sábado, 3 de junio de 2023

Uceda, Castella, clasicismo y compromiso


 Otra tarde de "no hay billetes" en las ventas, ya van no sé cuantas, que sumadas a los que llamamos llenos con alguna localidad dispersa por ahí que se ve vacía y los casi llenos hacen de esta San Isidro un éxito en cuanto a público. Esta semana leí una noticia en la que Plaza 1, la empresa de La Monumental, daba como media de aforo un 93%, una cifra, sin duda, extraordinaria que ha venido de la mano de unas combinaciones en los carteles que se intuía iban a atraer al gran público. Esta tarde ha sido el caso, con Uceda Leal, Morante de la Puebla y Castella, muy atractivo para el público general al que no le han importado nada los inciertos pronósticos meteorológicos que anunciaban, un día más, lluvia. Poco importaba, iban "a ver a Morante", ese era el reclamo, y está claro que en este San Isidro ha funcionado lo de los nombres atractivos. Pero claro, si luego van a la plaza con toda la ilusión y las ganas por ver a las figuras y se encuentran con unos toros como los de hoy, ¿cuanto va a durar el efecto?. La Fiesta se construye a partir del toro, y si no hay toro...apaga y vámonos.
Eso ha pasado con esta corrida de El Torero, cinco toros han pasado el reconocimiento,  remendada con uno de José Vázquez, que no ha gustado ni por presentación ni por juego. Basta señalar que cuatro han sido protestados con más o menos intensidad por su presencia y cuatro pitados en el arrastre. Hechuras dispares, en escalera, alguno con el trapío justito para Madrid, otro, el cuarto, que me ha parecido desproporcionado y exagerado, parecía recién traído de un rodeo de Texas por su aparatosa cornamenta, descarado a más no poder, decir que veleta y abierta es quedarse corto y que curiosamente ha sido el mejor del encierro, aunque al menos bastante pareja de pesos. Una corrida deslucida en general, sin fondo, baja de casta y empuje, alguno apuntando clase y nobleza, manejable, como el primero, un tercero que apuntaba a manso pero que fue a más en la muleta de Castella gracias a que lo entendió a la perfección, segundo, quinto y sexto horribles, para salvar de la quema al cuarto al que Uceda cortó una oreja.
¿Con qué me quedo de esta tarde? Pues, como digo en el título, con el clasicismo, el gusto, la clase, la elegancia y la torería de Uceda sumado al compromiso, la entrega, la capacidad y el inmenso valor de Castella. Me quedo también, una vez más, con los de plata. Magisterio de Gómez Escorial en el primero y Rafael Viotti en el sexto, ambos desmonterados, acompañados por José Chacón y Juan José Trujillo que colocan los palos con una clase y una efectividad única. Ojo, y también el tercio de varas del que cerraba plaza, ¡que dos puyazos de Agustín Romero!, delanteros, agarrados sin rectificar, arriba, administrando el castigo a la perfección. ¿Y de Morante? Con el ramillete de  verónicas al primero, el mentón hundido, a compás, lentas, meciendo el toro, dos de ellas eternas, sentidas, un crujir, rematadas con una media llena de aromas. En eso creo que puede resumir una tarde llamada a haber sido mucho más. Pero eso es imposible si a una figura de la magnitud de Morante de la Puebla le corresponden los toros que le ha tocado hoy y, añado, sus lotes en las dos comparecencias anteriores. Yo no sé si todo es mala suerte o qué, pero la realidad es que ni uno de los seis toros que ha tenido que lidiar Morante valían para nada. El segundo de hoy se quedó en ese saludo a la verónica, ya está, se acabó. No quiso ni ver al caballo, no entraba, había que salir a buscarle para poder picarlo, aunque algunos no lo entendieran, y en la muleta no pasó ni una vez, sin gota de fuerza, además se acostaba y venía por dentro, con peligro, buscando los muslos. Y el quinto llevaba la cara por las nubes, nula entrega, nula clase, tomaba el capote rebrincado, sin recorrido. En el caballo se le castigó duro, la verdad,  llegando a la muleta sin aliento, pasaba a duras penas, sin humillar, sin nada. Y con todo eso un derechazo encajado y profundo y un natural hondo y lento aislados destellaron en medio de una tremenda bronca. Ni sin castigo hubiera valido ese toro. Señores, que Morante no marea la perdiz, no aburre a las ovejas, que si no hay nada no engaña con pases fingidos que no llevan a ningún fin. Morante hace que lo malo, lo que no sirve, si breve, mil veces bueno. Y yo se lo agradezco.
Hablaba de la clase de Uceda, hoy la ha desparramado por el ruedo, en las verónicas de saludo al cuarto y en la muleta con los dos del lote. ¡Que delicia de verónicas!, templadas, cadencia  y temple, gusto y calidad. Con que mimo ha cuidado  al primero, toro noble, con cierto fondo de clase pero con muy escaso empuje. A media altura, con sublime suavidad, muletazos de seda, a media altura, temple y trazo elegante, compuesta la figura, elegancia innata, por ambos pitones, relajado, todo naturalidad. Fue en el cuarto donde la profundidad de su toreo  puso a rugir a los tendidos. Toro con buen tranco, le adelantó la muleta y las series fluyeron en un canto al toreo clásico, quietud y temple, viaje largo, tirando del toro, encajado, sin estridencias, reunido, derechazos y naturales con empaque y torería, con poder y mando, toreo pleno, y los remates por bajo, esas trincherillas que siempre nos han enamorado por su forma de interpretarlos, sutiles, elegantes, un dandy. No anduvo fino con la espada en el primero, pero en este cuarto resurgió el cañón que siempre ha sido el de Usera. Un volapié tirándose recto para dejar un estoconazo monumental que hizo rodar al toro sin puntilla. Oreja de ley que premia el clasicismo y la torería. De Uceda podrán decir muchas cosas, pero lo único que no se le puede reprochar es ser torero y estar siempre en torero, dentro y fuera de la plaza. Es de esos que cuando van por la calle quien no le conoce se para, se da la vuelta y dice, ¡ahí va un torero!. Y eso es lo más grande.
Sebastián Castella, figura del toreo aunque a algunos les pese, habrá podido pasar por distintas fases en su carrera, mejores o peores, pero jamás ha dejado de lado su identidad y lo que le ha llevado a lo más alto, el compromiso con él mismo, con los aficionados y con su profesión. Compromiso que engloba valor, entrega y verdad, todo plasmado en esta tarde ante sus dos toros. Saltó el tercero sin fijeza, distraido y desentendido, apuntando más a manso que a otra cosa, rehuyendo la pelea, ni se acercaba al peto. Primeros compases por bajo, mucha suavidad en la muleta, derechazos de mucha profundidad, además de bellos, largos, llevando al toro encelado, embebido en los vuelos. Un toro que fue a más gracias probablemente al magnífico trato que le dio el francés. Sitio y temple fueron la receta, colocación y mando, trazo largo, mano baja, profundidad ligazón cuando el de José Vázquez repetía, de uno en uno, perdiendo un paso y colocándose para ofrecerle la muleta y dibujar naturales inmensos de uno en uno de mucho peso. Todo reunido, todo con una despaciosidad mágica, sintiéndose muy a gusto, disfrutando para él y haciéndonos sentir todo ese río de emociones que despertaba cada muletazo. Se tiró a matar con todo para cobrar un estocada de las de premio dentro de un par de días. Una oreja incontestable pedida con mucha fuerza que aún no sé como algunos pocos se atrevieron a discutir. Puerta Grande el pasado 19 de mayo y una oreja hoy, de momento triunfador de la feria, y difícil que el domingo le superen. Bien podía haberse aliviado con el sexto, un marrajo que se movió mucho sin acabar de entregarse, con la cara alta y malas intenciones, pero Castella asumió lo que siempre ha llevado por bandera, el compromiso con el toreo y con la afición, aunque algunos se lo nieguen. Despistó el toro en los primeros compases, repetía y perseguía la muleta que por bajo le ofreció Castella, parecía otra cosa, pero pronto se mostró cual era, un bicho sin clase que buscaba herir. Se desentendió de todo, alzó la cara y empezó a medir y buscar, por abajo los tobillos, revolviéndose y reponiendo, por arriba lo que fuera, daba igual, quería herir. Tragó y aguantó Castella, firme, valiente, poniéndole la muleta, escapando de los arreones y tornillazos por su saber, pero al final el animal encontró presa, voltereta tremenda, estremecedora, una cornada de 20 cm, y siguió toreando como si tal cual, haciéndole tomar la muleta, más valor, más gallardía, más integridad, más entrega, más disposición, más verdad, más de todo los calificativos que puedan quedarme por añadir no se puede pedir. Lo  que se debe pedir es respeto a quien se juega la vida ante un toro, se debe pedir que los que no vieron o no quisieron ver por la venda de fobias que les tapa los ojos lo que estaba haciendo Castella y no pararon de protestarle y molestarle es que no vuelvan, que son una lacra. A esos les mandó callar otra vez, igual que el 19 de mayo les dejó en pelota picada con sus vergüenzas al aire.

Antonio Vallejo


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