lunes, 27 de noviembre de 2017

Con ocho basta


Ahora que está tan de moda todo lo vintage se me viene a la memoria una serie de finales de los años setenta y principio de los ochenta que ponían los viernes por la tarde y que solía ver cuando después de merendar tras volver del colegio y cuyo título era precisamente ese, con ocho basta, basada en la aventuras y desventuras, amores y desamores, los problemas y las alegrías de una familia norteamericana con ocho hijos de muy diversas edades y que al final de cada capítulo  nos dejaba una sonrisa a los que entonces éramos niños. Pues esta madrugada no he podido evitar acordarme de esa serie viendo la corrida de La México y cuando ha saltado a la arena el octavo de la tarde mexicana, noche española, he rogado que por favor no se pidiera el de regalo, costumbre muy de aquella tierra, ¡porque con ocho basta!. No es por nada, pero es que eran ya cerca de las tres de la madrugada y a uno, aunque le apasionen los toros, también le gusta irse a la cama y dormir unas cuantas horas.
Sí, ocho toros fueron los que La México, que de nuevo registró una más que aceptable entrada en el sector numerado, vio saltar al ruedo en una corrida mixta en la que alternaron el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza frente a dos toros de Bernaldo de Quirós y los espadas Cayetano, Arturo Saldívar y Leo Valadez -quien confirmaba alternativa- ante astados de Jaral de Peñas. No me gustan este tipo de corridas mixtas, lo digo de antemano, sean seis u ocho toros. Puede que sea una manía personal, no lo sé, pero una de dos, o voy a ver rejonear o voy a ver toreo a pie, lo de las mezclas no acaba de convencerme. Para empezar, tras matar a cada toro de rejones hay que emplear un tiempo considerable en adecentar la arena para que esté en condiciones óptimas para la lidia a pie, y si hay algo que me fastidia son las pausas excesivas y evitables que alargan un festejo de manera innecesaria. Ayer ocurrió eso en La México, cerca de quince minutos para arreglar el ruedo y pintar las rayas en dos ocasiones, media hora de tiempo muerto que se hace una eternidad, más aún a esas horas. Pero me da igual, a las seis de la tarde me hubiera parecido igual de aburrido y desesperante, no es problema de horario. Y también digo otra cosa, que si hubieran sido cuatro toreros de a pie también me parece una exageración. De toda la vida recuerdo el encabezamiento de los carteles taurinos con esa frase tan conocida de “seis toros seis” y como soy un firme defensor de las tradiciones me gustan las corridas de seis toros. Cada cosa tiene su medida, los excesos no son buenos, y ocho toros me parece un execso
Y para hablar de medidas las de los toros de ayer, para mi gusto muy desiguales de presentación, varios de ellos muy terciaditos y muy justitos de presencia para una plaza de primera por mucho que sea de México y que el toro de México sea como es. Eso sin hablar de su juego, tremedamente pobre, con uno solo que a mi  modo de ver se salvó de la quema, el corrido en cuarto lugar y al que el mexicano Arturo Saldívar cortó una oreja de mucho peso, un toro bravo y encastado que presentó dificultades en los primeros tercios y al inicio de la faena de muleta pero al que Saldívar entendió y sometió a la perfección para acabar rompiendo en la muleta. El resto dieron una medida muy pobre, descastados, sosos, sin movilidad ni emoción y un punto de mansedumbre general con otro que resultó manso de solemnidad, el de la confirmación de alternativa de Leo Valadez. Con estos  mimbres es fácil comprender que lo que primara al final de la tarde fuera el silencio. Seis de los ocho veredictos fueron así, pobre y decepcionante bagaje para una corrida que había generado enorme expectación para ver a un maestro consumado que goza de enorme cartel en la Monumental, Hermoso de Mendoza, para ver a una de las figuras que está arrebatando y arrollando en esta temporada, Cayetano, y a uno de los que viene pisando fuerte y quiere comerse el  mundo, Valadez. Una lástima porque con las ganas, la disposición y el buen hacer de los cuatro la tarde hubiera sido triunfal si hubieran colaborado los toros. Muy por encima de toda la corrida todos ellos, tratando de exprimir al máximo las escasas cualidades de sus oponentes, tarea harto difícil en algunos casos.
Pablo Hermoso de Mendoza estuvo una vez más en maestro, con un estilo elegante, basado en la ortodoxia, el clasicismo, la pureza y la verdad, tirando en todo momento de dos toros muy parados que colaboraron muy poco, llevándolos perfectamente toreados con la grupa de sus caballos, templando y provocando las arrancadas del toro, llegándose hasta la cara para colocar los rejones de castigo y las banderillas largas y cortas con limpieza, con remates y recortes por los adentros de mucha belleza y que despertaron a un público un tanto frío con el navarro, quien para mi dio dos lecciones de doma y toreo y que de no haber fallado con el rejón de muerte podrían haber valido alguna oreja. Aunque viendo la reacción de indiferencia de los aficionados tras sus dos faenas tampoco estoy seguro de qué hubiera pasado. Silencio y silencio me parece muy poco reconocimiento para lo que se vio en el ruedo, es más, me pareció totalmente injusto y carente de sensibilidad hacia alguien que ha marcado una época en el toreo a caballo y que en esta plaza es una auténtica leyenda. Pero así es la Fiesta, a veces incomprensible en algunas reacciones.
Cayetano había levantado una expectación tremenda en los días previos: ruedas de prensa, entrevistas, reportajes… Pero llegó el  momento, con todas las ilusiones puestas en la tarde de ayer y resulta que se encontró sin toros. Así de sencillo es contar lo ocurrido, no hay más. Dos animales sin emoción alguna, sin raza, sin casta, sosos, apagados, parados, que manseaban, que al segundo muletazo de cada serie salían sueltos buscando las tablas. Y lo intentó Cayetano, de todas las maneras, les puso la muleta en la cara, trató de llevarlos toreados sin quitarles el engaño, pero nada, que no había manera. Lo que tiene mérito es que al tercero llegara a robarle una serie de redondos con cierta ligazón, que nos dejara para el deleite algunos detalles con  muletazos por bajo cargados de aroma y sabor a ese toreo Ordoñez que lleva en su sangre en el epílogo del trasteo a ese tercero y que al descompuesto sexto, que embestía soltando la cara, que  no humillaba lo más mínimo, le plantara cara con ambas rodillas en tierra dándole el pecho demostrando que la raza la llevaba él, no el toro. Muy por encima de su lote el madrileño, entregado y dispuesto toda la tarde, pero sin opción alguna para el triunfo. Por cierto, y no quiero que se me pase comentar este pequeño detalle en los tercios de varas de sus dos toros: Cayetano ha llevado al caballo dos veces a cada uno de su lote. Y alguno dirá: bueno, qué tiene eso de relevante, si eso es lo normal, qué demonios quiere decirme este tío. Pues que resulta que le han montado una buena bronca al hacer entrar a sus toros por segunda vez al peto de los caballos. Para gustos están los colores, pero, como decía antes, cada cosa tiene su medida y los excesos son malos, tanto por pasarse como por quedarse corto. Y en este caso creo que dos puyacitos, que es lo que se les dio en varas, es  muy poco y no es para montar semejante escandalera.
El confirmante Leo Valadez se las tuvo que ver con un manso de libro en el toro de su confirmación. Aunque realmente lo que debió pensar es que aún estaba de novillero al ver saltar a ese segundo, terciadito, 477 Kg en la tablilla, abierto de pitones pero, si tengo que usar un término para definirlo, cornicorto podría valer. Aspecto anovillado y para mi gusto falto de trapío para una plaza de la categoría de La México, una plaza en la que se confirman alternativas, casi nada. Un toro que desde salida mostró falta de fijeza, que se iba suelto, siempre buscando las tablas, clara querencia, que no quería ver al caballo ni en pintura y al que el picador tuvo que ir a buscar a la segunda raya para poder al menos darle un pinchacito con la puya. Al menos Valadez pudo ejecutar un quite por chicuelinas a manos bajas con gusto. En banderillas el espectáculo fue deplorable, con el toro corriendo rebrincado tras recibir los pares como si fuera un toro de los de rodeos. No era eso, no, no estábamos en los rodeos de Texas, era un manso con mayúsculas. No varió su mal comportamiento en la muleta, incluso diría que lo empeoró, soltando la cara en cada lance, punteando los engaños, embistiendo a arreones, descompuesto, saliendo suelto, huyendo hacia las tablas. Con inteligencia se llevó el de Aguascalientes el toro hacia el tercio y en esos terrenos consiguió unas tandas al natural poniéndole la muleta en la cara, tapándole la salida de mucho mérito y calidad, templando las embestidas del de Jaral, ligando los muletazos, con la mano baja, siempre aprovechando la querencia del animal. De lo mejor que se vio ayer, tanto por la entrega y el empuje que puso Valadez como por la belleza de algunos naturales hondos y lentos. Firme, valiente y decidido calentó los tendidos sobre todo al final del trasteo con unas bernardinas ajustadas que enloquecieron a la afición azteca. Estoy seguro que de no haber pinchado en tres ocasiones antes de colocar una estocada entera que pasaportó a este manso hubiera cortado una oreja más que merecida por entrega y empuje, muy por encima del toro. Igual de serio, firme, seguro y responsable estuvo ante el octavo, otro toro sin fondo alguno, sin clase alguna, descompuesto y anodino a más no poder al que trató de llevar por ambos pitones pero al que era prácticamente imposible sacar un muletazo. Lo mató de una extraordinaria estocada que al menos abrevió el final de la corrida, lo cual no se pueden hacer idea cuanto lo agradecí a esas horas de la madrugada.
El mejor toro del encierro le cayó en suerte al también mexicano Arturo Saldívar. Fue el cuarto, un toro que fue el que más me gustó de hechuras y que a pesar de marcar 490 Kg en la tablilla era un toro serio, alto, con más presencia que sus hermanos, enseñando las puntas y que aunque de salida no apuntó buenas maneras, más bien su comienzo fue descompuesto y un tanto desconcertante poco a poco fue atemperándose y acabó embistiendo con clase y bravura en la muleta de Saldívar. Pasó sin pena ni gloria por los primeros tercios, completamente deslucido en el capote, durmiéndose en el peto, dejándose pegar pero sin emplearse. Mejoró su comportamiento en banderillas acudiendo pronto y con buen tranco a los cites. Precisamente fue su movilidad y su boyantía, arrancándose en largo y pronto lo que desde los primeros compases de la faena puso en pie a los tendidos. Dos cambiados por la espalda de los de cortar la respiración aprovechando la inercia del toro cosidos sin solución de continuidad a un par de arrucinas señalan a las claras las intenciones del de Aguascalientes, entregado y decidido a ir a por el triunfo desde el primer instante. Cita en largo al de Jaral de Peñas y templa la embestida del animal para dibujar magníficas tandas por el pitón derecho ligadas sin moverse del sitio, perfectamente colocado, series con emoción y transmisión que calan enseguida en los tendidos, llevando al astado muy toreado, presentándole la muleta adelantada para conducir el viaje, sin quitársela de la cara, ligando en redondo con clase y gusto haciendo que resuenen olés rotundos en La México. Por el pitón izquierdo también cuaja buenas series de naturales templados, hondos, bajando la mano, ligados, entendiendo perfectamente a este toro bravo, encastado, pronto y repetidor, que humilló en la muleta metiendo la cara con gran clase. Faena de peso de Saldívar que tuvo como colofón tres circulares invertido y unas bernardinas de infarto que pusieron los tendidos patas arriba. Se tira a matar con decisión y rectitud y cobra un estoconazo que fulmina al animal. Oreja de ley para el azteca que no tuvo ya más toros, porque el que hizo séptimo solo sirvió para quitárselo de en medio con rapidez y eficacia, no valía para nada, ni medio pase tenía, ni clase, ni movilidad, nada, el cero absoluto. Una pena porque tras la oreja cortad y sus ganas, a poco que hubiera colaborado el toro bien podría haber abierto la puerta grande de Insurgentes.

Antonio Vallejo


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