lunes, 12 de junio de 2023

¡El Rey!


Por fin alguien dijo ¡basta!, por fin alguien se plantó y plantó cara a la veintena de siempre que van a Las Ventas con el único objetivo de molestar e insultar a las figuras que tienen en su lista negra. Los revientafaenas son así, no van a ver toros, van a hacer la vida imposible en nombre de una "integridad", unas "esencias" y una "pureza" del toreo que sólo ellos conocen y guardan con celo. Pues si lo de estos de matracas pesados con su hit parade de voces y gritos extemporáneos ya tan caduco, repetitivo, manoseado y revenido  es la pureza del toreo, ¡viva la impureza!. Y si lo de Roca Rey hoy en Las Ventas es para ellos impureza, ¡viva aún más la impureza!. Son cuatro gatos, hoy otra vez se ha visto claro, se pueden contar, no son el 7 ni representan a los buenos aficionados que allí se sientan, aficionados de verdad, que deben estar hartos de escuchar tonterías como uno que le ha gritado hoy a Roca Rey, "¡estás fuera!" y "hay que ponerse". A ese indocumentado, por ser respetuoso y no llamarle lo que  realmente se merece, habría que ponerle unas gafas de mil aumentos para que viera dónde se ha puesto Roca Rey, jugándose la vida a cara de perro, los terrenos que ha pisado, lo que ha tragado y cómo ha podido a dos toros que eran unos hdlgp, cómo le han levantado tras un volteretón de aúpa en el sexto y cómo ha vuelto a la cara del toro aún con más arrestos, en definitiva, que viera lo que es tener valor, honradez, honestidad, verdad y un par de.... pero que muy gordos, algo de lo que estos veinte o treinta de cada día carecen. Así que no me extraña que el peruano estuviera hasta los mismísimos de tanta tontería y le lanzara un desplante, ¡olé!, que por fin despertó del letargo a una plaza que por una vez, ¡ya era hora!, fue un clamor de "fuera, fuera, fuera" contra esa minoría ridícula de veinte o treinta que pretende amedrentarnos a los 23.700 que hoy llenábamos los tendidos. ¿Y cuál ha sido su reacción?, pedir la dimisión la empresa, Plaza 1. ¡Qué valentía!. Ridículo, una vez más. 
Contra la fiereza, que no bravura, de su lote, contra los fóbicos reventadores habituales y contra un presidente una vez más acobardado, reculando en tablas, un manso de solemnidad, ha tenido que vérselas Roca Rey en una tarde  espléndida de sol y magnífica temperatura In Memoriam de Yiyo con toros de Victoriano del Río y Toros de Cortés, dos hierros de la misma ganadería. Ha venido a por todas, sin guardarse nada, incluso sin recuperarse de la cogida en Toledo el pasado jueves 8, día del Corpus, vistiendo un terno corinto y azabache como el que lució el recordado José Cubero "Yiyo" en su última comparecencia en Las Ventas y en cuya memoria se celebraba la corrida de esta tarde. Sin duda toda una declaración de intenciones que luego se han visto refrendadas por su entrega sin límites. De infarto los estatuarios de inicio en el tercero, en los medios, con dos cambiados por la espalda que cortaban la respiración y uno de pecho majestuoso, sensacionales y rotundas, llenas de mando y poder las tandas por el derecho en las que sometido por bajo las embestidas del tercero, un toro que en todo momento buscaba los tobillos, que no salía, reponía con violencia, una alimaña, y las que le pegó al sexto, un toro sin entrega, que medía y buscaba, al que le hizo tragar muletazos inverosímiles, todo esto entre los reproches y las faltas de respeto de  esa minoría ridículamente minoritaria, que fueron a más cuando sus dos toros fueron a menos - si es que en algún momento habían ido a algo -  y Roca Rey acortó distancias para pisar eso terrenos que ponen los pelos de punta. Los pitones en los muslos, en la cadera, en el pecho, desafiando al riesgo extremo, pasándose al toro por ambos pitones, y unas espaldinas, y un circular por la espalda, y unos de pecho, todo clavado al firme, sin inmutarse ni casi rectificar, valor supremo. Y alguno de los bobos de solemnidad pidiéndole que se cruzara y se arrimara. No me extraña nada, como les comenté antes, que estuviese hasta la coronilla de tanto insulto, que se plantara y les mandara callar, bastante educado fue para lo que merecían. ¡Ya era hora de taparles la boca!.
Oreja ganada a pulso en el tercero y otra que tenía que haberse llevado en el que cerraba plaza tras una petición claramente mayoritaria y que habrían supuesto una nueva Puerta Grande para Roca Rey, pero que un presidente cobarde negó saltándose una vez más el reglamento y así  sembrar de vergüenza la plaza de Las Ventas junto a la patética minoría de revientafaenas que tampoco perdieron su oportunidad de intentar masacrar a otro de sus enemigos favoritos en la lista negra, Julián López "El Juli", quien una tarde más mostró su mando y capacidad para poder y someter a todos los toros. Un primero al que toreó a la verónica como los ángeles, ganado pasos, para rematar con una media llena de torería y que en la muleta parecía querer pero falto de empuje, con buen embroque pero sin acabar de rematar al que Juli, perdiéndole pasos primero, acabó metiendo en su poderosa muleta. Series en redondo con profundidad, la mano baja y el trazo con cierta largura, menos ritmo al natural, sueltos, de uno en uno, más deslabazado, sin la continuidad de la ligazón pero con mérito, dándole el pecho, todo entre los reproches habituales de "crúzate", "pico", "arrímate", etc, etc. Pero Julián está de vuelta, pasa de tanta tontería y lo mismo hizo en el cuarto, un toro encastado y exigente, con más entrega,  al que Juli recetó una par de tandas en redondo majestuosas, llevando en largo la embestida, siempre por bajo, rematando con unos de pecho de tronío. Lástima que la espada emborronara su actuación. Por su parte Talavante tuvo pocas opciones con su lote, muy deslucido, que tan solo tuvo algo de emoción en los primeros muletazos al segundo, doblones largos que solo fueron un espejismo. Lo intentó el extremeño, voluntarioso, puso empeño y trató de hacer la cosas bien, pero en ningún momento pudo transmitir lo mínimo.
Contra la intransigencia y la cobardía se ha rebelado un tío que tiene lo que a otros les falta, que ha acallado la poca vergüenza de una minoría guiada por las fobias y un presidente preso del miedo, un hombre que ha puesto en pie a Las Ventas  por su verdad y su valor para honrar como merece la memoria del gran Yiyo, aclamado a gritos de "torero, torero, torero"  por una afición entregada en una vuelta al ruedo apoteósica que deja claro quien manda aquí:  Andrés Roca ¡El Rey!

Antonio Vallejo


lunes, 5 de junio de 2023

Victorino, Paco Ureña y Emilio de Justo, broche de oro


Lleno hasta la bandera para la que cerraba San Isidro, expectación máxima, mano a mano entre Paco Ureña y Emilio de Justo con toros de Victorino Martín, nadie se la quería perder, incluido el Rey Felipe VI que ocupó una barrera del 9. Que importante es que le guste venir a la plaza, que tenga afición, aunque haya esperado a la última, con todo lo que ha habido antes, 22 tardes más. Menos es nada, desde  luego, imagino que su sobrecargada agenda le habrá hurtado la posibilidad de venir alguna tarde más, quiero pensar que en casa no le habrán puesto pegas para que compartiera con unos cuantos miles de españoles una tradición popular y cultural de siglos que en su Reino es algo más, es una de sus señas de identidad. Y si por un casual tiene algún problema de permiso, hay una ranchera muy famosa que a lo mejor puede poner como música de fondo, esa que dice algo así como "pero sigo siendo el Rey"... se me ocurre, por si le apetece venirse a los toros cuando quiera. Se agradecería siempre su presencia, cuanto más, mejor, que varias veces al año no hace daño, se lo aseguro.
 Sobre el papel todos los ingredientes para una gran tarde de toros, pero ya se sabe, tarde de expectación....¡Que maravilla contradecir al popular dicho!, nada de decepción, ¡fuera el tópico!, ha sido una tarde que se puede definir con una palabra: EMOCIÓN. Sentimientos a flor de piel, de intensidad suprema, con el ¡ay! y el ole siempre en la garganta, perennes, de principio a fin, en cada toro, sin respiro, una tarde vertiginosa en la que nadie se podía despistar ni un segundo, los victorinos no daban tregua. Y es que cuando salen toros-toros y hay toreros con la verdad y la honestidad de Ureña y de Justo, el resultado solo puede ser ese, la emoción.
Extraordinaria la corrida que Victoriano Martín ha mandado a Madrid, enhorabuena por la impecable selección en el campo, mejor imposible. Seis toros de excelente presentación, muy seria, imponente, hechuras magníficas, láminas espectaculares, mucho trapío, que además han dado mucho juego, variado, cada uno tenía lo suyo, una alimaña hambrienta de carne y sedienta de sangre el primero, segundo y tercero con  un pitón derecho sensacional, el cuarto con mucha clase y fondo, muy peligroso el quinto, midiendo y buscando, con bravura, raza y casta el sexto. Todos con mucha emoción, todos con ese comportamiento del encaste Albaserrada, exigiendo mucho y sin conceder nada, que aunque humillaran y repitieran con clase no permitieron el mínimo fallo o despiste, todo había que hacérselo bien y estar con los cinco sentidos alerta, venían con la lección bien sabida de casa pero aún tenían capacidad para repasar y desarrolla más sentido si cabe, con mucha movilidad, apretando, volviéndose y revolviéndose en un palmo de terreno cual lagartija, buscando los tobillos, o los muslos, o lo que fuera, ni un segundo de respiro, ni siquiera en los parones antes del embroque, mirando, midiendo, advirtiendo, ojo que como no espabiles te engancho debían pensar, mientras tanto todos en el tendido con el aliento contenido y las pulsaciones a mil. ¿Se puede pedir más?.
No lo sé, pero si faltaba algo de emoción la pusieron los dos matadores que ayer se la jugaron sin dudas ni vacilaciones, con infinita honestidad, la verdad del toreo al desnudo, sin trampa ni cartón. A las amenazas de los victorinos respondieron ambos con firmeza, poder, mando, temple y un par de atributos que me río yo de los del caballo de Espartero. Hay que tenerlos muy bien puestos para hacer lo que ayer hicieron Paco Ureña y Emilio de Justo, elevando a la enésima potencia la emoción de todo cuanto desarrollaron en el ruedo, que fue mucho y de inmensa calidad. Para empezar, ¡cómo lidiaron a los dos primeros de salida! Apretaban, mucho ímpetu, movilidad extrema, iban y venían haciendo hilo con el capote, la cara metida abajo sin salirse de los vuelos, pero ahí estuvieron ambos matadores echando el capote abajo, andándoles hacia atrás, sacándolos a los medios, sometiéndoles y enseñándoles quien mandaba. Vivimos momentos de intensa emoción y así se reconoció con sendas ovaciones que retumbaron en todo Madrid. Pero eso tan solo era el aperitivo del atracón de emociones que nos esperaban. No hubo que esperar mucho, más bien nada, porque la faena de muleta de Ureña al primero traspasó los límites de lo aguantable con cierta serenidad. Una alimaña de viaje muy corto que se revolvía en una moneda, buscando, con malas ideas, buscando, miraba y medía. No se arrugó el de Lorca, le plantó batalla, tragó y aguantó lo indecible, poniéndole la muleta, perdiendo pasos para volver a colocarse, pero el animal buscaba, avisó hasta que hizo presa, por los aires, luego al suelo, encelado con locura, derrotando, Ureña hecho un ovillo, las patas pisoteándole, los pitones como puñales lanzados al aire buscando la carne, angustia y sangre helada en todos y cada uno. No sé como salió del trance, pero salió, ¡y volvió a la guerra!, tanto que compone una tanda con la diestra profunda y ligada, increíble, ¡y remata con uno de trinchera!, el deliro en los tendidos. Se tiró a matar con todo, recto, y de nuevo por los aires, esta vez enganchado milagrosamente de la chaquetilla porque si no la cornada habría sido tremenda. Se pidió la oreja, yo creo que por mayoría, aunque  no demasiado holgada. Al final el del palco dijo que no racaneando un trofeo al valor máximo y a la estocada por el miedo a los que dijeran la veintena de siempre. Oreja que cobró en el tercero al que saludó a la verónica con temple y clase rematando con una media de mucho gusto y del que aprovechó le buen pitón derecho que tenía. Primeros compases cargados de torería, doblones largos, un trincherazo y uno de la firma para rubricar con el de pecho para luego templar y bajar la mano, citando en corto, llevándolo muy metido, ligazón, profundidad, emoción, toreando encajado y metiendo los riñones, tres tandas reunidas y rotundas que no tuvieron continuidad por el izquierdo, por ahí cortaba y no pasaba, reponía y se volvía con peligro, había que perderle pasos para salvar el pellejo, mucho peligro, pero aún le robó un par de naturales dando el pecho majestuosos para culminar la obra en una serie volviendo a la diestra de tremenda emoción por la profundidad y el parón eterno que aguantó con el toro fijando el punto de mira en Ureña. Otra vez valiente a más no poder, sin inmutarse ni rectificar, rayando en la temeridad, como en el primero, exponiendo más allá de lo exigible. Un pinchazo y una entera volcándose sobre el morrillo y de nuevo pañuelos en los tendidos, quizás alguno más que en el anterior, tampoco tanta diferencia, pero esta vez el presi dijo sí al reglamento. Sin comentarios. El quinto, una estampa bellísima, fue sin embargo deslucido y muy peligroso, a la defensiva, sin recorrido ni celo, no quería entrar, se quedaba y reponía con violencia. No le asustó al lorquino, se plantó en corto, sin importarle que las afiladas puntas le llegaran a la chaquetilla, la barriga o los muslos, al victorino le daba igual donde cornear, volviendo a jugársela a cuerpo limpio, con el ¡ay! en cada muletazo que intentaba dibujar, faena taquicárdica y taquipneica, un monumento al valor sin límites reconocido con una muy fuerte ovación de despedida.
No tan reconocido fue Emilio de Justo ayer. Me da la impresión que el extremeño ha engrosado la lista negra de la veintena de siempre, que le han puesto la cruz y ya no les vale, que como a tantos otros le auparon y era el máximo cuando emergió en España tras llevar años y años jugándosela en las duras plazas del sur de Francia pero que ahora, ya en categoría de figura, todo lo hace mal, ni se pone ni se cruza, otro al que deben recordarle que hay que torear, otro más de usar y tirar por capricho. Es el cuento de nunca acabar con la veintena de garantes de la pureza y las esencias. Ya he comentado antes la lidia perfecta con el capote al segundo, un toro que se revolvía y se quedaba debajo con enormes riesgos, sabedor de lo que dejaba detrás, sin conceder la mínima, que medía y esperaba antes del embroque. Tragó mucho de Justo, aguantó con la muleta adelantada, planchada, bien colocado aunque algún sabio constantemente le reprochara eso, hasta conseguir una serie al natural y otra de derechazos de muchos quilates, temple y mano baja, ligadas perdiendo un paso porque el toro reponía con peligro , ¡y un trincherazo para morirse!. Tiró del toro en todo momento, le hizo pasar y todo tuvo mucha emoción en una faena a más por el buen pitón derecho, acoplado y encajado, con profundidad, que alcanzó la cúspide en una tanda final en redondo a cámara lenta, la mano muy baja, barriendo la arena y el toro hipnotizado y unos naturales dando el pecho, de uno en uno jugándosela con sinceridad máxima. Una casi entera entera arriba para pasaportar al victorino y petición clara de oreja que en el palco no quisieron dar por falta de testiculina. En el cuarto probó la amargura del olvido y el desprecio. Un toro con clase y con fondo  no  sobrado motor que desde que tomó el capote en las verónicas del extremeño mostró humillación y querer, repitiendo. Con esa condiciones Emilio le concedió la media altura, con mucho temple, en los primeros muletazos para romper en un par de tandas en redondo con profundidad, bajando la mano, de mucho mérito, toreando muy despacio, a ralentí, el toro humillado, con mucha emoción. Sí, al hilo, y no pasa nada, porque era la única manera de llevar a ese toro en recto, aguantarlo  y así torear, que de eso se trata  y que es lo que consiguió. Emoción y olés de la inmensa mayoría, reproches, el crúzate, el hay que torera y el se va sin torear de los veinte que hace 3 ó 4 años, con toros de esa misma embestida, jaleban. Ni siquiera le respetaron en los naturales robados de uno en uno, cruzándose, porque al toro por ese pitón izquierdo le costaba un mundo pasar, el caso era ir a la contra. Mató de casi entera algo trasera suficiente para hacer doblar al de Victorino y petición similar o quizás algo más numerosa que la del tercero pero que ahora no tocó considerar por el del palco. Caprichos. Con el bravo sexto estuvo hecho un tío, valiente y torero, echando la pata alante, poniendo la muleta y conduciendo las embestidas con temple y ritmo, sensacionales tandas en redondo, ligazón y emoción, todo en los medios, con mando. Faena de intensidad, de exigencia y de valor que se emborronó con la espada, si no posiblemente se habría pedido la oreja, y vayan a saber por donde le habría dado por hacer al del palco.
Pero si todo esto fue mucho se queda en nada al lado de un gesto, un momento que, para mi, define lo que es el toreo, lo que son sus valores, sacrifico, esfuerzo, capacidad de sufrimiento, entrega, compañerismo y, por encima de todos y como valor supremo, el respeto, al toro y al torero. Fue en el cuarto, Emilio de Justo llama a Álvaro de la Calle, el sobresaliente de ayer, para brindarle su toro. Sí, Álvaro de la Calle, el mismo sobresaliente que el Domingo de Ramos de 2022 tuvo que hacerse cargo de la corrida tras la grave cogida del extremeño en el primero de su encerrona con seis toros de diferentes ganaderías, el que se vistió aquel día, igual que ayer, en el hotel Ibis que está frente a la plaza, el que cruzó andando la explanada de la mano de su hija sin que nadie supiera quien era camino del patio de cuadrillas, el que con dignidad y profesionalidad hizo frente a un reto casi imposible de asumir, el que tras matar los cinco toros que le quedaron volvió al hotel andando de la mano de su hija con la cabeza muy alta, sintiéndose torero, sin necesidad de luces, flashes y demás parafernalia, ese mismo, recibió ayer el merecido reconocimiento y el cariño que esta recaudadora empresa de Madrid no ha tenido con él y jamás va a tener. Ese brindis de torero a torero que ilustra esta entrada fue, para mi, el momento de más emoción de toda la tarde. Llámenme sensiblero, sentimental, romántico, cursi, lo que quieran, pero con todo lo que ayer vivimos, sufrimos  y sentimos, que fue mucho,  nada como ese brindis que recoge la verdad del toreo y engloba todos los valores de estos hombres  capaces de dar su vida por esta bendita afición. Ese brindis es de hombres íntegros, ese brindis es el toreo. Y ante esto, todo lo demás pasa a un segundo plano. ¡Gracias por ser así!. 
 
Antonio Vallejo

sábado, 3 de junio de 2023

Uceda, Castella, clasicismo y compromiso


 Otra tarde de "no hay billetes" en las ventas, ya van no sé cuantas, que sumadas a los que llamamos llenos con alguna localidad dispersa por ahí que se ve vacía y los casi llenos hacen de esta San Isidro un éxito en cuanto a público. Esta semana leí una noticia en la que Plaza 1, la empresa de La Monumental, daba como media de aforo un 93%, una cifra, sin duda, extraordinaria que ha venido de la mano de unas combinaciones en los carteles que se intuía iban a atraer al gran público. Esta tarde ha sido el caso, con Uceda Leal, Morante de la Puebla y Castella, muy atractivo para el público general al que no le han importado nada los inciertos pronósticos meteorológicos que anunciaban, un día más, lluvia. Poco importaba, iban "a ver a Morante", ese era el reclamo, y está claro que en este San Isidro ha funcionado lo de los nombres atractivos. Pero claro, si luego van a la plaza con toda la ilusión y las ganas por ver a las figuras y se encuentran con unos toros como los de hoy, ¿cuanto va a durar el efecto?. La Fiesta se construye a partir del toro, y si no hay toro...apaga y vámonos.
Eso ha pasado con esta corrida de El Torero, cinco toros han pasado el reconocimiento,  remendada con uno de José Vázquez, que no ha gustado ni por presentación ni por juego. Basta señalar que cuatro han sido protestados con más o menos intensidad por su presencia y cuatro pitados en el arrastre. Hechuras dispares, en escalera, alguno con el trapío justito para Madrid, otro, el cuarto, que me ha parecido desproporcionado y exagerado, parecía recién traído de un rodeo de Texas por su aparatosa cornamenta, descarado a más no poder, decir que veleta y abierta es quedarse corto y que curiosamente ha sido el mejor del encierro, aunque al menos bastante pareja de pesos. Una corrida deslucida en general, sin fondo, baja de casta y empuje, alguno apuntando clase y nobleza, manejable, como el primero, un tercero que apuntaba a manso pero que fue a más en la muleta de Castella gracias a que lo entendió a la perfección, segundo, quinto y sexto horribles, para salvar de la quema al cuarto al que Uceda cortó una oreja.
¿Con qué me quedo de esta tarde? Pues, como digo en el título, con el clasicismo, el gusto, la clase, la elegancia y la torería de Uceda sumado al compromiso, la entrega, la capacidad y el inmenso valor de Castella. Me quedo también, una vez más, con los de plata. Magisterio de Gómez Escorial en el primero y Rafael Viotti en el sexto, ambos desmonterados, acompañados por José Chacón y Juan José Trujillo que colocan los palos con una clase y una efectividad única. Ojo, y también el tercio de varas del que cerraba plaza, ¡que dos puyazos de Agustín Romero!, delanteros, agarrados sin rectificar, arriba, administrando el castigo a la perfección. ¿Y de Morante? Con el ramillete de  verónicas al primero, el mentón hundido, a compás, lentas, meciendo el toro, dos de ellas eternas, sentidas, un crujir, rematadas con una media llena de aromas. En eso creo que puede resumir una tarde llamada a haber sido mucho más. Pero eso es imposible si a una figura de la magnitud de Morante de la Puebla le corresponden los toros que le ha tocado hoy y, añado, sus lotes en las dos comparecencias anteriores. Yo no sé si todo es mala suerte o qué, pero la realidad es que ni uno de los seis toros que ha tenido que lidiar Morante valían para nada. El segundo de hoy se quedó en ese saludo a la verónica, ya está, se acabó. No quiso ni ver al caballo, no entraba, había que salir a buscarle para poder picarlo, aunque algunos no lo entendieran, y en la muleta no pasó ni una vez, sin gota de fuerza, además se acostaba y venía por dentro, con peligro, buscando los muslos. Y el quinto llevaba la cara por las nubes, nula entrega, nula clase, tomaba el capote rebrincado, sin recorrido. En el caballo se le castigó duro, la verdad,  llegando a la muleta sin aliento, pasaba a duras penas, sin humillar, sin nada. Y con todo eso un derechazo encajado y profundo y un natural hondo y lento aislados destellaron en medio de una tremenda bronca. Ni sin castigo hubiera valido ese toro. Señores, que Morante no marea la perdiz, no aburre a las ovejas, que si no hay nada no engaña con pases fingidos que no llevan a ningún fin. Morante hace que lo malo, lo que no sirve, si breve, mil veces bueno. Y yo se lo agradezco.
Hablaba de la clase de Uceda, hoy la ha desparramado por el ruedo, en las verónicas de saludo al cuarto y en la muleta con los dos del lote. ¡Que delicia de verónicas!, templadas, cadencia  y temple, gusto y calidad. Con que mimo ha cuidado  al primero, toro noble, con cierto fondo de clase pero con muy escaso empuje. A media altura, con sublime suavidad, muletazos de seda, a media altura, temple y trazo elegante, compuesta la figura, elegancia innata, por ambos pitones, relajado, todo naturalidad. Fue en el cuarto donde la profundidad de su toreo  puso a rugir a los tendidos. Toro con buen tranco, le adelantó la muleta y las series fluyeron en un canto al toreo clásico, quietud y temple, viaje largo, tirando del toro, encajado, sin estridencias, reunido, derechazos y naturales con empaque y torería, con poder y mando, toreo pleno, y los remates por bajo, esas trincherillas que siempre nos han enamorado por su forma de interpretarlos, sutiles, elegantes, un dandy. No anduvo fino con la espada en el primero, pero en este cuarto resurgió el cañón que siempre ha sido el de Usera. Un volapié tirándose recto para dejar un estoconazo monumental que hizo rodar al toro sin puntilla. Oreja de ley que premia el clasicismo y la torería. De Uceda podrán decir muchas cosas, pero lo único que no se le puede reprochar es ser torero y estar siempre en torero, dentro y fuera de la plaza. Es de esos que cuando van por la calle quien no le conoce se para, se da la vuelta y dice, ¡ahí va un torero!. Y eso es lo más grande.
Sebastián Castella, figura del toreo aunque a algunos les pese, habrá podido pasar por distintas fases en su carrera, mejores o peores, pero jamás ha dejado de lado su identidad y lo que le ha llevado a lo más alto, el compromiso con él mismo, con los aficionados y con su profesión. Compromiso que engloba valor, entrega y verdad, todo plasmado en esta tarde ante sus dos toros. Saltó el tercero sin fijeza, distraido y desentendido, apuntando más a manso que a otra cosa, rehuyendo la pelea, ni se acercaba al peto. Primeros compases por bajo, mucha suavidad en la muleta, derechazos de mucha profundidad, además de bellos, largos, llevando al toro encelado, embebido en los vuelos. Un toro que fue a más gracias probablemente al magnífico trato que le dio el francés. Sitio y temple fueron la receta, colocación y mando, trazo largo, mano baja, profundidad ligazón cuando el de José Vázquez repetía, de uno en uno, perdiendo un paso y colocándose para ofrecerle la muleta y dibujar naturales inmensos de uno en uno de mucho peso. Todo reunido, todo con una despaciosidad mágica, sintiéndose muy a gusto, disfrutando para él y haciéndonos sentir todo ese río de emociones que despertaba cada muletazo. Se tiró a matar con todo para cobrar un estocada de las de premio dentro de un par de días. Una oreja incontestable pedida con mucha fuerza que aún no sé como algunos pocos se atrevieron a discutir. Puerta Grande el pasado 19 de mayo y una oreja hoy, de momento triunfador de la feria, y difícil que el domingo le superen. Bien podía haberse aliviado con el sexto, un marrajo que se movió mucho sin acabar de entregarse, con la cara alta y malas intenciones, pero Castella asumió lo que siempre ha llevado por bandera, el compromiso con el toreo y con la afición, aunque algunos se lo nieguen. Despistó el toro en los primeros compases, repetía y perseguía la muleta que por bajo le ofreció Castella, parecía otra cosa, pero pronto se mostró cual era, un bicho sin clase que buscaba herir. Se desentendió de todo, alzó la cara y empezó a medir y buscar, por abajo los tobillos, revolviéndose y reponiendo, por arriba lo que fuera, daba igual, quería herir. Tragó y aguantó Castella, firme, valiente, poniéndole la muleta, escapando de los arreones y tornillazos por su saber, pero al final el animal encontró presa, voltereta tremenda, estremecedora, una cornada de 20 cm, y siguió toreando como si tal cual, haciéndole tomar la muleta, más valor, más gallardía, más integridad, más entrega, más disposición, más verdad, más de todo los calificativos que puedan quedarme por añadir no se puede pedir. Lo  que se debe pedir es respeto a quien se juega la vida ante un toro, se debe pedir que los que no vieron o no quisieron ver por la venda de fobias que les tapa los ojos lo que estaba haciendo Castella y no pararon de protestarle y molestarle es que no vuelvan, que son una lacra. A esos les mandó callar otra vez, igual que el 19 de mayo les dejó en pelota picada con sus vergüenzas al aire.

Antonio Vallejo


viernes, 2 de junio de 2023

Luque, imperial


 Muchas vueltas le he dado al título de esta entrada. Reconozco que ha salido de la plaza con un cabreo mayúsculo por la cobardía de un tipo sentado en el palco. Pensaba en algo como héroe y villano, honor y miseria, un gigante y un enano y así se me iban pasando una y otra idea para titular. Pero al final, una vez serenado me he dado cuenta que en el toreo hay dos personajes protagonistas, el toro y el torero, y que los demás somos accesorios por mucho que alguno quiera convertirse en protagonista, triste protagonista. Ese, en la tarde de hoy, responde al nombre de José Luis González González y no merece estar donde solo puede figurar un hombre de verdad, no un cobarde, porque solo por cobardía puedo entender que haya negado una oreja pedida por clara mayoría a Daniel Luque tras la lección magistral ante el sexto de Alcurrucén. Un toro protestado de presentación que manseó de salida, suelto, huyendo de los capotes, manso en el caballo, parado en banderillas, también manso, la cara alta, esperando y defendiéndose. Caía agua a mares cuando Luque tomó la muleta. Embestida descompuesta y sin entrega, de manso, como la corrida, consintiéndole, concediéndole todo, las alturas y la distancia, aguantando y tragando, paciente, poco a poco, poniéndole la muleta, tirando o cediendo, según veía, perdía un paso, se colocaba, y otra vez, temple. Y cada serie que inventaba tenía un poquito más, y el toro cambiaba el son, y parecía que quería, y aún le consentía más. Todo entre protestas, reproches y los gritos fuera de lugar de los cuatro de cada día, voceando su repertorio cansino. Por salir salió hasta el "uffffff ¡petardo!" que aún no habíamos escuchado en lo que va de feria, que es casi todo ya. Pero ya ven lo que le debió importar a Luque, que estaba a lo suyo, a mandar y poder a ese manso, cada muletazo llevaba ya un trazo distinto, la altura ya no era la del inicio y el ritmo era otro, hasta hacerle romper a embestir de una manera colosal en una tanda rotunda por el pitón derecho, de una profundidad máxima con el Alcurrucén entregado al mando y dominio del sevillano, un cambio de mano eterno por su lentitud y largura cosido a uno de pecho apoteósico. Y luego los naturales, oro de todos los quilates imaginables, una locura, la plaza en pie. Volapié de órdago, tirándose con todo, estoconazo sensacional, de los de premio, y petición clara a pesar de los paraguas, las ganas de resguardarse del chaparrón y de ir a casa. Cobardía y miseria encarnadas en el del palco al no conceder una oreja de ley ganada por mando, poder y valor reconocido en una vuelta al ruedo apoteósica. No merece más el tipo, que ya en el tercero había asomado la patita. Ese toro también fue protestado de salida por los habituales, como toda la corrida, y en los primeros tercios no dijo nada, echando las manos por delante, deslucido. Hasta que llegó al tercio de banderillas e Iván García mostró que tenía cosas guardadas al colocar dos pares monumentales, de poder a poder, en la misma cara, perfecto, impecable colocación, para salir del embroque con torería y responder montera en mano a la atronadora ovación. Podría decir que el toro rompió a embestir, pero no sería cierto. Fue Luque el que le hizo romper a embestir. Está el sevillano en un momento de madurez, extarordinario, centrado, seguro, firme, con una rotundidad y una capacidad para dominar cualquier embestida y someter a cualquier toro que pocos alcanzan. Genuflexo, adelantando la muleta le rompe con unos doblones poderosos, largura y profundidad, temple absoluto, y el toro va porque Luque quiere, manda él y el toro humilla y repite con una clase escondida hasta entonces y que el sevillano destapa. Enorme con la diestra, ligando en una baldosa, encajado, la muleta a ras de suelo, ¡cómo va el toro!, mejor dicho, ¡cómo le hace ir Luque!, ¡cómo le echa los vuelos!, ¡cómo tira de él!, un portento, y además clase y gusto, un molinete y uno de pecho, y en otra un cambio de mano sublime, sensacional. Remiso el toro por el izquierdo, le cuesta más tomar el engaño, pero cuando entra dibuja unos naturales inmensos, de uno en uno, perdiendo un paso y colocándose, siempre por bajo, profundidad y emoción con los tendidos seducidos por la poderosa y rotunda muleta del de Gerena. Acorta distancias en el tramo final para exprimir al máximo las condiciones del Alcurrucén, unas luquecinas de lujo, un martinete y uno de pecho para abrochar ponen a toda la plaza en pie. Bueno, a toda no, tres o cuatro están disconformes y tocan palmas de tango y no callan de reprocharle vaya usted a saber qué, incluso uno que, ustedes me van a perdonar, sólo puedo calificarle de canalla, le grita algo indescifrable cuando está perfilado para entrar a matar. Ese ni es aficionado ni es nada y habría que sacarle de las orejas fuera de la plaza. Una entera defectuosa y un descabello no son impedimento para que afloren los pañuelos, yo creo que con ligera mayoría, pero no cuajó y el del palco, por si acaso le montaban una gorda los habituales, por miedo a lo que le pudieran gritar, consideró  insuficiente. 
Diego Urdiales tuvo pésima fortuna con su lote, deslucido y soso el primero y manso de libro el cuarto, pero como siempre nos dejó en la memoria la impronta de su toreo, esa compostura, la manera de plantar la muleta plana para conducir la embestida con la panza, esa cadencia que imprime, torería no al uso, empaque, derechazos y naturales sublimes, trazos sueltos pero que dejan huella y llena de serena emoción, de la que te llena, se queda dentro y te la guardas en el rincón de las esencias. 
Para Talavante estaba reservado un quinto que en los primeros tercios apuntó muchas condiciones de manso, aunque es cierto que parecía que no metía mal la cara en las tres verónicas que tomó antes de huir a tablas, pero quería poco, muy poco o nada, suelto, desentendido. Plantado de rodillas en terrenos del 5 se puso a torear, muy largo, muletazos de enorme profundidad, ligazón, no sé cuantos pudo dar por ambos pitones, de enorme calidad y emoción, un cambiado por la espalda muy ceñido, con el toro humillando y repitiendo. ya incorporado tandas por ambos pitones bajo un manto de agua, toreando vertical, enroscándose la embestida, bajando la mano, a veces con cierto desmayo, aunque quizás algo en corto cuando creo que ese toro pedía más distancia. Pero la faena tuvo emoción y llegó a los tendidos, sobre todo con los adornos por bajo, una trincherilla de mucho sabor, pase d ela flores, otro de desdén mirando al tendido, quizás más adornos que profundidad, la que tenía el toro que todo lo buscó por abajo y que fue una pena que se fuera con las orejas puestas. En eso tuvo que ver el mal manejo de la espada, quedando todo en una escasa petición de trofeo.
Una vez en casa, tranquilo y sereno, abandonado el enfado por la injusticia de un cobarde, un manso más de esta corrida sin fondo ni fuelle, olvidemos a los personajes accesorios y quedémonos con lo que realmente importa, la grandeza del toreo, la de un Daniel Luque imperial.

Antonio Vallejo

jueves, 1 de junio de 2023

¡ESTO ES UNA CORRIDA DE TOROS!

Señores, ¡qué corrida de toros!. El azulejo que distingue cada San Isidro a la mejor corrida ya tiene nombre: Santiago Domecq. ¡Enhorabuena, ganadero!. Una corrida completa, de principio a fin, con una presentación impecable, seis toros cada uno de diferentes capas, castaño, cárdeno claro, colorado, negro, negro mulato, con una presencia imponente, muy serios, ofensivos, magníficas hechuras, láminas para enmarcar, armónicos, proporcionados, la belleza del toro bravo en su máxima expresión. Una corrida que además ha ido más allá de la fachada, una corrida con mucho fondo, bravura, casta, raza y clase, a raudales, una corrida con enorme transmisión y  emoción que ha embriagado a toda la plaza. Del primero al sexto, toros que han embestido siempre por abajo, humillando, con fijeza, con celo y codicia, comiéndose las telas, repitiendo, y con duración, seis toros con fuerza y exigencia, con movilidad y muchas teclas que tocar, seis toros para irse al desolladero sin orejas puestas, en definitiva, la corrida soñada por cualquier aficionado, la que colma todos los deseos que tiene uno cuando va a la plaza, la que muestra en todo su esplendor la grandeza de este animal único que es el toro bravo y que ha tenido su cénit en el quinto, un torazo de 599 Kg e impresionante trapío, perfectamente proporcionado, la guinda del pastel, de nombre Contento, ese que ven en la imagen de portada, y que ha sido justamente premiado con una vuelta al ruedo apoteósica. Triunfadora la corrida y no resultará extraño que este Contento también lo sea al final del serial. 
Un nombre que en la tarde de hoy debe ir íntimamente unido a otro, Fernando Adrián, que hoy ha colmado todos sus sueños toreros abriendo de par en par y con toda justicia a mi parecer la Puerta Grande de Las Ventas, en hombros, acariciando el cielo de Madrid que hoy lucía espléndido. ¡Qué entrega la de ambos! Desde que tomó la muleta, firmeza y seguridad, sabiendo lo que quería y debía hacer, arrebatado, de rodillas, la muleta adelantada, temple y largura, todo por bajo, un cambiado a la espalda de cortar la respiración, intensidad y sinceridad. Y luego el toreo, ¡que manera de torear!, muy largo y muy profundo, excelsa colocación, trazo fino, temple y ligazón, una tras otra las tandas, en redondo o al natural, encajado, con hondura, toreo superlativo, un cambio de mano de una factura imposible de describir, los de pecho para abrochar, los adornos por bajo y un final genuflexo con doblones de infinita torería. ¡y que ritmo el de Contento!, humillando, repitiendo, celo y codicia, todo lo quería por abajo, a más en cada tanda, incansable, bravo y encastado, la encarnación de la raza en el momento de la muerte, solo, en los medios, resistiendo en pie hasta el último aliento, altivo, momentos de una intensidad emocional que tardaremos en volver a sentir, Adrián honrándole con su ovación, los pelos de punta, la plaza en pie. Nada importó que matara de un espadazo tras un metesaca, la petición fue clara, ayusista podría decirse, mayoría absoluta indiscutible y una oreja para abrir la deseada Puerta Grande. Otra había cortado al encastado y exigente segundo, jugándosela a pecho descubierto, con disposición y exposición, también muy firme, la mente despejada, un toro ante el que había que ponerse y al que había que poder. Y lo hizo, vaya si lo hizo, primero por estatuarios en ayudados por alto y un cambiado por la espalda electrizante. Siempre por bajo, viaje largo, corriendo bien la mano, tragando también porque el toro pedía mucho, emoción e intesidad en toda la faena, hasta el final en las cercanías, por ambos pitones con un cambio de mano celestial y una bernadinas más que ajustadas, deshilvanando los bordados con las afiladas puntas para tirarse a matar con todo y cobra una entera ligeramente desprendida que valió una oreja.
Arturo Saldívar salió a tumba abierta, a por todas, despreciando el riesgo, incluso diría que acelerado o embarullado por momentos, sin que se le puede negar su entrega sin límites y su valor a prueba de fuego, mejor dicho, a prueba de volteretas y revolcones. Toda la lidia del primero nos tuvo con el alma encogida, un tremendo susto cuando le arrolló en el quite con el capote a la espalda y hasta dos veces más salió por los aires al venirse por dentro en la muleta el de Santiago Domecq. Un toro con enorme movilidad y encastado que además derrochó clase en su embestida cuando el mexicano lo llevó templado y por bajo, con mando, respondió humillando y repitiendo en un par de tandas al natural de mucha entidad, entregándose también en una tanda de derechazos rotunda de inmensa profundidad. Quizás podría decir lo mismo co el cuarto, otro gran toro, que todo lo pedía por abajo en la muleta, que fue a más en la faena y que rompió a embestir con una bravura y clase descomunal cuando Saldívar le bajó la mano en tandas rotundas por ambos pitones. Valor y entrega no se le puede negar a Saldívar, pero quizás mas sosiego hubiera hecho que esos toros perdieran algunas de sus orejas antes de ser arrastrados. 
Álvaro Lorenzo ha dado una vez más muestra de su integridad al matar al sexto con una cornada de 15 cm tras un volteretón estremecedor. Bien toreó de capa a sus dos toros, a la verónica, templado, ganado pasos, con mucho gusto, a compás y con ambos se mostró firme y asentado en la muleta, buscando la colocación, bajando la mano y  llevándolos muy metidos en los vuelos, con profundidad y emoción, todo con un temple y una despaciosidad extrema, a veces de uno en uno, otras con ligazón, pero la carga de sentimiento siempre igual. Y también clase, como la de la última tanda de naturales al sexto, de una lentitud y una hondura máxima, un pase de desdén de gusto exquisito y un final por bajo genuflexo con la muleta arrastras para abrochar con una trincherilla llena de torería. Una entera arriba y petición de oreja que creo era mayoritaria pero que el palco no consideró igual. La vuelta al ruedo se la ganó a pulso y tuvo que saberle a gloria.
Señores, ¡esto es una corrida de toros!

Antonio Vallejo