viernes, 13 de octubre de 2023

Una cero cero para celebrar el Día de la Fiesta Nacional


No hay nada mejor para celebrar el 12 de octubre, nuestra Fiesta Nacional, que ir a la Fiesta Nacional, los toros. Sin lugar a dudas ese tuvo que ser el pensamiento de cuantos decidieron ayer ir a Las Ventas y prácticamente llenar los tendidos para disfrutar de una gran tarde de toros. Otra tarde más espléndida, de sol radiante y temperatura más que primaveral, para que La Monumental hiciera gala de su denominación y luciera como tal. Todo muy bonito...aparentemente. El marco espectacular, vuelvo a repetirlo, pero el contenido... vaya, vaya.
Echemos la vista atrás, cuando este verano se anunciaron los carteles de la Feria de Otoño y de esta extraordinaria del 12 de octubre. La terna era la compuesta por Morante de la Puebla, Alejandro Talavante e Isaac Fonseca y los toros los de Nuñez del Cuvillo. A que molaba, ¿eh?. Primer contratiempo, Morante anuncia el 30 de septiembre que corta su temporada por la lesión de muñeca que sufre. Gustará o no, se le espera para soñar con su toreo o para intentar putearle - perdonen la expresión pero es que en Madrid cierto sector goza con eso - pero en lo que todos estamos de acuerdo es que el de La Puebla del Río llena las plazas. Comienzan las dudas y las cábalas sobre su sustituto, rumores y más rumores, algunos incluso nos planteamos devolver las entradas ya que la alteración del cartel programado da derecho a eso. Durante este ciclo otoñal lo hemos hablado cada día a la espera del anuncio oficial por parte de la empresa. Y por fin el día 8 de octubre desojaron la margarita y apareció el nombre de Manuel Jesús "El Cid" como el elegido para sacar adelante la tarde. Reconozco que barajamos varios nombres, Castella o Ureña tras su magnífica y comprometida actuación el pasado viernes 6 , Manzanares, que ayer por la mañana descubría un azulejo en Las Ventas en reconocimiento a la extraordinaria trayectoria de su padre, al añorado maestro José María Dols Abellán, y hubiera sido emotivo verle torear en esta fecha tan señalada, o Borja Jiménez, por qué no, se lo había ganado a pulso tras cortar tres orejas a los victorinos. Además otros nombres con los que, por gusto o cariño, elucubramos durante estos días. Pero si había uno que no sospechábamos ni por casualidad era el de El Cid. Es más, casi todos pensábamos que se había retirado, y así fue en 2019. De hecho, tirando de hemeroteca,  se despidió de Madrid el 4 de octubre de 2019 con una corrida de Fuente Ymbro, días después hizo lo propio en Zaragoza el 12 de octubre y se vistió de luces por última vez en enero de 2020 en Manizales. Lo que pocos sabíamos, entre ellos me incluyo, es que en diciembre del  pasado año anunció su vuelta a los ruedos. Y no es de extrañar que no lo supiéramos porque, tirando otra vez de hemeroteca, el sevillano  ha hecho el paseíllo cuatro tardes, una en el abril sevillano con la corrida de Victorino, otra en septiembre en Alabacete con toros de la Quinta, una más también este septiembre en Zalamea la Real (Huelva) sustituyendo a Manuel Díaz El Cordobés con toros de Osborne y, por último, la de ayer en Madrid también por la vía de la sustitución ante, supuestamente, toros de Nuñez del Cuvillo. Así que a nadie extraña que el de Salteras no entrara en las quinielas pero su anuncio está claro que sirvió para mantener el interés por la tarde y atraer al abonado y a más público porque, al fin y al cabo, es un matador con amplia e importante trayectoria y muy reconocido en Las Ventas, plaza que le ha adoptado como uno de los suyos, torero de Madrid le dicen, y al que, hay que decirlo porque es así, ese sector del 7 que se auto otorga la potestad de juzgar y decidir lo que vale y no le ha perdonado y consentido lo que a muchos otros protestan, censuran, ningunean e incluso insultan con una falta de respeto indecorosa y de mal aficionado. Y esto no quita para reconocer que la cerrada ovación que recibió El Cid tras romperse el paseíllo es de justicia y premia su figura.
Decía bien lo de supuestamente al referirme a los toros de ayer, porque de los de Cuvillo nada supimos. Sorpresa al recoger el programa de mano y ver que en la separata lo que aparecía en le orden de lidia era un batiburrillo de hierros con dos toros de Garcigrande, tres de Victoriano del Río y uno de Toros de Cortés. Por cierto, otro motivo más para la devolución de la entrada y recuperar el importe, que en estos tiempos no viene nada mal. Pero una vez en la plaza y no era como para volverse a casa. No tengo ni idea de lo que mandó Nuñez del Cuvillo para esta corrida, pero que ni uno solo pasara el reconocimiento ni fuera apto para lidiarse en Madrid es llamativo. No atraviesa sus mejores momentos este hierro, lo sabemos, pero lo de ayer tiene difícil explicación. Como tampoco sabemos donde estaban o de donde vinieron los que finalmente se lidiaron, en el campo o en los corrales, lo que está claro es que se tuvo que hacer a toda prisa y, claro, con tanto baile de corrales salieron como salieron. No me atrevería a decir que fueran saldo de final de temporada ni tampoco desecho de tienta, pero el caso es que ni de presencia ni de juego me gustaron. Grandes, muchos kilos, algo habitual, pero de hechuras para enamorar poco, destartalados y alejados de la estampa del toro bravo que tengo entre mis gustos. Y de pobre juego, quizás primero y cuarto con cierta nobleza y manejables, el tercero con movilidad y más emoción, pero los tres restantes con mínimas opciones para la terna, escasos de raza y fuerzas, con la gasolina justa para llegar a Madrid con la luz de reserva encendida. En definitiva, muchos cambios que no presagiaban buenos augurios. 
Ni el baile de corrales ni una terna cada uno de su padre y de su madre, de muy diferentes estilos y generaciones, integrada por una figura de 49 años prácticamente fuera del circuito, otro de 36 años  que deslumbró en sus inicios, luego frenó su ascensión, se fue y desde su vuelta nada ha sido igual, y un joven de 25 años recién llegado  que se llevó la Copa Chenel entre cierta polémica, contribuyeron al éxito de la que en su gestación era una tarde para soñar y que acabó en algo indefinido, en algo ni sí ni no, en algo que parece que va a ser pero luego no lo es, en algo que parece arrancar pero se frena, en algo que parecía querer despertar pero que volvía a la indiferencia de un público poco habitual aletargado, en un no sé si quiero ni  tengo claro si puedo. El caso es que, entre unas cosas y otras,  el ambiente general de ayer me resultó raro, como si la gente estuviera ajena a lo que pasaba, bueno, regular o malo. Y no sería porque desde los altos del 7 no se encargaron de caldear los ánimos con las pancartas previas pidiendo más afición y menos discoteca, más rigor en el palco, así como los constantes gritos pidiendo la dimisión de Plaza 1 y Miguel Abellán. Y es probable que no les falte razón y debamos pararnos a pensar un momento el estado actual de nuestra plaza. No hay duda que esta temporada, al menos en sus momentos estelares como es San Isidro y Otoño, ha sido un éxito de público y económico para la empresa. También es cierto que el invento del "after-toros" ha roto todos los esquemas, ha llevado a la plaza a miles de jóvenes no sé si atraídos por la afición o por las copas y la discoteca, pero si de ahí salen futuros aficionados, bienvenido sea. Pero todo tiene su lado bueno y su lado malo y es muy difícil encontrar el equilibrio, como todo en la vida. Se corre el riesgo de morir de éxito y vivir lo que se vivió el miércoles en la final del certamen de novilleros sin picadores. Una plaza abarrotada de adolescentes, a priori algo bueno para el futuro, pero que a la postre resultó que iban más por la juerga posterior que por ver toros. No estuve allí pero el magnífico equipo del personal de plaza que ha atendido esta temporada el 1 alto me contó ayer que fue horroroso, algo insufrible, mala educación, se levantaban sin atender a las indicaciones que les hacían advirtiéndoles que durante la lidia nadie entra o sale del tendido, pero ni caso, incluso encarándose con ellos. y ese es un precio que no se puede pagar por muchos ingresos que supongan para la empresa. Y eso sin hablar de lo que se vivió al final de la corrida donde se perdió el control y la situación se desbordó obligando a desalojar la plaza por el riesgo de seguridad que corría. Inaceptable y que debe hacer que la empresa se replantee esto de cara a la próxima temporada. Y respecto al palco, ¡que vamos a decir!, ¡si estamos de acuerdo!, si llevamos años, casi toda la vida, sin entender que no haya un criterio pero, aunque a los que ayer tanto protestaban no les guste escucharlo, ese criterio debe ser libre, no el suyo, el que  quieren imponer a base de protestas, gritos en tono y actitud amenazante. 
El Cid volvía a Madrid de manera inesperada, lo dije antes y lo reitero, por la vía de la sustitución y quizás porque, dicen las malas lenguas, las negociaciones para haber estado en el pasado San Isidro tras su regreso a los ruedos no acabaron de buen rollito, como se dice ahora. Recibido como se merece su trayectoria su actuación de ayer podría calificarla de digna y aseada, demostrando que el que tuvo, retuvo, pero sin ir más allá, dejándome un tanto a medias, ganas aparentes pero desconfianza en cuanto le apretó algo el toro, fruto de la edad y la falta de torear,  por mucho que haya entrenado y matado en el campo, que la plaza es la plaza y Madrid es Madrid. Siempre ha tenido clase y gusto y no la ha perdido, manejó bien ek capote, algunas verónicas tuvieron compás, pero en general faltó ritmo y continuidad y creo que toreó más bonito que profundo, aunque es ciero que por el pitón derecho trazó algunas tandas en redondo ligadas por bajo con hondura. Pero igual que llegaba una de esas venía otra menos acoplado y se perdía la emoción. Y es curioso que llevamos toda la vida hablando de la prodigiosa mano izquierda de El Cid y ayer fue precisamente al natural donde menos lució. Algunos sueltos si resultaron de buena factura, pero ni de lejos fue como el que muchas tardes puso Madrid patas abajo al natural. Es más, su primer toro se vino a menos precisamente tras una primera tanda al natural poco limpia. Por el contrario, burló su tradición con la espada, esa que tantas orejas y puertas grandes le ha hecho perder. Mató con facilidad y bastante bien al primero y también entró fácil al cuarto, dejando una entera aunque algo defectuosa que le obligó a utilizar el verduguillo desenterrando el maleficio del acero. Ni sé los golpes de descabello que dio, pero poco se le tuvo en cuenta. Contó durante toda la tarde con el respeto de prácticamente toda la plaza y poco se le criticó cuando citó al hilo o fuera, que ocurrió.
Alejandro Talavante también me dejó a medias, no acaba de volver, parecía que sí pero ayer tampoco me dijo mucho. También intermitente y con la sensación de no encontrar el sitio ni tener las ideas claras, como en le saludo capotero al quinto, dos faroles de salida, algo que no cabo de entender, me parece además que a contra estilo y contra los cánones del toreo, aquello de parar y templar para fijara la toro tras los ímpetus de salida. Y las faenas unos dientes de sierra ante dos toros con muy pocas condiciones, la verdad, sobre todo el quinto, y la sensación de que el toro iba por un lado y el matador por otro, cada unos el suyo, sin llegar a acoplarse. Lo mismo unos muletazos iban por bajo como seguían por alto, ahora tirando la línea recta, ahora buscando la curva buscando ceñirse, ahora un pitón, a ver cómo va, si no lo pruebo por el otro, salía una tanda de más enjundia, otra más vulgar, sin un argumento claro para intentar construir la faena, sin hilo conductor ni ritmo. Repito, los toros no ayudaron nada, pero tampoco Talavante fue lo que se espera de él. Quizás lo que menos me gustó fue la manera de encarar las críticas, más o menos justas, se puede discutir, ante la irregularidad de su faena, pase mirando al tendido y volviéndose con aparatosos gestos triunfalistas cuando lo que estábamos viendo iba poco más allá de discreto. 
El joven mexicano Isaac Fonseca venía de ganar un certamen, la Copa Chenel, diseñada para dar oportunidades a matadores con pocas opciones de entrar en las grandes ferias de la temporada. Como es lógico tiene las limitaciones que tiene, se le vieron, como casi todos los que empiezan, pe al menos se entregó al máximo y mostró ganas y disposición arrebatadoras, exponiendo al máximo, dándolo todo. Tanto que en el sexto sufrió una tremenda voltereta que le tuvo a merced del toro durante unos segundos de angustia, tirado en el suelo con el animal haciendo presa afortunadamente en la espalda de la chaquetilla, por que haberle en esa posición corneado hubiera sido mortal. Pero gracias a Dios y al ángel de la guarda de los toreros ni siquiera le hirió en el muslo cuando se lo echó a los lomos, un auténtico milagro. Lo intentó todo, no rehuyó los quites, verónicas, chicuelinas alternado con tafalleras, todo por agradar y demostrar que quiere, como demostró en le arranque de faena en cambiados por la espalda escalofriantes, sin inmutarse, clavado en la boca de riego, o el toreo arrebatado de rodillas tras recuperarse de la paliza que le propinó el sexto. Con la muleta tiene carencias, lógico, le falta acoplarse, como a tantos, y se le censuró constantemente la colocación, algo fuera, y el pico, con este no hubo misericordia ni contemplaciones por parte del 7. Vio la movilidad del tercero y trató de aprovecharla buscando la emoción, citó muy de lejos, intentó llevarlo muy en largo, y el toro se arrancó con galope alegre y mucho genio. Pero claro, cuando un toro se viene tan largo hay que saber pararlo y meterlo en la muleta, algo muy difícil que el maestro César Rincón hacía fácil, pero Rincón solo hay uno. Igual que sus compañeros, irregular y con poco ritmo, a veces un tanto acelerado, queriendo mucho pero sin poder. Al menos fue. breve en el manejo de los aceros y despachó a ambos enemigos con solvencia, aunque la del sexto cayera bastante fea.
Así cerramos la temporada en Madrid, indefinida, con la sensación de quedarnos a medias, sin pena ni gloria, ni fú ni fa, de lo que se anunciaba a lo que salió... Aunque no debe extrañar en estos tiempos de lo Bio y lo sin que empezó hace años con la moda de lo light y ha acabado en lo cero cero, que es como decir la nada. Empezaron con la cerveza sin alcohol y cero cero, una guarrería, luego alguien probó con el vino, ¡si eso se llama mosto y está inventado el siglo pasado!, ahora también atacan a la ginebra, y eso son palabras mayores, eso es un absurdo y un timo de tomo y lomo, indecente. No quiero pensar que ayer los gin tonic que circularon sin pausa por los tendidos llevaban esa porquería cero cero en lugar de ginebra de verdad, sin adornos ni aromas, a lo mejor así entiendo que la corrida del Día de la fiesta nacional me dejara a medias, una cero cero para decir adiós.

Antonio Vallejo

lunes, 9 de octubre de 2023

Borja Jiménez: Puerta Grande al valor, la pureza y la verdad


 Tres orejas de ley sin discusión y una Puerta Grande apoteósica para el sevillano Borja Jiménez rindiendo Madrid a la verdad y la pureza de su toreo ante una seria y  para mi gusto muy bien presentada corrida  de Victorino Martín  que tuvo bravura, raza y casta, muy exigente, fiel a su encaste, toros que piden el carnet, con complicaciones y peligro sordo tras cada muletazo, que no conceden nada ni permiten el mínimo error, que vienen aprendidos y a la mínima desarrollan aún más sentido. Como suele decirse, una corrida para hombres.
De principio a fin, desde que tomó el capote para entrar en su turno de quites en el primero hasta que vio como doblaba el sexto, ha dado Borja un recital de toreo basado en un despliegue de virtudes descomunal que podrían resumirse en disposición, entrega, capacidad y valor para culminar la que ha sido, sin duda, la tarde culmen de su carrera y la que seguramente le va a catapultar a cotas muy elevadas en la próxima temporada. Pero solo con esas tres virtudes no basta para redondear una tarde tan rotunda como la de hoy, muchos matadores del escalafón las reúnen, hace falta algo más para que los sentimientos afloren, la emoción explote y la plaza vibre y ruja en olés como lo ha hecho hoy. Esa cualidad, ese factor diferencial que le ha llevado a componer tres faenas portentosas, de figura consagrada más que de matador prometedor con ocho años de alternativa y con tan solo dos actuaciones previas en Madrid, su confirmación de alternativa y una corrida en un domingo de julio, se lama sitio. Lección magistral la que ha dado el sevillano, en todo momento estaba en el sitio, citando, cuando perdía los pasos necesarios para ligar los muletazos, siempre quedaba perfectamente colocado para interpretar el siguiente. Portentoso. Sinceramente, creo que esa ha sido la clave para alcanzar la gloria del toreo.
De su disposición no ha habido duda alguna, solo hace falta ver como ha salido, sin renunciar a uno solo de sus turnos de quites; en el  primero uno no demasiado lucido a la verónica por la falta de poder del albaserrada, en el tercero de nuevo por verónicas esta vez templadas y sentidas, cadenciosas, parsimoniosas, acariciando cada embestida, rematadas con una media antológica, y en el quinto uno por chicuelinas ajustadas y a manos bajas de una belleza y un sentimiento supremo que ha puesto a la plaza en pie.
De su entrega, ¡qué vamos a decir!. Basta un detalle. Sexto toro, el tercero que le ha correspondido matar por el percance de su compañero Román, dos orejas ya en el esportón y la Puerta Grande abierta esperándole para salir a hombros de una multitud. Lo fácil hubiera sido reservarse y arriesgar lo justo para no romper su sueño hecho realidad, ese que todos los toreros tienen y pocos alcanzan. No, Borja venía a darlo todo, a entregarse en cuerpo y alma a esta afición sin pensar en lo que pudiera pasar mañana y se fue a porta gayola a recibirlo. ¿Hace falta apuntar algo más para definir lo que es entrega?.
Y también hablaba de su capacidad, que ha sido deslumbrante. Con el capote, más allá de los quites comentados, ha sido la lidia, sensacional, parando y templando la movilidad y el genio típico de salida en este encaste, esa forma de tomar los vuelos que tienen los victorinos, la cara abajo, el hocico barriendo la arena, revolviéndose en un palmo de terreno, repitiendo y apretando. ¿Cómo lo ha hecho?. Echando el capote abajo, poniéndoselo en la cara, andándoles hacia atrás para llevárselos a los medios, una maravilla. Señores, eso se lama lidiar y Jiménez lo ha interpretado a la perfección. Y si seguimos hablando de capacidad hay que destacar la de entender a la perfección a cada uno de sus tres oponentes gracias a un sentido y de las distancias, la altura, la velocidad, el ritmo y la cadencia de los muletazos fuera de serie, así como un conocimiento de los terrenos propio de una figura del toreo. Y la piedra angular de esa capacidad ha sido, como decía antes, el sitio fruto de una colocación impecable para componer tres faenas de una emoción desbordante.
Y a todo eso hay que sumarle el valor, inmenso, la verdad suprema con lo que ha hecho todo y la pureza infinita de su toreo, siempre echando la pata "alante", dando el pecho en cada muletazo, enroscándoselos a la cintura, siempre buscando la línea curva en cada trazo, pasándoselos por la bragueta, aguantando y tragando las miradas y la manera de rebañar en los tobillos cuando reponen y se revuelven cual lagartija, sabiendo perder los dos pasitos necesarios para quedar perfectamente colocado y volver a la carga, siempre por abajo, mando y poder para someter las embestidas y arreones. Así ha sido en sus tres toros, por ambos pitones, concediéndole altura al primero, la muleta retrasada, llevándolo templado, frenando su ímpetu, para poco a poco bajarle la mano y componer una serie en redondo de inmensa profundidad. Nada comparado con la sinfonía de toreo al natural en el segundo y cuarto con la que ha dejado sin garganta a todos los aficionados. Pocas veces he escuchado olés tan roncos y rotos como los de hoy a cada natural de Borja. Dándole siempre el pecho, adelantando la muleta, con un temple exquisito, embarcando la embestida con suavidad, arrastrando la tela, encajados los riñones, series de naturales majestuosas de una hondura pocas veces vista que en el sexto se vieron complementadas con las compuestas por el pitón derecho. Una auténtica locura, trazo largo, profundidad y temple, sublime, cargando la suerte, pasándose al toro con los pitones rebañando la taleguilla, valiente, poniendo a los tendidos en pie y los corazones a mil ante la magnitud de su toreo.
Pero es que aún queda otra virtud, cualidad o don, llámenlo como quieran, que atesora Borja Jiménez y que ha sido la guinda del pastel, la torería. Solo así se puede cuajar a toros tan exigentes como son los victorinos y rematar tres faenas excelsas como se merecía, por bajo, trincherazos, otros de la firma, luego los de desdén mirando al tendido, gusto exquisito, aromas maestrantes, Sevilla en Madrid. Han sido tres epílogos para enamorarse, soñar y no querer despertar jamás, no podía ser de otra manera. No hay nada como el torero por bajo, me cansa tanta manoletina y bernadina, con las que hoy en día parece obligatorio hay que acabar las faenas y que, dicho sea con respeto al mérito y riesgo que conllevan cuando se ejecutan bien, muchas veces me parece una vulgaridad. Ese toreo por bajo cargado de sentimiento ha sido otro de los factores diferenciales que ha contribuido a generar la atmósfera mágica que ha envuelto a la Monumental.
Todo esto hubiera sido suficiente apara hablar a estas horas de una tarde excepcional, llena de valor y arte, todo lo que quieran, pero lejos de la apoteosis del triunfo. No podía fallar y no ha fallado porque con la espada se ha entregado igual que con su capote y muleta. Realmente preciosa ha sido la manera como ha cuadrado a sus tres toros para entrar a matar, pura armonía, sin solución de continuidad tras el último remate por bajo de los bellos epílogos dejando al toro cuadrado y colocado a la perfección en el sitio, otra vez el sitio dominador, para ejecutar la suerte suprema, la que da y quita. Tres estocadas de idéntica factura, volcándose sobre el morrilo, enterrando el acero casi entero, ligeramente desprendido en el primero, quizás algo tendido en el sexto pero efectivos ambos y con un golpe de verduguillo en el tercero que le han valido tres orejas y la gloria.
La otra cara del toreo la ha sufrido Román con una grave cornada en su muslo derecho en los compase finales de faena al primero de la tarde, un toro complicado, gazapón, con poco poder, no pasaba, se quedaba siempre debajo, reponía y se defendía con peligro por su falta de fuerzas. Muy firme y valiente el valenciano, decidido, poniéndole la muleta en la cara, bajando la mano, tirando del toro para robarle los muletazos, exponiendo una barbaridad en cada uno, con mucha verdad,  aguantando parones y miradas, hasta que en una de esas se frena a medio muletazo, se revuelve y hace presa. Cornada gorda, la sangre manaba en abundancia y empapaba la taleguilla pero no fue impedimento para que con un par de atributos  tomara la espada y matara a la alimaña de una entera, teniendo que ser retirado en volandas por su cuadrilla  para ser intervenido en la enfermería de la plaza. Esperemos y confiemos en su pronta y completa recuperación.
El mexicano Leo Valadez  se las tuvo que ver con un lote muy complicado y deslucido que ofreció pocas opciones para el triunfo. Dos albaserradas gazapones y reponedores, con peligro sordo, de recorrido corto, que le obligaban a perder muchos pasos y  era francamente difícil encontrar la colocación. Voluntarioso, lo intentó sin demasiada fortuna por ambos pitones, trató de tirar de los toros con firmeza pero no había ritmo ni continuidad por lo que la conexión con los tendidos fue imposible. Lo mejor de su actuación, sin duda, el quite por delantales muy templados al cuarto, bellísimos, y otro por chicuelina y caleserinas muy ceñidas al quinto. 
Así decimos adiós a esta Feria de Otoño, entre el dolor y la gloria, la crudeza del toreo, que ha llevado a un hombre a salir por la puerta de la enfermería y a otro por la puerta de los sueños, pero ambos con algo en común, el valor, la pureza y la verdad en lo que creen y se entregan.

Antonio Vallejo
 


domingo, 8 de octubre de 2023

De mal en peor


 Si ayer fue mala hoy ha sido mucho peor. Horrible, horrorosa, infame, desastrosa, penosa y no sé cuantos calificativos más podría ponerle a la corrida de El Pilar, todos por el mismo palo. Ayer al menos vimos algo que hacia mucho, pero que que mucho tiempo, no se veía en Madrid, las banderillas negras, ¡que deprimente que eso sea relevante para comparar ambas tardes!.  También hubo dos faenas de entrega  y valor superlativos que salvaron la dignidad de esta plaza. Pero es que hoy lo que ha habido han sido seis toros pitados de salida por su presencia y abroncados en su arrastre por sus pésimas, nulas, condiciones. Creo que con esto se resume toda la tarde. Por lo que a hechuras y presentación de la corrida podría haber alguna discusión, pero en lo que creo no hay discrepancia alguna es en lo que a comportamiento se refiere. Un encierro vacío, carente de bravura, de raza, de casta, de poder, de empuje, de fuerza, de clase, un auténtico desastre, sosa y deslucida, carente de la mínima emoción, imposible no ya para el triunfo, sino para sacar algo de tanto vacío.
Es muy difícil rescatar algo de esta tarde de nulas opciones para Damián Castaño, que sustituía al anunciado Daniel Luque, Juan Ortega y Pablo Aguado, el cartel de "los sevillanos", pero por intentarlo que no quede. Sinceramente, no es lo mismo Luque, que está en un momento de su carrera extraordinario, torero poderoso y artista, al que todos esperábamos con enorme ilusión, que Castaño, dicho con todo respeto. Y una variación de ese calibre creo que debiera haberse anunciado por parte de la empresa al menos en su web oficial. Supongo que la falta de tiempo les habrá cogido por sorpresa, algo llamativo en estos tiempos de información inmediata para cualquier noticia. No creo que tenga que ver con intentar reducir o anular la posibilidad de devolver la entrada según permite el reglamento al alterarse el cartel programado, me cuesta creerlo, pero conociendo a alguno y por sacar algunos cuartos más.... ya nada me extraña. 
De Castaño resaltar la dignidad con la que se ha enfrentado a su lote, dibujando unas verónicas de mucho gusto al primero, una larga cambiada de rodillas al tercero muestra de su disposición y otro ramillete de verónicas con ritmo y compás, dejándonos también algunos apuntes de gran calidad en un par de tandas en redondo al inicio de faena a ese mismo toro. Puso voluntad, empeño y dos buenas estocadas arriba, de lo mejor de la tarde, pero poco más pudo hacer. Juan Ortega derramó aromas a romero y azahar en su quite al primero - el único que tuvo una pizca de clase - en unas verónicas templadísimas, muy lentas, deteniendo el tiempo, el mentón hundido, las muñecas rotas, abrochando con una media de cartel que desataron los únicos olés de la tarde. Con la muleta algún derechazo aislado lleno de gusto  pero, al igual que ocurrió a sus compañeros, le faltó ritmo y continuidad careciendo de transmisión y emoción. Por su parte Pablo Aguado tan solo lució mínimamente con alguna de las verónicas con las que recibió al tercero y en el prólogo de faena a ese mismo, un par de trincherazos y un pase de la firma que saben a muy poco.
Una lástima que una tarde tan bella y radiante como la que lucía hoy en Madrid, que se esperaba con muchas ganas y expectación, tan solo hace falta fijarse en el magnífico aspecto que presentaban los tendidos, haya acabado en nada porque el personaje fundamental del espectáculo, el toro bravo, ha estado ausente del ruedo venteño. 

Antonio Vallejo


sábado, 7 de octubre de 2023

Castella y Ureña, mando, valor y entrega, un triunfo de vuelta al ruedo

Fea, sin paliativos, así ha sido la corrida de Victoriano del Río y Toros de Cortés. Seis toros que han estado en las antípodas de lo que para mi gusto son buenas y bonitas hechuras, el toro serio, proporcionado, armónico, el verdadero concepto de trapío. Los de hoy han sido muy grandes, muchos kilos, bastos y destartalados, el maquillaje del trapío, un engaño. Y mala, sin paños calientes, muy mala. Mansa de principio a fin, sin un gramo de bravura, descastada, sin raza, sin clase, sin entrega, sin poder, sin fuerza, sin....¿quieren que siga enumerando carencias? Pongan todas las que se les ocurran y acertarán.  Parecía que el sexto podía redimir del naufragio al encierro pero nada, un espejismo por su movilidad de salida y un aparatoso derribo al caballo más por inercia en el primer puyazo y una buena pelea en el segundo, empujando con codicia, pero ahí se acabó. 
Una tarde que había levantado gran expectación e ilusión - solo había que ver el magnífico aspecto de los tendidos, casi lleno en La Monumental - caminaba sin remedio hacia el abismo de la decepción toro a toro, cada cual a peor, cada vez más escandalosamente mansos. Saltó el primero, el único con cierto fondo de clase, permitió a Castella torear a la verónica en el saludo capotero y concedió a Ureña un templado quite también por verónicas al que replicó Castella por tafalleras ceñidas de mucha enjundia que abrochó con una larga majestuosa. El arranque de faena por estatuarios, un cambiado por la espalda de infarto y uno de desdén sensacional para ligar una tanda en redondo con profundidad fue lo que aguantó el animal, venido a menos por su falta de empuje y poder. Templado el galo, lo buscó por ambos pitones, cuidó la altura, pero la falta de condiciones del toro tiró por tierra cualquier posibilidad de conectar con los tendidos. El segundo aún peor, sin fuerza ni entrega, siempre a la defensiva, la cara alta, derrotes por ambos pitones, imposible para el lucimiento. En vano lo intentó Ureña, probó por ambos pitones y, visto  el panorama, optó por abreviar. El único mérito que se puede atribuir a este toro es que hizo que su hermano anterior pareciera hasta bueno. Exactamente lo mismo podría aplicarse al tercero, un manso que solo permitió a Ginés Marín trazar un ramillete de verónicas muy templadas y una media con gusto, algo es algo. En varas comenzó el show. Derribó al caballo de su padre Guillermo y desde ese momento el animal se fue suelto, sin fijeza alguna, sin orden ni concierto, iba y venía, pasaba junto a los petos rehuyendo la pelea, si se los encontraba por el camino salía rebrincado nada más sentir el acero, mansedumbre elevada al cuadrado que, por supuesto, no cambió en la muleta. Tomaba un pase y huía a tablas al segundo por mucho que Ginés intentara plantear la faena al abrigo de las tablas, tapándole la cara y cerrándole la salida, pero era del todo imposible. Con gran acierto optó por abreviar con una sensacional estocada. Tres toros y la tarde iba de mal en peor.
Saltaba el cuarto, un mastodonte de 626 Kg, que no se movía, parado, mirando y, al primer capote que vio, se dio media vuelta y dejó clara su querencia. Si el anterior elevó la mansedumbre al cuadrado este lo hizo al cubo. Castella le presentaba el capote y se frenaba, hacía un regate que ya lo quisieran para sí muchos extremos de primera división y huía como si viera al demonio. El tercio de varas mejor olvidarlo, vueltas y vueltas al anillo pasando de los caballos, y si por casualidad se encontraba con el peto salía rebotado. Aún no sé como pero al final consiguieron darle algo parecido a dos puyazos que al menos sirvieron para que le presidente cambiara el tercio y nos ahorrara seguir soportando el lamentable espectáculo. Pero no se crean que esto fue lo peor, porque esperaba el quinto, otro toro elefantiásico cargado de kilos que superó en mansedumbre al relatado. Un verdadero esperpento, algo para no creérselo, la mansedumbre elevada ya a la enésima potencia que, ante la imposibilidad absoluta ya no de picarlo sino de tan siquiera llevarlo hasta el peto de los picadores, obligó al presidente a sacar el pañuelo rojo y ponerle banderillas negras. Por cierto, que tenía que haberlo hecho mucho antes para evitar una imagen indigna para la que aún se considera primera plaza del mundo, algo bochornoso que duró cerca de diez minutos. Ha sido la primera vez en mi vida que he visto banderillas negras en Madrid y espero morirme sin tener que volver a verlo.
Así que imagínense la deriva de la tarde, en caída libre y sin paracaídas. Pero gracias a Dios delante de un toro hay un torero, en este caso dos, que hoy han dignificado el toreo y han construido en Las Ventas un monumento al mando, el valor y la entrega. Cuando todo parecía perdido, asomados al precipicio sin posibilidad alguna de remedio, Sebastián Castella y Paco Ureña tomaron sus muletas y obraron el milagro. Primero  mostró el camino un monstruo del toreo que se viste de plata pero que es de oro, José Chacón, en la brega al cuarto, ¡que maravilla!. Impresionante, ¡cómo dejó la toro colocado con un solo capotazo!, ¡magistral!. Atronadora la ovación que recibió junto a Rafael Viotti, que ya había lididao sensacionalmente al primero,  quien cuajó un tercio de banderillas extraordinario, sobre todo el tercer par, de máxima exposición, dejándose llegar los pitones hasta la camisa, cuadrando en la cara, desafiando a todo, ¡inigualable!. No exagero si les digo que su actuación, por sí sola, redime todo lo anterior. Lo que vino a continuación en la muleta es algo que recordaremos siempre y quedará grabado entre las grandes faenas para la historia. Prologó Castella por bajo, doblones ganando terreno, torería y mando, poderoso, trincherazos de locura, magia pura. Tapándole la salida, la muleta siempre en la cara, con un temple exquisito, la mano baja, trazo largo y línea curva, compuso series de derechazos rotundas, ceñidas, enroscándose al toro, profundidad y emoción desbordada, cambios de mano superlativos, los de pecho largos, y la plaza en pie vibrando y rugiendo en olés cargados de sentimiento. Al natural bajó el diapasón, el toro tendía a irse, menos celo, peor condición, Castella lo mostró y todos lo vimos. O casi todos, porque hubo uno, solo uno, pero muy, pero que muy tonto, que buscó su segundo de gloria y soltó lo que traía preparado de casa: "Castella, eres un mentiroso". Por desgracia los bobos se cuelan en todas partes, que le vamos a hacer. El epílogo por manoletinas fue un homenaje a la verdad, para que se entere el tonto. Ajustadísimas, dando el pecho, sin guardarse nada, sabedor que lo que estaba haciendo era histórico y de premio gordo. Lástima que la espada truncara lo que iba para dos orejas, estoy convencido. Pero la apoteósica vuelta al ruedo tuvo el  valor y reconocimiento de triunfo rotundo.
Peor lo tenía Paco Ureña tras las banderillas negras al quinto, al que parecía absolutamente imposible pegarle ni un pase y que puso en muchos aprietos a los banderilleros. Pero la entrega y el valor pueden con todo, al menos es lo que el murciano nos ha demostrado en esta tarde. Pundonor, decisión y un par muy bien puestos que tiene. Lo sacó a los medios y allí le plantó batalla poniéndole la muleta en la cara, con máxima exposición, tragando los arreones con los que embestía, arrancadas bruscas, a oleadas, se paraba, medía y reponía, mucho peligro, sobre todo el pitón izquierdo que llevaba la palabra muerte escrita en su punta, malas intenciones, revolviéndose y buscando, una alimaña. Firmeza y un valor descomunal, perdiendo los pasos necesarios, toreo sobre los pies - dicen que de otros tiempos, yo creo que siempre vigente  - no permitía el mínimo error, bajándole la mano, la muleta siempre en la cara, y Madrid rendido ante la heroicidad. Lucha sin cuartel en la que no faltaron muletazos de mucha profundidad que hicieron temblar los cimientos de la plaza, increíble, como los del final de faena, por bajo, trincherazos de lujo, inenarrable la emoción que se ha sentido en este quinto que también iba para premio gordo de no haber fallado con la espada. Como dije antes, la apoteósica vuelta al ruedo tuvo el  valor y reconocimiento de triunfo rotundo, algo que, por desgracia, se está perdiendo.

Antonio Vallejo

domingo, 1 de octubre de 2023

Una vida de Puerta Grande


 Emotiva, una tarde llena de sentimiento, cariño y reconocimiento a un figurón del toreo y a una trayectoria impresionante e intachable dentro y fuera de la plaza, un TORERO. Con estas palabras respondía ayer por la noche en un chat de amigos y me parece que son las mejores para prologar y resumir lo que ayer sentí en Las Ventas.
Sentimiento a raudales porque eles eso toreo y no se puede entender de otra manera, menos aún en una tarde como la de ayer. Ya en el metro que me llevó a la plaza - esa torera línea 2 cuyos vagones guardan los ecos  de las conversaciones y comentarios de los aficionados que cada tarde  de toros los abarrotan -  se palpaba y olía algo muy especial, las caras eran el reflejo del alma taurina y las miradas lo decían todo. Un avispero era la explanada de la Monumental que ayer lucía esplendorosa bajo la mágica luz de un sol otoñal que se resistía a dejar atrás el verano, como toda la vida de Dios ha sido por San Miguel, dicho sea de paso. Ir y venir de aficionados ansiosos de poblar los tendidos para no perderse ni un segundo, con el cosquilleo que te recorre cuando el sentimiento te arrastra y te dejas llevar sin resistencia en brazos de la emoción. Pocas veces he visto a Las Ventas como ayer, pocas veces he sentido lo de ayer, se lo juro, y muchas veces tendré que dar gracias al cielo por haberme regalado esta afición única.
Todo ese raudal de sentimientos, emociones y convicciones se dieron  la mano e impregnaron los tendidos, todos, de sol a sombra, vestidos del cariño que tantas y tantas tardes se le  ha negado a Juli. Sí, así ha sido y hay que decirlo, Madrid ha sido siempre plaza hostil para el madrileño, no se le ha regalado nada y sí se le ha negado mucho, se le ha medido con extrema dureza y se le ha tratado con una injusticia fuera de lugar y razón muchas tardes. Ayer no, ayer Madrid se engalanó de cariño y olvidó fobias. La atronadora ovación que la plaza en pie tributó a Juli tras romperse el paseíllo ponía los pelos de punta y no fue fácil contener alguna que otra lágrima. Madrid entregado a su torero y cuando Madrid se entrega nada ni nadie puede superarlo.
Sentimiento y cariño, dos caras de una moneda, la del reconocimiento a 25 años de alternativa de un hombre que, como decía al principio, es TORERO. Era un niño, su nombre empezaba a correr de boca en boca, se hablaba de un crío de Velilla de San Antonio que deslumbraba por su capacidad torera, un prodigio que manejaba el capote como pocos, que entendía a los becerros y mandaba de una manera impropia de su edad. Por su edad y la normativa vigente no podía torear en España, marchó a México y allí se hizo novillero, allí deslumbró a propios y extraños convirtiéndose en un ídolo y arrancó una meteórica carrera repleta de triunfos que le llevó a doctorarse en Nimes en octubre de 1998 sin haber cumplido tan siquiera los 16 años. Pocos meses después se presentó en Sevilla y cortó tres orejas, órdago a la grande y una temporada triunfal que le aupó al número uno del escalafón para confirmar la alternativa en el San Isidro de 2000 y cortar su primera oreja en Las Ventas en la Beneficencia de ese año. Desde entonces y hasta hoy siempre en la cumbre, en España, América y Francia, abriendo la Puerta Grande de todas las plazas en las que ha toreado, que deben ser todas las del planeta. Tres veces, contando la de ayer, ha salido en hombros camino de la calle Alcalá, y unas cuantas más podían haber sido sin la traición de la espada o la injusticia. Todo eso se reconoció ayer, la dimensión histórica de una figura de época, la integridad de un hombre entregado al toreo, dignidad y verdad cada tarde que se ha vestido de luces, un hombre que ha mantenido con integridad los valores del toreo  dentro y fuera de los ruedos, ni un escándalo, ni una salida de tono, entregado  a su familia y los toros, que jamás ha dudado un segundo ni ha titubeado a la hora de enarbolar la bandera en defensa de la Fiesta cuando más se ha necesitado. Siempre, desde que se vistió corto siendo un niño hasta ayer (y hoy en La Maestranza), TORERO. 
Dos orejas abrieron de par en par la Puerta Grande de su plaza, pero estoy seguro que, aún sin trofeos, el final soñado por todos habría sido el mismo, a hombros camino de la calle Alcalá saboreando la gloria, hubiera dado igual, tal era la magia que nos envolvía. Ni hay pie a la discusión, no era día para darle vueltas si una oreja en cada toro era más justo, si la segunda en el quinto fue benévola y en otra tarde no se hubiera dado, ¡no, no y mil veces no!, me niego a rebajar el toreo a un mero oficio, prostituirlo a la categoría de números, tirar por los suelos sus valores, para mi sería un insulto a lo que representa y significa este Arte y este Maestro. Pero si pudiera quedar alguna rendija a la duda, Juli la cerró siendo Juli en toda su esencia y dimensión. Con el segundo, uno de La Ventana del Puerto con fondo de clase pero justo de bravura y motor, el torero poderoso y a la vez artista. Nos brindó una vez más ese toreo de capote para el que está dotado de un don sobrenatural. Verónicas pausadas y templadas ganando terreno, a compás, las manos bajas, maravillosas, entre olés clamorosos, la media, de ensueño, tanto como el galleo por chicuelinas para llevarlo al caballo o el quite maravilloso por chicuelinas y tijerillas de una belleza superlativa rematando con una media y revolera llena de aromas. Muleta de seda, tacto y trazo delicado, ajustándose a las condiciones del toro, faena cargada de cabeza y torería, muy despacio, bajando la mano, compás abierto, llevando siempre por bajo la embestida, sabiendo hasta que punto podía llegar, culminando con un par de tandas con la izquierda soberbias, sobre todo tres naturales de romperse, de una hondura suprema. Entera algo desprendida suficiente para pasaportar al animal. Con el quinto el torero dominador y poderoso capaz de entender y sacar partido de cualquier toro. El de Puerto de San Lorenzo decía muy poco o nada en los primeros tercios,  desentendido, sin celo, más manso que otra cosa, un toro que en otras muchas manos se hubiera ido al desolladero con tres mantazos mal dados. Surgió ese Juli de técnica y conocimiento descomunal tanto de los toros como de los terrenos. Se podrí decir que se inventó la faena, y estoy de acuerdo, pero para mi lo que hizo fue darnos una lección magistral de lo que es torear: entender al toro, acoplarse y sacar lo que lleva dentro. Midió la altura y la distancia, la muleta retrasada, en la cadera, sin obligarle, trazo fino, concediéndole todo, embroque a media altura, tirando con suavidad para alargar el muletazo. Poco a poco, enseñándole a embestir, con, como reza el verso de Calderón, la constancia y la paciencia, fue capaz de ir bajando la mano y componer un toreo en redondo que tuvo su cénit en un cambio de mano  que literalmente detuvo el tiempo, congeló las agujas de los relojes y convirtió los segundos en gozo eterno. Solo es cambio de mano valía por toda la tarde, y no exagero, fue grandioso y puso a la toda la plaza en pie. Luego vinieron un par de naturales majestuosos y una estocada entrando recto, volcándose sobre el morrillo por derecho, para dejar el acero enterrado hasta la empuñadura en todo lo alto. Y luego la locura, el delirio, un mar de pañuelos que pedían dos orejas de justicia por su tarde, sus 25 años de alternativa y, sobre todo, porque un TORERO como él solo puede despedirse así de su Madrid.
La salida a hombros fue apoteósica, el ruedo se llenó de jóvenes aficionados y seguro que más de un novillero, becerrista o alumno de las escuelas taurinas que querían acompañar al maestro. Algo increíble, un clamor , ¡torero, torero!, pasión desbordada, alegría desenfrenada, el final soñado y hecho realidad, el broche de oro para toda una vida de Puerta Grande.
En esta inolvidable e imborrable de la memoria no estuvo solo el madrileño, como bien saben. Sus dos compañeros de cartel creo que honraron a la figura de Juli y dieron aún más valor al adiós o el paréntesis de esta gran figura. Un madrileño y un talaverano, Uceda  Leal y Tomás Rufo cumplieron con creces ante la seria y muy bien presentada pero desrazada corrida de Puerto de San Lorenzo y La Ventana del Puerto. Uceda Leal es de esos que allá donde está y haga lo que haga le ves y dices: ¡Ahí va un torero!. Elegante, con porte, clase y calidad a raudales, toreó al primero con un temple y una belleza en cada muletazo fuera de serie. La mano baja, enroscándose al Atanasio, ligazón y profundidad, en redondo y al natural. Lástima que el toro aguantara un suspiro, tan solo dos tandas por cada pitón y se vino abajo, pero la categoría torera de Uceda quedó más que patente. El cuarto no tenía ni medio pase, manso, sin fondo alguno, absolutamente imposible. Lo mejor la brevedad con la espada. Por su parte Tomás Rufo pareció volver a ser el que rompió hace dos temporadas y abrió la Puerta Grande madrileña. No anduvo nada fino el pasado San Isidro, soy de los que piensa que la polémica que se creó con su Puerta Grande le ha pesado y le está pasando factura en Madrid y me da la impresión que  por el 7 y aledaños le tienen la matrícula tomada y no le quitan de su punto de mira. Se le exige como a una figura consagrada o casi, y lleva dos años de alternativa. Con el capote estuvo francamente bien ante el tercero toreando a la verónica con ritmo y temple y con la muleta dibujó ante el sexto unas tandas en redondo de mucha profundidad tras un inicio vibrante y de mucha emoción que no tuvieron continuidad al natural por donde me pareció que no consiguió acoplarse igual. En el epílogo levantó algo el vuelo con manoletinas y un par de muletazos por bajo previos a una muy buena estocada que le sirvió para cobrar una oreja que espero le sirva para recobra la confianza. Ya en el tercero había apuntado buenas cosas. Sin ser una faena de emoción si que tuvo mucho que apreciar por cuanto supo enganchar la embestida y encontrar la colocación el ritmo para tirar del toro y alargar los muletazos en derechazos con cierta profundidad. Pero si tengo que destacar algo de ellos es el detalle de José Ignacio Uceda Leal al brindar a Juli su primer toro, de torero a torero, ambos fundidos en un intenso abrazo, reflejando, o mejor dicho, encarnando, los valores del toreo. El primero de todos, el respeto. Quizás, por ser puntilloso, alguien desde el callejón podía haberle aconsejado a Rufo hacer lo mismo.
Maestro Julián López "Juli": ¡Gracias por tanto!


Antonio Vallejo