de bravo en el caballo, dos puyazos arrancándose en largo, metiendo la cara abajo, empujando con celo, metiendo los riñones, y extraordinario Curro Sanlúcar agarrando arriba y delantero, con razón se despidió en medio de una gran ovación. Ritmo y buen tranco del toro en banderillas, galope alegre que permitió a Escribano cuajar un tercio sensacional. Un primer par derrochando facultades físicas para reunir en la cara, un segundo par dejándose llegar al toro y clavar de poder a poder, asomándose al balcón, y un tercer par sentado en el estribo, esperando la arrancada del animal para incorporase y dejar los palos al quiebro junto a las tablas, casi sin espacio físico por donde salir, arriesgadísimo par que puso en pie a toda la plaza. Arranca la faena con dos cambiados por la espalda muy ajustados aprovechando la movilidad del Victorino para enlazar con las primeras series por el pitón derecho. Busca adelantar la muleta y llevar en largo la embestida de Galapagueño que toma bien la muleta, mete la cara y humilla pero que pronto saca a relucir la exigencia de su encaste. No permite el mínimo error, se queda a medio viaje, repone y busca, sabe lo que se dejaba atrás. Poco a poco, a base de tragar y bajar la mano para someter al toro la faena va tomando vuelo. Es por el izquierdo cuando llegaron los mejores pasajes, naturales con hondura, por abajo, poderosos, de uno en uno, perdiendo ese paso necesario para quedarse colocado, muy firme, entendiendo perfectamente la embestida del Victorino. La última serie de derechazos es portentosa, muletazos profundos, la muleta por abajo, mando ante un toro con sentido más que desarrollado y mucho peligro que remata con un final por bajo lleno de torería y otra magistral estocada hundiendo el acero arriba. Oreja de ley y de peso y fuerte ovación para Galapagueño en el arrastre.
El primero del lote del albaceteño Sergio Serrano dejó claro desde su salida que no iba a regalar nada. Descompuesto y deslucido en el capote, sin emplearse en varas y pasando sin pena ni gloria por el tercio de banderillas, con la cara alta. Los primeros muletazos por bajo desprenden gusto y aromas a buen toreo, con mando, largos, poderosos. Sacó su genio el Victorino, midiendo, soltando la cara en la primera serie de derechazos, asentado el albaceteño, sin dudar, plantándole la muleta en la cara, por abajo y sin quitársela, empapándole en la franela, llevándolo muy tapado para dominar los arreones del toro y someterle. Decisión, valentía y entrega de Serrano por el pitón izquierdo, aún más complicado y peligroso. Por ahí repone y busca los tobillos, se va por dentro, pero en ningún momento le perdió la cara el albaceteño en una  faena meritoria mal rematada con la espada. El quinto fue un gran toro, Venenoso de nombre, imponente presencia, muy ofensivo, preciosa estampa, que desde que saltó dejó patentes sus cualidades: movilidad, fijeza y repetición en el capote de Serrano. Pelea de bravo en el caballo, dos extraordinarios puyazos de Tito Sandoval que abandonó el ruedo en medio de una gran ovación. Igual que hizo ante el segundo arranca la faena por bajo, con poderío, en largo, aprovechando las cualidades del toro. Una tras otra fueron hilvanándose las series por ambos pitones, rotundas, reunidas, redondos profundos, ligados en el sitio, perfecta colocación, mano baja y trazo largo, temple, toreando muy despacio, naturales hondos, ligazón y buen gusto, más temple, acoplado, rematando las series con extraordinarios pases de pecho, alguno mirando al tendido, y uno de desdén para abrochar el epílogo de faena de auténtica locura. Y Venenoso que no se cansó de olisquear la arena venteña, siempre humillando, el hocico a ras de tierra, repitiendo con fijeza, incansable, duración y recorrido, un grandísimo toro. Se tiró a matar Serrano como si no hubiera mañana, sabedor de que acariciaba la Puerta Grande que lleva directo a la gloria del toreo, recto, volcándose sobre el morrillo para hundir la espada hasta la empuñadura. Quizás se atracó de toro y por eso el espadazo cayó ligeramente contrario, quizás ese pequeñísimo defecto hizo que Venenoso tardara en doblar y quizás por eso se enfrió el público y la petición de la segunda oreja perdió peso. No lo sé ni lo sabré nunca, pero me da igual. El premio fue una oreja pero el sabor que me ha dejado Sergio Serrano ha sido de dos orejas. Mantengo lo que siempre digo, para mi el toreo es sentimiento, no números, y hoy Sergio Serrano me ha transmitido la emoción del toreo eterno, eso lo vale todo. 
El malagueño Fortes se ha llevado el peor lote, el más deslucido y con menos opciones de triunfo. El tercero tuvo un comportamiento de salido propio de su encaste, revolviéndose, echando las manos por delante, con escaso recorrido, para llegar a la muleta sin fijeza y desentendido. Trata de someterle por bajo en los muletazos de tanteo, el toro va pero no dice mucho. Toma la muleta con la izquierda y por naturales basa una faena desligada en la que surgen algunos naturales de buena factura aislados, pero falta ritmo y continuidad. Además el toro trata de irse al tercer muletazo de cada tanda. Es posible que llevándolo muy en corto y con la cara tapadita a lo mejor hubiera lucido algo más, es fácil decirlo cuando uno está sentado en el tendido, pero dudo que las cosas hubieran cambiado mucho. Para colmo por el pitón derecho tuvo muy poco recorrido, se defendió soltando la cara y desarrollando sentido, revolviéndose con peligro, absolutamente imposible para el lucimiento. Pero aún fue el que cerró el festejo, rebrincado, la cara arriba, sin emplearse en los primeros tercios y sin un solo pase en la muleta, completamente imposible. Una pena porque me hubiera gustado que el final de la tarde - ya noche a esas horas - hubiera sido otro pero tras todo lo que hemos pasado y lo negro que se veía el panorama solo puedo decir que volver a Las Ventas es ¡volver a vivir!.


Antonio Vallejo


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