La Temporada Grande de la
capital mexicana va llegando a su fin. Si no me equivoco tan solo resta el
festejo del próximo domingo 11 con una corrida mixta para Andy Cartagena,
Arturo Macías “El Cejas” y Leo Valadez frente a toros de Las Huertas para que
el coso de Insurgentes eche el cierre tras 3 meses de festejos dominicales y 2 corridas
extraordinarias, la guadalupana del 12 de diciembre con la reaparición estelar
de José Tomás y la de este pasado lunes 5 de febrero que completaba el llamado
fin de semana del aniversario.
Como suele decirse, tras la
tempestad llega la calma. No sé si eso refleja lo que el lunes sucedió en el Embudo
de Insurgentes pero creo que se acerca mucho a la realidad. Venían
los ánimos encendidos tras la apoteosis del regalo del día anterior, tras el
delirio por las cuatro orejas cortadas y la salida a hombros de Juli y
Sergio Flores. La expectación era máxima. Solo bastaba con ver el
extraordinario aspecto que presentaron los interminables tendidos de La México
que registró un lleno en el numerado y una digna entrada en el sector general.
No sé el número de aficionados que ayer se congregaron con todas las
ilusiones puestas en la monstruosa, mastodóntica, megalocorrida programada para
celebrar el aniversario de la Plaza México en la que se anunciaban cuatro
espadas –Jerónimo, Sebastián Castella, Joselito Adame y Andrés Roca Rey- y ocho
toros de Jaral de Peñas. Pero lo que sí sé que entre esos treinta y pico mil o
cuarenta mil aficionados estaba en una contrabarrera muna persna de la que
me habrán leído hablar muchas veces de él, Raúl, compañero de fatigas en el
tendido de Las Ventas, madridista que como yo vive momentos de desánimo
futbolístico, excelente persona y gran amigo ante todo, quien durante la
madrugada del lunes al martes tuvo la gentileza y el detalle de enviarme
por WhatsApp la foto del programa de mano de dicho festejo con el fin de
ilustrar esta entrada. Y así lo hago, cumpliendo tus órdenes, maestro, y agradeciéndote
el detalle no sabes cuanto. Hablé con él antes de su partida hacia México y
estaba realmente ilusionado en la corrida de ayer, como el resto de miles que
acudieron a la plaza, pero una vez más, como suele suceder en esta afición que
llevamos en la sangre, su ilusión se tornó en decepción. Al menos eso deduje
por uno de sus mensajes que acompañaban a la foto del programa de mano: “vaya
tostón de corrida” , literalmente lo transcribo. Y es que los toros de Jaral de Peñas, ganadería mexicana
de procedencia Domecq, dieron un pobrísimo juego y sirvieron realmente para poco.
Al menos mejoró en cuanto a presentación, hechuras y presencia a lo visto el
domingo, con animales más cuajados y reunidos, serios, bien rematados por
delante y, salvo el octavo, el de menos presencia, en tipo a lo que es el
encaste Domecq. Como ya he dicho otra cosa fue su comportamiento y el juego que
dieron, muy pobre, con notas de nobleza y cierta clase en el segundo, movilidad
sexto y séptimo, este último con buen comportamiento en el caballo, mientras el
resto derivó entre la falta de fondo y de fuerzas. En general fue una corrida
caracterizada por la falta de bravura, casta y raza, sin fijeza, distraídos,
con clara querencia y algo más que un punto de mansedumbre, así como escasa
duración en los que permitieron algo de lucimiento. En mi opinión el cuarteto
de matadores, Jerónimo, Sebastián Castella, Joselito Adame y Andrés Roca Rey
anduvieron claramente por encima de sus oponentes.
El mexicano Jerónimo se
ganó por méritos propios a ocupar un puesto en este cartel del aniversario tras
su actuación en la Temporada Grande el pasado 7 de enero ante toros de Caparica
al dar una vuelta al ruedo en su primero y cortar una oreja a su segundo.
Torero valorado, respetado y muy reconocido en México, torero con tradición y catalogado
de artista que atravesaba horas bajas y cuya actuación aquella tarde de enero,
por lo que comentaron Heriberto Murrieta y su equipo durante la retransmisión
del lunes, ha servido para que le lluevan contratos por todo México. Una
auténtica pena que no pudiera lucir su toreo ante dos ejemplares horribles,
mansos y rajados que no permitieron nada. Pese a todo dejó detalles de clase,
destellos de toreo añejo, de toreo caro y con sabor, como los delantales de
saludo al que abrió plaza, cargados de buen gusto y torería, algunos redondos y
naturales sueltos al abrigo de las tablas poniéndole la muleta en la cara para
taparle la salida a un toro deslucido, descastado, huidizo sin fijeza alguna.
Esas muestras de un torero con empaque y un trincherazo enorme que levantó un
olé rotundo en los tendidos es todo lo que pudo dibujar el mexicano en
Insurgentes. Nada más pudo mostrar el de Puebla, puesto que el quinto, salvo
que en su entrada al caballo metió los riñones y empujó, un mero espejismo, no
sirvió para nada. Lo intentó Jerónimo por activa y por pasiva, puso ganas y
empeño, pero no había opción alguna, el toro buscaba las tablas dejando patente
su mansedumbre y hacía inútil cualquier esfuerzo por sacar siquiera un
muletazo.
Sebastián Castella se llevó
el que fue el mejor toro del encierro, el segundo, que no es lo mismo que decir
que fue un buen toro, pero sí que, siguiendo con los dichos, dentro del país de
los ciegos resultó ser el tuerto y, por tanto, el rey de la tarde. Por cierto, que en mi opinión, si este toro
lució el que más y resultó a la postre el mejor del encierro fue no solo por
las condiciones que pudiera llevar dentro sino porque cayó en las manos de un
torero, una gran figura del toreo como es el de Bèziers, que es de los pocos
que hay en el escalafón con capacidad de sacar el partido que sacó a este de
Jaral de Peñas. Me atrevería a decir que este toro en muchas otras manos del
escalafón se hubiera ido al desolladero sin pena ni gloria, pero le tocó en
suerte a Castella, como le podría haber tocado, así, a bote pronto, a Ponce,
Juli, Talavante, Manzanares, Ureña, Perera o Ferrera, por decir nombres de ese ramillete de matadores a
los que les vale casi todo y que son capaces de sacar el máximo de sus toros. Este
que hizo segundo fue, a mi modo de ver, un toro bien presentado, muy serio, de
buenas hechuras y con presencia acorde a La México. Abanto de salida, sin
demasiada fijeza y sin emplearse demasiado pero el francés lo paró en su capote
y lo toreó por verónicas templadas, con una suavidad exquisita, cargadas de
gusto y clase. Igual que el vistoso y bello quite por saltilleras en el mismo
centro del anillo con el que probó al toro tras su efímero paso por el peto del
caballo en un amago de puyazo del que salió escupido nada más sentir el acero.
Es decir, que el toro no tenía fijeza y rehuía la pelea en el caballo, lo que
no denota precisamente buenas condiciones, y sin embargo Castella lució con le
capote y escuchó los olés de los tendidos. Por algo sería. Lo mismo podría
decirles de la faena de muleta a este toro, un toro que resultó rajado, que
huía a la salida de los muletazos y buscaba las tablas por su condición de
manso pero con un punto de nobleza que aprovechó a la perfección Castella
llevándole a los terrenos que pedía el animal para allí dejar patente el
extraordinario momento por el que atraviesa, en su plenitud como torero, dando
una lección magistral de poderío y mando, de técnica y valor, maestría pura del
galo. Inicia la faena por el pitón derecho con une serie excelente en redondo
con muletazos templados, largos y ligados, bajando la mano, perfectamente
colocado, en una baldosa, sin mover prácticamente las zapatillas, hilvanando
los pases con una suavidad y una naturalidad pasmosa, entre olés de los
aficionados. Un cambio de mano larguísimo, lento, parecía que se iba a parar
pero no, seguía y el toro obedecía su mando, da paso a unas series de naturales
hondos y desmayados que vuelven locos a los aficionados. Toreo de muchos
quilates por ambos pitones, enroscándose al toro por la cintura, dejándole la
muleta en la cara sin quitársela para tapar la salida, junto a las tablas,
acortando la distancia cuando el toro se venía a menos y pisando terrenos
comprometidos al hilo de las tablas, dándole toda la ventaja al astado. Repito,
faena magistral a un toro manso y de escasa transmisión al que supo exprimir y
sacar todo y un poco más, faena al alcance de unos pocos. Las ajustadas
manoletinas finales y una estocada desprendida que fulmina al de Jaral de Peñas
valen una oreja protestada por un sector debido a la colocación de la espada
pero que a mi me parece más que justa y merecida. Es más, si el espadazo
hubiera caído en lo alto, bien podrían haber sido dos los trofeos. En cualquier
caso, la capacidad lidiadora y el temple de Castella ante este segundo valen
más que cualquier apéndice. Ante el sexto bis poco pudo hacer Sebastián, porque
el que salió como sexto anunciado fue devuelto al perder por completo el pitón
izquierdo en su encuentro con el caballo. Un sobrero del mismo hierro titular
que, eso sí, para mi gusto presentó magníficas hechuras, muy en tipo Domecq,
bajo, serio y muy ofensivo por delante, cornidelantero y abierto de pitones,
reunido y bien proporcionado, pero que careció de clase y empuje, un toro tardo
que solo se movió con cierta alegría en los primeros lances con el capote pero
que en la muleta resultó soso y deslucido. Faena inteligente y de una calidad
técnica excepcional, pero exente de emoción y transmisión por las escasa
condiciones del toro. Se colocó bien Castella, tiró del animal e incluso llegó
a sacar algunos muletazos con cierta largura y profundidad de enorme mérito,
pero pasaba al tran-tran, distraído y sin emplearse, sin decir nada en su
embestida. Dominador y con suficiencia el francés, muy superior a este sobrero,
de nuevo ha dejado claro que es una de las figuras punteras de la tauromaquia actual.
Joselito Adame es, hoy por
hoy, la máxima figura del toreo mexicano en la actualidad y el máximo exponente
de ese país en las plazas españolas y francesas. Me ha llamado mucho la
atención el nivel de exigencia, incluso intransigencia, con el que se le ha
medido en esta Temporada Grande en La México, al menos he sacado esa impresión
en las tres corridas en las que le he visto torear a través de la televisión,
la que abrió la temporada el 19 de noviembre en el mano a mano con Juli, la del
3 de diciembre junto a Ponce y la de este lunes pasado. La cuarta que ha
toreado en esta temporada mexicana no la pude ver puesto que fue la guadalupana
que no se retransmitió por imposición de José Tomás, así que de esa no puedo
opinar, una lástima, pero es lo que hay y lo que algunos aceptan. Sinceramente
me ha parecido exagerado, excesivo e injusto en la mayoría de las madrugadas en
las que he vencido al sueño para ver toros en directo. No lo entiendo, de
verdad, y tengo la impresión que debe haber algunas cuentas pendientes o algún
trasfondo que desconozco porque no se le pasa ni una, se le recrimina a la
mínima, muchas veces sin razón, y no se le premia como se merece. En Las Ventas
todos sabemos que hay un sector que dictamina de antemano a que torero hay que reventar la faena haga
lo que haga, solo espero que La México no “aprenda” de actitudes y maneras de
malos aficionados realmente nocivas para la Fiesta. Hay una norma fundamental a
la hora de valorar la labor de un torero: se le debe juzgar en función de las cualidades
del toro. Algo así pasó el lunes en La México. Su primer toro, que hacía
tercero de la tarde, no sirvió absolutamente para nada. Es cierto que galopó de
salida con cierto tranco y apuntaba movilidad, pero no humillaba y su embestida
resultaba descompuesta. No se empleó en el capote ni cumplió lo más mínimo en
el caballo. Deslucido en la muleta, muy parado, embistiendo, por llamar de
alguna manera a lo que hacía, siempre a media altura, soltando la cara, sin
emoción ni transmisión. Lo intentó el de Aguascalientes a base de técnica,
estuvo aseado, pulcro y tremendamente voluntarioso y digno ante un animal
horripilante en cuanto a comportamiento. Mata de entera caída y recibe unos
pitos que no acabo de entender. ¿Qué querían que hiciera con ese toro?, ¿la
colocación de la espada fue el motivo? Si fue por eso me parece una auténtica
tontería y una excusa ridícula, ¿o es que le estaban esperando?. Pero aún
comprendo menos la frialdad durante la lidia del séptimo. Lo recibe toreando
encajado a la verónica templado, con cadencia, capotazos largos jugando muy bien las manos. El toro entra al caballo
arrancando de lejos, con codicia, mete bien los riñones y derriba a la
cabalgadura. Lo prueba Adame con un lucido quite por gaoneras ceñidas y una
caleserina garbosa que por fin consigue arrancar olés en los tendidos, hasta
ese momento expectantes o indiferentes, no lo sé. El tercio de banderillas a
cargo de Ángel González y Héctor Roca resulto extraordinario, tres pares
sensacionales, perfectos de ejecución, reunión y colocación, tanto que ambos
subalternos tuvieron que saludar desmonterados desde el tercio. Es decir, que
el toro apuntaba buenas maneras y Joselito Adame lo hizo todo bien hasta el
momento, con un gran toreo de capa ante una frialdad que me sorprendió. En la
muleta el de Jaral de Peñas se mueve, humilla y mete la cara con clase. El
hidrocálido inicia el trasteo con un cambiado por la espalda y un pase de
desdén bellísimo como antesala del toreo en redondo templado, con la mano baja
y ligazón en los muletazos rematando las series con buenos de pecho. Cuando
toma la muleta con la zurda el toro cambia, por ese pitón no va, protesta, echa
la cara arriba y se revuelve. Como es lógico, Joselito retoma el toreo por el
pitón derecho, pero a partir de ese momento el comportamiento del toro cambia
radicalmente de manera inexplicable, descompone la embestida, cabecea con
peligro y complica mucho las cosas al mexicano. No se echa atrás Adame y le
planta la muleta en la cara para de esa
manera llevarlo muy toreado y tapar los defectos que había desarrollado el
toro, sin que prácticamente se le valore nada. Con el toro ya rajado acorta las
distancias y pisa terrenos del toro demostrando arrojo y valor, y tiene que ser
con unas luquecinas finales junto a las tablas con las que los tendidos
despierten. Esa misma sensación de injusticia para con Joselito Adame la
tuvieron los comentaristas de la televisión azteca que en repetidas ocasiones
repitieron que no comprendían el nivel de
severidad para con su compatriota. ¡Menos mal que no soy el único!. Pasaporta
al toro con una casi entera recibiendo y un descabello y recibe una ovación
protestada por un sector del público, algo absolutamente inexplicable a mi modo
de entender porque creo que estuvo por encima de su lote.
Andrés Roca Rey también se
las tuvo que ver con dos ejemplares de escaso juego y pocas opciones para el
lucimiento, aunque derrochó ganas, pundonor y valentía, algo habitual en el
peruano. Recibió al cuarto, un toro de buenas hechuras y bien rematado, con verónicas
templadas y acompasadas, ganando terreno hasta rematar el saludo capotero con
una media repleta de clase más allá de la segunda raya entre olés. El inicio de
faena es marca de la casa, electrizante, clavado en los medios con cambiados
por la espalda escalofriantes a los que liga un redondo y un natural templado y
bajo de mucha calidad. El peruano saca series en redondo templadas y ligadas,
pero al toro le falta emoción, no se emplea y sale del lance desentendido y con
la cara a media altura por lo que no llega a transmitir a los tendidos. Como
tantas veces le hemos visto hacer al limeño es él el que ataca para intentar
sacar el máximo del poco fondo del toro. Faena voluntariosa, de entrega, con
técnica y valor, pisando terrenos en las cercanías de los pitones, muy en su
estilo, obligando al toro para robarle los muletazos, por encima del de Jaral
de Peñas, pero había muy poco que
rascar. Se lo quita de en medio de entera arriba algo tendida y así esperar a
que el segundo de su lote mejore. No fue así, incluso peor, porque encima
resultó el de peores hechuras de la corrida, justo de cara y mal rematado por
delante. Lo recibe con verónicas templadas a pies juntos rematadas con una
media de auténtico lujo. Ese saludo capotero y un lucido quite por gaoneras
ceñidas fueron lo único que el toro permitió, y eso que en el caballo parecía
que había opciones al protagonizar un buen tercio de varas empujando con celo y
metiendo los riñones. Pero se apagó y a la muleta llegó un animal tardo,
descompuesto, de corto recorrida y que se defendía soltando la cara en cada
lance. Absolutamente imposible a pesar de los intentos de Roca Rey por sacar
algo. Lo mejor es que se lo quitó de encima con prontitud y así pude irme a
dormir a las tres menos tres minutos de la madrugada en la penúltima noche de
toros mexicana que queda por ver en esta temporada que finalizará el domingo
próximo.
Para terminar y retomando
los dichos, habría que aplicar aquello de corrida de expectación, corrida de
decepción. Comparto con mi amigo Raúl que fue un tostón (salvando a Castella en
el segundo y Adame en el séptimo) pero sin embargo a mi me pareció que la
presentación, la presencia y el trapío de los de Jaral de Peñas fue bueno
mientras que a él le pareció que los toros carecieron de trapío y presencia.
Está claro que él tuvo la gran fortuna de verlos en la plaza que es donde se
puede apreciar la verdadera presencia de los toros mientras que yo los vi por
televisión, que cambia totalmente la perspectiva, pero ahí está lo bueno de
esta afición, que cada uno la ve, la vive y la disfruta a su manera.
Antonio Vallejo
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