Un cielo plomizo y un bochorno insoportable muy difícil de llevar han presidido esta tarde dominical que ha inagurado el mes de junio con otro lleno en Las Ventas, algo que ya no es noticia. Una corrida de El Parralejo para Miguel Ángel Perera, Fernando Adrián y Tomás Rufo variada de hechuras y con un pobre y decepcionante juego, ajena a la bravura, sin fuelle, con atisbos de nobleza y clase escondida en algunos pero que han durado un suspiro y que ha resultado como el cielo, plomiza, salvándose tan solo el genio del quinto y el buen sexto que ha embestido con calidad en la muleta.
El lote de Perera no ha servido para nada, dos animales vastos de hechuras y de un juego más que deslucido. El primero iba con la cara alta, arreando por ambos pitones, derrotes secos. Trató de ponerle mando Miguel Ángel Perera, algo que tiene, y mucho, pero ahí no había tu tía, en cuanto le bajaba la mano de desplomaba por su falta de poder. Imposible ligazón, aguantaba uno o dos muletazos a media altura y al siguiente se venía abajo. Tesón del extremeño para intentar sacar algo y nada más. El cuarto incluso peor, nula entrega, pasaba por la muleta totalmente desentendido, soso hasta decir basta. Lo mismo, muletazos sin ritmo ni continuidad, que pedían abreviar y evitar minutos sin sentido.
Algo mejor el lote de Fernando Adrián, aunque el segundo fuera muy protestado de salida por su peso y su justa presencia. Fue un toro que tuvo fondo de clase, pero le faltó motor y raza. Buscó la ligazón, trató de llevarlo siempre por bajo, aprovechó la inercia de las embestidas en los primeros compases de faena en los medios, pero cuando trató de interpretar el toreo curvo le costó aguantar al de El Parralejo, tomaba un par de muletazos o tres y se venía abajo. Faena de casi, de parece que sí pero es que no, de no acabar de tomar vuelo. El quinto tuvo movilidad y más genio, sin confundirlo con bravura. Fue un toro de embestida descompuesta, embestía rebrincado, la cara alta, soltando tornillazos, al que prologó en la muleta con ambas rodillas en tierra y un cambiado por la espalda de mucha emoción por el riesgo. Esa firmeza del inicio la mantuvo el madrileño durante todo el trasteo, aguantando las brusquedades de un toro que tenía mala leche, ni un átomo de clase o entrega. Lo digo por el listo que le ha soltado "otro toro que se te va, Fernando". Valiente y con decisión, aguantando las constantes tarascadas, poniéndole la muleta y tratando de conducirlo por bajo, pero el toro iba a lo suyo, la cara por las nubes, tornillazos por ambos pitones, corto recorrido, reponiendo y buscando. Enorme el esfuerzo sin tapujos de Adrián que anduvo con un compromiso fuera de toda duda.
El tercero fue el mejor del encierro en cuanto a hechuras, el más armónico y fino entre tanta vastedad. Movilidad en los capotes y buena pelea en vara, con Fernando Sánchez, una vez más y las que quedan, brillando con los garapullos. El inicio de faena por alto quizás fue más efectista que efectivo, con el toro desplazándose con buen tranco, pero no ayudó a que el toro se sometiera, es más, desarrolló más brusquedad que entrega. Trató de corregir el talaverano y ponerle mando, bajar la mano y poderle, pero al animal le duraron las fuerzas lo que le duraron, se quedó en las telas, sin salirse y todo fue a menos a pesar de los intentos de Rufo. Si embargo se encontró con el premio de la tarde ante el sexto, un animal que de salida embistió con ímpetu y el pitón de fuera pero que fue ganando en clase a medida que avanzó la lidia, y en eso creo que tuvo mucho que ver el magnífico hacer de Andrés Revuelta, magistral brega. De nuevo Fernando Sánchez haciendo las delicias de todos con otro par marca de la casa, dejándose ver y reuniendo en la misma cara. Arrancó la faena hincado de rodillas, el toro se arranca, se distrae con una banderilla, cambia su trayectoria y no se lleva a Rufo por delante de puro milagro. Recompuesto y ya en la vertical buscó la ligazón y el toreo profundo, dibujando series reunidas por el pitón derecho encajado, la mano baja, muy asentado, con emoción y otras al natural en las que le costó algo más al toro tomar el engaño pero que al final logró Rufo dotarlas de casi la misma rotundidad, con algunos naturales de muy buena factura y hondura. Gustó la faena a una gran parte de la plaza, no sabría decir si mayoritaria o no, que no dudó en agitar los pañuelos tras un pinchazo y una entera, pero al final el presidente consideró que no y todo quedó en una fuerte ovación para despedir a Rufo que con esta concluye su paso por San Isidro.
Y mientras esto ocurría en Madrid, muy cerquita de la capital, en el Real Sitio y Villa de Aranjuez, un tal Morante de la Puebla ha cuajado, según he leído y me ha contado un amigo que allí ha estado, una obra cumbre con la montera calada, reencarnándose en Joselito, toreo antiguo, añejo, eterno, dando un recital de toreo y cortando tres orejas a dos toros de Nuñez del Cuvillo. Menos mal que ya queda un día menos para que vuelva a Las Ventas. Desde el pasado miércoles ya nada es igual.
Antonio Vallejo
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