lunes, 30 de septiembre de 2019

Miguel Ángel Perera, la verdad y la evidencia


Ayer lo dejé escrito y no me equivocaba. Desde el inicio se vio con claridad que lo de ayer no era un mano a mano al uso, era otra cosa, era más un enfrentamiento a ver quien ganaba. Fue romperse el paseíllo y romper la plaza en una ovación que yo entiendo que debía ser para ambos matadores. Los dos abrieron la Puerta Grande el pasado San Isidro y por tanto se habían ganado más que de sobra el derecho a estar en este Otoño. Pero no fue así, había uno que jugaba en casa y otro que era el rival, o eso pareció cuando el sector  que pretende imponer el dictado a la plaza comenzó a silbar y protestar que Miguel Ángel Perera saliera junto a Paco Ureña a recoger dicha ovación, algo de lo que incompresiblemente se contagiaron otros tendidos. Vergonzoso comportamiento, más propio de  hooligans  que de aficionados taurinos. Pero una vez más, y son ya muchas, este grupo quedó en evidencia y se le vieron todas sus vergüenzas, esa es la grandeza del toreo, que al final pone a cada cual en su sitio. Ellos venían a ver a Paco Ureña y a verle triunfar sea como fuese, y para eso había que ningunear y si es posible reventar cuanto hiciera Perera. No querían que saludara, pues toma, que tras la muerte del quinto tuvieron que aguantar una vuelta al ruedo de las de más peso tras una faena que posiblemente sea la mejor de esta Feria de Otoño y una de las mejores de la temporada no solo en Las Ventas, sino en toda España. A ver si lo aprenden de una vez, a los toros no se puede ir con fobias y filias, ni cargado de mantas verdes que agitan según que hierro y que torero, que no, que eso no es de aficionado. Luego pasa lo que pasa, que hacen el ridículo como ayer lo hicieron.
Saltaba al ruedo el quinto de la tarde, Portugués, de Nuñez del Cuvillo, que no había pasado aún la segunda raya del tercio y ya lo estaban protestando. Un colorado ancho de sienes y abierto de cara, ofensivo, con seriedad y presencia, para mi gusto en tipo, quizás incluso algo "regordío", pero que al menos a mi me gustó en cuanto a presentación y estampa. ¿Problema?. Pues no lo sé, pero intuyo que dos. Uno que era de Cuvillo y otro que "solo" marcaba 525 Kg en la tablilla. Pero vamos a ver, señores sabios, que cada encaste y cada ganadería tiene su tipo y este toro, al menos a mi modo de ver, tenía buenas hechuras y además eran las propias de un toro de Cuvillo. Cierto es que salió con la cara alta, un trote que daba sensación de ir cansino y en le capote echó las manos por delante, pero no me parecen argumentos suficientes para empezar a agitar los gigantes pañuelos verdes con la vehemencia que lo hicieron. Es más, el toro no perdió las manos ni una sola vez, ni al entrar al caballo ni al salir, pero daba igual, como era de Cuvillo todo lo que se pueda protestar es poco. Resulta que en banderillas Portugués se mueve y su tranco no parece precisamente malo. Que se lo pregunten a Curro Javier cuando se le arrancó pronto, como se le vino y como le apretó para colocar dos magníficos pares de banderillas, con la seguridad y la solvencia que caracteriza a este sensacional torero de plata que ayer tarde completaba un elenco de auténtico lujo junto a José Chacón, Javier Ambel, Jesús Arruga, Curro Vivas, Agustín de Espartinas,Victor Hugo Saugar "Pirri" y Álvaro López "Azuquita". Con estos nombres no es de extrañar que durante toda la corrida disfrutaremos con una brega extraordinaria y unos tercios de banderillas sobresalientes, menudos toreros de plata. Y esa condición de Portugués la vio Perera con mucha claridad para tomar la muleta y sin dudarlo un segundo encaminarse hasta la boca de riego para desde allí citar al de Cuvillo muy en largo. Y miren ustedes por donde que el toro se arranca pronto y con un tranco sensacional, y que encima humilla y mete la cara en la muleta con una clase descomunal, y que además persigue la franela con celo y codicia, y que encima repite, y que para colmo tiene recorrido, y que no se cansa de embestir, y que... ¿Donde estaban las mantas verdes?. Escondidas bajo la vergüenza y el ridículo. Esa fue la primera tanda por el pitón derecho, y a esa le siguieron no sé cuantas más, todas en los medios, citándolo muy en largo y con Portugués embistiendo con bravura, galope alegre y ágil, siempre por la cara por abajo, repitiendo en la muleta que Perera le ofrecía adelantada y planchada citando de frente, embarcando la embestida con un temple y un mando descomunal, viaje largo, poder y ligazón, la mano muy baja, enroscándoselo a la cintura, todo con verdad absoluta, una y otra tanda, los olés rotundos, la plaza entregada y algunos con las orejas gachas aguantando el temporal de toreo. De verdad, ¿compensa ir con esa mala leche a los toros y no disfrutar de faenas como la del extremeño al toro de Cuvillo?. Series en redondo magistrales, no sé cuantas fueron, cinco o seis seguro, pero si sé que en todas gozamos del toreo en su máxima expresión, profundas, acopladas y encajadas que remató con unos de pecho maravillosos. Por el pitón izquierdo aún fue mejor si cabe, igual de largo, igual de pronto y alegre, igual de bravo. Naturales con hondura, citando también de frente, la muleta adelantada, mano baja, acople perfecto, los vuelos acariciando cada embestida, temple, emoción y transmisión, comunión perfecta toro-torero-afición, una auténtica locura en cada olé, Madrid rendido a la evidencia del toreo de verdad, la plaza en pie, con las manos rotas de aplaudir. Para rematar la faena Miguel Ángel se echa la muleta atrás, también le da distancia y Portugués que a esas alturas de la faena sigue arrancándose con buen tranco sin dudar en busca de unas bernardinas finales ajustadísimas que hilvanó con uno de pecho larguísimo, un pase de la firma lleno de sabor y otro de pecho como colofón que duró una eternidad. Y todo en los medios, de principio a fin, luciendo a un toro que fue bravo, noble, enclasado y encastado al que algunos quería devolver a corrales antes de que hubiera pasado las rayas del tercio. Sobran comentarios. La temperatura estaba a mil, las pulsaciones de Perera supongo que a cien mil, era faena de dos orejas sin discusión alguna, y si llega a matarlo donde lo intentó no descarta que merecedora de más premio. Como he dicho todo lo planteó en los medios y allí se perfiló para matar. Apuesta arriesgadísima, todo o nada, pero la valentía y la verdad se demuestran así. Una losa de decepción nos aplastó tras un pinchazo y un metesaca que a la postre hizo doblar al toro. Se esfumaron las orejas, algunos debieron respirar aliviados por no tener que soportar la humillación de uno de los triunfos más rotundos del que ayer no era "su" torero, como si el arte tuviera propietarios, pero para la inmensa mayoría fue un momento de bajón que se superó con una vuelta al ruedo apoteósica y mucho más que merecida y que hoy gana aún mucho más valor y peso porque lo que al final me queda en le alma es la catarata de emociones y sentimientos con el que Perera colmó con creces las ilusiones que uno puede tener cada día que va a la plaza a disfrutar con esta bendita afición que es el toreo. 
Lo fácil ahora sería firmar y despedirme hasta el viernes, pero sería una injusticia hacerlo y quedaría fatal si olvido la oreja de ley y peso que Paco Ureña cortó al segundo, también de Nuñez del Cuvillo y también protestado por algunos de salida, pero yo no soy así, no voy con fobias, voy disfrutar del toreo y cuando surge el arte y la emoción en el capote o en la muleta me da igual el nombre. Negarle algo a Ureña sería, además, mezquino. Decía que a Portugués lo pitaron probablemente por sus 525 kg en la tablilla. Pues Ricardito, así se llamaba este segundo, marcó 524 Kg. Es lo que tiene estar en tipo, a ver si les entra a algunos en la cabeza, que el trapío no son kilos, que habrá que hacerles como en nuestra época de cole, que lo copien  cien veces. Un toro de buenas hechuras y con mucha seriedad por delante que de salida parecía mansear, suelto, sin fijeza, que no dijo nada en el capote. Mejoró en el peto con dos puyazos arriba de Juan Francisco Peña en los que el de Cuvillo empujó con codicia y abajo comenzando a romper. Se lució Perera en un quite por gaoneras bellísimo en le que el toro mostró movilidad y más fijeza, cualidades que fueron a más en un buen tercio de banderillas a cargo de Agustín de Espartinas y "Azuquita". Arranca la faena por estatuarios, en terrenos del 7, entre las rayas, ayudados por alto de gran intensidad por la movilidad del toro a los que suceden dos trincherazos maravillosos y uno de pecho que pone a la plaza en pie. Toma la muleta con la izquierda y le obliga una enormidad en la primera tanda al natural, metiéndole muy por bajo, tanto que al tercer muletazo el de Cuvillo clava los pitones en la arena y se pega un costalazo que le hace daño. Quizás hubiera sido más apropiado un comienzo de faena con suavidad, ajustando la altura de inicio para ir bajando la mano poco a poco porque el toro lo permitía, humillaba con clase. De hecho en las siguientes tandas por el pitón izquierdo la suavidad y la medida de la altura fueron dominantes, mucho temple al natural, Ureña relajado, ciñendo la embestida, naturales hondos, bellísimos, ligando en el sitio, para rematar con unos de pecho de preciosa factura. Mismo registro por el pitón derecho, series en redondo acopladas, encajado, metiendo los riñones pero toreando con naturalidad, sin esa cierta  exageración y ese puntito de estridencia que otras veces le he visto al murciano.Toreo en redondo de mucha profundidad aunque también tengo que decir que en algunos compases de las series el toro se paró entre un muletazo y otro, Ureña aguantó aunque quedara un tanto descolorado, algo por fuera, pero nadie se lo censuró, se esperó y ligó el muletazo. Y es que así debiera ser, hay que tener un poco de paciencia, que en Las Ventas a la milésima de segundo  se empieza a protestar y a gritar lo del "crúzate"... según quien toree. Ayer a Ureña, "su" torero, no se lo censuraron, que por cierto es lo que se debe hacer, pero a todos igual. Un poco de paciencia les vendría bien para aplacar el bochorno del ridículo, que se apliquen algunos lo del quinto. Dicho esto, Ureña toreó de maravilla, profundo y con gusto, hubo un cambio de mano divino y unos de pecho majestuosos, pero eso no quita para decir que el viento le soplaba a favor pasara lo que pasara. El final de faena fue como me gusta, por bajo, lleno de sabor y torería, aromas de toreo eterno, que remató con una entera arriba que hizo rodar sin puntilla a Ricardito, un buen toro de Nuñez del Cuvillo, noble, enclasado y repetidor. Oreja de ley y de peso sin discusión alguna para Paco Ureña en una tarde en la que también demostró valor y mucha entrega ante el manso y peligroso sexto bis, un sobrero de José Vázquez ante el que demostró arrojo y tesón para robarle muletas que parecían imposibles al abrigo de las tablas del 5.
Fue, para mi, un gran mano a mano, lleno de emoción y con gran toreo en el que el extremeño Miguel Ángel Perera le dio la vuelta a la tortilla y dejó a muchos en evidencia con su verdad.

Antonio Vallejo 

domingo, 29 de septiembre de 2019

2ª de Otoño, primera de desilusión


Decepcionante, desilusionante resultó la corrida de ayer. No hay más, ese es el resumen de lo que fue la tarde, quizás solo con el añadido del cabreo final  de unos aficionados aburridos del pobre juego de los toros de Puerto de San Lorenzo-La Ventana del Puerto. Público que, dicho sea de paso, llenó tan solo media plaza, decepcionante, desilusionarte y preocupante registro. Y fue una pena, porque en lo que a presentación y presencia se refiere el encierro fue intachable. Seis toros con trapío, muy serios, primero, segundo y sexto muy ofensivos, especialmente el último, espeluznante, dos perchas brutales, tremendo, una exageración me atrevería a decir, pero se quedó ahí en la fachada, preciosa para ver en el campo pero para ver en la plaza no sirvió. Corrida sosa y deslucida, con un un punto de mansedumbre, poca humillación, varios ejemplares soltando la cara con peligro, sin recorrido y escasa duración. Tan solo la nobleza y un cierto fondo de clase del primero junto al noble pero muy justo de fuerzas segundo permitieron algo. El resto, como suele decirse, se dejó muy poco o nada.
Se pueden sacar cuentagotas y contar con los dedos de una mano los momentos en los que la terna integrada por Daniel Luque, Juan Leal y Juan Ortega pudieron lucir el toreo. Ya la salida del primero de la tarde haciendo presagiar lo que podía venir después. No le había pegado Luque ni un capotazo cuando el atanasio intentó saltar la barrera y buscar la huida por el callejón. Mala pinta, aunque pareciera muy pronto y quedara toda la tarde por delante. Probablemente en este toro vimos lo más interesante de la tarde, con las verónicas de saludo, templadas, con la clase y el gusto que el sevillano atesora en el capote, una bonita rivalidad en quites, por ceñidas saltilleras Juan Leal y mecidas verónicas rematadas por una media de escándalo de Luque, y un inicio de faena cargado de torería, andándole al toro con elegancia, llevándolo muy templado, suave, sacándolo a los medios para interpretar una serie en redondo repleta de sabor, temple y suavidad, ciñéndose la embestida a la cintura. Y se acabó, el toro dijo  no y fue imposible que la faena rompiera. El cuarto tampoco aportó nada, con tendencia a huir, soso y deslucido. De nuevo dibujó el sevillano lances de capote marca de la casa y en la muleta estuvo muy por encima, seguro, solvente, con facilidad, conduciéndolo con clase, mandando, todo lo hizo bien, pero la sosa embestida del de La Ventana del Puerto no permitió más. Lo que Daniel Luque dejó claro ayer es que está en un momento esplendoroso, con una facilidad tremenda y que como le salga un toro que embista monta el lío gordo.
Juan Leal tuvo en el segundo un toro noble con el que lo mejor lo vimos en el arranque de faena, de rodillas, pasándoselo por la espalda, electrizante, para incorporase y dibujar dos buenas tandas en las que el de El Puerto se movió y tuvo emoción. Luego el trasteo se fue diluyendo, un tanto por fuera, censurado constantemente por parte del público y sin levantar el vuelo. No gustó el francés que escuchó pitos tras pasaportar a este segundo. El quinto fue un toro soso, sin entrega, además de bronco, soltando la cara con violencia, tornillazos a diestra siniestro que no permitió a Leal sacar multemos limpios aunque lo intentó dándole distancia y tratando de bajarle la mano, pero el atanasio se defendía y protestaba con peligro. Imposible a todas luces y silencio en la despedida del francés.
Otro Juan completaba el cartel, esta vez del apellido probablemente con más tradición en la historia del toreo, Ortega. Poca suerte tuvo con el tercero, un toro abanto, sin fijeza, muy suelto, que buscaba las tablas con ahínco, áspero en su embestida, muy irregular, sin acabar de pasar. Lo intentó el sevillano que dejó detalles de toreo preciosista, remates por bajo cargados de sabor, aromas del sur y olores de Romero, pero sin continuidad, sin tiro, muy irregular, destellos en medio del tono gris de la faena. Al imponente sexto sí que le pudo pegar algunas verónicas sueltas repletas de gusto, acunando la embestida, muy suaves, jugando las manos con dulzura, y arrancó la faena con torería, andando en la cara del toro, llevándolo muy suave, acariciándole con la franela a cada pase, llevándolo a los medios con elegancia y gusto. Y poco más, nada por el pitón izquierdo por el que se revolvía y soltaba la cara con violencia y por le derecho tragaba los dos primeros redondos de cada serie, al tercero más de lo mismo, brusquedad y violencia. Por si fuera poco el público tenía agotada la paciencia y aunque algunos trincherazos tuvieron mucho sabor y el macheteo final fue de lo mejor nada de lo que hizo se le valoró, estaba todo en contra y nada iba a cambiarlo. Dos silencios dijeron adiós al sevillano en su paso por el Otoño madrileño.
Visto esto de ayer y en espera de lo que hay para esta tarde me surgen varias preguntas. Por ejemplo, no dudo del mérito de Leal y Ortega para estar acartelados ayer, pero desde que vi la composición de la Feria de Otoño me llamó la atención la ausencia de David de Miranda, una de las máximas revelaciones de San Isidro con su Puerta Grande y un toreo celestial, y de Diego Urdiales, gran triunfador del pasado Otoño. ¿No había sitio para ellos en un día como el de ayer? No sé lo que hubiera pasado porque los toros de Puerto de San Lorenzo salieron como salieron, pero me jugaría una cena a que la entrada habría sido mucho mejor. Y otra pregunta, o mejor dicho, una tristeza que me duele profundamente porque hay una ausencia que para mi pone en evidencia una falta de sensibilidad y respeto por parte de la empresa. En el pasado San Isidro se puso en marcha el famoso bombo. La Feria tenía dos pilares, Roca Rey y Enrique Ponce. Enrique, con casi 30 años de alternativa, dijo que sí desde el principio y no puso pega alguna a la empresa, todo fueron facilidades y colaboración. Luego vino su lesión de rodilla y gracias a que Juli se puso serio y aceptaron sus condiciones pudo Simón Casas salvar la situación. Ponce se ha recuperado de su grave lesión en tiempo récord, ejemplo de pundonor y profesionalidad, ha vuelto en plenas facultades y lo ha bordado en este verano, además de comportarse con las ganas de un novillero que empieza. Digo yo, ¿no tenía cabida en al corrida de esta tarde? Toros de Victoriano del Río, Nuñez del Cuvillo y Juan Pedro Domecq para el mano a mano entre Miguel Ángel Perera y Paco Ureña. ¿No podía ser una terna?. Me imagino que tendrán sus razones, pero repito, me parece una falta de sensibilidad y más aún de respeto hacia la máxima figura del toreo de hoy y siempre, que acudió al rescate del bombo sin dudarlo y que para mi debía estar presente en este Otoño madrileño, hoy u otro día, pero creo que es lo mínimo que merecía el maestro Ponce.
Por cierto, lo de hoy. Conociendo como conozco a cierto sector de la plaza, recordando la que se montó porque Perera cortó dos orejas y abrió la Puerta Grande al inicio de San Isidro, sabiendo de las fobias, Miguel Angel es una de ellas, y las filias, Ureña es hoy por hoy su consentido absoluto, del sector más intransigente, el que quiere imponer sus caprichos porque sí, mucho me temo pero creo que para Perera puede ser un infierno de tarde, esperando al mínimo detalle para abroncarle y sin pasarle ni media. A lo mejor me equivoco, ojalá, pero huele a encerrona. En cualquier caso, en hora y media saldré de dudas.

Antonio Vallejo 

sábado, 28 de septiembre de 2019

Tomás Rufo: El sueño de la realidad


Corría el mes de abril del año 2015, el día 19 en concreto, un domingo de principio de temporada en Madrid en el que se anunciaba una novillada de La Ventana del Puerto en cuyo cartel aparecía el nombre de un joven peruano de 19 años que se presentaba en Madrid en medio de una enorme expectación por todo cuanto de él se contaba. Aquella tarde no defraudó, conquistó Madrid con su toreo arrollador y arrebatador, por una entrega y un valor pocas veces visto que le llevaron a cortar una oreja a cada uno de sus novillos y descerrajar así la Puerta Grande de la primera plaza del mundo camino de la gloria. Cuatro años han pasado desde entonces, ningún novillero ha sido capaz de abrir esa anhelada puerta de los sueños, cuatro años de sequía, de ver como ese escalafón languidecía de manera alarmante, cuatro años desesperanzadores para el futuro de la Fiesta, cuatro años hasta el 18 de julio de 2019 - esa fecha tenía que ser por la gracia de Dios - para que sobre la arena venteña hiciera su presentación en aquella novillada nocturna otro joven de 19 años, esta vez un toledano de Talavera de la Reina, que llenó de ilusión y esperanza a la afición madrileña. Aquella noche cuajó una más que notable actuación ante dos utreros de José Cruz cortando una oreja al tercero y perdiendo otra con la espada ante el sexto. Una noche en la que deslumbró por su mando y su mano baja, toreo poderoso y con clase que le dejó a las puertas de la gloria. Desde entonces ha perseguido un sueño, el mismo de todos cuantos quieren ser figuras del toreo, y ayer lo consiguió, con todo merecimiento, sin un solo pero que ponerle, con Las Ventas entregada a su arte y la afición rendida a sus pies.
Sí, ayer arrancaba una nueva Feria de Otoño en Madrid en una tarde aún veraniega en lo climatológico con una novillada de Fuente Ymbro para la terna integrada por El Rafi, Tomás Rufo y Fernando Plaza que tan solo consiguió llevar a media plaza. Lo siento por los que ayer no quisieron venir a verlo, muchos abonados, ¡lo que se perdieron!. Ricardo Gallardo trajo a Madrid una más que interesante corrida, seis novillos bien presentados, variada de hechuras, pero todos serios y con trapío para Madrid. Baste reseñar que cuatro de ellos sobrepasaron los 500 Kg y para mi gusto destacaron por su presencia el primero, quinto y sexto, hechuras y cara de toros, algo basto el cuarto siendo segundo y tercero los que mejor se identificaban como novillos por su peso y cara, lo cual no es un desmérito, ni mucho menos, pero es que en Madrid se ha plantado tal exigencia que parece pecado que un novillo sea novillo. Pero ni a estos se les reprochó nada de salida. Una corrida que en cuanto a juego fue variada contando con la menos tres novillos con opciones y calidad, primero, segundo y quinto, un sexto complicado y correoso que en su brusquedad llevaba emoción, quedando tercero y cuarto como los más deslucidos del encierro.
El que abrió plaza fue un novillo que mostró sus mejores cualidades por el pitón derecho en las verónicas de saludo de El Rafi mientras que por el izquierdo se venía un poco por dentro. Digno en cualquier caso el saludo del nimeño en su presentación ante Las Ventas. Cumplió sin más en el caballo dejándose pegar, lo probó Tomás Rufo en un quite por chicuelinas en el que de nuevo se coló por el pitón izquierdo y en banderillas brilló Ángel Gómez con dos buenos pares. En la muleta el novillo mostró nobleza y un punto de clase aunque creo que le faltó empuje y fuerzas. Pulcro y aseado el francés tras un inicio por alto para instrumentar dos buenas series en redondo con temple y mano baja, pero la escasa duración del fuentymbro y que quizás El Rafi acortara pronto las distancias no permitieron que la faena tomara vuelo. Lo pasaporta de una entera algo contraria y la cosa queda en silencio con algunas palmas para el novillo en el arrastre. No lo tuvo fácil ante el cuarto, un ejemplar alto y cuajado, quizás algo basto de hechuras para mi gusto pero que igual que el primero pasaría por toro en muchas plazas. Descompuesto en su embestida, sin humillar, distraído, sin fijeza, pasa sin entregarse en el capote y tampoco se emplea en el caballo, mansea y muestra querencia. En la muleta no mejora sus condiciones, la cara arriba, puntea las telas, desentendido de todo, El Rafi le da la altura que pide, trata de ponerle la muleta por ambos pitones e intenta conducirlo en largo, pero la colaboración del novillo es nula. Disposición es lo único que el francés puede mostrar y de nuevo su actuación es silenciada. Habrá más tardes para verle en Madrid, la de ayer fue un tanto fría y quedan aún en incógnita las cualidades que pueda llevar dentro el nimeño.
El madrileño Fernando Plaza confirmó las sensaciones que dejó en el pasado San Isidro, las de un novillero formado y con muy buenas maneras, firme y solvente, con mucha seguridad. El tercero salió suelto, sin fijeza, con la cara alta, sin entrega en el capote y sin demostrar nada en el peto. Lo probó El Rafi en un quite por chicuelinas y tafalleras vistoso en el que se enceló más y tan solo en los primeros muletazos por estatuarios con los que el madrileño arrancó su faena encontró nobleza y algo de entrega por parte del fuenteymbro. Pronto fue a menos, soso y deslucido, con escaso recorrido y carne de emoción por más ganas que le puso Plaza que a mi modo de ver alargó demasiado un trasteo que decía muy poco, carente de ritmo y continuidad. Pero a un novillero hay que entenderle y comprender que quiere sacar de donde no hay porque su futuro está ahí y no puede dejar pasar ni la mínima oportunidad por lo que no le censuro sus ganas de agradar. El sexto era un tío, otro con hechuras de toro y que además se mostró complicado y peligroso. Correoso y brusco desde salida, arrolló al madrileño con el capote, afortunadamente lo levantó con la pala sin llegar a empitonarlo, pero el susto fue de aúpa. Novillo reservón y probó, miraba y medía en todo momento, se paraba a cada toque de Plaza, calibraba la situación y al pasar soltaba la cara. Bueno, eso cuando pasaba, porque el madrileño aguantó parones y miradas que helaban la sangre, además de tragar tronillazos y arreones por ambos pitones. No le perdió la cara en ningún momento, le puso la muleta adelantada y trató de conducir la embestida en largo y bajando la mano. Enorme la entrega y mayor el mérito ante ese novillo, labor encomiable que en algunos muletazos alcanzó una profundidad que parecía imposible. Faena en la que la emoción residía en un peligro ante el cual Plaza demostró firmeza y mucha seguridad, rematando con unas bernardas ceñidísimas que cortaban la respiración. Para mi, si no se hubiera atascado con la espada habría merecido una oreja, y también creo que Madrid lo pensaba, solo hizo falta escuchar la gran ovación que saludó tras la muerte del sexto. 
Pero la tarde era de Rufo, así debía estar escrito en algún lado. Al talaverano le correspondieron los dos mejores novillos del encierro, especialmente el quinto, bravo, enclasado, con humillación, repetidor y duración. El segundo salir sin fijeza, con movilidad y desplazamiento pero sin entregarse, sin humillar ni lucir en el capote de Rufo. Empuja con codicia en una buena primera vara, en quites asistimos a la sana rivalidad y competencia que parece olvidada con dos quites por gaoneras ceñidísimas, cargadas de emoción, y es en banderillas donde ese extraordinario torero de plata que es Fernando Sánchez le enseña el camino por el pitón izquierdo dejando un par marca de la casa. Hago un inciso para volver a insistir en lo importante que es la labor de los subalternos y en reseñar una vez más la etapa de oro que estamos viviendo en este escalafón llamado de plata repleto de grandes toreros que bregan como los ángeles y banderillean como dioses. Así fue ayer. Creo que nadie daba un duro por ese novillo en la muleta, salvo Tomás Rufo probablemente siguiendo el camino marcado por Fernando Sánchez. ¡Cómo toreó al natural! Una auténtica maravilla, demostrando que aquel mano y aquella mano baja del 18 de julio - bendita fecha - no fue fruto de la casualidad. tandas rotundas, poderosas, templadas, la mano muy baja, sometiendo a un novillo nada fácil y que exigía, toreando despacio, con mucha clase y elegancia, naturales hondos, adornos por bajo repletos de sabor, una trincherilla que era un cartel, torería al natural. también nos lo mostró por el derecho, por ahí no pasaba, cabecea y punta la franela, pero incluso llega a cara algunos derechazos ligados por bajo de mucho valor. Y el final de faena, por fin un final de faena alejado de las manoletinas y bernardinas que parecen obligadas, ayudados por bajo, genuflexo, alargando el viaje para abrochar con un trincherazo monumental y un estoconazo volcándose sobre el morrillo que valieron una oreja de ley. Media puerta abierta y todo pendiente del quinto, un salpicado de preciosa lámina, hechuras para enmarcar, un auténtico toro, con mucho cuajo. Escondió sus virtudes en el capote, la cara alta, bronco en su embestida y sin demasiada movilidad. El galleo por chicuelinas con el que lo llevó al caballo ya presagiaba cosas muy distintas, aparte de inundar de gusto y torería el ruedo de Las Ventas. Ahí fue, en le peto, donde Hechizo, así se llamaba este utrero, destapó su bravura. ¡Cómo se arrancó al caballo de Manuel Sayago! en largo, con extraordinario galope, metiendo la cara abajo y empujando con los riñones. Sensacional y bellísimo tercio de varas que seguro contribuyó a mejorar al novillo de cara a la muleta. ¡Que importante es este tercio y que poco se valora!. Y lo mismo digo de la cuadrilla, con una brega magnífica por parte de Serio Blasco y un tercio de banderillas magistral a cargo de Rafael González y Fernando Sánchez que saludaron desmonterados la gran ovación de una plaza en pie. Si el novillo había enseñado sus magníficas condiciones Rufo no quería ser menos y  abrió de par en par su alma torera para llenar de emoción los corazones de los aficionados. Para mi fue eso, una faena engendrada en el alma y parida por la naturalidad, sin guiones previos, brotando de la imaginación de un joven, casi diría un niño que veía cerca sus sueño. Me hizo vibrar y sentir el toreo como lo han hecho los más grandes, de verdad. Viéndole torear no parecía un novillero que hacía su presentación en Madrid, más bien parecía un matador con años de bagaje. Entendió al novillo a la perfección, le dio distancia para enganchar alante las prontas arrancadas del animal, lo condujo templado, la mano baja, alargando el viaje aprovechando las excelentes cualidades del fuenteymbro, que se venía en largo, que humillaba y repetía con codicia, bravo y noble. Tandas en redondo profundas, toreando encajado, pasándoselo por la cintura, metiendo los riñones, la mano baja, rematando con unos de pecho largos, casi infinitos, a la hombrera contraria, recordando en algunos al maestro José Mari Manzanares. Sabores y aromas a toreo caro en cada pase, más aún por el pitón izquierdo, tandas de naturales hondos, la mano muy baja, la muleta barriendo la arena, muy lentos, erguido, preciosa estampa, y el novillo humilla y repite con bravura. cada muletazo es una pintura, cada serie una galería, la faena un museo del mejor arte, poder, mando, clase gusto, torería en su máxima expresión, también en el andar y la manera de llenar el ruedo, impropio de alguien que a sus 19 años es poco más que un niño . y con tan solo seis novilladas con picadores a sus espaldas. También cierra la faena por bajo, una delicia, despacio, con inmenso gusto, sin prisas para colocar al novillo y entrar a matar con garantías. Y así lo hizo, fulminó al gran novillo de una estocada hundiendo el acero hasta la yema, arriba, de efecto fulminante. Para mi eran dos orejas, y para la gran mayoría también, solo hacía falta ver el mar de pañuelos blancos que cubría los tendidos de Las Ventas y la perseverancia con que se pidieron los dos trofeos. Pero el que ayer calentaba el palco no sé que debió ver para negar la segunda oreja, a lo mejor pesó en su decisión el grito fuera de tiempo y lugar del bobo de la andanada del 8 que tarde tras tarde se empeña en dar la nota, ese que va a la plaza con su grito cansino ya de "se va sin torear". Sí, de verdad, que el mismo bobo lo grita ayer, hace falta ser bruto. Pero el presidente debía ser amigo o familiar para hacerle caso, si no no lo entiendo. Lo único seguro es que Gonzalo J. de Villa Parro volvió a demostrar ayer lo mal aficionado que es. Después de cómo toreó y mató Rufo al quinto, después de lo que nos hizo sentir, negarle a un novillero la segunda oreja es de mal aficionado y de mala persona, negándole un premio merecido que puede lanzar a este joven camino de los contratos y el éxito. No se puede tratar así a estos jóvenes que son el futuro de la Fiesta, hay que tener un mínimo de sensibilidad y de sentido de la justicia, más aún cuando se torea con el alma y se mata con verdad.
Pero nada ni nadie pudo ayer evitar que un joven de Talavera saliera a hombros por la Puerta Grande de madrid, la que lleva directa al cielo del toreo, cumpliendose así su mayor anhelo, el sueño de la realidad.

Antonio Vallejo

lunes, 2 de septiembre de 2019

¡Así da gusto!


Una gran tarde de toros la de este domingo, sí, una corrida sensacional, sí, y en San Sebastián de los Reyes, sí, ¿por qué no?. Una corrida triunfal con la terna a hombros pero sin triunfalismos artificiales, una corrida en la que  vivimos pasajes de toreo de muchísimos quilates, sí, en una plaza de tercera, ¿por qué no?, ¿acaso no es posible eso?. Una corrida en la que el público fue a divertirse y a disfrutar con lo que son los toros, una fiesta, la Fiesta, con ganas de ver torear, y vimos mucho, sin ánimo de criticar hasta el mínimo detalle, que cuando hubo algo que censurar se hizo, demostrando que la alegría no va reñida con el rigor y la seriedad, que los trofeos pedidos y concedidos lo fueron justamente a mi modo de ver. Y digo más, dos faenas hubieran sido de dos orejas en San Sebastián de los Reyes y a tan solo 20 km de allí, en Las Ventas, aunque algunos se rasguen la vestiduras. Muchos aficionados debieran salir de sus reductos taurinos, dejar de mirarse el ombligo, olvidar por un momento tanto purismo y vivir los toros como lo que son desde que nacieron, una fiesta, la Fiesta, que por decir esto y reconocerlo no se es ni mejor ni peor aficionado. Pero sabiendo siempre donde se está, ojo.
Una gran tarde de toros que además contó con unos anfitriones de primera, los hermanos Javier y Román Beitia, propietarios de la emisora local SER Madrid Norte, quienes allí nos esperaban para atendernos con todo detalle, sin que faltara de nada, ni comida ni bebida, tanto en los previos como durante la corrida, atentos, generosos y amables, para los que no tengo palabras suficientes de agradecimiento por lo bien que lo pasamos y lo a gusto que estuvimos, hablando de toros y de lo que nos son toros, conversaciones amenas y distendidas, un auténtico placer. De verdad, gracias por todo.
Seis toros de Luis Algarra, en realidad siete ya que tuvo que saltar un sobrero del mismo hierro al lesionarse el primero, correctos de presentación para una plaza de tercera, astifinos, desiguales de hechuras, el mejor es este aspecto fue, para mi, el sexto, bajo, hondo, cuajado, acapachado y abrochado pero con cara y seriedad, y con un juego variado destacando por encima de todos el segundo, un gran toro, pronto, con recorrido, humillación y repetición, bravo y noble, con un tercero muy enclasado y también con humillación, el primero con calidad y nobleza, el cuarto distraído y con tendencia irse, un quinto soso y deslucido y el sexto, curiosamente el que destacaba para mi por hechuras, el peor en cuanto a comportamiento, reservón, midiendo y soltando la cara con peligro. Para lidiarlos una terna de lujo con Enrique Ponce el eterno, José Mari Manzanares, maestro, y Pablo Aguado, la sensación del momento, posible poseedor del duende y el pellizco en un futuro muy próximo. Una terna que cuajó una sensacional tarde, tres orejas para el valenciano, dos para el alicantino y otras dos para el sevillano que hicieron las delicias de los aficionados. Lo comentaban Javier y Román, nadie recuerda que a la muerte del tercero toro se hubieran cortado seis orejas, dos por coleta, algo inimaginable. Por ponerle un pero a la tarde, que la plaza, con ese cartelazo, no se llenó. Algo más de dos tercios, quizás, pero por lo que me comentaron la feria no ha atraído al público como hubiera sido deseado,  con entradas de media plaza en los días anteriores a pesar del esfuerzo de la empresa por confeccionar carteles con máximo atractivo.
Enrique Ponce recibió al primero a la verónica con suavidad ganado pasos para rematar con una preciosa media desmayada, cuidando al de Luis Algarra, que echaba las manos por delante y mostraba justeza de fuerzas. Se lesiona al salir del caballo y cae con estrépito en banderillas, teniendo que ser devuelto ante las protestas lógicas y justificadas del público. Lo que decía al inicio, qua la fiesta no va reñida con la seriedad y el rigor, y si un toro no vale se hace saber. Sale en su lugar un sobrero del mismo hierro que muestra fijeza, repite y mete bien la cara en el capote del Ponce que lo saluda con verónicas acompasadas, meciendo la embestida para rematar con una revolera. Mete la cara en le peto y en banderillas muestra movilidad y fijeza, aunque tampoco va sobrado de fuerzas. Ponce, eterno Ponce, le aplica la medicina que tantas veces le hemos visto aplicar, temple y suavidad, mimando al toro, consintiéndole en los muletazos de tanteo, mimándole para que no pierda las manos, ganándole terreno para llevárselo a los medios. Toro noble y repetidor al que Enrique lleva a media altura, desmayado, con suavidad, tandas en redondo cada vez más encajado, bajándole la mano poco a poco, cada vez más profundidad y cada vez más emoción. Por el pitón izquierdo protesta, suelta la cara y no se entrega, por lo que vuelve al derecho para instrumentar una magnifica tanda en redondo obligñandole, por bajo, la figura relajada, enroscándose al toro, tapándole la cara, llevándolo muy toreado, todo entre los olés de una afición rendida a su maestría. Bonito broche de faena genuflexo, enganchando al toro en la cadera para así aprovechar al máximo la corta embestida del toro, para acabar toreando erguido, desmayado, en una portentosa tanda en redondo de mucha calidad, bajando mucho la mano, muy despacio, de locura. Mata de una entera fulminante que hace rodar al toro sin puntilla. Dos orejas pedidas con mucha fuerza que el presidente concede. ¿Excesivo?. Pues según se mire, le sacó todo y algo más al toro, cuajó tandas de inmensa calidad y mató a la perfección. ¿Por qué no?. Si hay que pecar que sea de exceso. Ante el cuarto Ponce demostró, una vez más, por qué es el número uno eterno e inmortal. Casi treinta años de alternativa, dos orejas cortadas a su primero, puerta grande asegurada, plaza de tercera, le sale un toro hecho cuesta arriba que echa las manos por delante y lleva la cara alta, sin fijeza, suelto en el capote, distraído, ¿y qué más da?. Al primero le sacó más de lo que tenía, se lo hemos visto miles de veces, portento de técnica y conocimiento, y lo que hizo al cuarto también se lo hemos visto durante treinta años. Lo fácil hubiera sido despacharlo con brevedad, pero Enrique no entiende eso, le da igual que sea una plaza de tercera que una de primera, su compromiso y su entrega está por encima de todo. Se lo vi hacer en Málaga hace medio mes, jugándosela como un novillero que tiene que ganarse contratos. Ayer en San Sebastián de los Reyes tuvo paciencia, poco a poco fue poniéndole la muleta en la cara, tapándole la salida, técnica y conocimiento descomunal para acabar embarcando al toro en la muleta, llevándolo muy cerradito y muy toreado, tapando todos los defectos del animal. No se cansó en ningún momento, derrochó ganas y pundonor especialmente por el pitón izquierdo donde buscaba la huida a tablas con descaro. Magia en la muleta de Ponce, naturales impensables, con hondura, molinetes para dejárselo colocado en la derecha y enganchar unos redondos de lujo, templados y ligados por bajo. Poncinas finales que ponen la plaza patas arriba , un pinchazo más una entera que revienta al de Luis Algarra que valen una oreja de ley en reconocimiento a la profesionalidad y la disposición del que lo es todo en el toreo pero para el que cada día que se viste de luces parece el primero y que se da entero a todas las aficiones de todas las plazas. Un maestro insuperable.
Manzanares recibió al segundo por verónicas cargadas de temple, ganando pasos, ceñidas, para rematar con una media gustosa a un toro que repite y mete la cara con gran clase, humilla, tiene fijeza y repite. Inicia la faena por bajo, muletazos cargados de sabor, una trincherilla de ensueño para sacarlo a los medios con torería. Toreo poderoso y con enorme profundidad del alicantino en la muleta, series en redondo adelantando la muleta, enganchando la embestida, tirando del toro, viaje largo, mano baja, poderoso y rotundo, mando en redondos obligando mucho al toro, la muleta barriendo la arena. Toro bravo, noble, con recorrido, fijeza y mucha humillación, toro de dulce, de inmensa calidad, bravo y repetidor que le permite a Manzanares ligar las tandas con una emoción máxima, vaciando la embestida por debajo del palillo.  Prueba al natural pero por ese pitón el recorrido es menor y la embestida menos clara, lo intenta y sea algún natural con hondura, pero está caro que el bueno es el derecho, al que vuelve con una soberbia tanda de derechazos corriendo la mano con largura, profundidad, la mano muy baja, perfectamente acoplado, integrísima emoción, la plaza rugiendo en olés para rematar con ese pase de pecho eterno que ejecuta como nadie, a la hombrera contraria, descomunal. Toreo poderoso y toreo repleto de arte que abrocha con una estocada antológica en la suerte de recibir y que pasaporta al sensacional toro de Luis Algarra sin puntilla. Dos orejas sin contestación allí, en Sevilla, en Bilbao o en Las Ventas, y así podía seguir enumerando todas las plazas de España, Francia y América, y vuelta al ruedo para un gran toro, bravo, noble, con recorrido, duración y con una humillación que le hacía olisquear la arena en cada muletazo. El quinto es un toro con escaso recorrido en le capote, sin fijeza, distraído y desentendido, mansea en el caballo y corta en banderillas, un toro que dice muy poco de cara a la faena de muleta. Suelta la cara, un tanto a la defensiva, sin clase, muy deslucido. Sensacional José Mari, le pone la muleta en la cara, muy tapado, cerrándole la salida, con mucho poder y mando para acabar componiendo una meritoria serie en redondo sacada de la nada, igual que al natural, encelándolo en su muleta con magisterio y magia, porque a un toro que no decía nada, soso y deslucido, sin entrega, le acabó pegando muletazos inimaginables unos minutos antes. Enorme Manzanares, comprometido ante todas la aficiones. Pichazos hondo y una entera le valen una fuerte y cariñosa ovación que recoge en el tercio. Vuelvo a lo que comentaba al principio, el público supo calibrar perfectamente lo que hizo Manzanares y no se dejó llevar por lo más fácil, la euforia y el triunfalismo de la inercia de orejas que llevaba la tarde, todas merecidas a mi modo de ver, sino que mantuvo el rigor y premió como a mi modo entender era lo justo.
Lo de Pablo Aguado es, primero, para disfrutar, y segundo, para soñar. hay que disfrutar de este sevillano que nos está trayendo cada tarde aromas al mejor toreo de todos los tiempos, sabores añejos del arte del sur. Es diferente, su figura, su andar, su manera de citar, su reposo, la marea de conducir la embestida, de fuera a dentro, ceñido, todo con naturalidad y relajo, la mano baja, con sensación de torero cuajado cuando lleva tres años de alternativa y esta es la primera que está toreando en todas las plazas. No sé si exagero al decir que Aguado lleva el duende y el pellizco en su capote y su muleta, pero se nota de quien ha aprendido y quien es su referente. Las verónicas de ayer eran Romero y Morante, las manos, la manera de mecer la embestida, suavidad, temple, despaciosidad, muy lento, deteniendo el tiempo, parando los relojes, demostrando que la eternidad se puede ver y tocar, verónicas de ensueño, abandonado, toreando con la cintura, a compás, para rematar con una media de cartel, aromas del ayer y presagios de un mañana que queremos sea hoy. Si fueron apoteósicas las verónicas de recibo más aún lo fueron las que compuso a la salida del caballo, más temple imposible, más gusto imposible, más despacio imposible, los relojes detenidos, gloria bendita. Extraordinario el tranco del toro en banderillas y sensacional su juego en la muleta, bravo, pronto, repetidor, con recorrido y humillación, otro muy buen toro para una faena de muleta que sacó de lo más profundo del alma todos los sentimientos y las emociones que un aficionado pueda sentir. Torería en cada paso, gusto, arte, sabor en cada pase, tandas en redondo con largura, embarcándolo alante, la mano muy baja, ceñido, encajado, vaciando la embestida por abajo, toreo lento, templado, relajado y con naturalidad que remata con pase de pecho monumentales en cada serie, y todo en los medios. Al natural lo bordó, ¡cómo le echaba los vuelos!, ¡cómo los tomaba el de Algarra! después de un molinete garboso con el que se quedó perfectamente colocado para dibujar series divinas, hondas, manejando la franela con la muñeca, un grácil movimiento y el toro se iba con clase y codicia tras el engaño, naturales lentísimos, otra vez el tiempo parado, la eternidad ante nuestros ojos, imposible torera más despacio. Toreo a compás, sevillanía en el norte de Madrid, que se acompañan del final añorado, por bajo, troncherazos y pase de la firma, otro de desdén mirando al tendido cargados de sabor a toreo eterno. Se tira a matar y deja un espolonazo arriba que parte en dos al magnífico toro. Dos orejas allí y en cualquier plaza, como dije antes con Manzanares. El que cerraba plaza fue para mi gusto el de mejores hechuras, bajo de agujas, hondo, cuajado, acapachado y abrochado pero con presencia y seriedad, astifino, pero que tan solo se empleó en el capote del sevillano que nos dejó para el recuerdo otro ramillete de verónicas sedosas y acompasadas, templadas, lentas, que prometían más. Pero rompiendo el dicho que los de buenas hechuras embisten mejor  el toro fue a menos y a peor llegando a la muleta con la cara alta, derrotes secos con peligro, a la defensiva, reservón, midiendo, con poco recorrido, reponiendo. ¿Quién dijo miedo?, ¿quién dijo que los artistas no tiene valor?. No se amedrentó Aguado, le plantó cara, le consintió las brusquedades en la primeras tandas, a media altura, tragando parones y miradas, aguantando los arreones, peligro sordo, impasible, poniéndole la muleta en la cara, tratando de atemperar la bronca y descompuesta embestida a base de mando y de bajarle la mano para acabar robando una tanda final en redondo de muchísimo mérito, templada y ligada con despaciosidad, inimaginable, que remata con una gran estocada y descabello que le valió una gran ovación recogidas desde el tercio como justo premio a su labor de entrega, compromiso, dignidad y una vergüenza torera más propia de un matador curtido que de un joven que arranca su carrera.
La Fiesta en todo su esplendor, una gran tarde de toros, arte, sentimiento y emoción, triunfo y alegría pero sin euforias desmedidas, la terna a hombros... Y a todo eso hay que sumar la hospitalidad de unos anfitriones de primera, Javier y Román, además de la gentileza y generosidad de un gran amigo. ¡Así da gusto!

Antonio Vallejo