Puertas abiertas a los sueños y la ilusión, a la esperanza, a la pasión y el sentimiento, un año más, otra temporada para vivir y sentir el toreo. Fue ayer, en Illescas, en la Feria del Milagro, cuando de nuevo vi abrir las puertas de una plaza de toros y me vi sentado en un tendido, cuando volví a sentir la emoción de escuchar clarines y timbales y por esa puerta de los sueños y los miedos emergió la figura imponente de ese animal de belleza sin igual que es el toro bravo.
Tan sólo eso ya es suficiente para disfrutar. Llámenme romántico, o lo que quieran, pero es verdad. Esta Fiesta es tan maravillosa que solo ver al protagonista principal es argumento suficiente para ser feliz. Si además le sumo la alegría de ver una plaza llena hasta la bandera y con un porcentaje muy elevado de gente joven en los tendidos, la felicidad es doble. Y si aún tengo la fortuna de sumarle el infinito valor de una jornada maravillosa, entrañable y divertidísima, en compañía de buenos amigos, primero alrededor de una buena mesa y después alrededor de esta afición que nos une, ¿se puede pedir más?. A partir de ahí dejarse llevar y cabalgar a lomos de este Arte eterno. La vida merece la pena vivirla, sobre todo por días como el de ayer, de verdad.
Corrida de Daniel Ruiz bien presentada, seria, con buenas hechuras y trapío más que de sobra para una plaza de tercera que para mi tuvo un fondo de clase y nobleza notable pero a la que le faltó un punto de fuerza y entrega para romper, destacando por encima del conjunto el cuarto, un toro con una clase descomunal. No quiero ni pensar lo que hubiera sido con un poquito más de poder y empuje en algunos de los otros ejemplares lidiados, el resultado final de siete orejas a saber por lo que se habría multiplicado. Y no lo digo no con tono crítico, ni con retintín o segunda intención, en absoluto, y menos aún poniéndome en plan aficionado purista y exigente, nada más lejos de mi manera de entender esta bendita afición. Para nada pongo en duda el valor de los trofeos de ayer - cuatro orejas para Roca Rey, dos para Manzanares y una para Talavante - porque cada día de toros hay que entenderlo y medirlo en el escenario que es y en el contexto en que se desarrolla y, en mi opinión, no hay nada peor que juzgar todo con el mismo rasero e ir a todas partes creyendo que siempre estoy en Las Ventas. Una vez más lo digo, exigencia no es sinónimo de intransigencia, lo que no quita para que yo puede tener mi opinión sobre el valor de una oreja más o menos. Ayer estábamos en Illescas, en su feria, y, viendo ayer la alegría de una plaza abarrotada, los olés y las ovaciones del público puesto en pie, ¡que más me da que se peque por exceso de generosidad!. Ya se palpaba una sensación de ilusión enorme antes de arrancar el festejo, se sentía que había muchas ganas por ver torear, y al final la gente salió feliz, se veía en sus caras, sonrientes, seguramente pensando en el calendario y contando los días que queden para la próxima tarde de toros. Quizás sea por eso a esta maravilla que es el toreo le llamamos Fiesta.
A nadie escondo mis gustos y preferencias y creo que todos los que me conocen saben que José María Manzanares es uno de los toreros a los que más admiro y con uno de los que sufro cuando le veo en las horas bajas. Ayer, una vez más, volví a ver al Manzanares elegante y con empaque, entendiendo y acoplándose perfectamente a las cualidades de sus dos toros, toreando de capa a las mil maravillas, verónicas a pies juntos acompasadas y sedosas en el saludo al primero, rematadas con un par de chicuelinas llenas de sabor y recuerdos a su padre. Verónicas rotundas acompañadas con la cintura en el cuarto, jugando las muñecas con dulzura infinita, temple, gusto y clase emanando a raudales de cada poro, para rematar con una media de auténtica locura. Enorme la dignidad con la que trasteó al primero, un animal que no se derrumbaba a la mínima, no podía bajar la mano ni un centímetro, tuvo que mimarlo y hacer que cada muletazo discurriera con una suavidad exquisita para que se mantuviera en pie. Pese a todo, algunos derechazos reflejaron la calidad de su toreo. Nada más pudo hacer y se le premió con una cariñosa ovación. Extraordinario con la muleta ante el cuarto, un toro de mucha clase al que en los primeros compase de faena fue probando en distancia y altura, poniéndole la muleta alante, con paciencia, tratándole con suavidad, mucho tacto, poco a poco, embarcándolo en los vuelos para acabar rompiendo a mitad de trasteo. Elegancia y empaque, toreo de muchos quilates con la derecha, profundo, series rotundas, encajado, la mano baja, ligazón y ritmo, temple y gusto supremo, cambios de mano que fueron un crujido y unos de pecho marca de la casa para rematar, interminables, a la hombrera contraria. Por el izquierdo también compuso series compactas, naturales hondos, ritmo y compás, toreo, eso es, nada más y nada menos. Mata de entera desprendida, volcándose, y poco importa que el buen toro de Daniel Ruiz tardara en doblar las manos, dos orejas tras petición casi unánime.
Alejandro Talavante venía de triunfar en Olivenza y con la sensación de que volvía a ser el torero de años atrás y no el de las dudas e inseguridad del último. No se puede decir que ayer tuviera suerte con su lote, al contrario, le correspondió el de menos opciones. El primero tan solo sirvió para las tres o cuatro verónicas a pies juntos del saludo de capa, desarmó al extremeño y ahí se acabó. Sin moviliidad, sin un gramo de fuerza llegó a la muleta, perdiendo las manos una y otra vez, descoordinado, cabeceando, ni un pase tenía. Por si había sido poco lo del segundo le sale un quinto que hubo que devolver por inválido, mal pintaba la cosa. Y salió el quinto bis, un sobrero de mismo hierro al que recibió con gusto a la verónica, templadas, ganado pasos, con ritmo. Bueno el quite por saltilleras y gaoneras rematado por un par de serpentinas que arranca los olés y la ovación de los tendidos. Arranca la faena muy en su estilo, en los medios, un cambiado por la espalda citando en largo hilvanado con buenos naturales y el de pecho de remate. Le falta empuje al toro, se queda corto, y le costaba repetir. No se descompone Talavante, le adelanta la muleta y traza buenos pases en redondo, llevándolo muy cosido, la mano baja, sin quitarle la tela de la cara, muy tapadito, ligando en el sitio. Otra buena tanda de naturales, también llevándolo muy toreado por bajo, un par de cambios de mano con enjundia y el manejo de esos recursos que dan los años de alternativa - molinetes, luquecinas sin la ayuda y un desplante a cuerpo limpio - calentaron el ambiente para entrar a matar y dejar una entera atravesada que hizo guardia de fea manera seguida de dos descabellos para poder pasaportar al animal y cobrar una oreja pedida con fuerza. Y si el público la pide hay que darla, es el reglamento, y se cumplió, guste o no.
Roca Rey era sin dudad el máximo reclamo ayer, como lo fue la temporada pasada y como seguramente lo sea esta temporada allá donde se anuncie. Y no me extraña que todo el mundo desee verle, porque se le puede criticar lo que cada uno quiera a su toreo, gustos hay tantos como aficionados, pero hay algo claro, viene a romper todas las puertas, abrirlas de par en par y mandar en el torero durante los próximos años. Ayer fue un ciclón que pasó por Toledo, apabullante, arrollador, nada se le pone por delante, embista o no el toro, desafía al miedo y a todas las leyes de la física, donde no hay espacio para pasar, no me digan cómo, él lo encuentra, o se lo inventa, o qué sé yo, pero el toro pasa. Ya desde el saludo capotero al tercero encendió la mecha. Verónicas llenas de poder, ganando pasos, temple y mando, rematadas con una media de lujo en medio de una ovación atronadora. Nada comparado con el quite por chicuelinas, tafalleras y gaoneras con el que puso a la plaza en pie y al borde de la locura, que llegó con la muleta. Primeros compases de faena por estatuarios, ayudados por alto en los medios aprovechando la movilidad del toro, que va y toma el engaño, pero con tendencia llevar la cara alta y salirse del muletazo. Sensacional Roca Rey, ve las condiciones del toro y se acopla a las mil maravillas. Le adelanta la muleta, la mano baja, con mucho poder, muy firme y templado, tira de la embestida y compone series en redondo de mucho peso, encajado, entre olés y ovaciones de un público entregado. Por el izquierdo roba los naturales de uno en uno, también la mano muy baja, mucho mando, rematando la serie con uno de pecho larguísimo. A medida que se apaga el toro acorta distancias y se planta en esos terrenos en los que se desenvuelve como pez en el agua. Cinco circulares invertidos por la espalda hacen estallar la caldera y la plaza se viene abajo con un Roca Rey entregado, entre los pitones, cuando no es con la punta del pitón en la taleguilla. Se tira a matar recto y deja una entera fulminante que vale dos orejas pedidas por práctica unanimidad.
Si nada se guardó al matar al tercero, menos se guardó ante el sexto, que salió con muchos pies y al que paró el peruano al abrigo de las tablas de nuevo por verónicas, y otra vez con mucho mando, apretando él al toro, ganándole terreno a cada lance, llevándoselo a los medios donde remata con un media de cartel, un lujazo. Sobra decir el nivel de decibelios de los olés y la ovación. Preciosas, sublimes me atrevería a decir, las chucuelinas al paso para llevar al toro en el tercio de varas, galleo de ensueño. No quiso dejar de sumarse a la fiesta ese maestro de plata que es Antonio Chacón, ¡que dos pares colocó a este sexto!, sobre todo el primero, de poder a poder, cuadrando en la cara para salir del embroque derramando torería. Tremenda la ovación a la que respondió desmonterado. Un breve inciso, aprovechando este detalle. ¡Menuda cuadrilla la del peruano!. Todos quienes vayan a verle torerar van a disfrutar mucho con tres grandes toreros de plata, sensacionales lidiadores y banderilleros: Francisco Durán "Viruta", Antonio Chacón y Paquito Algaba. Sigamos. Inteligentísimo en le planteamiento de faena. Se planta de rodillas en los medios, cita en largo y se lo pasa por la espalda, escalofriante, para ligar de rodillas y en redondo, alargando el viaje, poniendo a los tendidos en pie. Bien sabe que el toro no va sobrado de fuerzas y plantea el trasteo para exprimir al máximo sus condiciones. Con mucho temple, suave, sin tirones y a media altura, sin obligarle, derechazos que mantienen cierta tensión, naturales robados de uno en uno, con poder y también recursos técnicos, que los tiene. Aprovecha lo que el toro puede darle y, cuando ya no hay más, de nuevo se mete en los terrenos de las diabluras, donde puede hacer lo que quiera, pasándose los pitones por la barriga, como si nada. Muchos le critican ese toreo, pero a ver quien se pone ahí porque, sinceramente se lo digo, lo hace con verdad, no juega con ventajas y se expone sin tapujos. Ayer podía haber pasado de eso, tenía la puerta grande abierta y la temporada por delante, pero esa es su verdad y la muestra tal cual. De nuevo se vuelca a matar y deja un espadazo hundido hasta al empuñadura que vale otras dos orejas y la sensación de que esta va a ser su temporada, salvo percances.
Y así he arrancado a esta temporada que espero sea apasionante. Sólo Valdemorillo, Olivenza e Illescas han abierto sus puertas, hoy lo hacen Castellón y Valencia, en abril será Sevilla y en Mayo será San isidro, ya conocido como "el madrugador", o "el impaciente", según versiones, porque si no difícil entender que los carteles se anunciaran y se presentaran oficialmente , gala incluida, ¡el 1 de febrero!. Pero eso merece reflexión aparte. De momento las puertas del toreo ya están abiertas.
Antonio Vallejo
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