jueves, 13 de octubre de 2022

Corrida de la Hispanidad: Soñar, sentir, vivir el toreo


Salir de la plaza, como decían los antiguos, toreando al aire, lleno de felicidad y emoción, el pecho hinchado de pasión desbordada, deseos cumplidos, ¡qué grande es nuestra Fiesta Nacional!. No podía ser otro día, tenía que ser 12 de octubre, el día en que nuestro pasado, nuestra historia, nuestra gloria, nuestra nación caminando firme hacia el Imperio nos llena de orgullo por ser lo más grande que hay en el mundo: español. ¡Viva el día de nuestra Fiesta Nacional!. Ha sido un día pleno, por la mañana en las calles de Madrid con nuestros Ejércitos, herederos de aquellos tercios que conquistaron el mundo, por la tarde en las Ventas con el toreo, ¿qué más puedo pedir?. El final que todo aficionado sueña, esos sueños que nos llevan cada tarde a la plaza y que hoy se han cumplido, sueños vestidos de oro que han invadido los cinco sentidos y han desbordado los sentimientos, sueños transformados en una realidad maravillosa que colma con creces todas las ilusiones que en este día de Fiesta Nacional llevábamos en el corazón taurino. Una plaza llena, colgado el "no hay billetes", el Himno Nacional al finalizar el paseíllo, un ¡Viva España! seguido de una ovación atronadora que  hizo temblar los cimientos de la plaza llegando hasta todos los rincones  del planeta, los pelos de punta, maximizado con lo que después  vivimos hasta llegar al éxtasis, al triunfo ansiado, en hombros, camino del cielo más deseado, el de Madrid.

Tres buenos toros de Victoriano del Río, una faena de Roca Rey en máxima figura y dos de Francisco de Manuel de enorme dimensión nos han llevado en esta tarde a soñar, sentir y vivir el toreo en toda se expresión: mando, poder, valor y arte. Ya mostró sus cartas en un quite por chicuelinas ceñidísimas a manos bajas que fue una auténtica delicia, bellísimos y arriesgados lances, señal inequívoca de sus intenciones. Dos toros vio pasar el peruano antes que saltara el segundo tris, un castaño de 615 Kg muy grande, basto, que careció de fijeza en el capote, sin celo pero metiendo bien la cara, con mucha calidad, demasiados kilos, creo que lo pensamos casi todos, llegará muerto a la muleta dijimos.  Levantó al caballo tanto por la inercia de sus kilos como por lo que empujó abajo, bien aguantado y picado por Sergio Molina, nuevas sensaciones, mejores en banderillas, se desplazaba y mostraba mucha clase, colocando la cara, extraordinario Francisco Durán "Viruta", dos pares inmensos para poner a la plaza en pie y verse obligado a saludar desmonterado. Inicio de faena electrizante,  las zapatillas clavadas, lo cita en largo en terrenos del 5-6, cambiados por la espalda de infarto, los pitones limpiando el polvo de la chaquetilla, luego estatuarios, sin moverse un milímetro, un trincherazo de bandera y uno de desdén para poner a la plaza en pie. Toreo en redondo rebosante de poder, la muleta barriendo el suelo, echándole los vuelos, conduciendo el viaje con temple exquisito, enroscándoselo a la cintura, embraguetado, series rotundas en redondo llenas de mando y clase, profundidad y emoción, toreo celestial. Pausas para que respire, por el izquierdo misma hondura, la muleta alante y a ras de suelo, perdiendo los dos pasitos necesarios para ligar, expresión del toreo pleno, naturales muy lentos, de una belleza suprema, dimensión de máxima figura, un natural aún dura por la lentitud y el recorrido, un cambio de mano de los que te rompen en dos, el cielo en sus manos. Y aún había alguno que debía venir de casa con ideas reventadoras porque no me explico si no el por qué de las protestas y silbidos a no sé que colocación, al "crúzate" continuo en medio de una obra de arte de figurón del toreo. Final de faena fiel a su estilo, acortando distancias, metido entre los pitones, con verdad absoluta, tan anclado a la arena como al principio, pasándose al toro por ambos pitones, sin rectificar, si se paraba el animal no dudaba, hermético, se lo cambiaba a la espalda, o una arrucina, o un circular, la plaza en pie extasiada ante la magnitud de Roca Rey para remachar con unas bernadinas que nos han helado la sangre, los pitones descosiendo los bordados, más cerca no se puede pasar a un toro, impresionante, sensaciones que me hicieron viajar en el tiempo  hasta aquel José Tomás de los primeros años 2000. Mata a la perfección, la muleta abajo haciendo la cruz, recto, hundiendo el estoque hasta la empuñadura, y el toro que rueda sin puntilla. Petición unánime, un clamor, dos orejas para mi sin discusión, aunque conté unos 30 que protestaron y no en sentido figurado, me tomé la molestia de hacerlo buscando en ese tendido los que daban palmas de tango. No sé que más quieren, faenón de figura y estocada monumental, lo siento que no disfrutaran y guarden en la memoria lo que Roca Rey nos brindó.  Con la Puerta Grande ganada tuvo que ser intervenido en la enfermería por una herida en su mano izquierda por lo que su segundo toro fue corrido en último lugar, un toro sin fondo y sin historia que no se entregaba, la cara alta, derrotando con peligro, a la defensiva. Lo intentó de todas las maneras pero no había nada, tan solo las ganas de todos por verle salir en hombros acompañado de Francisco de Manuel.

Porque fue ese joven matador madrileño el que también nos embriagó de emoción en esta apoteósica tarde. Pocas veces vemos salir por esa puerta de los sueños a dos matadores camino de la calle Alcalá. Tuvo que ser ayer, precisamente, para sentir la grandeza de la fiesta Nacional. Una oreja en le tercero y dos en el que se corrió quinto por la lesión de Roca Rey que para mi fueron de ley de mucho peso. Muchas puertas se le abrieron ayer a Francisco de Manuel. Toreo de capa y de muleta en el que demostró firmeza, valor, temple y clase. Poco dijo el tercero en el capote, insulso, pero que en el peto y banderillas colocó la cara y dio señales positivas para la muleta. Arrebatado en el prólogo, ambas rodillas en tierra, conduciéndolo en largo, temple y largura en cada muletazo. Incorporado ya uno de trinchera y otro de desdén con la plaza en pie y los olés rugiendo sin parar. Sensacional toreo en redondo, bien colocado, echando la franela alante, embarcando la embestida con un temple exquisito, la mano baja, con recorrido, encajado, abrochando las series con unos de pecho sensacionales, sobre todo uno a la hombrera contraria de lujo. Ese toreo profundo se mantuvo por el izquierdo, primeros pases cogiendo la distancia para acoplarse y torear al natural como los ángeles, con una hondura y una calidad superior, todo por bajo, mucho temple, toreo de mando y categoría. Perdió fuelle el animal y al hilo de las tablas finiquitó el trasteo en distancias cortas pero sin perder la intensidad, la transmisión y la emoción anterior. Por ambos pitones robó los últimos muletazos siempre templados y profundos, extraordinarios, firmeza y decisión sin límites. Otra vez se nos puso el corazón en un puño con unas manoletinas para rubricar la faena haciendo pasar al toro por donde las leyes del espacio decían que no había sitio, pero de Manuel lo encontró, de frente, los pitones rascándole la barriga y las ingles, ¡una barbaridad!. Se tira a matar sin importarle el futuro, recto, dejando una entera trasera en todo lo alto que envió al más allá  a este buen toro en cuestión de segundos. Oreja de ley en mi opinión, pedida por amplísima mayoría, que dejaba todo abierto y los ánimos encendidos de cara al que le quedaba por lidiar. ¡Menudo saludo de capa a ese segundo de su lote!. Verónicas de fantasía, garbosas, manejando las muñecas con gracia y sutileza, mucho temple, gusto y arte, le gana pasos, se lo lleva a los medios y allí remata con una media llena de plasticidad, enorme el madrileño. Toro con un son excepcional, humilla y repite, celo y codicia, bravo toro. Si bello fue ese saludo no menos lo fueron las chicuelinas con las que se llevó al toro del caballo, las manos bajas, cadenciosas, ajustadas, media y larga de remate nacidas de su imaginación. Empujó en el caballo con más celo aún y  en banderillas se mostró en todo su esplendor. Toro pronto, se mueve y coloca la cara, mucha calidad y ¡Dios mío que tres pares colocaron Juan Carlos Rey y Fernando Sánchez!. Andándole con torería hasta ganar la cara, cuadrando a la perfección, reunión y colocación suprema y torería descomunal para colmar de emoción y pasión a todos los tendidos, en pie, con las manos rotas de aplaudir, atrapados en un estado de delirio desatado. Tomó la muleta con la diestra y empezó a torear sin probaturas, magistral, series compactas y reunidas, temple y profundidad, sereno, natural, sin nada forzado, perfectamente acoplado, tirando del toro que repite y toma el viaje en largo. Pero donde todo rompió y se desbordó la locura fue con la mano izquierda. ¡Qué ritmo tenía el toro por ese lado!, ¡de qué manera interpretó el toreo al natural el madrileño!. El de Victoriano repetía, humillando, con celo, muy despacio, una maravilla, naturales parando el tiempo, de lentitud pasmosa, hondos, largos, todo barriendo la arena, mando supremo con la plaza entregada en olés roncos, y Francisco de Manuel aún más entregado, abandonado al toreo, la mano baja, relajado, algo que mucho tiempo tardaremos en olvidar y que no será fácil de superar. El final rematando por bajo fue divino, trincherazos monumentales que crujen el alma, aguantando un parón final eterno, sin inmutarse, mucho valor sumado a la calidad. Otra vez se tira a matar como si no hubiera mañana, entregado, enviando la más allá al de Victoriano con un estoconazo fulminante. Dos orejas pedidas con una fuerza pocas veces vivida en esta plaza y que para mi son justas y de mucho peso por ese toreo al natural que no exagero si digo que pasará a los anales de la historia del toreo.

Nos queda Talavante, que también estuvo ayer presente en Las Ventas y, la verdad, con el que no sé como empezar. No tuvo suerte en su lote, dos toros nobles y manejables, sí, pero sin fondo ni fuelle. Metían la cara y pasaban, sí, pero con un trote cansino, a media altura, sin poder obligarles porque a la mínima se derrumbaban. Fue buen el saludo capotero al que abría plaza, verónicas mecidas con mucho gusto, ganado terrenos para rematar con una media. También fue bueno el trato a sus dos enemigos, cuidó la altura, los llevó con suavidad, técnicamente bien, temple y buen trazo, muletazos limpios, pero faltó transmisión y emoción. Digamos que labor académica en función de las condiciones de su lote. Hasta ahí lo mismo que tantas veces decimos de tantas faenas. No hubo más en le primero, lo mató y a por el otro. Pero en ese otro ocurrió lo que no imaginaba ni en el peor estado de borrachera que podría ocurrir. Entiendo muchas cosas y las disculpo muchas veces, entiendo que un torero se vea superado por un toro bravo o encastado, entiendo que se equivoque en la manera de llevar al toro, entiendo que se lo quité de en medio a las primeras de cambio porque sea una alimaña indomable, entiendo que no encuentre su sitio, entiendo que pierda un gran toro, entiendo la falta de pericia en el manejo de los aceros, entiendo muchas cosas. Pero lo que no entiendo  en alguien que se viste de luces es el pasotismo, la falta de actitud, la ausencia de ganas, la dejadez. Ni lo entiendo ni lo disculpo. Y eso es lo que a mi modo de ver hizo Talavante, imperdonable actuación, más aún en un torero de su trayectoria y bagaje. El cuarto fue lo que fue, anduvo con él pulcro, saco lo que pudo y ya está. Entró a matar desconfiado, pinchó repetidas veces y al final dejó una estocada fea, atravesada y de efecto insuficiente. hasta ahí normal, un aviso, toma el descabello y va con la misma desconfianza. El toro tapado, de acuerdo, falla una y otra vez con la cruceta, cada vez peor, suena el segundo aviso y ahí se aparta un par de metros, se queda mirando como si no fuera con él la cosa, ni sacarla la espada para ver si doblaba o descubría la suerte, ni intentarlo más veces, nada, dejadez absoluta, casi un desprecio, esperando el tercer aviso sin acabar con el toro que, por supuesto sonó, para ver como se le apuntillaba en la tronera del burladero. En mi opinión, repito, vergonzosa actuación, indigna de un torero, con los valores que eso conlleva, y que debe tener repercusión. Espero que, para empezar, no vuelva a Las Ventas y deseo que se lo piense y medite si el tiempo de la retirada ha llegado ya, este regreso no ha sido precisamente lucido. Se pueden imaginar la que se lió, Bronca monumental con toda la razón. Suerte tuvo que Roca Rey pudiera salir a matar el segundo de su lote porque le hubiera tocado a Talavante y los ánimos estaban muy encendidos. Por cierto, que ya se había ganado otra bronca cuando estaba fuera de sitio, descolocado y distraído en el tercio de banderillas creo que del segundo toro y no salió a echar el capote cuando el toro puso en verdaderos aprietos al banderillero. Vamos, que le desidia venía de casa por lo que parecía.

Así se cierra una temporada que tras el año de parón por la pandemia y el otro de restricciones  ha vuelto a ser como siempre ha sido y como espero que siempre siga siendo. Una temporada con un broche de oro en la tarde de ayer, histórica y apotéosica doble Puerta Grande y también histórico el hecho de escuchar los tres avisos en un toro. Para lo bueno y para lo malo el toreo es así, tiene su cara y su cruz, pero con lo que nos fuimos a casa fue con la felicidad de soñar, sentir y vivir el toreo.


Antonio Vallejo

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