Fea, sin paliativos, así ha sido la corrida de Victoriano del Río y Toros de Cortés. Seis toros que han estado en las antípodas de lo que para mi gusto son buenas y bonitas hechuras, el toro serio, proporcionado, armónico, el verdadero concepto de trapío. Los de hoy han sido muy grandes, muchos kilos, bastos y destartalados, el maquillaje del trapío, un engaño. Y mala, sin paños calientes, muy mala. Mansa de principio a fin, sin un gramo de bravura, descastada, sin raza, sin clase, sin entrega, sin poder, sin fuerza, sin....¿quieren que siga enumerando carencias? Pongan todas las que se les ocurran y acertarán. Parecía que el sexto podía redimir del naufragio al encierro pero nada, un espejismo por su movilidad de salida y un aparatoso derribo al caballo más por inercia en el primer puyazo y una buena pelea en el segundo, empujando con codicia, pero ahí se acabó.
Una tarde que había levantado gran expectación e ilusión - solo había que ver el magnífico aspecto de los tendidos, casi lleno en La Monumental - caminaba sin remedio hacia el abismo de la decepción toro a toro, cada cual a peor, cada vez más escandalosamente mansos. Saltó el primero, el único con cierto fondo de clase, permitió a Castella torear a la verónica en el saludo capotero y concedió a Ureña un templado quite también por verónicas al que replicó Castella por tafalleras ceñidas de mucha enjundia que abrochó con una larga majestuosa. El arranque de faena por estatuarios, un cambiado por la espalda de infarto y uno de desdén sensacional para ligar una tanda en redondo con profundidad fue lo que aguantó el animal, venido a menos por su falta de empuje y poder. Templado el galo, lo buscó por ambos pitones, cuidó la altura, pero la falta de condiciones del toro tiró por tierra cualquier posibilidad de conectar con los tendidos. El segundo aún peor, sin fuerza ni entrega, siempre a la defensiva, la cara alta, derrotes por ambos pitones, imposible para el lucimiento. En vano lo intentó Ureña, probó por ambos pitones y, visto el panorama, optó por abreviar. El único mérito que se puede atribuir a este toro es que hizo que su hermano anterior pareciera hasta bueno. Exactamente lo mismo podría aplicarse al tercero, un manso que solo permitió a Ginés Marín trazar un ramillete de verónicas muy templadas y una media con gusto, algo es algo. En varas comenzó el show. Derribó al caballo de su padre Guillermo y desde ese momento el animal se fue suelto, sin fijeza alguna, sin orden ni concierto, iba y venía, pasaba junto a los petos rehuyendo la pelea, si se los encontraba por el camino salía rebrincado nada más sentir el acero, mansedumbre elevada al cuadrado que, por supuesto, no cambió en la muleta. Tomaba un pase y huía a tablas al segundo por mucho que Ginés intentara plantear la faena al abrigo de las tablas, tapándole la cara y cerrándole la salida, pero era del todo imposible. Con gran acierto optó por abreviar con una sensacional estocada. Tres toros y la tarde iba de mal en peor.
Saltaba el cuarto, un mastodonte de 626 Kg, que no se movía, parado, mirando y, al primer capote que vio, se dio media vuelta y dejó clara su querencia. Si el anterior elevó la mansedumbre al cuadrado este lo hizo al cubo. Castella le presentaba el capote y se frenaba, hacía un regate que ya lo quisieran para sí muchos extremos de primera división y huía como si viera al demonio. El tercio de varas mejor olvidarlo, vueltas y vueltas al anillo pasando de los caballos, y si por casualidad se encontraba con el peto salía rebotado. Aún no sé como pero al final consiguieron darle algo parecido a dos puyazos que al menos sirvieron para que le presidente cambiara el tercio y nos ahorrara seguir soportando el lamentable espectáculo. Pero no se crean que esto fue lo peor, porque esperaba el quinto, otro toro elefantiásico cargado de kilos que superó en mansedumbre al relatado. Un verdadero esperpento, algo para no creérselo, la mansedumbre elevada ya a la enésima potencia que, ante la imposibilidad absoluta ya no de picarlo sino de tan siquiera llevarlo hasta el peto de los picadores, obligó al presidente a sacar el pañuelo rojo y ponerle banderillas negras. Por cierto, que tenía que haberlo hecho mucho antes para evitar una imagen indigna para la que aún se considera primera plaza del mundo, algo bochornoso que duró cerca de diez minutos. Ha sido la primera vez en mi vida que he visto banderillas negras en Madrid y espero morirme sin tener que volver a verlo.
Así que imagínense la deriva de la tarde, en caída libre y sin paracaídas. Pero gracias a Dios delante de un toro hay un torero, en este caso dos, que hoy han dignificado el toreo y han construido en Las Ventas un monumento al mando, el valor y la entrega. Cuando todo parecía perdido, asomados al precipicio sin posibilidad alguna de remedio, Sebastián Castella y Paco Ureña tomaron sus muletas y obraron el milagro. Primero mostró el camino un monstruo del toreo que se viste de plata pero que es de oro, José Chacón, en la brega al cuarto, ¡que maravilla!. Impresionante, ¡cómo dejó la toro colocado con un solo capotazo!, ¡magistral!. Atronadora la ovación que recibió junto a Rafael Viotti, que ya había lididao sensacionalmente al primero, quien cuajó un tercio de banderillas extraordinario, sobre todo el tercer par, de máxima exposición, dejándose llegar los pitones hasta la camisa, cuadrando en la cara, desafiando a todo, ¡inigualable!. No exagero si les digo que su actuación, por sí sola, redime todo lo anterior. Lo que vino a continuación en la muleta es algo que recordaremos siempre y quedará grabado entre las grandes faenas para la historia. Prologó Castella por bajo, doblones ganando terreno, torería y mando, poderoso, trincherazos de locura, magia pura. Tapándole la salida, la muleta siempre en la cara, con un temple exquisito, la mano baja, trazo largo y línea curva, compuso series de derechazos rotundas, ceñidas, enroscándose al toro, profundidad y emoción desbordada, cambios de mano superlativos, los de pecho largos, y la plaza en pie vibrando y rugiendo en olés cargados de sentimiento. Al natural bajó el diapasón, el toro tendía a irse, menos celo, peor condición, Castella lo mostró y todos lo vimos. O casi todos, porque hubo uno, solo uno, pero muy, pero que muy tonto, que buscó su segundo de gloria y soltó lo que traía preparado de casa: "Castella, eres un mentiroso". Por desgracia los bobos se cuelan en todas partes, que le vamos a hacer. El epílogo por manoletinas fue un homenaje a la verdad, para que se entere el tonto. Ajustadísimas, dando el pecho, sin guardarse nada, sabedor que lo que estaba haciendo era histórico y de premio gordo. Lástima que la espada truncara lo que iba para dos orejas, estoy convencido. Pero la apoteósica vuelta al ruedo tuvo el valor y reconocimiento de triunfo rotundo.
Peor lo tenía Paco Ureña tras las banderillas negras al quinto, al que parecía absolutamente imposible pegarle ni un pase y que puso en muchos aprietos a los banderilleros. Pero la entrega y el valor pueden con todo, al menos es lo que el murciano nos ha demostrado en esta tarde. Pundonor, decisión y un par muy bien puestos que tiene. Lo sacó a los medios y allí le plantó batalla poniéndole la muleta en la cara, con máxima exposición, tragando los arreones con los que embestía, arrancadas bruscas, a oleadas, se paraba, medía y reponía, mucho peligro, sobre todo el pitón izquierdo que llevaba la palabra muerte escrita en su punta, malas intenciones, revolviéndose y buscando, una alimaña. Firmeza y un valor descomunal, perdiendo los pasos necesarios, toreo sobre los pies - dicen que de otros tiempos, yo creo que siempre vigente - no permitía el mínimo error, bajándole la mano, la muleta siempre en la cara, y Madrid rendido ante la heroicidad. Lucha sin cuartel en la que no faltaron muletazos de mucha profundidad que hicieron temblar los cimientos de la plaza, increíble, como los del final de faena, por bajo, trincherazos de lujo, inenarrable la emoción que se ha sentido en este quinto que también iba para premio gordo de no haber fallado con la espada. Como dije antes, la apoteósica vuelta al ruedo tuvo el valor y reconocimiento de triunfo rotundo, algo que, por desgracia, se está perdiendo.
Antonio Vallejo
No hay comentarios:
Publicar un comentario