Tiempo de verano, vacaciones, descanso, sol y playa, cenas con amigos y también momentos de reposo que tanto necesitamos tras el ajetreo que a lo largo del curso nos devora cada día más y que nos permiten acercarnos a la lectura. Igual que cada 1 de enero nos hacemos propósitos que casi nunca llegan a cumplirse, cada mes de julio o agosto escuchamos a muchos hablar de tal o cual libro para "leer en verano", como si los libros estuvieran sujetos a las estaciones. Pues van a permitirme que hoy les traiga hasta este blog una recomendación literaria que estoy convencido que no se quedará en tan solo una lectura "para el verano".
Se trata de un ensayo cuyo autor, José Enrique Castro Mestre, Quique, pertenece a esta nueva generación de jóvenes españoles que han decidido sacudirse los complejos y mostrar abiertamente su afición, y cuyo título, Justo Algaba y 12 vestidos 12 para Morante de la Puebla: Un homenaje a Joselito "El Gallo", no siembre dudas acerca de lo que el lector se va a encontrar, morantismo en vena. Pero no crean que esta obra va a gustar solo a quienes, como yo, nos declaramos devotos del maestro sevillano y creemos estar viendo y soñando el toreo del más grande de todos lo tiempos, sino que cualquiera que sienta el toreo disfrutará con su lectura.
En sus páginas se encierran muchas horas de investigación, de estudio, de dedicación, rebuscando en las fuentes de las que estoy seguro que el propio Morante ha bebido. Resulta admirable este ejemplo de una juventud que compagina su obligación, sus carreras, con su devoción, el toreo, y que, como es el caso de Quique, es capaz de alumbra una joya como esta. Leerlo desprende pasión, cada página, cada párrafo, cada línea, cada frase, cada palabra desbordan sentimiento y te envuelven en la magia de este Arte ancestral que es parte fundamental de nuestra esencia y razón de ser. Si tuviera que definir de una manera este delicioso ensayo lo haría comparándolo con las faenas soñadas, las medidas, de esas de veinte muletazos, no hace falta más, todos buenos, cada uno un crujido, vamos, como las de Morante. Y es que no hace falta cantidad, ni rellenar páginas y páginas que aporten poco, lo que te embruja es la calidad, los aromas, las esencias, y esas ya saben, van siempre en pequeños frascos pero perduran la eternidad, como el toreo. Es más, permite leerlo y releerlo varias veces, descubriendo cada vez nuevos matices y detalles repletos de sabor, ese que tienen las faenas buenas. Se lo he dicho a su autor, ya lo he leído cuatro veces, y en cada una me sorprendo con algo nuevo y aprendo algo más. Me descubro ante el trabajo de investigación histórica desde los primeros vestidos de torear hasta nuestros días, la capacidad para deleitarnos con hechos y anécdotas de las que no tenía conocimiento de la manera tan amena como lo hace, de la labor nada fácil de contactar con los fotógrafos taurinos que desinteresadamente le han cedido las maravillosas ilustraciones que adornan el texto y, por encima de todo, envidio de manera muy sana esas horas de conversación y visitas al taller de este otro maestro, Justo Algaba, encargado de confeccionar los doce vestidos que Morante de La Puebla lució en homenaje a "El Gallo" y otros como nada más y nada menos que D. Curro Romero, "El Faraón de Camas". En esas conversaciones se nos revela el por qué de cada vestido, la fuente inspiración - en algunos casos se soprenderán donde nacieron y hasta donde llegó Quique para encontrarlas - y el para qué de soso vestidos. Creanme, tener este ensayo entre las manos es tener una joya.
No quiero cansarles más, podría estar horas hablándoles de esta joya, pero para terminar no se me ocurre mejor colofón que el mismo que podría aplicar con Morante. El duende se ha presentado ante nuestros ojos en forma de libro. En sus páginas la emoción invade el alma de principio a fin, cada frase es como una verónica acompasada y lenta con el mentón hundido, cada dato un natural repleto de hondura, cada anécdota un trincherazo de los que crujen, cada referencia un adorno por bajo cargado de sabor, una faena apoteósica que además tiene el final más bello y torero que puedan imaginar, la entrega, porque todo, absolutamente todo lo que se recaude con su venta va destinado a la federación madrileña de lucha contra el autismo. Señores, así es el toreo, siempre echando un capote a los que lo necesitan, así es la integridad de los maestros y también la de José Enrique Castor Mestre con esta faena de Puerta Grande.
Antonio Vallejo
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