viernes, 13 de octubre de 2023

Una cero cero para celebrar el Día de la Fiesta Nacional


No hay nada mejor para celebrar el 12 de octubre, nuestra Fiesta Nacional, que ir a la Fiesta Nacional, los toros. Sin lugar a dudas ese tuvo que ser el pensamiento de cuantos decidieron ayer ir a Las Ventas y prácticamente llenar los tendidos para disfrutar de una gran tarde de toros. Otra tarde más espléndida, de sol radiante y temperatura más que primaveral, para que La Monumental hiciera gala de su denominación y luciera como tal. Todo muy bonito...aparentemente. El marco espectacular, vuelvo a repetirlo, pero el contenido... vaya, vaya.
Echemos la vista atrás, cuando este verano se anunciaron los carteles de la Feria de Otoño y de esta extraordinaria del 12 de octubre. La terna era la compuesta por Morante de la Puebla, Alejandro Talavante e Isaac Fonseca y los toros los de Nuñez del Cuvillo. A que molaba, ¿eh?. Primer contratiempo, Morante anuncia el 30 de septiembre que corta su temporada por la lesión de muñeca que sufre. Gustará o no, se le espera para soñar con su toreo o para intentar putearle - perdonen la expresión pero es que en Madrid cierto sector goza con eso - pero en lo que todos estamos de acuerdo es que el de La Puebla del Río llena las plazas. Comienzan las dudas y las cábalas sobre su sustituto, rumores y más rumores, algunos incluso nos planteamos devolver las entradas ya que la alteración del cartel programado da derecho a eso. Durante este ciclo otoñal lo hemos hablado cada día a la espera del anuncio oficial por parte de la empresa. Y por fin el día 8 de octubre desojaron la margarita y apareció el nombre de Manuel Jesús "El Cid" como el elegido para sacar adelante la tarde. Reconozco que barajamos varios nombres, Castella o Ureña tras su magnífica y comprometida actuación el pasado viernes 6 , Manzanares, que ayer por la mañana descubría un azulejo en Las Ventas en reconocimiento a la extraordinaria trayectoria de su padre, al añorado maestro José María Dols Abellán, y hubiera sido emotivo verle torear en esta fecha tan señalada, o Borja Jiménez, por qué no, se lo había ganado a pulso tras cortar tres orejas a los victorinos. Además otros nombres con los que, por gusto o cariño, elucubramos durante estos días. Pero si había uno que no sospechábamos ni por casualidad era el de El Cid. Es más, casi todos pensábamos que se había retirado, y así fue en 2019. De hecho, tirando de hemeroteca,  se despidió de Madrid el 4 de octubre de 2019 con una corrida de Fuente Ymbro, días después hizo lo propio en Zaragoza el 12 de octubre y se vistió de luces por última vez en enero de 2020 en Manizales. Lo que pocos sabíamos, entre ellos me incluyo, es que en diciembre del  pasado año anunció su vuelta a los ruedos. Y no es de extrañar que no lo supiéramos porque, tirando otra vez de hemeroteca, el sevillano  ha hecho el paseíllo cuatro tardes, una en el abril sevillano con la corrida de Victorino, otra en septiembre en Alabacete con toros de la Quinta, una más también este septiembre en Zalamea la Real (Huelva) sustituyendo a Manuel Díaz El Cordobés con toros de Osborne y, por último, la de ayer en Madrid también por la vía de la sustitución ante, supuestamente, toros de Nuñez del Cuvillo. Así que a nadie extraña que el de Salteras no entrara en las quinielas pero su anuncio está claro que sirvió para mantener el interés por la tarde y atraer al abonado y a más público porque, al fin y al cabo, es un matador con amplia e importante trayectoria y muy reconocido en Las Ventas, plaza que le ha adoptado como uno de los suyos, torero de Madrid le dicen, y al que, hay que decirlo porque es así, ese sector del 7 que se auto otorga la potestad de juzgar y decidir lo que vale y no le ha perdonado y consentido lo que a muchos otros protestan, censuran, ningunean e incluso insultan con una falta de respeto indecorosa y de mal aficionado. Y esto no quita para reconocer que la cerrada ovación que recibió El Cid tras romperse el paseíllo es de justicia y premia su figura.
Decía bien lo de supuestamente al referirme a los toros de ayer, porque de los de Cuvillo nada supimos. Sorpresa al recoger el programa de mano y ver que en la separata lo que aparecía en le orden de lidia era un batiburrillo de hierros con dos toros de Garcigrande, tres de Victoriano del Río y uno de Toros de Cortés. Por cierto, otro motivo más para la devolución de la entrada y recuperar el importe, que en estos tiempos no viene nada mal. Pero una vez en la plaza y no era como para volverse a casa. No tengo ni idea de lo que mandó Nuñez del Cuvillo para esta corrida, pero que ni uno solo pasara el reconocimiento ni fuera apto para lidiarse en Madrid es llamativo. No atraviesa sus mejores momentos este hierro, lo sabemos, pero lo de ayer tiene difícil explicación. Como tampoco sabemos donde estaban o de donde vinieron los que finalmente se lidiaron, en el campo o en los corrales, lo que está claro es que se tuvo que hacer a toda prisa y, claro, con tanto baile de corrales salieron como salieron. No me atrevería a decir que fueran saldo de final de temporada ni tampoco desecho de tienta, pero el caso es que ni de presencia ni de juego me gustaron. Grandes, muchos kilos, algo habitual, pero de hechuras para enamorar poco, destartalados y alejados de la estampa del toro bravo que tengo entre mis gustos. Y de pobre juego, quizás primero y cuarto con cierta nobleza y manejables, el tercero con movilidad y más emoción, pero los tres restantes con mínimas opciones para la terna, escasos de raza y fuerzas, con la gasolina justa para llegar a Madrid con la luz de reserva encendida. En definitiva, muchos cambios que no presagiaban buenos augurios. 
Ni el baile de corrales ni una terna cada uno de su padre y de su madre, de muy diferentes estilos y generaciones, integrada por una figura de 49 años prácticamente fuera del circuito, otro de 36 años  que deslumbró en sus inicios, luego frenó su ascensión, se fue y desde su vuelta nada ha sido igual, y un joven de 25 años recién llegado  que se llevó la Copa Chenel entre cierta polémica, contribuyeron al éxito de la que en su gestación era una tarde para soñar y que acabó en algo indefinido, en algo ni sí ni no, en algo que parece que va a ser pero luego no lo es, en algo que parece arrancar pero se frena, en algo que parecía querer despertar pero que volvía a la indiferencia de un público poco habitual aletargado, en un no sé si quiero ni  tengo claro si puedo. El caso es que, entre unas cosas y otras,  el ambiente general de ayer me resultó raro, como si la gente estuviera ajena a lo que pasaba, bueno, regular o malo. Y no sería porque desde los altos del 7 no se encargaron de caldear los ánimos con las pancartas previas pidiendo más afición y menos discoteca, más rigor en el palco, así como los constantes gritos pidiendo la dimisión de Plaza 1 y Miguel Abellán. Y es probable que no les falte razón y debamos pararnos a pensar un momento el estado actual de nuestra plaza. No hay duda que esta temporada, al menos en sus momentos estelares como es San Isidro y Otoño, ha sido un éxito de público y económico para la empresa. También es cierto que el invento del "after-toros" ha roto todos los esquemas, ha llevado a la plaza a miles de jóvenes no sé si atraídos por la afición o por las copas y la discoteca, pero si de ahí salen futuros aficionados, bienvenido sea. Pero todo tiene su lado bueno y su lado malo y es muy difícil encontrar el equilibrio, como todo en la vida. Se corre el riesgo de morir de éxito y vivir lo que se vivió el miércoles en la final del certamen de novilleros sin picadores. Una plaza abarrotada de adolescentes, a priori algo bueno para el futuro, pero que a la postre resultó que iban más por la juerga posterior que por ver toros. No estuve allí pero el magnífico equipo del personal de plaza que ha atendido esta temporada el 1 alto me contó ayer que fue horroroso, algo insufrible, mala educación, se levantaban sin atender a las indicaciones que les hacían advirtiéndoles que durante la lidia nadie entra o sale del tendido, pero ni caso, incluso encarándose con ellos. y ese es un precio que no se puede pagar por muchos ingresos que supongan para la empresa. Y eso sin hablar de lo que se vivió al final de la corrida donde se perdió el control y la situación se desbordó obligando a desalojar la plaza por el riesgo de seguridad que corría. Inaceptable y que debe hacer que la empresa se replantee esto de cara a la próxima temporada. Y respecto al palco, ¡que vamos a decir!, ¡si estamos de acuerdo!, si llevamos años, casi toda la vida, sin entender que no haya un criterio pero, aunque a los que ayer tanto protestaban no les guste escucharlo, ese criterio debe ser libre, no el suyo, el que  quieren imponer a base de protestas, gritos en tono y actitud amenazante. 
El Cid volvía a Madrid de manera inesperada, lo dije antes y lo reitero, por la vía de la sustitución y quizás porque, dicen las malas lenguas, las negociaciones para haber estado en el pasado San Isidro tras su regreso a los ruedos no acabaron de buen rollito, como se dice ahora. Recibido como se merece su trayectoria su actuación de ayer podría calificarla de digna y aseada, demostrando que el que tuvo, retuvo, pero sin ir más allá, dejándome un tanto a medias, ganas aparentes pero desconfianza en cuanto le apretó algo el toro, fruto de la edad y la falta de torear,  por mucho que haya entrenado y matado en el campo, que la plaza es la plaza y Madrid es Madrid. Siempre ha tenido clase y gusto y no la ha perdido, manejó bien ek capote, algunas verónicas tuvieron compás, pero en general faltó ritmo y continuidad y creo que toreó más bonito que profundo, aunque es ciero que por el pitón derecho trazó algunas tandas en redondo ligadas por bajo con hondura. Pero igual que llegaba una de esas venía otra menos acoplado y se perdía la emoción. Y es curioso que llevamos toda la vida hablando de la prodigiosa mano izquierda de El Cid y ayer fue precisamente al natural donde menos lució. Algunos sueltos si resultaron de buena factura, pero ni de lejos fue como el que muchas tardes puso Madrid patas abajo al natural. Es más, su primer toro se vino a menos precisamente tras una primera tanda al natural poco limpia. Por el contrario, burló su tradición con la espada, esa que tantas orejas y puertas grandes le ha hecho perder. Mató con facilidad y bastante bien al primero y también entró fácil al cuarto, dejando una entera aunque algo defectuosa que le obligó a utilizar el verduguillo desenterrando el maleficio del acero. Ni sé los golpes de descabello que dio, pero poco se le tuvo en cuenta. Contó durante toda la tarde con el respeto de prácticamente toda la plaza y poco se le criticó cuando citó al hilo o fuera, que ocurrió.
Alejandro Talavante también me dejó a medias, no acaba de volver, parecía que sí pero ayer tampoco me dijo mucho. También intermitente y con la sensación de no encontrar el sitio ni tener las ideas claras, como en le saludo capotero al quinto, dos faroles de salida, algo que no cabo de entender, me parece además que a contra estilo y contra los cánones del toreo, aquello de parar y templar para fijara la toro tras los ímpetus de salida. Y las faenas unos dientes de sierra ante dos toros con muy pocas condiciones, la verdad, sobre todo el quinto, y la sensación de que el toro iba por un lado y el matador por otro, cada unos el suyo, sin llegar a acoplarse. Lo mismo unos muletazos iban por bajo como seguían por alto, ahora tirando la línea recta, ahora buscando la curva buscando ceñirse, ahora un pitón, a ver cómo va, si no lo pruebo por el otro, salía una tanda de más enjundia, otra más vulgar, sin un argumento claro para intentar construir la faena, sin hilo conductor ni ritmo. Repito, los toros no ayudaron nada, pero tampoco Talavante fue lo que se espera de él. Quizás lo que menos me gustó fue la manera de encarar las críticas, más o menos justas, se puede discutir, ante la irregularidad de su faena, pase mirando al tendido y volviéndose con aparatosos gestos triunfalistas cuando lo que estábamos viendo iba poco más allá de discreto. 
El joven mexicano Isaac Fonseca venía de ganar un certamen, la Copa Chenel, diseñada para dar oportunidades a matadores con pocas opciones de entrar en las grandes ferias de la temporada. Como es lógico tiene las limitaciones que tiene, se le vieron, como casi todos los que empiezan, pe al menos se entregó al máximo y mostró ganas y disposición arrebatadoras, exponiendo al máximo, dándolo todo. Tanto que en el sexto sufrió una tremenda voltereta que le tuvo a merced del toro durante unos segundos de angustia, tirado en el suelo con el animal haciendo presa afortunadamente en la espalda de la chaquetilla, por que haberle en esa posición corneado hubiera sido mortal. Pero gracias a Dios y al ángel de la guarda de los toreros ni siquiera le hirió en el muslo cuando se lo echó a los lomos, un auténtico milagro. Lo intentó todo, no rehuyó los quites, verónicas, chicuelinas alternado con tafalleras, todo por agradar y demostrar que quiere, como demostró en le arranque de faena en cambiados por la espalda escalofriantes, sin inmutarse, clavado en la boca de riego, o el toreo arrebatado de rodillas tras recuperarse de la paliza que le propinó el sexto. Con la muleta tiene carencias, lógico, le falta acoplarse, como a tantos, y se le censuró constantemente la colocación, algo fuera, y el pico, con este no hubo misericordia ni contemplaciones por parte del 7. Vio la movilidad del tercero y trató de aprovecharla buscando la emoción, citó muy de lejos, intentó llevarlo muy en largo, y el toro se arrancó con galope alegre y mucho genio. Pero claro, cuando un toro se viene tan largo hay que saber pararlo y meterlo en la muleta, algo muy difícil que el maestro César Rincón hacía fácil, pero Rincón solo hay uno. Igual que sus compañeros, irregular y con poco ritmo, a veces un tanto acelerado, queriendo mucho pero sin poder. Al menos fue. breve en el manejo de los aceros y despachó a ambos enemigos con solvencia, aunque la del sexto cayera bastante fea.
Así cerramos la temporada en Madrid, indefinida, con la sensación de quedarnos a medias, sin pena ni gloria, ni fú ni fa, de lo que se anunciaba a lo que salió... Aunque no debe extrañar en estos tiempos de lo Bio y lo sin que empezó hace años con la moda de lo light y ha acabado en lo cero cero, que es como decir la nada. Empezaron con la cerveza sin alcohol y cero cero, una guarrería, luego alguien probó con el vino, ¡si eso se llama mosto y está inventado el siglo pasado!, ahora también atacan a la ginebra, y eso son palabras mayores, eso es un absurdo y un timo de tomo y lomo, indecente. No quiero pensar que ayer los gin tonic que circularon sin pausa por los tendidos llevaban esa porquería cero cero en lugar de ginebra de verdad, sin adornos ni aromas, a lo mejor así entiendo que la corrida del Día de la fiesta nacional me dejara a medias, una cero cero para decir adiós.

Antonio Vallejo

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