domingo, 4 de octubre de 2015

Tercera de Otoño: Digno Caballero


Aún vivos los ecos de la hazaña de ayer, con López Simón recuperándose en una clínica madrileña de la cornada recibida, estaba claro que los corrillos y las conversaciones en los previos de la corrida de hoy versaban sobre el  mismo tema: El arrojo del madrileño al salir, herido, dolorido e impedido, a matar los dos toros que le quedaban, la torería de esa estampa con el de Barajas hecho un Ecce Homo recogiendo a las puertas de la enfermería la oreja cortada a su primer oponente, el ejemplo de valor y superación del sufrimiento dado por López Simón sobre la arena de la Monumental de Las Ventas, algo que debe servir de ejemplo a una juventud acomodada en lo fácil y lo inmediato, que no aguanta contratiempos y que al mínimo revés se pone de perfil, echa la culpa a los demás y se considera víctima. También en el aire, al menos en mi caso y el de amigos aficionados que compartimos tendido, la duda sobre si era o no acertado programar como sustitución del madrileño a otro madrileño, un amigo de Alberto López Simón, salido como éste de la escuela de tauromaquia de Madrid (la misma que quiere cerrar ese adefesio que ocupa la alcaldía siendo minoría), que ayer estaba en la plaza de toros viendo triunfar a su amigo y que, de repente, se vio con la propuesta de tomar la alternativa al día siguiente, en la primera plaza del mundo, en la Feria de Otoño, ocupando el puesto del de mayor reclamo a día de hoy. Gran responsabilidad, tremenda. De eso hablábamos mientras paseábamos calle abajo camino de la plaza de toros. ¿Sería acertada la decisión de la empresa o sería demasiada responsabilidad para Gonzalo Caballero? Teniendo en cuenta lo que supone tomar la alternativa, encima en Madrid, para un novillero, lo que se preparan para tan importante tarde, lo poco que ha toreado el madrileño, lo repentino y particular de su presencia en el cartel, ¿estaría preparado?. Todas esa dudas han quedado despejadas: Sí lo estaba. Y lo digo porque ha estado más que digno, con compromiso, sereno, con actitud y aptitud para el toreo. De sus manos han salido los mejores lances de la tarde y ha recogido dos merecidas ovaciones.
Plaza casi llena, buena noticia, porque también nos asaltaba la duda sobre si la ausencia de López Simón repercutiría en una menor asistencia del público. Anunciados seis toros de El Vellosino, encaste Juan Pedro Domecq. En mi opinión bien presentados en general, de buenas hechuras, algo más pequeño el segundo y desproporcionado el quinto, serios y astifinos, pero todos ellos escasos de fuerzas, sin fondo, mansos en general, abantos y sin fijeza, descastados y faltos de raza, noblotes primero y sexto, los del lote del toricantano, que compartía cartel con Jose Ignacio Uceda Leal y Eugenio Moreno Villarrubia, Eugenio de Mora en los carteles en honor a la localidad toledana que le vio nacer.

El primero de la tarde, el de la alternativa para Caballero, "Cerillero II", es un bonito colorado de 513 kg, serio, abierto de pitones, astifino. Abanto de salida, rehuye el capote de Gonzalo, blandea y da muestras de pocas fuerzas. No parece que empiece bien la cosa. Se anima algo el animal en el primer puyazo, mete los riñones, se deja pegar sin emplearse en demasía. Lo prueba el madrileño a la salida del caballo con un aplaudido quite por gaoneras, con clase. Complicado el de Domecq en banderillas, se arranca con brío y corta con peligro, pese a lo cual coloca Diego Ramón Jiménez dos buenos pares aplaudidos por el respetable. Tras la ceremonia de alternativa toma la muleta Caballero y plantea un inicio de faena quieto, vertical, a pies juntos, por el pitón izquierdo, dejando una trincherilla final con mucho sabor. Cambia la muleta a la mano derecha, se le ve tranquilo, camina seguro hacia la cara del toro, lo cita y el toro va noble, sin ser un dechado de bravura y casta, pero se deja hacer. Lo ve Gonzalo y aprovecha ese pitón derecho en dos tandas en redondo donde muestra gusto y buen manejo de la franela. Por el izquierdo baja el nivel del trasteo, el vellosino va más corto, se defiende echando la cara arriba, se frena y traga el madrileño lo indecible sin mover una pestaña, arrancando las palmas de los tendidos. Con el toro apagado se mete Caballero entre los pitones; ganas, compromiso y valor no le faltan, y aún consigue robar al toro tres o cuatro pases reconocidos con aplausos desde los tendidos. Mata de pinchazo arriba, entera caída y un descabello, recibiendo una, para mi, merecida y ganada ovación a la que responde saludando desde el tercio.
Tiene que esperar Gonzalo Caballero al sexto para volver a actuar. Dicen los maestros que se les hace interminable esa espera. Sale por la puerta de toriles "Alcaraban", un toro muy serio, de preciosa hechuras, armónico y bien proporcionado, lo que yo considero trapío. Preciosos lances a la verónica que Caballero receta al Domecq en el saludo capotero, acompañadas con el cuerpo, pasándose al toro por la cadera, largas y cadenciosas, plenas de belleza. Se le mide mucho el castigo en el tercio de varas, se le cuida al vellosino, que pega un buen susto a Diego Ramón Jiménez que pierde los pies y queda a merced del toro a la salida del primer encuentro con el caballo de Agustín Navarro. Formaba en la cuadrilla del toricantano Curro Robles, magnífico y reconocido subalterno, que ha dejado dos excelentes pares a este sexto, obligado a desmonterarse para responder la gran ovación de los aficionados. Brinda al público Caballero. Se planta en los medios, clava las zapatillas,  cita en largo al vellosino y se lo pasa por la espalda, cual si Castella o Perera fuera. Torea con mucho gusto el madrileño, lo lleva por el derecho templado, pero el animal tiene menos que lo justo de fuerzas y se viene abajo. El que no se viene abajo es Gonzalo, sigue en la cara del toro, le saca lo poco que tiene el animal y acaba, como en el toro de su alternativa, acortando las distancias, metiéndose entre los pitones, algo que puede gustar más o menos, yo prefiero el toreo largo, pero al que no puede reprochársele falta de compromiso y actitud. Finaliza la faena con manoletinas de riesgo ante un toro ya muy parado que en cualquier momento puede revolverse y propinar un disgusto. Pincha arriba en el primer intento, palmas de ánimo, y mata de entera fulminante al segundo encuentro. Recibe otra merecida ovación como premio a sus ganas y su profesionalidad que también recoge desde el tercio.
Cuando hablo de Jose Ignacio Uceda Leal reconozco, lo digo siempre, que no soy, para nada, objetivo ni imparcial. Es una de mis debilidades. Su presencia, su estampa de torero, su manera de andar y moverse en la plaza destila elegancia, clase y torería a raudales. Además le he visto torear como los ángeles, le he visto torear en un alarde de profesionalidad a las pocas horas de fallecer su padre, le he visto como se rompía tras matar su último toro aquel día que, por cierto, fue herido, le he visto estoquear como a pocos. Y no soy el único que piensa eso, a juzgar por como se le espera y recibe siempre a Jose Ignacio en esta plaza, con cariño, admiración y respeto. No me refugio en un tópico para juzgar su actuación esta tarde, pero es que ha sido así; lo que le ha salido por la puerta de toriles no valía para nada, absolutamente para nada. El primero de su lote "Colombino I", es protestado de salida por escasa presencia. Puede ser, pero tiene dos pitones finos finos, terminados en puntas, que no son moco de pavo. Sale abanto el de El Vellosino, suelto, sin fijeza, a su aire, pasa del capote de Uceda hasta que se encuentra por su camino al caballo que guarda puerta y que monta Germán González. Ni en ese ni en el segundo puyazo, ejecutado por Pedro Iturralde, que es a quien correspondía picar por turno, se le castiga al toro, muy justito de fuerzas, ni el animal se entrega en el caballo. Poco lucido el tercio de banderillas, clavadas con oficio, quizás el mejor el tercer par a cargo de Antoñares.  Si digo que el toro era manso, descastado, soso, sin fondo ni raza creo que defino lo que ha sido la faena de muleta del de Usera. Lo ha intentado, lo ha probado por ambos pitones, algún muletazo suelto con la elegancia, la clase y el empaque marca de la casa. Pero cualquier lucimiento era imposible. Toma la espada y mata a la primera de entera desprendida que pasaporta al vellosino, despedido con pitos en el arrastre. Silencio roto con tibias palmas para Uceda Leal.
El cuarto, "Aguadulce", es un precioso negro bragado de bonita estampa, preciosas hechuras, astifino, con dos puñales por pitones. Otro abanto, suelto, sin fijeza, que pasa sin pena ni gloria por los primeros tercios. Mal picado, en terrenos del 9, que no son los que deben para la suerte de varas, desorden en la lidia, desastroso tercio de banderillas, colocadas por cumplir, donde se pudiera clavar y donde cayeran. Así no puede ser. De acuerdo que el toro era infumable, pero al menos hay que exigir orden en la lidia y tratar de hacer las cosas bien o medianamente bien. Con estas premisas es fácil suponer que la faena de muleta era poco menos que imposible. Faena inconexa a un toro manso y sin fuerzas que tragaba un muletazo y que al segundo salía suelto sin querer saber nada de la pelea. Lo único que el madrileño podía hacer era abreviar y matar como él sabe. Coloca una estocada entera que me da la impresión debía estar algo tendida a juzgar por lo que se ha retrasado la muerte del toro, precisando de dos golpes de verduguillo. Silencio para Uceda y fuerte pitos para el de El  Vellosino en el arrastre. 
Completaba cartel el toledano Eugenio de Mora. Torero con gran clase, peculiar estilo, pero un tanto irregular. El tercero de la tarde, primero de su lote, "Colombino II", es un señor toro, armónico, bien hecho, proporcionado y muy serio, astifino, rematado en puntas desafiantes hacia arriba. Sin embargo es protestado ¡por seis aficionados del 7!. No lo digo de broma, es real, se veía a seis, los hemos contado, protestando con palmas de tango la presentación del toro. En fin, para gustos los colores. Todo va muy rápido, el toro abanto, cuando se fija en el capote de Mora lo hace alocado, apretando al toledano hacia las tablas. El tercio de varas es un visto y no visto, dos varas prácticamente señaladas, sin emplearse el animal y sin castigar el picador. Lo mismo digo del tercio de banderillas, como a cámara rápida, resueltas con oficio pero sin brillantez. Basta decir que en escasos cuatro minutos estaba el de mora de Toledo tomando la muleta para comenzar la faena. ¡Sí que es cierto que la nueva norma de que el picador de turno esté preparado en la Puerta grande para salir al ruedo acorta el tercio!. El toro es alto, no está picado y lleva la cara arriba. Ademas está justito de fuerzas. La única manera de someterlo, por tanto, es obligándole por bajo, el engaño en la cara y la mano baja. Así lo hace Eugenio de Mora y consigue algún redondo de bella factura, largo y templado, pero sin continuidad y carente de emoción, sin conseguir lo que se llama transmisión. Por el pitón izquierdo tiene menos recorrido, se defiende y pierde las manos fruto de su blandura. Poco más puede sacar el toledano que liquida a su enemigo de entera arriba al tercer encuentro. Silencio para Mora y pitos para el toro en el arrastre.
El quinto de la tarde, segundo del lote de Eugenio de Mora, "Nochemala" es el de más kilos de la corrida. Pues, para mi gusto, el de peores hechuras. Me explico. 597 kilos me parecen muchos para un toro de procedencia Juan Pedro Domecq. Este encaste se caracteriza por reses bajas de aguja, proporcionadas y no cargadas de kilos. Este "Nochemala" era alto de agujas, con mucha caja y, en mi opinión, con cara y pitones justitos que no guardaban relación ni proporción con el resto del cuerpo. Por tanto, para mi, fuera de tipo. Como todos sus hermanos, sale abanto, pero al menos nos ha proporcionado el momento de mayor emoción de toda la tarde. Muy buen puyazo el primero que recibe "Nochemala" en el caballo que monta Álvaro Rodriguez, arrancando en largo, bien agarrado por el picador que aguanta el empuje del toro, que mete los riñones con clase, sin rectificar, mientras el animal le aprieta contra las tablas del 8. Quizás se haya alargado un tanto esa primera puya, lo que ha cambiado la sonora ovación a Rodriguez por algunos pitos, si bien es cierto que han sido minoría y el del castoreño ha abandonado el ruedo entre aplausos. Nada que ver esta sensacional vara con lo sufrido en el tercio de banderillas. Tres pares ha colocado J.I Rodriguez "El Puchi", por dos entradas en falso de Víctor Cañas. Hoy, a este subalterno, le puedo perdonar que en su primer par clavara al aire sin encontrar toro, que en su segundo intento de clavar un par pasara en falso sin exponer lo mínimo en cuanto el toro ha cortado un poco, pero lo que no puedo perdonarle es ¡el vestido que ha elegido!. ¡Qué cosa más horrorosa! Dice el programa de mano que barquillo y azabache. No sé. Solo sé que dañaba la vista, parecía más un disfraz comprado en un chino que un vestido de torear. En serio, venir a Madrid es muy serio, y pienso que hay que cuidar todos los detalles. Igual que exigimos presencia a los toros, los actuantes debieran cuidar detalles que no son banales, entre ellos cómo salir vestidos a la que es primera plaza del mundo. En serio, y con respeto, el vestido de Cañas me parece fuera de lugar para Madrid. Comienza la faena de muleta el toledano con las dos rodillas en tierra, por el pitón derecho, largo, arrancando las primeras palmas. Sabe que el animal no va sobrado de energías y para cuidarle le plantea tandas cortas, algo fuera de sitien cuanto a su colocación, dejando respirar al Domecq, sacando algún muletazo de calidad, aislado, siempre por ese pitón derecho, el único potable, ya que en cuanto cambia a la izquierda el toro protesta, se defiende, corta el viaje, sin dar opciones al lucimiento. Poco más puede sacar Eugenio de Mora que mata al de El Vellosino de picazo, estocada entera y un descabello. Silencio para el toro en el arrastre y tibia ovación para el matador.
Por tanto, hoy hemos asistido al doctorado de otro torero más salido de la escuela de Madrid, como Uceda, como López Simón, como Abellán, como Juli, como Puerto, como Higares, como Joselito, como tantos y tantos hasta completar los 124 alumnos de la escuela taurina madrileña que han llegado a matadores de toros, según dato que escuché el otro día en Telemadrid. Todos formados en esa escuela donde se enseña a torear y donde se enseña a ser hombres, donde se les inculcan valores y conceptos como valentía, sacrificio, capacidad de sufrimiento, compromiso, entrega y, sobre todo, respeto. Esa escuela que un ser despreciable quiere cerrar. 
Como decía en el título de esta entrada, digno Caballero.

Antonio Vallejo

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