lunes, 27 de noviembre de 2017

Con ocho basta


Ahora que está tan de moda todo lo vintage se me viene a la memoria una serie de finales de los años setenta y principio de los ochenta que ponían los viernes por la tarde y que solía ver cuando después de merendar tras volver del colegio y cuyo título era precisamente ese, con ocho basta, basada en la aventuras y desventuras, amores y desamores, los problemas y las alegrías de una familia norteamericana con ocho hijos de muy diversas edades y que al final de cada capítulo  nos dejaba una sonrisa a los que entonces éramos niños. Pues esta madrugada no he podido evitar acordarme de esa serie viendo la corrida de La México y cuando ha saltado a la arena el octavo de la tarde mexicana, noche española, he rogado que por favor no se pidiera el de regalo, costumbre muy de aquella tierra, ¡porque con ocho basta!. No es por nada, pero es que eran ya cerca de las tres de la madrugada y a uno, aunque le apasionen los toros, también le gusta irse a la cama y dormir unas cuantas horas.
Sí, ocho toros fueron los que La México, que de nuevo registró una más que aceptable entrada en el sector numerado, vio saltar al ruedo en una corrida mixta en la que alternaron el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza frente a dos toros de Bernaldo de Quirós y los espadas Cayetano, Arturo Saldívar y Leo Valadez -quien confirmaba alternativa- ante astados de Jaral de Peñas. No me gustan este tipo de corridas mixtas, lo digo de antemano, sean seis u ocho toros. Puede que sea una manía personal, no lo sé, pero una de dos, o voy a ver rejonear o voy a ver toreo a pie, lo de las mezclas no acaba de convencerme. Para empezar, tras matar a cada toro de rejones hay que emplear un tiempo considerable en adecentar la arena para que esté en condiciones óptimas para la lidia a pie, y si hay algo que me fastidia son las pausas excesivas y evitables que alargan un festejo de manera innecesaria. Ayer ocurrió eso en La México, cerca de quince minutos para arreglar el ruedo y pintar las rayas en dos ocasiones, media hora de tiempo muerto que se hace una eternidad, más aún a esas horas. Pero me da igual, a las seis de la tarde me hubiera parecido igual de aburrido y desesperante, no es problema de horario. Y también digo otra cosa, que si hubieran sido cuatro toreros de a pie también me parece una exageración. De toda la vida recuerdo el encabezamiento de los carteles taurinos con esa frase tan conocida de “seis toros seis” y como soy un firme defensor de las tradiciones me gustan las corridas de seis toros. Cada cosa tiene su medida, los excesos no son buenos, y ocho toros me parece un execso
Y para hablar de medidas las de los toros de ayer, para mi gusto muy desiguales de presentación, varios de ellos muy terciaditos y muy justitos de presencia para una plaza de primera por mucho que sea de México y que el toro de México sea como es. Eso sin hablar de su juego, tremedamente pobre, con uno solo que a mi  modo de ver se salvó de la quema, el corrido en cuarto lugar y al que el mexicano Arturo Saldívar cortó una oreja de mucho peso, un toro bravo y encastado que presentó dificultades en los primeros tercios y al inicio de la faena de muleta pero al que Saldívar entendió y sometió a la perfección para acabar rompiendo en la muleta. El resto dieron una medida muy pobre, descastados, sosos, sin movilidad ni emoción y un punto de mansedumbre general con otro que resultó manso de solemnidad, el de la confirmación de alternativa de Leo Valadez. Con estos  mimbres es fácil comprender que lo que primara al final de la tarde fuera el silencio. Seis de los ocho veredictos fueron así, pobre y decepcionante bagaje para una corrida que había generado enorme expectación para ver a un maestro consumado que goza de enorme cartel en la Monumental, Hermoso de Mendoza, para ver a una de las figuras que está arrebatando y arrollando en esta temporada, Cayetano, y a uno de los que viene pisando fuerte y quiere comerse el  mundo, Valadez. Una lástima porque con las ganas, la disposición y el buen hacer de los cuatro la tarde hubiera sido triunfal si hubieran colaborado los toros. Muy por encima de toda la corrida todos ellos, tratando de exprimir al máximo las escasas cualidades de sus oponentes, tarea harto difícil en algunos casos.
Pablo Hermoso de Mendoza estuvo una vez más en maestro, con un estilo elegante, basado en la ortodoxia, el clasicismo, la pureza y la verdad, tirando en todo momento de dos toros muy parados que colaboraron muy poco, llevándolos perfectamente toreados con la grupa de sus caballos, templando y provocando las arrancadas del toro, llegándose hasta la cara para colocar los rejones de castigo y las banderillas largas y cortas con limpieza, con remates y recortes por los adentros de mucha belleza y que despertaron a un público un tanto frío con el navarro, quien para mi dio dos lecciones de doma y toreo y que de no haber fallado con el rejón de muerte podrían haber valido alguna oreja. Aunque viendo la reacción de indiferencia de los aficionados tras sus dos faenas tampoco estoy seguro de qué hubiera pasado. Silencio y silencio me parece muy poco reconocimiento para lo que se vio en el ruedo, es más, me pareció totalmente injusto y carente de sensibilidad hacia alguien que ha marcado una época en el toreo a caballo y que en esta plaza es una auténtica leyenda. Pero así es la Fiesta, a veces incomprensible en algunas reacciones.
Cayetano había levantado una expectación tremenda en los días previos: ruedas de prensa, entrevistas, reportajes… Pero llegó el  momento, con todas las ilusiones puestas en la tarde de ayer y resulta que se encontró sin toros. Así de sencillo es contar lo ocurrido, no hay más. Dos animales sin emoción alguna, sin raza, sin casta, sosos, apagados, parados, que manseaban, que al segundo muletazo de cada serie salían sueltos buscando las tablas. Y lo intentó Cayetano, de todas las maneras, les puso la muleta en la cara, trató de llevarlos toreados sin quitarles el engaño, pero nada, que no había manera. Lo que tiene mérito es que al tercero llegara a robarle una serie de redondos con cierta ligazón, que nos dejara para el deleite algunos detalles con  muletazos por bajo cargados de aroma y sabor a ese toreo Ordoñez que lleva en su sangre en el epílogo del trasteo a ese tercero y que al descompuesto sexto, que embestía soltando la cara, que  no humillaba lo más mínimo, le plantara cara con ambas rodillas en tierra dándole el pecho demostrando que la raza la llevaba él, no el toro. Muy por encima de su lote el madrileño, entregado y dispuesto toda la tarde, pero sin opción alguna para el triunfo. Por cierto, y no quiero que se me pase comentar este pequeño detalle en los tercios de varas de sus dos toros: Cayetano ha llevado al caballo dos veces a cada uno de su lote. Y alguno dirá: bueno, qué tiene eso de relevante, si eso es lo normal, qué demonios quiere decirme este tío. Pues que resulta que le han montado una buena bronca al hacer entrar a sus toros por segunda vez al peto de los caballos. Para gustos están los colores, pero, como decía antes, cada cosa tiene su medida y los excesos son malos, tanto por pasarse como por quedarse corto. Y en este caso creo que dos puyacitos, que es lo que se les dio en varas, es  muy poco y no es para montar semejante escandalera.
El confirmante Leo Valadez se las tuvo que ver con un manso de libro en el toro de su confirmación. Aunque realmente lo que debió pensar es que aún estaba de novillero al ver saltar a ese segundo, terciadito, 477 Kg en la tablilla, abierto de pitones pero, si tengo que usar un término para definirlo, cornicorto podría valer. Aspecto anovillado y para mi gusto falto de trapío para una plaza de la categoría de La México, una plaza en la que se confirman alternativas, casi nada. Un toro que desde salida mostró falta de fijeza, que se iba suelto, siempre buscando las tablas, clara querencia, que no quería ver al caballo ni en pintura y al que el picador tuvo que ir a buscar a la segunda raya para poder al menos darle un pinchacito con la puya. Al menos Valadez pudo ejecutar un quite por chicuelinas a manos bajas con gusto. En banderillas el espectáculo fue deplorable, con el toro corriendo rebrincado tras recibir los pares como si fuera un toro de los de rodeos. No era eso, no, no estábamos en los rodeos de Texas, era un manso con mayúsculas. No varió su mal comportamiento en la muleta, incluso diría que lo empeoró, soltando la cara en cada lance, punteando los engaños, embistiendo a arreones, descompuesto, saliendo suelto, huyendo hacia las tablas. Con inteligencia se llevó el de Aguascalientes el toro hacia el tercio y en esos terrenos consiguió unas tandas al natural poniéndole la muleta en la cara, tapándole la salida de mucho mérito y calidad, templando las embestidas del de Jaral, ligando los muletazos, con la mano baja, siempre aprovechando la querencia del animal. De lo mejor que se vio ayer, tanto por la entrega y el empuje que puso Valadez como por la belleza de algunos naturales hondos y lentos. Firme, valiente y decidido calentó los tendidos sobre todo al final del trasteo con unas bernardinas ajustadas que enloquecieron a la afición azteca. Estoy seguro que de no haber pinchado en tres ocasiones antes de colocar una estocada entera que pasaportó a este manso hubiera cortado una oreja más que merecida por entrega y empuje, muy por encima del toro. Igual de serio, firme, seguro y responsable estuvo ante el octavo, otro toro sin fondo alguno, sin clase alguna, descompuesto y anodino a más no poder al que trató de llevar por ambos pitones pero al que era prácticamente imposible sacar un muletazo. Lo mató de una extraordinaria estocada que al menos abrevió el final de la corrida, lo cual no se pueden hacer idea cuanto lo agradecí a esas horas de la madrugada.
El mejor toro del encierro le cayó en suerte al también mexicano Arturo Saldívar. Fue el cuarto, un toro que fue el que más me gustó de hechuras y que a pesar de marcar 490 Kg en la tablilla era un toro serio, alto, con más presencia que sus hermanos, enseñando las puntas y que aunque de salida no apuntó buenas maneras, más bien su comienzo fue descompuesto y un tanto desconcertante poco a poco fue atemperándose y acabó embistiendo con clase y bravura en la muleta de Saldívar. Pasó sin pena ni gloria por los primeros tercios, completamente deslucido en el capote, durmiéndose en el peto, dejándose pegar pero sin emplearse. Mejoró su comportamiento en banderillas acudiendo pronto y con buen tranco a los cites. Precisamente fue su movilidad y su boyantía, arrancándose en largo y pronto lo que desde los primeros compases de la faena puso en pie a los tendidos. Dos cambiados por la espalda de los de cortar la respiración aprovechando la inercia del toro cosidos sin solución de continuidad a un par de arrucinas señalan a las claras las intenciones del de Aguascalientes, entregado y decidido a ir a por el triunfo desde el primer instante. Cita en largo al de Jaral de Peñas y templa la embestida del animal para dibujar magníficas tandas por el pitón derecho ligadas sin moverse del sitio, perfectamente colocado, series con emoción y transmisión que calan enseguida en los tendidos, llevando al astado muy toreado, presentándole la muleta adelantada para conducir el viaje, sin quitársela de la cara, ligando en redondo con clase y gusto haciendo que resuenen olés rotundos en La México. Por el pitón izquierdo también cuaja buenas series de naturales templados, hondos, bajando la mano, ligados, entendiendo perfectamente a este toro bravo, encastado, pronto y repetidor, que humilló en la muleta metiendo la cara con gran clase. Faena de peso de Saldívar que tuvo como colofón tres circulares invertido y unas bernardinas de infarto que pusieron los tendidos patas arriba. Se tira a matar con decisión y rectitud y cobra un estoconazo que fulmina al animal. Oreja de ley para el azteca que no tuvo ya más toros, porque el que hizo séptimo solo sirvió para quitárselo de en medio con rapidez y eficacia, no valía para nada, ni medio pase tenía, ni clase, ni movilidad, nada, el cero absoluto. Una pena porque tras la oreja cortad y sus ganas, a poco que hubiera colaborado el toro bien podría haber abierto la puerta grande de Insurgentes.

Antonio Vallejo


martes, 21 de noviembre de 2017

La México se rinde a Juli (una vez más)


Llegó el día, La México abrió ayer sus puertas a la Temporada Grande con un mano a mano entre probablemente el máximo exponente del toreo de aquel país, Joselito Adame, y una de las figuras que goza con mayor y mejor cartel en la Monumental Azteca, Julián López "El Juli". Y debía haber muchas ganas de ver toros en le coso de insurgentes a tenor de la entrada, magnífica por cierto, que registró la plaza capitalina. Había dudas al respecto, creo que ya lo comenté en la anterior entrada, pero ayer quedaron despejadas al contemplar el casi lleno del sector numerado, que en esa inmensa plaza ocupa toda la parte baja de los tendidos, y una aceptable ocupación del sector general, lo que podríamos considerar los tendidos altos en los al parecer  cada uno ocupa el asiento más le apetezca según lo encuentre libre. Ciertamente que había dudas en lo que allí llaman el boletaje por lo que he podido leer en páginas, blogs y medios de comunicación ante la polémica generada con la confección de los carteles. En semanas previas se le censuró a la empresa la no inclusión de muchos nombres que consideraban injustamente ausentes (Perera, Ureña, Talavante, Manzanares, Ferrera, Roca Rey) y que en su opinión merecían estar en la plaza y la feria quizás más importante de la temporada americana, no olvidemos que La México es el equivalente a Las Ventas en España. Y también creó polémica y motivo de muchas críticas la elección del ganado, reses de hierros que ellos denominaban "bobalicones", calificativo que me hace bastante gracia, sobre todo pronunciado con el acento y el gracejo mexicano. Esos condicionantes hacía pensar que a lo mejor la afición mexicana se echaba atrás a la hora de rascarse el bolsillo para ir a los toros. Gracias a Dios ayer no fue así y el aspecto que en televisión ofrecieron los tendidos de La México fue extraordinario para ver el mano a mano Adame-Juli ante toros de Teófilo Gómez.
Hablando de los toros, ayer entendí a la perfección a que se refería la entendida afición mexicana cuando habla de toros "bobalicones". Dejando a un lado las hechuras y presencia de los astados de Teófilo Gómez, una corrida de 521 Kg de media en la romana, largos de cuello, algunos muy enmorrillados como quinto y sexto, con poca cara y un desarrollo de pitones muy, pero que muy justito no ya solo para lo que en España estamos acostumbrados a ver sino para mi propio gusto (algunas becerras que se sueltan en capeas de despedida de solteros tienen casi los mismos pitones), tendente a veletos y engatillados en su linea cornicorta general, lo peor fue el juego y el comportamiento de la corrida. Para empezar toda la corrida fue muy justa de fuerzas, con muy poco fuelle, sin motor, sin empuje, blanda, blandísima, a la que no se le pegó en el caballo. Sinceramente, si no es porque los caballos de los picadores en La México van protegidos por unos petos de un color azul chillón que se deben ver hasta en Canadá hubiéramos pensado que era una novillada sin picadores de algún certamen de promoción de alumnos de escuelas taurinas porque los tercios de varas duraron segundos, visto y no visto, menos que un suspiro. Vamos, que como apartaras un segundo la vista de la tele estaban ya los subalternos con las banderillas en la mano. Hubo seis entradas al caballo, una por cada toro. Y digo bien, entradas al caballo, no hablo de puyazos. Porque puyazos, lo que entendemos por puyazos quizás hubo uno o dos siendo muy generosos. Lo demás, simulacros, entradas al peto para señalar y no más. Incluso en el caso del quinto y sexto parecía que los picadores hicieron playback y ni siquiera clavaron la puya. En los planos cortos que ofrecía Canal Toros se veía que los animales ni sangraron, entraron al peto y salieron rebotados como si hubiera un muelle que los rechazara. Aunque la verdad es que si llegan a picarlos como es debido es probable que los seis se hubieran vuelto a los corrales por su extrema falta de fuerzas, porque estoy seguro que hubieran perdido las manos de manera estrepitosa tras el encuentro con los caballos. Ahora, eso sí, frente a esa debilidad extrema, auténticos blandiblús, se puede decir de los de Teófilo que fueron "manejables", ese término que a menudo utilizamos para definir al toro soso, que pasa sin ton ni son, que obedece pero sin emoción alguna. A lo largo de la retransmisión escuché a los comentaristas en varias ocasiones que determinados hierros mexicanos han utilizado la genética y la mezcla de sangres buscando un toro noble y "colaborador" hasta extremos que los han dejado sin un gramo de fuerza, casta, raza y bravura. No sé lo que habrá de cierto pero por lo visto ayer no es descabellado pensarlo. Tres toros se prestaron para algo, los tres primeros, que fueron nobles en la muleta, metiendo la cara y permitiendo el lucimiento, aunque pasaban más que embestían y lo hacían andando, al tran-tran, sin empuje y sin emoción, resumiendo, bobalicones. Y si salió lo que luego salió fue gracias a los matadores que pusieron el empuje y la emoción que no tenían sus oponentes. De los tres últimos nada que hablar, imposibles para el lucimiento, parados, sin movilidad alguna, sosos, sin motor, sin nada, huecos, vacíos. Llegado aquí me hago varias preguntas: ¿quien tiene la culpa de lo que vimos ayer?, ¿el ganadero que busca un toro tan noble que acaba disolviendo la raza, la casta y la bravura necesaria para generar emoción?, ¿las figuras que eligen lo que quieren torear y puede que no quieran vérselas con encastes "incómodos"?, ¿unos piden, o exigen, un toro de esas características y otros conceden?. Preguntas difíciles para las que es posible que haya tantas respuestas como aficionados o profesionales. 
Juli reaparecía en La México tras su apoteósica tarde del pasado mes de febrero en la que dio una lección magistral de mando, poder y técnica para salir a hombros junto a Morante de la Puebla, dueño y señor del pellizco y el sentimiento. Madrileño y sevillano pusieron patas arriba al coso de Insurgentes e hicieron historia. Una vez más ese eje mágico del toreo, Madrid y Sevilla, Sevilla y Madrid, como dice la canción, el embrujo de Sevilla junto al duende de Madrid, dos ciudades mágicas, tan cercanas y con tanto en común, una es mi casa y en la otra me siento como en casa y no entiendo la una sin la otra. No se había olvidado la afición azteca de aquella memorable tarde, se notaba en el ambiente, máxima expectación y atención ante cada movimiento de Juli desde el mismo instante que finalizó el minuto de aplausos que los tendidos brindaron a la memoria del maestro mexicano Miguel Espinosa "Armillita". Al parecer esa es la costumbre por aquellas tierras en vez del silencio que acostumbramos en España. No parecía que el primero del lote de Juli fuera a proporcionar posibilidades, abanto de salida, como toda la corrida, sin fijeza y demostrando ir justo de fuerzas. Lo cuida mucho en varas, un puyacito, y en banderillas no se le obliga. Detalle bonito de Juli al brindar al cielo, va por Armillita. Muletazos de tanteo ante los que el de Teófilo protesta y se defiende, cabecea y corta el viaje, malos augurios. Pero delante estaba un maestro que sabe el infinito sobre toros y vaya si lo entendió. Le dio pausas eternas, se alejó unos diez metros y con parsimonia, muy lentamente, se fue acercando al toro y le presentó la muleta para, a base de consentirle en esas primeras tandas por el derecho hacer que el astado se lo creyera, incluso hizo amago de revolverse y buscar  la chaquetilla de Juli, hasta que el madrileño dijo basta, se acabó, aquí mando yo y vas a pasar por el pitón izquierdo como yo diga. Y así fue, le enseñó el camino y a embestir, aunque fuera al ralentí, por un pitón izquierdo de lujo. A partir de ese momento una lección magistral de técnica, mando, poderío y sometimiento, un dominio apabullante, una superioridad insultante al natural, alargando la embestida hasta unos límites que parecían imposibles, con el toro persiguiendo el engaño con una docilidad y una dulzura extrema en tandas por ese pitón izquierdo ligadas con gusto, encajado, metiendo los riñones, y todo con un temple estratósférico y a velocidad de cámara superlenta -sin duda el "despacito" de Luis Fonsi hubiera sido la música apropiada para acompañar la faena- con el animal entregado, repitiendo cuando, donde y como quería Juli, generando el delirio en unos tendidos que se vaciaban la garganta a corear olés se rompían la palmas tras una nueva cátedra de lo que es sacar el máximo de la nada, que era lo que parecía el toro, y que probablemente en eso se hubiera quedado en otras manos que no fueran las del madrileño y pocos más. Los circulares finales generan el éxtasis generalizado como remate a la locura con la que los aficionados habían vivido la faena de Julián. Una estocada entera algo trasera y perpendicular vale una oreja pedida por unanimidad y que el juez de plaza concede sin dudar ni esperar de manera absurda a que el tiro de mulillas esté a punto de arrastar al toro. Nunca entenderé esa estupidez de muchos presidentes de plaza españolas que con los tendidos repletos de pañuelos esperan, desesperan y cabrean a los tendidos antes de conceder la oreja, todo por "miedo" a que se pida la segunda, una auténtica tontería. El tercero fue casi una copia del primero, abanto de salida, sin fijeza y con pocas fuerzas. Un único puyazo  cuidando mucho el castigo y un bonito quite por chicuelinas y revolera de remate son la antesala de una faena de muleta de menos a más en otra lección magistral de técnica y saber ante un toro sin un gramo de fuerzas que se venía abajo estrepitosamente al segundo o tercer muletazo en la primeras series y que andaba detrás del engaño con nobleza pero con una sosería desesperante y sin una pizca de gracia ni emoción. Y de nuevo el mando y el poder de Juli para sacar lo imposible a base de temple y técnica, poniéndole la muleta en la cara, sin quitársela, mostrándole el camino, todo con una despaciosidad en la que parecía que el toro se iba a parar, pero no lo hacía, y acompañaba el lance hasta el final, sin caerse porque Juli lo llevó a la altura precisa para evitarlo. Juli toreó a su antojo, relajado, tranquilo, dominador absoluto, plenipotenciario, por ambos pitones, en series ligadas y templadísimas, tirando del toro de una manera casi mágica, parecía llevar los pitones cosidos a la muleta del de Velilla de San Antonio, para acabar con 3 molinetes consecutivos, circulares invertidos, trincherazos, pases de desprecio... que ponen en pie a La México. Nueva obra maestra del madrileño ante un toro que parecía no valer ni para carne y que de andar certero con la espada hubiera valido una o dos orejas. La vuelta al ruedo con la que la afición azteca premió al madrileño vale casi tanto como los apéndices, señal de reconocimiento de una plaza que no hay duda que le tiene como ídolo y que está entregada, rendida a Juli una vez más. Con el quinto no gasto ni una línea, nada de nada, un despojo, además feo.
Si dos fueron los toros que se prestaron en el lote de Juli tan solo fue uno, el segundo de la tarde, el que sirvió algo dentro del lote de Joselito Adame. Nada nuevo si digo que salió suelto, sin fijeza, abanto, al menos este se movió algo en el capote, pero lo hizo con poco recorrido y echando las manitas por delante anunciando que tampoco iba sobrado de fuerzas. Y como todos imaginaran una única entrada al caballo en el puyazo más largo de la tarde, algo que, por cierto, fue protestado por los tendidos. Cada lugar tiene sus costumbres y cada afición sus gustos y contra eso no se puede ni se debe luchar. Respeto máximo a la manera de entender los puyazos en México pero no lo comparto ya que me considero además de un defensor del tercio de varas bien ejecutado como parte básica y fundamental en la lidia, un amante de la gran belleza que encierra este tercio cuando el toro se entrega y el picador se luce. Joselito Adame inicia el trasteo andándole al de Teófilo Gómez con suavidad y torería para sacarlo a los medios. Gazapón y corto de viaje, justo de fuerzas y sin empuje no parecían argumentos como para hacer soñar a los aficionados, a pesar que demostraba nobleza tras los engaños y acaba a relucir cierta clase, pero carecía de casta y empuje. Frente a esas cualidades adversas Adame puso las ganas, la disposición, la entrega y el empuje que le faltaba al animal. Faena de menos a más construida con paciencia y técnica para ir poco a poco encajándose y sometiendo al toro en dos tandas al natural recetadas con mucho temple y despaciosidad, acoplando la velocidad del muletazo a la velocidad, mejor dicho despaciosidad, lentitud exagerada, de la embestida también al tran-tran, como sus hermanos. Enlaza el toreo al natural con series en redondo bajando la mano y alargando la embestida de una manera que parecía inverosímil unos minutos antes, derechazos profundos y ligados con los que forma un auténtico lío. Los ayudados por alto y los molinetes de adorno como epílogo a la faena del hidrocálido dejan al público encendido y con los pañuelos preparados para pedir la oreja, pero una estocada trasera y tendida insuficiente para hacer doblar al toro y cinco descabellos dan al traste con las ilusiones generadas. Como tantas veces hemos visto las cañas se tornan lanzas y lo que instantes antes eran aplausos y vítores desde los tendidos se convierten en pitos hacia el mexicano, algo que me pareció tremendamente injusto y no merecido. Creo que ayer le juzgaron de una manera excesivamente estricta, en nada acorde a los méritos que hizo ante un toro que tenía muy poquito ante el que todo lo hizo el torero. Pero esta fiesta es así, tan bella pero dura y cruel a la vez. Ante los otros dos toros de su lote nada pudo hacer Adame. Puso toneladas de ganas y disposición, lo intentó por activa, pasiva y perifrástica, pero se encontró con dos toros sin motor, sin raza, sin emoción, que no embestían, sosos y aburridos y que lo mejor que se podía hacer con ellos es lo que hizo el mexicano, abreviar y pasaportarlos cuanto antes con solvencia y eficacia. Al menos esa brevedad me permitió que a las 2:07 de la madrugada enfilara el camino de la piltra con una sensación de alegría inmensa tras haber visto gracias al Canal Toros como al otro lado del charco un madrileño rendía a sus pies a la plaza más importante de América tras dos lecciones magistrales, dos auténticas cátedras de técnica, conocimiento, mando, temple, gusto y torería. Felices sueños.

Antonio Vallejo

lunes, 6 de noviembre de 2017

Al calor de América


La temporada americana está en plena ebullición. Perú y México acaparan la atención una vez que en España las plazas han cerrado sus puertas y descansan de cara a lo que vendrá a partir de febrero. Bueno, lo de descansar es un decir, porque en los despachos de las empresas el trabajo no cesa y ya están confeccionando los carteles de las feria más importantes de cara al próximo año. No es exageración, si no al tiempo, que será breve porque ya empiezan a desgranarse anuncios en plazas de primera como Valencia, Sevilla o Pamplona. Pero todas esas noticias llegarán y, como repito cada año, sin darnos cuenta nos vamos a ver inmersos en la nueva temporada. Solo una muestra, una noticia que acabo de recibir, Victorino Martín es la ganadería elegida para abrir la temporada 2018 en Las Ventas el próximo 25 de marzo, Domingo de Resurrección. Esto es solo un aperitivo de la avalancha de rumores, anuncios y noticias que nos esperan y que van a ponernos ese cosquilleo en el cuerpo y esta ganas irreprimibles de que salte el primer toro en España.

Pero la actualidad en los próximos meses estará en América, ese es el presente del planeta toros y creo que es importante que le prestemos la atención que se merece. En años anteriores lo he comentado y sinceramente pienso que es muy recomendable, si uno puede en vivo y los que no tenemos capacidad de permitirnos ese lujo hacerlo a través de la televisión, ver toros al otro lado del charco.  Si finalmente se concreta que Canal Toros va retransmitir, como en años anteriores, las corridas de la Temporada Grande de La México se  nos va hacer mucho más llevadera la espera. Y por lo que se avanzó en el programa especial resumen de la temporada española el pasado mes de octubre es posible que también nos asomen a otras plazas del Nuevo Continente, es nuestro anhelo que así sea y que se concreten los anuncios. Pero no es solo cuestión de hacer llevadero el invierno, es enriquecedor comprobar la manera de entender y vivir el toreo en aquellas tierras. Un ejemplo, la apoteósica llegada de Roca Rey al aeropuerto de Lima. Increíble, como a una mega estrella del cine o del pop-rock, la "rocamanía", una multitud de aficionados esperándole en la terminal para sacarle a hombros como si hubiera abierto la puerta grande de Acho. La imágenes que todos pueden ver en los distintos portales taurinos son espectaculares, ojalá en nuestra patria viviéramos algo similar con las estrellas del toreo. Ver la pasión con la que los aficionados van a los toros en Perú, México, Ecuador, Colombia o Venezuela es más que reconfortante, es realmente una lección para muchos que en España parece que en vez de ir a disfrutar a los toros van a pasarlo mal, a buscar solo el fallo y a protestar cuanto más mejor para que parezca que así son más aficionados. Es cierto que a la hora de ver la corridas de toros en La México, pongo esta plaza como ejemplo porque es la única de América que he podido ver en directo a través de la televisión, hay que cambiar el chip y olvidarse de muchos de nuestros tics de "aficionado exigente". Hay que entender que el toro americano es distinto de hechuras y trapío, que la seriedad no va acorde a la aparatosidad de pitones que en España se pide en muchas plazas, que el tercio de varas en la gran mayoría de los casos se resume a un picotazo, un simulacro de puyazo y pobre del matador que lleve el toro al caballo dos veces, no digo tres, le montan la de San Quintín, y que en las faenas no está siempre el pesado de turno que a cada lance le pide al matador que se cruce y que cada pase surja aislado, sin continuidad  sino que se permite torear al hilo y ligar los muletazos , se busca la estética quizás más que la hondura y la profundidad y los adornos y florituras se reciben con algarabía por parte de los tendidos. ¿Y eso significa que son peores aficionados? Para nada, en absoluto, lo sienten a su manera, tan respetable o más que la nuestra y, puedo asegurar, que entienden y mucho del toreo, saben valorar perfectamente lo que el matador está haciendo ante el toro pero huyen de la crispación y la intransigencia, lo entienden como lo que es, una fiesta, y cuando hay que protestar lo hacen como el que más, que nadie se piense lo contrario. Esto lo he aprendido estos años, en las madrugadas de domingo invernal, viendo las corridas de La México por la tele y, creánme, me lo he pasado bomba escuchando a los comentaristas, aprendiendo nuevos términos, nombres de lances, quienes, suertes, con cierta envidia de su forma de apasionarse con lo que está pasando en el ruedo. Y cuando alguien lo hace mal son duros, incluso crueles, pero adornado con ese gracejo especial que tienen los aztecas que hace más "agradable" la crítica. ¡Ah! y si alguien va a ver estas corridas por vez primera que se arme de paciencia, que no se extrañe al ver que el festejo se va casi con seguridad a las tres horas. Desde que arranca el paseíllo hasta que sale el primero pueden pasar 20 ó 25 minutos, eso si esa tarde no hay alguna despedida de toreros, subalternos, picadores o alguna jubilación de alguien del personal de plaza. Pueden dar una o dos vueltas al ruedo con la familia, amigos, conocidos... con una parsimonia y una tranquilidad muy al uso de los manitos. Y no digo nada de las corridas de ocho toros, esa noche me veo camino de la cama a las 4 ó 4:30 de la madrugada. Pero merece la pena ese desvelo para aprender a querer aún más esta bendita afición.

Como ya he dicho ahora son y Perú y México los reyes de la fiesta, el centro del planeta taurino.  Roca Rey ha reventado Acho en una faena apoteósica en la que se ha mostrado tal cual es ante un público entregado y enfervorizado que ha vibrado con la quietud, el riesgo, la variedad y la imaginación del limeño que perdió la puerta grande por la espada. También Ponce tocó pelo esa tarde en una faena de maestro consagrado ante toros de Daniel Ruiz llegados desde España semanas antes para la misma corrida en la que el gran triunfador fue el peruano Joaquín Galdós que abrió la puerta grande en una memorable actuación. En Guadalajara, Aguascalientes y Querétaro, por nombrar solo algunas de las plazas mexicanas en las que se está lidiando en estos días los toreros mexicanos y los españoles están cuajando grandes actuaciones. Joselito Adame  en Guadalajara en una faena extraordinaria para cortar un rabo y salir a hombros junto a Octavio García "El Payo", y Sebastián Castella en Aguascalientes con una faena marca de la casa en la que el temple y la hondura fueron las notas que sirvieron para cortar dos orejas. Son tan solo unos ejemplos de lo mucho que se está viviendo en México antes del inicio de la Temporada Grande en la Monumental que es sin duda la más relevante de la temporada americana. No en vano es la única plaza americana en la que se confirma alternativa y junto a Madrid y Nimes conforman el trío de plazas de confirmación a nivel mundial.  Dos novilladas, finales de los certámenes que se han realizado para descubrir nuevos valores, son el prólogo a lo que se anuncia a partir del domingo 19 de noviembre en la primera parte de esta Temporada Grande. Las combinaciones de los carteles son las siguientes:


Domingo 19 de noviembre.- Julián López “El Juli” en mano a mano con Joselito Adame, con toros de la ganadería de Teófilo Gómez.
Domingo 26 de noviembre, corrida mixta.- El rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza, Cayetano, Arturo Saldívar, y Leo Valadez, quien confirma alternativa. Los toros para rejones están por designar, y los de los toreros de a pie serán de Jaral de Peñas.
Domingo 3 de diciembre.- El rejoneador Jorge Hernández Gárate, y a pie, Enrique Ponce, Joselito Adame, y Octavio García “El Payo”, con toros de Teófilo Gómez, Julio Delgado, y El Vergel.
Domingo 10 de diciembre.- Sebastián Castella, Sergio Flores, Ginés Marín, y Luis David Adame con toros de Xajay.
Martes 12 de diciembre (corrida extraordinaria).- Pablo Hermoso de Mendoza, José Tomás, Julián López “El Juli”, José Mª Manzanares, Joselito Adame, Octavio García “El Payo”, Sergio Flores y Luis David Adame, cono toros de 8 ganaderías diferentes aún por designar.
Domingo 17 de diciembre, corrida mixta.- Andy Cartagena, Fermín Rivera, Juan Pablo Sánchez, con toros de Rancho Seco, y Torreón de Cañas.
Lunes 25 de diciembre.- Fabián Barba, Antonio Romero, y Gerardo Adame, con toros de Rancho Seco.
Lunes 1 de enero Festejo de Rejoneadores.- Emiliano Gamero, Luis Pimentel, y Sebastián Torre, además actuarán los Forcados Mazatlecos en mano a mano con los Portugueses de Alcochete. Lidiarán toros de San Marcos.
Lo primero de todo, las ganaderías. Salvo Xajay, que la conozco por haberla visto otros años, las demás no tengo ni idea de como son, la verdad por delante, ni sus encastes, su procedencia, sus hechuras o su presencia,  pero no creo que difieran mucho del toro tipo mexicano, más bien pequeño, de hechuras y morfología "distintas" por decirlo de alguna manera, corto de cuello, cornicorto y tendente a cornipaso en muchos ejemplares. Un toro al que al principio cuesta adaptarse  y que nos resulta un tanto extraño acostumbrados a los mastodontes que tantas veces vemos en España. Y lo segundo los matadores, que salvo en las corridas del día de Navidad y Año Nuevo son de sobra conocidos, figuras del toreo a uno y otro lado del Atlántico. Hasta ahí todo normal, pero me ha llamado la atención lo que he leído en diversos medios taurinos mexicanos y algunos blogs taurinos de aquellas tierras donde están que echan humo ante los carteles anunciados. Más bien tienen un cabreo monumental y reparten estopa a diestro y siniestro. Las críticas se centran, y me parece que con plena justificación, en las ausencias de matadores como Diego Silveti, Miguel Ángel Perera, Paco Ureña, Andrés Roca Rey, Antonio Ferrera, José Mª Manzanares o Alejandro Talavante y en los hierros elegidos, especialmente los de las  figuras como Ponce, Juli o Joselito Adame, reses de Teófilo Gómez  y Julio Delgado a las que tachan de "bobaliconas". ¿Entienden ahora por qué decía que saben y mucho de toros, que son exigentes sin caer en la intransigencia y que cuando ven que algo se hace mal no se callan ni se cortan un pelo?. La verdad es que yo también me alineo en esa postura crítica con la empresa, y lo hago por una razón que me parece de sentido común. La México es, si comparamos con España, el equivalente a Las Ventas. ¿Se imaginan un San Isidro sin que ninguno de esos matadores haga al menos un paseíllo?. Cuesta creerlo, ¿no?, pues eso es lo que les pasa a los aficionados mexicanos, que están que no se lo acaban de creer, y les entiendo perfectamente. Confío en que estas ausencias no supongan una merma en la fluencia de espectadores, situación que el año pasado fue alarmante y que mucho me temo que va a repetirse ante la frialdad con la que han recibido el anuncio de los carteles. Si ver una plaza de toros en la que el cemento sea lo dominante en los tendidos es deprimente lo es multiplicado a la enésima potencia cuando en la inmensidad de las cincuenta mil localidades de la Monumental Azteca solo se ven espectadores en los tendidos más bajos. El pasado años hubo festejos con tres o cuatro mil espectadores en una imagen desoladora que espero que no se repita este año. Y ya para terminar tan solo añadir una duda, una inquietud por lo que he leído hoy mismo acerca de la ruptura de Unicable, la cadena que  estos años retransmtía los toros en la México y que ha roto su acuerdo con la plaza dejando en el  aire quien será la encargada de las transmisiones. Se habla de una plataforma digital, BLIM de Televisa, como la encargada de hacerlo. Solo espero que Movistar con su Canal Toros logre alcanzar el acuerdo necesario para hacernos llegar hasta España la señal de las corridas desde La México y que no nos quedemos sin toros  en directo este invierno. Después de tantas ilusiones depositadas en espera de las madrugadas taurinas y los lunes resacosos por la falta de sueño sería un palo quedarme sin poder disfrutar de los toros ¡doce meses al año!, el sueño de cualquier aficionado, esas frías madrugadas de invierno español al calor del toreo en América, un lujo.
Antonio Vallejo

  


jueves, 2 de noviembre de 2017

Colorín colorado


Mucho, muchísimo es lo que me parece que ha pasado desde que escribí la última entrada de este blog. Concretamente un mes, un intenso y convulso mes en el que tantas cosas han pasado en nuestra España, un mes que nos ha tenido pendientes día a día de los acontecimientos gravísimos que posiblemente llevan la aniquilación de la España que conocemos y que queremos por obra y gracia de unos golpistas que campan a sus anchas ya no solo por Cataluña sino por esa Europa tonta y acomplejada que tanto daño nos está haciendo, y por la inacción fruto de la cobardía de un gobierno decidido a vender a España a cambio de un puñado de votos, un gobierno que sólo habla de "diálogo" y "negociación" y que se niega a encarcelar a los culpables de delitos tan graves como sedición o rebelión, un gobierno que pastelea con quien sea proclamando como solución maravillosa unas elecciones sin sentido abocadas al caos y que permite al cabecilla de la rebelión pasarse por Bruselas sin hacer absolutamente nada. Por puro azar he comenzado a escribir esta entrada hoy por la mañana y la termino por la tarde, por lo que llego a tiempo de incluir aquí la gran alegría que me ha dado la noticia del encarcelamiento de todos los responsables del golpe separatista. Pero ojo, que nadie baje la guardia porque aún queda mucho por hacer y por demostrar. 
Con este panorama desolador es de entender que a uno no le hayan quedado muchas ganas de ponerse a teclear para hablar de toros pero ya estoy aburrido, harto de que los enemigos de España por acción y por omisión alteren mi vida y, sobre todo, las ganas de hablar sobre esta bendita locura que es la afición a los toros. 
Dejaba las cosas hace un mes al final de una Feria de Otoño madrileña en la que Paco Ureña y Miguel Angel Perera resultaron triunfadores a mi modo de ver, el murciano dejando una vez más muestras de la que ha sido una excepcional temporada, poderoso y dominador, y el extremeño valiente y rotundo, además de artista. 
Esa Feria de Otoño precedió de la que marca cada año el final de la temporada taurina española: la Feria del Pilar en Zaragoza  Es cierto que por detrás de la cita maña aún quedaban por celebrar algunos festivales y la feria de Jaén para echar el cierre definitivo a este importante año 2017, pero no hay duda que la capital maña marca la última de las grandes citas para los aficionados. Como verán hablo de un importante año y no me refiero precisamente a lo exclusivamente taurino y al terreno artístico, lo digo precisamente por lo que antes he comentado,  por la enorme transcendencia de los terribles días que estamos viviendo en los que la integridad nacional, la Unidad de nuestra Patria, la España forjada por siglos de historia, gloria y grandeza, puede venirse abajo por la barbarie de unos pocos y el consentimiento de quienes debieran haber atajado esta barbarie hace mucho tiempo. E insisto que, a pesar de las últimas detenciones, a estas alturas aún no sé quien tiene más culpa, si el que lo hace o el que lo permite, todos con nombres y apellidos: Puigdemont, Trapero, Junqueras, Gabriel, Sánchez, Rajoy, Santamaría y un largo etcétera. Pero España, el pueblo español, parece haber dicho basta y no está por la labor de permitir que se le ataque de manera vil y cobarde. España y los españoles han sabido defenderse de ataques y afrentas mucho mayores a lo largo de su historia, sin ir más lejos Zaragoza, la romana César Augusta, ha sido a lo largo de la historia ejemplo del valor, el honor, la gallardía y la bizarría de un pueblo como el español, y si no que se lo digan a los franceses del siglo XVIII. Así lo ha demostró durante la celebración de la feria del Pilar, patrona de la Hispanidad y nuestra Fiesta Nacional, con muestras claras del sentir de millones de españoles que estamos hartos de que se nos insulte y agreda por el único hecho de amar a nuestra nación, España. ¿Cómo lo ha demostrado? Muy sencillo, poblando sus tendidos de banderas de España, como antes lo hizo Madrid en la Feria de Otoño, algo que jamás había visto en una plaza de toros, el que cientos, miles de aficionados acudiéramos con nuestra bandera a los toros. Yo no fui menos el primero de octubre engalané la barandilla junto a la que cada tarde de toros me siento en las ventas con la bandera nacional. Años y años han tenido que pasar parque la gente se dé cuenta de lo importante que es lucir con honor nuestra bandera, años y años en los que a los que siempre hemos hecho gala de nuestros colores nos tildaban de "fachas", a modo de insulto, cuando, al menos en mi caso, no es un insulto, es más, si defender lo que yo defiendo, España, su Unidad, sus raíces y sus señas de identidad, es ser un facha lo soy sin ningún complejo, y a mucha honra. Esa foto de portada con la que ilustro esta entrada es una muestra de lo que ha sucedido en las plazas de toros durante todo este mes de octubre  un mar rojo y gualda en los tendidos, en una demostración de que el mundo del toro es muy sensible a todo aquello que ataque a su razón de ser, a sus esencias, y entre ellas está en lugar primordial el concepto de España como nación única.  Así estuvo Madrid, así estuvo Zaragoza, así estuvo Valencia, así estuvo Jaén y así estuvieron los muchos pueblos que en este mes de octubre celebraron festejos taurinos. Varios son los nombres que destacaron en Zaragoza, Juan José Padilla, el Ciclón de Jerez, todo corazón, arrojo, entrega y pundonor, Ginés Marín, arte puro, que se catapultó en aquella mágica faena en San Isidro y que ha culminado una temporada extraordinaria y que en el coso mano brilló por su disposición, sus ganas, su quietud, serenidad y seguridad, Paco Ureña, una vez más, en dos faenas de entrega, valor y pundonor, pisando terrenos comprometidísimos, pasándose a los toros a milímetros de la cintura, tragando arreones y parones, impasible, tirando del toro cuando se quedaba, una alarde de firmeza y compromiso, Cayetano, todo raza, arrebatador, un torero que tiene imán por su personalidad y su verdad delante de la cara de los toros, que resultó herido en los últimos compases de la faena pero que tuvo la fuerza, la dignidad y lo que un tío tiene que tener para tirarse a matar recto y sin titubeos con tres cornadas en el muslo y reventar al toro de un espadazo que valió dos orejas, Sebastián Castella dejando de nuevo impronta de maestro, de torero cuajado, con una capacidad, una superioridad y una facilidad delante de los toros casi insultante, valiente y decidido, firme y entregado, y Andrés Roca Rey, el peruano que desafía al riesgo en cada lance, que nos encoge el corazón y nos corta la respiración al ver por dónde se pasa los pitones, que jugó con el riesgo, la inspiración y la técnica como si fueran pelotas con las que hacer malabarismos en una tarde de emoción y entrega en la que acabó sometiendo a sus oponentes con arte y valor para terminar poniendo en pie a los tendidos de Zaragoza. Todos ellos nombres que tiñeron de oro y sangre, los colores de nuestra bandera, la arena maña y que nos hicieron disfrutar a cuantos estuvieron en la plaza y a los que lo vimos a través de las retransmisiones de Canal Toros. Pero si estos nombres resonaron y fueron importantes hay dos que en mi opinión estuvieron a una altura descomunal: Alejandro Talavante y Enrique Ponce. El extremeño cuajó una tarde mágica, pletórica, entendiendo y manejando a sus dos oponentes con un mando y un domino superlativo. A nadie se le escapa que Talavante ha adquirido ya una dimensión de figura del toreo, de todos es sabido que su toreo no deja indiferente a nadie, que todo fluye de manera natural, nada es preconcebido, la inspiración domina sus faenas, pero a ello le suma un conocimiento del toro, de los terrenos y las suertes al alcance de pocos, en una fusión de técnica y duende que enamora y emociona a cualquiera. Faenas compactas, toreo rotundo, templado, lento, al ralentí, con largura y ligazón en la más pura ortodoxia, detalles y remates inesperados fruto de la inspiración, asistido por las musas, látigo en su muleta cuando había que someter y poder al toro, seda en su muñeca cuando se abandonaba al arte y la belleza de redondos y naturales de ensueño, y la espada un auténtico cañón. Tarde mágica, histórica me atrevería a decir, de Alejandro Talavante para poner un broche de auténtico lujo a una gran temporada, otra más para el extremeño. Y Enrique Ponce, ¡una vez más!, ¡otra más!, ¡y las que quedan!. Lo de Ponce hace mucho que se escapa a las reglas de la lógica, que deja al diccionario sin epítetos con los que calificar otra tarde histórica del que, lo digo y lo repito, considero el mejor torero de todos los tiempos. Otra tarde de las muchas que aún nos quedan por disfrutar de este maestro eterno. Fue ante un toro de Juan Pedro Domecq al que nadie, excepto Su Majestad Enrique I, había visto en los primeros tercios. Un toro ante el que, de la fantasía y la imaginación del valenciano, surgió una faena llena de personalidad, elegancia, gusto, clase, de una belleza y una carga emocional suprema. Toreo desmayado, templado, largo, ligado, dejándose en la cara del juanpedro, toreo de muñecas rotas y suavidad infinita, redondos ligados con la mano baja, citando con el envés de la muleta en esa manera tan peculiar y bella de citar al toro que el maestro acostumbra en los últimos tiempos, naturales hondos de belleza celestial y un cierre de faena por el pitón derecho flexionando la rodilla, muletazos lentos, eternos, deteniendo el tiempo ante unos tendidos enloquecidos ante tanta belleza, entregados al Arte del maestro de maestros.
Y así, con un sabor de boca inmejorable, se puso fin a la temporada 2017. Una temporada que arrancó en Valdemorillo, que tuvo en Valencia su primer punto álgido, una Feria de Fallas en las que un joven de la tierra, Román, enseñó sus credenciales y su capacidad como torero, algo que ha ido refrendando en todas y cada una de sus actuaciones convirtiéndose en un valor en alza muy a tener en cuenta de cara al próximo año. Una temporada que en Sevilla nos enamoró de Antonio Ferrera, de su profesionalidad y honestidad, de su valor y su clase, en definitiva, de la inmensa torería que lleva en su interior el maestro balear-extremeño y que le convirtió en rotundo triunfador del abril sevillano. Una temporada que asistió en Madrid al nacimiento de una figura del toreo que puso a Las Ventas patas arriba, Ginés Marín, en una tarde apoteósica del jerezano en la que nos dejó el que probablemente haya sido el mejor muletazo de toda la temporada, ese cambio de mano no largo, kilométrico, templado, lento, lentísimo, bajísimo, a ras del suelo, una auténtica maravilla que quedará para la historia del toreo. El mismo San Isidro en el que vimos a un toro de Jandilla, Hebrea de nombre, que para mi modo de ver era de indulto, un toro también para la historia al que Sebastián Castella toreó como los ángeles en una faena completísima en la solo faltó un gran final con el toro regresando al campo para padrear, ese San Isidro en el que Juli demostró que el poderío y el mando en el toreo llevan su nombre, Antonio Ferrera pisó fuerte la arena venteña y nos emocionó con su toreo cargado de empaque y gusto y en el que Ponce cuajó otra tarde mágica conjugando la maestría, el gusto y la belleza en su primer toro con la entrega, las ganas y la disposición ante su segundo toro, un animal que no tenía ni medio pase ante el que Enrique I El Grande inventó una obra maestra llegando a exponerse como si de un novillero que tuviera que hacerse un hueco en este mundo del toro se tratara en una demostración de profesionalidad y respeto al toro digno de lo que es Ponce, una figura de época. Luego llegó Pamplona, San Fermín, la Feria del Toro, con tres nombres propios: Roca Rey, Antonio Ferrera y Cayetano. El peruano en su línea, valiente y firme, sin dar un paso atrás, pisando terrenos inverosímiles, Ferrera inundando el coso pamplonés de torería y Cayetano regando la arena con el arte que emana de sus sangres Rivera y Ordoñez, con pasajes de clase infinita en la línea Ordoñez perfectamente ensamblados con otros arrebatados de raza en la línea Rivera. El veraniego agosto nos dejó huérfanos aquel domingo 13 en el que Morante anunció que abandonaba temporalmente el toreo. Se iba el duende, no en un adios, en un hasta pronto que ya se me hace largo y que espero y deseo termine ya para volver a ver al sevillano vestido de luces y sentir el pellizco de su toreo. Pero agosto no solo fue testigo de esta triste noticia, fue también testigo de dos tardes maravillosas, antológicas en dos ciudades españolas separadas por mil kilómetros: Málaga y Bilbao. Dos ciudades pero un solo nombre: Enrique Ponce. Sí, una vez más, la enésima, el maestro de Chiva, el más grande, en una tarde de Crisol malagueña en la que compuso una de las más bellas sinfonías que jamás hayan podido disfrutar los sentidos y en una tarde bilbaína en la que certificó, si es que quedaba alguna duda, que el idilio del maestro valenciano con la afición de Vista Alegre es eterno. Se fue el verano y el otoño madrileño y zaragozano puso fin a la temporada que he intentado resumir en sus momentos más significativos, aunque se me habrán quedado muchos, muchísimos de los que a lo largo del año he ido contando a mi manera en este blog. 
Pero hay un momento, un día concreto, una fecha maldita que no se me ha olvidado, en absoluto, y que es el que realmente ha marcado toda la temporada. Era sábado, 17 de junio, y en una plaza francesa un toro segaba la vida de un gran torero, un hombre que entendía la profesión a su modo, acorde a su personalidad, un hombre que cada tarde que se vistió de torero dignificó e hizo grande a la Fiesta, un hombre que se ganó el respeto por la verdad de su toreo y un hombre al que, lo dije y lo repito, se le trató de una manera injusta e inmerecida, con una falta de respeto y de sensibilidad fuera de lugar para lo que se había ganado en los ruedos. Ese hombre era Iván Fandiño, el torero de Orduña que aquel día de junio se fue al cielo donde tantos maestros que le esperaban para ver los toros en esa barrera de auténtico lujo que cada tarde conforman, una barrera celestial desde la que mandan más de un capote y hacen un quite milagroso cuando se necesita. La muerte de Fandiño nos dejó mudos, helados, casi sin capacidad para reaccionar, sumidos en un dolor inmenso, sin capacidad para explicarnos cómo había podido ocurrir tal drama. Se fue un maestro, alguien al que con el paso del tiempo muchos se darán cuenta de todo lo que el toreo le debe, alguien que con su entrega y pureza cada tarde que hacía el paseíllo honraba a la Fiesta, alguien gracias al que todo lo que he ha ocurrido en las plazas españolas a lo largo del año tiene sentido. Es muy duro, es trágico, es inexplicable y se escapa a toda lógica, pero el toreo es así, el toreo es eso, el toreo es la lucha de poder a poder entre un hombre y una bestia de la que solo uno puede resultar vencedor. Sin duda que esta temporada 2017 quedará en el recuerdo de todos los aficionados por la muerte de Iván Fandiño aquella fatídica tarde de junio, como la pasada quedó marcada por la de Víctor Barrio. Y ni un minuto voy a desperdiciar en los criminales que se mofaron de la muerte de un torero de pies a cabeza, ya tendrán su merecido algún día, seguro.
Con todo lo dicho, con el triunfo y la tragedia en el recuerdo es una auténtica pena que la temporada española haya llegado a su fin y que tengamos que esperar hasta el próximo mes de febrero para ver saltar al ruedo al primer toro de la temporada 2018. Meses de invierno en los que espero y deseo que Canal Toros se apunte al carro de la Temporada Grande en La México y los domingos por la noche nos conecte con el Coso de Insurgentes para vivir el toreo al estilo mexicano en esas madrugadas de invierno tan apasionantes para los que amamos esta Fiesta y así nos haga más llevadero el ayuno invernal en nuestra España. Ojalá se cumplan estos deseos, por las últimas noticias que he escuchado parece ser que así va a ser, incluso es probable que las retransmisiones se amplíen a otros países como Colombia o Perú, será una maravilla si finalmente se concreta.
Y colorín colorado ¡este cuento no se ha acabado! porque el planeta toro no para, España y América forman un carrusel sin solución de continuidad y así será siempre, aunque a alguno le pese.

Antonio Vallejo