Triste, desolador, deprimente y preocupante el aspecto de los interminables tendidos de La México en la tarde de ayer para la tercera de la Temporada Grande, como pyuede apreciarse en la imagen que ilustra esta entrada. No es que me esperara un entradón como el de la primera madrugada de ilusión taurina hace 2 semanas con Diego Ventura, Enrique Ponce, El Payo y Luis David Adame, ni mucho menos, pero de ahí a lo de esta pasada madrugada hay un trecho. La cifra que se dio como oficial es 7.500 espectadores, en la plaza más grande del mundo con cabida para 50.000 espectadores, es decir, que tan solo un 15% del aforo se cubrió, ni un cuarto de plaza, pobrísimo a todas luces. Da mucha pena ver por televisión los imponentes tendidos del embudo de Insurgentes vacíos. Más que pena, honda y profunda preocupación, aunque es algo que se repite año tras año y comienza a ser un mal endémico en muchas partes que merece pararse a pensar en las posibles causas y tratar de solucionarlas si queremos que la Fiesta viva.
Ayer domingo se programó una corrida mixta con el rejoneador español Andy Cartagena y los diestros mexicanos Arturo Macías y Leo Valadez, un cartel que, es evidente y a nadie se le escapa, no tiene el nivel del del pasado 11 de noviembre. Siendo Cartagena un gran rejoneador no tiene el tirón ni el renombre de Diego Ventura, como tampoco Arturo Macías "El Cejas", sensacional torero mexicano que ha salido a hombros ¡nueve veces en Insurgentes!, puede compararse al maestro Enrique Ponce, ni el joven y prometedor Leo Valadez a los ya reconocidos y consagrados Payo y Luis David. Es decir, que en todas partes pasa lo que tantas veces he repetido, que para que los aficionados y más aún el público general vaya a los toros hay que darles carteles atractivos, que la gente mira por cada céntimo aquí y centavo allá y elige las combinaciones con renombre. Y esa puede ser una causa, a lo mejor hasta la principal, que se junta el hambre con las ganas de comer, que la gente cuida mucho sus gastos y solo va a "lo mejor", pero no es la única. ¿Qué falta?, ¿difusión?, ¿mejores y mayores campañas publicitarias?, ¿o sacar el toreo a la calle si complejos, dejarnos de endogamia y de purismos y que vuelva a ser un acontecimiento realmente popular?. No lo sé, de todo un poco, con muchos intereses enfrentados por las diferentes partes que conforman este llamado mundo del toro, aunque es muy fácil decirlo, que luego ponerse manos a la obra es otra cosa y quien más quien menos se pone de perfil y va a lo suyo. Pero lo cierto es que tanto en España como en América nos estamos empezando a acostumbrar a ver tendidos semivacíos y lo damos ya como algo normal salvo en las tardes de carteles de lujo. La anestesia que invade en tanto aspectos a esta sociedad acomodaticia parece que también está fagocitando a nuestra Fiesta.
Como decía, corrida mixta, que lo ha sido en todos los apartados, toreros y ganadero, ya que los cuatro primeros toros han lucido la divisa de José María Arturo Huerta y los dos últimos de Arturo Gilio. Dos hierros y dos encastes, Llaguno y Parladé por vía Domecq Díez, que nada tienen que ver uno con el otro. Hasta que he tenido la oportunidad de seguir por televisión las corridas de México era un perfecto ignorante en cuanto al toro de aquellas tierras. Es cierto que cuando uno ve imágenes de las corridas mexicanas le llama poderosamente la atención la morfología, las hechuras, la cornamenta y el trapío que por allí se exige y gusta, en contraste con lo que estamos acostumbrados en España. Personalmente no tenía ni idea de cual era el encaste Llaguno que en tantas retransmisiones he escuchado nombrar, pero buscando he entendido el por qué de esa morfología. Resulta que este encaste nace de la aventura de los hermanos Llaguno, dos vascos afincados en el estado mexicano de Zacatecas y que allá por el año 1898 compraron sementales de Saltillo que cruzaron con vacas críollas creando así un tipo de toro que perdura hasta la actualidad y que,por lo que tengo entendido, es el predominante en el campo bravo mexicano. Así me explico las características de los astados que veo desde que Canal Toros nos trae hasta casa las corridas de la Temporada Grande, como el pelaje predominante cárdeno, su tamaño o la cara peculiar que tienen, por destacar algunas. Lo dicho, que se aprende mucho y es muy satisfactorio acercarse a otras formas de vivir y entender el toreo. Ayer vimos a ese toro de hechuras a la "mexicana", cornicorto, muy enmorrillado, corto de cuello, poca cara y aparentemente escurrido frente a los dos de Domecq, bajos, hondos, cuajados, mucho más serios para mi gusto, claramente más ofensivoscon más volumne pero armónicos y de muy buenas hechuras, sin excesos de kilos, bien rematados, toros a la "española". Contrastes por tanto en todos los aspectos, ganado y toreros.
La verdad es que lo de los carteles aunando rejoneadores y toreros de a pie no es una de las cosas que más me guste. Cada día soy más aficionado al rejoneo, siendo niño disfruté mucho viendo a los grandes rejoneadores de entonces, los Peralta, Vidrié, Domecq, Bohórquez, Buendía. Caballeros y toreros, máximas figuras a las que vi torear hace muchos años y con las que creció mi afición. Más tarde fui alejándome del arte del toreo a caballo y durante décadas fui a escasísimas corridas de rejones, hasta que nacieron mis hijas y gracias a ellas y su afición, en la que la figura de Diego Ventura ha sido fundamental especialmente para mi hija María, apasionada seguidora del maestro, me he vuelto un asiduo de estos festejos, al menos en la plaza de Madrid. Es decir, que me gusta mucho ver rejoneo, que me lo paso en grande, que me maravilla y asombra lo que son capaces de hacer sobre los caballos, bellísimos animales que torean con su lomo, y que cada vez valoro más ese arte. Pero si voy a ver rejones quiero ver rejones, y si voy a ver toreo a pie quiero ver toreo a pie. Vale que un día junten a dos figuras máximas , dos números uno de leyenda como son Ventura y Ponce, pero eso es un día, y repetirlo no es que me guste mucho. Lo veo porque me encanta ver toros a la mínima oportunidad que tenga, pero sinceramente creo que ambos toreos deben tener su espacio perfectamente delimitado salvo excepciones como la de hace dos domingos.
Abrió plaza un toro de Huerta con un nombre curioso, Mi Preferido, para mi gusto basto de hechuras, con una estampa que personalmente me ha parecido fea, pasado de kilos, gordote, con un morrillo exagerado, casi sin cuello y con una cabecita que no correspondía al volumen de la caja, eso sin hablar de los pitones, cornicorto es poco, cornimínimo diría yo si me permiten el palabro. Toro de comportamiento incierto, un tanto brusco de salida, con movilidad y fijeza sí, pero soltando la cara cuando Andy Cartagena lo paró montando a Cuco con temple y técnica para dejar un buen rejón de castigo. Lo mejor de la faena vino sobre Cupido, precioso caballo que toreó con su lomo a modo de muleta llevando los pitones del toro cosidos a la grupa. Un toro tardo que se paró pronto y no colaboró, todo lo tuvo que hacer Cartagena, llamando su atención con recursos nacidos de su buena doma y monta, teniendo que llegar hasta la cara y arriesgar mucho, lo que hizo que los encuentros no resultaran limpios, en demasiadas ocasiones tocó el de Huerta la cabalgadura. Tiró de repertorio y piruetas el de Benidorm ante lo deslucido del toro, cabriolas delante de la cara, banderillas cortas en un carrusel montando a Pintas buscando la reacción del público en una faena en la que conjugó buena técnica con efectismo pero sin el ritmo y la transmisión deseada por las escasa condiciones del toro. La poca colaboración del toro complicó a Cartagena la labor de colocar el rejón de castigo y todo quedó en respetuoso silencio. Me gustó mucho más Andy ante el cuarto, Espartano, al que recibió con Mediterráneo para pararlo en los medios y dejar un meritorio rejón de castigo a un toro abanto y sin fijeza, que barbeó las tablas, que no ayudó nada y ante el que tuvo que sacar a relucir toda su torería y técnica en una faena de corte clásico y ortodoxo. Mucho me gustó Picasso en banderillas, sensacional, llevando al toro cosido a la grupa en una lección de temple para después llamar la atención del toro, parado y reservón, intentar provocar su embestida llegar hasta la cara, dejarse ver y dejar las banderillas con verdad y pureza. Tuvo un detalle con el sobresaliente de la corrida cediéndole un quite mientras cambiaba de cabalgadura para salir con Pintas, calentar el ambiente haciendo la corveta sobre los cuartos traseros y colocar dos banderillas al violín y adornarse con el famoso teléfono, todo ello arriesgando y sin ninguna colaboración de un toro deslucido, con gran mérito, demostrando que más allá de lo accesorio es un gran rejoneador con una magnífica cuadra, una sensacional doma y mucha técnica y torería. Culminó la faena con un rejonazo de muerte extraordinario que hizo rodar al toro sin puntilla. Petición fuerte y oreja de mucho peso para Andy Cartagena.
Arturo Macías "El Cejas" sabe bien lo que es triunfar en La Monumental. Hasta nueve veces ha salido a hombros, la última el pasado mes de febrero en una corrida curiosamente con el mismo cartel de ayer domingo. Por eso y porque tras la grave cornada que sufrió Cejas en Aguascalientes en octubre de 2017 esa tarde de febrero fue su reaparición vestido de luces se le dedicó una atronadora ovación al finalizar el paseíllo. Una demostración de sensibilidad por parte de la afición capitalina que no olvida y valora mucho gestos como el de Macías. Bien Querido se llamaba el segundo toro, un gran toro, bravo, noble, enclasado, con humillación, pronto, repetidor, con celo y codicia, un toro de bandera. Lo recibe con verónicas templadas con el compás abierto que destilan torería, ganando pasos, llevándoselo hacia los medios para rematar con una media repleta de arte. Buena pelea en el caballo, la cara bajo, empuja, se emplea, mete los riñones, bien agarrado por parte del varilarguero, delantero, castigando al toro en la justa medida, gran puyazo, aunque algunos protestaran el "excesivo" castigo. El quite a la verónica del propio matador refrenda las buenas sensaciones de la embestida del toro, algo que sigue demostrando en banderillas, buen tranco, galope alegre. Brinda al maestro Ureña en un gesto de sensibilidad, respeto y caballerosidad, porque así son los toreros. El inicio de faena es un canto a la belleza, torería pura, flexionada la rodilla, luego rodilla en tierra, muletazos de tanteo en redondo por bajo, largos, profundos, el toro humilla, va largo, repite. Las tandas en redondo se suceden con temple y ligazón, con la mano baja, perfecto de colocación, toreo puro, profundo, muy lento, a la mexicana, parando el tiempo, con la muleta adelantada, sin quitársela, alargando el viaje, portentoso, magistral Macías, rematando esas series con pases de pecho largos, vaciando la embestida. Toreo de muchos quilates, cargado de gusto y clase en el que no falta detalles de improvisación como una revolera al partirse el estaquillador tras un muletazo o remates por bajo repletos de sabor y cambios de mano portentosos. Por el pitón izquierdo sigue la sinfonía de toreo, naturales con hondura, templad´sismos, lentos, la mano muy baja, largos, ligazón perfecta, el toro sigue los engaños con fijeza, humilla, embiste con despaciosidad, el conjunto es una pura entonación, la plaza ruge, los olés retumban, extraordinario Arturo Macías, rematando las series con más de pecho superlativos y un cambio de mano celestial para hilvanar una última serie en redondo sencillamente divina, abandonado al toreo, gozando de cada muletazo, firme, seguro, relajado. Obra maestra del Cejas que culmina con unas manoletinas ajustadas metido en tablas que ponen en pie a la Mounumental pero que no pudo rematar porque exprimió tanto a este sensacional Bien Querido que no le ayudó nada a la hora de matar. El atasco con los aceros privó al hidrocálido de una oreja seguro y quien sabe si no de un triunfo gordo, pero la fortísima ovación que le dedican los aficionados reconoce la torería y la clase del de Aguascalientes . El quinto, Dos amigos, fue un precioso toro, puro Domecq, entripado, bajo, hondo, cuajado, muy serio pero bien proporcionado, amplio de cara, con trapío, un toro "español" para La México. Sale con brío, se mueve, repite aunque se queda corto en el capote y echa las manos por delante. Se emplea en el caballo, buen puyazo, empuja con codicia, sale del peto mostrando buenas condiciones y permite a Macías ejecutar un buen y lucido quite por delantales. En banderillas va con buen tranco, extraordinario tercio a cargo de Alejandro Prado con dos pares sensacionales, de poder a poder. Brinda al público a la vista de lo bueno que apunta el de Gilio e inicia la faena de nuevo con torería, andándole en la cara, ganado terreno, sacándolo a la segunda raya. Pero esto del toreo es imprevisible y de repente, sin saber por qué, el toro cambia, se para, se vuelve tardo y desconcertante en su comportamiento, sin recorrido, sin humillar, soltando la cara, derrotes y arreones a diestro y siniestro, a la defensiva, deslucido y, por si faltaba algo, con peligro. Surge un Macías firme y valiente, exponiéndose, comprometido y entregado, metido entre los pitones, a milímetros de los muslos, con verdad, tratando de robarle los muletazos uno a uno, lección de pundonor que a pesar de no andar tampoco fino con la espada es despedida con una cariñosa y a mi parecer merecida ovación a su disposición y sinceridad.
Leo Valadez lleva tan solo un año de alternativa pero es una de las figuras en las que la afición mexicana tiene puestas muchas esperanzas. No tuvo suerte con su primer toro, Orgulloso, distraído de salida, frenándose en los capotes, las manitas por delante, sin recorrido. En el caballo, sin embargo, no tuvo mala pelea, tomó dos puyazos metiendo la cara abajo, empleándose. Buen quite del propio Valadez por chicuelinas ajustadas y bajas aunque algo trompicado en la media de remate cuando el toro casi le prende. No mejora en banderillas, espera y corta, suelta la cara en el encuentro, complicado y peligroso para la cuadrilla que resuelve la papeleta con oficio y riesgo. En la muleta el comportamiento del de Huerta es el esperado, tardo, a la defensiva, sin humillar, reponer, muy deslucido y además con peligro, puesto que se para, mira y mide, sabe perfectamente lo que se deja atrás en cada muletazo. Muy bien el hidrocálido, tirando de buena técnica, perdiéndole un pasito para quedarse colocado, a media altura, muy firme y con mucha verdad, pero el trasteo carece de transmisión y emoción por lo que decide abreviar con buen criterio. La estocada con la que pasaporta sin puntilla a este tercero es sencillamente un compendio de cómo se mata al volapié, majestuosa. El que cierra plaza es otro toro muy en tipo Domecq, precioso de hechuras, que mete la cara con clase en las verónicas de saludo, templadas, cadenciosas, hilvanadas con chicuelinas ajustadas y una revolera con mucho arte, pero nada comparado con el extraordinario quite por zapopinas que remata con una larga cordobesa y una revolera llena de aromas a gran toreo. El tercio de banderillas corre a cargo del de Aguascalientes, vibrante, en un derroche de facultades físicas con un primer par quebrando en falso en la mismísima boca de riego para dejar los palos en la cara del toro, un sensacional segundo para de poder a poder, con pureza, hacia los adentros, y un tercer par enorme de dentro a fuera asomándose al balcón que pone una vez más a la plaza en pie. Toro bravo y con entrega en banderillas, con galope ágil, que va pronto al cite y mete la cara con mucha clase. Brinda al maestro Urdiales "por su pureza", bonito gesto y bonitas palabras. Por cierto, que el riojano toreará el próximo domingo alternando con El Payo y Sergio Flores ante reses de Xajay. Inicio de faena con mucho gusto, por alto, clavando las zapatillas, aprovechando el buen tranco y la movilidad del de Gilio para pasárselo por ambos pitones. Magnífico el toreo en redondo en las primeras tandas, adelantando la muleta, templado, enganchando la embestida y tirando del toro para alargar el viaje y rematar siempre por debajo de la pala, portentoso, poderoso, sometiendo a este muy buen toro, rematando las tandas con magníficos de pecho y un cambio de mano sensacional que enloquece a los aficionados. Prueba al toro por el izquierdo, menos claro por ese pitón, aunque algunos naturales surgen con hondura y rematados por bajo, pero sin el ritmo y la emoción de los derechazos. Vuelve al derecho por donde de nuevo afloran muletazos ligados con temple y profundidad, aunque el toro va a menos y su recorrido no es el de los compases iniciales. Con el toro ya parado tira de recursos como los circulares que receta entre las rayas del tercio y acorta las distancias para acabar entre los pitones jugándosela de verdad, retrasando la muleta, llevándola a la cadera, dejándose ver, para robar muletazos en un palmo de terreno y poner fin al trasteo con unas bernardinas ajustadísimas aunque algo embarulladas que ponen el "uy" en los corazones de los aficionados. Mata de otro estoconazo monumental que hace rodar al toro sin puntilla y que vale una merecida oreja pedida por clara mayoría de los aficionados que para mi gusto premia con justicia la buena y comprometida actuación de Valadez en toda la tarde.
Otra madrugada más que ha merecido la pena, en la que la enorme clase y torería de Arturo Macías junto a su valor, la entrega de Leo Valadez, su técnica y su buen gusto además de dos estocadas de antología, y la maestría a caballo de Andy Cartagena que ha demostrado lo bien que torea, con verdad y pureza, más allá del efectismo que a veces se le achaca, han llenado La México ante el pobre y deplorable aspecto de unos tendidos cuasi vacíos, el único lunar negro en otra madrugada taurina en España. Torería y orejas en petit comité, casi en soledad. Esperemos que el próximo domingo mejore.
Antonio Vallejo
Ayer domingo se programó una corrida mixta con el rejoneador español Andy Cartagena y los diestros mexicanos Arturo Macías y Leo Valadez, un cartel que, es evidente y a nadie se le escapa, no tiene el nivel del del pasado 11 de noviembre. Siendo Cartagena un gran rejoneador no tiene el tirón ni el renombre de Diego Ventura, como tampoco Arturo Macías "El Cejas", sensacional torero mexicano que ha salido a hombros ¡nueve veces en Insurgentes!, puede compararse al maestro Enrique Ponce, ni el joven y prometedor Leo Valadez a los ya reconocidos y consagrados Payo y Luis David. Es decir, que en todas partes pasa lo que tantas veces he repetido, que para que los aficionados y más aún el público general vaya a los toros hay que darles carteles atractivos, que la gente mira por cada céntimo aquí y centavo allá y elige las combinaciones con renombre. Y esa puede ser una causa, a lo mejor hasta la principal, que se junta el hambre con las ganas de comer, que la gente cuida mucho sus gastos y solo va a "lo mejor", pero no es la única. ¿Qué falta?, ¿difusión?, ¿mejores y mayores campañas publicitarias?, ¿o sacar el toreo a la calle si complejos, dejarnos de endogamia y de purismos y que vuelva a ser un acontecimiento realmente popular?. No lo sé, de todo un poco, con muchos intereses enfrentados por las diferentes partes que conforman este llamado mundo del toro, aunque es muy fácil decirlo, que luego ponerse manos a la obra es otra cosa y quien más quien menos se pone de perfil y va a lo suyo. Pero lo cierto es que tanto en España como en América nos estamos empezando a acostumbrar a ver tendidos semivacíos y lo damos ya como algo normal salvo en las tardes de carteles de lujo. La anestesia que invade en tanto aspectos a esta sociedad acomodaticia parece que también está fagocitando a nuestra Fiesta.
Como decía, corrida mixta, que lo ha sido en todos los apartados, toreros y ganadero, ya que los cuatro primeros toros han lucido la divisa de José María Arturo Huerta y los dos últimos de Arturo Gilio. Dos hierros y dos encastes, Llaguno y Parladé por vía Domecq Díez, que nada tienen que ver uno con el otro. Hasta que he tenido la oportunidad de seguir por televisión las corridas de México era un perfecto ignorante en cuanto al toro de aquellas tierras. Es cierto que cuando uno ve imágenes de las corridas mexicanas le llama poderosamente la atención la morfología, las hechuras, la cornamenta y el trapío que por allí se exige y gusta, en contraste con lo que estamos acostumbrados en España. Personalmente no tenía ni idea de cual era el encaste Llaguno que en tantas retransmisiones he escuchado nombrar, pero buscando he entendido el por qué de esa morfología. Resulta que este encaste nace de la aventura de los hermanos Llaguno, dos vascos afincados en el estado mexicano de Zacatecas y que allá por el año 1898 compraron sementales de Saltillo que cruzaron con vacas críollas creando así un tipo de toro que perdura hasta la actualidad y que,por lo que tengo entendido, es el predominante en el campo bravo mexicano. Así me explico las características de los astados que veo desde que Canal Toros nos trae hasta casa las corridas de la Temporada Grande, como el pelaje predominante cárdeno, su tamaño o la cara peculiar que tienen, por destacar algunas. Lo dicho, que se aprende mucho y es muy satisfactorio acercarse a otras formas de vivir y entender el toreo. Ayer vimos a ese toro de hechuras a la "mexicana", cornicorto, muy enmorrillado, corto de cuello, poca cara y aparentemente escurrido frente a los dos de Domecq, bajos, hondos, cuajados, mucho más serios para mi gusto, claramente más ofensivoscon más volumne pero armónicos y de muy buenas hechuras, sin excesos de kilos, bien rematados, toros a la "española". Contrastes por tanto en todos los aspectos, ganado y toreros.
La verdad es que lo de los carteles aunando rejoneadores y toreros de a pie no es una de las cosas que más me guste. Cada día soy más aficionado al rejoneo, siendo niño disfruté mucho viendo a los grandes rejoneadores de entonces, los Peralta, Vidrié, Domecq, Bohórquez, Buendía. Caballeros y toreros, máximas figuras a las que vi torear hace muchos años y con las que creció mi afición. Más tarde fui alejándome del arte del toreo a caballo y durante décadas fui a escasísimas corridas de rejones, hasta que nacieron mis hijas y gracias a ellas y su afición, en la que la figura de Diego Ventura ha sido fundamental especialmente para mi hija María, apasionada seguidora del maestro, me he vuelto un asiduo de estos festejos, al menos en la plaza de Madrid. Es decir, que me gusta mucho ver rejoneo, que me lo paso en grande, que me maravilla y asombra lo que son capaces de hacer sobre los caballos, bellísimos animales que torean con su lomo, y que cada vez valoro más ese arte. Pero si voy a ver rejones quiero ver rejones, y si voy a ver toreo a pie quiero ver toreo a pie. Vale que un día junten a dos figuras máximas , dos números uno de leyenda como son Ventura y Ponce, pero eso es un día, y repetirlo no es que me guste mucho. Lo veo porque me encanta ver toros a la mínima oportunidad que tenga, pero sinceramente creo que ambos toreos deben tener su espacio perfectamente delimitado salvo excepciones como la de hace dos domingos.
Abrió plaza un toro de Huerta con un nombre curioso, Mi Preferido, para mi gusto basto de hechuras, con una estampa que personalmente me ha parecido fea, pasado de kilos, gordote, con un morrillo exagerado, casi sin cuello y con una cabecita que no correspondía al volumen de la caja, eso sin hablar de los pitones, cornicorto es poco, cornimínimo diría yo si me permiten el palabro. Toro de comportamiento incierto, un tanto brusco de salida, con movilidad y fijeza sí, pero soltando la cara cuando Andy Cartagena lo paró montando a Cuco con temple y técnica para dejar un buen rejón de castigo. Lo mejor de la faena vino sobre Cupido, precioso caballo que toreó con su lomo a modo de muleta llevando los pitones del toro cosidos a la grupa. Un toro tardo que se paró pronto y no colaboró, todo lo tuvo que hacer Cartagena, llamando su atención con recursos nacidos de su buena doma y monta, teniendo que llegar hasta la cara y arriesgar mucho, lo que hizo que los encuentros no resultaran limpios, en demasiadas ocasiones tocó el de Huerta la cabalgadura. Tiró de repertorio y piruetas el de Benidorm ante lo deslucido del toro, cabriolas delante de la cara, banderillas cortas en un carrusel montando a Pintas buscando la reacción del público en una faena en la que conjugó buena técnica con efectismo pero sin el ritmo y la transmisión deseada por las escasa condiciones del toro. La poca colaboración del toro complicó a Cartagena la labor de colocar el rejón de castigo y todo quedó en respetuoso silencio. Me gustó mucho más Andy ante el cuarto, Espartano, al que recibió con Mediterráneo para pararlo en los medios y dejar un meritorio rejón de castigo a un toro abanto y sin fijeza, que barbeó las tablas, que no ayudó nada y ante el que tuvo que sacar a relucir toda su torería y técnica en una faena de corte clásico y ortodoxo. Mucho me gustó Picasso en banderillas, sensacional, llevando al toro cosido a la grupa en una lección de temple para después llamar la atención del toro, parado y reservón, intentar provocar su embestida llegar hasta la cara, dejarse ver y dejar las banderillas con verdad y pureza. Tuvo un detalle con el sobresaliente de la corrida cediéndole un quite mientras cambiaba de cabalgadura para salir con Pintas, calentar el ambiente haciendo la corveta sobre los cuartos traseros y colocar dos banderillas al violín y adornarse con el famoso teléfono, todo ello arriesgando y sin ninguna colaboración de un toro deslucido, con gran mérito, demostrando que más allá de lo accesorio es un gran rejoneador con una magnífica cuadra, una sensacional doma y mucha técnica y torería. Culminó la faena con un rejonazo de muerte extraordinario que hizo rodar al toro sin puntilla. Petición fuerte y oreja de mucho peso para Andy Cartagena.
Arturo Macías "El Cejas" sabe bien lo que es triunfar en La Monumental. Hasta nueve veces ha salido a hombros, la última el pasado mes de febrero en una corrida curiosamente con el mismo cartel de ayer domingo. Por eso y porque tras la grave cornada que sufrió Cejas en Aguascalientes en octubre de 2017 esa tarde de febrero fue su reaparición vestido de luces se le dedicó una atronadora ovación al finalizar el paseíllo. Una demostración de sensibilidad por parte de la afición capitalina que no olvida y valora mucho gestos como el de Macías. Bien Querido se llamaba el segundo toro, un gran toro, bravo, noble, enclasado, con humillación, pronto, repetidor, con celo y codicia, un toro de bandera. Lo recibe con verónicas templadas con el compás abierto que destilan torería, ganando pasos, llevándoselo hacia los medios para rematar con una media repleta de arte. Buena pelea en el caballo, la cara bajo, empuja, se emplea, mete los riñones, bien agarrado por parte del varilarguero, delantero, castigando al toro en la justa medida, gran puyazo, aunque algunos protestaran el "excesivo" castigo. El quite a la verónica del propio matador refrenda las buenas sensaciones de la embestida del toro, algo que sigue demostrando en banderillas, buen tranco, galope alegre. Brinda al maestro Ureña en un gesto de sensibilidad, respeto y caballerosidad, porque así son los toreros. El inicio de faena es un canto a la belleza, torería pura, flexionada la rodilla, luego rodilla en tierra, muletazos de tanteo en redondo por bajo, largos, profundos, el toro humilla, va largo, repite. Las tandas en redondo se suceden con temple y ligazón, con la mano baja, perfecto de colocación, toreo puro, profundo, muy lento, a la mexicana, parando el tiempo, con la muleta adelantada, sin quitársela, alargando el viaje, portentoso, magistral Macías, rematando esas series con pases de pecho largos, vaciando la embestida. Toreo de muchos quilates, cargado de gusto y clase en el que no falta detalles de improvisación como una revolera al partirse el estaquillador tras un muletazo o remates por bajo repletos de sabor y cambios de mano portentosos. Por el pitón izquierdo sigue la sinfonía de toreo, naturales con hondura, templad´sismos, lentos, la mano muy baja, largos, ligazón perfecta, el toro sigue los engaños con fijeza, humilla, embiste con despaciosidad, el conjunto es una pura entonación, la plaza ruge, los olés retumban, extraordinario Arturo Macías, rematando las series con más de pecho superlativos y un cambio de mano celestial para hilvanar una última serie en redondo sencillamente divina, abandonado al toreo, gozando de cada muletazo, firme, seguro, relajado. Obra maestra del Cejas que culmina con unas manoletinas ajustadas metido en tablas que ponen en pie a la Mounumental pero que no pudo rematar porque exprimió tanto a este sensacional Bien Querido que no le ayudó nada a la hora de matar. El atasco con los aceros privó al hidrocálido de una oreja seguro y quien sabe si no de un triunfo gordo, pero la fortísima ovación que le dedican los aficionados reconoce la torería y la clase del de Aguascalientes . El quinto, Dos amigos, fue un precioso toro, puro Domecq, entripado, bajo, hondo, cuajado, muy serio pero bien proporcionado, amplio de cara, con trapío, un toro "español" para La México. Sale con brío, se mueve, repite aunque se queda corto en el capote y echa las manos por delante. Se emplea en el caballo, buen puyazo, empuja con codicia, sale del peto mostrando buenas condiciones y permite a Macías ejecutar un buen y lucido quite por delantales. En banderillas va con buen tranco, extraordinario tercio a cargo de Alejandro Prado con dos pares sensacionales, de poder a poder. Brinda al público a la vista de lo bueno que apunta el de Gilio e inicia la faena de nuevo con torería, andándole en la cara, ganado terreno, sacándolo a la segunda raya. Pero esto del toreo es imprevisible y de repente, sin saber por qué, el toro cambia, se para, se vuelve tardo y desconcertante en su comportamiento, sin recorrido, sin humillar, soltando la cara, derrotes y arreones a diestro y siniestro, a la defensiva, deslucido y, por si faltaba algo, con peligro. Surge un Macías firme y valiente, exponiéndose, comprometido y entregado, metido entre los pitones, a milímetros de los muslos, con verdad, tratando de robarle los muletazos uno a uno, lección de pundonor que a pesar de no andar tampoco fino con la espada es despedida con una cariñosa y a mi parecer merecida ovación a su disposición y sinceridad.
Leo Valadez lleva tan solo un año de alternativa pero es una de las figuras en las que la afición mexicana tiene puestas muchas esperanzas. No tuvo suerte con su primer toro, Orgulloso, distraído de salida, frenándose en los capotes, las manitas por delante, sin recorrido. En el caballo, sin embargo, no tuvo mala pelea, tomó dos puyazos metiendo la cara abajo, empleándose. Buen quite del propio Valadez por chicuelinas ajustadas y bajas aunque algo trompicado en la media de remate cuando el toro casi le prende. No mejora en banderillas, espera y corta, suelta la cara en el encuentro, complicado y peligroso para la cuadrilla que resuelve la papeleta con oficio y riesgo. En la muleta el comportamiento del de Huerta es el esperado, tardo, a la defensiva, sin humillar, reponer, muy deslucido y además con peligro, puesto que se para, mira y mide, sabe perfectamente lo que se deja atrás en cada muletazo. Muy bien el hidrocálido, tirando de buena técnica, perdiéndole un pasito para quedarse colocado, a media altura, muy firme y con mucha verdad, pero el trasteo carece de transmisión y emoción por lo que decide abreviar con buen criterio. La estocada con la que pasaporta sin puntilla a este tercero es sencillamente un compendio de cómo se mata al volapié, majestuosa. El que cierra plaza es otro toro muy en tipo Domecq, precioso de hechuras, que mete la cara con clase en las verónicas de saludo, templadas, cadenciosas, hilvanadas con chicuelinas ajustadas y una revolera con mucho arte, pero nada comparado con el extraordinario quite por zapopinas que remata con una larga cordobesa y una revolera llena de aromas a gran toreo. El tercio de banderillas corre a cargo del de Aguascalientes, vibrante, en un derroche de facultades físicas con un primer par quebrando en falso en la mismísima boca de riego para dejar los palos en la cara del toro, un sensacional segundo para de poder a poder, con pureza, hacia los adentros, y un tercer par enorme de dentro a fuera asomándose al balcón que pone una vez más a la plaza en pie. Toro bravo y con entrega en banderillas, con galope ágil, que va pronto al cite y mete la cara con mucha clase. Brinda al maestro Urdiales "por su pureza", bonito gesto y bonitas palabras. Por cierto, que el riojano toreará el próximo domingo alternando con El Payo y Sergio Flores ante reses de Xajay. Inicio de faena con mucho gusto, por alto, clavando las zapatillas, aprovechando el buen tranco y la movilidad del de Gilio para pasárselo por ambos pitones. Magnífico el toreo en redondo en las primeras tandas, adelantando la muleta, templado, enganchando la embestida y tirando del toro para alargar el viaje y rematar siempre por debajo de la pala, portentoso, poderoso, sometiendo a este muy buen toro, rematando las tandas con magníficos de pecho y un cambio de mano sensacional que enloquece a los aficionados. Prueba al toro por el izquierdo, menos claro por ese pitón, aunque algunos naturales surgen con hondura y rematados por bajo, pero sin el ritmo y la emoción de los derechazos. Vuelve al derecho por donde de nuevo afloran muletazos ligados con temple y profundidad, aunque el toro va a menos y su recorrido no es el de los compases iniciales. Con el toro ya parado tira de recursos como los circulares que receta entre las rayas del tercio y acorta las distancias para acabar entre los pitones jugándosela de verdad, retrasando la muleta, llevándola a la cadera, dejándose ver, para robar muletazos en un palmo de terreno y poner fin al trasteo con unas bernardinas ajustadísimas aunque algo embarulladas que ponen el "uy" en los corazones de los aficionados. Mata de otro estoconazo monumental que hace rodar al toro sin puntilla y que vale una merecida oreja pedida por clara mayoría de los aficionados que para mi gusto premia con justicia la buena y comprometida actuación de Valadez en toda la tarde.
Otra madrugada más que ha merecido la pena, en la que la enorme clase y torería de Arturo Macías junto a su valor, la entrega de Leo Valadez, su técnica y su buen gusto además de dos estocadas de antología, y la maestría a caballo de Andy Cartagena que ha demostrado lo bien que torea, con verdad y pureza, más allá del efectismo que a veces se le achaca, han llenado La México ante el pobre y deplorable aspecto de unos tendidos cuasi vacíos, el único lunar negro en otra madrugada taurina en España. Torería y orejas en petit comité, casi en soledad. Esperemos que el próximo domingo mejore.
Antonio Vallejo
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