El otoño suena siempre a melancolía, al adiós a un verano sinónimo de luz, color y alegría, acortan los días, caen la hojas, vientos que anuncian la pronta llegada del duro invierno. Y para los taurinos el otoño significa el adiós a la temporada, la que vimos alumbrar con alegría allá por febrero y que pronto echará el telón. Tiempo de melancolía. Ese telón se ha echado esta tarde en el cierre de la feria de otoño, antesala del fin de la temporada en la plaza madrileña que será definitivo el próximo fin de semana con la corrida del 12 de octubre y la novillada final del certamen Camino hacia Las Ventas. Por delante el vacío hasta que allá por marzo del próximo año se abran de nuevo las puertas y la nueva primavera llene de luz e ilusión el alma taurina.
No ha sido el adiós deseado para esta Feria de Otoño, ni de lejos, más aún después de la intensidad de emociones y pasión que vivimos ayer con Antonio Ferrera. Decepcionante, deprimente, horrible sin paliativos el juego de los toros de Adolfo Martín, vacíos, sin fondo, sin nada dentro, ni bravura, ni raza, ni casta, ni fuerzas, ni tan siquiera una presencia y unas hechuras para enamorar, nada. Tan solo Curro Díaz ha podido aprovechar el buen pitón izquierdo del cuarto para tejer naturales hondos y ligados repletos de gusto y clase y Manuel Escribano ha demostrado una vergüenza torera y una entrega sin límites ante el complicado y peligrosísimo tercero, mientras que López Chaves no ha tenido opción alguna ante un lote imposible. Una corrida deslucida que ha dejado vacía el alma de los aficionados, ayer desbordante de alegría y felicidad, hoy triste como el otoño, como el adiós.
Exagerado el primero en su arbolada, descomunal amplitud de pitones, cornipaso, para mi gusto desproporcionado respecto a su caja y cara. No ha ido mal en el capote, humillaba y repetía en las verónicas de saludo enclasadas de Curro Díaz, ni ha hecho mala pelea en el caballo, tres puyazos en los que acudió al peto con buen tranco y en los que metió la cara abajo, incluso en banderillas ha permitid a Juan Carlos García colocar dos buenos pares, con oficio, pero su justeza de fuerzas le ha hecho llegara vacío a la muleta. Tenía fijeza, humillaba y mostraba clase, pero no pasaba, se quedaba corto, debajo de las telas y su carencia de energía le llevaba a reponer y defenderse con peligro, además de desarrollar sentido por el pitón izquierdo. Firme y seguro el jienense plantándole la muleta para tratar de conducir las embestidas con suavidad pero la falta de transmisión del adolfo impidió que la faena tomara vuelo. El cuarto toma con buen son el capote que le ofrece Curro, verónicas templadas, alguna de mucho empaque, repite pero lleva la cara arriba y le cuesta humillar. Sensacional el quite de López Chaves por delantales, cargado de sabor, para rematar con una media preciosa. Toro de un solo pitón, el izquierdo, por el que Curro Díaz nos dejó lo mejor de toda la tarde. Naturales templados y con hondura, mucha torería, bajando la mano y con el Adolfo humillando y repitiendo, aunque manteniendo ese carácter que le da su sangre Albaserrada, exigente, obligando a Díaz a perder medio pasito entre muletazo y muletazo para colocarse, gran capacidad y técnica así como sobrado conocimiento de este encaste, de su exigencia y sus complicaciones, por parte del de Linares. Además de eso gustosos los remates por bajo, trincherazos y pases de la firma con aires del sur con los que trató de llenar, aunque fuera un poquito, el vacío de la tarde. Pinchazo y entera al segundo encuentro que le valen a Curro Díaz una fuerte ovación recogida desde el tercio a la que hay que sumar la tributada al de Adolfo Martín en el arrastre.
Manuel Escribano también ha contribuido, y mucho, a intentar llenar el vacío de la tarde a base de integra, compromiso, verdad y una vergüenza torera que un personaje deleznable llamado Gonzalo J. de la Villa Parro - ¡otra vez este tipejo oKupa del palco! - no ha sabido ver por su vacío de conocimientos taurinos y su vació de afición. No puede volver ni un día más al palco, es un cáncer para la Fiesta y un peligro público, por mucho comisario d policía que sea. Vomitiva su actitud chulesca en el palco y la manera en que ha maltratado a un hombre que se ha jugado la vida a cara de perro ante un toro que era un alimaña. Se fue a recibir al tercero a porta gayola, sale mirando el Adolfo, parado, despistado, se fija en el sevillano, va hacia él y cuando llega a su terreno se frena, le busca y hace por él. Susto de los gordos, afortunadamente sin herirle. No se inmuta Escribano, se incorpora y le enseña el capote. El toro se vuelve a frenar, luego acomete, a veces humilla, a veces suelta la cara, parece que repite pero es más violencia que clase, repone y se revuelve con sentido y peligro. Esas complicaciones han seguido en banderillas, esperando a Escribano que, atendiendo a su costumbre, pone los pares a sus toros. En el primer par, de fuera a dentro, el toro le pone la punta del pitón en el muslo después de esperarle y medir para soltar un derrote seco, se libra de milagro Manuel. Igual tónica en los dos siguientes pares, de fuera adentro y con mucho riesgo y más peligro, mascándose la tragedia. Pues al del palco no le ha debido parecer suficiente y le ha obligado a pasar el trance de nuevo porque solo había tres palos sobre el lomo del toro, a pesar que el matador había pedido el cambio de tercio. A ver si te enteras, Gonzalito, que el reglamento dice que cuando es el propio matador quien pone las banderillas ¡PUEDE PEDIR EL CAMBIO DE TERCIO EN CUALQUIER MOMENTO!. Que lo de los cuatro palos colocados es cuando banderillea la cuadrilla, pedazo ignorante. Y que la Fiesta tenga que estar en manos de tipos como este, hay que jod...fastidiarse. La historia en la muleta estaba claro que solo podía ser la que fue, un toro peligrosísimo, orientado, sin recorrido, reponiendo, buscando siempre la carne, soltando arreones y tornillazos constantemente. Lleno de entrega y valor Escribano, pasando las de Caín pero sin renunciar a ponerle la muleta y tratar de llevarlo toreado, llegando incluso a sacar algunos redondos templados y ligados, tapándole la cara al toro, que no me explico cómo ha sido capaz de hacerlo. Una entera trasera y tendida pasaporta a la alimaña.También se va a porta gayola a recibir al veleto sexto con una larga cambiada, ¿se puede pedir más compromiso?. El de Adolfo se frena en el capote, parece que humilla pero no embiste con claridad, lo lidia sensacionalmente andándole hacia atrás y echando el capote abajo para sacarlo a los medios, magnífico. Como hizo ante el tercero también toma los palos y ejecuta el tercio de banderillas con dos pares de fuera a dentro colocados con limpieza y un tercer par cerrado en tablas, al quiebro y al violín, con mucho riesgo, que pone a la plaza en pie. En la muleta no sirvió para nada, sin recorrido, sin empuje, sin entrega, desplazándose a trote cochinero, soso y deslucido, sin decir nada, en definitiva, vacío. Lo intentó Escribano, le puso la muleta pero se encontró con una animal imposible para el lucimiento.
Se protestó al segundo por su falta de remate aunque presentaba dos puñales por pitones, engatillado y astifino, con seriedad, pero la tablilla marcaba 482 Kg. Por si faltaba algo pierde las manos desde los primeros compases y las protestas crecen, pero en un tono más que razonable para lo que estábamos viendo. De nuevo tengo que destacar en la tarde de hoy el comportamiento de todo el público, que ha tenido motivos más que de sobra para protestar e incluso montar la marimorena pero que ha mantenido la compostura y ha demostrado una paciencia sorprendente para bien. Toro que ha pasado sin pena ni gloria por el caballo y banderillas y que ha llegado a la muleta como era de espera, vacío, sin una gota de gasolina en su motor. Hay que decir que apuntaba clase y humillaba, debía tener algo escondido muy en su fondo, pero su falta de fuerzas y empuje condicionó todo. Faena muy deslucida y carente de emoción, mucha técnica y suavidad de López Chaves, temple y calidad en le manejo de la franela pero sin poder conectar con los tendidos, absolutamente imposible, como también lo fue el manso quinto. Un toro con mucho volumen para lo que suele ser este encaste, marcó 592 kg, que se asomó a la puerta de toriles, miró, se dio la vuelta y tomó el camino de regreso, así hasta tres veces. Un manso en toda regla al que López Chaves tuvo que ir a buscar a la misma puerta de toriles. Alí le provocó las acometidas y primero apretándole hacia dentro para posteriormente sacarlo a los medios andándole hacia atrás y echando el capote abajo para someterlo nos brindó una lidia extraordinaria y bellísima, repleta de emoción y que puso a la plaza en pie. Y por más hubo, salvo dos sensacionales pares de José Chacón, haciéndolo todo, exponiendo una barbaridad, porque la faena de muleta no tuvo historia. Muy deslucido, corto de recorrido, soso, embistiendo a media altura, sin gracia alguna ante un Lopez Chaves pulcro, técnico y aseado que condujo al adolfo con temple y suavidad pero sin poder tomar vuelo en ningún momento ni generar emoción aunque lo intentó de todas las maneras. Voluntad y disposición a raudales sin recompensa posible.
Una tarde que intentaron llenar Díaz, Escribano y López Chaves con su valor y su entrega en una misión imposible ante el inmenso vacío de los toros de Adolfo Martín en un triste adiós otoñal. Si ayer fue la tarde soñada por cualquier aficionado la de hoy ha sido la que nunca deseamos para despedir una temporada que ya agoniza.
Antonio Vallejo
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