lunes, 9 de diciembre de 2019

Toros en cantidad, la calidad en los toreros


Es un tópico, cantidad y calidad suelen ir reñidas, pocas veces se dan la mano y se alían la una con la otra. Esta madrugada española, tarde dominical en México, se ha vuelto cumplir. Se lo comentaba ayer, corrida monstruo, ocho toros, cuatro matadores y, por si hacía falta añadir algo más, confirmación de alternativa con las consiguientes ceremonias de entrega y devolución de trastos en primer y segundo toro, con lo que supone de sumar minutos a un festejo largo de por sí, aunque debo reconocer que en lo que me equivoqué fue en la hora. Calculé que el final de la corrida estaría más cerca de las cuatro de la madrugada que de las tres. Pues no, mira tú por donde que a las tres y un minuto doblaba el octavo de la corrida. No hubo esta vez toro de regalo, aunque tampoco me hubiera importado demasiado, ya puestos. Al fin y al cabo hoy lunes es festivo en Madrid y no hay que madrugar, algo que se agradece, como también hay que agradecer el acuerdo del que tuve conocimiento durante la retransmisión de la corrida. Tanto matadores como apoderados, empresa y Juez de Plaza han llegado a un pacto no escrito con el que se comprometen a que ninguno pida el toro de regalo en estos festejos de tan largo metraje, decisión que me parece de aplaudir, aunque  parte de los aficionados que ayer se dieron cita en los tendidos de La México o no conocían ese pacto o estaban en desacuerdo porque pidieron a Castella con insistencia el de regalo y protestaron al ver que su petición no se cumplía. 
Y hablando de los aficionados, no es que precisamente fueran en cantidad a la plaza. Pobre aspecto del numerado, un cuarto, y se puede decir que vacío el general, lo que en un coso como es Insurgentes, donde caben 48.000 espectadores, transmite una imagen desoladora. Sus razones tendrán, pero cuesta entenderlo si se echa un vistazo al cartel: Sebastián Castella, un ídolo en La México, Paco Ureña, triunfador en Madrid esta temporada, Octavio García "El Payo", uno de los matadores mexicanos punteros, y la confirmación de alternativa de André Lagravere "El Galo", joven promesa del toreo azteca. Frente a ellos toros de Xajay, hierro de máximo prestigio en aquel país y que lleva cosechados rotundos triunfos en diferentes plazas mexicanas en lo que va de temporada americana. Es decir, mimbres para generar ilusión había, pero algo falla si no son suficientes para atraer más público a los tendidos.
Ocho fueron los toros de Xajay que se lidiaron, ocho toros que en lo que a presentación y presencia se refiere estuvieron muy en tipo a lo que es el toro mexicano, más bien pequeños, enmorrillados, finos de cabos y de pitones, salvo un castaño todos los demás cárdenos, un par de ellos acapachados pero el resto tendentes a veletos, sin llegar a cornipaso, y engatillados, para nada exagerados de cornamenta - en España diríamos que más bien cornicortos - y menos aún de kilos. Echen un vistazo a lo que marcaba la tablilla en cada toro por orden de lidia:  519 Kg, 483 Kg, 476 Kg, 490 Kg, 522 Kg, 518 Kg, 480 Kg y 470 Kg. La media es 494 Kg, imaginénse la que se montaría en Madrid si la media de peso de una corrida se queda por debajo de los 500 Kg, no quiero ni pensarlo. Pero lo cierto es que estaban en su peso, es ese, más kilos los hubiera sacado de tipo, y hay que reconocer que varios de ellos tenían trapío y que salvo el tercero, justamente protestado de salida por falta de remate, bastante escurrido de culata, todos fueron armónicos y proporcionados de hechuras contando, además, con seriedad por delante. Otra cosa fue el juego, desigual y en general deslucido, destacando tan solo el encastado y exigente segundo y el bravo y noble cuarto, pudiendo destacar también un punto de clase y nobleza en el primero. El resto dieron pocas o nulas opciones por sus escasas condiciones. Lo que decía al inicio, cantidad con poca calidad.
André Lagravere "El Galo" llegaba a La México para confirmar una alternativa que ha tomado hace nada, el pasado 27 de octubre en su Mérida natal, allá en la península de Yucatán. Con tan solo la corrida de su alternativa como bagaje de matador dejó una más que notable imagen en la tarde de ayer. Ganas y disposición a raudales, algo lógico por otra parte, pero además una sensación de firmeza y claridad de ideas que me sorprendieron. Mostró buen manejo y gusto con el capote en un quite por chicuelinas al primero y otro por navarras al octavo, ambos rematados con revoleras, que es lo único que le permitieron sus toros ya que de salida ninguno se entregó. También banderilleó a su lote, con más acierto y pureza en el octavo, demostrando unas facultades físicas portentosas acordes a su juventud, dejándose ver, llegando hasta la cara y clavando de poder a poder. Los más aplaudidos fueron, sin duda, los pares al violín con los que cerró ambos tercios. Con la muleta mostró buenas maneras, temple, técnica y conocimiento, además de serenidad y gusto. Al primero, tras un inicio de faena con dos cambiados por la espalda en los medios lo llevó con la suavidad que pedía por su justeza de fuerzas, cuidó la altura y todo se lo hizo muy despacio, con ritmo, pero cuando trataba de  bajarle la mano el de Xajay se derrumbaba y deslucía todo. Repito, buen trato y solvencia en el toro de su confirmación. Se le tuvo que hacer larguísimo hasta el octavo, tres horas más o menos, una barbaridad, pero no se le notó nada a juzgar como toreó al manejable y noblote que cerró plaza. Buena colocación, acoplado, con muy buen sentido de la distancia y la altura, adaptándose perfectamente a las condiciones del toro, con temple y suavidad en cada muletazo, con despaciosidad y dándole el aire que necesitaba entre tanda y tanda. Buenas series en redondo, templadas y ligadas con gusto, tirando del toro sin una sola brusquedad, siendo mejores los naturales, con hondura, bajando la mano. Como detalle añadiré que abrochó ambas faenas por bajo, unas semiponcinas al primero y ayudados por bajo cargados de sabor al octavo, sin recurrir a manoletinas y bernardinas que en estos tiempos parecen obligadas y que a mi modo de entender dan idea del concepto d toreo que lleva El Galo. A este octavo lo mató de una entera volcándose algo trasera y tendida que precisó de un descabello y se pidió la oreja contuerza, pero el Juez de Plaza consideró insuficiente la petición y denegó el trofeo. Yo se la hubiera dado, sinceramente, creo que hizo méritos para ello y además hay que echar una mano, siempre dentro de términos razonables, a estos jóvenes matadores que serán el futuro de la Fiesta. Se despidió con una vuelta al ruedo clamorosa.
Si El Galo puso el temple y sorprendió fue el otro galo, de Béziers, el que puso el mando y el poder. Sebastian Castella, que el próximo año cumplirá 20 de alternativa, dejó patente una vez más ese toreo poderoso y de asombrosa facilidad aparente que le han llevado a la condición de figura del toreo. Tuvo en el que hacía segundo un toro encastado y exigente, que pedía lo que tiene Castella, mando y poder para someterle. Maestro con el capote, tres verónicas de saludo templadas y cadenciosas con una media de remate preciosa más un variado y vistoso quite por tafalleras, delantales y revolera dejaron patente su calidad. Quizás el toro hubiera precisado de un puyazo más que el que tomó, sensacional puyazo, por cierto, agarrado arriba, delantero, con el de Xajay empleándose abajo, pero el Juez de Plaza cambió el tercio por su cuenta ante la sorpresa del matador que para no liarla no insistió más en tratar de dar marcha atrás, curiosa situación. Quizás por eso el toro mostró su carácter en un exigente tercio de banderillas en el que ese gran torero de plata que es José Chacón cuajó un extraordinario tercio que saludó desmonterado a al fuerte ovación de los aficionados. Y quizás por eso el toro mantuvo su exigencia en la muleta, donde emergió el Castella poderoso desde los primeros muletazos llevándoselo desde el tercio a los medios por bajo, trincherillas y pase de la firma ganando pasos cargados de torería y aromas sevillanos. Magnífico el toreo en redondo, series templadas, cosiendo los pitones a la muleta, bajando la mano, ligando en un palmo de terreno, series reunidas con esa serenidad y seguridad que del la madurez, administrando las pausas a la perfección para dejarle recobra el aliento. Por el pitón izquierdo tenía menos recorrido el de Xajay, protestaba, pero ahí estaba el francés para templar y acabar sometiéndolo en una buena tanda de naturales. Un par de molinetes en le epílogo de la faena preceden a una sensacional tanda en redondo interpretando el toreo a la mexicana, muy lento, muletazos que duraban una infinidad, olés que rugieron desde los tendidos, más aún en los últimos pases, clavado al suelo, sin rectificar, en las cercanías, esos terrenos que Castella pisa con una facilidad y comodidad asombrosa, pasándose al toro por ambos pitones sin inmutarse ni rectificar para rematar con un desplante tras tirar la muleta y la ayuda al suelo. Lástima el fallo con la espada porque una oreja creo que habría ido al esporteen del francés. Con el que hacía quinto no tuvo opción alguna, un toro desconcertante desde salida, incierto en su embestida, distraído y deslucido, sin empuje, sin entrega, desclasado y sin gota de emoción. No le perdió la cara Castella, al revés, anduvo muy por encima, valga como muestra el quite por chicuelinas a manos bajas rematado con una media desmayada cargada de sevillanía una vez más, o con e esfuerzo que hizo con la muleta para sacar algo, tirando de técnica y saber de veterano, primero en largo, imposible, luego entre los pitones, robando muletazos de uno en uno de mucho mérito pero carentes de ritmo y continuidad en una lección de disposición elogiable que dice mucho de su profesionalidad.
Paco Ureña se llevó, claramente, el peor lote. El que se corrió en tercer lugar, un toro terciado y protestado de salida no sirvió para nada. Las manos por delante, justo de recorrido y blandeando de salida, muy deslucido en el capote, sin emplearse lo mínimo en el caballo, los capotes al cielo tras un puyazo muy medido, casi testimonial, para que no perdiera las manos y reservón, reponiendo y a la defensiva por su falta de fuerzas en la muleta. No puede decirse que no lo intentara el murciano, lo llevó con sumo mimo, cuidándole al máximo, con enorme solvencia y técnica pero resultó imposible, no pasaba, se quedaba debajo, parones que aguantó con firmeza Ureña, y soltaba la cara con peligro. valor y disposición del murciano pero imposible que nada llegara a los tendidos, más que digno. El sexto fue similar, deslucido, sin entrega y perdiendo las manos ya en el capote, doliéndose en varas, sin emplearse, llegando a la muleta vacío de condiciones. Inició la faena por estatuarios en los medios y uno de desdén maravilloso pero el toro no humillaba ni se le adivinaba recorrido, además de frenarse y medir. Muletazos de uno en uno, sin ritmo, probándolo por ambos pitones, pero nada a pesar del esfuerzo de Ureña. La impaciencia de algunos a la vista de las nulas cualidades del de Xajay hizo que surgieran gritos y protestas para que abreviara y tomara la espada, pero el pundonor que este hombre ha demostrado tantas veces ante tantas adversidades le hizo perseverar y nos regaló unos muletazos sueltos a media altura por el pitón derecho templados, lentos  y con cierta ligazón surgidos de la nada o de la magia del murciano para meterlo en la muleta, increíble que lograra sacar algo. Lo que se censuró en un momento se transformó en admiración y reconocimiento en un par de molinetes arrebatado y un pase de desdén mirando al tendido que calentaron la fría noche mexicana. La ovación con la que fue despedido a la muerte de este sexto reconocía el mérito y la entrega sin límite de Paco Ureña en toda la tarde.
El cuarto fue, junto al segundo, lo peor de la corrida. Un toro con fondo de bravura y  nobleza que le correspondió a Octavio García "El Payo" y que si hay que buscarle un defecto es que le costó humillar. Lo recibió el de Querétaro pegado a las tablas, seis o siete verónicas desbordantes de temple y compás rematadas con un par de medias de cartel, arte a raudales ante un toro que mostró recorrido,  fijeza y repetición en el capote. El recital de torería con el que El Payo nos obsequió ayer no había hecho más que empezar. Gusto y clase llevándolo al caballo, más torería, despacio, andándole hacia atrás, encelado en los vuelos para dejarlo a distancia y desde allí arrancarse para tomar un gran puyazo con codicia y entrega, empujando con los riñones. El quite que el propio Octavio trazó al aire fue poesía pura, verónicas tempaldísimas, una de ellas lentísima, eterna, parecía que nunca iba a acabar, una maravilla, rematando con una media abandonado, de locura. Arrancó la faena en los medios tras brindar al respetable. Dos cambiados por la espalda hilvanados a uno de desdén y uno de pecho sensacional arrancan los olés roncos. Series reunidas por el pitón derecho, perfecto acoplamiento, enganchando la embestida alante, temple en cada muletazo, largura, mano baja y ligazón en el sitio, toreo en redondo de mucho empaque alternado molinetes garbosos, cambios de mano majestuosos, un pase d ella sflores y remates de pecho entre los olés apasionados de los tendidos. El toro responde, pronto, repetidor, con recorrido y mantiene ritmo por ambos pitones permitiendo a El Payo componer una tanda de naturales sedoso y hondos citando de frente que abrocha consuno de desdén que pone en pie a La México, paso previo al delirio con le final de faena, por el pitón derecho, toreo en redondo al ralentí, temple supremo, derechazos eternos y pases de desdén bellísimos fruto de la inspiración, la elegancia y la torería con la que El Payo envolvió una faena rotunda que iba camino de oreja u orejas de no haber sido por la espada. Una lástima. El séptimo no le concedió nada al de Querétaro, un toro que en el capote embistió a arreones, echando las manos por delante y soltando la cara con brusquedad, bronco y descompuesto, otro más  defendiéndose. Pese a todo El Payo siguió regando de torería el coso de Insurgentes al llevar al de Xajay al caballo, de nuevo andándole hacia atrás, el capote abajo, enseñándole a embestir, pero ni por esas. A la muleta llegó con escaso recorrido, poca entrega y menos fuerzas, cabeceando, sin ritmo. Enorme el mérito de Payo que logró sacar, a base de valor y aguantar parones, una tanda por el pitón derecho templada y ligada con calidad además de conseguir robar algunos naturales sueltos con cierta hondura por un pitón izquierdo por el que las condiciones del toro no variaron absolutamente nada. Muy por encima Octavio García, técnico y pulcro sin abandonar la torería que impregnó toda su actuación en la tarde de ayer. 
Y así transcurrió otra madrugada taurina más en espera de la próxima que será este jueves 12 con la corrida guadalupana, día grande en México, festividad de la Virgen de Guadalupe, la Madre de América, con una terna acorde a la magnitud de la fecha: Sergio Flores, Andrés Roca Rey y Luis Davis Adame. Confiemos que los toros de Begoña den le juego deseado y resulte triunfal. Por lo menos que el público acuda en masa a la plaza y que la cantidad vaya unida a la calidad.

Antonio Vallejo

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