Una gran corrida de toros la de Jandilla, una corrida completa, por fin, aburridos ya de decir, día tras día, aquello de "la corrida se salvó por el...". Sensacional la selección de Borja Domecq, seis animales de magníficas y bellas hechuras, láminas para enamorarse, armonía y proporción de pitones a rabo, de una seriedad imponente pero sin la mínima estridencia ni exageraciones por delante, que además ha sido, con mucho, la de juego más completo en esta feria de San Isidro que vive sus últimos coletazos. Dos toros han sido de nota muy alta, tercero y cuarto, bravos y muy enclasados, pero es que también el segundo ha tenido clase a raudales y un pitón izquierdo sensacional, el primero ha sido noble y manejable aunque adoleciera de más empuje y entrega, y el sexto tuvo movilidad - algo que esta tarde ha sido la nota común, todos se han desplazado con buen son - y calidad en sus embestidas aunque la falta de poder le llevó a defenderse más pronto de lo deseado. No se puede decir nada del quinto, que apuntaba mucho por sus sensacionales hechuras, pero que se lesionó en el primer derrote en el burladero del 10, y en su lugar saltó un sobrero del mismo hierro que no parecía hermano de los anteriores, ni por morfología ni por juego. Si esta corrida de Jandilla no recibe el premio a la más completa y mejor de la feria es que estamos tontos, así lo siento y lo digo. Y añado, esta sí es una corrida torista, en la que hemos visto al toro-toro en toda su extensión, trapío y bravura, además de clase, aunque a algunos les duela que haya sido precisamente el hierro de Jandilla quien trajera al toro de verdad a la Monumental. Otras cosas, para mi, son cuentos chinos.
Y si me han gustado los toros, que voy a decir de Sebastián Castella y Borja Jiménez, me han encantado. No, no me olvido de José María Manzanares, matador al que admiro y respeto, con el que he sentido la emoción del toreo por su poder, su clase y su elegancia, pero al que me duele decir que veo en un momento de dudas, de no acabar de encontrar su sitio. Cierto que ha tenido la mala fortuna de contar con un solo toro, puesto que el quinto tuvo que ser devuelto por el topetazo brutal que se pegó contar el burladero en la primera embestida y en su lugar saltó un sobrero que era irreconocible como de Jandilla, feas hechuras y deslucido a más no poder, ni un lance ni un muletazo permitió, no pasaba, se quedaba a la mitad, siempre a la defensiva, la cara por las nubes, toro para abreviar y matar. Pero ese toro con el que contó, el segundo, tuvo calidad y un pitón izquierdo francamente bueno. Salió con movilidad y buen tranco para colocar bien la cara en las verónicas de saludo del alicantino, templadas y cadenciosas, rematadas con una buena media. Medido castigo en varas y buen brega para cuidarlo en banderillas porque no iba muy sobrado de fuelle, llegó a la muleta manteniendo su condición de clase, sobre todo por el pitón izquierdo, que fue le menos aprovechado por Manzanares. Por ese pitón surgieron dos tandas de naturales de mucha hondura, muy templadas y con ritmo, que fueron lo mejor de la faena. Creo que tardó en llegar a ese pitón izquierdo, en los primeros compases lo basó todo en el derecho y las series resultaron correctas, sí, pero sin llegar a transmitir, además de no acabar de encontrar la velocidad que pedía el jandilla y las pausas para recobrar el aliento. Sí, creo que una faena basada en la mano izquierda hubiera alcanzado cotas más altas, pero eso es muy fácil decirlo aquí, hay que estar abajo, frente a ese animal y, como digo siempre, ellos saben infinito más que nosotros, a veces demasiado osados en nuestros juicios.
El tercero, Vid de nombre, fue un toro de una belleza y un trapío descomunal, con "solo" 533 Kg, destrozando todos los mitos. Humilló desde salida, enorme clase, y se desplazó con alegría en las magníficas verónicas de Borja Jiménez ganando pasos, acompasadas, muy templadas, acariciando las embestidas, rematadas con una media cargada de sabor. El inicio poderoso por bajo ya puso a los tendidos en estado de alerta, derechazos con largo recorrido de mucha emoción. Lo que vino después fue una sinfonía de toreo de muchos quilates con toro y torero entregados uno a otro, en perfecta comunión, uno quería embestir y el otro sabía cómo hacerle embestir, mutuo entendimiento. Perfectamente acoplado, la muleta planchada, embarcando la embestida y conduciéndola con suavidad, ni un tirón, puro temple, compuso series reunidas por el derecho repletas de profundidad, con ritmo perfecto, acompañadas con la cadera, toreando muy despacio y con suma naturalidad, nada forzado, pura expresión del sentimiento, cambios de mano de locura, uno tras otro, las zapatillas clavadas, a pies juntos, rompiendo el alma. Pero por donde se alcanzaron las más altas cotas de emoción fue al natural, series rotundas, encajado, metiendo los riñones, muletazos de extrema hondura a compás abierto, un cante al toreo eterno, yendo cada vez a más, con Vid persiguiendo la muleta y repitiendo con un celo y una clase descomunal, humillando, sin un mal gesto, enorme nobleza, para abrochar con un trincherazo y uno de la firma de crujido. Si la espada no hubiera caído baja no me hubiera extrañado que los máximos trofeos hubieran caído, pero creo que la oreja cortada por el sevillano vale por mucho, faena de mucho peso e importancia a un toro que, en mi opinión, también creo que mereció la vuelta al ruedo, pero el pañuelo azul no asomó. El sexto fue un jabonero de impactante presencia, un toro muy cuajado, largo, al que quizás unos kilos de menos le hubieran ayudado a moverse mejor, y eso que salió con muchos pies tomando bien el capote del sevillano en bonitos y poderosos lances rodilla en tierra. Mantuvo su buena condición en los derechazos largos y profundos de rodillas, humillando y repitiendo con clase y codicia, igual que hizo en las primeras tandas... hasta que le duraron las fuerzas. De nuevo sensacional Jiménez, temple y mano baja para ligar en el sitio, muletazos de excelente trazo pero la falta de poder cambió al jandilla volviéndose protestón, con la cara alta y un calamocheo incómodo que deslució el final de faena. De nuevo la espada baja afeó el final. Pero nos ha dejado con la miel en los labios y ya pienso en el domingo que volverá junto a Morante, ¡que llegue ya!.
El cuarto, Zafio de nombre, fue precisamente lo contrario, fino y de excelentes hechuras, un colorado precioso, para enamorarse, con mucho trapío. Toro con movilidad y clase, que tomó con fijeza los lances de recibo de Castella rematados con una magnífica media. Destacó la cuadrilla tanto en la brega, impresionante José Chacón, ni un capotazo de más, todo perfecto, especialmente cuando se llevó al toro a punta de capote de un extremo a otro del ruedo, como en banderillas, con Rafael Viotti y Alberto Zayas cuajando un extraordinario tercio. El inicio de faena por estatuarios muy ajustados, vibrantes, llegó pronto a los tendidos que rompieron en olés y una fuerte ovación. No hay duda que el galo conoce muy bien a esta plaza y su público, y supo aprovechar el buen galope y ritmo del animal para encender la mecha de la emoción. Tremendamente centrado y seguro Castella, aplicando un temple y una cadencia perfecta para componer tandas por ambos pitones en los que jugó los brazos con suma suavidad, muñecas de seda que acompañaban las templadas embestidas con delicadeza, ligando con profundidad, muletazos de trazo sublime, cambios de mano eternos quedándose perfectamente colocado, series medidas, administrando las pausas, acoplado, enroscándoselo a la cadera. Buenos fueron los derechazos, pero donde la faena rompió fue en los naturales, rotundos y encajados, manejando los vuelos como si fueran seda, emoción desbordada y la Monumental entregada, y todo lo contado en los medios y en una superficie de unos pocos metros cuadrados perfectamente delimitados puesto que era la única arena removida en todo el ruedo. Si faltaba algo para rendir a la plaza a sus pies, eso llegó en el cierre de faena, en las cercanías, entre los pitones, con toda verdad, pasándose los pitones por la cadera, dejándoselos llegar al pecho, pases por ambos lados, cambios de mano sin inmutarse ni rectificar los pies, y todo por abajo, con mucha emoción y estética, y con el jandilla repitiendo y humillando con clase y bravura, además de recorrido, que en los arrimones también lo mantuvo, como en toda la faena. De no haber marrado con los aceros no sé hasta donde hubiera llegado el premio, quizás hayamos estado a punto de vivir una doble Puerta Grande esta tarde. Antes había tenido Castella un primero noble y manejable, con calidad pero falto de empuje y entrega. Faena pulcra y con técnica que inició doblándose por bajo, buen trato en los muletazos pero con resultado irregular, algunos de buen trazo y cierta enjundia junto a otros que no acabaron de llegar a unos tendidos aún fríos que no sospechaban todo lo que quedaba por vivir en esta, en mi opinión, sensacional tarde de toros.
Antonio Vallejo
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