Preciosa y luminosa tarde de toros que invitaba a ir a la plaza y soñar el toreo con una cartel rematado tanto en el apartado ganadero como en el de los espadas: Toros de Jandilla (los tres primeros) y Victoriano del Río (cuarto, quinto y sexto) para Diego Urdiales, José María Manzanares y Paco Ureña. Así que era de esperar el magnífico aspecto que en esta tarde de viernes ha presentado Las Ventas, cualquier otra cosa hubiera sido preocupante. Una entrada de no hay billetes en función de lo permitido por unas normas de aforo que no acabo de entender. ¿Por qué el fútbol ya tiene el 100% de aforo?, ¿por qué cines y teatros también abren ya con el 100% de aforo?, ¿por qué los toros no?. Seguro que hay alguna explicación que mis cortas entendederas no alcanzan a descifrar. El caso es que por unos o por otros siempre es el toreo el que caba perdiendo. Pero da igual, la ilusión, la pasión y la afición no nos la van a quitar ya tardes como la de hoy las seguiremos saboreando en el futuro, cuando todo vuelva a ser como antes. Curioso el pasado es el futuro añorado, nuestro pasado es lo mejor que tenemos, aunque muchos renieguen, a izquierda y supuesta derecha.
Como decía, seis toros de dos hierros distintos, Jandilla y Victoriano del Río, seis ejemplares bien presentados, cada uno en tipo respecto a su procedencia, variadas y buenas hechuras, muy serios, con trapío, con más volumen y kilos los de Victoriano pero sin los excesos que otras veces hemos padecido en Madrid. Dos han sido los que han destacado en el encierro, tercero y quinto, dos toros con bravura y clase, con recorrido y humillación, dos toros que han peleado en el caballo metiendo los riñones, con fijeza, celo y codicia, dos toros que si se han ido con las orejas puestas ha sido por la mala fortuna de Ureña y Manzanares con la espada. Estoy seguro que hubieran cortado un apéndice por coleta. El resto han tenido un comportamiento desigual, muy blando y escaso de fuerzas el primero, colaborador pero sin empuje ni poder, fondo de nobleza el segundo aunque corto de viaje y sosote, deslucido, sin raza ni bravura el cuarto, e intoreable el sexto, agarrado al piso, embestida descompuesta, a la defensiva y sin recorrido.
El peor lote fue a parar a manos de Diego Urdiales que bastante hizo con dejarnos en el primero detalles de su toreo con sabores añejos. Un toro de Jandilla precioso que desde salida mostró su falta de fuerzas, las manos por delante, si bien se movía aunque con escasa fijeza. No se le pegó en el caballo ante la evidencia y la lidia tuvo que hacerse con los capotes por las nubes, y a pesar de todo perdió las manos varias veces con la consecuente bronca, que fue a más en el tercio de banderillas a pesar del cuidado que tuvieron Pablo Simón y José Ángel Muñoz "Perico" de no obligarle lo mínimo, junto a una lidia primorosa de Víctor García "El Victor". Ni un pase soportó por el pitón derecho en la muleta, a media altura y ni por esas, y con mucha suavidad y mimo por parte del riojano, pero se iba al suelo una y otra vez. Fue por el izquierdo donde vi ese torero de empaque y seriedad de Urdiales, sabor a otras épocas, robándole naturales de enjundia, hondos y con más recorrido que el de Jandilla toleró mejor. La segunda tanda fue sin duda la más compacta y ligada porque a partir de esa solo aguantó dos muletazos para quedarse debajo en el tercero. Cerró la faena con trincherillas y remates por bajo de suprema torería para pasaportar al animal con una entera arriba dejada con gran facilidad. Pero fue el cuarto, un toro de Victoriano imponente, alto, muy serio, astifino, cornidelantero, ancho de sienes y generoso de mazorcas. Buenas las verónicas de saludo, templadas, cadenciosas, ganado pasos, y el toro repitiendo y metiendo la cara. Puro espejismo, hasta ahí llegó. Sin emplearse en el caballo, parado en banderillas y sin recorrido, excelentes los pares de "El Víctor" y "Perico", haciéndolo todo, llegando hasta la cara del toro y clavando con pureza. Nada en la muleta, la cara alta, embistiendo a arreones, hachazos a un lado y a otro, sin salirse de los vuelos, sin clase alguna, deslucido y sin emoción. Voluntarios, correcto y pulcro Urdiales con la muleta, más no pudo hacer.
Se encontró Manzanares con un segundo de Jandilla que tuvo su guasa, muy serio, abierto de cara, protestado me imagino por los kilos de la tablilla porque para mi gusto era un toro de buenas hechuras, armónico y con trapío, pero acorde a su procedencia, es decir, entipado. ¿Hace falta algo más?. Lo recibió con un ramillete de verónicas preciosas, ajustadas, el mentón hundido, a compás, ganando pasos, y el toro humilla y repite, buenas condiciones de salida, para rematar el saludo con una media de cartel. Se arranca con brío al caballo tomando un puyazo metiendo la cara de inicio pero desentiéndose de la pelea pronto para soltar la cara y hacer sonar el estribo. Pierde las manos a la salida por lo que el segundo puyazo tan sólo es señalado. Ureña no renuncia a su turno de quites e interpreta uno por gaoneras ajustadas en el que que el Jandilla se queda en los vuelos y engancha el capote desluciendo la suerte. Bueno el tranco en banderillas, movilidad en un extraordinario tercio a cargo de Daniel Duarte y Luis Blázquez, quienes respondieron desmonterados la gran ovación. Este comportamiento y el arranque de faena por doblones, largos, con gusto, tirando del toro hacia los medios hacían pensar en algo bueno. Pero el animal sacó genio y brusquedad, se vino por dentro ya en la primera tanda por el pitón derecho cortando el viaje, revolviéndose y pegando derrotes secos. Complicado y peligroso, un toro para poder y someter, exigente, pidiendo temple y mano baja. Por ambos pitones tuvo comportamiento similar, se quedaba en los vuelos, sin salir del muletazo, toma un pase de cada serie y al segundo corta y busca. En mi opinión Manzanares estuvo firme, valiente y con mando, bien colocado, poniéndole la muleta en la cara y, sin quitársela cuajar una par de series en redondo ligadas de mucha emoción y calidad, rematadas con esos pases de pecho larguísimos marca de la casa. Repito, compromiso y esfuerzo del alicantino frente a este toro de peligro sordo que me da la impresión pasó desapercibido para muchos, al que pudo y mató de pinchazo arriba y un monumental volapié recibiendo una fuerte ovación. El quinto fue un torazo de Victoriano del Río, magníficas hechuras, bellísima lámina, imponente seriedad, bajo y hondo, un torazo. De nuevo verónicas de lujo, clase y elegancia en el capote, ritmo y compás, acompañadas con la cadera para rematar con una garbosa revolera, una auténtica delicia. Toro que humilla, repite y muestra fijeza, como demostró en varas, arrancándose en largo, buen galope, metiendo la cara abajo y empujando con los riñones en dos soberbios puyazos a cargo de Paco María que recibió una gran ovación al abandonar el ruedo. Otro sensacional tercio de banderillas de poder a poder, con toda la verdad por delante, ejecutado por Manuel Rodríguez "Mambrú" y Luis Blázquez a los que acompañó con una lidia magistral Daniel Duarte acabando los tres montera en mano ante la atronadora ovación. Magnífico toro en los primeros compases de la faena, inicio torerísimo, flexionado, llevándolo en largo, mucho temple, elegante, señorial, un cambio de mano de lujo y un pase de pecho llevándoselo a la hombrera contraria que pone en pie a los tendidos. Tres series rotundas en redondo, ligadas por bajo, mucho mando, mucho temple, mucha belleza, mucha emoción, profundidad y recorrido, la muleta adelantada, tirando del toro, temple, sublime, cosido a la muleta, alargando el viaje, todo arrastrando la franela, y el toro humilla y embiste de bravo. No fue igual por el izquierdo, menos limpio, la cara alta, toca las telas y desluce. Persiste Manzanares y acaba embarcándolo en una portentosa serie de naturales divinos, hondos, rematados con uno de pecho enorme. Cambió el toro y también el torero. Toro a menso, acortando el viaje , reponiendo y buscando, tanto que en una de esas le engancha por la pala sin llegara a herir. Valiente y entregado Manzanares que se repone y le planta cara por ambos pitones en un final de faena de poder, de no dejarse ganar el terreno y demostrar quién manda a base de someter por bajo. Para mi sensacional José Mari, demostrando el torero que es, poderoso y artista, épica y estética para dominar las complicaciones de este toro exigente y encastado en el que algunos recriminaron aún no sé qué. Y tiene todo el derecho del mundo a pensarlo y expresarlo, pero no cómo y cuando lo hicieron. Como era de esperar tuvo que saltar el listo de turno con la frasecita preparada para la ocasión, "se va sin torear", la que traía de casa y no había encontrado cuando soltar. Y me perece bien que lo piense y lo exprese, esa es la gracia del torero, la diferencia de gustos y opiniones, pero no dichas cuando este lo hizo, mientras Manzanares se perfilaba para entrar a matar. Ahí pierde toda la razón el que grita y demuestra, primero, pésima educación, segundo una ignorancia supina y tercero que no es aficionado. Será espectador pero no aficionado, quien hace eso no puede considerarse aficionado. Ya tendrá tiempo para expresarlo cuando muera el toro, como hizo la grandísima mayoría de la plaza con la ovación que le tributó a Manzanares. Ese es el momento, a ver si lo aprenden algunos. Por cierto, más de uno respiró aliviado cuando el maestro pinchó varias veces porque de matar a la primera la cosa iba de oreja y le hubiera dado el telele.
Paco Ureña solo tuvo un toro, el tercero, porque el sexto fue una nulidad, el peor del encierro. Buenas hechuras y nada más, rebrincado de salida, descompuesto y sin clase, tardo, sin recorrido, la cara lata y defendiéndose, soltando tornillazos a uno y otro lado. El murciano hizo con él lo que debía, macheteo por bajo y matar, no había más. Otra edición había sido el tercero, un muy buen toro al que Ureña recibió por verónicas ajustadas y templadas, jugando bien los brazos, y una media a pies juntos como para morirse, ¡que belleza!. Muy buena la pelea en varas, mete la cara y se emplea con celo, metiendo los riñones en dos magníficos puyazos de Óscar Bernal. Arranca la faena sometiendo por bajo, doblones con recorrido y humillación rematados con un pase de la firma de escándalo. Toreo en redondo profundo, acoplado, encajado, muletazos ceñidos, metiendo los riñones, trazo largo, ligazón, todo por abajo, ritmo y emoción, series rotundas, un cambio de mano celestial y unos de pecho para abrochar las series realmente sensacionales. Por el izquierdo le cuesta más al de Jandilla tomar la muleta, protesta, puntea, más deslucido. Paciencia y colocación del murciano, temple y mando, poco a poco, demostrando quien manda comenzó a dibujar la pureza y la verdad al natural. Cruzado, dando le pecho, los pies juntos, dándole toda las ventajas al toro, la muleta adelantada fue plasmando sobre la arena madrileña naturales majestuosos, de una hondura inigualable, robados de uno en uno, volviéndose a cruzar, otro, y otro, y otro...así no sé si fueron seis o siete, todos ellos antológicos, para terminar por someter a este buen toro en series de naturales ligadas por bajo de volverse loco. Luego una más por el derecho completamente entregado, redondos profundos, muy largos, ligazón y emoción máxima y el toro sin dejar de humillar y repetir, fijeza y codicia, bravura. Y una más por el izquierdo de regalo, abandonado, tanto que en uno le lanza por los aires, no pasa nada, vuelve a la cara del toro con la verdad y la pureza de su toreo al natural. Un final con ayudados por bajo exquisitos, de gusto y clase, dejan todo en manos de la espada. Y ésta dijo que no, se atascó y se escapó la o las orejas, no sé. Yo le hubiera dado las dos de matarlo a la primera, sinceramente.
Pero el sabor que me ha dejado esta tarde de viernes vale mucho más, Ureña al natural y un siempre señorial Manzanares dieron rienda suelta a la emoción, para mi eso es el toreo.
Antonio Vallejo
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