sábado, 5 de octubre de 2024

Sin ritmo y sin fondo

Creo que si hay algo que, en mi opinión, define la tarde de hoy en Las Ventas es la falta de ritmo y de fondo. Un querer y no poder en el que sobre la base de una línea plana de poca emoción aparecían picos de sierra, trazos ascendentes ilusionantes que por unos u otros motivos se tornaban en pendientes de decepción. Parecía que sí, pero enseguida se volvía no, casi todo condicionado por el juego de los toros de Puerto de San Lorenzo y la Ventana del Puerto, más un sobrero de Juan Pedro Domecq, que han sido lidiados por José María Manzanares, Román y Tomás Rufo, cartel sin duda  de máximo interés con lleno en los tendidos. Toros muy serios y bien presentados en general, que si bien han sido nobles en general, ninguno ha hecho cosas "feas", no han sido de los que reponen con peligro, ni han sido broncos, digamos que se han dejado hacer, pero han carecido de fondo, poder y empuje para transmitir y generar emoción, envolviendo la tarde en un ambiente de sosería y  deslucimiento del que salíamos por momentos. Cuando parecía que algo iba a tomar vuelo ahí estaban los veinte o treinta de siempre que se encargaron de echar todo por tierra con sus protestas dirigidas contra sus objetivos en esta tarde, Manzanares y Rufo. Los reventadores en estado puro, no podía ser de otra manera, una tarde más queriendo imponer sus fobias.

Pronto empezaron su repertorio, en el primero, me imagino que molestos por las verónicas templadas y cadenciosas de Manzanares, acompasadas, acompañando con la cintura, bellísimas, para rematar con una media llena de sabor. Fue un toro noble y colaborador, pero poco más, apuntaba a manso y su poder era muy escaso. Dibujó el alicantino una primera serie en redondo reunida, de mucho empaque, la mano baja, trazo largo, profundidad y ligazón para rematar con uno de pecho soberbio, a la hombrera contraria, casi un circular. Era mucho aguantar, ya no podía seguir así, no se podía tolerar que la faena llegara a algo y comenzaron los reproches ya en la segunda serie, también ligada con mucha clase y gusto, y no pararon hasta el final, por uno y otro pitón. Se colocaba Manzanares, ejecutaba el primer muletazo, ligaba el segundo y al tercero ya estaban protestando que estaba fuera, pitos y gritos tratando de empañar la faena. Es siempre lo mismo, da igual, no lo soportan, y montaron el numerito. Al final respiraron aliviados con el fallo a espadas. Con el cuarto no tuvieron sobresaltos, tranquilidad, el toro  decía poco, noblote, pasaba sin más, deslucido por sus escasa fuerzas y, aunque Manzanares trató de robar muletazos con cierta calidad el trasteo discurrió en la línea plana que marcaba el toro. Respiraron aliviados. 

Román se encargó de romper ritmo plano en el segundo y generar esperanzas para lo que quedaba de corrida. Un toro de 637 Kg enorme, una exageración, un mastodonte, un volumen y una masa de carne  en las antípodas del toro que me enamora, ese reunido, armónico, fino de cabos y bajo de agujas, que en los primeros tercios no mostró más que querencia y mansedumbre. Nada hacía pensar que el valenciano compusiera una faena como la que nos brindó. Faena cara, toreo de muchos quilates, ideas claras y una enorme capacidad y calidad en todo cuanto hizo y, por encima de todo, mucha, pero que mucha verdad. En el centro del anillo, dándole mucha distancia, la muleta planchada, adelantada, citando en largo, para embarcar la embestida aprovechando la inercia de los kilos en tres tandas vibrantes llenas de emoción,  la mano baja, ligando con poder y mando, sin quitarle la muleta de la cara, tapándole la salida y buenos de pecho para abrocharlas y poner a la plaza en pie. Por el izquierdo empezó a rajarse, no iba igual, más los naturales tuvieron hondura y emoción en otra seire de mucha intensidad. Más en corto y en los adentros robó otra más por el derecho dejándole la muleta muy puesta, llevándolo de  nuevo muy tapadito para evitar su huida, sensacional. Era cuestión de tiempo que el toro se rajara del todo al verse podido, pero el valenciano insistió, le perseguía donde fuera y, auténticamente, le obligaba a embestir, hasta el final por bernadinas, ajustadas, obligándole a pasar. Absolutamente todo lo dio Román que de no haber marrado con los aceros tenía una oreja asegurada, de ley y de peso, más que el del toro, por su valor y capacidad. No pudo ser, pero la emoción vivida me vale  tanto o más y nos hacía pensar que la tarde podía remontar la planicie. 

Pero no fue así, el tercero fue devuelto por inválido y en su lugar saltó un sobrero de Juan Pedro Domecq que lo único que tuvo fue movilidad, adoleciendo de clase, entrega y ritmo. No se guardó nada el toledano, ambas rodillas en tierra para un arranque de faena un tanto embarullado y en el que pasó algún que otro apuro. Trató de bajar la mano y templar, pero el juanpedro iba y venía con embestida descompuesta y poca continuidad resultando complicado y de poca transmisión, devolviéndonos a la monotonía de la línea plana que continuó con el ya mencionado cuarto de Manzanares y el quinto para Román, un toro sin nada, vacío de fondo y más que justo fuerzas al que buscó las cosquillas por todas partes pero era inúitil, no había nada que sacar. Solo quedaba uno, el que cerraba plaza, para romper la línea plana que empezaba a resultar cansina e incluso aburrida, lo peor que se puede decir en una tarde de toros. En esas estábamos cuando saltó como un cohete un precioso toro negro de 574 Kg de magníficas hechuras e imponente presencia por su seriedad, dos pitones en puntas desafiantes. ¡Cómo fueron las verónicas de Rufo! No sé cuantas, diez o doce perfectamente, a compás, ganando pasos, una delicia, acunando la embestida, entre olés y la mayoría en pie. Toro con mucha clase y ritmo, movilidad y entrega, era el mejor de la corrida, de largo, y el milagro, aunque tarde y al final, parecía posible. Extraordinaria la primera serie en redondo, profunda y ligada, en el sitio, de intensa emoción. ¡Y el cambio de mano!, magistral, de locura, demasiado para algunos que inmediatamente comenzaron a incordiar. Insufrible, de verdad, todo reproches, idéntico modus operandi que con Manzanares, la consigna era reventar lo que parecí podía ser un gran faena, no le perdonan las puertas grandes de su primera temporada, aunque alguna fuera discutible y generosa, pero de ahí a odiar así a Rufo hay un trecho, y denota la falta de educación y las fobias de ese sector minoritario. Se colocaba cruzado, ejecutaba el primer muletazo y ya estaba la bronca, era imposible ligar, tenía que colocarse porque ellos lo dijeran. Menos mal que más de los 23.000 que estábamos en Las Ventas reaccionamos hartos de los veinte o treinta notas de siempre acallándoles con olés y ovaciones. Está claro que la emoción surge de la ligazón, y para ligar las series es imposible estar siempre cruzado, y no lo entienden... según quien esté toreando. Es cierto que en algunos naturales se quedó algo fuera por la trayectoria del toro, pero Rufo tuvo la capacidad de abstraerse del infernal ambiente y torear con mucha decisión, calidad y profundidad, la mano baja el trazo limpio, meritoria e importante tarde del toledano. Estoy seguro que si mata bien y a la primera se le hubiera pedido la oreja y se hubiera montado la mundial, pero de nuevo respiraron tranquilos, les bajaron las pulsaciones y se fueron tranquilos, misión cumplida.

Solo una cosa más, ¿te ha gustado, Lola?


Antonio Vallejo



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