lunes, 16 de junio de 2025

La eterna satisfacción de D. Victorino

No entraba en el abono, pero como si le fuera, nadie quería perderse una tarde como la de este domingo 15 de junio de 2025 que quedará para siempre en el recuerdo de los aficionados. Corrida In Memoriam Victorino Martín, un homenaje más que merecido al ganadero de Galapagar sin el que es imposible entender el toreo del final del siglo XX y de este XXI, una auténtica leyenda capaz de llenar páginas y páginas del infinito libro del toreo. Si empezamos a reseñar nombres de toros herrados con la A coronada y la divisa azul y encarnada podríamos tirarnos días y días, pero van a permitirme que entresaque de esa inmensa e inabarcable lista tres episodios que tengo como imborrables en mi memoria. El primero, seguro que a a nadie se le escapa, es la que se denominó, y así ha quedado para el resto de los tiempos, Corrida del Siglo, un ya lejano martes 1 de junio de 1982, en la que salieron en hombros por la Puerta Grande de Las Ventas los tres matadores, Ruiz Miguel, Luis Francisco Esplá y José Luis Palomar, junto a D. Victorino Martín. Hemos visto esas imágenes cientos de veces, yo tenía 15 años por aquel entonces, y no dejan de emocionarme/nos un ápice. El segundo episodio nos lleva poco más allá en el tiempo, al 19 de julio de ese mismo año, 1982, y tiene dos nombres, el de un toro, Belador o Velador, de ambas maneras aparece recogido en las crónicas, y un torero, José Ortega Cano. Fue en esa fecha cuando se vivió un momento único en la historia de Las Ventas, el único toro indultado en esta Monumental. Y dando u salto en el tiempo para cambiar de siglo, tenemos que irnos hasta la Real Maestranza sevillana y al año 2016, concretamente al día 13 de abril, para rememorar a otro toro de este mítico hierro, Cobradiezmos, indultado por Manuel Escribano tras una faena apoteósica. Son solo tres ejemplos para entender el respeto, la admiración y la veneración hacia este hierro pilar fundamenta de nuestra Fiesta, ganado a base del trabajo y la dedicación de D. Victorino por mantener la pureza, la bravura y la raza del encaste Albaserrada, superando todo tipo de dificultades. Para los que se llaman antis, eso es querer, amar, defender y mantener una especie animal, el toro, que, si por vosotros fuera, se hubiera extinguido hace muchos años.
Ese respeto se ha demostrado en esta  tarde con una plaza llena hasta la bandera - otro día más con lleno de "no hay billetes" - que puesta en pie  ha guardado un sobrecogedor minuto de silencio tan solo roto al final por un grito de "¡Viva D. Victorino!" y una estruendosa ovación. Y me ha emocionado ver los balconcillos de acceso a todos y cada uno de los tendidos, altos y bajos, engalanados con lienzos de la imagen de D. Victorino y el hierro de la A coronada sobre el fondo con los colores de su divisa, precioso, de poner los pelos de punta, a la altura de lo que se merecía, no podía ser menos, esta tarde en lo que el sentimiento y las emociones tenían que imponerse a cualquier otro juicio de valor. Hoy era uno de esos días en los que el toreo debía reivindicarse por lo que es, una fiesta, nuestra Fiesta, y así creo que se ha vivido, en el plano de la pasión, dejando a un lado la geometría, la aritmética, las ciencias exactas, la escuadra y el cartabón, la regla para medir unos centímetros allá o acá, porque se buscaba la felicidad, no la crispación, para eso habíamos ido. Y lo hemos conseguido, ha terminado como tenía que terminar, con un toro, Milhijas, premiado con la vuelta al ruedo, que ha representado todo lo que significa la leyenda de los victorinos, un torazo, un precioso cárdeno preciso que en sus 594 Kg  encerraba  la armonía de unas hechuras para enamorar y un trapío imponente, que además llevaba dentro toda la bravura, la raza, la casta, la entrega - ¡que manera de humillar! - y la exigencia que define a este hierro, y un torero, Borja Jiménez, que lo ha entendido a la perfección y ha cuajado una extraordinaria faena basada en lo primordial ante estos toros, el poder y el sometimiento, haciéndoselo todo bien, siempre por bajo, sin una duda, arrastrando la muleta, barriendo la arena, perfecto de colocación, en tres tandas de naturales de un recorrido y una hondura superlativa, de ensueño, el compás muy abierto, por momentos estaba viendo a El Juli, enroscándoselo a la cadera,  además de una torería en los compase finales por bajo y ese pase de desdén sublime antes de tirarse con todo a matar para  enterrar la espada, me da igual centímetro arriba o abajo, y así desorejarlo sin discusión alguna y descerrajar la Puerta Grande y atravesarla en hombros junto a Victorino Martín hijo mirando a esa barrera del cielo desde la que D. Victorino ha disfrutado de esta tarde con la eterna satisfacción del deber cumplido. Toda su dedicación no ha sido en vano, la leyenda continúa, quizás hoy haya que apuntar otro toro  y otro matador más a la inmensa historia de este hierro.
Permítanme que hoy concluya aquí, que no relate cada toro, aunque quizás cometa la injusticia de pasar por alto muchos más  detalles y  matices del carísimo toreo de Borja Jiménez en ese sexto, probablemente la mejor faena de su carrera, o de pasar por alto la oreja de ley que Emilio de Justo ha cortado al quinto, un exigente, encastado y complicado victorino que pedía mucho y no concedía nada ante el que el extremeño estuvo hecho un tío y a base de mando lo acabó sometiendo para dibujar sensacionales derechazos y naturales, profundos y de bellísima factura, o de la enorme verdad con la Paco Ureña tragó la aspereza del primero, un toro fiel a su encaste, con enorme sentido, para acabar pudiéndole y torear al natural con una entrega absoluta, con ese estilo desgarrado que imprime a su toreo, sin guardarse nada. Sí, seguramente se queden muchas cosas en el tintero, pero no en el olvido, jamás. Será muy difícil, me atrevería a decir que imposible, que la fecha de este 15 de junio se borre de nuestra memoria. Los datos pasan, el sentimiento nunca muere, es el alma del toreo. Así lo he vivido y así quiero guardar esta tarde para siempre, espero que me perdonen.

Antonio Vallejo
 

lunes, 9 de junio de 2025

El verdadero Rey sí estuvo en Las Ventas

Lo que ayer domingo se vivió en Las Ventas fue algo que escapa a todo lo pudiéramos imaginar y rompe todas las barreras de la lógica y la razón. No fue solo arte, no fue solo sentimiento, no fue solo emoción, fue mucho más,  algo demasiado grande para explicar y entender por quien no estuviera en La Monumental. No fue sólo un triunfo histórico de un torero, no tan sólo una página de oro en la historia interminable del toreo, fue realmente la historia del toreo encarnada en un hombre, José Antonio Morante de la Puebla, no un torero de época, decir eso es muy rácano, sino la entronización del torero de todas épocas. Sí, la tauromaquia de Morante abarca todas las épocas, siglos de historia se reviven con lances rescatados del olvido y suertes del ayer y el mañana, no se queda en el hoy, es infinito, eterno, como el toreo. Ver a Morante en hombros de una multitud desbordada de alegría, gritando su nombre para que todo el planeta se enterara, subiendo por la calle Alcalá camino del hotel Wellington, es meterse en esa máquina del tiempo que tantos han soñado con crear, él la tiene en su capote y su muleta, es volver al menos uno o dos siglos  atrás y revivir imágenes gastadas en blanco y negro de las épocas más doradas de la historia. Y también es ver a un pueblo que reclama sus esencias, su razón de ser, sus tradiciones, su cultura y su libertad. Un pueblo huérfano que ve cómo se intenta destruir su identidad, que lucha y defiende lo suyo, y que ayer proclamó en la calle a su verdadero Rey, porque el otro... ni estuvo en el palco ni se le espera. ¿Motivo? Ni idea, ni me importan las excusas. Faltar a una tradición que data de 1856, la Corrida Extraordinaria de Beneficencia, anunciada desde febrero, que desde que tengo uso de razón ha estado presidida por el Jefe del Estado, o sea, si no me equivoco, el rey, no tiene, como decimos nosotros, ni medio pase. No me creo que, por muy cargada que estuviera su agenda, como dicen los cursis, a las siete de la tarde de este domingo de junio, con los aviones que hay hoy en día, aunque estuviera, yo que sé, en Canarias, por decir el punto más alejado de nuestra España, no le daba tiempo a llegar. Penoso, lamentable, deprimente, impresentable, una vergüenza, en definitiva, ver el Palco Real vacío. Y repito, no me vale ninguna excusa. Solo te digo una cosa, Felipe, ¡lo que te perdiste ayer! 
Si recuerdan, en la entrada del sábado les comenté que el de ayer iba a ser un día muy especial para mi, no sólo porque el genio de La Puebla del Río volvía a Madrid en la nueva era del toreo, sino porque iba a ser el bautismo de morantismo de mi hija Paloma, ¡y ha sido a lo más grande!, como jamás hubiera soñado. Buena aficionada, sus exámenes finales y la selectividad le han impedido venir a los toros este año. Tenía guardada esta tarde para ella, era un pequeño regalo que le tenía reservado por tanto esfuerzo, por fin iba a vivir y sentir lo que tantas veces me ha escuchado sobre Morante, y les aseguro que ya forma parte de la legión morantista hasta el final de sus días. Solo ver su expresión con las primeras verónicas me ha bastado para saber que siente el toreo como yo lo siento y solo necesitó los primeros muletazos para decirme, boquiabierta y con los ojos iluminados por la emoción, "papá, es distinto a todo lo que he visto hasta ahora, es especial, es una sensación que noto y no sé explicarte". Hija, eso es el duende, lo tuviste ante tus ojos y lo viste,  ya lo llevas dentro de tu alma y estoy seguro que jamás saldrá de ella. 
Gracias a que hoy me he podido permitir un relajo en mi trabajo, decidí que ayer no era momento para ponerme a escribir, era demasiado el aluvión de sentimientos como para intentar transmitirlos y además quería revivirlos y dejar que invadieran mis sueños, que el poso del tiempo me permitiera seguir saboreando cada uno de los segundos que ayer viví, que relatarlo sin más, por muy magno que fuera, era incluso vulgar, porque, sinceramente lo pienso así, después de Morante ya creo que me va a costar algo que no me parezca vulgar. Ayer se lo decía a Carmen, compañera de abono, cuando tras la apoteósica vuelta al ruedo del genio de La Puebla tras cortar una oreja al que abría plaza, Fernando Adrián, interpretaba el toreo de capa con buenos lances a la verónica y me preguntaba lo que me parecía. Y que le podía decir, pues que sí, que estaba muy bien, por momentos toreó con mucho temple y gusto,  todo lo que quisiera, pero que después de haber visto a Morante.... todo quedaba minimizado.
Ya el saludo capotero al que abría plaza marcaba el rumbo de la historia. salió suelto del de Juan Pedro, sin demasiada fijeza, iba y venía, no le importaba a Morante, impasible, paciente, esperó. Una a una, no hacía falta ligazón ni repetición, surgían sueltas, daba igual, todas en le sitio, las zapatillas clavadas, una serenidad y una naturalidad que solo él tiene, cada verónica acariciando la embestida, cada delantal meciendo el viaje del juanpedro, jugando las muñecas con la delicadeza propia de la más codiciada porcelana, cada chicuelina garbosa y desbordante de gracia y salero, arrebujaditas, y la serpentina salerosa que surgió de la nada, entre los pitones y su chaquetilla, fueron cada cual un auténtico monumento, carteles de toros capaces de llenar no una tarde, sino toda una feria, desatando la locura que ya no iba a tener fin. Se veía muy justo de facultades al juanpedro, lo sabía el genio, lo cuidó en el caballo y en la muleta nos abrió de par en par las puertas  al paraíso soñado. Fue el delirio, mimándole, muy despacio, dándole el aire que requería, primero los ayudados por alto, TORERÍA, después el toreo en redondo y naturales citando a medio pecho, la mano contraria a la cadera, acompañando con la cintura, todo armonía, encajado, dibujando trazos de sublime belleza, la mano baja, ritmo y compás, y entre ellos un  molinete invertido, y las trincherillas, y los adornos por bajo, y los de pecho, ¡ay los de pecho!. Todo surgía de la imaginación y la improvisación que sale del corazón, puro sentimiento, sin fingir ni gestos forzados, girando sobre los talones, el mejor ballet que nunca hubiésemos soñado. Se tiró a matar por derecho, espadazo fulminante y una oreja sin discusión, los centímetros no cuentan cuando delante hay una obra maestra para la historia. La vuelta al ruedo fue indescriptible, duró más de 10 minutos, una lluvia incesante de regalos, flores, romero, sombreros... de todo, apoteosis total, lo nunca visto en La Monumental, no recuerdo nada igual. Quedaba el cuarto para que se rompiera el maleficio, medía Puerta grande abierta, había que completar la obra y hacer realidad el anhelo más deseado. No fueron precisamente optimistas los apuntes del toro en los primeros tercios, sin fijeza, sin entrega, iba a arreones, la cara alta, y par colmo perdió las manos un par de ocasiones. ¿Quien decía que Morante no tenía valor?, ¿quien osaba decir semejante barbaridad?. A esos, para que abran los ojos y vean la verdad del toreo del genio, les recomiendo que vean varias veces la faena de este cuarto. Lección magistral de técnica y poder en los primeros compases, a favor del toro, limando sus asperezas a base de colocación, de presentarle la muleta y aguantar impávido los violentos arreones. Tragó lo indecible el maestro, se puso y se expuso, la muleta planchada, la mano baja, con los cinco sentidos alerta porque el juanpedro no concedía nada. Ni una duda, ni un paso atrás, poco a poco, en las cercanías, acabó sometiéndolo y trazando series de una profundidad y belleza sin igual, por ambos pitones, alcanzando la excelencia divina al natural, una serie para crujir, toreando al paso, muy despacio, enroscándoselo  a la cintura, degustando los aromas  de cada uno, para poner el broche de oro con un molinete invertido, un trincherazo infinito y uno de desdén colosal que pusieron en pie a todos y cada uno de los que abarrotábamos los tendidos. Tan sólo faltaba la rúbrica, tenía que llegar, todos queríamos empujar el acero y colocarlo en el mejor sitio. Otra vez se tiró por derecho, máximo compromiso, y la espada se hundió pasaportando al animal en segundos. Petición abrumadoramente mayoritaria sin importar de nuevo uon o dos centímetros arriba o abajo. Segunda oreja y por fin la Puerta Grande de Las Ventas abierta de par en par. Lo que vino luego ya lo saben, la calle Alcalá tomada por una multitud de aficionados llevando en hombros a Morante camino del Wellington, algo histórico que dudo volvamos a ver en mucho tiempo. No puedo terminar sin reseñar un detalle que he conocido gracias a un querido amigo, Carlos Guzmán, Carlitos, miembro del servicio de plaza que cada tarde nos hace aún más fácil disfrutar de esta bendita afición, al que desde el año 2017 que estuvo destinado en el tendido 1 que ocupo me une una buena amistad y que es rara la tarde que no se acerca a saludar y de paso contarnos chascarrillos y anécdotas con las que realmente te partes de risa. A él le debo la foto que he elegido para ilustrar esta entrada, me parece que refleja lo que es Morante, ese toreo de todas las épocas, blanco y negro en la era de la modernidad, y le agradezco en el alma que se haya acordado de enviármela. Tenía otras que he tomado yo mismo, pero nunca de tanta expresión como esa. Lo que no he utilizado es la sugerencia acerca del título, se rompió el maleficio, lo siento, desde que llegué a la plaza y vi vacío el Palco Real tenía claro que debía referirme a eso. Morante me lo ha puesto fácil. Pero gracias a Carlos he conocido un detalle que creo que nadie sabe. Todos sabemos que Morante rompió ayer el maleficio de Madrid, pero nadie sabe que es el primer torero que sale por la Puerta Grande vestido de azabache y no de oro. Y si Carlitos lo dice, es así, sus fuentes y su conocimiento no fallan. Gracias, amigo.
Como fácilmente entenderán hablar de algo que no sea del Rey del toreo en la tarde de ayer parece poco transcendente, incluso vulgar, pero sería injusto ni siquiera nombrar a Fernando Adrián y Borja Jiménez que tuvieron el mejor y el peor lote respectivamente. Pero, claro, delante estuvo José Antonio Morante de la Puebla, sobran más palabras. Bien estuvo Adrián con el capote, recibiendo con ajustadas y muy templadas verónicas al segundo, toreo de mucha calidad, además de  tres faroles y unos delantales con gusto al cuarto.  Manejó bien la muleta, buscó siempre la ligazón y la profundidad, de sus muñecas surgieron buenas tandas, aunque creo que un poco más de pausa en su toreo hubiera venido bien para sacar el buen fondo del juanpedro. Quizás demasiado rápido y queriendo hacer mucho en poco tiempo, pero fue una buena faena y con la certera estocada cayó la oreja pedida por amplia mayoría. Algo parecido le ocurrió en el quinto, cuando ya el Rey había hecho astillas la Puerta Grande. Creo que le pudieron las ganas y cierta ansia por no quedarse atrás, algo muy difícil, delante de Morante no cabe nadie. El inicio de faena lo demuestra, ambas rodillas en tierra, quizás demasiado para ese toro que duró lo que duró. De nuevo, un poco más de  pausa hubiera sido buena receta para  que aguantara un poco más y no fuera a menos en una sucesión de pases sin más que desembocaron en unas bernadinas finales tratando de literalmente arrancar otra oreja y salir a hombros junto a Morante. Lo siento, probablemente sea injusto con Adrián, pero ayer la Puerta Grande solo podía ser del Rey. Borja Jiménez se las vio con el lote más deslucido, sosos, sin raza ni fuerzas. Tan solo detalles aislados del gusto que imprime el sevillano a su toreo, como el quite por chicuelinas al segundo, y algunos muletazos sueltos de buen trazo. Nada más pudo hacer.
Sólo me queda gritar, ¡Viva el Rey!, pero el único, el verdadero, el del toreo, el que ayer sí estuvo en Las Ventas, ¡JOSE ANTONIO, MORANTE DE LA PUEBLA!

Antonio Vallejo



domingo, 8 de junio de 2025

Décimo día después de Morante, ¡mañana vuelve!

No ha podido ser más triste y lamentable el cierre del abono isidril y el adiós a un matador, Fernando Robleño, que a lo largo de sus 25 años de alternativa se ha ganado el respeto de esta plaza y el de toda la afición por su verdad y su entrega en cada comparecencia. Ha sido tremendamente emotiva y más que merecida la tremenda y cariñosa ovación que ha recibido cuando se preparaba para recibir al quinto de la tarde, reconocimiento a toda una trayectoria jalonada con dos Puertas Grandes en La Monumental y tardes de mucha emoción enfrentándose a hierros duros y complicados que exigen el carnet cada tarde, y él lo ha llevado siempre encima. 
Este sábado también se las ha tenido que ver con uno de esos hierros denominados duros, el de Adolfo Martín, que no ha podido mandar peor corrida a Las Ventas. Ni por presentación ni  por presencia ha sido digna de poner broche a este San Isidro 2025, incluso peor que la de Conde Mayalde de ayer, que cuidado fue soporífera. Encima teníamos aún muy fresco el recuerdo de la extraordinaria corrida de Jandilla lidiada el jueves, por lo que aún el desastre es mayor. Para empezar, la presentación. Lo que no puede ser, no puede ser, y además, es imposible. Que dos toros de Albaserrada marquen 605 y 602 Kg en la báscula me parece una aberración, en mi opinión totalmente fuera de tipo, y así han salido. Esos dos toros conformaban el lote de Antonio Ferrera, dos marmolillos que no podían con tanta carne, aquello no había forma que se moviera, un marmolillo el primero y tenía la misma pinta el cuarto hasta que fue devuelto por inválido o no sé realmente que, más bien parecía poder estar descordado tras su paso por el caballo o que le dio un soponcio a la vista del espectáculo indigno para la primera plaza del mundo que hemos tenido que soportar durante unos largos y desagradables 15 minutos con el toro encogido, tambaleándose, la manada de mansos de Florito no podía llevárselo porque era incapaz de dar un paso, medio moribundo en el ruedo, hasta que finalmente Ferrera lo consiguió sacar de las tablas y en las cercanías de la segunda raya en terrenos de toriles, el animal dobló y fue apuntillado. Deprimente. El resto de la corrida tampoco se ha salvado de este naufragio ganadero, varios de ellos creo que han pasado el reconocimiento por llevar la divisa que llevaban, muy justos de trapío varios. Acorde a esa mala presentación ha sido su juego, un auténtico desastre, ni bravura, ni raza, ni poder, ni empuje, ni entrega. De clase mejor no hablar porque me da la risa, y de emoción aún menos porque la carcajada se puede oír en Australia, un auténtico horror lo que ha salido por la puerta de toriles. 
Nada de nada, eso ha sido esta corrida de Adolfo Martín, la nada, la oscuridad absoluta. Claro, cuando navegas por la nada, lo poquito que pueda aparecer, aunque sea una nimiedad, parece algo, incluso mucho. Y cuando vas a la deriva en la oscuridad, el mínimo destello te puede parecer hasta el más bello amanecer. Eso es lo que ha ocurrido en esta última de San Isidro, que, por ejemplo, la nada que ha sido el lote de Ferrera, el primero de Adolfo y el cuarto bis, el sobrero de Martín Lorca, hayan hecho a algunos tener ensoñaciones con la faceta de lidiador que ha mostrado, lo único posible con el capote, tirando de oficio y veteranía, y que en la muleta haya intentado sacar de  esos dos toros agarrados al piso algo con cierto lustre. Sí, algún muletazo aislado ha tenido cierta profundidad, y nada más, sin ligazón y muy escasa emoción. ¿Despacio?, sí, porque el toro estaba parado y era casi más Ferrera que el adolfo quien pasaba, pero no para el olé desorbitado de algunos que con toros de esa misma condición y pases de esa misma factura han montado el lío padre porque la divisa era otra, véase alguna de Domecq, por ejemplo, y el matador Roca Rey, o Castella, o Perera, o Aguado, o Manzanares, o.... Eso se llama coherencia, y nadie ha gritado hoy "¡que emoción!" ni "¿queda mucho?", que bien podían haberlo hecho con el soporífero cuarto, al que se ha empeñado en dar pase y pases sin sentido. Para Manuel Escribano estaba reservado un lote formado por dos auténticas alimañas, dos hijos de Satanás que en su nada, en su fondo vacío, en su comportamiento a la defensiva, no pasaban, se quedaban debajo, a medio camino, revolviéndose y soltando derrotes secos, buscando carne. No se le puede reprochar nada al sevillano. Al sexto lo ha recibido a portagayola con una larga cambiada, luego otra más al hilo de las tablas del 1 y un ramillete de verónicas con temple y cadencia que han sido lo único que ha podido sacar de ese  toro. Con inmensa entereza, firmeza y valor ha aguantado Escribano los gañafones y las brusquedades de sus dos oponentes, intentando trenzar alguna serie, pero era absolutamente imposible. ¿Emoción?. Bueno, si por emoción es estar con el alma en un puño, viendo como los pitones iban siempre dirigidos al cuerpo del sevillano, que tuvo que tener más que los cinco sentidos para salir ileso de la lucha, pues vale, digamos que ha tenido "emoción". Yo lo llamo riesgo y miedo, y para mi el toreo es arte y belleza, expresión de un sentimiento, no sufrimiento en vano. Si todavía me dijeran que en esta lucha que ha mantenido el sevillano con dos alimañas hubiera optado, como en mi opinión quizás hubiera sido bueno, por una lidia a la antigua, sobre los pies, echando la muleta a rastras, macheteando para someter el genio y la aspereza del adolfo, pues posiblemente hablaría de emoción, porque esa forma de poder a toros como estos encierra, además de emoción, mucha belleza. Es lógico que, en medio de la nada, esta lucha sin cuartel, haya sido algo. Por último Fernando Robleño, que en su despedida de Madrid se encontró con lo mismo que sus compañeros de terna, la nada, especialmente el segundo, ni medio pase tomó, de verdad, creo que no llegó a completar ni uno, siempre se quedó a mitad de recorrido, un despojo. Y con el que decía adiós a esta plaza al menos pudo irse con el buen sabor de boca de media docena de naturales de buena factura, especialmente tres con enorme hondura y gran belleza en la composición y el trazo, tres destellos en medio de la oscuridad que sirvieron, junto a una sensacional estocada, para recibir una fuerte ovación en una emotiva vuelta al ruedo en agradecimiento a todo lo dado en estos 25 años de alternativa.
En definitiva, una triste tarde que se ha hecho muy pesada y que, para rematar, ha sido muy larga, dos horas y cuarenta minutos divagando por la nada. Abandonaba la plaza a las diez menos veinte, esa hora marcaban las manecillas del reloj de Las Ventas. Un cosquilleo me ha recorrido el cuerpo, una sonrisa de felicidad ha cambiado la tristeza de la tarde, todo ha cambiado en un instante, ¡tan solo quedaban 21 horas y 20 minutos para que Morante pisara de nuevo el ruedo venteño!. Será mañana, en la extraordinaria de Beneficencia, muy, muy, muy especial para mi, sabrán por qué. Madrid ya huele a romero, el duende está rondando.

Antonio Vallejo
 

viernes, 6 de junio de 2025

Octavo día después de Morante, dos para que vuelva

Una gran corrida de toros la de Jandilla, una corrida completa, por fin, aburridos ya de decir, día tras día, aquello de "la corrida se salvó por el...". Sensacional la selección de Borja Domecq, seis animales de magníficas y bellas hechuras, láminas para enamorarse, armonía y proporción de pitones a rabo, de una seriedad imponente pero sin la mínima estridencia ni exageraciones por delante, que además ha sido, con mucho, la de juego más completo en esta feria de San Isidro que vive sus últimos coletazos. Dos toros han sido de nota muy alta, tercero y cuarto, bravos y muy enclasados, pero es que también el segundo ha tenido clase a raudales y un pitón izquierdo sensacional, el primero ha sido noble y manejable aunque adoleciera de más empuje y entrega, y el sexto tuvo movilidad - algo que esta tarde ha sido la nota común, todos se han desplazado con buen son - y calidad en sus embestidas aunque la falta de poder le llevó a defenderse más pronto de lo deseado. No se puede decir nada del quinto, que apuntaba mucho por sus sensacionales hechuras, pero que se lesionó en el primer derrote en el burladero del 10, y en su lugar saltó un sobrero del mismo hierro que no parecía hermano de los anteriores, ni por morfología ni por juego. Si esta corrida de Jandilla no recibe el premio a la más completa y mejor de la feria es que estamos tontos, así lo siento y lo digo. Y añado, esta sí es una corrida torista, en la que hemos visto al toro-toro en toda su extensión, trapío y bravura, además de clase, aunque a algunos les duela que haya sido precisamente  el hierro de Jandilla quien trajera al toro de verdad a la Monumental. Otras cosas, para mi, son cuentos chinos.
Y si me han gustado los toros, que voy a decir de Sebastián Castella y Borja Jiménez, me han encantado. No, no me olvido de José María Manzanares, matador al que admiro y respeto, con el que he sentido la emoción del toreo por su poder, su clase y su elegancia, pero al que me duele decir que veo en un momento de dudas, de no acabar de encontrar su sitio. Cierto que ha tenido la mala fortuna de contar con un solo toro, puesto que el quinto tuvo que ser  devuelto por el topetazo brutal que se pegó contar el burladero en la primera embestida y en su lugar saltó un sobrero que era irreconocible como de Jandilla, feas hechuras y deslucido a más no poder, ni un lance ni un muletazo permitió, no pasaba, se quedaba a la mitad, siempre a la defensiva, la cara por las nubes, toro para abreviar y matar. Pero ese toro con el que contó, el segundo, tuvo calidad y un pitón izquierdo francamente bueno. Salió con movilidad y buen tranco para colocar bien la cara en las verónicas de saludo del alicantino, templadas y cadenciosas, rematadas con una buena media. Medido castigo en varas y buen brega para cuidarlo en banderillas porque no iba muy sobrado de fuelle, llegó a la muleta manteniendo su condición de clase, sobre todo por el pitón izquierdo, que fue le menos aprovechado por Manzanares. Por ese pitón surgieron dos tandas de naturales de mucha hondura, muy templadas y con ritmo, que fueron lo mejor de la faena. Creo que tardó en llegar a ese pitón izquierdo, en los primeros compases lo basó todo en el derecho y las series resultaron correctas, sí, pero sin llegar a transmitir, además de no acabar de encontrar la velocidad que pedía el jandilla y las pausas para recobrar el aliento. Sí, creo que una faena basada en la mano izquierda hubiera alcanzado cotas más altas, pero eso es muy fácil decirlo aquí, hay que estar abajo, frente a ese animal y, como digo siempre, ellos saben infinito más que nosotros, a veces demasiado osados en nuestros juicios.
El tercero, Vid de nombre, fue un toro de una belleza y un trapío descomunal, con "solo" 533 Kg, destrozando todos los mitos. Humilló desde salida, enorme clase, y se desplazó con alegría en las magníficas verónicas de Borja Jiménez ganando pasos, acompasadas, muy templadas, acariciando las embestidas, rematadas con una media cargada de sabor. El inicio poderoso por bajo ya puso a los tendidos en estado de alerta, derechazos con largo recorrido de mucha emoción. Lo que vino después fue una sinfonía de toreo de muchos quilates con toro y torero entregados uno a otro, en perfecta comunión, uno quería embestir y el otro sabía cómo hacerle embestir, mutuo entendimiento. Perfectamente acoplado, la muleta planchada, embarcando la embestida y conduciéndola con suavidad, ni un tirón, puro temple, compuso series reunidas por el derecho repletas de profundidad, con ritmo perfecto, acompañadas con la cadera, toreando muy despacio y con suma naturalidad, nada forzado, pura expresión del sentimiento, cambios de mano de locura, uno tras otro, las zapatillas clavadas, a pies juntos, rompiendo el alma. Pero por donde se alcanzaron las más altas cotas de emoción fue al natural, series rotundas, encajado, metiendo los riñones, muletazos de extrema hondura a compás abierto, un cante al toreo eterno, yendo cada vez a más, con Vid persiguiendo la muleta y repitiendo con un celo y una clase descomunal, humillando, sin un mal gesto, enorme nobleza, para abrochar con un trincherazo y uno de la firma de crujido. Si la espada no hubiera caído baja no me hubiera extrañado que los máximos trofeos hubieran caído, pero creo que la oreja cortada por el sevillano vale por mucho, faena de mucho peso e importancia a un toro que, en mi opinión, también creo que mereció la vuelta al ruedo, pero el pañuelo azul no asomó. El sexto fue un jabonero de impactante presencia, un toro muy cuajado, largo, al que quizás unos kilos de menos le hubieran ayudado a moverse mejor, y eso que salió con muchos pies tomando bien el capote del sevillano en bonitos y poderosos lances rodilla en tierra. Mantuvo su buena condición en los derechazos largos y profundos de rodillas, humillando y repitiendo con clase y codicia, igual que hizo en las primeras tandas... hasta que le duraron las fuerzas. De nuevo sensacional Jiménez, temple y mano baja para ligar en el sitio, muletazos de excelente trazo pero la falta de poder cambió al jandilla volviéndose protestón, con la cara alta y un calamocheo incómodo que deslució el final de faena. De nuevo la espada baja afeó el final. Pero nos ha dejado con la miel en los labios y ya pienso en el domingo que volverá junto a Morante, ¡que llegue ya!.
El cuarto, Zafio de nombre, fue precisamente lo contrario, fino y de excelentes hechuras, un colorado precioso, para enamorarse, con mucho trapío. Toro con movilidad y clase, que tomó con fijeza los lances de recibo de Castella rematados con una magnífica media. Destacó la cuadrilla tanto en la brega, impresionante José Chacón, ni un capotazo de más, todo perfecto, especialmente cuando se llevó al toro a punta de capote de un extremo a otro del ruedo, como en banderillas, con Rafael Viotti y Alberto Zayas cuajando un extraordinario tercio. El inicio de faena por estatuarios muy ajustados, vibrantes, llegó pronto a los tendidos que rompieron en olés y una fuerte ovación. No hay duda que el galo conoce muy bien a esta plaza y su público, y supo aprovechar el buen galope y ritmo del animal para encender la mecha de la emoción. Tremendamente centrado y seguro Castella, aplicando un temple y una cadencia perfecta para componer tandas por ambos pitones en los que jugó los brazos con suma suavidad, muñecas de seda que acompañaban las templadas embestidas con delicadeza,  ligando con profundidad, muletazos de trazo sublime, cambios de mano eternos quedándose perfectamente colocado, series medidas, administrando las pausas, acoplado, enroscándoselo  a la cadera. Buenos fueron los derechazos, pero donde la faena rompió fue en los naturales, rotundos y encajados, manejando los vuelos como si fueran seda, emoción desbordada y la Monumental entregada, y todo lo contado en los medios y en una superficie de unos pocos metros cuadrados perfectamente delimitados puesto que era la única arena removida en todo el ruedo. Si faltaba algo para rendir a la plaza a sus pies, eso llegó en el cierre de faena, en las cercanías, entre los pitones, con toda verdad, pasándose los pitones por la cadera, dejándoselos llegar al pecho, pases por ambos lados, cambios de mano sin inmutarse ni rectificar los pies, y todo por abajo, con mucha emoción y estética, y con  el jandilla repitiendo y humillando con clase y bravura, además de recorrido, que en los arrimones también lo mantuvo, como en toda la faena. De no haber marrado con los aceros no sé hasta donde hubiera llegado el premio, quizás hayamos estado a punto de vivir una doble Puerta Grande esta tarde. Antes había tenido Castella un primero noble y manejable, con calidad pero falto de empuje y entrega. Faena pulcra y con técnica que inició doblándose por bajo, buen trato en los muletazos pero con resultado irregular, algunos de buen trazo y cierta enjundia junto a otros que no acabaron de llegar a unos tendidos aún fríos que no sospechaban todo lo que quedaba por vivir en esta, en mi opinión, sensacional tarde de toros.

Antonio Vallejo

jueves, 5 de junio de 2025

Séptimo día después de Morante, tres para que vuelva


Ya queda un día menos, y se está haciendo larga la espera. Por el camino han pasado cosas, sí, pero nada es igual. Sin ir más lejos, ayer en la corrida de José Escolar que fue una de las del abono a la que renuncié y que me reafirma en lo bien que hice. Los tres primeros toros, infumables, se miren por donde se miren, y de los tres siguientes, solo el quinto tuvo emoción y con él estuvo Gómez del Pilar sensacional. Fue un toro encastado, que no bravo, en su fondo era un manso, pero con la emoción de esas embestidas vertiginosas y  descontroladas que engañan. Fue una pelea a cara de perro llena de entrega por parte del matador que aguantó y a base de poder metió en la muleta al de Escolar, pero poco más vi por televisión, tan solo peligro. Sinceramente, prefiero el arte. Y lo que me cuesta tragar es la locura torista de algunos en el tercio de varas haciendo entrar tres veces al caballo que, si es cierto que en las dos primeras se arrancó de lejos, la pelea en el primer puyazo fue tan solo discreta, empujó lo justo, en el segundo algo más, y en el tercero le costó cinco minutos arrancarse al caballo, eso sí, le dejaron muy lejos, pero no iba ni quería ir por su condición de manso. Y cuando tras esos cinco minutos de soberano aburrimiento - debió parecerles maravillosos porque nadie gritó aquello de "¡que emoción!" - cayeron en la cuenta que había que acercarlo, por fin se arrancó ya en corto y recibió un puyazo poco más que señalado. Bueno, ni se imaginan la algarabía, parecía lo nunca visto, el circo romano rugiendo, ¡que espectáculo!. Y luego viene el Rosco y dice que Morante "abusó" de los remates por bajo, ¡manda narices!. En fin, que eso fue ayer, y que la dejo para los amantes del riesgo.
Lo de hoy miércoles era una corrida de Lagunajanda con seis toros para mi gusto bien presentados, con trapío, y muy seria por delante, para Manuel Escribano, Joselito Adame y Alejandro Peñaranda en la que he visto la entrada más pobre en lo que va de feria, que ya es casi todo. Diría que puede que incluso menos que en las novilladas, quizás llegara a dos tercios de aforo, pero se veían muchos claros en el sol y no les digo en la sombra, el 10, 1 y 2 estaban a medio gas. Y a medio gas me ha parecido la corrida, sin ser mala, pero tampoco buena, brava desde luego no, más bien apuntando a mansa, cuando salía la clase faltaba el empuje, sin acabar de rematar, con movilidad pero falta de entrega, humillando en los principios para echar las caras al cielo en los finales, algún prometedor inicio de faena con dos o tres tandas buenas, se acaban la fuerzas y el resto del trasteo sumido en la intrascendencia. Solo un toro ha mantenido el tipo en cierta manera, el sexto, con el que el confirmante de alternativa Alejandro Peñaranda ha dejado muy buenas sensaciones de mando y temple, muy firme, dándole al toro el trato que pedía para poco apoco meterlo en la muleta y componer  series por el pitón derecho de magnífico trazo y profundidad, ligadas aprovechando el buen embroque del toro y manteniéndole el pulso con el compás abierto y la mano muy baja. Ha tenido emoción y gusto, pero la espada defectuosa ha pesado en la no concesión de una oreja que no sabría decir si pedida por mayoría, creo que sí, pero con tantos claros en los tendidos me parece más difícil precisar. 
De lo demás, pues lo dicho, que con el que Peñaranda confirmó alternativa le aguantó una tanda por el derecho, luego se vino abajo y poco más tuvo. Que el segundo, el único con  fondo de clase y bravura, la pelea en el caballo así lo verificó, duró lo justo, un inicio creo que poco afortunado por alto de Manuel Escribano aprovechando la movilidad que el animal apuntó en banderillas y un par de tandas más en las que demostró que, si se le bajaba la mano, colocaba la cara, pero el fuelle no le dio para más. Más o menos lo mismo para el tercero, otro con movilidad pero que le duró dos tandas por el derecho a Joselito Adame, quedando el resto del trasteo en un quiero y no puedo por parte del toro y en un intentar hacer las cosas bien por parte del hidrocálido pero con escaso eco en los tendidos. El cuarto fue un manso con genio y aspereza, al que Escribano recibió a portagayola, siempre a la defensiva, sin fijeza,  tendiendo a irse al final de los muletazos obligándole a rectificar la posición. Imposible ligar y mantener ritmo en la faena. Y el quinto sin entrega alguna, la cara alta y que, cuando Adame intentó someter por bajo para corregir su descompuesta embestida, se vino abajo por su falta de poder. En resumen, que ha sido un tarde en dientes de sierra, lo mismo subía el tono y parecía que tomaba vuelo como que al instante siguiente caía en picado, sin ritmo ni continuidad.
Pero busquemos el lado positivo. Mañana ya es jueves, el domingo se ve más cerca, empiezo a soñar, empiezo a sentir el cosquilleo por el cuerpo y el hormigueo en el estómago, el pellizco, Morante, el domingo, otra vez.

Antonio Vallejo

lunes, 2 de junio de 2025

Cuarto día después de Morante, seis para que vuelva

Un cielo plomizo y un bochorno insoportable muy difícil de llevar han presidido esta tarde dominical que ha inagurado el mes de junio con otro lleno en Las Ventas, algo que ya no es noticia. Una corrida de El Parralejo para Miguel Ángel Perera, Fernando Adrián y Tomás Rufo variada de hechuras y con un pobre y decepcionante juego, ajena a la bravura, sin fuelle, con atisbos de nobleza y clase escondida en algunos pero que han durado un suspiro y que ha resultado como el cielo, plomiza, salvándose tan solo el genio del quinto y el buen sexto que ha embestido con calidad en la muleta.
El lote de Perera no ha servido para nada, dos animales vastos de hechuras y de un juego más que deslucido. El primero iba con la cara alta, arreando por ambos pitones, derrotes secos. Trató de ponerle mando Miguel Ángel Perera, algo que tiene, y mucho, pero ahí no había tu tía, en cuanto le bajaba la mano de desplomaba por su falta de poder. Imposible ligazón, aguantaba uno o dos muletazos a media altura y al siguiente se venía abajo. Tesón del extremeño para intentar sacar algo y nada más. El cuarto incluso peor, nula entrega, pasaba por la muleta totalmente desentendido, soso hasta decir basta. Lo mismo, muletazos sin ritmo ni continuidad, que pedían abreviar y evitar minutos sin sentido.
Algo mejor el lote de Fernando Adrián, aunque el segundo fuera muy protestado de salida por su peso y su justa presencia. Fue un toro que tuvo fondo de clase, pero le faltó motor y raza.  Buscó la ligazón, trató de llevarlo siempre por bajo, aprovechó la inercia de las embestidas en los primeros compases de faena en los medios, pero cuando trató de interpretar el toreo curvo le costó aguantar al de El Parralejo, tomaba un par de muletazos o tres y se venía abajo. Faena de casi, de parece que sí pero es que no, de no acabar de tomar vuelo. El quinto tuvo movilidad y más genio, sin confundirlo con bravura. Fue un toro de embestida descompuesta, embestía rebrincado, la cara alta, soltando tornillazos, al que prologó en la muleta con ambas rodillas en tierra y un cambiado por la espalda de mucha emoción por el riesgo. Esa firmeza del inicio la mantuvo el madrileño durante todo el trasteo, aguantando las brusquedades de un toro que tenía mala leche, ni un átomo de clase o entrega. Lo digo por el listo que le ha soltado "otro toro que se te va, Fernando". Valiente y con decisión, aguantando las constantes tarascadas, poniéndole la muleta y tratando de conducirlo por bajo, pero el toro iba a lo suyo, la cara por las nubes, tornillazos por ambos pitones, corto recorrido, reponiendo y buscando. Enorme el esfuerzo sin tapujos de Adrián que anduvo con un compromiso fuera de toda duda.
El tercero fue el mejor del encierro en cuanto a hechuras, el más armónico y fino entre tanta vastedad. Movilidad en los capotes y buena pelea en vara, con Fernando Sánchez, una vez más y las que quedan, brillando con los garapullos. El inicio de faena por alto quizás fue más efectista que efectivo, con el toro desplazándose con buen tranco, pero no ayudó a que el toro se sometiera, es más, desarrolló más brusquedad que entrega. Trató de corregir el talaverano y ponerle mando, bajar la mano y poderle, pero al animal le duraron las fuerzas lo que le duraron, se quedó en las telas, sin salirse y todo fue a menos a pesar de los intentos de Rufo. Si embargo se encontró con el premio de la tarde ante el sexto, un animal que de salida embistió con ímpetu y el pitón de fuera pero que fue ganando en clase a medida que avanzó la lidia, y en eso creo que tuvo mucho que ver el magnífico hacer de Andrés Revuelta, magistral brega. De nuevo Fernando Sánchez haciendo las delicias de todos con otro par marca de la casa, dejándose ver y reuniendo en la misma cara. Arrancó la faena hincado de rodillas, el toro se arranca, se distrae con una banderilla, cambia su trayectoria y no se lleva a Rufo por delante de puro milagro. Recompuesto y ya en la vertical buscó la ligazón y el toreo profundo, dibujando series reunidas por el pitón derecho encajado, la mano baja, muy asentado, con emoción y otras al natural en las que le costó algo más al toro tomar el engaño pero que al final logró Rufo dotarlas de casi la misma rotundidad, con algunos naturales de muy buena factura y hondura. Gustó la faena a una gran parte de la plaza, no sabría decir si mayoritaria o no, que no dudó en agitar los pañuelos tras un pinchazo y una entera, pero al final el presidente consideró que no y todo quedó en una fuerte ovación para despedir a Rufo que con esta concluye su paso por San Isidro.
Y mientras esto ocurría en Madrid, muy cerquita de la capital, en el Real Sitio y Villa de Aranjuez, un tal Morante de la Puebla ha cuajado, según he leído y me ha contado un amigo que allí ha estado, una obra cumbre con la montera calada, reencarnándose en Joselito, toreo antiguo, añejo, eterno, dando un recital de toreo y cortando tres orejas a dos toros de Nuñez del Cuvillo. Menos mal que ya queda un día menos para que vuelva a Las Ventas. Desde el pasado miércoles ya nada es igual.

Antonio Vallejo