miércoles, 7 de febrero de 2018

Deslucido aniversario en La México


La Temporada Grande de la capital mexicana va llegando a su fin. Si no me equivoco tan solo resta el festejo del próximo domingo 11 con una corrida mixta para Andy Cartagena, Arturo Macías “El Cejas” y Leo Valadez frente a toros de Las Huertas para que el coso de Insurgentes eche el cierre tras 3 meses de festejos dominicales y 2 corridas extraordinarias, la guadalupana del 12 de diciembre con la reaparición estelar de José Tomás y la de este pasado lunes 5 de febrero que completaba el llamado fin de semana del aniversario.
Como suele decirse, tras la tempestad llega la calma. No sé si eso refleja lo que el lunes sucedió en el Embudo de Insurgentes pero creo que se acerca mucho a la realidad. Venían los ánimos encendidos tras la apoteosis del regalo del día anterior, tras el delirio por las cuatro orejas cortadas y la salida a hombros de Juli y Sergio Flores. La expectación era máxima. Solo bastaba con ver el extraordinario aspecto que presentaron los interminables tendidos de La México que registró un lleno en el numerado y una digna entrada en el sector general. No sé el número de aficionados que ayer se congregaron con todas las ilusiones puestas en la monstruosa, mastodóntica, megalocorrida programada para celebrar el aniversario de la Plaza México en la que se anunciaban cuatro espadas –Jerónimo, Sebastián Castella, Joselito Adame y Andrés Roca Rey- y ocho toros de Jaral de Peñas. Pero lo que sí sé que entre esos treinta y pico mil o cuarenta mil aficionados estaba en una contrabarrera muna persna de la que me habrán leído hablar muchas veces de él, Raúl, compañero de fatigas en el tendido de Las Ventas, madridista que como yo vive momentos de desánimo futbolístico, excelente persona y gran amigo ante todo, quien durante la madrugada del lunes al martes tuvo la gentileza y el detalle de enviarme por WhatsApp la foto del programa de mano de dicho festejo con el fin de ilustrar esta entrada. Y así lo hago, cumpliendo tus órdenes, maestro, y agradeciéndote el detalle no sabes cuanto. Hablé con él antes de su partida hacia México y estaba realmente ilusionado en la corrida de ayer, como el resto de miles que acudieron a la plaza, pero una vez más, como suele suceder en esta afición que llevamos en la sangre, su ilusión se tornó en decepción. Al menos eso deduje por uno de sus mensajes que acompañaban a la foto del programa de mano: “vaya tostón de corrida” , literalmente lo transcribo. Y es que  los toros de Jaral de Peñas, ganadería mexicana de procedencia Domecq, dieron un pobrísimo juego y sirvieron realmente para poco. Al menos mejoró en cuanto a presentación, hechuras y presencia a lo visto el domingo, con animales más cuajados y reunidos, serios, bien rematados por delante y, salvo el octavo, el de menos presencia, en tipo a lo que es el encaste Domecq. Como ya he dicho otra cosa fue su comportamiento y el juego que dieron, muy pobre, con notas de nobleza y cierta clase en el segundo, movilidad sexto y séptimo, este último con buen comportamiento en el caballo, mientras el resto derivó entre la falta de fondo y de fuerzas. En general fue una corrida caracterizada por la falta de bravura, casta y raza, sin fijeza, distraídos, con clara querencia y algo más que un punto de mansedumbre, así como escasa duración en los que permitieron algo de lucimiento. En mi opinión el cuarteto de matadores, Jerónimo, Sebastián Castella, Joselito Adame y Andrés Roca Rey anduvieron claramente por encima de sus oponentes.
El mexicano Jerónimo se ganó por méritos propios a ocupar un puesto en este cartel del aniversario tras su actuación en la Temporada Grande el pasado 7 de enero ante toros de Caparica al dar una vuelta al ruedo en su primero y cortar una oreja a su segundo. Torero valorado, respetado y muy reconocido en México, torero con tradición y catalogado de artista que atravesaba horas bajas y cuya actuación aquella tarde de enero, por lo que comentaron Heriberto Murrieta y su equipo durante la retransmisión del lunes, ha servido para que le lluevan contratos por todo México. Una auténtica pena que no pudiera lucir su toreo ante dos ejemplares horribles, mansos y rajados que no permitieron nada. Pese a todo dejó detalles de clase, destellos de toreo añejo, de toreo caro y con sabor, como los delantales de saludo al que abrió plaza, cargados de buen gusto y torería, algunos redondos y naturales sueltos al abrigo de las tablas poniéndole la muleta en la cara para taparle la salida a un toro deslucido, descastado, huidizo sin fijeza alguna. Esas muestras de un torero con empaque y un trincherazo enorme que levantó un olé rotundo en los tendidos es todo lo que pudo dibujar el mexicano en Insurgentes. Nada más pudo mostrar el de Puebla, puesto que el quinto, salvo que en su entrada al caballo metió los riñones y empujó, un mero espejismo, no sirvió para nada. Lo intentó Jerónimo por activa y por pasiva, puso ganas y empeño, pero no había opción alguna, el toro buscaba las tablas dejando patente su mansedumbre y hacía inútil cualquier esfuerzo por sacar siquiera un muletazo.
Sebastián Castella se llevó el que fue el mejor toro del encierro, el segundo, que no es lo mismo que decir que fue un buen toro, pero sí que, siguiendo con los dichos, dentro del país de los ciegos resultó ser el tuerto y, por tanto, el rey de la tarde.  Por cierto, que en mi opinión, si este toro lució el que más y resultó a la postre el mejor del encierro fue no solo por las condiciones que pudiera llevar dentro sino porque cayó en las manos de un torero, una gran figura del toreo como es el de Bèziers, que es de los pocos que hay en el escalafón con capacidad de sacar el partido que sacó a este de Jaral de Peñas. Me atrevería a decir que este toro en muchas otras manos del escalafón se hubiera ido al desolladero sin pena ni gloria, pero le tocó en suerte a Castella, como le podría haber tocado, así, a bote pronto, a Ponce, Juli, Talavante, Manzanares, Ureña, Perera o Ferrera, por  decir nombres de ese ramillete de matadores a los que les vale casi todo y que son capaces de sacar el máximo de sus toros. Este que hizo segundo fue, a mi modo de ver, un toro bien presentado, muy serio, de buenas hechuras y con presencia acorde a La México. Abanto de salida, sin demasiada fijeza y sin emplearse demasiado pero el francés lo paró en su capote y lo toreó por verónicas templadas, con una suavidad exquisita, cargadas de gusto y clase. Igual que el vistoso y bello quite por saltilleras en el mismo centro del anillo con el que probó al toro tras su efímero paso por el peto del caballo en un amago de puyazo del que salió escupido nada más sentir el acero. Es decir, que el toro no tenía fijeza y rehuía la pelea en el caballo, lo que no denota precisamente buenas condiciones, y sin embargo Castella lució con le capote y escuchó los olés de los tendidos. Por algo sería. Lo mismo podría decirles de la faena de muleta a este toro, un toro que resultó rajado, que huía a la salida de los muletazos y buscaba las tablas por su condición de manso pero con un punto de nobleza que aprovechó a la perfección Castella llevándole a los terrenos que pedía el animal para allí dejar patente el extraordinario momento por el que atraviesa, en su plenitud como torero, dando una lección magistral de poderío y mando, de técnica y valor, maestría pura del galo. Inicia la faena por el pitón derecho con une serie excelente en redondo con muletazos templados, largos y ligados, bajando la mano, perfectamente colocado, en una baldosa, sin mover prácticamente las zapatillas, hilvanando los pases con una suavidad y una naturalidad pasmosa, entre olés de los aficionados. Un cambio de mano larguísimo, lento, parecía que se iba a parar pero no, seguía y el toro obedecía su mando, da paso a unas series de naturales hondos y desmayados que vuelven locos a los aficionados. Toreo de muchos quilates por ambos pitones, enroscándose al toro por la cintura, dejándole la muleta en la cara sin quitársela para tapar la salida, junto a las tablas, acortando la distancia cuando el toro se venía a menos y pisando terrenos comprometidos al hilo de las tablas, dándole toda la ventaja al astado. Repito, faena magistral a un toro manso y de escasa transmisión al que supo exprimir y sacar todo y un poco más, faena al alcance de unos pocos. Las ajustadas manoletinas finales y una estocada desprendida que fulmina al de Jaral de Peñas valen una oreja protestada por un sector debido a la colocación de la espada pero que a mi me parece más que justa y merecida. Es más, si el espadazo hubiera caído en lo alto, bien podrían haber sido dos los trofeos. En cualquier caso, la capacidad lidiadora y el temple de Castella ante este segundo valen más que cualquier apéndice. Ante el sexto bis poco pudo hacer Sebastián, porque el que salió como sexto anunciado fue devuelto al perder por completo el pitón izquierdo en su encuentro con el caballo. Un sobrero del mismo hierro titular que, eso sí, para mi gusto presentó magníficas hechuras, muy en tipo Domecq, bajo, serio y muy ofensivo por delante, cornidelantero y abierto de pitones, reunido y bien proporcionado, pero que careció de clase y empuje, un toro tardo que solo se movió con cierta alegría en los primeros lances con el capote pero que en la muleta resultó soso y deslucido. Faena inteligente y de una calidad técnica excepcional, pero exente de emoción y transmisión por las escasa condiciones del toro. Se colocó bien Castella, tiró del animal e incluso llegó a sacar algunos muletazos con cierta largura y profundidad de enorme mérito, pero pasaba al tran-tran, distraído y sin emplearse, sin decir nada en su embestida. Dominador y con suficiencia el francés, muy superior a este sobrero, de nuevo ha dejado claro que es una de las figuras punteras de la tauromaquia actual.
Joselito Adame es, hoy por hoy, la máxima figura del toreo mexicano en la actualidad y el máximo exponente de ese país en las plazas españolas y francesas. Me ha llamado mucho la atención el nivel de exigencia, incluso intransigencia, con el que se le ha medido en esta Temporada Grande en La México, al menos he sacado esa impresión en las tres corridas en las que le he visto torear a través de la televisión, la que abrió la temporada el 19 de noviembre en el mano a mano con Juli, la del 3 de diciembre junto a Ponce y la de este lunes pasado. La cuarta que ha toreado en esta temporada mexicana no la pude ver puesto que fue la guadalupana que no se retransmitió por imposición de José Tomás, así que de esa no puedo opinar, una lástima, pero es lo que hay y lo que algunos aceptan. Sinceramente me ha parecido exagerado, excesivo e injusto en la mayoría de las madrugadas en las que he vencido al sueño para ver toros en directo. No lo entiendo, de verdad, y tengo la impresión que debe haber algunas cuentas pendientes o algún trasfondo que desconozco porque no se le pasa ni una, se le recrimina a la mínima, muchas veces sin razón, y no se le premia como se merece. En Las Ventas todos sabemos que hay un sector que dictamina de antemano  a que torero hay que reventar la faena haga lo que haga, solo espero que La México no “aprenda” de actitudes y maneras de malos aficionados realmente nocivas para la Fiesta. Hay una norma fundamental a la hora de valorar la labor de un torero: se le debe juzgar en función de las cualidades del toro. Algo así pasó el lunes en La México. Su primer toro, que hacía tercero de la tarde, no sirvió absolutamente para nada. Es cierto que galopó de salida con cierto tranco y apuntaba movilidad, pero no humillaba y su embestida resultaba descompuesta. No se empleó en el capote ni cumplió lo más mínimo en el caballo. Deslucido en la muleta, muy parado, embistiendo, por llamar de alguna manera a lo que hacía, siempre a media altura, soltando la cara, sin emoción ni transmisión. Lo intentó el de Aguascalientes a base de técnica, estuvo aseado, pulcro y tremendamente voluntarioso y digno ante un animal horripilante en cuanto a comportamiento. Mata de entera caída y recibe unos pitos que no acabo de entender. ¿Qué querían que hiciera con ese toro?, ¿la colocación de la espada fue el motivo? Si fue por eso me parece una auténtica tontería y una excusa ridícula, ¿o es que le estaban esperando?. Pero aún comprendo menos la frialdad durante la lidia del séptimo. Lo recibe toreando encajado a la verónica templado, con cadencia, capotazos largos jugando  muy bien las manos. El toro entra al caballo arrancando de lejos, con codicia, mete bien los riñones y derriba a la cabalgadura. Lo prueba Adame con un lucido quite por gaoneras ceñidas y una caleserina garbosa que por fin consigue arrancar olés en los tendidos, hasta ese momento expectantes o indiferentes, no lo sé. El tercio de banderillas a cargo de Ángel González y Héctor Roca resulto extraordinario, tres pares sensacionales, perfectos de ejecución, reunión y colocación, tanto que ambos subalternos tuvieron que saludar desmonterados desde el tercio. Es decir, que el toro apuntaba buenas maneras y Joselito Adame lo hizo todo bien hasta el momento, con un gran toreo de capa ante una frialdad que me sorprendió. En la muleta el de Jaral de Peñas se mueve, humilla y mete la cara con clase. El hidrocálido inicia el trasteo con un cambiado por la espalda y un pase de desdén bellísimo como antesala del toreo en redondo templado, con la mano baja y ligazón en los muletazos rematando las series con buenos de pecho. Cuando toma la muleta con la zurda el toro cambia, por ese pitón no va, protesta, echa la cara arriba y se revuelve. Como es lógico, Joselito retoma el toreo por el pitón derecho, pero a partir de ese momento el comportamiento del toro cambia radicalmente de manera inexplicable, descompone la embestida, cabecea con peligro y complica mucho las cosas al mexicano. No se echa atrás Adame y le planta la  muleta en la cara para de esa manera llevarlo muy toreado y tapar los defectos que había desarrollado el toro, sin que prácticamente se le valore nada. Con el toro ya rajado acorta las distancias y pisa terrenos del toro demostrando arrojo y valor, y tiene que ser con unas luquecinas finales junto a las tablas con las que los tendidos despierten. Esa misma sensación de injusticia para con Joselito Adame la tuvieron los comentaristas de la televisión azteca que en repetidas ocasiones repitieron que no comprendían el  nivel de severidad para con su compatriota. ¡Menos mal que no soy el único!. Pasaporta al toro con una casi entera recibiendo y un descabello y recibe una ovación protestada por un sector del público, algo absolutamente inexplicable a mi modo de entender porque creo que estuvo por encima de su lote.
Andrés Roca Rey también se las tuvo que ver con dos ejemplares de escaso juego y pocas opciones para el lucimiento, aunque derrochó ganas, pundonor y valentía, algo habitual en el peruano. Recibió al cuarto, un toro de buenas hechuras y bien rematado, con verónicas templadas y acompasadas, ganando terreno hasta rematar el saludo capotero con una media repleta de clase más allá de la segunda raya entre olés. El inicio de faena es marca de la casa, electrizante, clavado en los medios con cambiados por la espalda escalofriantes a los que liga un redondo y un natural templado y bajo de mucha calidad. El peruano saca series en redondo templadas y ligadas, pero al toro le falta emoción, no se emplea y sale del lance desentendido y con la cara a media altura por lo que no llega a transmitir a los tendidos. Como tantas veces le hemos visto hacer al limeño es él el que ataca para intentar sacar el máximo del poco fondo del toro. Faena voluntariosa, de entrega, con técnica y valor, pisando terrenos en las cercanías de los pitones, muy en su estilo, obligando al toro para robarle los muletazos, por encima del de Jaral de Peñas, pero había muy  poco que rascar. Se lo quita de en medio de entera arriba algo tendida y así esperar a que el segundo de su lote mejore. No fue así, incluso peor, porque encima resultó el de peores hechuras de la corrida, justo de cara y mal rematado por delante. Lo recibe con verónicas templadas a pies juntos rematadas con una media de auténtico lujo. Ese saludo capotero y un lucido quite por gaoneras ceñidas fueron lo único que el toro permitió, y eso que en el caballo parecía que había opciones al protagonizar un buen tercio de varas empujando con celo y metiendo los riñones. Pero se apagó y a la muleta llegó un animal tardo, descompuesto, de corto recorrida y que se defendía soltando la cara en cada lance. Absolutamente imposible a pesar de los intentos de Roca Rey por sacar algo. Lo mejor es que se lo quitó de encima con prontitud y así pude irme a dormir a las tres menos tres minutos de la madrugada en la penúltima noche de toros mexicana que queda por ver en esta temporada que finalizará el domingo próximo.
Para terminar y retomando los dichos, habría que aplicar aquello de corrida de expectación, corrida de decepción. Comparto con mi amigo Raúl que fue un tostón (salvando a Castella en el segundo y Adame en el séptimo) pero sin embargo a mi me pareció que la presentación, la presencia y el trapío de los de Jaral de Peñas fue bueno mientras que a él le pareció que los toros carecieron de trapío y presencia. Está claro que él tuvo la gran fortuna de verlos en la plaza que es donde se puede apreciar la verdadera presencia de los toros mientras que yo los vi por televisión, que cambia totalmente la perspectiva, pero ahí está lo bueno de esta afición, que cada uno la ve, la vive y la disfruta a su manera.

Antonio Vallejo



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