Ayer recuperábamos el pulso taurino con una novillada de Lopez Gibaja como arranque del segundo fin de semana de esta Feria de Otoño venteña que nos dejó una sabor de completa decepción. Así de claro. Seis novillos se lidiaron y solo uno se salva de la quema. Seis novillos de hechuras dispares, algunos toros por hechuras y edad, a punto de cuatreños, como el primero, tercero, cuarto y sexto, cuajados, hondos, tremendamente ofensivos por delante, en contraste con segundo, muy protestado por cara y falta de remate por detrás, y quinto largo que tampoco gustó a parte de los aficionados. Seis novillos que, para resumir y no repetir cinco veces lo mismo, sin juego, deslucidos, sin raza, sin fuerzas, alguno con cierta nobleza, que es como decir algo para no decir nada. Una decepción. El único que tuvo fondo y emoción fue el tercero, un animal con movilidad y teclas que tocar, exigente y encastado al que Alejandro Adame creo que hubiera cortado una oreja de no marrar con el descabello. No hubo más.
A esto se tuvieron que enfrentar tres novilleros, el cacereño Alejandro Fermín, el toledano Ignacio Olmos y el mexicano Alejandro Adame, que seguro venían a Madrid con una maleta llena de sueños e ilusiones y que se marcharon con tan solo una pesada mochila repleta de decepción, como salimos de la plaza todos los aficionados. Yo no les puedo poner ni un pero a ninguno de los tres, hicieron cuanto pudieron con un ganado imposible para el triunfo, ganas y compromiso no les faltó, voluntad y decisión tampoco, lo demostraron con el capote, con la muleta, en los quites aunque los novillos no colaboraran, pero una y otra vez chocaron con el muro de la falta de bravura, o con el de la invalidez, caso de Fermín con el primero, o con el de la masedumbre, caso de Olmos con el segundo. Repito, intentaron darlo todo.
Así Fermín dibujó en el saludo capotero al primero dos lances al hilo de las tablas bellísimos, a una mano, dejando el capote lacio, una larga con suavidad y gusto, relajado, con desmayo incluso, y con la muleta mostró buenas maneras, bien colocado, templado, tratando de bajar la mano y alargar el recorrido, buena capacidad técnica y gusto, algunos derechazos y naturales tuvieron importancia y profundidad pero con las escasa cualidades de sus novillos el conjunto no tuvo ritmo ni emoción. Más o menos lo mismo le pasó a Olmos, incluso peor, porque su lote fue aún más deslucido. Al segundo, manso de solemnidad, siempre huyendo a tablas, trató de agarrarlo en las rayas del tercio pero el de Gibaja se defendía a arreones, tornillazo tras tornillazo, sin que en ningún momento el toledano le perdiera la cara, valiente, firme y decidido, y con el quinto no tuvo la mínima opción, novillo agarrado al piso que pasaba con menos gracia que un turista japonés en un tablao flamenco. Puso toda su voluntad pero era imposible sacar nada de un bicho sin fondo.
Solo Adame pudo llevar emoción a los tendidos con un tercero de magníficas hechuras y preciosa lámina, muy serio, con cuajo y hondura, con movilidad, fijeza y repetición de salida, metiendo bien la cara en el capote del mexicano que lo recibió a la verónica, a pies juntos, mucho temple y compás, jugando los brazos, ganando pasos, suavidad y gusto, bellísimo saludo rematado con una media de cartel. Si los olés resonaron en el capote mayor fue el retumbar de las palmas en el caballo. ¡Que gran tercio de varas a cargo de Óscar Bernal!, ¡que maravilla!, ¡cuanta belleza y emoción encierra este tercio cuando se ejecuta así!. Se arrancó en largo el novillo, pronto, con buen tranco, metiendo la cara abajo y empujando con los riñones, dos puyazos majestuosos de Bernal agarrados arriba y delanteros, como debe ser. Atronadora ovación para el picador en su retirada por el callejón. En la muleta fue, a mi modo de ver, un novillo exigente, con movilidad y más genio que clase, pero que tuvo emoción y para mi estuvo muy bien Adame, firme, decidido y valiente desde el principio con una cambiado por la espalda de escalofrío, colocándose bien, siempre en el sitio, tragando y aguantando mucho, sobre todo a partir del tercer muletazo de cada tanda con el novillo rebañando y buscando carne, bajando la muleta, con temple, tratando de alargar el viaje para sacar muletazos por ambos pitones de mucho merito y gran calidad, como el epílogo de faena con ayudados por bajo cargados de sabor. Se tiró a matar por derecho, recto, volcándose sobre el morrillo para colocar una entera delantera que acabó escupiéndose. Creo que si llega a haber acertado en el primer golpe de verduguillo se le hubiera pedido una oreja y me hubiera parecido muy justo, sinceramente. Con el que cerraba plaza no tuvo opción alguna, un novillo sin fondo y a la defensiva a base de tornillazos. Lo mejor que hizo fue quitárselo de en medio con prontitud.
Creo que una vez más debemos pararnos a pensar en el futuro de la Fiesta. Ese futuro está en tardes como la de ayer, está en los novilleros, los que un día podrán llegar a matadores, y hay que cuidarles. Para empezar, si son novilleros tiene que lidiar novillos, con edad y hechuras de novillos, serios por delante pero novillos y hay que juzgarles como novilleros, no como matadores. En Madrid, y ayer volvió a ocurrir, hay un sector que, en mi opinión, confunde exigencia con exceso y pide toros en vez de novillos, y como salga un ejemplar con hechuras, peso y presencia de tres años en seguida se le protesta, además de exigirles lo que no son. Ya vimos la pasada semana el trato injusto a Manuel Perera y ayer otra vez lo mismo con Adame. Cuando se perfilaba para entrar a matar tuvo que saltar el listo de turno con ese cántico que aburre de "hay que torear", después de lo que hizo y tragó el mexicano. A ese sujeto habría que llevarle un día a ver los toros desde el callejón para que respetara a quienes se ponen delante de esos bichos. Sí, digo al callejón y no digo al ruedo, porque alguien capaz de gritar eso en ese momento tan inoportuno no merece el honor de pisar la arena de Las Ventas, eso lo primero, y segundo, no llegaría abajo porque se lo haría antes todo en los pantalones. Nos estamos acostumbrando a que los novilleros maten auténticos toros antes de tomar la alternativa y creo que no debe ser así, que es un error y perjudica mucho a estos jóvenes que vienen a Las Ventas a dar todo lo que llevan y se encuentran con animales como los de ayer. Es la eterna discusión entre los que consideramos el trapío como proporción, armonía y seriedad y quienes lo consideran peso, volumen y aparatosidad por delante, y así seguirá siendo, porque la verdad de la Fiesta realmente es esa, la diferencia de opiniones, criterios y gustos de todos y cada uno de los aficionados, siempre que se lleven y expresen con respeto, algo que por desgracia se pierde muchas veces en Las Ventas.
Sinceramente lo creo, a los novilleros no les puede hacer ésto.
Antonio Vallejo
No hay comentarios:
Publicar un comentario