Un mes largo ha pasado desde que decidí tomar un período de reflexión ante la deriva peligrosa en la que navegaba, más bien naufragaba, nuestra nación ya que consideraba una banalidad, casi una frivolidad dedicar tiempo a los toros. Las cosas no han mejorado, al contrario, creo que estamos mucho peor que aquel 1 de noviembre, pero este período me ha permitido darme cuenta que ahora, precisamente ahora, es el momento de los valientes. Hoy estamos a punto de ver como España cae en las garras del marxismo, sinónimo de ruina y terror, apoyados por los mayores enemigos de España, los independentistas y terroristas. Oigo a muchos hablar de economía, preocuparse y alarmarse por la crisis económica, como si eso fuera lo peor que nos viene. La economía va y viene, la mayoría de las veces dirigida por las grandes potencias sin que nosotros tengamos mucho que decir, aunque interiormente vayamos a la ruina. Pero de una crisis económica se sale, se pasa mal, de acuerdo, pero siempre se sale. De lo que no se sale es de la crisis social, moral, de identidad y de existencia de una nación milenaria como es España. Sí, a nuestra nación nunca la podrá destruir la economía porque las pilas de monedas se pueden caer pero se vuelven a levantar con trabajo y esfuerzo, algo que España ha demostrado a lo largo de su historia. Pero a nuestra nación la pueden destruir estos enemigos terroríficos que van a despedazarla en trocitos y eliminar cualquier vestigio de sus señas de identidad desde sus orígenes. Han puesto la primera piedra con la profanación de una Basílica Pontificia y la tumba de un católico ejemplar. Creían que esa barbaridad que perpetraron les iba a suponer una victoria y se encontraron justo lo contrario, un duro revés que comenzó aquella mañana al abrirse las puertas de la Basílica y asistir a la lección de gallardía y honor de una familia y quien legalmente les representó en su titánica lucha contra un poder judicial vendido a un gobierno rencoroso y revanchista capaz de saltarse todos los preceptos legales posibles y violar los derechos más elementales para salirse con la suya. Con la cabeza alta, paso firme, mirada clara, serenos, aplastando así a las hienas en forma de ministra, secretario de estado y no sé que otra cosa más que desde una esquina asistieron atónitos a la entereza de los valientes y que escucharon como retumbaron en la Sierra de Madrid tan solo dos gritos: ¡Viva España!, ¡Viva Franco!. Como dicen ahora, toma zasca. El Valle y la exhumación del Caudillo son, sin duda, la punta de lanza de lo que viene. En primer lugar la aniquilación de la religión católica, la que nos unió y dio grandeza como nación, comenzando por la destrucción física de la gran Cruz y de la Basílica para después atacar a la educación de nuestros hijos y llevarnos a los católicos a las catacumbas, todo eso con la complicidad y la colaboración de una conferencia episcopal y un Vaticano cobarde y traidor como han demostrado sobradamente. Religión y educación primero, después leyes depuradoras en las que se implantará el pensamiento único, es decir, el marxismo puro y duro, y más tarde la eliminación de toda tradición cultural, social o popular que a esta gente le parezca oportuno. Y pobre del que transgreda alguna de las leyes que dicten a golpe de decreto.
Me dirán que soy alarmista, incluso algunos que desvarío, ojalá esté totalmente equivocado, pero mucho me temo que muy lejos no van a nadar los tiros, figurados o quien sabe si reales, tiempo al tiempo. Ante este desolador panorama solo se puede tomar un camino, luchar, más que nunca, por nuestra España y todo lo que significa, por su integridad y su grandeza, por sus esencias y su identidad, por su gloriosa historia y sus tradiciones. Entre esas tradiciones hay una que a esta gente les parece terrible y que están dispuestos a prohibir y, si es posible, destruir, los toros, porque lo consideran un símbolo de españolidad y claro, eso es inadmisible, su objetivo es destruir el concepto de España y todo lo que suene o huela a ella. Hace poco más de un mes me parecía una frivolidad seguir con el blog, anímicamente estaba muy tocado, lo reconozco, pero este tiempo me ha permitido compartir muchos momentos y conversaciones con quienes no agachan la cabeza y van a plantar batalla a lo que nos viene en todos los terrenos. Pues bien, aunque esto sea algo insignificante en apariencia, me uno a poner un granito de arena en la defensa de una de nuestras tradiciones más importantes, la Tauromaquia, cultura, arte y esencia como razón de ser de un pueblo. Igual que luzco con orgullo mi bandera o que vivo y cumplo como católico - a pesar de la jerarquía y reconozco que a mi manera y refugiado en mi Fe sin creer ya en los hombres de la iglesia, salvo honrosa excepciones - también seguiré pregonando a los cuatro vientos que soy taurino, desde que hace 48 años mi abuelo materno me llevó a una plaza de toros por vez primera.
Así que aquí me tienen otra vez, con más ganas que nunca y dispuesto a decir lo que piense y se me ocurra, lo que me dé la gana, sin complejos ni miedos, seguro que casi siempre desde la incorrección política y contra el pensamiento único, gracias a Dios. A algunos les gustará, a otros les aburrirá y a otros les cansará, lo siento por ellos. Para quien quiera leerme, encantado, adelante, será un placer compartirlo con él, y quien no, pues eso, que no es obligatorio.
Y volver, volver, volver... como dice la ranchera. No se me ocurría mejor forma de hacerlo que con este cariñoso recuerdo a México inmerso en su Temporada Grande. No en vano a lo largo de este mes de noviembre he tenido la oportunidad de disfrutar un año más del toreo al otro lado del Atlántico gracias las retransmisiones en directo de Canal Toros desde el Embudo de Insurgentes cada domingo a las once y media de la noche. Madrugadas taurinas que se prolongan hasta altas horas, cargadas de la pasión y el sentimiento con el que en aquellas tierras viven el toreo y que resultan muy enriquecedoras como aficionado. Muchas horas robadas al sueño que, como siempre, han merecido la pena. Especialmente largas las noches que se anuncian cuatro matadores y ocho toros, algo que ocurre cuando se acartelan dos españoles, lo que obliga a incluir a otros dos mexicanos para cumplir la norma de que en La México al menos el 50% debe estar conformado por toreros mexicanos, tanto los carteles como las cuadrillas de los matadores. Para que luego estos progres de pacotilla vengan a presumir de paridad. El toreo va por delante, que no se dan cuenta, no se enteran de nada, como cuando hablan, que la gran mayoría de dichos y frases hechas que usamos a diario provienen de este rico mundo cultural que son los toros
Muchas y muy buenas han sido las cosas que he visto en las corridas que comenzaron el 3 de noviembre con una de esa corridas monstruo de ocho toros que al final fueron nueve por el que regaló Diego Ventura cumpliendo con esa costumbre mexicana que tanta alegría despierta en los tendidos cuando uno de los toreros lo pide. Una oreja cortó el maestro precisamente a ese noveno de regalo con el magistral toreo a caballo con el que nos fascina tarde tras tarde en España. Quiebros, recortes, toreo con el costado, con la grupa, llevando cosidos los pitones del toro de manera suprema me mantuvieron despierto hasta casi las cuatro de la madrugada. Pero no fue ese el único aliciente de aquella noche, Antonio Ferrera se encargó de llenar de torería La México a pesar de toparse con un lote imposible por falta de recorrido y clase, sin movilidad, a la defensiva, soltando derrotes por ambos pitones con peligro. Cada detalle, la manera de andar en la cara del toro y especialmente la lidia a la antigua, sobre los pies, por bajo, sometiendo las broncas acometidas del animal, destilaron aromas de toreo añejo de una belleza tremenda que le público supo apreciar y valorar. Tomaba la alternativa el mexicano José María Hermosillo, quien cortó una oreja al primero en una faena de entrega e ilusión que remató con una certera estocada y completaba el cartel otro de la tierra, Leo Valadez, espectacular con banderillas demostrando sus excepcional dotes físicas pero que con la muleta no llegó a levantar el vuelo en dos faenas irregulares que fueron d más a menos. Pero para abrir boca y tomar contacto con la Temporada Grande no estuvo mal.
Una semana más tarde, coincidiendo ese domingo con la repetición de elecciones en España, se anunciaba nada más y nada menos que el maestro Morante de la Puebla junto a Joselito Adame y Ernesto Javier "Calita". Poco pudo hacer el sevillano ante el primero, un toro parado, sin clase ni raza ante el que solo pudo dejar multemos sueltos con su sello habitual que desprendieron los primeros aromas de romero. Fue en el cuarto cuando el duende se adueñó de México. Esta vez fueron las lanzas las que se tornaron cañas, ya que el de Bernaldo de Quirós salió suelto, sin fijeza alguna. Varias veces pasó por donde el sevillano se encontraba, pegado a las tablas, desplegando el capote a una mano, sin inmutarse, con suavidad y una gracia suprema cada vez que el toro cruzaba esos terrenos. La impaciencia comenzó a adueñarse del público, pitos que fueron a más cuando el maestro mandó a su cuadrilla a parar al toro. Error, señores, crean en el duende y esperen. Con paso firme se encaminó hacia la segunda raya y allí le pegó una verónicas de ensueño que una vez más detuvieron el tiempo y unas chicuelinas para morirse. La plaza en pie, entregada, cuando segundos antes le increpaban de mala manera. Con la muleta Morante cuajó una faena de torería plena, tandas en redondo y al natural de temple infinito, muletazos muy lentos, los relojes parados, la eternidad ante nuestros ojos, componiendo la figura, sabor añejo, enroscándose al toro, acompañando cada pase con la cintura, ajustado, acoplado, la mano baja, aromas de Sevilla que inundaron Insurgentes. Mató de una entera arriba que le sirvió para pasear una oreja entre el delirio de los aficionados aztecas. Otra oreja cortó Joselito Adame al segundo, un toro con mucha movilidad y encastado al que el hidrocálido recibió de rodillas con una larga cambiada para después torear por verónicas a pies juntos y gaoneras en el quite que convirtieron La Monumental en una caldera en ebullición. Supo aprovechar la movilidad del de Bernaldo de Quirós y a base de temple lo metió en la muleta en tandas acopladas y ligadas por bajo en redondo de enorme calidad, pero fue al natural donde Adame bordó el toreo, largura, ligazón, temple y siempre por bajo, extraordinario. La estocada caída no fue impedimento para que se pidiera la oreja. Tuvo la puerta grande en su mano ante el quinto, que se movía pero que no acababa de rematar las embestidas ante el que no dudó en acortar distancias, meterse entre los pitones y en esos terrenos de cercanías armar un lío a base de exposición y entrega. De haber matado bien hubiera cortado la oreja y con ello la puerta grande. Calita no tuvo su tarde, o noche, según el lado del Atlántico donde se viera la corrida. Ganas y disposición ante un reservón tercero que no dio opciones pero lo peor de todo que les esto se fue vivo a los corrales tras escuchar el mexicano los tres avisos ante un toro manos y rajado sin opciones ante le que largó demasiado una faena imposible todas luces que se complicó con el atasco con la espada. Bronca monumental.
La corrida del domingo 17 tuvo un nombre, Arturo Saldívar. Ni Miguel Ángel Perera ni Gerardo Adame tuvieron opción alguna antes sus lotes. El extremeño se encontró con dos toros de La Estancia sin movilidad, marmolillos clavados al suelo. Tan solo un quite por tafallreas y galonear estuvo algo de picante, el resto lo intentó pero no había manera de meter mano a esos toros. Algo parecido le ocurrió al de Aguascalientes con su lote, dos toros sosos y deslucidos que no tenían ni medio gramo de emoción. Lo intentó en vano el primo de Joselito Adame pero no había donde sacar. El silencio marcó la actuación de ambos matadores. Lo dicho, otro hidrocálido marcó esa corrida con dos faenas compactas, perfectamente estructuradas ante el mejor lote de La Estancia, dos toros con bravura, movilidad, clase, recorrido y humillación. Excelente con el capote, verónicas y chicuelinas de muchos quilates mostrando gusto y calidad en cada lance y sensacional con la muleta, encontrando la distancia y el ritmo que precisaban sus toros, muletazos por ambos pitones con largura, aprovechando la movilidad y el recorrido de ambos, siempre por bajo, ligando en un palmo de terreno, emoción y transmisión que llegaron y calaron en los interminables tendidos de Insurgentes. Clase y temple a raudales que combinó con exposición y valor, aguantó parones al segundo, incluso le volteó sin consecuencias y sin siquiera mirarse volvió arrebatado a la cara del toro y abrochó su primera faena con unas bernardinas de infarto, ajustadísimas en un alarde de valor. Tarde que no terminó en puerta grande y lío de los gordos por el fallo con los aceros, pero fue reconocido por la plaza con dos atronadoras ovaciones que, personalmente, creo que al menos una de ellas tenía que haber acabado en vuelta al ruedo. Aunque si les soy sincero, casi prefiero que no den más vueltas al ruedo que las precisas cuando se cortan orejas porque por allí son interminables, a su ritmo, ya saben, mexicano, lento, sin prisa alguna... y a esa horas de la noche española todos los minutos que se añadan al sueño se agradecen al día siguiente.
Otro torero español se asomó a La México el día 24, Ginés Marín, acompañando a Juan Pablo Sánchez y Diego Silveti ante toros de De la Mora. La única oreja del festejo la cortó Sánchez, otro de Aguascalientes, auténtica cantera del toreo mexicano, al primero, un toro con fijeza y bravura al que toreó con enorme clase y mando a base de perfecta colocación y temple. Muletazos largos y bajos por ambos pitones, series ligadas cargadas de emoción y gusto, toreo caro que remató con una certera estocada que valió el trofeo. Como le ocurrió a su paisano Joselito se le escapó la puerta grande con la espada ante el cuarto. Lo toreó con sabor a la verónica, acompasado, templado pero le toro llegó a la muleta falto d recorrido. Tiró de técnica y saber acortando distancias, citando con la muleta retrasada y así exprimir los muletas al máximo. Faena de entrega y honradez que remató con una estocada defectuosa y un golpe de descabello. Hubo petición pero el Juez de Plaza - así llaman por allá al presidente - no atendió la petición. Por su parte Silveti, torero de dinastía, tan solo pudo lucir su toreo en las primeras tandas ante el segundo, muletazos por bajo con mucho poder, especialmente en una al natural que fue la mejor por recorrido, largura y humillación. Pero el toro no acabó de rematar y se rajó pronto fulminando las esperanzas que pudiera albergar. El quinto saltó al ruedo con mucho ímpetu, lo toreó el de Guanajuato por gaoneras de manera arrebatada, todo raza y corazón, se movió. mucho en banderillas pero a la muleta llegó desfondado. Sin opciones para Silveti que porfió tanto para justificarse que resultó cogido en las bernardinas finales, que eran más que prescindibles a a la luz de las nulas cualidades del toro. Más disposición imposible pedirle. Ginés Marín tuvo una tarde de inspiración, de gusto y de mucha clase dejando entusiasmado al público que fue a verle. Sensacional con el capote en sus dos toros, verónicas cadenciosas, armonía y compás, suavidad, auténticas caricias en cada lance. Magistral con la muleta, temple y ritmo, muletazos largos y muy lentos, todo por bajo, arrastrando la franela, ayudados sublimes, cambios de mano celestiales, naturales con una hondura indescriptible, torería y sabor en cada paso, belleza a raudales, arte en toda su expresión, emoción y entrega del torero y de una plaza rendida a sus pies. Una vez más la suerte suprema dictó sentencia y borró de un plumazo las opciones de orejas, pero la vuelta al ruedo tras la muerte del sexto recompensó al jerezano-extremeño por su grandiosa actuación aquel día.
Tan solo queda por contarles la corrida del día 1 de diciembre, otra monstruo con cuatro espadas y ocho toros. Enrique Ponce, el consentido de La México, Fabián Barba, Joselito Adame y la presencia de la sensación de la temporada española, Pablo Aguado que confirmaba alternativa, condición que ostenta La México junto a Nimes y Las Ventas. Un cartel de lujo que reunió a unos 30.000 espectadores que llenaron el numerado y dieron un digno aspecto al general registrándose así la mejor entrada de lo que se lleva de Temporada Grande en una tarde mexicana marcada por un fuerte viento que deslució y desnaturalizó todo cuanto pudiera hacerse, primero porque dejaba descubiertos a los matadores, con el evidente peligro y lo que supone para el toro, que rápidamente desarrolla sentido y sabe lo que hay, y segundo porque posiblemente varios de los toros lidiados hubieran lucido más en terrenos de afuera, pero era casi imposible por el vendaval y tuvieron que cerrarlos para poder ejecutar los muletazos. El confirmante no tuvo opciones con su lote, a contra estilo, dos toros sin recorrido, parados, sin clase, sin raza y que para colmo se defendían por su falta de fuerzas ante los que el sevillano tan solo pudo dejar en el aire algunos muletazos sueltos con su sello y gusto particular que fueron pocos pero que llegaron a unos tendidos que respondieron con olés que sonaban a La Maestranza. Una pena su paso inédito, pero no hay que descartar que en la segunda parte de la Temporada Grande el nombre de Pablo Aguado aparezca en algún cartel. Fabián Barba, para variar natural de Aguascalientes, estuvo correcto, solvente, técnico, pero creo que le faltó dar un pasito adelante y poner algo más de empuje. Estuvo bien, aseado podría decirse, pero sus toros, exigentes ambos y encantados, tenían algo más a mi entender. Es cierto que el viento no colaboró y posiblemente si hubiera podido llevarlos a los medios todo hubiera tenido más emoción. Y algo parecido debió pensar La México a juzgar por el silencio con que jugó sus dos faenas. Enrique Ponce, ¡que voy a decir del maestro!, que mientras tuvo toro en el segundo estuvo divino, porque el quinto - ¡como sería el quinto para que ni a Ponce le sirviera! - no tuvo nada, parado, agarrado a la arena, deslucido, sin fondo de nada. El valenciano deslumbró una vez más con el saludo capotero al segundo, verónicas cadenciosas, suaves, sedosas, acompasadas, desmayado, una locura que desató sonoros olés en los tendidos, y que tuvo continuación en el inicio de la faena, bellísimo, por bajo, trincherazos superlativos andándole hacia los medios que enloquecieron a los aficionados aztecas, tanto como las dos primeras y únicas tandas en redondo que el toro se dejó, la figura demayada, muletazos largos, muy bajos, ligados con gusto infinito, temple y lentitud, caricias de seda que remató con sendos de pecho monumentales. Pero ahí se acabó todo, el toro se vino abajo, se rajó y acabó soltando tornillazos por ambos pitones. ¡Ah! y a eso hay que sumar el viento. El público mexicano premió a Ponce con una ovación merecida, al menos a mi modo de ver. Joselito Adame volvía a pisar La Monumental con la espinita clavada de esa puerta grande que acarició veinte días antes y que se le escapó por la espada. El pasado domingo triunfó con rotundidad y cortó tres orejas en dos faenas en la s que fundió en su muleta temple, clase, entrega y arrojo. Quiso y pudo, contó con dos buenos toros, con empuje y encastados, y él puso toda la carne en el asador, no se guardó nada, se vació y llegó a unos tendidos inundados por la emoción. Comenzó la faena al cuarto de rodillas, arrebatado, toreó a sus dos toros en largo, con temple magistral, tirando de la embestida, la mano baja, perfecta colocación, maravillosa ligazón, cuando hubo de acortar distancias y llegarse hasta los pitones lo hizo, disposición, valor y verdad, aunó tandas repletas de calidad y belleza con circulares invertidos y cambios de mano que pusieron en pie a los 30.000 espectadores, mató en la suerte de recibir al cuarto con una estocada un tanto defectuosa y de un volapié tremendo con un estoconazo fulminante en todo lo alto al séptimo por lo que las tres orejas me parecieron más que justas. Salió a hombros entre gritos de ¡torero, torero! cuajando una de las tardes más importantes de su carrera, si no la más.
Hasta aquí lo que he visto y vivido en este mes, pero queda mucho en América y en un par de meses de nuevo en España. De momento esta noche, a las once y media, otra corrida de ocho toros de Xajay para Sebastián Castella, Paco Ureña, Octavio García "El Payo" y André Lagravere "El Galo", un pedazo de cartel. Lo bueno es que el lunes es festivo en Madrid y será más llevadero acostarse más cerca de las cuatro de la madrugada que de las tres, tiene toda la pinta.
En definitiva, que por cosas como todas estas que les he contado merece la pena perder el sueño cada domingo. Pero lo que es más importante, por defender nuestras tradiciones, nuestras señas de identidad, nuestras raíces, en definitiva, por nuestra patria, España, merece la pena todo. Y como los toros son una parte esencial de nuestros orígenes y además representan lo que somos y sentimos quienes amamos a España vale mucho la pena seguir en su defensa. No es hora de renunciar, no es momento de callarse, es la hora de ser valiente, de quitarse de encima miedos y complejos y gritar lo más fuerte que se pueda, ¡soy español y taurino!.
Antonio Vallejo
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