viernes, 4 de octubre de 2024

Belleza vacía

Una pena que ejemplares de tanta hermosura como los que esta tarde de otoño madrileño han saltado al ruedo de Las Ventas hayan tenido tan poco fondo. Belleza vacía, que además ha generado confusión, la de aquellos que han querido ver  bravura en lo que solo era  movilidad y casta en lo que era genio y brusquedad. 
Nada se puede reprochar a esta novillada de Fuente Ymbro en lo que a presentación se refiere, muy buenas hechuras, especialmente segundo y cuarto, estampas preciosas, armonía y proporción, salvo el quinto, un tanto basto entre tanta finura de líneas, todos imponentes de presencia, de una seriedad incontestable y con trapío más propio de toros que de novillos. Y no debe extrañarnos esa sensación de estar viendo toros, tercero, cuarto y quinto venían reseñados en el programa de mano como nacidos en octubre de 2020, es decir, que si mis nefastas matemáticas no fallan, cumplen 4 años, y el primero nacido en noviembre de 2020, o sea, a un mes de cumplirlos. Que cada uno saque sus conclusiones, sobre todo después de ver su juego tan escaso y su comportamiento tan deslucido. Dirán que se han movido, y es cierto, lo han hecho, pero hay que ver cómo lo han hecho, esa es la cuestión. Sin clase ni entrega, pasaban, iban y venían, pero sin humillar, con recorrido limitado, las caras altas y las manos por delante, varios derrotando con peligro, defendiéndose por su falta de poder y fuerzas y otros, como el quinto, declarado manso. Solo se ha adivinado ese fondo de clase y bravura que Fuente Ymbro tiene en el segundo, que metía la cara con clase pero al que le faltó empuje para llegar al tendido. Belleza vacía.
Esto se han encontrado los novilleros Valentín Hoyos, Nek Romero y Alejandro Chicharro en esta tarde. Esto y lo que a mi me ha parecido una ceremonia de la confusión que ha derivado en incomprensión y ha culminado en injusticia. Personalmente nada, absolutamente nada puedo reprochar a estos tres jóvenes, ni tan siquiera el poco acierto con los aceros. Nada tenían delante y nada podían sacar, era imposible a todas luces, a pesar de lo cual han dado la cara, no han perdonado quites, unos más lucidos, otros menos, han intentado hacer bien las cosas, se han puesto, buscando la colocación, en todo momento han tratado de bajar la mano y conducir la embestida en largo, pero salvo destellos aislados - muletazos sueltos, un par de series en redondo ligadas y con cierta profundidad de Romero al segundo o las que ha recetado al manso quinto al abrigo de las tablas del 9 llevándolo muy tapado para esconder la salida-  todo resultaba baldío. Valentín Hoyos navegó entre la sosería de sus dos oponentes con dignidad. No decían nada, deslucidos a más no poder, sin celo ni empuje, nula entrega, y máxima disposición del salmantino que trató de tocar todas las teclas a ver si aquello dejaba de desafinar, pero nada más pudo hacer ante el vacío. Y si además a todo esto sumamos a un público que a medida que oscurecía y caía la noche, no sé si por cansancio o por esas cosas difíciles de explicar que  pasan en Las Ventas, pasó de la indiferencia a tomar parte decidida por los novillos, pasan cosas como las del quinto y, especialmente, el que cerraba plaza, que me resultan incomprensibles. Quiero creer que las sombras de la noche ejercieron de influjo en la ceremonia de la confusión, transformando la visión y la mente para envolver a muchos que equivocaron términos, que vieron un novillo que se movía y pensaron que era bravo, cuando lo que hacía realmente era defenderse, soltar gañafones y revolverse con un riesgo que no vieron o no quisieron ver, pensando que era casta lo que solo era aspereza y brusquedad. En medio de esa incomprensión Chicharro se plantó con un par de cojones, dijo aquí estoy yo, tragó y aguantó como un jabato, se la jugó de verdad, vio pasar los afilados pitones a milímetros de su pecho y su cara y, por si fuera poco, trató de bajarle la mano, ¿se le puede pedir más?. Pero todo resultaba imposible, el de Fuente Ymbro solo buscaba herir, ¡y algunos aún se lo reprochaban!,  incomprensible e indecente. Eso solo tiene un nombre, injusticia.

Antonio Vallejo
 

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