domingo, 13 de octubre de 2024

Sublimar el toreo al natural

Dice el diccionario de la R.A.E que sublimar el elevar algo a alguien a un grado moral o estético superior. No encuentro mejor forma de resumirles lo que en el día de la Fiesta Nacional vivimos en Las Ventas. Miguel Ángel Perera, Emilio de Justo, Victorino Martín y el Arte han alcanzado ese grado que yo considero supremo  en el que los sentimientos y la emoción han emanado de la mágica comunión entre toros y toreros para elevar el toreo al natural a una dimensión sobrenatural. Así ha sido, tres faenas en las que la belleza ha nacido fruto de la verdad, estética y moral, eso es la Tauromaquia, su pureza y su valor, algo que solo personajes mezquinos como Urtasun son incapaces de reconocer, y no por ignorancia, sería perdonable, sino por odio, algo deleznable. Y todo al natural.

Gran corrida la encajonada por Victorino Martín para esta fecha tan significativa. Un negro y seis cárdenos de excelente presentación, de enorme seriedad e imponente presencia, veletos y astifinos, que, salvo primero y quinto, además han dado un juego excelente sin olvidar su origen, siempre respondiendo a su sangre Albaserrada. Toros exigentes, sin conceder nada, a los que había que hacerles las cosas muy bien porque su instinto y su sentido no permitía el mínimo despiste, no digo ya el mínimo fallo, sabían lo que dejaban detrás, por el mínimo resquicio asomaban sus puntas con riesgo y peligro pero cuando se entregaban lo hacían con todo, empleándose, humillando, el hocico marcando surcos en  la mojada arena de La Monumental, persiguiendo la tela con celo, pelea de bravos. Sublime el ganadero - estética en las hechuras, moral en la honestidad con la que cría y elige sus toros - elevado hoy a un grado superior.

Y sublimes Perera y de Justo, la moral su entrega y la estética su arte, para desbordar la pasión, oleadas de sentimientos que solo con esta afición se pueden alcanzar. Para mi esta es la grandeza del toreo, lo he repetido mil veces, no los números ni las medidas, no una oreja más o menos, todo eso me da igual cuando se vive una tarde como la de ayer. Dejarse llevar, abandonarse sin pensar que pueda existir algo más en la vida, vibrar y sentir el escalofrío de la emoción, eso es lo más maravilloso del mundo, y eso lo consigue el toreo, algo único e imposible de borrar de la memoria. Los datos se olvidan, la ilusión es eterna, y una tarde de toros como la de este 12 de octubre es eso, ilusión para seguir soñando. 

No era precisamente para soñar el primero. No por sus líneas, preciosas, ni sus pitones, un desafío, un tanto abanto de salida, poca fijeza en el capote de Perera que lo para y lo fija echándole el capote a la cara y abajo, andándole hacia atrás hacia los medios, lidiando, en definitiva, fundamento del toreo. Sin emplearse en el caballo, se duerme en el peto y a la muleta llega justo de fuerzas y entrega, cara a media altura, punteando las telas, escaso recorrido, reponiendo y revolviéndose con  peligro, fiel a su encaste, incómodo, obligando a perder pasos, deslucido por ambos pitones. Pulcro y con una técnica indiscutible, a media altura, con enorme tacto, trato exquisito, ni una brusquedad, saca el pacense lo poco que lleva dentro, un par de series en redondo con la mano más baja pero de poca trasmisión, poco más se podía hacer. Peor lo tuvo en el quinto, extraordinarias hechuras pero nada más, apuntando querencia desde salida, sin decir nada, soso y deslucido de principio a fin. De nuevo técnica y aseo en el trasteo con la muleta a media altura, obligándole a pasar pero cero emoción, imposible. Una lástima que estos dos toros bajaran el gran nivel de la corrida de Victorino porque entre medias  había cortado Perera una oreja de peso al que hacía tercero, un cárdeno cornipaso impresionante, proporcionado y reunido, para enamorarse de sus hechuras, armonía y belleza en su máxima expresión, alegre y con movilidad de salida, humilla y repite en el capote con clase, verónicas templadas, cadenciosas, ritmo y compás, una por el pitón derecho a manos bajas lentísima, acompañando con la cadera, y una media de cartel para abrochar. Primeros compases de faena con la diestra, primero toreando a su favor, tanteando la buena embestida, después poder y mando en la muleta, baja la mano y embarca al albaserrada en un par de tandas profundas y ligadas, con clase y emoción que, como era de esperar, los habituales recriminaron por colocación porque no había otra cosa que criticar.  Y eso tampoco se podía criticar, porque si algo fue evidente es que el victorino se entregaba mucho más cuando el trazo no era curvo, lo que supone estar un poco al hilo, que a su vez conlleva más exposición en el embroque. Pero la ceguera del odio lleva a no ver lo evidente. Con esas premisas cambió de pitón, y con la zurda surgió un Perera imperial con un toreo al natural superlativo. Temple, hondura y ligazón, emoción desatada, toreo de muchos quilates, carísimo, series de locura, todo por bajo, pases eternos, todo muy despacio, por momentos a la mexicana, jugando las muñecas con suavidad, acariciando cada embestida, ni una brusquedad, los de pecho sensacionales, ligando uno y otro por ambos pitones con un cambio de mano celestial. Y el victorino, sublime, metiendo la cara, hipnotizado en la muleta, pero también con raza, sin conceder nada, pedía hacerlo todo bien, y Perera lo hizo. Para culminar una serie rotunda de poder y mando en redondo que puso a la plaza en pie y, una vez más, desnudó y dejó al aire las vergüenzas de los de siempre. Se tira a matar por derecho, recto, enterrando el acero hasta la yema, ¿algo traserita y tendida?, puede, poco me importa, el toro se tragó la muerte, la boca cerrada, minutos eternos, muerto en pie, dos avisos, el tiempo corría, puede que pasaran dos minutos, los habituales se reconvirtieron a cronometadores oficiales y se impacientaban porque el presidente no sacaba el pañuelo para el tercer aviso, era su ilusión. Pero lo siento, mala suerte, por una vez reinó la cordura y puede que pasaran los dos minutos reglamentarios, quizás fueron treinta, cincuenta segundos, o un minuto, me da igual. El toro por fin dobló y los pañuelos inundaron los tendidos. Oreja sin ninguna discusión. Señores, esto es arte, y no se mide por unos segundos de más. A ningún pintor se le exige que pinte un cuadro en equis minutos, lo que se le exige es una obra de arte. Y eso fue el toreo al natural de Miguel Angel Perera en el tercero, arte y emoción en su máxima expresión, una locura. 

Emilio de Justo lo tenía todo a favor, en la tarde de ayer desde la ovación tras romperse el paseíllo que saludó junto a Perera y que los habituales silbaron porque solo querían ver al cacereño, que es uno de "sus toreros", al menos de momento, ya veremos cuando decidan lo contrario, es la historia interminable. Una ovación a dos matadores que, junto a Roca Rey  Daniel Luque, creo que han sido los que han llevado el peso de la temporada. También a favor tuvo sus tres toros, magníficos, los tres de triunfo, pero con un matiz muy importante, que cuarto y sexto fueron tan buenos porque de Justo los hizo buenos. Estoy seguro que en otras muchas manos del escalafón hubieran pasado sin pena ni gloria, y fue la magistral capacidad de ver el fondo que llevaban guardado esos victorinos, la magistral capacidad para entender lo que pedían y la magistral capacidad para plasmarlo en muletazos de un trazo divino, las que hicieron que la tarde de Emilio fuera de triunfo rotundo. Sí, triunfo rotundo aunque "solo" cortara una oreja, aún sabiendo que perfectamente podía haberse llevado al esportón 3 ó 4 de no haber tenido tan mala suerte con la espada. Pero una vez más me da igual porque  desde el primer quite por chicuelinas a manos bajas ajustadísimas en el que abría plaza, la sensacional brega en el saludo capotero al exigente segundo andándole hacia atrás para fijarlo en los medios, los delantales maravillosos por templados y armoniosos en el quite al tercero, las tres faenas de muleta, sencillamente antológicas, hasta la última estocada todo ha sido un caudal interminable de emoción y pasión, vibrando con cada pase, disfrutando de la infinita belleza de un toreo carísimo que llega hasta los últimos rincones del alma y se queda ahí para siempre, el toreo eterno. No concedía nada el segundo, encastado y exigente, con mucho carácter, se quedaba en el capote, lo vio de Justo y bregó con una maestría y una estética superlativa, andándole hacia atrás, echándole el capote abajo, llevándolo cosido a la tela, enseña´ndole a embestir, para rematar con una media de cartel. Toro con buen tranco que completó una muy buena pelea en el caballo, metiendo los riñones y hundiendo la cara en las profundidades del peto y que en banderillas mantuvo ese magnífico son para que Juan José Domínguez y Pérez Valcarce cuajaran un extraordinario tercio, de poder a poder, exponiendo una barbaridad, cuadrando y reuniendo entre los pitones para dejar los rehiletes colocados con una pureza y una verdad máxima. Doblones con torería y una serie extraordinaria con la diestra para arrancar, echando la muleta alante, embroque poderoso, trazo firme, rotundo, ligando en el sitio, muletazos de mucha emoción, con olés roncos que hacían pensar en algo grande. Pero estos toros saben todo, tienen un sentido más que desarrollado y sacan su instinto. Así fue, cambió y comenzó a reponer, cada vez más corto, obligando a perder pasos a de Justo y buscar el pitón contrario, una lucha sin cuartel, ni un segundo de respiro, se palpaba el riesgo, se vencía el animal y sabía donde buscar carne. Mucha verdad y exposición del cacereño reconocida por los tendidos, se la jugó de verdad y supo imponerse a la exigencia del toro por ambos pitones. Iba para oreja, seguro, pero la mala fortuna con la espada se lo privó. El cuarto, otro veleto imponente, saltó frenándose en los capotes, rebrincado, echando la cara arriba, sin emplearse en el caballo, esperando en banderillas para luego hacer hilo, pares de mucha exposición y valor por parte de Abraham Neiro "EL Algabeño" y Pérez Valcarce, fuertemente ovacionados. Nada hacía pensar lo que iba a ocurrir en la muleta, es más, no dábamos un duro por ese toro, seamos sinceros. Una vez más nos equivocamos y de Justo nos dio una lección magistral de lo que es entender a un toro y someterlo. En el tercio le puso la muleta adelantada, un toque y el toro responde, magnífico tranco, embroque sensacional y un trazo de los muletazos solo al alcance de los superdotados para esta empresa. ¡Vaya series en redondo!, muletazos largos, profundos y ligados, ritmo y  continuidad, todo por bajo, templando la embestida y tirando del toro con magisterio, perdiendo el paso necesario para estar colocado ante un toro que también pedía mucho y sabía lo que dejaba atrás, tanto que en una de esas repone y se echa a Emilio a los lomos. Susto gordo pero sin más. Y de ahí, envalentonado, al natural, desafiando al pitón izquierdo, a pies juntos, dando el pecho, encajado, metiendo los riñones, pasándose al albaserrada por la barriga, muletazos para morirse, ni sé las series que le pegó, todas de una emoción arrebatadora, naturales de máxima expresión con la plaza totalmente entregada. Torería en el epílogo por bajo, trincherazos rebosantes de aromas que presagiaban al menos una oreja que no pudo ser por la espada. Quedaba el sexto, tenía que ser lo que no había podido ser en los anteriores, algo a todas luces inmerecido. Un toro de enorme volumen, 590 Kg, alto y largo, incluso me atrevería a decir que demasiado para la imagen que tengo de los albaserradas. Y serio hasta decir basta, menudas mazorcas y menuda puntas, tremendo. Humilló en el capote, pero se revolvía y reponía, corto recorrido y algo suelto en el ramillete de enclasadas verónicas, templadas y pausadas, que recetó de Justo, rematadas con una media de cartel. Sin emplearse en varas y sin fijeza en banderillas llegó a la muleta dejándonos con las mismas sensaciones del cuarto, poco dábamos por su juego...pero vistos los antecedentes todo era posible, así lo comentamos en el tendido, sin sospechar que lo que nos esperaba era una auténtica obra de arte, el mejor toreo que uno pueda soñar. Fueron portentosas las primeras series en redondo, la muleta planchada, adelantada para aprovechar el sensacional embroque del victorino y tirar de la embestida en recto, largo recorrido, la mano muy baja, derechazos profundos ligados con un ritmo embriagador, la emoción desatada y la plaza en pie. Nada comparado con los naturales, encajado, roto diría yo, de frente, los pies juntos, los riñones adentro, embraguetado, temple extremo, muy despacio, entrega absoluta de ambos, Emilio y Director, algo mágico. Faena perfectamente medida, de esas de veinte muletazos, ¡para que más si todos fueron de una profundidad abisal y una bellísima factura!, para poner a la plaza en pie y mantenerla así hasta el momento de la suerte suprema, totalmente entregada al maestro en el final por bajo, flexionado, tarzo largo, templado, trincherazos de crujir, los pelos de punta, éxtasis absoluto. Se tiró a matar con todo, estoconazo hasta la bola arriba, estallido de alegría, delirio, y, como en el segundo, Director con la boca cerrada, como todos sus hermanos, tragándose la muerte, minutos interminables, no doblaba, hasta que Emilio de Justo tuvo que tomar el verduguillo y, de certero golpe, pasaportó al gran victorino. Una oreja unánime en su petición que puso punto final a la corrida y a toda la temporada y que nos hizo salir de La Monumental con el alma torera que todos los aficionados llevamos dentro repleta de ilusión y sueños para la próxima que, por muchas trampas y trabas que nos pongan por el camino y pese a quien le pese, vendrá, y volveremos a sentir la emoción de este arte que es parte esencial de nuestras raíces, nuestra tradición y nuestra manera de ser. Ha sido en un 12 de octubre, día de nuestra Fiesta Nacional, precisamente de la mano de dos extremeños que 532 años después de la mayor gesta que la humanidad haya conocido, el descubrimiento de América, han honrado tal efeméride y, al igual que sus antepasados conquistadores extremeños, han alcanzado la gloria, con su toreo, y al natural, sublime.

Antonio Vallejo

lunes, 7 de octubre de 2024

Dura y exigente corrida en medio de una hostilidad insoportable


 Tremenda la corrida que Ricardo Gallardo ha enlotado para la tarde de hoy en el cierre de la Feria de Otoño. Impecable presentación, magníficas y parejas hechuras, enorme presencia y una seriedad imponente, todos terroríficamente astifinos, auténticos puñales que apuntaban al cielo. Y al igual que tantas veces hemos tenido que hablar de mucha fachada y poco contenido hoy tenemos que cambiar el guión y añadir y destacar el juego que han dado los fuenteymbros, más que notable. Una corrida con raza y encastada,  dura y con muchas complicaciones, muy exigente, ante la que había que estar muy firme, de esas de echar la moneda e ir a por todas, cara o cruz, de las que, como reza el dicho taurino, te piden el carnet. Una corrida en la que a lo largo de la tarde han podido aflorar multitud de sensaciones, sentimientos, estados de ánimo o como queramos llamarlo. En esta tarde ha tenido cabida la emoción, el miedo, los sustos, la alegría, el desencanto, la rabia, el cabreo, la discusión, la bronca, el escándalo, la vergüenza y ni sé cuantas cosas más en cada uno de los 24.000 aficionados que hemos llenado Las Ventas hasta colgar el "no hay billetes". Todo ha cabido menos el aburrimiento, ese enemigo del toreo que tanto nos duele se ha visto desterrado y no ha tenido ni una rendija para colarse. Del primero al último de los lidiados ha sido una montaña rusa sin respiro. Si no era por el interesante juego de los toros era por el valor, la decisión y la entrega de los tres matadores. Y  si hubiera faltado algo de eso ya se ha encargado esa minoría de los reventadores del 7 alto de organizar su show y desatar una bronca entre ellos y la inmensa, casi totalidad, de la plaza y que no ha terminado en pelea de milagro. Creo que no exagero si les digo que han estado a muy poco de llegar a las manos, los ánimos estaban muy encendidos, y la plaza hoy ha dicho basta ya y que estamos hartos de la intransigencia y  la imposición de unos pocos, los veinte o treinta de todos los días. Gritos de "fuera, fuera", cada vez con más decibelios y que iban dando paso a insultos y recuerdos a los progenitores de unos y otros. ¿Motivo?. Muy sencillo, toreaba Roca Rey, su fóbico argumento, ¡qué triste!,  y había que ir a por él, daba igual lo que hiciera, la consigna la traían clara de casa, había que reprocharle todo desde el principio, hostilidad insoportable, lo sabíamos, son muy maleducados, previsibles y cansinos, pero hoy han llegado a cotas insufribles, indignas de un aficionado al toreo, uno de cuyos valores fundamentales es el RESPETO, al toro y al hombre que se juega la vida ante él. Y como tantas veces demuestran no tener ese respeto sólo puedo concluir que no respetan al toreo y que llamarles aficionados no es posible. No sé lo que será, pero aficionados no...y sabios menos, porque la cagan una y otra vez.
Todo ha ocurrido, no podía ser de otra manera, durante la lidia del que hacía segundo, el primero de Roca Rey, al que paró y enceló en el capote andándole hacia atrás con enorme mando para sacarlo a los medios y rematar con una media de lujo. Ya en varas empezó el run run y los pitos por parte del sector revientafaenas al no acertar Sergio Molina en el primer puyazo tras la arrancada del toro muy en largo como un obús y posteriormente dejar un segundo muy medido de castigo. Pedían otra entrada más al peto y se cambió. el tercio a petición de Roca Rey que, les recuerdo a los sabios, SIEMPRE deja cruditos a sus toros en este tercio, y eso es algo perfectamente lícito mientras entre al menos dos veces al caballo, como indica el reglamento. No sé si enredados más en molestar al peruano que a atender lo que pasaba se perdieron el extraordinario tercio de banderillas que Francisco Durán "Viruta" y Paquito Algaba, tres pares resueltos con uno oficio y una facilidad pasmosa reuniendo y clavando en la cara con mucha pureza aprovechando la movilidad y el buen tranco del toro, condiciones que mantuvo en la muleta y que aportaron transmisión y emoción en una faena de cara o cruz. De rodillas se plantó Roca Rey tras brindar al público para hilvanar tres derechazos largos y un cambiado por la espalda vertiginoso pasándose los pitones a milímetros del bordado de la chaquetilla, espeluznante e incorporarse para dibujar un derechazo profundo y uno bueno de pecho. Mucho mando y poder en las primeras tandas reunidas con la diestra, asentado, la mano muy baja y trazo largo, exponiendo mucho ya que el fuenteymbro se venía por dentro y tendía a puntear.  Y empezaron las hostilidades, que si la colocación, que si estaba más o menos fuera al ligar el segundo o tercer muletazo, otro listo que cuando llevaba unos 15 ó 20 muletazos dados le gritó "¿cuando empiezas?", en fin, lo de siempre. Por el izquierdo no iba, se vencía y avisaba con peligro, le puso la muleta, dibujó los naturales con mucha exposición, apretando, sin guardarse nada, enorme valor y mérito además de poder. De nuevo con la diestra otra serie rotunda por bajo hasta que quedó descubierto al ir a ejecutar el de pecho por no rectificar y desdibujar la ligazón. Ahí le prendió de la hombrera, del brazo, del pecho, de la espalda, ni idea, aquellos segundos con Roca Rey a merced del toro resultaba interminables y angustiosos, daba la impresión que le podía haber corneado en cualquier parte. Y fue tras voltearle cuando los afilados pitones traspasaron como si fuera mantequilla la región glútea y el muslo dejando dos cornadas de 15 cm cada una. Y ahí se montó la marimorena, la plaza en pie abroncado a la minoría reventadora, y los otros respondiendo, y cada vez subía más el tono y los insultos, lamentable, no por la mayoría que hizo perfectamente, ¡basta ya!, sino por la chulería y prepotencia de los sabios, una vez más puestos en evidencia. Aturdido y cojeando volvió enrabietado a la cara del toro, se fue a los terrenos del 7 y dio una lección de pundonor y hombría con unos derechazos muy apretados antes de pasaportar al toro con una entera arriba al segundo intento volcándose sin miedo a nada. Flamear de pañuelos y una oreja de enorme valor para mi sin discusión posible, me da igual la espada a la segunda, hace falta ser mezquino para valorar eso antes que todo lo que Roca Rey había hecho. 
Paco Ureña tuvo pocas opciones con el que abría plaza, el más voluminoso, 617 Kg, que para mi gusto desentonó un poco frente a la armonía del resto. Ojo, era un torazo, pero si los otros cinco eran todos tan parejos de peso, solo 12 Kg entre el de menos y más peso, ¿no había otro que redondeara la excelente presentación?. Pero bueno, eso es solo mi opinión basada en mi gusto. Y lo malo es que los kilos pesaron, le faltaba fuelle para moverlos, además de más raza y celo. Más bien desentendido y tardo desde el capote, con poco recorrido en la muleta y escasa transmisión. Lo intentó el murciano, algunos derechazos y naturales sueltos tuvieron cierta enjundia, pero no daba para más. Menos aún dio el que cerró plaza y que tuvo que estoquear Ureña ya que Roca Rey fue operado en la propia enfermería y, evidentemente, no pudo salir a matar este que hacía quinto en el orden de lidia. Un manso de solemnidad que no tuvo ni medio pase, ni una gota de movilidad, ni nada de nada. El espectáculo en banderillas fue realmente bochornoso, un marmolillo que no se movía nada, colocando las banderillas de una en una y de mala manera, horrible. Ureña hizo lo único que se podía hacer, machetear por bajo, a matar y sanseacabó. Otra historia muy distinta fue el cuarto, bravo y con entrega, el mejor del encierro, seguro, aunque en el capote escondió sus virtudes, no mostraba mucho celo, pero que dejó entrever su fondo en una arrancada galopando en largo al caballo que montaba Juan Melgar que agarró un muy buen puyazo.Tras los ayudados por alto y un remate por bajo con sabor tomó la muleta con la zurda para componer los mejores trazos de su faena aprovechando ese gran pitón que tenía el animal. Series compactas y hondas, naturales de mucho calado, muy encajado, dándole el pecho, la mano muy baja, coreadas con olés roncos, enorme transmisión. Por el derecho le cuesta algo más, recorrido más corto y tiende a puntear los engaños, pero firme el de Lorca, lo embarca en redondos de mérito aunque el ritmo no es el mismo, por lo que vuelve al pitón bueno y epiloga la faena con naturales sueltos ante la venida a menos del fuenteymbro, de uno en uno, de frente, a pies juntos, la mano baja, enorme hondura, y los olés acompañando cada pase. Lástima que la entera caída emborronara lo que estoy convencido que iba para oreja, pero al final quedó en una fuerte ovación recogida desde el tercio.
No ha podido dejar mejor sabor de boca Víctor Hernández con su actuación esta tarde. Dejó muy clara su decisión en el quite al segundo, gaoneras ajustadísimas de mucho riesgo, impasible, y con el saludo capotero al tercero, variado y vistoso, verónicas mezcladas con saltilleras y caleserinas. Esa decisión la mantuvo en la muleta, siempre bien colocado, todo queriéndolo hacer por bajo y templado, toreo despacioso, buen trazo, derechazos profundos, un trincherazo y uno de desdén sublimes, repletos de aroma a toreo eterno, naturales hondos, ligados por bajo, también sabiendo aguantar algunas brusquedades de un toro cuya mayor virtud era la movilidad aunque quizá le faltaba un poco de raza y buscaba la salida a tablas. Mucho mérito del madrileño al taparle la salida dejándole la muleta puesta y ligar las series con mucha suavidad. En los compases finales se echó la muleta a la espalda y en el primer muletazo se lo llevó por delante y se lo echó a los lomos, otro susto afortunadamente sin consecuencias. Luego las bernadinas muy ceñidas para calentar el ambiente y dejarlo a punto para la estocada, entera y efectiva aunque algo tendida, fueron argumento suficiente para que una mayoría de pañuelos hicieran que una oreja acabara en sus manos para pasearla en una vuelta al ruedo que disfrutó como nadie. Media Puerta Grande abierta a la espera del sexto que salió quinto al correrse turno por la cornada reseñada. Sin demasiado celo en el capote sí que cumplió en varas en un extraordinario puyazo de Agustín Collado digno de premio, y en la muleta se mostró encastado y exigente, nada fácil, pedía mando y distancia, y se lo dio Hernández. A por todas desde los primeros compases, estatuarios y un cambiado por la espalda electrizante buscando la ansiada oreja. Muy bueno el pitón derecho y muy buena la diestra del madrileño. Series de derechazos profundas y reunidas de mucha emoción, con recorrido, ligadas en el sitio, siempre buscando la colocación y hacer las cosas bien, buen concepto del toreo. Por el izquierdo protesta más, menos recorrido, repone y suelta gañafones con brusquedad, pero aguanta y compone algunos naturales de mérito. Como dije, muy buen sabor de boca el que me ha dejado. Una pena que la espada echara por tierra las ilusiones de este madrileño que pide paso y que creo se ha ganado un sitio en la próxima temporada.
Al final, después de todas las hostilidades, todo en orden, supongo que los reventadores satisfechos de su "hazaña"  diciendo que salvo ellos todos los demás no tenemos ni idea y que poco menso que ellos son el toreo, todos camino de su casa. ¿Todos? Uno no, se lama Roca Rey, es un TORERO y a estas horas está en un hospital. Pero para ellos eso no merece el mínimo respeto, es más importante su fobia.

Antonio Vallejo

sábado, 5 de octubre de 2024

Sin ritmo y sin fondo

Creo que si hay algo que, en mi opinión, define la tarde de hoy en Las Ventas es la falta de ritmo y de fondo. Un querer y no poder en el que sobre la base de una línea plana de poca emoción aparecían picos de sierra, trazos ascendentes ilusionantes que por unos u otros motivos se tornaban en pendientes de decepción. Parecía que sí, pero enseguida se volvía no, casi todo condicionado por el juego de los toros de Puerto de San Lorenzo y la Ventana del Puerto, más un sobrero de Juan Pedro Domecq, que han sido lidiados por José María Manzanares, Román y Tomás Rufo, cartel sin duda  de máximo interés con lleno en los tendidos. Toros muy serios y bien presentados en general, que si bien han sido nobles en general, ninguno ha hecho cosas "feas", no han sido de los que reponen con peligro, ni han sido broncos, digamos que se han dejado hacer, pero han carecido de fondo, poder y empuje para transmitir y generar emoción, envolviendo la tarde en un ambiente de sosería y  deslucimiento del que salíamos por momentos. Cuando parecía que algo iba a tomar vuelo ahí estaban los veinte o treinta de siempre que se encargaron de echar todo por tierra con sus protestas dirigidas contra sus objetivos en esta tarde, Manzanares y Rufo. Los reventadores en estado puro, no podía ser de otra manera, una tarde más queriendo imponer sus fobias.

Pronto empezaron su repertorio, en el primero, me imagino que molestos por las verónicas templadas y cadenciosas de Manzanares, acompasadas, acompañando con la cintura, bellísimas, para rematar con una media llena de sabor. Fue un toro noble y colaborador, pero poco más, apuntaba a manso y su poder era muy escaso. Dibujó el alicantino una primera serie en redondo reunida, de mucho empaque, la mano baja, trazo largo, profundidad y ligazón para rematar con uno de pecho soberbio, a la hombrera contraria, casi un circular. Era mucho aguantar, ya no podía seguir así, no se podía tolerar que la faena llegara a algo y comenzaron los reproches ya en la segunda serie, también ligada con mucha clase y gusto, y no pararon hasta el final, por uno y otro pitón. Se colocaba Manzanares, ejecutaba el primer muletazo, ligaba el segundo y al tercero ya estaban protestando que estaba fuera, pitos y gritos tratando de empañar la faena. Es siempre lo mismo, da igual, no lo soportan, y montaron el numerito. Al final respiraron aliviados con el fallo a espadas. Con el cuarto no tuvieron sobresaltos, tranquilidad, el toro  decía poco, noblote, pasaba sin más, deslucido por sus escasa fuerzas y, aunque Manzanares trató de robar muletazos con cierta calidad el trasteo discurrió en la línea plana que marcaba el toro. Respiraron aliviados. 

Román se encargó de romper ritmo plano en el segundo y generar esperanzas para lo que quedaba de corrida. Un toro de 637 Kg enorme, una exageración, un mastodonte, un volumen y una masa de carne  en las antípodas del toro que me enamora, ese reunido, armónico, fino de cabos y bajo de agujas, que en los primeros tercios no mostró más que querencia y mansedumbre. Nada hacía pensar que el valenciano compusiera una faena como la que nos brindó. Faena cara, toreo de muchos quilates, ideas claras y una enorme capacidad y calidad en todo cuanto hizo y, por encima de todo, mucha, pero que mucha verdad. En el centro del anillo, dándole mucha distancia, la muleta planchada, adelantada, citando en largo, para embarcar la embestida aprovechando la inercia de los kilos en tres tandas vibrantes llenas de emoción,  la mano baja, ligando con poder y mando, sin quitarle la muleta de la cara, tapándole la salida y buenos de pecho para abrocharlas y poner a la plaza en pie. Por el izquierdo empezó a rajarse, no iba igual, más los naturales tuvieron hondura y emoción en otra seire de mucha intensidad. Más en corto y en los adentros robó otra más por el derecho dejándole la muleta muy puesta, llevándolo de  nuevo muy tapadito para evitar su huida, sensacional. Era cuestión de tiempo que el toro se rajara del todo al verse podido, pero el valenciano insistió, le perseguía donde fuera y, auténticamente, le obligaba a embestir, hasta el final por bernadinas, ajustadas, obligándole a pasar. Absolutamente todo lo dio Román que de no haber marrado con los aceros tenía una oreja asegurada, de ley y de peso, más que el del toro, por su valor y capacidad. No pudo ser, pero la emoción vivida me vale  tanto o más y nos hacía pensar que la tarde podía remontar la planicie. 

Pero no fue así, el tercero fue devuelto por inválido y en su lugar saltó un sobrero de Juan Pedro Domecq que lo único que tuvo fue movilidad, adoleciendo de clase, entrega y ritmo. No se guardó nada el toledano, ambas rodillas en tierra para un arranque de faena un tanto embarullado y en el que pasó algún que otro apuro. Trató de bajar la mano y templar, pero el juanpedro iba y venía con embestida descompuesta y poca continuidad resultando complicado y de poca transmisión, devolviéndonos a la monotonía de la línea plana que continuó con el ya mencionado cuarto de Manzanares y el quinto para Román, un toro sin nada, vacío de fondo y más que justo fuerzas al que buscó las cosquillas por todas partes pero era inúitil, no había nada que sacar. Solo quedaba uno, el que cerraba plaza, para romper la línea plana que empezaba a resultar cansina e incluso aburrida, lo peor que se puede decir en una tarde de toros. En esas estábamos cuando saltó como un cohete un precioso toro negro de 574 Kg de magníficas hechuras e imponente presencia por su seriedad, dos pitones en puntas desafiantes. ¡Cómo fueron las verónicas de Rufo! No sé cuantas, diez o doce perfectamente, a compás, ganando pasos, una delicia, acunando la embestida, entre olés y la mayoría en pie. Toro con mucha clase y ritmo, movilidad y entrega, era el mejor de la corrida, de largo, y el milagro, aunque tarde y al final, parecía posible. Extraordinaria la primera serie en redondo, profunda y ligada, en el sitio, de intensa emoción. ¡Y el cambio de mano!, magistral, de locura, demasiado para algunos que inmediatamente comenzaron a incordiar. Insufrible, de verdad, todo reproches, idéntico modus operandi que con Manzanares, la consigna era reventar lo que parecí podía ser un gran faena, no le perdonan las puertas grandes de su primera temporada, aunque alguna fuera discutible y generosa, pero de ahí a odiar así a Rufo hay un trecho, y denota la falta de educación y las fobias de ese sector minoritario. Se colocaba cruzado, ejecutaba el primer muletazo y ya estaba la bronca, era imposible ligar, tenía que colocarse porque ellos lo dijeran. Menos mal que más de los 23.000 que estábamos en Las Ventas reaccionamos hartos de los veinte o treinta notas de siempre acallándoles con olés y ovaciones. Está claro que la emoción surge de la ligazón, y para ligar las series es imposible estar siempre cruzado, y no lo entienden... según quien esté toreando. Es cierto que en algunos naturales se quedó algo fuera por la trayectoria del toro, pero Rufo tuvo la capacidad de abstraerse del infernal ambiente y torear con mucha decisión, calidad y profundidad, la mano baja el trazo limpio, meritoria e importante tarde del toledano. Estoy seguro que si mata bien y a la primera se le hubiera pedido la oreja y se hubiera montado la mundial, pero de nuevo respiraron tranquilos, les bajaron las pulsaciones y se fueron tranquilos, misión cumplida.

Solo una cosa más, ¿te ha gustado, Lola?


Antonio Vallejo



viernes, 4 de octubre de 2024

Belleza vacía

Una pena que ejemplares de tanta hermosura como los que esta tarde de otoño madrileño han saltado al ruedo de Las Ventas hayan tenido tan poco fondo. Belleza vacía, que además ha generado confusión, la de aquellos que han querido ver  bravura en lo que solo era  movilidad y casta en lo que era genio y brusquedad. 
Nada se puede reprochar a esta novillada de Fuente Ymbro en lo que a presentación se refiere, muy buenas hechuras, especialmente segundo y cuarto, estampas preciosas, armonía y proporción, salvo el quinto, un tanto basto entre tanta finura de líneas, todos imponentes de presencia, de una seriedad incontestable y con trapío más propio de toros que de novillos. Y no debe extrañarnos esa sensación de estar viendo toros, tercero, cuarto y quinto venían reseñados en el programa de mano como nacidos en octubre de 2020, es decir, que si mis nefastas matemáticas no fallan, cumplen 4 años, y el primero nacido en noviembre de 2020, o sea, a un mes de cumplirlos. Que cada uno saque sus conclusiones, sobre todo después de ver su juego tan escaso y su comportamiento tan deslucido. Dirán que se han movido, y es cierto, lo han hecho, pero hay que ver cómo lo han hecho, esa es la cuestión. Sin clase ni entrega, pasaban, iban y venían, pero sin humillar, con recorrido limitado, las caras altas y las manos por delante, varios derrotando con peligro, defendiéndose por su falta de poder y fuerzas y otros, como el quinto, declarado manso. Solo se ha adivinado ese fondo de clase y bravura que Fuente Ymbro tiene en el segundo, que metía la cara con clase pero al que le faltó empuje para llegar al tendido. Belleza vacía.
Esto se han encontrado los novilleros Valentín Hoyos, Nek Romero y Alejandro Chicharro en esta tarde. Esto y lo que a mi me ha parecido una ceremonia de la confusión que ha derivado en incomprensión y ha culminado en injusticia. Personalmente nada, absolutamente nada puedo reprochar a estos tres jóvenes, ni tan siquiera el poco acierto con los aceros. Nada tenían delante y nada podían sacar, era imposible a todas luces, a pesar de lo cual han dado la cara, no han perdonado quites, unos más lucidos, otros menos, han intentado hacer bien las cosas, se han puesto, buscando la colocación, en todo momento han tratado de bajar la mano y conducir la embestida en largo, pero salvo destellos aislados - muletazos sueltos, un par de series en redondo ligadas y con cierta profundidad de Romero al segundo o las que ha recetado al manso quinto al abrigo de las tablas del 9 llevándolo muy tapado para esconder la salida-  todo resultaba baldío. Valentín Hoyos navegó entre la sosería de sus dos oponentes con dignidad. No decían nada, deslucidos a más no poder, sin celo ni empuje, nula entrega, y máxima disposición del salmantino que trató de tocar todas las teclas a ver si aquello dejaba de desafinar, pero nada más pudo hacer ante el vacío. Y si además a todo esto sumamos a un público que a medida que oscurecía y caía la noche, no sé si por cansancio o por esas cosas difíciles de explicar que  pasan en Las Ventas, pasó de la indiferencia a tomar parte decidida por los novillos, pasan cosas como las del quinto y, especialmente, el que cerraba plaza, que me resultan incomprensibles. Quiero creer que las sombras de la noche ejercieron de influjo en la ceremonia de la confusión, transformando la visión y la mente para envolver a muchos que equivocaron términos, que vieron un novillo que se movía y pensaron que era bravo, cuando lo que hacía realmente era defenderse, soltar gañafones y revolverse con un riesgo que no vieron o no quisieron ver, pensando que era casta lo que solo era aspereza y brusquedad. En medio de esa incomprensión Chicharro se plantó con un par de cojones, dijo aquí estoy yo, tragó y aguantó como un jabato, se la jugó de verdad, vio pasar los afilados pitones a milímetros de su pecho y su cara y, por si fuera poco, trató de bajarle la mano, ¿se le puede pedir más?. Pero todo resultaba imposible, el de Fuente Ymbro solo buscaba herir, ¡y algunos aún se lo reprochaban!,  incomprensible e indecente. Eso solo tiene un nombre, injusticia.

Antonio Vallejo