viernes, 30 de septiembre de 2016

1ª de Otoño: Deslucido arranque


Comentaba esta tarde el interés que podía despertar en el aficionado la novillada con la que arrancaba la Feria de Otoño madrileña a la vista de la ganadería elegida y los novilleros que integraban la terna. Ha quedado claro que el interés no ha calado en el ánimo de los aficionados, a juzgar por la escasa media entrada que ha registrado la Monumental de las Ventas en la tarde de hoy.
Seis novillos de El Tajo y la Reina, muy bien de presentación, de buenas y parejas hechuras, cuajados, especialmente el primero y el que hacía quinto, muy seria toda la corrida, varios ejemplares pasarían por toros en el 80% de las plazas españolas, con cierta movilidad y nobleza pero deslucidos en cuanto a su juego, faltos de raza y fondo, además de andar muy justitos de fuerza. En mi opinión los tres novilleros han estado muy por encima de los utreros, especialmente el venezolano Vanegas y el sevillano Aguado, que se han encontrado con los dos utreros con algunas posibilidades de triunfo y que han demostrado su capacidad y sus buenas maneras en la cara de los novillos. Nulas opciones ha tenido Rafael Serna ante su lote, dos novillos con cierta nobleza el tercero y apuntes de clase el sexto, que permitieron al sevillano dibujar verónicas con gusto y temple en su saludo capotero, pero que llegaron a la muleta del sevillano sin una gota de gasolina, deslucidos, sosos, sin una pizca de gracia ni de emoción en su embestida. Digno, aseado, pulcro, lleno de ganas y disposición anduvo el sevillano en su regreso a Las Ventas durante toda la tarde pero no tuvo oponentes. Por cierto, regresaba tras su gravísima cogida del pasado 12 de junio. No hubiera estado nada mal que al romperse el paseíllo se le hubiera dedicado una ovación, de esas que toda la vida se han dado a los que se juegan la vida ante la cara de los toros en reconocimiento a su valor, una costumbre muy taurina y que parece que hoy en día se está perdiendo, como tantas otras. Ante eso quien puso la nota emotiva y quien estuvo a la altura fue el propio novillero brindando la muerte de su primero al Dr. Máximo García Padrós, el ángel de los toreros, el que ha salvado la vida de tantos con su extraordinaria labor. Precioso y emocionante el largo abrazo en el que ambos se fundieron.
El venezolano Manolo Vanegas abría plaza ante un precioso novillo, cuajado, hondo, muy serio que salió suelto y sin fijeza y que no se empleó en los primeros tercios. Noble pero soso, justito de fuerzas ante el que el venezolano anduvo firme y templado, con ganas y entrega, poniéndole la muleta y conduciendo la deslucida embestida del utrero con limpieza, pero sin llegar a conectar con los tendidos. Mata de entera desprendida y la cosa queda en silencio. Otra historia ha sido el cuarto, un jabonero de muy buenas hechuras, abierto de cara, tremendamente astifino, muy serio. Lo saluda con dos largas cambiadas de rodillas junto a las tablas del 1, señales inequívocas de la actitud con la que ha venido a Madrid. Novillo con genio, áspero, ante el que había que estar y tragar, que se lo digan si no a Manolo Linejo que ha banderilleado con riesgo y exposición dejando dos muy buenos pares ante un animal que le apretó hacia los adentros. Brinda al público y compone una faena basada en el valor y el compromiso, poniéndose y exponiéndose, tragando los arreones del utrero, aguantando parones y miradas del animal, que buscaba y sabía lo que se dejaba atrás. Muy de verdad ha estado Vanegas ante este exigente novillo, con luquecinas finales y una estocada casi entera en el sitio, volcándose sobre la cara del novillo. Ovación con saludos que me sabe a poco para los méritos del venezolano. Una vuelta al ruedo no hubiera sido premio desmedido, ni mucho menos, pero como decía antes, se están perdiendo viejas costumbres, como la de la valía y la importancia de una vuelta al ruedo en Madrid.
Pablo Aguado ha dejado claras muestras de su gusto como torero, basado en el clasicismo y la estética. Devuelto su primero por inválido corre turno el sevillano y salta el que hacía quinto. Lo recibe con verónicas suaves, meciendo al novillo, con mucho gusto. Bonitas y garbosas las chicuelinas al paso para llevarlo al caballo, todo hecho con torería y magníficas maneras. Saluda en banderillas Angel Gómez tras colocar dos sensacionales pares, clavando con pureza y saliendo del encuentro con torería, recogiendo la merecida ovación. Magníficas sensaciones las que ha dejado Aguado con la muleta, templado, bajando la mano, ligando los pases, conduciendo la embestida del novillo con limpieza, todo bajo un concepto clásico del toreo. Los muletazos finales por alto destilan aroma de toreo bueno, realmente estéticos. Mata de entera traserita y algo tendida para recibir una merecida ovación. Se va recibir al quinto, un sobrero de Ave María, a portagayola. Bueno, realmente se planta de rodillas en el centro del anillo, terreno donde se le dan todas las ventajas al novillo, que desde que asoma por la puerta de chiqueros tiene tiempo de pensar, medir y decidir cómo prende al novillero, como así ha sido. Tremenda la paliza que se ha llevado Aguado, quien milagrosamente se ha salvado de ser corneado hasta en tres ocasiones. Demostración de arrojo y valor por parte del sevillano que se repone del palizón y se planta ante la cara del novillo, un animal con mucho genio, de embestida brusca y descompuesta. Más no se le puede pedir a Aguado, que no ha renunciado a su concepto del toreo ante el bronco y áspero comportamiento del utrero, un animal ante el que no era nada fácil estar y al que ha tratado de llevar siempre con la muleta adelantada, con temple y mano baja. Sensacional el sevillano, exponiéndose, demostrando que además de gusto tiene valor y mucha entrega. Mata de entera trasera que hace doblar al novillo. Recoge otra merecida ovación en reconocimiento a su meritoria labor.
Novillada, por tanto, deslucida por el juego del ganado pero que nos ha permitido ver a tres novilleros que han venido a Madrid plenos de entrega y compromiso y que han dejado patentes sus buenas maneras y su valor. Es lo mínimo que se les puede pedir, que vengan como se ha dicho toda la vida "en novillero". Y así creo que ha sido.

Antonio Vallejo 


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